Capítulo 19: La marcha del rey maligno
"Una inesperada visita llegó a las puertas de la ciudadela de Hyrule. Una emisaria de las Gerudos de nombre Aveil se presentó con un importante mensaje. Sus tierras fueron invadidas y el responsable había sido ni más ni menos que el gran enemigo jurado de toda la tierra de Hyrule desde tiempos antiguos: Ganondorf.
Solicitando una audiencia ante la Princesa Zelda, Aveil fue llevada al Castillo, donde fue admitida en cuanto mostró el Medallón de la Sabia del Espíritu que le fue entregado. Al ver este símbolo, inmediatamente la regente le concedió su petición, dispuesta a escuchar todo lo que tenía que decir. Pese al escepticismo de muchos de los cortesanos a raíz de su historial negativo en contra de las Gerudos, Zelda escuchó atentamente todo su relato, y para sorpresa de aquellos que aun guardaban rencores, la joven futura monarca no solo creyó en sus palabras, sino que en cuanto Aveil se inclinó para pedirle respetuosamente su ayuda, no dudó en dar una respuesta afirmativa de inmediato.
Teniendo que pausar las labores de reconstrucción ante este inesperado curso de los acontecimientos, el ejército hyruleano nuevamente emprende la marcha, esta vez hacia el Desierto Gerudo. Al parecer, la raíz del conflicto al que se habían enfrentado no había sido eliminada, y esta paz que estaban disfrutando no era más que un simple receso, pues la verdadera batalla estaba a punto de comenzar..."
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Camino hacia el Desierto Gerudo...
El ejército hyruleano no esperaba tener que volver a armarse para la batalla tan pronto, apenas a pocas semanas de haber concluido el conflicto contra Cya. La peor parte, todavía estaban muy lejos de terminar las labores de reparación tras todo el daño que sufrió su tierra durante la guerra con la bruja oscura, así que a nadie le pareció divertida la noción de que había otro enemigo mucho más poderoso allá afuera. El período de tranquilidad que estaban disfrutando no era más que un respiro, un preludio para lo que sería el verdadero enfrentamiento final.
Para llegar hasta el Desierto Gerudo por la vía más rápida, el ejército primero tenía que atravesar un cañón rocoso. La mayor complicación de esto era que, a diferencia de otras ocasiones donde las zonas eran intransitables para la caballería a causa del terreno y los forzaban a ir a pie, en esta ocasión las monturas se volvieron una necesidad casi obligatoria, pues había pasajes donde había que ejecutar saltos que serían imposibles para los humanos, y muy pocos contaban con algún objeto o habilidad especial que les permitiera sortear estos obstáculos de otra manera (como las zarpas de Alexandre y Ruisu, o las botas voladoras de Link). Cuando algunos preguntaron por qué no podían ir por la misma ruta que usaron Aveil y sus guardaespaldas para salir y escapar, estas les explicaron que ese era un pasaje de una sola vía, que solo se podía abrir desde adentro de la Fortaleza Gerudo, y una vez que ellas salieron, Nabooru lo selló para que no se les ocurriera volver atrás. Y hablando de Aveil...
- ¿Esto de verdad es necesario? - preguntaba la Gerudo, hablándole al joven que iba detrás de ella, vigilándola.
- La Princesa Zelda pidió que alguien te vigilara las espaldas. Yo solo me ofrecí como voluntario. - respondió Garrett.
Aveil le echó una mirada al joven que le había sido asignado como escolta personal, o más bien, que se había ofrecido para serlo. Ciertamente, su pesada armadura con hombreras de picos, junto con el mangual que llevaba consigo como arma remplazando el hacha que le vio durante su primer encuentro parecían no ir del todo con esa cara juvenil.
- ¿Qué edad tienes? - le preguntó.
- Cumpliré los diecinueve en unos meses. - respondió él.
- Diecinueve... algunos dirían que esa es una edad muy corta para haber visto tantas cosas. - dijo Aveil. - Aunque muchos de los héroes de las leyendas han sido aún más jóvenes que eso.
- ¿Las tuyas conocen sobre los héroes? - preguntó Garrett interesado.
- No mucho realmente. - dijo Aveil. - Para ser sincera, el único con quien tuvimos un verdadero acercamiento es aquel al que llamaban el Héroe del Tiempo. Nuestra líder, Lady Nabooru, es una descendiente directa de la Sabia del Espíritu que luchó lado a lado junto con él para derrotar a Ganondorf la primera vez.
Aveil se quedó en silencio por un momento. Entre las Gerudos, la historia de Hyrule les era poco relevante, pero el hecho de que las fuerzas de la oscuridad que regresaban una y otra vez para amenazar la paz una vez hubiesen surgido de uno que nació entre las suyas era algo que ninguna de ellas había podido ignorar, y el estigma que había prevalecido durante más de tres mil años era un constante recordatorio de ese hecho. No obstante, un rayo de esperanza había finalmente disipado un poco esas nubes de oscuridad, gracias a haber tenido el valor para acercarse a las murallas del castillo y solicitar la audiencia con la Princesa Zelda...
Flashback: Castillo de Hyrule, unos días atrás...
La sala del consejo del Castillo de Hyrule aquel día se había convertido en el escenario de un evento sin precedentes. Por primera vez en más de tres mil años, una integrante de las Gerudos, o más bien dicho, tres de ellas, estaban poniendo un pie dentro de las paredes del castillo, algo que no había sucedido desde la época en la que el último rey de estas, Ganondorf, trató de poner en marcha su plan para apoderarse de la Trifuerza, y desde entonces no habían sido bienvenidas. La reunión que unos años antes el antiguo rey y reina habían llevado a cabo para firmar aquel pacto de no agresión tuvo lugar fuera de las murallas de la ciudadela, pues los miembros del consejo no querían permitir que esas "salvajes del desierto" pusieran un pie en su territorio, y temían por el día en que finalmente se hiciera oficial el tratado que los difuntos monarcas no pudieron a raíz de sus prematuras muertes.
No obstante, a pesar de no haber sido coronada todavía como reina de Hyrule, y de la oposición casi unánime de parte de los cortesanos que simplemente ordenaban "que esas salvajes fueran colgadas por atreverse a venir a este lugar sagrado", Zelda se negó a ceder un ápice ante la presión. Con el apoyo de Impa, Azael y Link, por ser altos mandos en el ejército, y poniendo a las visitantes bajo la custodia de alguien de confianza (explícitamente, fue Garrett el que se encargó de vigilarlas), la princesa tomó la irrevocable decisión de otorgarles a las Gerudos la audiencia que solicitaron. Aveil, la líder del trío, fue la que tomó la palabra para relatarles todo lo sucedido. Empezando por la aparición de Ganondorf, cómo sus hordas invadieron la Fortaleza Gerudo y cómo su líder, Nabooru, las ayudó a ellas a escapar para que pudiesen llevar este mensaje.
- ... y me entregó el Medallón del Espíritu, antes de obligarnos a las tres a huir por el pasadizo secreto. Siguiendo los pasajes de las catacumbas, logramos llegar hasta las afueras de Hyrule. - decía Aveil. - Por días intentamos buscar ayuda, pero como han de saber, las nuestras no son muy bienvenidas en su tierra. No tuvimos más opción que robarles las monturas a un grupo de asaltadores que creyó que en medio del caos que había sucedido seríamos una presa fácil.
Algunos miembros de la legión de Link que estaban presentes intercambiaron miradas entre ellos. Quienesquiera que fuesen esos asaltadores, no podían decidir si eran más tontos por haber creído que unas Gerudos serían presa fácil para ellos, o por seguir todavía tratando de sacar un botín durante las secuelas de la guerra que acababan de librar, y que por lo visto, todavía no había terminado.
- Y fue entonces que decidieron venir directamente al castillo. - dijo Zelda.
- Tonterías. - dijo uno de los concejales. - Solo están inventando pretextos para estar invadiendo nuestras tierras. Unas salvajes como ustedes no merecen estar aquí.
- Lord Amos, permítame recordarle quién preside esta asamblea. - dijo Zelda.
- Pero Princesa...
- ¿Quiere que tengamos que disciplinarlo por hablar fuera de turno, Lord Amos? - dijo Azael.
- El protocolo exige que el mensajero tenga derecho a relatar todo su mensaje antes de que se tome una decisión. - agregó Impa. - Y corríjame si me equivoco, nuestras invitadas han sido huéspedes ejemplares, pues no han intentado agredir a su persona ni a nadie más.
El viejo gruñón frunció el cejo, pero se quedó callado. Satisfechos por haberle cerrado la boca, le indicaron a Aveil que por favor prosiguiera con su relato.
- Apenas pudimos llegar aquí anoche. - siguió diciendo Aveil. - Debo decir que fuimos muy afortunadas de que uno de los centinelas apostados en la entrada fuese aquel al que llaman Sir Garrett, pues fue el que detuvo a los demás de atacarnos en el acto, y el que pidió que se nos otorgara el derecho a esta audiencia. Cualquier otro seguramente hubiese pedido nuestras cabezas inmediatamente. De todas maneras, Princesa Zelda, ya le hemos contado todo lo que sabemos. Esperamos de todo corazón que nos crea. Las nuestras necesitan ayuda, y si queremos sobrevivir, humildemente solicitamos que su ejército nos apoye.
- He escuchado atentamente todo lo que nos han dicho, y he tomado una decisión. - dijo Zelda. - Les creo.
Las últimas dos palabras tomaron por sorpresa a todos los cortesanos. Solo el grupo más cercano de Zelda, es decir, Impa, Azael, Link, sus amigos y el resto de los aliados provenientes de las eras en el pasado ni siquiera se inmutaron, pues ya sabían perfectamente que esa sería su respuesta. Todos los demás en la sala empezaron a murmurar, y algunos hicieron notar a los cuatro vientos que sentían esto como un ultraje, un insulto a las tradiciones y un montón de tonterías más que Link y los otros simplemente querían ir y cerrarles la boca de una vez. Pero no hubo necesidad.
- ¡Ya basta! - ordenó Zelda, golpeando la mesa, logrando que se silenciaran todas las voces. - Por mucho que respete a los miembros del consejo, estoy harta de que ustedes sigan aferrándose a ese rencor por algo que sucedió hace más de tres mil años, y especialmente que hayan movido cielo y tierra por impedir que apruebe ese tratado de alianza que mis padres querían hacer para terminar de una vez.
- Pero Princesa, nuestras tradiciones, esas salvajes...
- Nada de utilizar términos despectivos para referirse a nuestras invitadas. - dijo Zelda. - Las Gerudos son seres humanos como nosotros, y merecen ser tratadas como tales. Ya es injusto que ellas tengan que seguir pagando por los pecados de unos pocos por algo que sucedió hace siglos.
La voz calmada pero firme de la princesa fue más que suficiente para intimidar a los cortesanos tradicionalistas, y a partir de ese momento, ninguno de ellos se atrevió a contradecirla. La reacción del círculo de amigos cercanos de Zelda fue básicamente un "¡Ja, ¿qué les parece eso?!" Poniéndose de pie, la princesa anunció su decisión.
- Aunque no podamos estar seguros totalmente de que se trate del hombre que mencionan en persona, considero que al menos la parte de que todavía hay un enemigo allá afuera que podría ser una amenaza para nosotros no podría ser descartada. - dijo Zelda. - Acabamos recién de derrotar a una enemiga formidable y estamos en una posición realmente desventajosa si surgiera otro conflicto, por tanto, tenemos que responder inmediatamente antes de que se salga de nuestro control.
- ¿Cuáles son sus órdenes? - preguntó Azael.
- Tú e Impa reúnan a las tropas que haya disponibles. Nos prepararemos para ir al Desierto Gerudo inmediatamente. - dijo Zelda.
- Princesa, permítame recordarle que el viaje al desierto Gerudo tardará por lo menos cuatro días a caballo, y si es verdad lo que dicen (y no quiere decir que les creamos), podría ya no haber sobrevivientes. - dijo el llamado Lord Amos una vez que encontró un resquicio para seguir haciendo sus comentarios.
- Mayor razón para apresurarnos. - dijo Zelda, cortándole su argumento de manera tajante. - Si hay sobrevivientes es nuestro deber rescatarlos, y si ya no los hubiera... merecen que sus muertes no hayan sido en vano. El enemigo que los atacó tiene que ser castigado y detenido.
Ya sin poder poner ninguna objeción, todos los presentes abandonaron la sala, a excepción de los concejales que seguían poniendo mala cara ante el hecho de que sus argumentos hubiesen sido ignorados o rechazados de frente. La princesa pidió que la Legión de Link escoltara a Aveil y a sus guardaespaldas fuera de la sala, pues ellas también los acompañarían en este viaje. Todo indicaba que el conflicto al que se habían enfrentado era solo el preludio de uno mucho, mucho peor.
Fin del flashback...
Después de haber sido testigo de la masacre (porque más que una batalla fue eso, una masacre) que perpetraron Ganondorf y sus hordas, Aveil no tenía razones para creer que el enemigo las hubiese dejado con vida, especialmente dado que conociendo a su líder, Lady Nabooru, ella preferiría morir en combate dignamente antes que servir a ese malvado. No obstante, quiso albergar la esperanza de que ella, y al menos algunas de sus hermanas en armas seguirían con vida. Si la princesa Zelda había movilizado a los suyos para acudir en su ayuda, asumiendo que sobreviviera, se aseguraría de agradecérselo apropiadamente. Y hablando de la princesa...
Delante de las tropas, Link y Zelda cabalgaban juntos sobre Epona. Aunque no lo expresaran abiertamente, y a pesar de las circunstancias, estar en esa cercanía les resultaba realmente placentero a los dos. Algo notable, además, era que la princesa había cambiado su atuendo de combate ligeramente. Si bien todavía conservaba los protectores de oro igual que antes, todas las prendas de tela que vestía ya no eran de color rosa o lavanda, sino que las había remplazado por un conjunto totalmente azul, pero por lo demás, era idéntico al anterior en diseño hasta casi el último detalle.
