Capítulo 17: Eclipse de la luna Parte I
"Comienza la batalla. Con el valor y la determinación renovados completamente, el héroe legendario lidera a las fuerzas aliadas hacia su segunda incursión en el Valle de los Videntes. Link solo tiene en su mente un objetivo fijo, derrotar a Cya. Con sus amigos detrás de él para apoyarlo, el héroe legendario está decidido a ponerle fin a esta guerra de una vez por todas.
Pero la hechicera oscura no piensa caer sin pelear. Aun a riesgo de su propia existencia, Cya todavía intenta hacer un esfuerzo fortaleciendo a sus legiones con su propia fuerza vital, en un último y desesperado intento por conseguir lo que desea, negándose a aceptar que ya no tiene posibilidades de triunfo, y aferrándose a un imposible y trágico sueño.
Mientras las fuerzas aliadas luchan por tomar el control del valle, dentro del Templo de las Almas la hechicera oscura tiene que enfrentarse a otra enemiga. Su rival en el amor, la Princesa Zelda, se rehúsa a someterse como una prisionera, y sin que la hechicera lo sepa, está planeando dificultarle todavía más las cosas..."
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Interior del Templo de las Almas...
Desde la seguridad de sus aposentos, Cya observaba a través de su oráculo como las fuerzas aliadas comenzaban a ocupar los terrenos del valle alrededor del templo. Aunque no podrían entrar hasta que hubiesen capturado los tres santuarios que resguardaban los pilares generadores de la barrera protectora, como Lana estaba con ellos sin duda que sería solo cuestión de tiempo para que lo lograran. Ahora su ventaja numérica había desaparecido, pues con los Gorons y Zoras agregados a la ecuación, las fuerzas aliadas ahora contaban con una abrumadora superioridad táctica. Hasta ese momento, las otras dos razas habían permanecido al margen del conflicto, pero Darunia y Ruto pudieron convencer a los suyos de tomar partido y unirse a su causa. Fue un movimiento inteligente, y Cya tuvo que admitir que fue descuidada por no considerar esta posibilidad.
- Maldición... pero no pienso darme por vencida. El héroe legendario, la Trifuerza, el reino de Hyrule... todo está muy cerca de ser mío. Veré realizado mi deseo, aunque sea lo último que haga. - se repetía tratando (sin mucho éxito) de mantener la calma.
En este punto, la hechicera achacaba su actual situación a la suerte de sus adversarios, sin querer reconocer que se había metido con poderes más allá de su comprensión y que había demasiado que ignoraba. Simplemente, por haber saltado a la primera oportunidad de ver realizados sus deseos prohibidos, no se detuvo a evaluar las consecuencias, o más bien, simplemente no le importaron en lo más mínimo. Se suponía que todo sería sencillo: haría despertar al héroe legendario, eliminaría a la princesa para liberarlo de esa atadura, y entonces la Trifuerza y el amor del héroe serían solo para ella. Sí, en teoría sería sencillo, pero no consideró todas las implicaciones. No se detuvo a imaginarse quién era ese "misterioso benefactor" que le ofreció su "ayuda", sin considerar en lo más mínimo que ella era solo un peón en su juego. Tampoco consideró que Link iba a resistirse activamente al amor que ella le profesaba, convenciéndose a sí misma de que sin Zelda de por medio, él eventualmente la aceptaría. Y lo peor de todo, aun teniendo capturada a su peor enemiga, esta no actuaba como una prisionera. No se sometía ante ella, seguía dispuesta a seguir peleando, sin permitir que Cya quebrantase su espíritu.
- ¿Por qué? ¡No se suponía que fuese de este modo! - se decía, a medida que su cordura y raciocinio la abandonaban cada vez más, incluso después de breves lapsos en que parecían regresar a ella.
Con todo y tener la Trifuerza del Poder en su mano, Cya estaba totalmente acorralada, ya no tenía idea de qué se suponía que debiera hacer. De hecho, aunque en realidad no quisiera admitirlo, nunca tuvo en realidad la más remota idea, simplemente actuó en sus impulsos sin importarle las consecuencias. Ahora estaba totalmente sitiada, atrapada dentro de su fortaleza, sin poder hacer otra cosa que retrasar lo inevitable.
- Al menos, las cosas ya no pueden empeorar.
Ese parecía ser el único consuelo que tenía. Pero justo en ese instante, percibió algo que le hizo darse cuenta de que estaba equivocada. MUY equivocada. Ese breve instante de calma se esfumó tan rápido como llegó. La hechicera inmediatamente echó a correr, no, a VOLAR, hacia donde estaba la prisión de cristal donde tenía encerrada a su odiada enemiga. Podía sentirlo, estaba utilizando sus poderes.
Al llegar se halló con la princesa estaba de pie, con los ojos cerrados, y recitando una especie de cántico. Alrededor de ella irradiaba un aura luminosa de color dorado, el fragmento de la Trifuerza en su mano resonaba con fuerza, y entre sus dedos sujetaba un pequeño objeto plateado y delgado que Cya no reconoció a primera vista. ¿Qué era eso? O más apropiadamente, ¿qué planeaba hacer con él?
Su respuesta vino apenas unos segundos después, Zelda abrió los ojos, y se puso en posición como si fuese a dar una estocada. Pero ese diminuto objeto que tenía en su mano no podía ser un arma... ¿o sí? La energía que Zelda había irradiado se concentró alrededor de la pequeña varilla o lo que fuese que tenía en la mano, y Zelda dio un violento golpe hacia el frente, disparando todo el poder en un delgado y concentrado ataque, directo hacia la pared exterior. Por supuesto, esta absorbió toda la energía, su esfuerzo había sido inútil. La hechicera vio con satisfacción como su detestada enemiga se alarmó al verla.
- Creo que debí registrarte más minuciosamente. - dijo Cya. - No imaginé que todavía tuvieses un arma escondida contigo.
Zelda no le respondió, simplemente se puso en posición defensiva, como si quisiera proteger el pequeño objeto. Cya entonces pudo verlo con más claridad, no era un arma en realidad, solo era una batuta musical. Una fina pieza de artesanía ahora que podía apreciarla, pero aparte de ese evidente poder mágico que exhibió, ¿qué valor podía tener para que Zelda lo cargara consigo?
- Pero no importa, esto no cambia nada. - prosiguió. - No importa lo que intentes, no podrás escapar de aquí.
