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Capítulo 20: Batalla por la Trifuerza


"Las fuerzas hyruleanas retomaron el control de la Fortaleza Gerudo, y Link y la Princesa Zelda buscaron tratar de confrontar a Ganondorf para detenerlo de una vez por todas, solo para encontrarse con una terrible verdad. El héroe y la princesa derrotaron a su enemigo, solo para descubrir que este era una imitación, un simple fantasma dejado allí por el verdadero como un señuelo. Todo había sido un truco, un engaño para distraer su atención, y mantenerlos ocupados mientras él se dirigía hacia su verdadero objetivo.

Con el ejército de Hyrule en el Desierto Gerudo, Ganondorf, acompañado de Grahim y Zant, se dirigió hacia el Valle de los Videntes, en busca del fragmento de la Trifuerza del Poder, aquel que él considera que le pertenece por derecho. Arrinconando a la hechicera Lana dentro de su fortaleza, las fuerzas de la oscuridad cercaron todas las salidas del valle para cortarle la retirada, mientras el rey maligno se prepara para confrontarla y reclamar lo que es suyo.

Dándose cuenta del engaño, Link, Zelda y sus aliados parten a toda prisa hacia el Valle de los Videntes, esperando que no sea demasiado tarde para socorrer a su amiga. El futuro lucía muy negro para las fuerzas de la luz. La destinada e inevitable confrontación final entre los elegidos de las Diosas está a punto de tener lugar, igual que incontables veces desde tiempos antiguos..."

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Camino hacia el Valle de los Videntes...

El ejército hyruleano no tuvo tiempo para descansar apenas tomaron el control de nuevo de la Fortaleza Gerudo. Al darse cuenta de que todo fue un truco de su enemigo, la princesa Zelda ordenó que todos los que estuvieran disponibles salieran en el acto sin tardanza. Lana estaba en peligro, y si no se daban prisa, Ganondorf llegaría hasta ella. Todos sabían que no se tentaría el corazón para arrebatarle el fragmento de la Trifuerza que tenía consigo.

Afortunadamente, las guerreras del desierto conocían otro camino hacia el Valle de los Videntes: una serie de pasajes a través de los cañones que rodeaban la fortaleza por los cuales podrían atravesar, yendo directamente hacia el norte. El gran problema, era que estos pasajes eran extremadamente estrechos, por lo que los soldados de Hyrule no tuvieron más opción avanzar en un cuello de botella, y teniendo mucho cuidado de no provocar derrumbes que los sepultaran u obstruyeran su camino, especialmente por estar marchando en contra del reloj. Las Gerudos, sintiéndose culpables de los problemas causados, y deseando poder ayudar, cuando la Princesa Zelda les solicitó que se quedaran a proteger su territorio, prestaron a los soldados de Hyrule sus mejores y más rápidas monturas para que estas los llevaran tan rápido como fuese posible por los truculentos pasajes a través de los cañones rocosos. Si todo salía bien, podrían llegar al Valle de los Videntes en solo cuestión de unas pocas horas. Rezaron a las Diosas porque Lana pudiese resistir hasta entonces.

En frente de la caravana en movimiento, Link y la Princesa Zelda avanzaban a lomos de la yegua del héroe. Incluso los mejores y más rápidos caballos de las Gerudos parecían tener dificultades para competir con Epona, y ella parecía compartir el mismo sentido de urgencia que su dueño, yendo tan rápido como podía y le permitía su (casi anormal) resistencia. Por supuesto, Epona no era la única que podía sentir que Link estaba tenso. Detrás de él, la joven regente también se había dado cuenta de esto. Impulsada por un deseo de calmarlo, Zelda colocó su mano sobre la de él. El efecto fue inmediato, pues al toque de la mano de su amada, el muchacho se relajó notablemente.

- ¿Estás preocupado? - le preguntó.

- Ya sabes que sí. - dijo Link. - No me había sentido así desde... tal vez con Cya, si tuviese que comparar.

- Pensar que ella no fue más que un peón en el juego de alguien más. - dijo Zelda. - Nuestro verdadero enemigo es alguien mucho, mucho peor.

- No tuviste tiempo de contarme más de él. - dijo Link. - En la familia real tienen más registros históricos al respecto, ¿verdad?

- En realidad no es mucho. - dijo Zelda. - Incluso los pergaminos más antiguos de la sección prohibida de la biblioteca real solo tienen detalles muy vagos. Todos concuerdan en algo: no ha habido fuerza más terrible que haya pisado nuestra tierra desde que comenzó su historia.

- Y si así fue aquel fantasma... tiemblo de pensar en cómo seré capaz de derrotar al verdadero. - dijo Link. - Nunca en toda mi vida había sentido tanto miedo de una pelea.

- No eres el único, Link. Yo también me siento aterrada. Pero ya lo sabes. El verdadero valor no es la ausencia de miedo. Es la capacidad de actuar a pesar de ese miedo, o incluso usarlo como incentivo.

- Lo sé. - dijo él. - Y lo importante es saber que tú y todos los demás están conmigo. No sé cómo habrán enfrentado a Ganondorf mis antecesores, pero estoy seguro de que no sería capaz de hacerlo yo solo.

- ¡Sé que puedes hacerlo, Link! - dijo Proxi, revoloteando a su alrededor. - ¡Esta es la última batalla, yo también voy a esforzarme por ayudarlos a todos!

Esa era la lección más importante que había aprendido a lo largo de toda esa guerra. Por mucho que todos desde afuera lo vieran como el Héroe Legendario, él no hubiese llegado hasta ese punto de no ser por el apoyo de todos sus amigos, y de ella. En ese momento, él estaba peleando no solo por cumplir su heroico destino, sino por lo que le esperaba del otro lado una vez que todo hubiese terminado. La promesa de una vida al lado de su amada, un futuro brillante juntos, y tal vez... hasta la posibilidad de formar una hermosa familia con ella. Sí, un hermoso futuro, pero no podría ser suyo hasta no haber cumplido su destino y derrotado al hombre que se interponía entre él y esa vida.

Entretanto, atrás en el camino, los miembros de la legión de Link también avanzaban en completo silencio, experimentando sensaciones bastante similares a las de su líder. El miedo estaba presente en ellos, pero lejos de paralizarlos, los impulsaba, los motivaba a seguir avanzando. Ninguno de ellos tenía miedo de morir, sino miedo de dejar atrás todo lo que tenían. Por eso estaban determinados a luchar, para no perder ese futuro que tenían por delante.

Mirando por la esquina del ojo, Alexandre miró hacia el cinturón de Garrett, del cual colgaba una pequeña hacha arrojadiza. Los filos de esta estaban recubiertos de negro, posiblemente de piedra obsidiana. Al lancero no se le había escapado que antes de marcharse de la Fortaleza Gerudo, Aveil se la había entregado a Garrett, pero no estaba lo bastante cerca para escuchar el intercambio de palabras entre ellos. Tenía algo de curiosidad al respecto.

- Oye, Garrett. Esa hacha que te dio Aveil... - le dijo.

- ¿Qué hay con ella? - preguntó el grandullón.

- Tiene buen aspecto. ¿Algún motivo en particular para que te la haya dado?

- Dijo que era su manera de mostrar su respeto, y gratitud. - dijo Garrett. - Algo acerca de reconocimiento, "por ser un gran y honorable guerrero."

- Vaya. - dijo Alexandre. Viniendo de una Gerudo, ese era un gran cumplido. - Dicho de otra manera, fue su manera de agradecerte por haber recibido aquellos hachazos por ella.

- Mi armadura fue la que lo hizo, no yo. - dijo Garrett con modestia.

- Sí, y esas marcas quedarán como medalla de honor. - Alexandre echó el ojo a la espalda de su amigo. Las marcas seguían visibles allí. - Pero eso no es importante. Mientras estuvimos allá, no pude evitar notar que... bueno, Aveil y tú, parecieron congeniar bastante bien.

- Es agradable. - dijo Garrett simplemente.

- ¿Agradable? Eso es quedarse corto, amigo. Podrías decir algo como... no lo sé, ¿atractiva, tal vez?

- Alexandre...

- No te enfades, yo solo decía. - dijo Alexandre.

Por mucho que le gustaría presionar en el asunto, Alexandre ya de primera instancia sabía que Garrett no se inmutaría demasiado. No como él, al menos. Sin embargo, lo cierto era que en ese corto tiempo, Aveil parecía haberle tomado un cierto respeto y admiración a Garrett. Había escuchado algunos rumores de que las Gerudos solían sentirse atraídas por los hombres fuertes, y esa parte parecía tener algo de verdad en Aveil.

- También escuché que mencionaron algo sobre un terreno de entrenamiento. - dijo Alexandre. - Cuando todo esto haya terminado, tal vez podría ser interesante hacer la prueba, ¿no lo crees?

- Podría ser.

Garrett no parecía estar prestándole mucha atención a las palabras de su amigo. Pero lo cierto era que, en privado, Aveil sí le había mencionado algo acerca de que le gustaría que fuesen "compañeros de entrenamiento". Garrett tal vez no lo demostrase mucho, pero él era perceptivo para captar pistas sutiles en el lenguaje corporal y verbal de las personas, y en realidad no se le escapó que la Gerudo parecía tener cierto interés en él más allá de solo respeto o gratitud. Admitiéndolo, no le era del todo adverso a explorar la posibilidad de relacionarse con ella, sin importar que ella fuese una Gerudo (con el estigma que prevalecía) o que le llevaba unos cuantos años. Pero eso con el tiempo, cuando todo hubiese terminado, y pudiese darse una oportunidad para conocerla con calma.