- Sujétate, viene otro salto. - dijo Link.
En aquel momento, se aproximaban a otra fosa que tendrían que pasar de un salto. La princesa obedeció, y después que Link le indicó a Epona que se posicionara, la echó a correr tan rápido como pudo, y saltaron. En otras circunstancias, Zelda hubiese cerrado los ojos en el momento en que los pies de la yegua se despegaron del suelo, pero en este caso, el solo aferrarse con fuerza a la espalda de su amado fue suficiente para hacerla sentirse tranquila. Al aterrizar al otro lado a salvo, comenzaron a mirar a su alrededor, y se percataron de que podían facilitar un poco más el paso del resto de las tropas con solo un "poco de ayuda". La fosa era relativamente poco profunda, y había varias formaciones rocosas a ambos lados que parecían listas para venirse abajo en cualquier momento con el más mínimo toque.
Con una mirada, fue suficiente para que Link entendiera lo que ella estaba pensando, así que simplemente asintió y la dejó desmontarse. La joven regente tomó la batuta y comenzó a recitar su cántico, concentrando su poder. Acto seguido, generó dos ataques de rayos dirigidos específicamente a las formaciones rocosas que estaban a ambos lados de la fosa, provocando unas avalanchas de rocas que en cuestión de unos pocos minutos rellenaron por completo el agujero. Completada su tarea, Link hizo caminar a Epona sobre el lugar, para comprobar que era seguro cruzar para un caballo con todo y su jinete, hecho esto, los dos llamaron al resto de las tropas para que se apresuraran. Esto les ahorraría un poco de tiempo en ese estrecho paso, pues tener que saltar uno a uno por esa fosa les hubiera llevado horas, ahora podrían pasar de manera mucho más fluida y constante, continuando hacia el desierto.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el ejército Hyruleano logró salir del cañón, y llegaron a la entrada del desierto. No obstante, habiendo superado aquel obstáculo que eran las fosas y los pasos estrechos, ahora habían llegado a otro, y se trataba de una tormenta de arena. Zelda, percibiendo su entorno, pudo sentir que esta tormenta no era un fenómeno natural, sino que había... algo más en ella. Una vez que los altos mandos del ejército llegaron hasta este punto, la princesa hizo llamar a su guía, para preguntarle sobre esto.
- Aveil. Esta tormenta de arena, hay algo muy extraño en ella, no parece ser... natural.
- Está en lo correcto, Princesa Zelda. - confirmó la Gerudo. - Esta tormenta es en realidad una de las defensas que colocamos alrededor de nuestra fortaleza para protegernos, y es generada por una poderosa magia. Es una forma de mantener alejados a los intrusos. De hecho, es una suerte que yo me encuentre con ustedes ahora mismo, sin mí, jamás podrían encontrar el camino.
- ¿A qué te refieres? - pidió Zelda
- La tormenta de arena en sí misma crea una especie de laberinto natural para mantener a los intrusos alejados. - dijo Aveil. - A menos que se siga el camino paso por paso, en el mejor de los casos, las corrientes volarán a quienes intenten entrar de regreso a la entrada, y en el peor, terminarán por sepultarlos bajo la arena.
- Entiendo. ¿Qué debemos hacer? - preguntó la princesa.
- Tendré que guiarlos a partir de ahora. Por favor ordene a todas sus tropas que permanezcan detrás de mí y yo me encargaré de mostrarles el camino.
Siendo la Gerudo su única guía posible, Zelda no tenía más remedio que confiar en ella, y seguirla como se lo pidió. Pasando el mensaje a Link y al resto, todas las tropas inmediatamente se enfilaron para comenzar la travesía. Este era el punto donde todos tenían que ponerse las capas protectoras, pues no solo eran para cubrirse del inclemente sol, sino además protegerse de la tormenta de arena. A partir de aquel momento, los ojos de Aveil eran los únicos que podrían guiar a todos los demás.
La tormenta de arena era una defensa ingeniosa, pues con un solo vistazo fácilmente podía servir para ahuyentar a los intrusos al no atreverse estos a querer atravesarla si eran lo suficientemente sensatos para intentar atravesarla. No obstante, para las Gerudos que salían de su territorio, sí había un pasaje, lo que ellas llamaban "el ojo de la tormenta", una zona muy específica llamado así porque la intensidad de la tormenta de arena era lo suficientemente baja para que se pudiese atravesar sin peligro, pero había que mantenerse dentro de ella todo el camino sin alejarse. Aveil tomó un profundo respiro, antes de adentrarse, con Zelda, Link y todos los demás siguiendo sus pasos. La clave, era que ella tenía la vista fija en un cierto punto específico, que era el punto de marca para orientarse. Por supuesto, eso era algo que solo sabían las Gerudos, y era uno de los motivos por los cuales generalmente nadie lograba adentrarse en sus dominios.
- ¡Avancen en línea recta detrás de mí y no se separen! - les dijo.
Con la presión que ejercía la tormenta de arena, Aveil no podía avanzar tan rápido como le hubiese gustado para poder atravesar esta defensa y regresar a sus dominios. Aunque hablando en términos comparativos, esta era una vía más rápida que la serie de cavernas que tuvieron que utilizar ella y sus guardaespaldas para escapar, pues el camino sería (relativamente) una serie de líneas rectas. Así fue como notaron las tropas Hyruleanas al ir siguiendo el camino, que no era visible a simple vista para el observador ordinario. Lo que hizo Aveil fue guiarse por una especie de tótem que marcaba un punto en la distancia, y caminar en línea recta sin perderlo de vista una vez que lo tenía ubicado. Por supuesto, encontrarlo en primer lugar era tanto como buscar un grano de arena en ese desierto.
Una vez que todas las tropas llegaron al tótem (el cual resultó ser un poste cilíndrico lleno de símbolos de las Gerudos, pero al ser del mismo color de la arena, era mucho más difícil distinguirlo para ojos poco entrenados), había otro que tenían que determinar antes de continuar el camino. La tormenta a su alrededor se intensificaba, y una desviación implicaría todavía un mayor peligro. Sin embargo, hasta ese momento habían podido atravesar sin problemas, y llegados a ese punto, ya no había vuelta atrás. Con Aveil finalmente habiendo ubicado el segundo tótem, volvieron a emprender la marcha.
- Esta es la segunda parada. - dijo Aveil. - Solo tenemos que seguir en esta dirección y podremos salir de la tormenta de arena y en poco tiempo podremos ver las murallas exteriores de la fortaleza.
Siendo este el segundo punto de referencia, las tropas hyruleanas se tomaron un momento para recuperar sus fuerzas, e hicieron una pausa solo para comer algo y tomar agua. Lo que fuera que les esperaba una vez que llegaran a la fortaleza Gerudo, ninguno de ellos quería ser sorprendido con el estómago vacío o deshidratado. Tenían que estar en óptima condición.
Finalmente, cuando lograron salir de la tormenta de arena, y divisaron las murallas de la fortaleza (incluyendo además la gran puerta, abierta de par en par luego de que Ganondorf la destruyó), todo aparentaba a que la travesía seguiría sin problemas. Pero no fue así, cuando se dirigieron hacia la entrada, un retumbar en el suelo hizo que todos se pusieran poner sobre aviso, y a los pocos segundos, emergieron frente a ellos una serie de gusanos de arena gigantescos.
- ¡Pero qué rayos! - exclamó Ruisu.
- ¡Esto no era parte de lo que nos dijeron! - gritó a su vez Alexandre, prendiendo en llamas su lanza.
Los anélidos, lanzando gruñidos y chasqueando las pinzas de sus bocas, al parecer fijaron su atención en el ejército hyruleano. El más cercano de ellos, se zambulló para tratar de devorar a los que estaban a su alcance, pero afortunadamente estos lograron apartarse a tiempo. Los otros rápidamente siguieron su ejemplo, tratando de ir tras cualquier rezagado para darse un bocadillo fácil.
- ¡Aveil! - gritó Zelda. - ¿Esto también es parte de la protección?
- ¡No, Princesa Zelda! - replicó la Gerudo. - ¡Ganondorf debe haberlos puesto aquí para custodiar la entrada!
- No tenemos alternativa, si queremos pasar tendremos que acabar con estos parásitos. - dijo Link, bajándose de su montura junto con Zelda, y ordenándole que se fuera. - ¡Amigos, depende de nosotros!
Hecho esto, los cuatro miembros de la legión de Link se aprestaron para el combate. Había cuatro de estos gusanos de arena, uno de ellos mucho más grande que el resto, y ciertamente más amenazador.
- ¡Tropas, manténganse lejos y quédense inmóviles sin hacer ruido! ¡Déjennos a nosotros manejar esto! - ordenó la princesa una vez que colocó el domo.
Por supuesto, con "nosotros", Zelda quiso decir: ella misma, Link, la legión y los dos Sheikahs. Teniendo conocimiento enciclopédico de estos gusanos, al reconocerlos una vez que se le pasó la sorpresa inicial, inmediatamente dio sus instrucciones para derrotarlos: estos eran totalmente ciegos y se guiaban por el ruido y el movimiento. Aunque tenían la piel casi tan dura como la roca, las armas reforzadas mágicamente que tenían deberían ser capaces de penetrarla, y su punto débil se ubicaba en un enorme óvalo brillante como una joya que tenían en su cabeza. Si daban un golpe directo allí, los harían caer.
Dividiéndose la tarea, decidieron ir por un gusano de arena en grupos de dos. El equipo formado por Garrett y Alexandre fue el primero en aproximarse hacia el suyo, el primero girando la bola de picos de su mangual, mientras el segundo prendía en llamas su lanza a todo lo que podía. El gigantón agitó la cadena y la arrojó para lazar por el cuello al gusano, y una vez lo consiguió, dio el tirón para hacer que cayera al suelo.
- ¡Ahora! - gritó Garrett.
- ¡Muchas gracias!
Alexandre corrió con la lanza al rojo vivo, listo para darle el golpe de gracia en el sitio donde la princesa había indicado. El lancero hundió su arma tan fuerte como pudo, generando una gran explosión de fuego, y haciendo que volaran los trozos de la cabeza del gusano, cuyo cuerpo convulsionó y se dejó de mover en un instante. Aunque estando a tan corta distancia, algunos trozos le salpicaron, manchándole su armadura.
- Eso... fue repulsivo. - dijo quitándoselos de encima con asco.
El equipo de Ruisu y Zatyr se fueron tras otro de los gusanos. La arquera empezó por dispararle una flecha explosiva directo a la boca cuando este la abrió con la intención de tragárselos para aturdirlo, y el espadachín inmediatamente le mandó un ataque con la Espada Relámpago para paralizarlo. Acto seguido empezó a rodearlo mientras Zatyr seguía disparándole flechas explosivas para mantener su atención. La mejor parte de esto era que, como se guiaba por el ruido, las explosiones lo desorientaban.
- ¡Ruisu, tengo su atención, haz lo tuyo! - gritó Zatyr.
- ¡Estoy en ello! - replicó el espadachín, echando mano de su zarpa para engancharse de su cabeza, mientras canalizaba energía hacia su espada para un poderoso ataque. Retrayendo la cadena, se le montó encima, y alzó la espada para dejarla caer en su punto débil. - ¡Una sacudida para ti!
Dicho y cumplido, la espada se clavó, enviando la intensa corriente desde la cabeza y por todo el sistema de la bestia, haciendo que se convulsionara y sufriera un completo colapso, físico y mental, desplomándose en el suelo.
Los Sheikahs no se quedaron atrás, pues cuando el gusano que les tocó enfrentar se lanzó hacia ellos, saltaron en direcciones opuestas para esquivarlo. Se enterró por un momento y al cabo de unos segundos volvió a salir, pero ellos ya lo estaban esperando.
- ¡Azael! - gritó Impa, dándole una señal.
- ¡Por supuesto!
El subcomandante juntó las manos, y las colocó en posición de plataforma para que Impa corriera hacia él y saltara en ellas. La ayudó a impulsarse hacia arriba, y desenvainando su gran espada, la comandante del ejército apuntó hacia abajo y se dejó caer directo en el punto débil del gusano justo cuando este empezaba a emerger de nuevo del suelo. De hecho, el corte fue tan limpio que pasó por completo el arma, la envainó de nuevo, saltando otra vez y aterrizando en cuclillas. Con eso, cayó fácilmente el tercero.
Por último, Link y la princesa flanquearon al suyo. El motivo de querer enfrentarse ellos personalmente al más grande, solo lo sabrían ellos, pero nadie se iba a oponer. Este era un poco diferente del resto, pues tenía en los segmentos que formaban su cuerpo una especie de anillos con picos, lo que le daba un aspecto más intimidatorio. Aunque no podía ver, al parecer si pudo sentir o escuchar como el resto de sus congéneres caían, pues de pronto se puso furioso y se irguió en posición vertical. Los anillos en su cuerpo comenzaron a girar, cada vez más rápido, y con esto el gusano empezó a crear su propia tormenta de arena, en forma de un remolino color marrón a su alrededor.
- ¡Tenemos que contenerlo! - exclamó Zelda.
- ¡Déjame intentarlo! - Link echó mano de su boomerang.
- ¡Qué fuerte, no puedo aguantar esto! - dijo Proxi, escondiéndose en el bolsillo de Link, como de costumbre.
Link arrojó el boomerang tratando de generar un tornado que fuese en dirección opuesta para tratar de contrarrestar el que estaba generando el gusano, pero no sirvió de nada, apenas lo contuvo por un espacio de dos segundos antes de disiparse, pues el del gusano era muchísimo más fuerte, y parecía estarse incrementando en velocidad con cada segundo que pasaba. Pero el hecho de que estaba atrayendo tanta arena a su interior (lo cual era evidente por el color marrón que estaba adquiriendo), le dio una idea a la princesa para detener al gusano.