En respuesta, Zelda simplemente volvió a cerrar los ojos y a pronunciar el mismo cántico. Repitiendo la acción, volvió a atacar la pared exterior de su prisión de la misma manera que antes, con el mismo resultado. Cya casi quería reírse de la aparente estupidez de la princesa ante la inutilidad de sus acciones. Pero después de unos dos o tres intentos más, fue que se percató de algo. Los ataques de Zelda iban dirigidos a un punto específico, siempre atacando exactamente en ese mismo lugar, y al mirar con más detenimiento, pudo darse cuenta de algo que le erizó la piel.
En la pared, exactamente donde Zelda golpeó con su magia, aparecieron unas grietas. Al principio, Cya no las notó porque eran muy pequeñas, y estas se auto-regeneraban en cuestión de segundos. Pero con cada intento, estas se hacían más y más evidentes. Por supuesto, la regeneración de la prisión seguía activa, pero parecía que Zelda lograba agrandarlas un poco más con cada intento, y si seguía así...
- No... ¡no puede ser! ¡¿Cómo es posible?! - exclamó la hechicera.
- ¿Sorprendida? - dijo Zelda, jadeando un poco por el agotamiento, antes de lanzar el siguiente ataque. Igual que antes, las grietas se hicieron un poco más grandes, aunque no por mucho. A ese ritmo, podría tardar horas en terminar de romper la barrera, si no colapsaba antes.
- Valiente esfuerzo, pero es inútil. - dijo Cya, de pronto recuperando la calma. - Incluso aunque tuvieras la fuerza para lograrlo, te tomaría horas terminar de destruir esa barrera.
Zelda no le respondió, simplemente volvió a atacar la barrera. Con el mismo resultado, pero saber que estaba progresando le daba fuerzas para seguir intentándolo. Cya, por otro lado, no podía soportar ver a su enemiga todavía atreviéndose a desafiarla. Seguía insistiendo en atacar, tratando de romper la pared con su propia fuerza. ¿Cómo podía hacerlo? Es más, ¿cómo podía estar utilizando esa batuta como instrumento para canalizar su poder? Fue una suerte que le hubiese arrebatado el florete, de lo contrario, tal vez con él se le hubiese hecho mucho más fácil. El resplandor del fragmento de la Trifuerza se intensificaba por momentos, como si la princesa tratara de tomar más y más de su poder para mantenerse de pie y atacando.
- ¡Ya basta! - exclamó Cya, alzando su báculo para activar de nuevo la energía oscura de la barrera y electrocutar a Zelda.
La princesa, esta vez preparada, apretó los dientes para evitar gritar. Los rayos oscuros le causaban un dolor insoportable, pero aunque su cuerpo se doblegara en el suelo, su determinación no lo hacía. De nuevo, Cya se detuvo al recordar que no podía matarla. Zelda tardó un poco en recuperarse lo suficiente para poder devolverle la mirada a su adversaria, que parecía estar más furiosa, si eso era posible.
- Como quisiera poder matarte en este momento... ¿Pero cómo es posible que sigas peleando? ¿POR QUÉ, POR QUÉ NO TE RINDES DE UNA VEZ? ¡DEBERÍAS ESTAR SUFRIENDO EN DESESPERACIÓN!
- No... me daré... por vencida... mientras tenga... por qué vivir...
Hablaba con la voz entrecortada, pero su voz iba cargada de una determinación inquebrantable. Cada una de sus palabras resonaba con una fuerza digna de la futura monarca de Hyrule, alguien que a pesar de no ocultar su miedo a la muerte, la enfrentaba con decisión y honor haciendo un esfuerzo por sobrevivir. ¿De dónde sacaba esa fuerza? ¿Acaso la juzgó mal? ¿Era capaz de sacar esa fuerza... del amor que sentía por Link? Y fue entonces que Cya se percató de algo más: la princesa, mientras recuperaba el aliento, apretó la mano con la que sujetaba la batuta contra su pecho. Algo en ella le impulsó a preguntar:
- Esa batuta... ¿de dónde la sacaste? - Zelda solo la miró desafiante, sin responderle. Esto enfureció más todavía a la hechicera. - ¡CONTESTA!
- Fue... un regalo...
- ¿De quién? - exigió saber Cya. Aunque su instinto ya le daba una corazonada de lo que iba a decir, y que no le iba a gustar nada.
- Le perteneció... a la madre... de Link...
Si Cya creía que ya no podía enfurecerse más, en ese momento estalló dentro de ella un verdadero volcán. Esa batuta, le había pertenecido a la madre de Link. Las implicaciones eran claras: tenía que ser un verdadero tesoro para él, un recuerdo del cual no sería capaz de desprenderse con facilidad. A menos... que fuese un regalo para alguien especial... un regalo para la persona amada. Y estando ahora en manos de Zelda...
- ¡MALDITA! ¡MALDITA! ¡TE MALDIGO, ZELDA! ¡TE MALDIGO CON TODAS MIS FUERZAS! ¡¿POR QUÉ?! ¡¿POR QUÉ TIENES QUE SER TÚ?! ¡¿POR QUÉ NO PUEDO SER YO?!
Puntuando cada oración con una oleada de rayos oscuros, Cya reanudó la tortura de la princesa. Pero ya no podía oír los gritos de Zelda, ahora, era ella misma la que estaba gritando con mayor fuerza, sintiendo como el dolor y la furia la consumían por dentro. Esa batuta, un objeto tan pequeño, pero invaluable. Al dárselo, Link le había otorgado no solo un medio para continuar peleando, sino algo a qué aferrarse para mantenerse luchando, algo para tener esperanza, y lo más importante, un recordatorio de esos sentimientos... sentimientos que Cya deseaba que fuesen para ella.
Finalmente, en un breve lapso de raciocinio, Cya se forzó a detenerse de nuevo, al recordarse que, por mucho que deseara atormentar a Zelda y hacerla sufrir tanto como fuese posible, la prioridad en este momento era la batalla que se estaba librando afuera. Ante la abrumadora superioridad numérica, Cya tenía que poner su parte para darles más poder solo para que tuviesen una oportunidad para compensar por una evidente desventaja en números y fuerza general.
- Lidiaré contigo después. - dijo, mientras se iba pisoteando y bufando de pura furia.
De nuevo, tendría que volver a sus rituales para ofrecer un poco más de su fuerza vital para fortalecer de nuevo a sus tropas. Su vida se acortaba cada vez más, pero eso ya no le importaba. Nada más importaba.
En cuanto a Zelda... la tortura de Cya había hecho lo suyo, pero no lo suficiente para dejarla fuera del juego. Solo necesitaba algo más de tiempo para recuperar el aliento. Y manteniendo cerca de su corazón el regalo de su amado para darse fuerzas, volvió a levantarse, y se preparó para reanudar su plan. El solo saber que Cya tenía su atención dividida, que no podría encargarse de darle poder a sus tropas y de torturarla a ella al mismo tiempo, renovó su determinación.