Sí, tenían un futuro por delante, uno por el cual tendrían que luchar con todas sus fuerzas.

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Zona aledaña al Templo de las Almas...

¿Cuánto alboroto era capaz de causar una sola persona en medio de un ejército de criaturas oscuras? Mejor dicho, ¿qué tan difícil podía ser para dicho ejército atrapar a una sola persona que claramente lo que intentaba era escaparse de ellos, y sorprendentemente, parecía que lo estaba logrando?

El lado positivo del estado actual del Valle de los Videntes era que tenía cientos de lugares para ocultarse durante una huida. Grietas, árboles huecos, rocas... prácticamente cualquier resquicio servía para esconderse, si sabías dónde meterte. Durante las últimas dos horas, ese había sido el patrón de Lana: correr, abrirse paso entre las hordas enemigas, encontrar un sitio donde esconderse, esperar un poco para recuperar el aliento y volver a correr para repetir el ciclo.

Una ventaja que tenía, era que a pesar de los números casi todos las criaturas que la estaban hostigando ahora, ya las había enfrentado antes, e incluso estando sola sabía perfectamente como encargarse de ellas de manera rápida y eficiente. Prueba de esto, primero intentaron detenerla una línea de Stalfos gigantes. Unos golpes de relámpago directo a la cabeza, y al destrozar sus cráneos se desplomaban en pilas de huesos al instante. Los Lizalfos tampoco eran demasiado difíciles: los reptiles de sangre fría caían fácilmente ante ataques de temperaturas extremadamente altas o bajas. Inclusive los ocasionales soldados con forma de golems de piedra, con todo su poder y resistencia, eran demasiado torpes y lentos como para poder perseguirla, era solo cuestión de evitar su primer golpe y salir corriendo en la dirección opuesta.

Sin embargo, su huida estaba a punto de verse truncada otra vez, y por dos oponentes mucho más difíciles de lo que habían sido estas hordas de criaturas oscuras. Y ella lo sabía perfectamente. En una lluvia de diamantes apareció frente a ella ese autoproclamado señor de los demonios, Grahim, blandiendo su espada.

- Vaya, vaya. - dijo, haciendo aparecer unos cuchillos flotantes. - Hasta aquí llegaste, niña ingenua.

Y con un movimiento de la mano libre, se los arrojó. Lana utilizó la Vara Deku para desviarlos, y contraatacó lanzando una esfera eléctrica, que igualmente también Grahim le desvió con su propia arma. El demonio se lanzó de frente contra ella, y las armas de ambos se trabaron en un duelo cercano, tratando de dominarse entre ellos. Este fue breve, ya que la hechicera percibió algo detrás de ella, y con toda certeza, apareció el usurpador, Zant, blandiendo sus cimitarras. Lana empujó a Grahim para romper su duelo y saltó para esquivar los tajos de las hojas corvas de Zant.

- Tenía eso bajo control. - se quejó Grahim por la interferencia.

- Nuestro dios nos ordenó que ambos la capturemos. - replicó el Twili. - Aunque tú tampoco me agrades, solo estoy siguiendo sus órdenes.

- No me detendrán tan fácilmente. - aseguró la hechicera. Podía estar sola, pero todavía tenía algunos trucos que no había utilizado, y algunos que todavía aprovechar de otras formas.

Alzando su libro de hechizos, Lana hizo aparecer decenas de círculos mágicos a su alrededor, y de cada uno de ellos apareció una copia exacta suya. A diferencia del hechizo que utilizó Cya cuando peleó contra Link, estas copias no eran sólidas ni eran capaces de pelear por ella. Sin embargo, podía moverlas de manera independiente para que actuaran como señuelos, y ellos no sabrían quién era la real sino hasta que las atacaran. Eso le serviría para ganar algo de tiempo, ya tenía un plan para hacerlos caer en sus trampas.

- ¿Intentas ocultarte? - dijo Grahim. - Pequeña ilusa, no importa cuánto lo intentes, no podrás huir de nosotros.

- ¿Y quién dijo que estoy huyendo? - Se oyó simultáneamente la voz de Lana, saliendo de todas las copias. Otra ventaja del hechizo, era que podía proyectar su voz a través de cualquiera de sus copias activas a la vez al hablar, incluso todas a la vez, muy útil para despistar por si intentaban rastrearla por la voz.

Irritados por este patético intento de parte de Lana de combatirlos, Grahim y Zant comenzaron a atacar a todas las Lanas que tuvieran a la vista, el primero arrojando sus cuchillos, y el segundo empezando a girar como loco por toda el área, tratando de alcanzar a todas las que pudieran. Las copias se dispersaron para evitar los ataques, pero al ser alcanzadas se disipaban de la misma manera que lo hizo la que había dejado en el templo para despistarlos temporalmente mientras escapaba. Más todavía, parecía que estaba invocando a más de ellas para reponer a las que perdía y ponerles la labor de encontrarla todavía más difícil. Qué desesperada estaba, en verdad era patética si quería ocultarse de ellos solo para poder escapar.

Por supuesto, Lana no tenía intenciones de salir huyendo, ella no era tan cobarde. Ganondorf todavía no había venido tras ella, enfrentarse a él tenía que evitarlo a toda costa. Pero estos dos, aunque vinieran tras ella al mismo tiempo, tenía una oportunidad de "dividirlos y conquistar", pues a la vista quedaba que no se llevaban bien entre ellos. Cya utilizó esa táctica con ellos anteriormente, ¿por qué no hacerlo ahora?

Incluso intentando rastrearla por su presencia o su voz parecía inútil, pues con la cantidad de copias la fuente mágica a su alrededor se distorsionaba demasiado. Era una niña miedosa e ingenua, pero realmente tenían que admitir que era un plan ingenioso, aunque fuese solo para intentar retrasar su inevitable e inminente muerte. Los dos continuaron atacando a todas las copias que tuvieron a su alcance, haciéndolas disiparse con cada golpe, pero seguían multiplicándose de manera infinita. Todo indicaba que lo único que las detendría sería dar con la original, y eso se les empezaba a dificultar.

- ¡Maldita niña ingenua, muéstrate de una vez! - gritó Zant, cortando con sus cimitarras a un grupo de cinco copias faltas que lo tenía rodeado.

- ¡No podrás ocultarte para siempre! - agregó Grahim.

- ¡Vengan por mí, si se atreven! - sonaron de nuevo al unísono las voces de las Lanas, tratando de provocarlos. Hacerlos enfadar era parte del plan después de todo.

De pronto, las copias de Lana empezaron a reunirse en un área relativamente despejada, y como era de esperarse Zant y Grahim las persiguieron allí. Si estaban todas en ese lugar, tenía que encontrarse la verdadera. Sin embargo, al unísono, todas las copias alzaron sus Varas Deku y al clavarlas en el suelo, generaron una cegadora fuerza luminosa. Esta les deslumbró los ojos a ambos, por la intensidad del destello.

- ¡Qué demonios! ¡No puedo ver nada! - exclamó Zant.

- ¡Maldita mocosa, pagarás muy caro por burlarte de mí! - agregó Grahim.

Lentamente, los dos lacayos del rey maligno fueron abriendo sus ojos tratando de recuperar la vista, pero cuando finalmente recuperaron la visibilidad, se llevaron una desagradable sorpresa. Bueno, quizás no tan desagradable para Grahim. Las copias de Lana habían sido reemplazadas por copias de ellos dos. Decenas de Grahims y Zants ahora rodeaban a los dos originales, que no podían sino ver en confusión como las múltiples réplicas de sí mismos se alistaban para atacarlos. ¿Qué pretendía lograr la hechicera con esto? Solo eran copias falsas, ¿si no podían servir para atacar de qué servirían?

La respuesta la tuvieron cuando estos comenzaron a gritar y a lanzarse hacia ellos, entremezclándose para confundirlos. Ese era el verdadero objetivo de Lana, crearles un total caos con las ilusiones, mientras ella aprovechaba el momento en que estaban cegados por aquel destello para volver a ocultarse. Pero esta vez, para preparar la trampa que les estaba tendiendo. Y algo más con lo que contaba, mientras intentaban librarse de las copias, en cierto momento, Grahim se hartó de ellas y comenzó a lanzar sus cuchillos. No había ningún problema con esto, hasta que...

- ¡AAARRRGHH! - Ese grito provino de Zant. Del verdadero Zant, que terminó clavándosele el puñal en la espalda, al atravesar a una de las copias. - ¡Maldito imbécil, fíjate donde arrojas tus juguetes!

- ¡No me culpes, usurpador! - exclamó el aludido.

Los dos volvieron a pelear contra las copias, teniendo que mirarse entre ellos ocasionalmente solo para saber quiénes eran los reales. Pero como era de esperarse, los dos se perdieron de vista entre el caos, y esta vez fue Zant el que al atravesar con sus cimitarras a una de las copias hirió en la espalda al verdadero Grahim.