- Link, quédate atrás. - le dijo. - Yo me ocuparé de él.
En otras circunstancias, Link hubiese protestado, pero confiaba en Zelda lo suficiente como para obedecer sus deseos sin cuestionarla. La princesa dio un paso al frente, y cerrando los ojos para concentrarse, comenzó a recitar el cántico de un hechizo con la batuta en su mano. El remolino de arena del gusano se intensificaba, pero la princesa no retrocedía ni un ápice. Abrió los ojos de golpe, y haciendo un compás de cuatro tiempos, invocó encima del gusano un enorme círculo mágico. Este generó unas nubes oscuras de tormenta eléctrica, que comenzó a relampaguear, pero la princesa no había terminado allí. Lo que iba a hacer era, tomando una página del libro de Lana (literal y figurativamente), concentrar toda la energía de los rayos en el área donde se concentraba la tormenta de arena. En vez de tratar de contenerla o disiparla, la utilizaría a su favor, específicamente, utilizando la arena como una ventaja.
- ¡AAAAAAAAAHHH!
Con ese grito, la princesa bajó bruscamente la batuta, y esta fue la señal para que el círculo mágico hiciera lo suyo. La tormenta cayó de un solo golpe con un rayo eléctrico concentrado sobre el gusano, aunque el verdadero objetivo primario no era causarle daño (esto era solo un beneficio adicional), sino que el calor generado por los relámpagos al caer cristalizara la arena alrededor del gusano. La piel del gusano lo protegió de la peor parte del ataque, si bien no totalmente, pero el efecto deseado fue que la arena que estaba rodeándolo (que era muchísima) se tornara en cristal sólido, y eso restringiera enormemente sus movimientos. O específicamente, los de los anillos de picos que usaba para generar el remolino de arena. Ahora el gusano no era más que un enorme blanco.
- ¿Link? - dijo la princesa, dándole una orden silenciosa a su caballero.
Sin decir palabra, el muchacho asintió, y girando su espada, echó a correr hacia ahora el inmovilizado gusano de arena. Con el remolino de arena finalmente detenido, el muchacho usó sus botas voladoras para impulsarse y ponerse encima de él, apuntando hacia el punto débil que dijo Zelda, la joya de su cabeza. Echándose el escudo a la espalda para sujetar la Espada Maestra con ambas manos, e incrementar la fuerza de la estocada a la vez que canalizaba el poder de su fragmento, Link hundió el arma con todo su esfuerzo. El gusano se convulsionó, y antes de que fuera a desplomarse, el joven héroe saltó fuera de él para admirar el fruto de su trabajo. Con todos derrotados, el camino hacia la entrada de la fortaleza estaba totalmente despejado. Aveil se quedó mirándolos a todos fijamente, especialmente al héroe y la princesa.
- Impresionante... ¿ese es el poder del que tanto hablan las leyendas?
Le sorprendió la gran facilidad con la que acabaron a los gusanos. Estos se irguieron amenazadoramente frente a ellos para bloquearles el paso, y les tomó menos de un par de minutos derrotar a cada uno, en apenas equipos de dos. Por supuesto, cada uno de ellos tenía habilidades excepcionales y contaban con armas muy poderosas, pero hasta las Gerudos sabían que cualquier arma solo era tan poderosa como aquel que la empuñara. Link llamó a su yegua con un silbido, y junto con la princesa, los dos volvieron a ensillarla.
- ¡Hacia la fortaleza Gerudo, ahora! - ordenó Zelda, alzando el florete.
Todos los soldados hyruleanos respondieron con un grito de batalla, y con el camino libre para avanzar, de inmediato comenzaron a atravesar la puerta destruida para entrar a los dominios de la fortaleza Gerudo. Ya estaban preparados para la batalla, pero nada podría haberlos preparado para lo que les esperaba en el interior del dominio.
Empezando por el hecho de que las Gerudos que habían sobrevivido a la masacre inicial en la cual Ganondorf tomó el control del lugar, ahora se entremezclaban con las hordas de monstruos que ahora plagaban por todo el lugar. Todas se veían ausentes, y aquellos que poseían capacidades sensoriales con la magia rápidamente pudieron notar el miasma proyectado en todo el lugar, con toda certeza producido por un hechizo de control mental. En particular, Zelda y los dos Sheikahs, notaron cierta familiaridad con la vez que pelearon contra Darunia en el pasado, a quien usaron como punto de enfoque de dicho control mental con los Gorons. Pero esta vez, se sentía mucho peor, más fuerte, y mucho más siniestro. Tanto las bestias oscuras como las Gerudos con el cerebro lavado empezaron a avanzar hacia ellos, lentamente, como si esperaran a que ellos hicieran el primer movimiento para luego reaccionar.
- Hay un foco de energía de control mental. - dijo Zelda. - Pero aparte de eso, también hay otra presencia maligna, y si tuviera que adivinar, podría tratarse de...
- Ganondorf. Sí, también puedo sentirlo. - dijo Impa. - Debemos actuar rápido. Zelda, ¿cuáles son tus órdenes?
- Por ahora, tendremos que dividirnos. - dijo la princesa. - Link y yo iremos a dónde se encuentra esa presencia que podría ser Ganondorf, de un modo u otro, somos nosotros quienes tendremos que enfrentarlo. El resto de ustedes, tendrá que quedarse luchando aquí contra todas estas hordas.
- Princesa, les recomiendo que se dirijan al edificio principal de la fortaleza, es más que probable que Ganondorf se encuentre allí. Y si me permiten usar un arma, yo también quiero participar en la lucha aquí. - se ofreció voluntariamente Aveil. Sus dos guardaespaldas la secundaron. - Queremos hacer todo lo posible por salvar a nuestras hermanas.
Zelda se volvió hacia Azael e Impa, que hicieron llamar a los soldados que tenían armas de reserva, para que se las prestaran. Unas lanzas largas para las guardaespaldas de Aveil, y para ella un par de espadas cortas. Ella prefería las cimitarras, pero estas le servirían por el momento, además, habían ido sin armas como gesto de buena fe para convencer a los hyruleanos de que decían la verdad.
- Alguien más tendrá que buscar el foco del hechizo de control mental. - dijo Zelda. - Impa, Azael, ¿puedo delegar en ustedes esta tarea?
- Por supuesto, princesa, cuente con nosotros. - dijo el hombre.
- Eso quiere decir que el resto de nosotros tendremos que ocuparnos de la diversión aquí. - dijo Alexandre, erigiéndose en jefe de la legión, pues el líder estaría ausente con la princesa. - El plan será sencillo, muchachos, con los monstruos no se tienten el corazón, pero a las Gerudos, eviten lastimarlas a toda costa, ¿está claro?
- No tienes que decírnoslo. - dijo Zatyr, preparando de nuevo su arco.
- Aveil, tal vez quieras ir con ellos. - dijo Zelda. - Cualquier ventaja que puedan usar para pelear aquí dentro será de gran ayuda.
La aludida asintió al captar el mensaje, y se agrupó con los miembros de la legión de Link. Hecho esto, se separaron para dirigirse cada uno a su parte respectiva de la misión. Link y Zelda, a lomos de Epona, empezaron a abrirse paso hacia las profundidades de la fortaleza, concretamente, hacia el edificio principal. Los miembros de la legión de Link (y Aveil) se dividieron en dos equipos para empezar a coordinar el ataque: Alexandre se llevó a Ruisu y Zatyr, mientras Garrett se quedó con la guerrera Gerudo, al parecer todavía determinado a vigilarla. No obstante, por alguna razón, Aveil se sentía... bastante segura con el gigantón cerca de ella.
Con los miembros de la legión a la cabeza del ataque, y usando sus armas para lidiar con las amenazas mayores entre las hordas de monstruos, los soldados hyruleanos tuvieron el camino despejado para lidiar con las guerreras Gerudos controladas. Esto no fue tan fácil como sonaba, pues controladas o no, las mujeres de esta tribu seguían siendo combatientes más que formidables por naturaleza, y requerían al menos a cinco soldados a la vez para poder someterlas, hablando de las menos habilidosas. Y por supuesto, el hecho de que la princesa les ordenó explícitamente no matarlas (ni lastimarlas) complicaba las cosas todavía más.
Queriendo ayudar un poco, Zatyr se colocó en uno de los puestos de vigilancia más altos que encontró, y con ayuda de sus flechas elementales y la Máscara Ojo de Águila, comenzó a apuntarles a las armas de las Gerudos, específicamente, al borde de las hojas de las gujas y cimitarras que estuvieran dentro de su alcance. Colocando la esfera de hielo en su arco, esta vez tuvo que ponerse a enfocar mucha más energía en ellas, literalmente poniendo sus flechas a cero absoluto y asegurándose de que cada disparo fuese certero, con una precisión milimétrica. Así, al dejarlas volar, el impacto congelaba la hoja y la partía, inutilizando el arma, y dándoles a los caballeros la oportunidad de someterlas sin lastimarlas.
Entretanto, Ruisu reunió a un grupo de varias de ellas y las provocó para que lo atacaran entre todas, intentando llevarlas hacia un área relativamente amplia y despejada, pero más importante aún, lejos de los demás para lo que planeaba hacer. Habiéndose tomado el tiempo para entrenar las capacidades de sus espadas elementales, el espadachín pelinegro había logrado descifrar algunos de sus secretos, como por ejemplo, ese ataque del "campo eléctrico" con área de efecto que le servía de mucho cuando estaba rodeado por varios enemigos, pero había logrado crear una variante que hacía menos daño pero era más dispersa, y en esta ocasión le resultó útil cuando las Gerudos se le fueron todas encima a la vez, y al clavar la espada en el suelo, la electricidad que creó en el área cercana las detuvo, paralizándolas, pero sin causarles daños severos.
A su vez, Alexandre era el que se ocupaba mayormente de los monstruos, blandiendo a diestra y siniestra su lanza de fuego para convertirlos en cenizas, manteniéndose bien lejos de las Gerudos, y apoyando a las tropas, con lo cual, la situación parecía estar mayormente bajo control. Especialmente porque las hordas enemigas no tenían entre los suyos a ningún enemigo al que no se hubieran enfrentado antes, o al menos lo suficientemente similares como para que supieran como derrotarlos.
Por su parte, Aveil, a pesar de ser una guerrera entrenada, nunca en toda su vida imaginó que se enfrentaría a semejantes abominaciones. Al principio no tuvo muchos problemas, pero al cabo de cierto tiempo, cometió el error de trabarse en una pelea con el oponente equivocado. Un Nudillo de Hierro, armado con una gigantesca hacha de doble filo, la estaba forzando ahora a ponerse a la defensiva, mientras trataba de usar sus espadas para repeler sus hachazos. Tuvo suerte que finalmente, Garrett decidió intervenir, interceptándole un tajo vertical usando una de sus manos enguantadas. La protección de los Guantes de Poder seguía siendo una de sus mayores ventajas. Y la mano libre la cerró en puño para darle un golpe de martillo al antebrazo que sostenía el hacha, partiéndolo y desprendiéndoselo por completo. Retirando la mano cercenada, se apropió de ella para poder utilizarla.
- Déjame los más pesados a mí. - sugirió Garrett.
Aveil no supo si sentirse ofendida o darle las gracias, pero realmente se impresionó. Pero esto no fue nada comparado a cuando lo vio yendo tras un golem de piedra que lo superaba al menos el doble en tamaño (y él a su vez, era por lo menos una cabeza y media más alto y más ancho de hombros que ella), y sin dejarse amedrentar fue a enfrentársele cara a cara (o algo así, el golem no tenía ningún rasgo facial identificable). Blandiendo su hacha como un martillo, lo despedazó miembro por miembro. Un Ferrus después venía directo hacia ellos, alzando su pesada espada. Al verlo, alzó el hacha que le quitó al Nudillo sobre la cabeza y se la arrojó, clavándosela en el casco y desorientándolo. Hecho esto, corrió y le dio un par de puñetazos en las piernas, destrozándoselas, y haciéndolo caer tendido en el suelo. Antes de que pudiera reponerse de esto, Garrett juntó las dos manos y agarrándolo del casco, jaló tan fuerte como pudo y le arrancó la cabeza.
- Qué fuerza...
Por supuesto, aunque Aveil sabía que gran parte de la fuerza de Garrett en aquel momento venía de los guantes que traía puestos, tenía que darle crédito por saber aprovecharla, y claramente, por su estilo de pelea, pudo darse cuenta que el muchacho sabía utilizar sus puños como si fueran armas mortales cuando era necesario, al seguir destrozando golems y enemigos metálicos con ellos. Pero ella veía algo más, algo en sus ojos, tal vez, algo diferente.
- ¿Qué me pasa? - dijo de pronto sacudiéndose la cabeza para alejar estos pensamientos.
Siguiendo el consejo de Garrett y tratando de enfrentarse a los enemigos más ligeros, Aveil intentó seguir haciendo su parte para apoyarlo. Él se ocupaba de los pesos pesados, como los golems y los Nudillos de Hierro, en tanto que ella iba por los más vulnerables, como los Stalfos, que eran muy abundantes. Garrett, entretanto, se había trabado en una pelea cercana con otro golem. Para terminarlo rápido, el muchacho le aplicó una llave al brazo para lanzarlo por encima del hombro y lanzarlo sobre su espalda. Si eso no fuese suficiente para destruirlo, el muchacho juntó las manos para darle un golpe de martillo y destrozarle la cabeza. Habiendo logrado esto, pudo darse cuenta que Aveil estaba haciéndolo bien contra los Stalfos, pero a distancia de ella alcanzó a ver a un Nudillo de Hierro, que llevaba en sus manos unas hachas pequeñas, es decir, arrojadizas. Y al cruzar los brazos enfrente de su cuerpo, se percató de lo que tramaba en el acto. Ella no se daría cuenta a tiempo, él tenía que intervenir.