- Link... mientras tú no te rindas... yo tampoco lo haré...
Hora de seguir dificultándole las cosas a Cya. Sabiendo que Link, Impa, Lana y todos los demás estaban luchando allá afuera, ella también tenía que hacer su parte, especialmente ahora que la victoria se veía tan cercana.
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En el exterior del valle...
Mientras dentro del templo la malvada hechicera se esforzaba en tratar de doblegar y someter a su enemiga, sus legiones demoníacas se esparcían por todo el valle en un desesperado intento por contener el avance de las fuerzas aliadas. Pero sin su ama para darles el impulso de poder adicional, las bestias esparcidas por el valle se enfrentaban a una oleada imparable. La línea de defensa frontal de Ferrus y Nudillos de Hierro pronto fue derribada por la avalancha de rocas viviente que eran los Gorons, quienes usaron su fuerza para despedazarlos, e incluso los utilizaban como munición arrojándolos contra otros enemigos. La mayor ventaja que tenían era que con su dura piel eran capaces de soportar los golpes de las armas convencionales sin salir con algo más que unos pocos rasguños, incluso las de estos enemigos que eran las más grandes y filosas. El propio Darunia utilizó su martillo llameante para acabar con los más latosos, dejándolos aplastados y fundidos por el volcánico calor de su pesada arma.
A su vez, los Zoras luchaban contra los Lizalfos. A pesar de estar en un lugar lejos del agua, y literalmente fuera de su elemento, la Princesa Ruto decidió ir más lejos con el uso de su Cetro de Hielo, disparando una esfera de energía concentrada hacia el cielo, que enfrió la humedad en el aire para hacer caer algo de lluvia y rehidratar a los suyos para que pudieran seguir un poco más en la pelea. Por fortuna, estaban las tropas humanas para respaldarlos, con los miembros de la legión de Link y los Sheikahs ayudando a dirigirlos. Aquellos que cargaban las armas elementales se encargaban de eliminar a los más problemáticos, dejando al resto para que las tropas pudieran hacer su parte y darles su merecido por todo lo que les habían hecho.
Y mientras tanto, un pequeño grupo sobrevolaba el área, dirigiéndose hacia la zona central del valle. Fay, Midna (volando en un ave crepuscular), Maripola y Lana (montadas en una libélula gigante) sorteaban los obstáculos dirigiéndose hacia su propio objetivo, uno de los pilares protectores de la barrera, aunque por el camino, tanto la Twili como la hechicera peliazul les ayudaban a sus compañeros en el suelo. Antes de continuar, sin embargo, hicieron una pequeña parada al ver a Link, a lomos de Epona, avanzando hacia el frente para acercarse al templo y abriéndose paso a espadazos mientras hacía su camino hacia el templo. Maripola hizo descender a la libélula un poco más adelante, en un lugar donde se encontraría con Link en cuanto este pasara por allí en cuestión de minutos.
- ¡Aquí es tu parada! - dijo Midna. - ¡Más vale que tú y Link ya estén allí para cuando destruyamos esa barrera!
- ¡Mucho cuidado, señorita Lana! - agregó Maripola.
- ¡Lo tendré, gracias! - dijo Lana. - ¡Y recuerda, el encantamiento agigantador que te dejé solo funcionará por quince, tal vez veinte minutos a lo mucho! ¡Úsalo solo como último recurso!
Maripola respondió afirmativamente, e hizo volar a su libélula en la dirección contraria, reuniéndose con Midna y Fay para continuar por su propio camino. Varios Poes emergieron de las sombras en el suelo rodeándola, pero la hechicera rápidamente los despachó con una tormenta de rayos en área de efecto, dejando un círculo de cenizas y rastros de fuego espectral a su alrededor que rápidamente se apagaron. La yegua pronto llegó al galope, y Link le ordenó detenerse al ver a la hechicera.
- Lana, lo lograste. - dijo Link, feliz de verla, desmontándose por un momento al ver que tenían un respiro y no había enemigos cerca que estuvieran molestándolos. A su vez, Proxi también salió de entre la ropa del muchacho.
- Esto se pone cada vez más difícil. - dijo Proxi. - Quisiera poder ayudar más.
- No te preocupes por eso. - dijo Lana, compartiendo el sentimiento con la pequeña hada, aunque no lo dijera directamente. Luego se volvió hacia Link. - ¿Qué hay de tus amigos?
La legión había ido por su cuenta tras otro de los pilares, aunque empezaron dispersos para ayudar en el ataque inicial, el plan sería reunirse para ir y destruirlo entre todos.
- Podrán arreglárselas sin mí, confío en ellos. - dijo Link. - Más importante ahora, esa conexión que hay entre tú y Cya...
- Las defensas mentales de Cya están bajas en este momento, ya no se molesta en mantenerlas. - dijo Lana. - Siento que la conexión entre nosotras se vuelve más fuerte entre más nos acercamos a ella.
- Entonces, ¿crees que podrías... ver lo que está pensando en este momento... o lo que está haciendo? - preguntó Link. - Sé lo difícil que esto debe ser para ti, pero...
- No, está bien, Link. Entiendo que estés preocupado por la princesa. - aseguró Lana. - No tienes por qué avergonzarte por tomar un momento solo para asegurarnos que está bien.
Link sintió un torrente de gratitud recorrerlo en ese instante. Lana estaba dispuesta a hacer eso por él, por ayudarlo, y no solo a él, sino a Zelda. Por difícil que fuese, Lana no pensaba dar marcha atrás. Si alguna vez hubo algo real en esos sentimientos que tuvo, lo mejor que podía hacer era apoyar el amor que existía entre el héroe y la princesa, y lo haría sin importar el costo.
La hechicera se concentró, tratando de enfocarse para introducirse en la mente de Cya y descifrar sus pensamientos. Sin embargo, con lo inestable que se había vuelto su contraparte a raíz de los últimos acontecimientos, le costaba trabajo concentrarse en una sola cosa, un torrente de emociones la invadió en un segundo, pero mayormente ira, envidia, y una extraña sensación de dolor que no podía identificar del todo. Lana se enfocó en esto último, y entonces tuvo una imagen más clara en su cabeza. Podía ver directamente a través de los ojos de Cya. Vio lo que parecía ser una prisión de cristal, y dentro de ella, la Princesa Zelda. Estaba concentrando poder mágico en un pequeño objeto en su mano, que Lana reconoció como la batuta que utilizó en batalla antes. Al principio, no vio ningún resultado en sus intentos, hasta que sintió la ira de Cya al notar que los ataques comenzaban a hacer mella, lento pero seguro, con cada intento. A pesar de eso, continuaba insistiendo de manera desafiante, por lo visto se negaba a darle la satisfacción a su enemiga, hasta que Cya perdió la paciencia, y comenzó a torturarla con rayos de energía oscura que salían desde el lado interno de las paredes de la prisión. Lana estuvo a punto de cortar la conexión en ese momento, pero se forzó a mantenerla hasta que Cya volvió a calmarse, relativamente.