- ¡ARGH! ¡Miserable, ten cuidado! - exclamó.

- ¡No te metas en mi camino! - le espetó Zant. - ¡Concéntrate en quitar de en medio a los falsos!

- ¡Al único que tengo que quitar del medio es a ti, maldito estorbo! - gritó Grahim, invocando sus cuchillos de nuevo.

- ¡Oye!

Ignorando a los falsos, Grahim empezó a arrojarle sus cuchillos al verdadero Zant, esta vez imbuidos con su energía maligna para que hirieran todavía más. El Twili replicó usando sus cimitarras para desviarlos, y también dejaron de atacar a las copias falsas, después de todo eran ilusiones que no podían lastimarlos. Solo estaban para confundirlos... y provocarlos para que se atacaran entre ellos.

- ¡Bastardo, ¿qué crees que estás haciendo?!

- ¡Deshaciéndome de ti, que no haces otra cosa que meterte en mi camino! - gritó el señor de los demonios, esta vez lanzándose con su espada. Zant lo interceptó con las dos suyas, trabándose los dos en un feroz duelo.

Entretanto, mientras los lacayos de Ganondorf estaban demasiado ocupados peleando entre ellos y discutiendo por quién de los dos era el verdadero estorbo, su enemiga se les había escondido casi a plena vista, y mientras estaban tratando de matarse entre ellos, Lana hacía su movimiento. Todo ese rato, se había puesto a recitar aquel hechizo para activar la trampa de esa zona. Tomando algunas páginas del libro de Cya (por mucho que le costara aceptarlo), la trampa era para aprisionar al adversario en un espacio cerrado, y ellos dos estaban parados justo encima de la "puerta de entrada". La hechicera peliazul activó el sello, revelando por fin que se encontraba allí.

- ¡DESAPAREZCAN AHORA! - exclamó.

El círculo mágico apareció bajo sus pies. Únicamente Grahim reaccionó a tiempo, haciendo un salto de teletransporte, pero Zant no pudo, y a su alrededor empezaron a aparecer pilares que parecían estar hechos como de cristal azul.

- ¡Qué demonios! - exclamó comenzando a golpearlos, pero estos no se rompían. Los pilares se fueron juntando hasta que finalmente se fundieron, encasillando al usurpador en un pequeño y confinado ataúd de cristal.

Grahim reapareció de vuelta, mientras Zant seguía golpeando sus cimitarras contra las paredes de cristal, que parecían más duras que el acero, pues no se agrietaban ni abollaban. A pesar de todo, el autoproclamado señor de los demonios pareció no irritarse por esto, de hecho, hasta sonrió de ver como su "compañero" golpeaba las paredes de cristal intentando liberarse de su prisión. La hechicera lo había liberado de una molestia.

- No es exactamente lo que yo hubiese hecho, pero te agradezco que me hayas quitado ese estorbo. - dijo Grahim.

- Ahórrate los halagos. - replicó la peliazul. - Mi intención era atraparlos a los dos, no solo a él.

- Qué pena por ti. Pero esto me facilitará las cosas. - declaró el demonio, haciendo aparecer sus cuchillos. - Sin él estorbándome, podré acabar contigo con mis propias manos.

- Hazlo lo peor que puedas. - replicó ella, poniéndose en guardia con su Vara Deku.

La hoja de Grahim se encontró con la vara resplandeciente de Lana, comenzando con un asalto de estocadas relámpago. A pesar de su gran velocidad, la hechicera usó su magia para acelerar su percepción, anticipándose a sus ataques y actuando de manera preventiva para desviarlos o evitarlos. Al ponerse a corta distancia, Grahim fue a atacar con un tajo horizontal, y en respuesta, Lana saltó por encima de él al tiempo que, mientras seguía en el aire, trataba de clavarle la punta de su vara en la espalda. Sin estar segura de poder alcanzarlo directamente, canalizó un poco de energía hacia el extremo de la vara, creando una esfera de energía verde para que le explotara. Lana aterrizó a salvo, mientras Grahim salió despedido de narices hacia el suelo, aturdido, pero alcanzó a darse la vuelta para encararla de nuevo. Ya con los pies en la tierra, Lana clavó su vara para invocar unas raíces y atarlo al suelo, con la intención de inmovilizarlo. Grahim comenzó a forcejear tratando de liberarse, pero aunque por un momento pareció quedar atrapado, incluso con los brazos amarrados usó una mano libre para hacer aparecer uno de sus cuchillos, y se lo arrojó hacia la cara. Lana tuvo que ladear la cabeza hacia un lado, evitando el puñal por los pelos (pasándole este peligrosamente cerca y haciéndole un pequeño corte en la mejilla) pero eso fue suficiente para romperle la concentración, y le dio a Grahim la oportunidad de canalizar su energía y romper las raíces que lo sujetaban.

- Mocosa insolente, ¡te enseñaré a respetar al señor de los demonios!

Inmediatamente se lanzó para dar su contraataque con una serie de tajos rápidos. La hechicera apenas lograba mantenerle el paso, pero la velocidad y fuerza de Grahim era superior a la de ella en el combate a corta distancia. Tenía que ponerse a mayor distancia para utilizar uno de sus hechizos ofensivos. De nuevo, invocó a sus copias ilusorias, dispersándolas para tratar de despistarlo por un momento.

- ¿De nuevo? Ese pequeño truco no funcionará conmigo dos veces. - declaró.

- Podría sorprenderte. - hablaron varias de las Lanas simultáneamente.

Estas eran ilusiones, no podían lastimarlo. Era solo cuestión de dar con la verdadera. De nuevo, atacó lanzando sus cuchillos a todas las que estaban en su radio de visión. Todas resultaron ser falsas, y se dio la vuelta para arrojar más a las que lo rodeaban. Una esfera de relámpagos le llegó por la espalda, seguramente intentaba atacarlo por su punto ciego, qué predecible. Con un solo movimiento de su espada lo desvió sin dificultades, explotando a un lado de donde estaba. Grahim hizo volar más de sus cuchillos, y Lana los interceptó invocando unas estacas de hielo, haciendo que chocaran entre ellos. Los dos rivales volvieron a trabarse en un combate cercano, esta vez siendo Lana la que se lanzaba a la ofensiva y haciendo retroceder a Grahim. Al verse presionado, el señor de los demonios levantó una barrera defensiva de diamantes para interceptar uno de sus golpes, y desapareció teletransportándose para ponerse detrás de ella.

- Te tengo. - dijo Grahim, dando una estocada directo hacia el centro de su espalda.

Sin mirar por encima del hombro, Lana colocó su Vara Deku, protegiéndose en el lugar donde la estocada estaba a punto de impactarle. Esto tomó por sorpresa a Grahim, pues le resultó familiar la maniobra, cuando peleó contra Link en la era del cielo. Lana se giró y dio un golpe amplio con la vara para alejarlo. La hechicera entonces echó mano de su Tomo de los Espíritus, e invocó un hechizo para crear un portal hacia una dimensión de bolsillo detrás de Grahim, con la intención de encerrarlo en ella. El señor de los demonios se tensó ante esto, pues al recordar su previa derrota con la encarnación del héroe legendario, y como este lo encerró en ese vacío infinito del tiempo y el espacio (hasta que su señor lo liberó)... no, de ninguna manera podría permitir que lo volvieran a atrapar de ese modo. Ese era un castigo peor que la muerte. Cuando el portal detrás de él se expandió, clavó con firmeza la espada en cuanto este comenzó a succionar, tratando de arrastrarlo a su interior.

- No... ¡no me encerrarán de nuevo! ¡ESO NO VOLVERÁ A PASAR! - exclamó, haciendo aparecer un gran puñal y arrojándoselo para romperle la concentración. Esta vez, Lana lo interceptó con su Vara Deku, y trató de incrementar la fuerza del vórtice.

- ¡Vamos, entra de una vez! - masculló la hechicera.

Grahim trataba de sujetarse con toda su fuerza al suelo, y resistir la aspiradora que tenía detrás. No, no iba a dejarse encerrar de ninguna manera. No volvería a esa horrible prisión, antes de eso asesinaría a la muchacha por atreverse siquiera a pensar en ello. Hecho esto decidió intentar invocar a sus propios sirvientes para ayudarse, esto era, mini-copias del Durmiente, como lo hizo antes cuando luchó contra Link. Al principio, estos fueron demasiado pequeños y terminaron siendo succionados también dentro del portal, pero entonces invocó algunos un poco más grandes para que con el peso pudieran resistir. Al ver que estos tampoco sirvieron de mucho, resolvió fusionarlos, para crear una copia más grande. Esta no era tan inmensa como la que utilizó para enfrentar a Link y a sus compañeros, pero sí lo suficiente para que con su masa y peso Lana no pudo arrastrarlo. Pisoteando con fuerza, la criatura bípeda comenzó a rugir mientras aspiraba para atacar a la hechicera con su aliento. Lana no tuvo más remedio que saltar fuera de allí para evitar ser alcanzada por el chorro oscuro, que disolvió como ácido el lugar donde antes estuvo parada, y con ello el vórtice que amenazaba con succionar a Grahim se cerró.