- ¡AVEIL! - gritó.
Para cuando la Gerudo se volteó, ya las cosas habían ocurrido. El Nudillo de Hierro arrojó sus dos hachas hacia ella y no tendría tiempo de esquivarlas, pero en una fracción de segundo, el cuerpo gigantesco de Garrett se interpuso entre ella y las hachas voladoras. Fue una suerte traer puesta su excelente armadura hecha del mismo material, pues estas evitaron lo fatal del ataque con él, aunque todavía, al ser arrojadas a esa velocidad y con suficiente fuerza, pudieron atravesarla y hacerle mella en la piel a Garrett, incluso atravesando la cota de malla que llevaba debajo. El gigantón apretó los dientes para no gritar del dolor, y Aveil se quedó en shock al ver que se había atravesado para protegerla de ese modo.
- ¡Sir Garrett! - exclamó.
Pero como si fueran unas heridas superficiales (y en realidad lo eran) Garrett se sacó las hachas, y queriendo devolverle el favor a su dueño, las levantó y se las arrojó de vuelta, con tal precisión que los dos brazos del enemigo fueron cercenados limpiamente, y el cuerpo cayó hacia atrás pesadamente. Por supuesto, Garrett inmediatamente fue a sujetarse con las manos en los lugares donde recibió los hachazos. Aveil echó un vistazo ella misma, pero aunque desde afuera no pareciera que pusieran en peligro su vida, al parecer sí le habían dolido, y mucho.
- Deberíamos curarte eso. - sugirió la Gerudo, con un tono de clara preocupación.
- Habrá tiempo para eso después. - aseguró Garrett. - Todavía tenemos trabajo por hacer.
Aveil quiso seguir insistiendo, pero en ese momento llegaron más hordas, y tuvieron que volver a defenderse. De cualquier manera, Aveil hizo una nota personal de asegurarse de sanarle apropiadamente esas heridas cuando todo hubiese terminado, aunque fuese solo por un sentido de estar en deuda con él, por haber recibido ese impacto por ella.
O tal vez, algo más aparte de eso.
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Poco después, en otra zona de la fortaleza...
Con Aveil y los amigos de Link ocupándose de todo en la parte exterior de la fortaleza, Impa y Azael habían comenzado a registrar los edificios, usando sus habilidades sensoriales para determinar dónde estaba el foco del hechizo de control mental. Hasta ese momento habían tenido que lidiar mayormente con Gerudos controladas, lo que podría ser visto como algo bueno o malo, bueno en el sentido de que al ser enemigas humanas no eran tan difíciles como las hordas de monstruos, y malo por tener que contenerse para evitar lastimarlas o matarlas por accidente. Por suerte, el entrenamiento de los Sheikahs incluía entrenamiento para derrotar al oponente sin matarlo y ya habían podido usarlo antes en su pelea contra los Gorons y Darunia. Ahora también estaba resultando útil, y de cierto modo era más fácil ya que sus oponentes eran humanas y menos durables que los Gorons, que eran literalmente duros como roca.
No obstante, eso no hacía que fuera más sencillo, pues el hecho de ser menos durables implicaba que tenían que contenerse mucho más al momento de aplicar la fuerza. Impa tenía preparada una carta de triunfo para poder lidiar con esto, pero lamentaba mucho no poder utilizarla en contra de todas y cada una de las oponentes a las que se enfrentaban, pues la estaban reservando para aquella particularmente. Y hablando de ella...
- Por fin aparecen.
Los dos Sheikahs se detuvieron, al ver frente a ellos a una Gerudo que tenía aspecto muy superior al resto. Parecía de edad cercana a ellos, y tenía brazos y torso notablemente más musculosos que cualquiera de las otras. Aparte de eso, le habían puesto lo que parecía una armadura que le daba aspecto de una "versión femenina" de un Nudillo de Hierro, pero solo protegiéndose en donde "fuera necesario". De hecho, Azael e Impa tuvieron la extraña sensación de que debajo de las protecciones tal vez habría... muy poco o nada. Pero eso no era lo que importaba, por lo que podían percibir, al fin habían encontrado a su objetivo.
- Yo, Nabooru, me ocuparé de detenerlos personalmente. - les dijo, girando sus dos cimitarras y poniéndose en guardia.
- Nabooru... ¿ese no era el nombre de la líder de las Gerudos? - observó Azael al sentir que le sonaba el nombre.
- Así parece. - dijo Impa. - ¿Por qué no me sorprende que Ganondorf la haya utilizado a ella?
- De acuerdo, ¿cuál es el plan? - preguntó Azael. - ¿Piensas hacer... eso?
- En este momento no tenemos otra alternativa. ¿Puedes mantenerla ocupada mientras preparo el hechizo?
- Lo que sea que estén tramando... no se los permitiré. - dijo Nabooru con voz monocorde.
Y dicho esto se lanzó a atacarlos. Como si se anticipara a lo que fuera que estuvieran tramando, inmediatamente, se lanzó a atacar primero a Impa, que detuvo el doble golpe de las cimitarras con su gran espada. Azael intentó atacarla por detrás con el lado plano del hacha de su alabarda, pero Nabooru, sin voltear, lo interceptó moviendo su cimitarra en la mano izquierda, y saltó dando una patada doble para alejarlos a los dos, tomándolos por sorpresa. Habiendo hecho esto, tomó impulso, y empezó a bombardearla con una serie de ataques relámpago. La comandante del ejército Hyruleano se veía forzada a defender, sus movimientos eran mucho más rápidos de lo que esperaba, especialmente con la armadura que traía puesta, a primera vista tendría que dificultarle un poco el movimiento, y siempre parecía anticiparse cada vez que Azael trataba de flanquearla para golpearla por detrás.
- Es muy fuerte. - comentó Azael.
- ¿Esperabas menos de la líder de las Gerudos? - preguntó Impa, bloqueando un combo que atacó a varias zonas simultáneamente, forzándola a retroceder y mantenerse fuera del alcance de su oponente.
Si era producto de sus habilidades naturales, o del efecto del hechizo de control mental, lo cierto era que Nabooru no se andaba con rodeos, y el que pudiese enfrentarse a dos de los mejores luchadores entre los veteranos del ejército de Hyrule no era cosa despreciable. Más todavía: entre los soldados de Hyrule, era muy conocido que uno de los movimientos más emblemáticos de la esgrima Gerudo (específicamente el estilo de cimitarras gemelas como estaba usando ahora contra ellos), era un ataque giratorio que de conectar fácilmente dejaría al oponente cortado en al menos tres pedazos pues atacaba al cuello y a la parte media del torso en dos cortes diagonales limpios. Sin embargo, si el oponente era capaz de verlo venir, la mejor defensa era saltar hacia el lado no dominante y con eso podía ponerse por detrás de su espalda para un contraataque, pero la ventana de oportunidad para hacer esto era demasiado pequeña.
Nabooru, por otra parte, parecía haber tomado nota de la debilidad de este movimiento, y en caso de fallar, se aseguraba de quedar de frente, o por lo menos de lado con sus oponentes, pero nunca de espaldas. Así, en el caso de fallar el ataque, no quedaba expuesta al contraataque, y podía incluso iniciar uno propio con rapidez en el caso de que todavía lo intentaran. Pero la única falla de su estrategia, parecía ser que le daba mayor prioridad a Impa, como si la viera a ella como la mayor de las amenazas entre los dos, ignorando a Azael siempre que no fuese absolutamente necesario enfocarse en él. ¿Tenía alguna idea de lo que estaban tramando?
Fuera como fuese, los dos Sheikahs empezaban a impacientarse. El objetivo que tenían era terminar con el control mental sobre las Gerudos, y la única manera de hacerlo era que Impa pudiera usar su arma secreta. Tratando de ganar algo de tiempo, Azael, cuando Nabooru (de nuevo) lo trató de desplazar de la pelea, tomó de la pierna un par de kunais, y mirando a la Gerudo trató de decidir a dónde arrojárselo.
- Perdóname por esto. - dijo, antes de lanzarlo hacia uno de sus costados, que no era cubierto por su armadura.
La intención de Azael era arrojarlo y hacerle una herida superficial solo para distraerla, pues Nabooru estaba demasiado ocupada peleando con Impa para fijarse en él. Cuando esta dio el grito de dolor al sentir la cuchilla clavársele en la piel, Impa le voló una de las cimitarras de una patada, y la golpeó en la cara con el plano de su espada para empujarla hacia atrás, directo a los brazos de su compañero. Azael arrojó la alabarda a un lado para tener ambas manos libres. Con una mano, la agarró con fuerza por la muñeca y se la sacudió violentamente hasta obligarla a soltar la cimitarra que le quedaba, y el otro brazo se lo pasó alrededor del cuello para cortarle la respiración, no tanto para matarla, pero sí lo suficiente para que no forcejeara y dejara de ser un problema.
- ¡Ya la tengo! - exclamó Azael. - ¡Impa, es tu turno!
La Sheikah asintió, y se dispuso a aplicar su movimiento. Su poder mágico no era tan grande como el de Zelda, pero tenía la suficiente experiencia, y haber visto como Zelda deshizo el control mental de Darunia en el pasado cuando estaba disfrazada como Sheik, le daba suficiente entendimiento como para aplicar su propia versión. En lugar de utilizar una canción, lo que iba a hacer era imbuir con energía de sellado su arma. Específicamente, haría que esta respondiera a su voluntad, para convertirla en un arma capaz de sellar lo intangible, y dejar lo material intacto. Todo lo que tenía que ubicar, era el epicentro de la energía que la estaba controlando.
Impa recitó el cántico, y la hoja de su gran espada se envolvió en una brillante luz verde, con runas luminosas apareciendo a todo lo ancho y largo. El epicentro del hechizo de control mental... estaba en su pecho. Ese era el lugar donde tenía que atacar. Tenía que hacerlo con cuidado, un paso en falso y los resultados podrían ser fatales, para Nabooru y también para Azael.
- ¡HOJA SELLADORA, PURIFICA A ESTA MUJER DE ESA ENERGÍA MALIGNA QUE LA CONTROLA! - exclamó la Sheikah.
Con un paso al frente, la Sheikah dio una estocada de mandoble, y la hoja de su gran espada atravesó el pecho de Nabooru, saliendo por detrás de su espalda y por ende también atravesando a Azael de lado a lado, que seguía sujetándola. Pero esta no causó ninguna herida, a ninguno de los dos. El encantamiento había hecho que la espada se volviera intangible, y por ende, solo afectaría a lo que tuviera esas mismas propiedades. Las runas en ella comenzaron a resplandecer, cambiando de color. Ese era el indicativo de que el sellado estaba tomando efecto.
Azael estaba algo tenso en ese momento. Aparte de una extraña sensación como de "frío espectral" atravesándolo en el pecho, la espada no le afectaba en nada a él, pero el mantenerla en dicho estado consumía muchísimo poder, y requeriría de todo el esfuerzo de Impa para mantenerlo en ese lugar hasta que el sellado estuviese completado. Si lo retiraba antes, Nabooru podría sufrir daños irreparables a su mente y alma, y si tardaba demasiado, la espada volvería a ser tangible y... definitivamente no quería que estuviese allí cuando eso ocurriera. Azael quiso gritarle que se diera prisa, pero se contuvo, pue sabía que si irritaba a Impa con uno de sus comentarios, eso solo empeoraría la situación.
Finalmente, para su gran alivio, la mujer retiró su hoja gigantesca. Con el sellado completado, solo quedaba una cosa por hacer, y era clavar la espada en el suelo para liberar toda esa energía de una vez. Una onda expansiva salió desde allí, propagándose hacia toda la fortaleza Gerudo, con tanta fuerza que todos los que fueron alcanzados sintieron la sacudida, incluso quienes no estaban bajo ese control mental. Las Gerudos, después de parpadear, y de que sus pupilas volvieran a dilatarse a niveles normales, se detuvieron en el acto, como si se dieran cuenta de lo que estaban haciendo ahora, o a punto de hacer.
La más afectada de todas fue, por supuesto, Nabooru, que finalmente dejó de forcejear para soltarse de Azael, y con la voz ahogada, finalmente habló.
- Ya puedes... soltarme...
- Oh, disculpa. - dijo el Sheikah, liberándola en el acto. La Gerudo se agarró el cuello, tal vez se fue la mano al apretarla. También se sacó el kunai que tenía enterrado en el costado, por fortuna, no fue demasiado profundo.
- ¿Estás bien? - le preguntó Impa.
- Ahora lo estoy. - dijo la líder Gerudo. De inmediato, se inclinó respetuosamente. - Impa de los Sheikah, tienes mi gratitud por liberarme del control de ese demonio. Ya no podía soportarlo más.
- ¿No podías? - Impa inclinó la cabeza de lado. - ¿Acaso... estabas consciente de lo sucedido? ¿Lo recuerdas todo?
- Cada instante. Muy a mi pesar, estuve consciente cada segundo desde que ese maldito me... me... Urgh. - La mujer se encogió sobre sí misma, abrazándose el pecho mientras daba un respingo. Parecía sentir una enorme vergüenza por lo que fuera que le había hecho.
- Lo que sea que te haya sucedido... ¿crees que podrías decírnoslo, cuando te sientas mejor? - dijo Azael. - Necesitamos saber lo que está sucediendo.
- Les diré todo lo que sé con gusto. - dijo Nabooru. - Pero creo que es mejor decírselos a todos al mismo tiempo. ¿Dónde están el héroe y la princesa?
- En este momento... deben haber ido a la sala del trono de la fortaleza. - dijo Impa. - Puede que necesiten de nuestra ayuda, vamos.
- ¿Vamos? Con lo que acabas de hacer, necesitas descansar. - protestó Azael. - Ese sellado debió costarte una gran cantidad de energía mágica.
- Energía mágica, sí, pero mi energía física todavía no se termina. - aseguró la comandante. - Y te recuerdo que sigo superándote en rango.