- Como quisiera poder matarte en este momento... ¿Pero cómo es posible que sigas peleando? ¿POR QUÉ, POR QUÉ NO TE RINDES DE UNA VEZ? ¡DEBERÍAS ESTAR SUFRIENDO EN DESESPERACIÓN!
- No... me daré... por vencida... mientras tenga... por qué vivir... - fue la respuesta de la princesa. A pesar de lo que acababa de sufrir, se mantenía firme y desafiante.
Sincronizando sus pensamientos con los de Cya, Lana se fijó en como dirigía la mirada hacia la batuta, y también pudo sentir como se formaba la interrogante dentro de ella antes de dejarla salir de sus labios.
- Esa batuta... ¿de dónde la sacaste? ¡CONTESTA!
- Fue... un regalo...
- ¿De quién? - preguntó Cya. Y admitiéndolo, Lana también sentía curiosidad por saber eso.
- Le perteneció... a la madre... de Link...
En una fracción de segundo, Lana supo que esas palabras iban a costarle muy caro a la princesa, incluso antes de sentir la ira de Cya. Con toda certeza, unos segundos después, nuevamente los rayos de energía oscura comenzaron a caer sobre la princesa. A pesar de apretar los dientes para evitar gritar de dolor y resistirse a la tortura tanto como podía, podía verse que las lágrimas empezaban a brotar de sus ojos, tenía que estar sufriendo una terrible agonía.
- ¡MALDITA! ¡MALDITA! ¡TE MALDIGO, ZELDA! ¡TE MALDIGO CON TODAS MIS FUERZAS! ¡¿POR QUÉ?! ¡¿POR QUÉ TIENES QUE SER TÚ?! ¡¿POR QUÉ NO PUEDO SER YO?! - oyó como gritaba Cya.
Lana no pudo mantener la conexión más tiempo, no había manera de seguir viendo esa imagen. La hechicera blanca se llevó las manos al pecho, claramente horrorizada por la escena que acababa de presenciar, y más todavía al hacerlo desde la perspectiva de Cya.
- ¿Lana? ¿Lana, te sientes bien? - preguntó Link.
La hechicera se llevó la mano al pecho, respirando entrecortado y con una expresión de total espanto, para encontrarse con el rostro preocupado del joven héroe. Por un momento, dudó de si debía decirle lo que acababa de ver... no eso no fue verlo, fue más como VIVIRLO en carne propia.
- ¿Qué sucedió? ¿Qué viste? - insistió Link.
- Nada bueno, a juzgar por tu expresión. - supuso Proxi.
Por unos segundos, Lana dudó en decirle a Link el horror que acababa de presenciar, pero ocultárselo podía empeorar las cosas. Después de todo se trataba de Zelda, la mujer que amaba y que ahora estaba sufriendo.
- Zelda... - dijo la hechicera - Ella está sufriendo, Link. Cya la está mortificando.
- ¿Qué dices? Lana... ¿qué fue lo que viste exactamente? - dijo Link, sujetándola de los hombros.
- Cya... la está torturando. - confesó, consternada. - La tiene encerrada en una especie de barrera, y estaba usando rayos de magia negra, sin tener piedad de ella. Y lo peor, creo que... sus poderes se están debilitando. Ya no la siento como antes.
- No... no, ella no puede... Zelda es muy fuerte, ella no...
- ¡Hablo en serio, Link! - gritó Lana. - Por lo que sabemos podría... podría estar muriendo en este momento...
Link no podía creer lo que escuchaba. ¿Así que a Cya ya no le importaba nada? ¿Terminaría matándola solo porque ya no podía tener lo que quería? No, eso no podía, de ninguna manera podía estar sucediendo. Zelda no podía morir así, no merecía morir por culpa de él. Pero no podía hacer nada desde donde estaba ahora.
- ¡Maldición! ¡Y yo aquí mientras Cya está...! ¡MALDICIÓN!
Ahora era Lana la que se decidió a recuperar la calma, pues con Link fuera de control, la batalla estaría totalmente perdida.
- ¡Link, cálmate! ¡No puedes perder el juicio en este momento! - exigió la joven.
- ¡¿Cómo esperas que me tranquilice?! - exclamó Link alzando la voz, apretando los puños frente a su pecho con rabia. - ¡La mujer que amo podría estar a punto de morir allí dentro, y todo por culpa mía, si no hago algo pronto, voy a...!
- ¡CÁLMATE, POR LAS DIOSAS!
¡SLAP! De pronto, y sin saber por qué, Lana alargó ambas manos, y antes de darse cuenta, golpeó bruscamente con sus palmas los dorsos de ambos puños de Link. No supo por qué, ni siquiera que lo había hecho hasta después de que lo hizo, y que miró a un lado para darse cuenta que había dejado caer su libro de hechizos. Incluso después de inclinarse para recogerlo, todavía tenía más que decirle.
- Mientras aun tenga vida, hay esperanzas. Si ella sigue en pie es por ti, te está esperando para que la salves, así que de ninguna manera te puedes permitir enloquecer. ¡Ella te necesita!
Link se miró los puños, se relajó, abrió las manos y exhaló. Ahora se sentía en mayor calma, y podía pensar con claridad. Lana tenía razón. Zelda aún estaba con vida, no podía entrar en pánico. Si lo hacía, todo por lo que había luchado habría sido en vano. Estaría cayendo de nuevo en el error que cometió, el que llevó a que Zelda fuese capturada y lo hizo sumirse en la depresión después de que ella fue capturada, de dejar que sus emociones lo controlaran. No podía permitirse eso.
- Tienes razón... Lana... gracias. No podemos darnos por vencidos. Ella no lo hará.
- Ese es el espíritu. - dijo la hechicera, sintiéndose animada de nuevo.
Luego, de pronto fue que se dio cuenta de algo más y no pudo evitar sentir que se le subía la vergüenza. Por ese impulso momentáneo de darle esas palmadas bruscas en los puños, aunque fuese para calmarlo (y calmarse a sí misma), no estuvo bien. ¿De dónde le nació hacer eso? De cualquier manera, se sintió obligada a pedirle disculpas.