- ¡Ahora, mi querida mascota! ¡Encárgate de esa niña insolente! - El señor de los demonios se sintió envalentonado al pasar el peligro, mientras su "mascota" volvía a pisotear tratando de llegar hacia donde estaba su enemiga.

El monstruo bípedo abrió su enorme boca y se lanzó de frente a morder a Lana, que saltó arriba de él, pateándolo con sus tacones mientras intentaba colocarse en un ángulo ciego para atacarlo, pero Grahim tomó ventaja de esto para volver a atacarla, y los dos volvieron a trabarse en un duelo cercano, que Lana se vio forzada a romperlo cuando el Durmiente se le vino encima otra vez con su aliento oscuro. En un arranque desesperado, invocó encima de él una tormenta de rayos, logrando aturdirlo temporalmente, pero no fue suficiente para derrotarlo. Este se lanzó a morderla de nuevo, forzándola de nuevo a esquivar. Grahim saltó encima de la bestia, para continuar dirigiéndolo como su montura personal, y al parecer combinar su poder para apoyarlo.

- ¡De pie, mi sirviente! ¡Obedece a tu señor y acaba con esa molestia! - le ordenó, al tiempo que invocaba energías oscuras del aire dentro de su espada, para luego apuntarla hacia Lana.

La criatura obedeció inmediatamente, y retumbando sus pisadas volvió a perseguir a Lana. Empezó a atacarla de nuevo con su aliento corrosivo, solo que esta vez lo concentraba en esferas antes de dispararlo, y estas explotaban como bombas

- ¡Eso es, huye, huye y tiembla de desesperación! - gritaba Grahim. - ¡Mi señor Ganondorf no tendrá que molestarse contigo, yo mismo me encargaré de ti!

Lana pensó que le convenía más si Ganondorf no intervenía. Apenas iba a medio camino para escapar del valle y poder salir de la zona de protección para poder teletransportarse y huir, pero si podía inutilizar también a Grahim antes de escapar, tanto mejor para ella, y para facilitarle la tarea a sus amigos cuando finalmente lograra reunirse con ellos. Si solo tenían que encargarse de Ganondorf, eso les quitaría un enorme peso, era lo menos que podía hacer.

Entre explosiones de humo oscuro, Lana saltaba obstáculos tratando de dificultarle el paso. El Durmiente era lento y torpe en sus pasos, pero esto lo compensaba con la capacidad de pisotear o patear todo lo que se le atravesara en su camino. Era muy molesto tener que estar mirando por encima del hombro cada vez que oía como empezaba a inhalar antes de dispararle con su aliento, para poder escaparse del inminente ataque. Igual que antes, estaba tratando de guiarlo hacia una trampa para aprisionarlo y con eso escaparse de allí. Para complicar las cosas, más hordas de criaturas oscuras empezaron a surgir tratando de cortarle el paso, y tuvo nuevamente que abrirse camino por la fuerza. Al atravesar las filas, Lana se halló en una planicie llena de árboles secos que comenzaban a reavivarse lentamente, mientras el monstruo y su jinete seguían aproximándose.

- Ha sido un juego divertido, pequeña niña. Pero es hora de que encares tu destino de frente. - declaró Grahim, mientras su montura comenzaba a aspirar para volver a utilizar su aliento oscuro. - ¡Resígnate a tu inminente caída!

Hecho esto, el demonio albino apuntó con su espada al frente, y el Durmiente lanzó un chorro de su aliento oscuro. Este envolvió toda el área, y por un momento pareció haber consumido a la hechicera. Pero al cesar de soplar y cuando el humo residual se disipó, Lana todavía seguía allí, completamente ilesa, y protegida por una de sus campos de energía.

- ¿Terminaste? Muy bien, ahora es mi turno. - dijo la hechicera, apuntando con su mano hacia el frente.

Lana canalizó energía de la burbuja que usó para protegerse, reformándola en un proyectil, una saeta luminosa que disparó hacia Grahim. Esta salió con tanta velocidad que este no pudo reaccionar a tiempo para esquivarla o desviarla, y le impactó de lleno en el pecho, derribándolo de su montura en un estallido de luz. Inmediatamente la hechicera echó mano de su Vara Deku para tomar el control de los árboles cercanos, y estos empezaron a sacar sus raíces alrededor de las patas del Durmiente. Lo primero era quitarlo a él del medio, para enfocarse en Grahim. El señor de los demonios todavía no se reponía de aquel ataque sorpresivo de Lana, y de inmediato se preparó para aprisionarlo, poniéndose fuera del radio del alcance del aliento de su mascota, que seguía rugiendo furiosa tratando de soltar sus patas. La hechicera tuvo que esquivar los chorros oscuros aprovechando los intervalos en que aspiraba para poder acercarse a donde estaba Grahim, todavía aturdido por el impacto de la saeta.

- Ugh... ¿pero qué...? - Cuando recuperó la conciencia, todo lo que vio fue a Lana extendiendo su mano mientras invocaba el círculo mágico debajo de él. A su alrededor empezaron a aparecer pilares de cristal igual que los que aprisionaron a Zant. - ¡No, no permitiré que lo hagas!

Intentó ponerse de pie para atacarla, pero los pilares de cristal fueron más rápidos, e igual que con Zant, se fundieron entre ellos para encerrarlo en un pequeño contenedor. Empezó a atacarlo desde adentro para tratar de liberarse y darle su merecido a la mocosa, pero su esfuerzo fue inútil. Para ser paredes de cristal, como pudo comprobarlo, eran mucho más duras que el diamante, ni siquiera logró abollarlas ni mucho menos. No parecía haber manera de romperlas desde adentro, al menos no sin un gran esfuerzo.

- ¡MÁTALA! ¡MÁTALA AHORA, QUE NO ESCAPE! - le gritó al ver que no podía salir.

Efectivamente, al estar ocupada con Grahim para encerrarlo, el durmiente pudo forcejear y liberarse de sus ataduras enraizadas, y rápidamente centró su atención de nuevo en la hechicera, cargando un estallido concentrado de su aliento. Lana contraatacó con una esfera de rayos, que logró atravesarlo e impactarle de lleno en la boca. La bestia se fue para atrás, y la hechicera siguió presionando su ataque, haciéndolo retroceder con un golpe tras otro. Rugiendo furioso, trató de volver a avanzar hacia ella, lanzándose con las fauces abiertas para engullirla. A esa distancia, sin embargo, Lana tuvo suficiente tiempo para cargar una esfera de rayos, empezando muy grande, para después comprimir todo el poder. Se venía acercando con la boca abierta, a punto de clavarle los dientes.

- ¡AAAAAHHH! - exclamó Lana arrojándole la esfera electrificada.

El resultado fue instantáneo, la energía comprimida pasó entre las quijadas de la bestia, hundiéndose en su interior, para luego explotar con gran fuerza. Aunque la explosión todavía resonó afuera, no lo destruyó por completo, pero con un quejido de dolor, empezó a echar humo negro por la boca, y todavía intentó un último esfuerzo para llegar hasta Lana, pero solo dio dos pasos más antes de desplomarse en el suelo, al parecer todavía con vida, pero incapaz de volver a levantarse.

- ¡LEVÁNTATE, MALDITA BESTIA INMUNDA! ¡NO PUEDES DEJAR QUE TE VENZA DE ESA MANERA TAN HUMILLANTE! ¡TE LO ORDENA TU SEÑOR, DE PIE! - gritó Grahim, todavía tratando de escaparse de su diminuta prisión, pero fallando miserablemente.

Dando una última mirada a la pequeña celda de Grahim, mientras este seguía golpeando las paredes desde adentro tratando de romperlas, Lana dio la vuelta y prosiguió con su escape. Le encantaría quedarse para terminar de acabar con él y con Zant, pero ella sabía perfectamente que la mayor de las amenazas todavía seguía afuera. Le había extrañado que no hubiese ido tras ella todavía, pero no iba a desperdiciar su oportunidad de escapar mientras aún podía.

Ahora, la verdadera razón de que Ganondorf no hubiese ido todavía tras Lana, no era porque no quisiera, o porque estuviera jugando con ella (aunque eso sería muy típico de él). Con todo y a pesar de tener la totalidad de su espíritu reunido en su cuerpo físico, el antiguo rey Gerudo en ese momento no se encontraba a toda su capacidad. Haber dejado aquel avatar fantasma suyo en la fortaleza para que actuase como señuelo para sus enemigos, había tenido su precio en el sacrificio de una gran cantidad de su energía, solo para que este pudiese mantenerse por sí solo una vez que él se marchara (y también, para que fuese un oponente digno y que no cayera tan fácilmente ante sus adversarios cuando inevitablemente pelearan contra él). Si tuviese el fragmento de la Trifuerza en su poder, eso no sería ningún problema, pero ya que ese no era el caso, reponerse por completo le estaba tomando un poco más de tiempo. Y no era lo único, haber traído de regreso también a sus sirvientes, Zant y Grahim, no era tan sencillo como parecía. Como el recipiente de la encarnación del mal, era un gran poder el que poseía, pero hasta él tenía sus límites. Por eso necesitaba de la Trifuerza, para romper esas malditas ataduras.