- Permítanme ayudarles también. Quiero enmendar el haberles causado tantos problemas. - ofreció Nabooru.
- No, me parece que las tuyas te necesitan aquí en este momento. - dijo Impa, señalando a su alrededor. En efecto, las Gerudos parecían estar apenas recuperándose y asimilando lo que acababa de ocurrir, todas sintiéndose como habiendo despertado de una horrible pesadilla.
Convencida por los Sheikahs, Nabooru accedió a quedarse, pero no sin antes decirles que en cuanto pudiesen, trajeran al héroe y a la princesa para una importante audiencia. El destino del mundo estaba en riesgo, y ellos eran los más importantes que tenían que saber lo que estaba sucediendo si querían tener una esperanza de salvación.
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Sala del trono de la Fortaleza Gerudo...
Después de dejar a Epona, y dejarla lejos de la vista y de los conflictos a salvo, Link y Zelda se adentraron en el edificio principal. Según Aveil, allí dentro era donde tenía que encontrarse el verdadero enemigo. Por fortuna, encontraron muy poca resistencia en ese lugar, pero todo el lugar estaba impregnado con una horrible y maligna esencia, un miasma que se esparcía de una manera aún más intoxicante y escalofriante que como lo habían sentido antes con Cya, y eso era decir mucho.
- Zelda... esta presencia...
- No hay duda. - respondió la princesa a la pregunta no formulada. - Es la maldad pura, el origen de toda esa oscuridad. El nombre que muchos temen pronunciar, Ganondorf, el rey maligno.
- Es extraño, nunca lo he visto y aun así... siento como si ya hubiese estado antes frente a él. - dijo Link.
- No lo es del todo. - dijo Zelda. - En otras ocasiones, o más bien en otras vidas, otros tiempos, los dos hemos peleado contra él, así que puedes estar seguro de que este no es nuestro primer encuentro.
- ¿Quieres que te diga algo? Nunca había sentido tanta presión al momento de ir a enfrentarme a un enemigo. - admitió el joven. - De verdad siento mucho miedo en este momento.
- También yo. - confesó la princesa a su vez. - Pero que no se te olvide, no estás solo. Yo estoy aquí, contigo, y siempre lo estaré, pase lo que pase.
La princesa sujetó la mano de su amado para darle fuerza, y a su vez, darse fuerza a sí misma. Ninguno de los dos podría concebir en aquel momento la idea de tener que enfrentar a semejante fuerza maligna por sí solo, jamás podrían plantarle cara en solitario. Saber que tenían al otro, para cuidarse las espaldas, protegerse y apoyarse entre ellos no era solo un factor alentador, era crucial. El lazo que los unía se había vuelto vital para su existencia, se había convertido en su razón de ser. Se necesitaban uno al otro, y no solo porque se amaran profundamente, sino también porque eran un equipo, una pareja de batalla.
Con un profundo respiro, y prometiéndose uno al otro salir victoriosos de esto, la princesa y su mejor caballero se adentraron en la sala del trono. Y tal como lo esperaban, su enemigo, el mayor azote del reino de Hyrule y de las vidas de ellos dos desde tiempos antiguos, estaba sentado en la susodicha silla, sintiéndose dueño del lugar. No dio ninguna señal de alarma o sorpresa de verlos, simplemente sonrió con resignación, pues claramente los estaba esperando. Con calma, se puso de pie y tronó sus dedos
- Vinieron un poco antes de lo que me imaginé. - les dijo.
- Ganondorf. - dijo Zelda.
- Para alguien a quien estoy viendo por primera vez en esta vida... definitivamente ya te desprecio. - agregó Link.
- No tanto como yo a ustedes, mocoso. - replicó el antiguo rey Gerudo. - Ustedes dos han sido el mayor de mis azotes durante siglos. Solo ustedes dos se han interpuesto en mi camino para conseguir el poder que me pertenece por derecho.
- Y así seguirá siendo. - declaró Zelda, apuntando con su florete. - Nuestros antecesores pudieron detenerte en vidas pasadas, nosotros también podremos hacerlo.
- Que así sea. - dijo el rey Gerudo tomando la gran espada que descansaba a un lado del trono, y preparándose para recibirlos. - He esperado esto por mucho tiempo.
Link sujetó con mano firme el Escudo Hylian y la Espada Maestra, mientras Zelda hizo lo propio con su florete y la batuta. El momento decisivo, estaban frente a frente con su adversario, no había vuelta atrás. La pareja de jóvenes simultáneamente saltó hacia él, para dar juntos el primer golpe, e iniciar el combate.
Ganondorf simplemente los recibió colocando su propia espada en posición horizontal para bloquear al mismo tiempo y sin complicaciones los ataques de ambos, lo que no fue nada difícil con el tamaño de su arma. La pareja decidió separarse para atacarlo por distintos flancos, Link se fue de frente mientras Zelda lo rodeaba para atacarlo por la espalda. Cuando el héroe se le fue encima, el malvado rey Gerudo simplemente evadió o bloqueó sus estocadas con movimientos mínimos, prácticamente sin moverse de su lugar y sonriéndole con arrogancia, como si solo estuviera jugando. Link insistió, hasta que finalmente Ganondorf contraatacó dándole un tajo desde arriba. Link alcanzó apenas a interponer su escudo para protegerse y gracias a él no sufrió daño alguno, pero la fuerza del impacto fue tal que todavía le hizo tambalear los pies. Ya estaba por ir a rematarlo, pero Zelda saltó detrás de él para darle una serie de estocadas rápidas potenciadas con magia en la espalda, aunque estas no parecieron tener más efecto que provocarle un ligero respingo y volver su atención hacia la princesa, a quien vio moviendo con la otra mano su batuta para preparar otro ataque.
Al prever la intención de su adversario, Link se lanzó para darle un tajo, y Ganondorf sin voltearse lo detuvo usando la guardia de su guantelete, y de un manotón lo alejó. No obstante, esta distracción fue suficiente para que la princesa pudiese terminar de conjurar un potente remolino hacia él, si bien por su enorme peso y tamaño este no hizo más que desequilibrarlo por unos segundos, y rápidamente usó su espada clavándola en el suelo para evitar salir volando. Link y Zelda volvieron a saltar para atacarlo simultáneamente, solo para que sus estocadas fueran detenidas de nuevo por los guanteletes. Acto seguido llevó hacia atrás sus dos manos, cargándolas de energía oscura, y dio con ellas una doble palmada hacia el frente, creando una onda repulsora que los mandó a estrellarse contra la pared. Mientras seguían en el suelo, Ganondorf volvió a tomar su gran espada y miró de un lado al otro, tratando de decidir a quién de los dos asesinaría primero. Fijando la mirada en Zelda, caminó hacia ella y se disponía a dejar caer la pesada hoja, pero Link alcanzó a reponerse del aturdimiento a tiempo para verlo.
- ¡NO LO HARÁS! - le gritó, impulsándose con las botas voladoras para derribarlo.
La rápida reacción de Link tomó por sorpresa a Ganondorf al ser embestido por el escudo del joven héroe, deteniendo su intento e inmediatamente asaltándolo con una serie de estocadas y cortes veloces, y dándole tiempo a Zelda de volver a levantarse. En cuanto lo hizo, la princesa inmediatamente acudió para ayudarle, iniciando entre los dos una feroz ofensiva de ataques relámpago que forzó al antiguo rey Gerudo a protegerse a sí mismo, pero por primera vez, comenzaban a hacerlo retroceder. En respuesta, alzó su gran espada, cargándola con energía oscura, y al clavarla en el suelo generó una onda expansiva con área de efecto, haciendo volar hacia atrás a sus dos adversarios. Aunque el ataque no los lastimó aparentemente, sí los dejó aturdidos y les tomó un poco volver a levantarse de nuevo, sus cabezas les daban vueltas.
- ¿Eso es lo mejor que tienen? - dijo arrogantemente el malvado. - Si ustedes son las actuales encarnaciones de mis adversarios, realmente me decepcionan. Esperaba que fuesen oponentes mucho más dignos, para ser sincero.
Link y Zelda no tenían idea de si lo decía con la intención de provocarlos, pero a pesar de todo, al intercambiar miradas los dos decidieron que tal vez era tiempo de darle un poco más de pelea. Y no solo utilizar los poderes de sus fragmentos de la Trifuerza, sino tomar ventaja de que, si estaban los dos en proximidad, estos destilaban más poder adicional que podrían utilizar en su beneficio. Lo más usual sería sujetarse de las manos, pero ya que estaban sosteniendo sus armas, tuvieron que contentarse solo con poner los dorsos uno contra el otro para que los fragmentos reaccionaran entre ellos, pero ese era el efecto deseado. Mientras se concentraban, al ver el brillo dorado en sus manos, el malvado Ganondorf no se sintió intimidado ni asustado. Su expresión denotaba que eso era exactamente lo que quería que ellos hicieran.
- Oh, sí... sí... ¡SÍ! ¡MUÉSTRENME SU VERDADERO PODER, ESE PODER QUE ME PERTENECERÁ MUY PRONTO! - les exigió.
Ignorando las órdenes y las risas de su adversario, Link y Zelda continuaron enfocando el poder de sus dos fragmentos, pero esta vez compartiéndolo entre ellos para sobrepasar los límites normales, haciendo que estos los rodearan a ambos con un aura de color dorado. Si ya de por sí un solo fragmento les ayudaba a ir más allá de sus capacidades naturales, el poder combinado de los dos debería ser suficiente para enfrentar a este enemigo, especialmente dado que este no tenía su propio fragmento todavía. Cuando finalmente terminaron, el aura desapareció, y de nuevo volvieron a ponerse en guardia, y el resplandor reapareció concentrado en las hojas de sus espadas. Como queriendo ponerse a la altura, Ganondorf imbuyó de energía oscura su propia arma, y un fuego púrpura y negro muy similar al de Wizzro se encendió en el filo. Con un grito entre los tres contendientes, el duelo se reanudó al instante.
Los choques entre energía sagrada y oscura provocaban pequeñas explosiones, a raíz de los dos poderes opuestos colisionando uno contra el otro, pero los contenientes no les prestaban atención. El ataque inicial de Link y Zelda esta vez sí fue capaz de igualar, o superar un poco ligeramente, la defensa de Ganondorf, forzándolo a retroceder un poco y a tener que apoyarse detrás con su pie para evitar que rompieran su posición. Aunque no tardó mucho en volver a montar su guardia, pronto tanto el héroe como la princesa lo asaltaron con una lluvia de cortes y estocadas que lo forzaban a protegerse a sí mismo constantemente. No obstante, su expresión de deleite denotaba que después de todo, sus actuales adversarios estaban demostrando estar a la altura de sus anteriores encarnaciones después de todo, tal vez yendo un poco más allá, por no temer usar ese poder que les fue otorgado. Al menos no eran tan ingenuos como algunos de sus antecesores, que tenían miedo de utilizarlo.
Al tener una abertura, los dos intentaron un ataque doble, con Link lanzando una estocada hacia el pecho y Zelda una hacia el rostro. La reacción natural fue poner su gran espada al frente para cubrirse el rostro, dejando el torso expuesto al ataque de Link, aunque el muchacho al parecer no imprimió suficiente fuerza, pues su espada no alcanzó a penetrar del todo la gruesa armadura del Gerudo, al menos no lo suficiente para herirlo. Anticipándose a que su florete chocaría contra la hoja de su oponente, Zelda lo retrajo para dar otra estocada, pero esta vez apuntando hacia la mano, que no estaba resguardada por la armadura sino que dejaba los dedos al aire. Ganondorf pareció darse cuenta de esto y trató de alejarla, pero la princesa había concentrado algo de poder sagrado en la punta de su florete y lo liberó de un golpe, y tuvo el efecto que buscaba: la espada oscura salió volando fuera de su mano. El semblante del antiguo rey Gerudo sí pareció cambiar un poco con esto, pero aun así mantuvo su sangre fría y volvió a defenderse cuando el dúo empezaba de nuevo su feroz ataque.
- ¡SÍ! ¡SÍ! ¡MÁS, MUÉSTRENME MÁS! - gritaba.
Zelda y Link no podían entender por qué se deleitaba de este modo. Ellos habían tomado el control de la pelea y comenzaban a dominarlo. Era demasiado extraño. ¿Tenía algún plan acaso? Esa era la única explicación, pero ninguno de los dos podía detenerse a pensar en ello. Lo importante era derrotarlo lo más pronto posible y liberar a las Gerudos de su azote de una vez por todas. Con esto en mente, los dos comenzaron a presionar más y a aumentar el ritmo y la velocidad de sus ataques, para forzarlo a mantenerse solo en la defensa, sin darle oportunidad de responder.
Pero al verse acorralado, Ganondorf dio un golpe con su puño cargado de energía oscura al suelo, provocando un terremoto que los dejó inmovilizados a los dos, e inmediatamente lo siguió dándole casi simultáneamente a Link un puñetazo en la cara y a Zelda una patada en el estómago. Link se fue de lado al suelo, escupiendo algo de sangre por la boca y Zelda voló hacia atrás varios metros. Ganondorf tomó esta oportunidad para ir a recoger su espada y trató de clavársela a Link mientras este estaba tendido, limpiándose la sangre de la boca con el dorso de su guante. El joven se rodó hacia un lado y evitó la pesada hoja, teniendo que alejarse un poco cuando Ganondorf tomó esta vez la iniciativa para atacarlo, forzándolo a ponerse a la defensiva, y a ocultarse detrás de su escudo para protegerse de sus ataques. En un arriesgado movimiento, cuando Ganondorf intentó darle un tajo por abajo hacia las piernas, el joven usó las botas para saltar por encima de él y tratar de ponerse en su punto muerto por detrás. Casi resultó, pero Ganondorf alcanzó a voltearse, e interceptó la Espada Maestra con su mano libre, y con la otra, invirtió el agarre de su arma y le asestó un golpe con la empuñadura, anticipándose a que se esperaría un ataque con la hoja. Y así fue, lo golpeó con fuerza en el estómago, y usando su mano libre lo agarró del cuello para estamparlo contra la pared, dejándolo con los pies suspendidos en el aire.