- Por cierto, disculpa, yo no... no sé qué me pasó cuando...
- Ni lo menciones, lo necesitaba. - dijo Link. - Lo que sea que nos espere allí dentro, necesito que me ayudes. Pase lo que pase tenemos que salvar a Zelda.
- Y lo haremos. - afirmó Lana con determinación.
- ¡Vamos, en marcha, no podemos detenernos ahora! - exclamó Proxi.
El camino hacia el templo estaba demasiado accidentado para seguir avanzando a caballo, así que tendrían que continuar a pie. Lana utilizó un hechizo de teletransportación para enviar a Epona sana y salva de regreso al campamento. Obviamente la yegua no estaría nada feliz de dejar a su amo a su suerte, pero hasta ella entendía que ya había podido ayudarle hasta donde podía, y que el resto quedaba en sus manos. Con un gesto afirmativo, el héroe y la hechicera echaron a andar con paso firme, sorteando los obstáculos hasta que se encontraron de nuevo con la resistencia enemiga bloqueándoles su camino. Stalfos de varios tamaños se levantaron frente a ellos, avanzando como si intentaran amenazarlos. Link solo echó mano de su escudo y espada, preparado para darles su merecido.
- Tú los preparas, yo los destrozo. - le dijo a Lana.
Lana entendió perfectamente. Con su libro de hechizos, invocó un hechizo de electricidad de amplia dispersión pero baja intensidad para conservar su energía. Este no los dañaba demasiado, solo los paralizaba, dejándole a Link amplia oportunidad para liquidarlos a espadazos. Primero, le cortó la cabeza al más grande de ellos usando sus botas para elevarse lo suficiente hasta alcanzarle el cuello desprotegido, y al aterrizar del otro lado, inmediatamente corrió hacia el siguiente, quien estúpidamente trató de atacarlo. El Escudo Hylian soportó los golpes del esqueleto, mientras Link se concentraba para canalizar el poder de su fragmento hacia la Espada Maestra. La hoja resplandeció con una luz dorada momentáneamente, y con un movimiento, se encontró con la del esqueleto, partiéndola en dos y con ese mismo golpe también la cabeza del Stalfos, que se desplomó en una pila de huesos y armadura al instante. Link se fue hacia los más cercanos para derrotarlos de la misma forma, con un solo y certero golpe destructor a cada uno, mientras Lana le ayudaba con los que intentaron rodearlo para atacarlo desde atrás antes que tuvieran la oportunidad, echando mano de su Vara Deku para empalarlos cuando le daban la espalda para atacar a Link. El último que quedó, intentó acercarse a ella sigilosamente por detrás, sin hacer ruido, levantó su espada corva y se disponía a bajarla...
¡CRACK!
Sin siquiera darse la vuelta, Lana movió la punta de la Vara Deku por encima de su hombro de modo que cuando el desgraciado Stalfos se acercó, literalmente chocó "de narices" contra ella. No necesitaba verlo ni oírlo, simplemente lo sintió venir y supo lo que tenía que hacer. Con ese último, el área estaba despejada y podían proseguir hacia el templo. Por supuesto, no esperaban que esta fuese la última oposición que encontrarían; hasta que alcanzaran la entrada todavía quedaba un trecho más que considerable. Sería un largo camino, pero llegarían a su destino a toda costa.
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En otra parte del valle...
Las tropas Hyruleanas continuaban ganando terreno, a pesar de la férrea resistencia de las legiones de Cya. Las cosas comenzaron a complicarse cuando las bestias empezaron a actuar de manera más agresiva y errática, pero afortunadamente, los comandantes pudieron intervenir antes de que las tropas pudieran sufrir pérdidas significativas. Pero incluso en las ocasiones en las que era necesario que se sacrificaran unos pocos para salvar al resto, estos avanzaban dispuestos a enfrentarse hasta las últimas consecuencias.
Para la legión de Link, a pesar de que la estrategia propuesta ayudaba a minimizar las bajas entre los suyos, no las eliminaba por completo. Daba igual si fuesen dos docenas o un centenar de soldados, cualquier sacrificio de vidas en nombre de restaurar la paz del reino era doloroso. Los números no lo hacían menos doloroso para ellos. Con ese pensamiento, los miembros de la legión redoblaron sus esfuerzos tratando de erradicar a tantos como les fuera posible antes que tuviesen oportunidad de ir a conseguir más víctimas.
Dirigiéndose hacia el punto de concentración mágica que les fue asignado, señalado por el pilar luminoso, Zatyr y Ruisu fueron los primeros en llegar, seguidos por Garrett, que giraba la bola de picos de su mangual tratando de derribar a todo enemigo que se cruzara en su camino. Cuando podían ver cercano el pilar, una fila de Lizalfos se atravesó en su camino con la evidente intención de detenerlos. El espadachín y la arquera alistaron sus armas para recibirlos apropiadamente, pero alguien más se les adelantó: desde atrás, un bólido de fuego los atravesó haciéndolos volar con un estallido, y al disiparse las llamas, aparecieron Shadow y Alexandre. El corcel negro se detuvo con un relincho, en cuanto su jinete divisó a sus amigos.
- Siento la tardanza, me atasqué entre las filas enemigas. - se disculpó el lancero.
- Llegas justo a tiempo. - dijo Ruisu. - ¿Cómo están las cosas allá?
- La división de caballería tiene el perímetro controlado, difícilmente podrán molestarnos mientras hacemos lo que nos toca. - dijo Alexandre.
- Entonces no perdamos el tiempo. - dijo Zatyr. - Vamos a destruir ese generador.
Los cuatro amigos corrieron, derribando a los pocos que quedaban en pie intentando valiente e inútilmente detenerlos, en dirección hacia un área despejada. A juzgar por las ruinas, al mirar detenidamente a su alrededor el lugar podría haber sido una especie de santuario o altar en otro tiempo, pero ahora estaba casi totalmente vacío. Excepto, por supuesto, por un enorme objeto solitario en todo el centro del área. Una especie de cristal gigantesco, de forma romboidal, colocado sobre un pedestal de plata, y dentro de este parecía haber otro más pequeño que emitía energía maligna, proyectándola hacia arriba en forma de pilar.
- ¿Ese es el generador? - preguntó Ruisu. - No se ve tan imponente como esperaba.
- Eso no importa. Es hora de que lo destruyamos. - dijo Alexandre, alzando su lanza y preparándose para echar a correr a Shadow hacia el generador.
- Espera. - dijo Ruisu, deteniéndolo. - Primero comprobemos que no tiene defensas pasivas o algo por el estilo. Ataquemos primero a distancia segura.