El rey Gerudo observaba desde la meseta del templo, de pie con los brazos cruzados mientras esperaba a que su energía se volviera a reunir. El encantamiento anti-teletransportación que Lana colocó en el valle habría sido una defensa efectiva, si funcionara contra él y sus lacayos. La única ventaja era que en ese valle, todavía quedaban rastros del miasma producto de las acciones de Cya (Lana no había podido purificarlos del todo a lo largo de ese mes que permaneció allí), y podía utilizarlos para alimentarse, como si fuesen un aire respirable para sus pulmones, reduciendo al menos un poco la espera para reponer sus energías. Hechizos complicados como la teletransportación estaban prohibidos de momento, a menos que fuesen absolutamente necesarios.

- Esa muchachita es más lista de lo que me imaginé. - murmuró entre dientes. - Pensar que ni entre los dos juntos han podido impedir que escape.

Para estar solo huyendo, esa niña no era tan ingenua, se las había arreglado para guiar tanto a Zant como a Grahim hacia sus trampas para encerrarlos, e incluso con el aumento de poder que les otorgó Ganondorf a ambos (otro sacrificio que odió tener que hacer, pero fue necesario para sus planes), ni siquiera entre los dos fueron capaces de acorralarla o de reducirla. La chica fue astuta: hacer que se atacaran entre ellos, la clásica táctica de "dividir y conquistar", aunque fuese solo por un momento le dio resultado. Él ya tenía mucha experiencia en ello como para reconocer a un digno usuario. Pero no podría seguir huyendo por mucho más. Su descanso estaba por terminar. Una vez que absorbiera suficiente del miasma que había en el aire, se lanzaría tras ella.

- Hmm... - Abrió la mano mientras concentraba algo de fuego púrpura en ello, para luego aplastarlo y extinguirlo. - Todavía no... solo un poco más.

No podía ser imprudente. A su máxima capacidad, incluso a la mitad, en un combate directo esa niñita insignificante no sería pieza para él. La Guardiana del Tiempo, cuando la tentó por primera vez para que hiciera su voluntad, podría haber sido una oponente digna, pero al dividirse su alma, también sus poderes lo hicieron. Cya pareció conservar la mayor parte de ellos, al menos aquellos dedicados a las artes oscuras, que en combate serían más efectivos, pero Lana, ella había podido aprovechar los que tenía para lograr escapar de sus oponentes y superarlos en inteligencia. A diferencia de Cya, que usaba el poder en bruto, Lana era una soberbia estratega, y si bien por sí sola podría no ser una mayor amenaza, con el apoyo apropiado, podía darle la vuelta a la situación sabiendo aprovechar los recursos y aliados que tuviese disponibles.

Y ahí estaba, completamente sola y huyendo de sus enemigos, pero todavía se las arreglaba para quitarlos de en medio y abrirse su camino hacia su vía de escape. No perdía las esperanzas, tenía claro su objetivo. La salida del valle...

De nuevo, Lana tuvo que ocultarse en una trinchera para tomar un respiro. El enfrentamiento con Zant, Grahim y el Durmiente que invocó el segundo le drenó enormemente sus reservas de poder mágico. Ahora, estaba utilizándolas para curarse las heridas y tratar de reponer su aguante físico para poder seguir corriendo. Haber corrido todo ese tramo desde el templo (había sido un maratón de no menos de cuatro o cinco horas) habría sido imposible para un humano ordinario. Su objetivo era escapar, una retirada estratégica. Eso tenía que tenerlo claro. Una vez que estuviera fuera de los límites del valle, podría teletransportarse a un lugar seguro. Por lo mismo tenía que sobrevivir, y esquivar en la medida a sus enemigos y solo atacarlos cuando fuese absolutamente necesario para no desperdiciar el poder que le quedaba.

- "Link... Princesa Zelda... amigos... sin importar lo que pase conmigo, ustedes tienen que derrotarlo." - pensó la hechicera. Esto no quería decir que se estuviera resignando, todo lo contrario. En aquel momento, los rostros de todos sus aliados y compañeros aparecieron en su mente, uno tras otro.

Link... Zelda... Ruisu... Alexandre... Zatyr... Garrett... Lady Impa... Sir Azael... Midna... Maripola... Ruto... Darunia... Fay... Todos ellos habían estado allí. Tal vez por un tiempo breve, más breve para algunos de ellos que para otros, pero ese tiempo... ese tiempo era más que suficiente. Eran más que sus aliados, eran sus amigos...

Flashback, tiempo indeterminado...

Desde que su cuerpo espiritual se había separado de su contraparte, Cya, creyó que su único propósito se había convertido en detenerla, en sellarla por completo en cada una de sus acciones. Con el paso del tiempo, llegó a dudar si el tener sentimientos estaba negado para ella, pues como Guardiana de los Tiempos, tenía un propósito qué cumplir, y eso era lo único en lo que pensaba que debería enfrascarse. Construir lazos de sentimentalismos lo veía como una fantasía nula, fuera de su misión.

Sin embargo, las cosas cambiaron sin que pudiera marchar atrás, dejándole impregnadas grandes vivencias.

Nunca olvidaría la primera vez que se encontró con Link, el joven héroe de antaño que se convirtió en una de sus grandes obsesiones, la que terminó apoderándose de su contraparte hasta descontrolarla. En su mente quedaron grabados todos los momentos que pasó junto a él, sobre todo aquella vez que depositó su confianza en ella el día que se había enterado de su verdadero origen. No rechazó a la que formaba parte de su desdicha.

Sin embargo, para ella, aquella fantasía la veía inalcanzable, por más que por momentos hubiera querido hacer lo contrario. Sólo el paso del tiempo le enseñó a ver que su amor era imposible, mas no porque no lo mereciera, sino porque las jugadas del destino no se equivocaban, y el corazón de aquel muchacho estaba enlazado al de otra, a quien irónicamente apreciaba como casi una hermana.

La princesa Zelda, quien se convirtió en la mayor enemiga de su contraparte, terminó por convertirse en su aliada y amiga. No sólo le agradecía que no la hubiera rechazado cuando se enteró de su origen, sino que no la hubiera juzgado cuando se enteró que estaba enamorada de su hombre, de su alma afín desde el inicio de los tiempos. Cualquier mujer en su lugar, mucho más si el reconocimiento fue público, la hubiera rechazado y alejado, sin embargo, ella hizo lo contrario, la entendió y le ofreció su apoyo, sabiendo muy bien que podía confiar en ella para el respeto de su relación, e incluso demostrándole que podía y merecía ser feliz.

La pareja le habían dado grandes lecciones sobre la amistad y la empatía que por siempre guardaría en su corazón, mas no habían sido los únicos que la hicieron sentir completa, como una verdadera humana y mujer.

Recordaba con gracia la inocencia de Maripola y las ocurrencias de Midna, quienes formaban discusiones en la que ninguna ganaba, pero demostraban su inmensa simpatía, dándole el toque refrescante y relajado a la dolorosa misión en la que se encontraban. Darunia y Ruto, un gran equipo que le enseñaron que la unión hace la fuerza, y que la diferencia de razas no sirve nada más que para complementarlos y luchar por lo que les pertenece, la paz de un hogar tanto en el presente como en el futuro. Fay, quien a pesar de no demostrar emociones, poseía el compromiso de la cooperación y el bienestar, demostrando así su inmenso aprecio para todos. Impa, Azael, y el resto del escuadrón, Zatyr, Garrett y Alexandre, quienes tenían grabado en el corazón la tierra de Hyrule, y el valor de la amistad forjada en los momentos más difíciles.

Pero de repente, alguien más llegó a su mente. Un joven que, sin entender por qué, lo había dejado hasta el final, como si este tuviera un lugar exclusivo y especial. Ruisu le demostró que la verdadera amistad se medía en los momentos oscuros y de dolor, y no en los hermosos como la mayoría tenía determinado. Ante la revelación de una parte de su vida, mala, perversa, pero de ella al fin de todo, fue el único que le había brindado su apoyo, el que trató de arrebatarle la culpa ante todo lo sucedido, y el que le ayudó verdaderamente a sentirse única y valiosa. Le enseñó que la soledad era una amarga compañía cuando no se la buscaba, incitándola que dejara su atadura por siempre.

Aquel muchacho de cabello azabache, a pesar de haber sido tal leal como los otros, demostró algo que a los demás aun le faltaba... la capacidad de consolarla sin siquiera hacer una pregunta, y aun así, tomando su dolor como si fuera propio...

Fin del flashback.

Lana no supo el por qué recordó eso tan de pronto, pero de alguna manera, la memoria le reavivó las fuerzas cuando sintió que comenzaban a flaquearle de nuevo. Y fue entonces que lo entendió: esos recuerdos, esos recuerdos que comenzó a crear cuando se separó de Cya, cuando dejó de ser solo la "mitad de una persona". No, nunca lo fue realmente. Nunca fue una mitad de persona. Ellos nunca la vieron como tal, solo ella misma. Quizás lo fuese al principio, pero ya no. Ella no era la mitad bondadosa del alma de la Guardiana del Tiempo. Era Lana. Simplemente Lana. No importaba cuales fueran las circunstancias de su "nacimiento", en ese tiempo había forjado su propia identidad, suya y de nadie más. Y lo más importante, quería conservarla. Su identidad, su vida, para poder seguir creando recuerdos maravillosos como ese. Para seguir teniendo prueba de su existencia.