- No tienes idea de cuántos siglos he soñado con este momento. - dijo Ganondorf, alzando la espada triunfante, y listo para darle el golpe de gracia.
- Lo que vayas a hacer... hazlo de una vez. - dijo Link con la voz ahogada.
- ¿Oh, así que tienes mucha prisa para morir? - Ganondorf imbuyó su espada con el fuego oscuro de nuevo.
- No hablaba... contigo.
¡BZZZZZZZZZTTTTT! ¡BROOOOM!
Mientras Ganondorf estampaba a Link contra la pared, había desviado por completo su atención de su otra oponente. Zelda tuvo tiempo de reponerse de la patada que le dio, y mientras Link buscaba ganar tiempo, ella susurraba el cántico casi de manera inaudible mientras concentraba el poder de la batuta para un ataque devastador, el cual vino en la forma de un poderoso rayo que le cayó encima al rey maligno, y con una precisión milimétrica para que este no lastimara a Link. Ganondorf gritó de dolor al sentir el ataque caer sobre él, y soltó a Link al tiempo que caía de rodillas.
- ¡Link, ahora es cuando! - gritó Zelda.
- ¡Aquí voy! - exclamó el joven.
De alguna manera, Ganondorf luchó contra la parálisis inducida por ese rayo y se las arregló para defenderse de los ataques de Link por un tiempo, pero esta eventualmente hizo su efecto y con un golpe certero, Link le partió la hoja de su gran espada al darle un golpe concentrado de energía de la Trifuerza. Ya que necesitaría unos pocos segundos para volver a cargar suficiente energía y lanzar otro, continuó presionando, aunque esta vez planeaba ir mucho más allá para poder derrotar a su enemigo. Zelda, no queriendo quedarse fuera, también le ayudó una vez que pudo moverse de nuevo (haber usado ese ataque le había hecho gastar mucha energía y la obligó a tomarse unos segundos para reponerse del todo). Entretanto, la hoja de la Espada Maestra comenzaba a brillar, el resplandor sagrado se intensificaba a medida que Link juntaba más y más energía dentro de ella, y al darle Link la señal, Zelda se apartó para que el muchacho pudiese dar la fatal estocada.
- ¡Este será tu fin! - exclamó.
Concentrando toda su fuerza en ese golpe, Link dirigió la hoja directo al pecho de su adversario, a la grieta que había dejado en mismo lugar donde le había dado antes, pero esta vez sí logrando atravesar su armadura por completo. Rápidamente usó el poder sagrado de su fragmento de la Trifuerza para enviar una explosión de energía a través de la Espada Maestra, y con eso incrementar el daño, y el agujero que le hizo se abrió más. Pero algo muy extraño sucedió. No salía sangre de la herida, en lugar de eso, lo único que se veía debajo de la armadura era una especie de sustancia negra, que no era ni sólida ni líquida, y esta estaba veteada de lo que parecían ser unas líneas luminosas color turquesa. Pero más inquietante que eso, era que a pesar de lo que acababa de suceder, Ganondorf todavía sonreía. No, no sonreía, SE REÍA.
- Jejejeje, jajajaja, ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA!
Mientras la escalofriante risa hacía eco por toda la habitación, Zelda y Link tuvieron que alejarse, y aunque quisieron no pudieron quitar las miradas de encima de la horrenda escena que tenía lugar frente a sus ojos. Ganondorf siguió riéndose a más no poder, mientras su piel y armadura se resquebrajaban a partir del lugar donde Link le había dado la puñalada, cayéndose a fragmentos para revelar lo que había debajo. Y lo que había debajo era una forma espectral, con cierta similitud a un Ferrus o Nudillo de Hierro, pero con líneas de color morado brillante demarcándole el cuerpo, particularmente una enorme en forma de S abarcando todo el torso de arriba abajo. Y al deshacerse su cara, debajo se reveló una con forma de casco con largos cuernos, inexplicablemente ocultos hasta ese preciso instante, sin ningún rasgo visible salvo por un par de puntos rojos brillantes como ojos, y unas líneas que daban forma de una nariz y cejas enrolladas. La voz con la que se reía cambió, volviéndose más profunda y espectral, porque al parecer eso era, una especie de espectro. Siguió con sus malignas carcajadas, hasta que la energía sagrada que Link le inyectó con ese ataque hizo su trabajo y comenzó a salir a través de él, hasta que lo hizo desaparecer en una explosión de luz y polvo de oscuridad. El héroe y la princesa se quedaron observando como las partículas desaparecían en humo negro al tocar el suelo, y se miraron uno al otro. Algo no estaba bien allí.
- Eso... eso no pudo ser así de fácil, ¿verdad? - dijo Link, teniendo un extraño presentimiento.
- No, no pudo serlo. - corroboró Zelda. - Link, tú también lo viste, ¿verdad? Cuando lo apuñalaste, la herida que le hiciste...
- No sangró ni nada, el disfraz que llevaba se le cayó por completo. - completó Link la frase. - Y lo que sea que hubiera debajo, ese no era el verdadero Ganondorf.
Ninguno de los dos estaba seguro del por qué, pero de algún modo, era como si supieran que de alguna manera el oponente o no había dado todo su esfuerzo para derrotarlos, o no era tan fuerte. Tal vez ninguno de los dos pudiese recordar sus enfrentamientos en sus vidas pasadas contra él, pero de algún modo, estaban seguros... no, podían SENTIR en su interior que el adversario contra el que pelearon tal vez ni siquiera intentaba derrotarlos, no se esforzó. ¿Pero por qué? ¿Si el objetivo de Ganondorf era derrotarlos a ellos dos de una vez por todas, por qué no peleó con todas sus fuerzas? A menos que, la única explicación posible era que... ese que habían derrotado no era el verdadero Ganondorf. Solo una copia falsa, un fantasma.
- ¡Link, Princesa!
Al darse la vuelta, los dos vieron llegar a Impa y Azael. La pareja Sheikah se había apresurado para ir a ayudarles, pero al parecer, eso ya no sería necesario, al no ver ya al adversario por ninguna parte, claramente lo habían derrotado. De ser ese el caso, ¿por qué no se veían como si acabasen de ganar una batalla?
- Impa, Azael, ¿cómo están los demás? - preguntó Zelda, una vez que salió de su trance y pudo volver a hablar.
- Tuvimos éxito. Logramos remover el control mental de las Gerudos, y no tuvimos que lastimar de gravedad a ninguna de ellas. - dijo Impa.
- ¿Qué hay de mis amigos, y el resto de nuestros compañeros? - preguntó Link.
- Se esparcieron por el perímetro para terminar con los remanentes. - dijo Azael. - En cualquier momento deberían terminar con ellos.
- Mientras tanto, la líder de las Gerudos, Nabooru, ya recuperó el sentido y solicita una audiencia. - agregó Impa.
- De acuerdo, iremos enseguida. Hay mucho que ella y yo tenemos de qué hablar. - dijo Zelda.
Siguiendo a los dos Sheikahs, el héroe y la princesa dejaron la sala del trono, todavía intercambiando miradas entre ellos. Incluso sin decirse ninguna palabra, los dos entendían perfectamente lo que estaban pensando. Ninguno de los dos quería creerlo, pero ambos lo sabían. Ese "Ganondorf" al que derrotaron no fue el verdadero. ¿Dónde estaba el verdadero, y por qué había dejado a ese fantasma en su lugar a vigilar la Fortaleza Gerudo? ¿Cuál era su plan?
Solo respondiendo a esas preguntas podrían por fin encontrar la manera de terminar con la guerra, pues hasta que él no desapareciera, su reino, y potencialmente el mundo entero, seguiría en riesgo.
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Un poco después...
Terminando de eliminar a los últimos remanentes de las fuerzas oscuras, los soldados Hyruleanos se dedicaron a ayudar a "limpiar el desorden". En cuanto la líder de las Gerudos se repusiera del todo de lo sucedido y se sintiera de humor para hablar, tendría lugar la audiencia solicitada. Otros, mientras tanto, aprovechaban la tranquilidad para recuperarse de sus heridas hasta que llegara ese momento.
Garrett había sido llevado por Aveil a una zona bastante... privada dentro de la fortaleza. Sintiéndose en deuda con él por haber recibido aquel hachazo por ella (por suerte para él, la armadura había podido evitar lo fatal del ataque e impedido que sufriera una herida seria), la Gerudo lo guio hasta el lugar que las miembros utilizaban como su sitio de recuperación y descanso cuando fuese necesario. Era una de las cavernas profundas, una de las pocas que había sido dejada prácticamente intacta, pues era mucho más útil en su estado natural por lo que había dentro de ella. Una especie de manantial subterráneo, pero no era agua apta para beber. Eran aguas termales, impregnadas con sales que tenían propiedades curativas, y eran excelentes para sanar heridas, como ahora lo estaba comprobando el gigantón de la legión de Link. Aunque al principio estuvo reacio a entrar (estaba demasiado caliente para su gusto), cuando finalmente accedió por insistencia de Aveil, ahora parecía que le costaría trabajo salir.
- ¿Y bien? ¿Ya cambiaste de opinión? - preguntó la Gerudo, sentada de espaldas contra la pared, y luchando contra un extraño impulso de querer mirar hacia el lugar donde estaba él.
- Lo admito, me equivoqué. - replicó el muchacho. - Esto realmente funciona.
Y para comprobarlo, se tocó en la espalda en el lugar donde había recibido el hachazo. Lo que fuera que hubiera en esas termas, realmente funcionaba. El dolor se había ido por completo, y la cicatriz, aunque tardaría en desaparecer, eventualmente lo haría.
- ¿Tú y las tuyas no han pensado en compartir esto con los demás fuera del reino? - preguntó Garrett.
- Algunas lo han considerado, aunque otras todavía están algo escépticas. - dijo Aveil. - Esta es uno de las pocas cosas que demuestran que incluso en este desierto hay algo más que solo muerte y desolación. Pero no muchos se atreven a ver más allá de lo que hay a simple vista.
- Esperemos que eso cambie. - dijo Garrett. - Ya para este momento deben estar listos para la audiencia entre nuestra princesa y tu líder, ¿deberíamos ir?
- Supongo que sí, si ya te sientes mejor.
Garrett tomó esto como su señal para salir de las termas. Aveil afortunadamente había llevado con ella una larga tela para que pudiera secarse, y habiendo hecho esto, se dispuso a vestirse de nuevo. Aveil, que hasta ese momento había estado tratando de resistirse al impulso de echar un vistazo, miró por un lado de su ojo los Guantes de Poder, que los había dejado tirados bastante más lejos que el resto de su armadura. Para ahorrarle el esfuerzo de tener que ir por ellos, los recogió ella misma y se dispuso a ir a entregárselos, estimando que tal vez ya estaría listo. Desafortunadamente (o tal vez no, dependiendo de cómo lo viera), Garrett únicamente se había puesto sus pantalones y las botas, estas últimas todavía ajustándoselas. Sus brazos y torso todavía estaban al descubierto, pues no se había puesto la cota de malla y el peto de su armadura todavía, así que la guerrera Gerudo tuvo una buena vista de esos grandes y bien formados músculos, quedándose paralizada por un segundo para admirarlos.
- ¿Qué? - le preguntó al verla frente a él.
- Venía... a entregarte esto. - dijo, extendiéndole sus pesados guantes, y desviando un poco la mirada para disimular su sonrojo.
- Ah, gracias. - dijo, al parecer sin notar los nervios. Agarró los guantes, pero tendría que ponérselos al último de todos modos por su tamaño.
Aveil no supo por qué exactamente se quedó mirando a Garrett, pero por dentro, tuvo que admitir que ciertamente le gustó lo que vio. Las Gerudos, al ser una tribu con una sociedad enteramente femenina, tenían muy poco contacto con el sexo opuesto, casi nulo, en el caso de las más jóvenes, excepto en los momento que llegaba la hora de elegir a sus... "compañeros de concepción", que era el término más ligero para llamarlos. Cada una de ellas tenía su particular criterio para elegirlos. En el caso de Aveil... a ella le gustaban los hombres fuertes. Pero no solo físicamente, sino de carácter. Garrett no hablaba mucho, y fuera de batalla era bastante apacible. Pero cuando llegaba el momento de afrontar al enemigo, su verdadera fuerza salía a relucir. Los guantes de poder no eran más que un instrumento simbólico de esa fuerza, porque en realidad, ya estaba allí. Si tan solo no fuera cinco años más joven que ella...
- Ya es hora. - dijo Garrett, una vez que volvió a ponerse toda su armadura. - Es mejor que vayamos de una vez.
- Sí... por supuesto. - dijo Aveil, disimulando su desconcierto.
Los dos se dispusieron a salir de la caverna, y volver al exterior de la fortaleza. De no ser por la importancia de dicha audiencia, Aveil no hubiese podido apartar sus pensamientos de lo que acababa de ver, o específicamente, de Garrett. Ya tal vez habría tiempo suficiente para... discutir ese asunto cuando las cosas estuvieran calmadas. Las Gerudos sobrevivientes se habían congregado en la zona central de la fortaleza. Afortunadamente, para cuando llegaron ninguno de los dos se había perdido gran cosa.
La audiencia entre Nabooru y la Princesa Zelda estaba alcanzando ahora su punto culminante, con la regente preguntando a la líder de las Gerudos acerca de todo lo que había sucedido. Por doloroso y humillante que fuese, la descendiente de la antigua Sabia del Espíritu sabía que no podía omitir ningún detalle, inclusive aquellos que le resultaron más bochornosos, como el haber sido exhibida públicamente por Ganondorf y controlada para hacer su voluntad.