- Está bien, como digas. - dijo Alexandre. - Zatyr, Garrett, inténtenlo ustedes primero.
La arquera fue la primera en adelantarse, tomando una de sus flechas explosivas. Apuntó directamente y dio en el blanco sin problema alguno, pero al impactar, junto con el estallido del proyectil hubo una explosión de luz al mismo tiempo, y cuando pudieron ver bien de nuevo, vieron que la flecha estaba prácticamente hecha polvo, y el generador no tenía un solo rasguño.
- Ahora yo. - dijo Garrett, echando mano de su mangual.
Alejándose un poco para evitar ser golpeados por la bola de picos, los otros tres miembros vieron como el gigantón giraba su arma hasta alcanzar una vertiginosa velocidad, extendiendo la cadena cada vez más y más, hasta que golpeó el generador. La bola de picos tuvo mejor suerte que la flecha pues no se abolló en apariencia, pero igual que antes, el generador tampoco dio signo alguno de haber recibido daños, más que una pequeña intermitencia momentánea.
- Creo que los ataques físicos no servirán de mucho. - dijo Ruisu, tomando su Espada Relámpago y empezando a cargar un ataque. Alexandre hizo lo propio con su lanza cuando le tocara su turno.
Ruisu se puso a distancia media, y ejecutó un par de tajos rápidos, enviando un par de cuchillas en forma de X directo hacia el generador. La intermitencia esta vez duró un poco más, pero no mucho. Alexandre hizo su propio intento, lanzándose con Shadow en una carga con la punta de la lanza prendida en llamas, pero su efectividad no fue mucho mayor que la de Ruisu, salvo por una intermitencia de menos de medio segundo, tampoco dio indicativo de haber hecho algo.
- ¿Y si lo intentamos juntos? - sugirió el lancero. El espadachín asintió, y los dos empezaron a prepararse para un ataque combinado. Pero en ese instante comenzaron a oír un retumbar en la tierra, y el suelo bajo sus pies comenzó a sacudirse y a agrietarse.
- ¿Qué sucede? - exclamó Zatyr.
Las grietas se fueron agrandando cada vez más y más, y como si se alzara de entre los muertos, un par de enormes manos, aparentemente compuestas totalmente de piedra, salieron de entre las grietas seguidas de unos musculosos y enormes brazos igualmente hecho de piedra. Lo que fuera que estuviese allí, estaba tratando de salir, y vendría por ellos en breve.
- ¿Qué... qué rayos es eso? - preguntó Alexandre.
Los brazos de piedra fueron rápidamente seguidos por una cabeza con cuernos y lo que parecía ser un ojo único, y un enorme y musculoso torso, para terminar saliendo un par de piernas que en proporción con los brazos eran mucho más cortas, pero para compensar (y evidentemente mantener el equilibrio de todo el peso de la parte superior del cuerpo), eran extremadamente robustas. Un titánico golem de piedra de pronto se alzaba frente a los cuatro miembros de la legión, siendo por lo menos de unos veinte pies de alto, y al fijar su ojo, como en señal de advertencia, se golpeó los puños antes de alzarlos y disponerse a dejarlos caer con todo su peso sobre ellos.
- ¡CUIDADO! - exclamó Ruisu.
La legión apenas consiguió apartarse a tiempo para evitar ser aplastados por los pesados puños del golem. Alexandre tuvo la mala suerte de que el terremoto provocado por el gigante causó que Shadow entrara en pánico y casi lo hiciera caer. Cuando finalmente lo calmó, decidió desmontarse, para evitar el riesgo de que en otra de esas fuese a tirarlo y se rompiera el cuello o algo, y le ordenó alejarse. Sería mejor pelear a pie... o al menos eso creía.
El gigante comenzó a pisotear, con su único ojo pasando de uno al otro entre cada uno de los miembros de la legión de Link, como decidiendo tras quién ir primero. Pareció elegir a Zatyr, que instintivamente cogió otra de sus flechas explosivas, pero estas no hicieron más que dejar manchas en la piel de piedra, y tuvo que rodar entre la abertura de las piernas para escabullirse cuando quiso agarrarla. Ruisu y Alexandre lo flanquearon, cada uno con su arma lista, y le dispararon cada uno un ataque de rayo y fuego simultáneamente, sin mayor éxito.
- ¡No funciona! - exclamó Alexandre.
- ¡Ahí viene de nuevo! - agregó Ruisu.
Esta vez, trató de darle un golpe de martillo al espadachín, que saltó hacia atrás para evadirlo, aunque de nuevo, el terremoto que provocó los sacudió a todos. Garrett fue el primero en reponerse, y de nuevo giró el mangual para tratar de golpearlo, arrojándoselo hacia la espalda. El golpe lo sacudió, pero aparte de hacerlo arrodillarse por un momento, tampoco causó ningún daño visible. Y entonces, el ojo del gigante empezó a brillar con una luz roja, y Garrett supo por instinto que no debía, bajo ninguna circunstancia, estar en el punto de mira.
¡ZAAAAAAAP! Del ojo del gigante salió un potente rayo láser de color rojo. Reaccionando, Garrett pudo colocar la bola de picos entre él y el ataque del monstruo provocó una explosión que lo empujó violentamente hacia atrás.
- ¡Garrett! - exclamó Alexandre al ver a su amigo caído.
Enfurecido, el lancero corrió a tratar de atacarlo con la lanza prendida en llamas en una de las piernas, y aunque esquivó el manotón que intentó darle, cuando saltó a clavarle la lanza en uno de sus pies, esta no pudo penetrarlo mucho, la roca de la que estaba compuesto parecía más dura que el acero, y la explosión de fuego tampoco hizo más que ponerle una mancha. Tuvo que escapar cuando levantó el pie para intentar aplastarlo, y Zatyr inmediatamente cogió otra flecha explosiva, apuntando a lo que parecía ser el único punto débil obvio: el ojo. Pero este ojo fue más rápido que las manos de ella empuñando el arco y la flecha, y cerró el párpado antes de que la soltara. La flecha impactó contra la sólida roca, y el párpado volvió a abrirse para revelar el ojo intacto... y de nuevo brillando en rojo.
- Ay no, creo que se enfadó.