Y para lograrlo, todo lo que tenía era que reunirse de nuevo con sus amigos. Ya estaba muy cerca de alcanzar el pasaje para salir del valle, solo un poco más...

Entretanto, en la meseta del Templo, Ganondorf seguía exactamente en la misma posición. La muchacha estaba escapando más rápido de lo que creía, y si no hacía algo pronto, terminaría por escaparse. Si llegaba a reunirse con sus amigos, recuperar su fragmento de la Trifuerza resultaría mucho más difícil, y él no quería tomarse más molestias de las necesarias.

- Con esto tendrá que bastar. - dijo para sí mismo mientras volvía a evaluar su poder. - Ya esa niña ha tenido suficiente ventaja.

Una sola teletransportación. Podía permitirse eso en este momento. Al paso que iba, alcanzaría la salida del valle, y podría usar su propia magia para teletransportarse a otro lugar, o específicamente, directo a los brazos de sus molestos amigos. Tomando sus dos espadas gigantes, Ganondorf empezó a levitar, y se preparó para teletransportarse hacia la ubicación de Lana. Por suerte para él, sus capacidades sensoriales le decían exactamente dónde estaba, así que no importaba cuánto corriera o quisiera esconderse, no podría huir de él.

Lana, por su parte decidió que ya no podía hacer más paradas. Las hordas de criaturas oscuras todavía tenían todo el valle cercado, pero estaba muy cerca de lograr su escape. Con una combinación de hechizos ofensivos elementales básicos, y el truco de copias ilusorias, había podido despistar a la mayoría. No obstante, ya este último la dejaba demasiado agotada con solo intentar mantenerlas para poder seguir haciéndolo. Este era el último tramo para salir del valle, estaba en la planicie que llevaba hacia la entrada...

Y su camino se vio truncado cuando una nube de fuego y humo negro y púrpura se empezó a materializar frente a ella, hasta adoptar la forma del gran y pesado cuerpo del antiguo rey Gerudo. La encarnación del mal ahora se hacía presente, como el último obstáculo que se atravesaba para cortar su escape. Al ver como aterrizaba en cuclillas frente a ella, Lana cayó en cuenta de que no tenía sentido seguir huyendo ya. Solo quedaba enfrentarlo.

- Estoy impresionado, muchachita. - dijo mientras se erguía. - Hubiese creído que mis lacayos serían capaces de ponerte las manos encima. Te subestimé, pensar que hayas podido resistirte tanto.

- Ganondorf. - dijo la hechicera, tomando su Tomo de los Espíritus y la Vara Deku, aunque supiera por dentro que contra él, no serían más que un montón de hojas de papel y un palito de madera.

- Admirable, pero inútil. ¿Por qué sigues resistiéndote? ¿En serio crees que tienes una posibilidad de derrotarme?

- No soy tan tonta de creer que puedo derrotarte. - aseguró la hechicera. No estaba siendo pesimista, simplemente realista. - Hasta yo sé perfectamente que no soy rival para ti, y tampoco quien está destinada a derrotarte. Todo lo que tengo que hacer, es mantenerme con vida hasta que ellos lleguen.

- ¿Quiénes? ¿Estás esperando a que el Héroe Legendario y la Princesa del Destino lleguen en tu rescate? - dijo Ganondorf. - ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡Qué risa me das! ¿Todavía te aferras a esa estúpida esperanza? Niña tonta, en este momento estarán ocupados con mi fantasma. Incluso si ya lo hubiesen derrotado, jamás podrán llegar a tiempo.

- Puede que no estén tan lejos como crees. - replicó Lana.

No era tanto que se estuviese aferrando a una esperanza tonta. Era más bien... que podía sentirlo. Ellos venían en camino, y pronto estarían allí. Ahora, la pregunta era si ella sobreviviría hasta entonces, pero el poder sentir... el saber que ellos se dirigían a intentar socorrerla, le estaba dando fuerzas, una luz de esperanza. Y en vez de dejarla extinguirse, siguió alimentándola.

- Eres igual que Cya, ingenua, débil, y fácil de derrotar. - dijo el rey maligno. - Quizás lo eres más, por creer que puedes ser algo más. Eso nunca cambiará el hecho de que no eres más que la mitad de una persona. No importa cuánto te esfuerces, no estás destinada a ser más que una simple sombra.

Lana retrocedió ante esto. Ese fue un golpe bajo. Quizás en otro tiempo, eso le hubiese dolido en el alma, pues consideraba que era verdad. Que no era más que una sombra originada de Cya, aunque fuese su parte "buena", seguía considerando que ella era la "original", la "verdadera". Quizás en parte por eso fue que decidió tomar como misión personal detenerla, por sentir que era su deber. Pero sus experiencias, vivencias, las personas que conoció, le hicieron darse cuenta que era mucho más que eso. Que su vida tenía un significado, un propósito más allá de solo detener las maldades provocadas por Cya. Por eso, las palabras de Ganondorf ya no podían quebrar su espíritu.

- Pero basta de chácharas. - Ganondorf tomó sus dos espadas. - Es tiempo de que me entregues lo que me pertenece. ¡El fragmento de la Trifuerza del Poder!

- ¡Ven por él! - gritó la hechicera.

Ganondorf inició dando un golpe doble cruzado con sus espadas, enviando unas cuchillas de energía oscura en forma de X. Lana inmediatamente invocó una barrera protectora para escudarse, y aunque tuvo éxito, la fuerza de la colisión la hizo salir despedida hacia atrás. Tuvo que crear una plataforma de luz sagrada sólida para aterrizar a salvo. Ganondorf corrió hacia ella con sus espadas levantadas. La hechicera saltó fuera de la plataforma cuando el malvado Gerudo de un tajo la destruyó, haciendo que se fragmentara en millones de pedazos. Mientras estaba en el aire, Lana utilizó unos relámpagos sagrados, que el hombre desvió cruzando sus espadas frente a su cuerpo, absorbiendo los impactos sin recibir un solo rasguño.

- ¡RRAAAAAAAARRRGH!

Rugiendo como una bestia furiosa, el antiguo rey Gerudo clavó sus dos espadas en el suelo, causando un par de fisuras que iban directo hacia Lana y enviando a través de ellas energía de fuego negro-púrpura. La hechicera replicó saltando, creando en el aire más plataformas pequeñas para elevarse más, y empezó a canalizar energía hacia su Vara Deku, comenzando a resplandecer en verde, descendiendo en picada para atacarlo. Igual que antes, Ganondorf cruzó sus espadas para bloquear el ataque y repelerla sin mayor dificultad. Al aterrizar de nuevo, levantó una barrera de energía de manera preventiva, y eso la salvó cuando Ganondorf comenzó a golpearla. Consiguió resistir cuatro, pero el quinto la agrietó, y con el siguiente se vino abajo, teniendo que saltar hacia atrás para salvarse de la pesada hoja. La hechicera invocó un círculo mágico azul debajo de los pies de Ganondorf, e hizo salir de él unos pilares de hielo tratando de aprisionarlo. Acto seguido, invocó desde el aire una tormenta de rayos concentrada para que le cayera encima, causando un enorme estallido eléctrico. Pero al disiparse el humo, estaba como si nada.

- Oh, tus habilidades parecen haber mejorado. Eso sí lo sentí. - le dijo.

Cualquier halago que viniera de él se sentía como un gran insulto. Pero dejando eso aparte, tenía que admitir que realmente era un oponente formidable. Quizás solo estaba jugando con ella, pero si ese era el caso, mantenerlo entretenido serviría para mantenerse a sí misma con vida, hasta que sus amigos lograran llegar hasta ella.

El Gerudo levantó sus dos espadas sobre su cabeza y se disponía a dejarlas caer sobre la hechicera. Esta replicó creando otra barrera, pero esta era diferente de las anteriores: en vez de ser transparente, tenía un brillo plateado, casi como un espejo. En cuanto las espadas de Ganondorf hicieron contacto con ella, a pesar de fragmentarla, antes de estallar esta envió una onda repulsora en su dirección, con fuerza suficiente para arrojarlo hacia atrás. La hechicera decidió tomar esta oportunidad para alejarse más, tratando de llegar hacia la salida del valle mientras aún podía. Pero claro, el malvado rey no tenía intenciones de dejarla escapar. Al verla correr, arrojó una de sus espadas al aire, con tal precisión que esta estuvo a punto de caerle encima, obligándola a detenerse y cambiar de dirección. La otra le llegó de la misma manera, pero al darse la vuelta para ir por otro lado, sorpresa, Ganondorf ya estaba allí.

- ¿Ahora intentas escapar, muchachita? ¡RRAAAARRRGHHH!

Alzando su pesado puño, golpeó con fuerza en el suelo, haciéndolo retumbar y enviando ondas de fuego negro y púrpura hacia los pies de Lana. La hechicera replicó usando su Vara Deku, tratando de canalizar el poder a su alrededor para generar una barrera con las raíces que había debajo de ella. Lo consiguió, pero a costa de que las demoníacas llamas devoraran no solo las raíces que usó para protegerse, sino a los árboles a los que pertenecían, consumiéndolos en cuestión de segundos al propagarse hacia ellos. Hecho esto, el Gerudo volvió a invocar sus enormes espadas, lanzándose de nuevo hacia la hechicera para atacarla con ellas. Lana de nuevo las esquivó con agilidad, pero a duras penas, ese feroz asalto incesante era demasiado hasta para ella.