- Estuve consciente de todo lo que sucedió durante el tiempo. - aseguró la mujer. - Lo sabía, sabía que me estaba controlando, pero no podía hacer nada para impedirlo, mi cuerpo se movía por sí solo en contra de mi voluntad. Me siento muy apenada por todos los problemas que les causé, en verdad lo lamento.
- No hay por qué disculparte, Lady Nabooru. - aseguró Zelda. - Lo más importante ahora es que nos digas todo lo que sabes sobre Ganondorf, cualquier cosa que pueda ayudarnos a derrotarlo.
- Algo que haya dicho, tal vez alguna pista sobre sus planes, que nos diga dónde puede estar ahora. - preguntó Link.
- Como es de esperarse, lo único de lo que hablaba, era de sus planes de recuperar la Trifuerza. - dijo Nabooru. - Según nuestros registros históricos, solamente consiguió obtener el fragmento del Poder, y nunca fue capaz de obtener los otros dos, que quedaron en manos del Héroe Legendario y la Princesa del Destino.
Los dos, ante estas palabras se miraron los dorsos de sus manos, y los fragmentos respondieron a sus pensamientos, resplandeciendo por unos momentos. Tenía sentido, pues ese siempre había sido su objetivo desde los tiempos antiguos, obtener el poder de las Diosas para él. La princesa pensó en esto por un momento, y juntando las piezas, comenzó a formar una teoría.
- En la última batalla, antes de derrotarlo, la anterior encarnación del Héroe Legendario consiguió arrebatarle su fragmento de la Trifuerza a Ganondorf. - dijo Zelda. - Después dividieron su espíritu en cuatro partes y estos fueron arrojadas a través del tiempo y el espacio para que nunca más regresaran. Excepto por una, que estaba siendo aprisionada por la Espada Maestra.
- Sí, pero todavía no he podido devolverla a su pedestal. - dijo Link. - Todavía quedaban remanentes de las fuerzas oscuras de Cya, así que... espera, ¿estás diciendo que el fragmento que tenía aprisionado ya se liberó? ¿Es decir que...?
- Link, antes de que empieces a culparte, escúchame. - dijo Zelda. - La barrera sagrada que protegía el templo donde descansaba la Espada Maestra no hubiese caído por sí sola, al menos no tan pronto. La única manera en que ese espíritu podría haberse liberado, era de haber estado en proximidad con los otros tres.
- Pero eso no podría haber sido posible... a menos que...
Link se detuvo para pensar un momento en los sucesos durante la guerra contra Cya. Tres portales en el tiempo. Tres épocas en el pasado. Tres fragmentos del espíritu de Ganondorf. Lana dijo que algo, o alguien maligno, trató de manipular a Cya para que iniciara todo ese caos al que tuvieron que enfrentarse en los últimos meses. Ahora todo comenzaba a tener sentido. Si ese alguien había sido Ganondorf, si él había estado detrás de su corrupción y todos los eventos que siguieron después, todo encajaría perfectamente.
- Cya. - murmuró Link.
- No me cabe duda. - dijo Zelda, pensando exactamente lo mismo. - Cuando abrió esos portales al pasado, Cya debe haber roto los sellos de los tres fragmentos del espíritu de Ganondorf, y es probable que los haya traído al presente para reunirlos.
- Perdónenme, ¿quién es Cya? - preguntó Nabooru.
- Así se llamaba la hechicera que inició la guerra, a la que nos estuvimos enfrentando los últimos meses. - respondió Zelda. - Es complicado de explicar, pero bastaría con decir que ella fue solo un instrumento de Ganondorf para recuperar su poder. El primer paso lógico, sería obviamente recuperar su fragmento de la Trifuerza, evidentemente no fue capaz de quitárselo a Cya mientras ella lo tenía
- Pero ahora que Cya se ha ido, ese fragmento ahora lo tiene Lana, ella se quedó con él cuando...
La realización golpeó a los dos jóvenes en la cabeza como un relámpago, cuando por fin entendieron todo. El plan de Ganondorf se les hizo claro. En cuanto los dos supieron de él, su reacción natural fue por supuesto venir al Desierto Gerudo para derrotarlo, solo para encontrarse con que su adversario no era más que un fantasma, un muñeco colocado para distraerlos. ¿Qué tal si ese había sido su propósito todo ese tiempo? Él se dirigía a su verdadero objetivo, mientras ellos tenían su atención centrada en otro lugar.
- No... caímos directo en su trampa. - dijo Link.
- ¿Trampa? - preguntó Nabooru.
- Ganondorf solo quería desviar nuestra atención, hizo que viniéramos aquí para ayudarlas a ustedes intencionalmente, porque él tenía algo más que hacer. - dijo Zelda. - Nuestra amiga, Lana, se quedó resguardando el fragmento del Poder, y si ella lo tiene ahora, Ganondorf irá por él.
- ¿Por qué no me sorprende? - dijo Nabooru, con voz de resignación. - Como lo imaginé, solo nos quería utilizar como un montón de piezas desechables en su juego para recuperar su poder. Pero si lo que dicen es verdad, su amiga ahora está en peligro. Debemos acudir en su ayuda
- Lana se quedó en el Valle de los Videntes. - dijo Zelda. - Si nos apresuramos, tal vez yendo a caballo podríamos llegar a tiempo.
- No se diga más. - dijo Nabooru. - Aveil, que vayan a las caballerizas y les den a la princesa y a sus tropas nuestras mejores monturas.
- Sí, milady. - replicó Aveil, saliendo a toda prisa de la habitación, seguida de todas las demás guardias. Nabooru se quedó con Zelda, y la miró con algo de vergüenza.
- Nos gustaría poder hacer más, pero después de lo sucedido, no estamos en condiciones de soportar otra batalla. - dijo la líder Gerudo.
- Apreciamos enormemente la ayuda, Lady Nabooru. - dijo Zelda. - Ya es suficiente con lo que Ganondorf les hizo, no podemos permitir que ustedes sigan sufriendo más por su culpa. Lo que me recuerda...
Zelda extrajo el Medallón del Espíritu que Aveil le entregó como prueba de su mensaje cuando llegó al castillo. Era tiempo de retornarlo a su legítima portadora, y de hecho, Zelda pensaba ir más allá de solo eso, pues no se le había olvidado la promesa que se había hecho a sí misma de continuar ese tratado que sus padres dejaron inconcluso a raíz de su fallecimiento.
- Lady Nabooru, líder de las Gerudos y descendiente de la antigua Sabia del Espíritu. Mis padres, que en paz descansen, deseaban terminar de una vez con las hostilidades entre nuestros pueblos y deseaban mover nuestro pacto de no agresión a una alianza completa. - dijo Zelda. - Sé que no podré hacerlo efectivo hasta haber sido coronada como reina de Hyrule legítimamente, pero has de saber que quiero honrar sus deseos, y ofrecerte a ti y a las tuyas un lugar dentro de nuestro reino cuando haya terminado este conflicto.
- Princesa Zelda...
- Ya es tiempo de que la historia de sangre quede atrás, y que las injusticias cometidas por Ganondorf en el pasado dejen de etiquetarlas a todas ustedes. - continuó. - Nuestros pueblos han estado enemistados por demasiado tiempo, y ya es suficiente castigo. Es hora de que avancemos hacia una nueva era, de paz.
Sin duda, esta declaración tomó por sorpresa tanto a Nabooru como al resto de las Gerudos. A pesar de la situación actual, la princesa se tomaba un momento para demostrar su compasión.
- Estaremos eternamente en una deuda de gratitud contigo, Princesa Zelda. Eres una digna sucesora de tus antepasadas. - dijo Nabooru. - Aunque por ahora no podamos ayudarles a combatir, rezaremos por su éxito y les proveeremos de toda los recursos que estén a nuestro alcance.
Apreciando la ayuda, Zelda ordenó a todas las manos disponibles que se prepararan para partir. Su prioridad ahora era llegar a tiempo para auxiliar a su aliada. Zelda no estaba segura de que pudiesen ganarle de mano a Ganondorf, pues por lo que sabían podría haberse ido días antes, pero confiaba en que Lana podría resistir hasta que ellos llegaran. Su próxima parada ya estaba decidida.
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Valle de los Videntes...
Todavía en ruinas por haber sido el bastión de Cya durante el conflicto, las nubes de oscuridad que se cernían sobre el Valle de los Videntes, y concretamente encima del Templo de las Almas finalmente se habían disipado por completo. La tierra árida y las plantas secas y muertas alrededor todavía permanecían prácticamente intactas, pero algunos pequeños brotes de vida comenzaban a germinar de nuevo, dando una esperanza de que volviese a ser verde y vibrante, como lo había sido en otros tiempos que ahora parecían muy lejanos.
Pero ahora, una sombra maligna volvía a cernirse sobre el valle, solo que esta vez no provenía de él. En lugar de eso, esta sombra iba marchando en esa dirección, lenta y pacientemente, pues pronto estaría muy cerca de recuperar lo que le fue arrebatado y le pertenecía por derecho. En el lugar desde el cual hacía muy poco tiempo marchaban legiones de criaturas oscuras y abominaciones para servir a su ahora desaparecida ama, ahora legiones similares marchaban hacia ese lugar, bajo el estandarte de un nuevo, más poderoso y más maligno amo.
Sobre la colina de entrada al valle, Ganondorf, acompañado por Grahim y Zant, observaba de pie con los brazos cruzados como sus legiones descendían para flanquear el por ahora despejado espacio que rodeaba al Templo de las Almas. Desde donde estaba, podía ver con claridad que la "nueva" residente del templo no se había deshecho de las defensas que lo protegían, sino que simplemente las "modificó" para ajustarlas a sus preferencias personales. El Templo en sí mismo era un reflejo del estado emocional de su dueña, donde antes había caos al estar bajo el dominio de Cya, ahora se veía perfectamente en orden, bajo el dominio de Lana. Abajo, las legiones de tropas estaban preparándose solo para el momento en que su amo les diera la señal para actuar.
- Mi señor... ¿está seguro de que no necesita de nuestra intervención? - dijo el señor de los demonios.
- Si es cierto lo que dijo, esa mocosa todavía puede representar un problema para nosotros. - dijo a su vez el rey usurpador del Crepúsculo. - Por favor, permítanos encargarnos de ella.
- Paciencia, mis lacayos. - dijo Ganondorf. - Puede que ella piense que está protegida detrás de esa barrera, pero su refugio es su prisión. Está atrincherada dentro de su templo, no podrá ir a ninguna parte. En este momento es una presa fácil... pues ninguno de sus amigos estará aquí para rescatarla.
Ese era precisamente el punto clave de su plan. Por sí sola, pese a sus habilidades y poderes, Lana no representaba una amenaza real para él. Pero si tuviese la ayuda de sus aliados, especialmente del Héroe Legendario y la Princesa del Destino... eso podría dificultarle las cosas para recuperar su fragmento de la Trifuerza. Ese fue el otro motivo de haber dejado a su fantasma y a las Gerudos con el cerebro lavado controlando todo en la Fortaleza Gerudo. Para cuando se dieran cuenta (si es que llegaban a darse cuenta), ya sería demasiado tarde para ellos. No podrían llegar hasta ella para auxiliarla.
- Muy bien, mis sirvientes... ¡COMIENCEN AHORA!
Dicho esto, las abominaciones que rodeaban el templo inmediatamente se lanzaron como una masa devoradora que inundó todo el valle en cuestión de segundos. O eso pareció por un momento, pues al pararse en ciertos puntos, se activaban círculos mágicos que inmovilizaban a los que estaban cerca, y activaban diferentes efectos. Algunos generaban ataques elementales como rayos y fuego, con gran potencia, lo suficiente para matarlos o por lo menos herirlos de gravedad para incapacitarlos. Otros eran como minas terrestres, causando explosiones de energía sagrada que consumían a los que tuviesen en su radio de acción, y unos cuantos inclusive activaban vórtices que succionaban a los más débiles y pequeños a otra dimensión.
- La niña es astuta. - comentó Ganondorf. - A pesar de haberse quedado sola, fortificó las defensas alrededor de su fortaleza.
Y efectivamente, las legiones malvadas seguían cayendo ante las trampas que había colocado por todo el valle, pero esto solo servía para retrasar su avance, y cuando los que iban al frente caían, los que venían por detrás seguían adelante, acercándose cada vez más hacia el Templo de las Almas. Lenta pero segura, la marcha de las legiones malignas llenaba los alrededores, a fuerza de pasar por encima de los cadáveres de sus compañeros caídos o utilizarlos como escudos para protegerse de las trampas al activarlas. En cuestión de un par de horas, las hordas habían llegado a la meseta donde se erigía el templo de las almas, que de nuevo estaba protegido por una barrera de energía, pero esta vez era sagrada en lugar de oscura. Los que iban al frente se lanzaron estúpidamente contra ella, y el resultado fue que terminaron siendo desintegrados al tratar de atravesarla. Ganondorf se percató de esto y tuvo que ordenarles que se detuvieran para evitar seguir perdiendo el tiempo, aunque le sirviera de un poco de humor ver que se lanzaran a suicidarse de esa manera.
- ¿Mi señor? - preguntaron al unísono los dos secuaces.
- Tal parece que ustedes dos sí tendrán que intervenir después de todo. - declaró Ganondorf. - Vayan allá abajo, y encárguense de lo que haga falta.