Un escalofrío recorrió la espina de la arquera, que apenas reaccionó a tiempo para salir fuera del camino del rayo láser. Como ella usaba armadura mucho más ligera que el resto, la explosión la hizo volar a mayor distancia que Garrett, cayendo de cara en el suelo, aparentemente aturdida. Cuando empezó a caminar, Ruisu trató de distraer su atención disparándole dardos eléctricos hacia el ojo, pero él no tenía tan buena puntería como Zatyr, y tampoco ayudaba que ese ojo era un blanco demasiado pequeño. Los disparos rebotaban en la piel de roca del gigante sin que este pudiera sentir absolutamente nada. Simplemente lo ignoró y siguió caminando hacia donde estaba Zatyr, que todavía no se levantaba.
- ¡Zatyr, aléjate, que va por ti! - exclamó Ruisu.
Pero la arquera no se levantó. El golem continuó caminando, retumbando el suelo con cada pisada, con la evidente intención de ir y aplastarla antes de que se le escapara. Un estallido de fuego cerca de él lo detuvo: Alexandre trató de desviar su atención hacia él, para que Ruisu tuviera tiempo de ir tras Zatyr y despertarla. Afortunadamente.
- ¡Oye, feo, ven por mí, aquí estoy! - exclamó Alexandre, girando la lanza para disparar ráfagas de fuego.
Igual que los ataques eléctricos de Ruisu, estos tampoco hacían mella en la piel rocosa del golem, pero al menos lograron que desviara su atención hacia él. Al ver el ojo del gigante brillando otra vez en rojo, Alexandre inmediatamente se puso en movimiento, tratando de ponerse en un punto ciego lo más lejos posible del punto de mira antes de que disparara el rayo láser. El único aviso que tenían era que el ojo se ponía rojo por un par de segundos antes de disparar el ataque, y esa era la única ventana de oportunidad que tenían que salir pitando de ese lugar.
- ¡Zatyr, vamos, levántate! - exclamó Ruisu, zarandeándola para tratar de que recuperara el sentido.
- Ah... qué... ¿qué sucede?
- No hay tiempo para explicar, si puedes moverte, hazlo. - dijo el espadachín.
Mientras el golem estaba distraído con Alexandre, Garrett también recuperó la conciencia. Al ver que el monstruo estaba atacando a su amigo, inmediatamente volvió a echar mano de su mangual y girándolo tan rápido como pudo, lo arrojó hacia el brazo del golem cuando este lo levantó para dar un puñetazo, enrollando la bola y la cadena alrededor de él. Sabiendo que con su tamaño y peso lo podría hacer volar fácilmente, Garrett inmediatamente aprovechó la fuerza de los Guantes de Poder para darle un tirón tan fuerte como pudo. El golem cayó retumbando sobre su espalda con todo su peso, y al ser tan masivo, tardaría un rato en ponerse de pie otra vez. Los cuatro miembros de la legión tomaron esa pequeña oportunidad para intentar reagruparse y pensar en algo.
- Cya no nos lo pone sencillo. - dijo Ruisu. - No le bastó con solo dejar a todas esas alimañas custodiando este sitio.
- ¿Esperabas algo más? - dijo Alexandre. - Y además, con él aquí, no vamos a poder concentrarnos en lo que realmente importa.
Los cuatro jóvenes desviaron la mirada hacia el generador. Seguramente, el guardián de piedra estaba durmiendo y fue perturbado cuando ellos intentaron destruirlo, sus ataques debieron activar una especie de alarma que lo alertó de su presencia, y fue así como supo que tenía que salir para encargarse de los invasores. Y mientras el golem se ponía de pie de nuevo, Ruisu trató de formar un plan dentro de su cabeza. El tiempo apremiaba y en cuanto a las consecuencias potenciales... bueno, no tendrían que lamentar nada si fallaban, porque ya no estarían allí.
- De acuerdo, ya que nos está dificultando las cosas... ¿qué tal si hacemos que nuestro amigo de piedra nos ayude?
- ¿A qué te refieres? - preguntó Zatyr.
- Tratemos de guiarlo hacia el generador. Que lo ataque. Tal vez él tenga mejor suerte que nosotros en dañarlo. - dijo Ruisu.
- ¿Estás diciendo que dejemos que nos golpee o nos dispare con ese rayo láser? - dijo Alexandre, cuyo tono claramente decía que pensaba que eso era una locura.
- ¿Alguien sugiere otra cosa? - replicó el pelinegro.
Ninguno de los tres pudo dar réplica a su argumento. El golem ya se estaba poniendo de pie otra vez, y al ver el brillo rojo, inmediatamente supieron que tenían que apartarse. El hecho de que nadie dijera que no sirvió para que todos asumieran que por decisión unánime intentarían ese plan, aunque pareciera de locos. Lo único que podían hacer era esperar que el golem también tuviera cerebro de piedra y no fuese lo bastante inteligente para darse cuenta de lo que ellos intentaban hacer. Con suerte, su fuerza física o el poder de fuego de su láser deberían ser suficientes para destrozar o por lo menos causar algún daño en el generador, y eso les ayudaría a cumplir su parte de la misión. Esa era su prioridad, después, podrían concentrarse al 100% en destruir al golem.
Lo primero de lo que se percataron, fue el golem al parecer no podía voltear la cabeza, esta estaba totalmente fija a su torso sin poder rotarla arriba, abajo o a los lados, de modo que su radio de visión estaba totalmente limitado a lo que veía frente a frente con su único ojo. Segundo, a menos que algún golpe tuviese fuerza suficiente para sacudirlo, tampoco parecía tener sensibilidad al dolor. Con cuatro de ellos por separado sería más difícil mantener su atención centrada en uno solo. Con esto en mente, Ruisu le dijo a Alexandre algo que los otros no alcanzaron a oír, pero respondió con un asentimiento de cabeza. Inmediatamente se volteó a los otros dos.
- ¡Garrett, Zatyr, traten de atraer su atención! - exclamó Alexandre.
- ¡¿Y qué harán ustedes?! - gritó de vuelta Zatyr.
- ¡Trataremos de derribarlo de cerca! - gritó Ruisu. - ¡Ustedes acérquenlo al generador todo lo que puedan!
Garrett y Zatyr no estaban seguros de qué planeaban, pero sin más opciones, decidieron aferrarse y confiar en ellos. Ya habían estado antes en situaciones similares, pero habían salido adelante confiando unos en los otros y trabajando juntos. Así había sido desde sus días de entrenamiento, después de todo. Zatyr y Garrett corrieron hacia el área cercana del generador mágico. Garrett con su mangual era el único que podía lanzarle golpes lo bastante fuertes como para atraer su atención, pero por el tamaño y peso del arma el intervalo entre ataques era demasiado largo, entre girar la bola, arrojarla, y después tirar de la cadena para recuperarla y volver a iniciar. Zatyr, al quedarse sin flechas explosivas, colocó la esfera de hielo en su arco para empezar a atacar con flechas congelantes. Primero le apuntó a los pies tratando de inmovilizarlo, pero con su fuerza partió los bloques sin que esos pudieran retenerlo.