- "Solo un poco más... solo un poco más..." - se decía mentalmente, intentando mantenerse viva.

Aprisionar en esos sellos a Grahim y Zant había sido relativamente fácil, pues a pesar del poder que tenían, su naturaleza narcisista era fácilmente explotable para provocarlos y llevarlos directo hacia una trampa. Ganondorf, por otra parte, no era tan fácil de provocar, y en vista de que siempre le cortaba la retirada cuando intentaba escapar, lo mejor que podía hacer era tratar de llevarlo hasta el más fuerte que pudo hacer, y esperar que bastara para contenerlo. No para siempre, eso ella lo sabía, solo lo suficiente como para reunirse con sus aliados... con sus amigos, que ahora más que nunca los necesitaba.

Determinada a defenderse, Lana de nuevo tomó su Vara Deku reforzada con su propio poder mágico para soportar los golpes de Ganondorf. "Soportar" siendo un término relativo, pues tenía que aferrarse firmemente a su arma para no perderla con cada impacto, y retrocedía dos o tres pasos con cada uno de ellos. Hartándose de jugar, el antiguo rey Gerudo clavó las dos espadas a ambos extremos de la hechicera, al parecer intentando atraparla en una doble erupción. Ella saltó hacia atrás logrando evitar el daño indirecto, pero la fuerza de la explosión casi la hace volar fuera de control.

- "Gran Árbol Deku... perdóneme por lo que estoy a punto de hacer." - pensó mientras se aferraba a la Vara con fuerza.

Era un movimiento desesperado, y lamentaba mucho tener que hacerlo, pero si quería guiar a Ganondorf hacia la trampa... ese sacrificio sería necesario. La Vara Deku le había servido enormemente, y había sido un valioso regalo del espíritu guardián de los bosques de Farone. Este sería su último gran acto. Tenía que hacerlo valer a toda costa. Todo era cuestión de esperar a que Ganondorf se colocara en el centro del área.

Con el tiempo encima, mientras Ganondorf avanzaba en su dirección, la hechicera concentró su energía mágica en la Vara Deku, pidiendo que el fragmento del espíritu del Gran Árbol Deku en su interior le prestase su poder por última vez. Tomando un profundo respiro y levantándola sobre su hombro, la hechicera corrió, arrojando la vara hacia la dirección de Ganondorf, mientras esta resplandecía como nunca antes. Esta salió como una saeta brillante de energía verde, y al impactar a sus pies, estalló en una lluvia de esporas luminosas, esparciéndose por todo el lugar, y cada una de ellas hizo que surgiera del suelo una enorme raíz alrededor de Ganondorf, empezando a sujetarlo, ralentizando su avance, pero sin poder detenerlo por completo. Sin embargo, estas no eran las que lo detendrían. Lana estaba recitando un conjuro para activar los cuatro sellos que rodeaban el área, para lo cual solo necesitaba esos valiosos segundos que le dio con su sacrificio la Vara Deku.

- ¡Cadenas sagradas, aprisionen a la maligna encarnación de la oscuridad y séllenla en el vacío! - exclamó, iniciando la activación.

Una vez más, recurriendo a utilizar los trucos de Cya, Lana invocó su propia versión del mismo hechizo que su contraparte había utilizado para atraparlo cuando este recuperó su cuerpo la primera vez. Pero tal como lo dijo al principio, estas no eran cadenas infernales, en lugar de ser de color púrpura eran de un tono blanco-plateado. Fuera de eso, el efecto era prácticamente el mismo, estas comenzaron a enredarse alrededor de Ganondorf, complementándose al esfuerzo de las raíces para inmovilizarlo. Pero el malvado Gerudo no se vio muy sorprendido o perturbado al percatarse de lo que Lana intentaba hacer.

- Impresionante, intentas atraparme como lo hizo ella. - dijo, mientras las cadenas empezaban a hundirlo dentro del círculo mágico, igual como lo hizo el de Cya en su momento. - Y habría funcionado... si no tuviera mi espíritu completo. ¡RRAAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRGHHH!

Lo impensable ocurrió en aquel momento. Una enorme explosión de energía oscura hizo volar por todos lados fragmentos de las cadenas y las raíces que atraparon a Ganondorf, y la onda expansiva incluso alcanzó a llegar hasta donde estaba Lana. Por reflejo, trató de levantar una barrera para protegerse, pero la fuerza de la explosión fue tal que en ese instante apenas tuvo conciencia de haber salido volando por los aires, después de eso, todo a su alrededor se oscureció completamente.

No supo cuánto tiempo pasó, cuando volvió en sí, sintió una mano áspera y fría agarrándole el cuello, mientras sus brazos y piernas colgaban en el aire. Al ir abriendo los ojos lentamente, pudo encontrarse con el rostro sonriente de Ganondorf. No tenía fuerzas para moverse, pero al espiar por las esquinas de los ojos, se dio cuenta de que Grahim y Zant lo estaban flanqueando de nuevo, y no se veían nada felices. No era para menos, ella los hizo caer en sus trampas, y evidentemente al haber fallado en hacerle lo mismo a Ganondorf, este se tomó su tiempo para ir a liberarlos. Ahora vendrían a vengarse.

- Dime la verdad, muchachita ingenua. - le dijo el malvado rey. - La Trifuerza del Poder... la has tenido contigo todo este tiempo, ¿verdad?

Lana no respondió. Si él no sabía dónde estaba, si la mataba sin saberlo, podría al menos haber protegido ese fragmento de caer en sus manos, y su sacrificio habría valido de algo.

- Parece que no tiene intenciones de responder, mi señor. - dijo Grahim.

- Tal vez debamos... - Zant sacó una de sus cimitarras. - Persuadirla con más fuerza.

- No, eso no será necesario. Incluso si no puedo verlo, puedo sentirlo. Lo tiene con ella, en alguna parte.

Lana se tensó, pero en ese momento no podía hacer nada, ni insultarlo, ni tratar de liberarse. ¿Cómo podía saberlo? En efecto, Lana llevaba ese fragmento con ella, pero estaba atrapado todavía dentro de una dimensión de bolsillo, y a menos que pudiera rastrearla, sería imposible que lo sacara de allí. Pero él no podría hacer eso. La llave estaba oculta entre su ropa, y era imperceptible. No había manera de que pudiese sacarla.

- Sí... tal como lo imaginé. - Ganondorf movió la mano que tenía libre hacia uno de sus costados, y de ella comenzó a salir una pequeña esfera luminosa.

- Eso... no... no lo hagas... - dijo Lana casi suplicando.

En respuesta, Ganondorf solo la miró con desdén, sonrió y la arrojó lejos. La hechicera cayó al suelo, y justo en ese instante comenzó a recuperar las fuerzas para volver a moverse, pero no lo suficiente para poder levantarse. Lo único que podía hacer, era ver resignada como la pequeña esfera luminosa flotaba entre las manos del rey Gerudo. Esta se fue agrandando poco a poco, hasta tornarse en una pequeña burbuja transparente, como los campos de fuerza que ella creaba para protegerse en batalla. Específicamente, fue la que utilizó para encerrar el fragmento en esa dimensión de bolsillo. Si por ella fuera, lo hubiese arrojado a las profundidades de un abismo, pero para mantener esa dimensión de bolsillo, tenía que estar en proximidad, o de lo contrario, el sello se debilitaría y quedaría libre eventualmente. Este era el motivo de tener que llevarlo con ella, pero incluso después de matarla, Link, Zelda y los otros podrían llegar a enfrentarlo antes de que el sello se rompiera (tal vez unos cuantos días) y podrían derrotarlo. Pero ya no podría ser así. La burbuja conteniendo el fragmento se rompió en pedazos, dejando libre el triángulo dorado flotante. Hasta Grahim y Zant se maravillaban ante su dorado esplendor.

- Una dimensión de bolsillo. Ingenioso, te concederé eso, pero no fue suficiente.

El fragmento del Poder por fin regresaba al lugar que le correspondía. El triángulo dorado flotó en el aire por unos segundos, antes de incrustarse en el dorso de la mano de su legítimo portador, el lugar donde debería siempre estar. Qué bien se sentía. Incluso habiendo reunido todos los fragmentos de su espíritu, no se sentía verdaderamente completo sin tener la Trifuerza del Poder en su mano, eso era una parte de sí mismo tanto como todo lo demás.

- Oh, sí, sí... ¡SÍ! - gritó alzando las manos hacia el cielo, mientras su atronadora risa hacía eco por todo el valle. Igual que la primera vez que obtuvo ese fragmento, el poder que le otorgaba era intoxicante, embriagador... solo acrecentaba la ya de por sí enorme corrupción que encarnaba. - ¡AL FIN, MI PODER HA REGRESADO!