Ambos sonrieron malignamente, y desaparecieron, Grahim en un estallido de diamantes, y Zant creando en el suelo un círculo mágico con líneas crepusculares. Segundos después reaparecieron abajo en el valle y se dirigieron en medio de sus legiones hacia la meseta del Templo de las Almas. Mientras los secuaces menores se quedaban a la espera, el usurpador y el demonio se quedaron parados frente a la barrera, evaluándola antes de decidir qué hacer. Lo primero, naturalmente era evaluar qué tan poderosa era realmente. Grahim dio el paso al frente primero, haciendo aparecer flotando frente a él cinco de sus cuchillos arrojadizos, pero antes que nada imbuyéndolos con algo de su poder para reforzarlos y con un movimiento de la mano los lanzó hacia la barrera sagrada. El resultado fue predecible: los cinco se desintegraron al hacer contacto. Zant sonrió, como si se lo esperase, y decidió "mostrarle cómo se hacía" personalmente. Aun así, su esfuerzo no tuvo mejor efecto: arrojó unas bolas de energía que igual que los cuchillos de Grahim solo se disiparon al contacto. La barrera ni siquiera fluctuó ni nada, se mantuvo endeble.
Grahim también sonrió con satisfacción al ver que el intento de Zant también falló, pero sabiendo que no podían perder el tiempo (y que Ganondorf los estaba observando), decidió proponerle que unieran sus fuerzas, por mucho que le asqueara dicha idea. El señor de los demonios materializó más cuchillos, y esta vez Zant también les imbuyó un poco de su poder en adición al de Grahim para un impulso adicional. Hecho esto, los arrojó y el resultado fue ligeramente mejor: unas pequeñas grietas en la barrera, pero estas se regeneraron en cuestión de segundos. Irritados, pero poco desmotivados por esto, los dos continuaron presionando su ataque combinado contra la barrera, determinados a derribarla.
Desde la colina, Ganondorf se quedó observando como sus dos lacayos se esforzaban por tratar de echar abajo la protección del templo. Aunque parecían estar progresando, sintió que estaban tardando demasiado, y por mucho que le gustaría saborear la emoción de la cacería un poco, sabía que darle a la presa demasiada oportunidad podría hacer que terminara por escapar, y eso no le convenía. Lo mejor era intervenir personalmente de una vez. Con esto en mente, se hizo levitar a sí mismo, y flotó en dirección hacia la meseta donde Zant y Grahim continuaban haciendo su ataque combinado intentando destruir la barrera protectora. Ganondorf aterrizó dando un puñetazo con fuerza en el suelo, haciendo retumbar toda la zona, y con la evidente intención de llamar la atención de sus dos lacayos. Por supuesto, al percatarse de la presencia de su señor, los dos inmediatamente cesaron sus ataques.
- ¿Mi señor? - dijo Grahim.
- No tiene por qué molestarse, nosotros podemos...
- Quédense atrás, ahora. - les dijo, mientras juntaba las manos y concentraba una esfera de energía oscura entre ellas. - ¡RAAAAAAAAAAAARRRRRGHHH!
Al alcanzar el tamaño suficiente, la energía que tenía comprimida en los brazos salió disparada en forma de un poderoso rayo que salió disparado hacia la barrera protectora. El resultado esta vez fue diferente: las grietas aparecieron igual que con los ataques combinados de Grahim y Zant, pero no pudieron regenerarse a tiempo, sino que empezaron a extenderse más y más, propagándose sin poder frenar la energía oscura. Cada vez haciéndose más grandes, fragmentos de energía sagrada comenzaron a desprenderse de la barrera, y se disolvían en el aire. Zant y Grahim se tomaron un tiempo hasta para observar como los fragmentos se extinguían en el aire, hasta les parecía de cierta manera un hermoso espectáculo. En cuestión de solo unos minutos, la otrora aparentemente impenetrable defensa del Templo de las Almas había sido literalmente borrada de la existencia, exponiendo por completo el edificio.
Ganondorf sonrió con satisfacción. No que eso realmente le tomara un gran esfuerzo, pero igualmente, cualquier oponente que fuese capaz aunque fuera un poco de retrasar sus avances era digno de un esfuerzo. Si tuviera su fragmento de la Trifuerza, podría haber hecho lo mismo con un solo dedo, y ya era tiempo de recuperarlo. Y hablando de eso...
- Miren quién finalmente decidió salir a saludarnos. - dijo al ver que se acercaba una figura solitaria hacia ellos.
Sin tener sentido alguno seguir escondida, Lana finalmente había decidido salir a encarar a los invasores. Su expresión era totalmente seria, no denotaba ira, enojo, miedo ni nada de eso. Simplemente, era una especie de resignación por el hecho de que sabía que tarde o temprano ese encuentro iba a darse y ya no podía seguir posponiéndolo más. La joven hechicera cargaba su libro de hechizos en una mano, y la Vara Deku en la otra, claramente venía apresta para el inevitable combate. Zant fue el primero en reconocerla, pues todavía recordaba haberla visto durante su enfrentamiento en la época del Crepúsculo, pero Ganondorf lo detuvo cuando este quiso hacer un ademán de ir a atacarla. El usurpador inmediatamente se calmó, al ver que su señor quería tratar con ella personalmente. Por mucho que ansiara una venganza, la regla de oro era siempre plegarse a los deseos de su amo pasara lo que pasara. Grahim, por su parte, miró a la recién llegada con mucho interés, mientras el antiguo rey Gerudo avanzaba hacia ella.
- No puedo decir que me guste lo que hiciste con el lugar. - dijo Ganondorf, mirando a su alrededor. Efectivamente, Lana se había esforzado por eliminar los... rastros que había dejado Cya en la edificación, al convertirlo en su santuario obsesivo.
- No me sorprende. Sin duda antes sería más acogedor para un señor de las tinieblas como tú. - replicó la hechicera, sin temblar ni un poco al hablar.
- Aplaudo tus esfuerzos. Haber fortificado tus defensas en el valle fue un movimiento inteligente... aunque al final inútil.
Ganondorf se quedó viendo a la joven que tenía frente a él. Tan diferente, y a la vez tan parecida a Cya. Tal vez por su piel clara tenía un aspecto más parecido al de la Guardiana del Tiempo cuando la tentó por primera vez para que hiciera su voluntad y corromperla. Desafortunadamente, al apoderarse la oscuridad de su cuerpo no pudo eliminar por completo a la luz, y esa parte buena eventualmente se materializó en Lana. Ya era tiempo de extinguir esa luz, como debió haberlo hecho en primer lugar.
- No puedes detenerme, y lo sabes. - declaró el maligno rey. - Tú tienes algo que me pertenece por derecho, y es tiempo de que me lo devuelvas. Las cosas serán más fáciles si solo me lo entregas, así solo tendré que darte una muerte rápida y sin sufrimiento.
- Haz lo peor que puedas. - dijo Lana. - No pienso entregarte nada, e incluso si me matas, ¿crees que podrás recuperar ese fragmento de la Trifuerza sin mi ayuda?
- Niña tonta, ¿crees que te estoy dando a elegir? - se tronó los nudillos y alzó su puño de manera amenazante. - La Trifuerza no es un juguete, una niña como tú no tiene idea alguna ni derecho alguno a utilizar su poder. Pero por supuesto, si Cya no fue lo suficientemente inteligente para aprender a utilizar mi fragmento, ¿por qué debería esperar que tú lo fueras?
- El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente. - replicó Lana. - Entiendo perfectamente que ese poder no es mío para utilizarlo, pero puedo al menos impedir que vuelva a caer en manos equivocadas. Manos como las tuyas.
- Qué persistente, ¿acaso piensas que tienes una oportunidad contra mí? ¿Contra el gran Ganondorf, el todopoderoso rey maligno? ¡Si ni siquiera ese molesto héroe y su princesa han podido derrotarme, todo lo que han hecho es hacerme más fuerte y acrecentar más y más mi deseo de venganza!
- ¿Por qué no me pones a prueba? - lo desafió, poniéndose en guardia.
Para Ganondorf, era irritante cuando oponentes que de ninguna manera estaban a su altura, que eran insectos insignificantes comparados con él, todavía se creían capaces de plantarle cara y se atrevían a hablarle de frente. Eso era una falta de respeto, por él y por su gran poder. La única manera de tratar con ellos sería darles una lección y dejar claro ese punto. Con esto en mente y sin rodeos, concentró energía en su puño, y corrió hacia ella, listo para dejar caer un golpe de martillo sobre ella para aplastarle su cráneo y todo lo demás... o eso creyó.
¡SLAM! ¡CRAAAAAAASSSHH! Ganondorf apenas pudo darse cuenta de lo que había pasado un segundo después, ya que cuando dio el puñetazo, "Lana" ni siquiera se movió para esquivar el golpe, esta la atravesó limpiamente. Y al decir que la "atravesó" fue exactamente lo que pasó: la atravesó como si no estuviera allí y todo lo que hizo Ganondorf fue destrozar el suelo debajo de ella provocando un fuerte terremoto y dejando un profundo boquete en ese lugar
- ¡Es solo una ilusión! ¡Es falsa! - exclamó Zant.
- ¡Creo que nuestro señor ya se dio cuenta de lo obvio, grandísimo imbécil! - agregó Grahim, en un intento de disimular su indignación.
La ilusión todavía se mantuvo unos pocos segundos más, el tiempo suficiente como para sonreírles de manera burlona, antes de disiparse por completo en unos pequeños destellos de luz. Ganondorf sintió que su sangre comenzaba a hervir. Si había algo que detestaba más que a los enemigos que se atrevían a desafiarlo, eran a los que se burlaban de él.
- Maldita mocosa... ¡ENCUÉNTRENLA! ¡REGISTREN TODO EL MALDITO TEMPLO Y DESTRUYAN HASTA EL ÚLTIMO BLOQUE DE PIEDRA SI ES NECESARIO! - ordenó Ganondorf con furia.
Grahim y Zant no perdieron el tiempo, y seguidos por las hordas malignas inmediatamente se adentraron en la edificación. Los dos secuaces, al igual que las criaturas oscuras que rápidamente inundaron el Templo de las Almas se dieron rienda suelta de destrozar todo a su paso, en busca de Lana. Por lo visto Lana, a pesar de ser la parte "buena" de Cya, resultó ser tan astuta o más que ella, pues al parecer no era lo suficientemente tonta como para desafiarlo de frente, y una vez que sus defensas fueran inevitablemente franqueadas, dejar una distracción (igual como lo hizo él para sus enemigos) era una táctica muy sensata. Pero no era más que un retraso de lo inevitable. Ahora, tendría que hacerla sufrir más, mucho más
Sin que ninguno de ellos lo supiera, la hechicera, con apenas un par de horas de anticipación, pudo percibir las presencias malignas que se acercaban al valle. Temiendo lo peor, reparó mediante magia el oráculo de Cya, y lo utilizó para ver el exterior. Cuál sería su horror al ver que sus peores temores habían sido confirmados: hordas de criaturas oscuras venían hacia su templo, y dirigiéndolos, estaban Grahim y Zant, los sirvientes del malvado tirano en otras épocas, pero sobre todo, el hombre en persona, aquel cuyo nombre era temido y odiado por todos, Ganondorf, sin duda vendría por ella, para reclamar su fragmento de la Trifuerza, pero la pregunta era, ¿cómo había podido regresar a la vida? El oráculo le mostró todo: el haber abierto los portales al pasado pronto tuvo su verdadera razón de ser, más allá de solo seguir trayendo a esas abominaciones al presente para causar problemas. Esa voz, que manipuló a la Guardiana del Tiempo, que con sus palabras la convenció de dejarse corromper por la oscuridad, bajo las falsas promesas de cumplirle sus deseos prohibidos, era Ganondorf. Cya se dejó manipular, y sin tener idea lo que realmente estaba haciendo, rompió los sellos que tenían aprisionados los fragmentos del espíritu del rey maligno y los reunió en su interior, donde permaneció hasta recuperar suficiente fuerza para regenerar su propio cuerpo físico. Y Link, al haber retirado la Espada Maestra, había dejado salir al último de ellos, y estando todos en el mismo período temporal, en relativa proximidad... claramente, su plan había dado resultado
En aquel momento, se había ocultado en bajo un encantamiento ilusorio, muy similar al que utilizó Wizzro contra ella en la ocasión que trató de suplantarla y engañar a los demás, y empleó para encerrarla. Lamentablemente, no pudo salir del valle a tiempo antes de que las legiones de Ganondorf cortaran todas las salidas, y debido a la medida de seguridad que colocó, en las cuatro esquinas del valle para una barrera anti-hechizos de teletransportación, tampoco podía emplear esa vía rápida para escapar (y de verdad le irritó mucho ver que sus adversarios de algún modo no se vieron afectados por dicha protección). Así, tenía que salir de los límites del valle para poder escapar, pero el problema era que tendría que romper el encantamiento ilusorio donde estaba oculta y empezar a correr abriéndose paso entre las hordas enemigas.
- Ya deben estar en el templo. - se dijo a sí misma. - Con suerte, estarán el tiempo suficiente para salir del valle.
En algo tenía razón Ganondorf, Lana era plenamente consciente de que de ningún modo podría enfrentarse directamente a él, y por el enfrentamiento que tuvo con Zant en el pasado (en el cual tuvo ayuda de sus otros amigos), no iba a arriesgarse con él y con Grahim tampoco. Detestaba tener que hacer eso, pero si quería derrotarlos... la única opción ahora era una retirada estratégica. Quedarse y pelear sería solo un sacrificio vacío, pues entonces no quedaría nadie que custodiara la dimensión de bolsillo donde encerró el fragmento (que prudentemente había decidido llevar consigo antes de salir), y por más que odiara tener que arrastrar a Link, la princesa Zelda y a los demás a esto... sabía que necesitaría la ayuda de ellos para poder derrotarlo. Tomando un profundo respiro, la joven chasqueó los dedos y rompió el encantamiento, preparándose para correr hacia los límites del valle para poder escapar.
Por desgracia para ella, no pasaría mucho antes de que Ganondorf advirtiera su presencia, y su ruta de escape se viera cortada. El rey maligno percibió el lugar donde estaba, y no le tomaría más de unos minutos llegar hasta ella. La pequeña bribona pagaría con su vida, y con el fragmento de la Trifuerza.
Esta historia continuará...
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