Con Zant y Grahim como testigos, Ganondorf caminó hacia la indefensa Lana, que todavía seguía en el suelo. Tenía que darle crédito, de no haber erigido esa barrera a tiempo para absorber lo fatal de su ataque, ahora sin duda se habría reunido del otro lado con su mitad perdida. Y todos los problemas que le causó mientras intentaba capturarla para recuperar su fragmento robado, era una niña astuta. La hechicera peliazul levantó la mirada, y miró con odio al malvado rey Gerudo, que se sorprendía de ver que de cara a la muerte se rehusaba a expresar temor.

- Has sido una oponente digna, pequeña niña ingenua, pero el juego se terminó. - Tomó sus dos espadas. - Considera esto como un regalo de mi parte. Te dejaré morir como una guerrera, por el filo de mis dos espadas a la vez.

Alzó las dos hojas gigantescas, y empezó a cargarlas con energía oscura. Aunque por fuera se demostrara desafiante, por dentro Lana no deseaba morir en ese momento y lugar. Cuando se separó de Cya, sintió que su único propósito era detenerla de cumplir sus planes y una vez que hubiese completado dicha misión, no tenía idea de lo que haría, o a donde iría. Sentía que no pertenecía a ninguna parte. Pero su tiempo con Link, la Princesa Zelda y el resto de los amigos que conoció... le dio un nuevo significado a su existencia. Algo por qué vivir, amigos, personas que la aceptaron como una de los suyos, que se preocupaban por ella. Además, estaba el hecho de que había prometido devolver a los que trajo desde el pasado a sus épocas, y todavía no había podido cumplir dicha promesa. No quería morir... no de esa forma, no en ese lugar. No con todo lo que estaría dejando atrás.

- "Link... Princesa Zelda... y todos... muchas gracias..." - Fueron los últimos pensamientos de la hechicera, antes de resignarse a aceptar su destino.

Pero cuando Ganondorf se disponía a bajar sus espadas sobre la indefensa Lana, ocurrió el milagro. Dos flechas simultáneas, una dorada y una plateada, atravesaron el aire y de manera tan certera golpearon las dos hojas gigantescas con tal fuerza, que se las volaron de las manos, inclusive causándole algo de dolor por un claro efecto de energía sagrada. Al mirar de nuevo furioso, Ganondorf se percató de que dos figuras ecuestres, seguidas de una multitud de soldados hyruleanos, habían entrado en el valle y comenzado a atacar a sus hordas. Los dos caballos que iban al frente llevaban dos ocupantes cada uno: el primero, uno semental de color negro, iba dirigido por un soldado de armadura roja, igual que los mechones pintados en su pelo negro, y una lanza larga de doble punta literalmente prendida en llamas. Detrás de este, una arquera vestida de amarillo, con una extraña máscara con forma de ave. Y el segundo, una yegua que siempre se le hacía inconfundible, pues el héroe legendario había montado una igual en muchas de sus encarnaciones. Y no estaba solo: detrás de ella, empuñando su propio arco se encontraba la Princesa Zelda. No era difícil darse cuenta de quiénes habían disparado esas flechas. Pero no se detuvieron allí: la arquera en el corcel negro extrajo otra de su carcaj y la disparó en su dirección, con una precisión casi inhumana. Esta vez alcanzó a reaccionar y cubrirse a tiempo, pero la fuerza de la explosión sagrada lo hizo retroceder unos pasos, y antes de poder hacer nada, la Princesa inmediatamente lanzó también una de las suyas propias, incluso más potente y certera, lo hizo salir despedido con fuerza.

- ¡Mi señor! - gritaron Grahim y Zant, inmediatamente corriendo hacia su lado para socorrerlo.

No pasó mucho antes de que otros ataques siguieran a los flechazos que habían disparado Zelda y Zatyr: una cuchilla de relámpagos y una gran llamarada con forma de dragón pronto despejaron el área alrededor de Lana, alejando a las hordas de ella, una gran y pesada bola picuda de metal forzó a Grahim y Zant a cubrir a su señor mientras estaba aturdido, y los Sheikahs, con una velocidad casi imperceptible para el ojo ordinario, atacaron a los que quedaron cerca, matando a cada uno de una sola cuchillada limpia.

Cuando Lana volvió a abrir los ojos, allí estaban ellos a su alrededor. Link, la Princesa Zelda, la Comandante Impa, el Subcomandante Azael y los cuatro miembros de la Legión de Link: Alexandre, Ruisu, Zatyr y Garrett. No podía creerlo. Se había salvado por los pelos solo gracias a que ellos aparecieron justo a tiempo. Mientras los demás la rodeaban, Zelda se bajó momentáneamente de Epona y se arrodilló frente a ella.

- Lana, ¿te encuentras bien? - preguntó la princesa, examinándola.

- Princesa... - dijo Lana débilmente pero sin poder evitar sonreír. - No puedo creer... que estén aquí.

- ¿Cómo puedes decir eso? - dijo Zelda, sintiéndose algo ofendida y tomándola de las manos. - Eres nuestra amiga, ¿en serio crees que queremos verte morir?

- Disculpe, lo que quise decir fue... gracias.

Zelda sin perder tiempo utilizó su poder para darle energías y ayudarle a curar sus heridas. Los demás se mantuvieron en un círculo a su alrededor para protegerlas mientras lo hacían, hasta que la hechicera peliazul pudo volver a ponerse de pie. No podía estar más feliz de verlos a todos. Habían venido por ella, y justo a tiempo para salvarla. En ese momento sentía que las palabras no eran suficientes para expresarles su gratitud.

En cuanto a Ganondorf, esas flechas solo lo aturdieron un momento al tomarlo por sorpresa, y lo hicieron perder sus espadas, pero más allá de eso no le causaron ningún daño visible. Estaba bastante sorprendido de ver a sus dos odiados enemigos frente a él. Por supuesto, ya sabía que su enfrentamiento sería inminente, pero no esperaba verlos tan pronto, que se hubieran dado cuenta de su engaño tan rápido. Pero eso estaba bien, le ahorraba tener que ir a buscarlos. Ahora, por fin, las tres partes de la Trifuerza volvían a estar reunidas nuevamente en el mismo lugar, y el poder supremo sería suyo para reclamarlo.

El rey maligno usó su poder para invocar de nuevo sus espadas, atrayéndolas de vuelta hacia sus manos a pesar de la distancia a la cual las lanzaron las flechas de Zatyr y Zelda. Indicándoles a sus dos secuaces que se quedaran por fuera de esto, pues él quería enfrentarse a esos dos por su cuenta.

- Vaya, vaya, por fin nos encontramos. Las encarnaciones del Héroe Legendario y la Princesa del Destino.

- ¿Esta vez eres el real, u otra vez te ocultas tras un muñeco como cobarde? - preguntó Link desafiante.

- Fue bastante convincente, debo admitirlo. - agregó Zelda. - Si no fuera porque lo derrotamos tan fácilmente, no nos hubiéramos dado cuenta de tu engaño.

- Ja, son más inteligentes de lo que esperaba. - dijo el Gerudo. - Pero está bien, me ahorraron el tener que ir a buscarlos personalmente. Los tres fragmentos de la Trifuerza por fin están reunidos nuevamente, y pronto, todo ese poder me pertenecerá.

- No si nosotros tenemos algo que decir al respecto. - dijo Link poniéndose en guardia. - ¡Pelea!

En respuesta, Ganondorf comenzó a reírse estridentemente, mientras empezaba a levitar, alzando sus enormes espadas. Un círculo mágico apareció en el suelo, del cual comenzó a surgir una especie de corcel infernal. Era más grande y corpulento que un caballo ordinario (lo cual tenía sentido para que Ganondorf pudiese montarse en él), y llevaba una armadura muy parecida a la de su amo, que lentamente descendió para ensillarlo. Sus ojos eran de un rojo que parecía un fuego infernal, al igual que las crines emitidas en su cabeza, cola y patas, y era más negro que la más oscura de las noches.

- ¡Veamos si son capaces de abrirse paso entre mis hordas primero! ¡Demuéstrenme que son dignos de enfrentarse a mí!

Y en lugar de encararlos de frente, el caballo dio media vuelta y empezó a correr en la dirección contraria, como si intentara escapar. Irritados por esa actitud tan cobarde, Link y Zelda volvieron a ensillar a Epona para empezar a perseguirlo. El resto de sus aliados, mientras tanto, formaron una línea ofensiva para empezar a abrirles el camino hacia su enemigo.

- ¡Link, Princesa Zelda! ¡Concéntrense en perseguirlo, nosotros nos haremos cargo de lo demás! - exclamó Ruisu.

- ¡Confíen en nosotros! ¡Además, creo que es hora de que les demos a esos sujetos la lección para que se queden bien muertos! - agregó Alexandre.

El lancero se refería por supuesto a las apariciones de Grahim y Zant. Al parecer, Ganondorf no era el único individuo capaz de engañar a la muerte, esos dos también habían regresado por más. Pero eso no importaba. Lo importante era que ellos eran obstáculos que debían ser apartados del camino de los elegidos. Así como Link y Zelda tenían su papel en su designio divino, el resto de ellos tendría el suyo. La legión de Link, los Sheikahs y Lana se ocuparían de los lacayos, mientras el héroe y la princesa daban persecución a Ganondorf.

Era hora de poner fin a la batalla. Luz y oscuridad, solo una de las dos prevalecería para determinar el destino del mundo.

Esta historia continuará...

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