Colocándose detrás del golem, Ruisu y Alexandre echaron mano de sus zarpas, enganchándose de unas salientes en los omóplatos del monstruo. Al retraer la cadena, con la mano libre ambos utilizaron sus armas para ayudarse a tratar de escalar hacia sus hombros. El golem siguió avanzando hacia sus amigos, sin darse cuenta de su presencia tan cercana, pues no hizo intento alguno por sacudírselos de encima. Su corazonada resultó ser cierta, no podía sentirlos, ni tampoco voltear a verlos, por lo que supiera, ellos ni siquiera estaban allí.
Garrett giró la bola de picos y se la arrojó directo a la cabeza, con la esperanza de aplastársela como hizo con el Nudillo de Hierro al que se la quitó. Desafortunadamente, a pesar de estar hecho de piedra, era tan duro, o más duro que el metal, pues ni siquiera se agrietó ni mucho menos. Peor aún, antes que Garrett tuviese oportunidad de recuperarla, agarró con su enorme mano la bola. Anticipándose a lo que iba a hacer, el muchacho inmediatamente soltó la cadena, y justo a tiempo, pues de no haberlo hecho podría haber salido lanzado junto con el mangual por los aires, a no menos de unos doscientos metros de donde estaban. La legión rezó por que no hubiese nadie de los suyos en el lugar donde iba a caer la pesada bola picuda, y el hecho de que no escucharon ningún grito humano ni nada de eso cuando cayó, les pareció buena señal. Por mucho que Garrett quisiera ir a buscar su arma, sabía que su prioridad en ese momento era apegarse al plan para forzar al golem a hacer su trabajo por ellos. Y no sería la primera ni última vez que tuviese que arreglárselas con sus puños.
Mientras Ruisu y Alexandre seguían esforzándose por montarse en los hombros del gigante de piedra, Zatyr decidió volver a apuntar hacia su ojo. Igual que antes, este se anticipó y cerró el párpado cuando vio la flecha volando hacia él, pero la intención de Zatyr no era tratar de darle en el ojo (aunque le hubiese gustado que así fuera). Al impactar esta creó un espeso bloque de hielo, que le obstruyó la vista. El monstruo empezó a rotar como mirando para todos lados, sin ocurrírsele que sus enemigos todavía seguían enfrente de él en el mismo lugar.
- ¡No hacia allá, torpe, aquí estamos! - gritó Zatyr, esperando que tuviese sentido del oído además de la vista. Desafortunadamente, no parecía que fuese el caso. Su idea de obstruirle la vista resultó ser más contraproducente de lo que creyó en primer lugar.
- Permíteme. - dijo Garrett.
Cuando emergió de la tierra, varios fragmentos del suelo quedaron despegados en todo ese lugar. Habiéndose quedado sin su arma, Garrett agarró un trozo de suelo particularmente grande, y aprovechando el poder de lanzamiento que le daban los guantes, se lo arrojó hacia la zona media. Desafortunadamente, se rotó en ese momento exponiendo su espalda, y el trozo de suelo casi golpea el lugar donde estaba Alexandre, que seguía luchando por sostenerse y treparse.
- ¡Garrett, cuidado donde arrojas eso! - gritó Alexandre.
- ¡Lo siento! - replicó el aludido.
Sin embargo, tuvo el efecto deseado, de nuevo el golem volvió a centrar su atención en Zatyr y Garrett. La arquera lanzó otras dos flechas congelantes directo a la cara, para seguir obstruyéndole la vista, y Garrett a su vez siguió arrojándole trozos del suelo para tratar de atraerlo más hacia ellos, hacerlo enojarse, y más importante aún, que no viera que ellos estaban parados justo frente al generador. Y entonces, a través del hielo, pudieron ver el resplandor rojo.
- ¡A CUBRIRSE! - gritó Garrett, y saltando para apartarse.
¡ZAP! ¡BROOOOOOOMMM! Para poder fundir el hielo que obstruía su ojo, el golem tuvo que lanzar un rayo láser con mayor carga. Y la legión estaba contando con eso, específicamente, que lo disparara directo hacia el generador. La explosión del impacto generó una enorme cantidad de humo, así que no pudieron ver inmediatamente el resultado. Pero con un ataque como ese... tenía que haber hecho algo, por lo menos.
- ¿Resultó? - preguntó Zatyr, ansiosa.
El humo se disipó a los pocos segundos, y pudieron finalmente apreciar el resultado. El ataque no destruyó el generador. No completamente, pero estaba agrietado, y la energía comenzaba a tornarse intermitente. El ataque le había causado un daño grave, pero no lo suficiente para destruirlo por completo.
- ¡Yo terminaré el trabajo, tú mantenlo ocupado! - dijo Garrett, corriendo hacia el generador con los puños listos.
A Zatyr no le agradaba la idea de ponerse como carnada, pero como cada uno de los otros estaba tratando de hacer lo suyo, no tuvo más alternativa. Alexandre y Ruisu tenían las manos ocupadas con solo mantenerse fuera de su vista, y si Garrett iba a terminar de destruir el generador, alguien tenía que mantener el ojo del golem ocupado hasta que lo lograra. De nuevo, alistó sus flechas, disparándole peligrosamente cerca del ojo para provocarlo y que se fijara en ella. Por la esquina del ojo, vio como Garrett comenzaba a caerle con una lluvia de puñetazos al generador mágico, logrando que el pilar que generaba se pusiera todavía más intermitente. Pero eso no era suficiente.
- Vamos, maldita porquería, termina de romperte de una vez. - murmuró Garrett, sintiéndose cada vez más frustrado, de que con cada golpe la grieta se agrandara, pero no lo suficiente.
El golem pareció darse cuenta del plan, pues dirigió la mirada hacia él, y se disponía a dispararle con el láser, pero Zatyr inmediatamente le disparó otra flecha congeladora para interrumpirlo. El sacudón por poco hace caer a Ruisu y Alexandre, que ya estaban a punto de lograr montarse a los hombros del gigante. A su vez, el monstruo tuvo que cargar el láser con mayor fuerza para poder desobstruirse
- ¡Vamos, ya rómpete! - exclamó Garrett, perdiendo ya totalmente la calma, y alzando las dos manos sobre su cabeza para dar un doble golpe de martillo. - ¡AAAAAAAAARRRGHH!
¡SMASH! ¡CRAAAAAAASSHHH! Ese último golpe hizo el trabajo, logrando finalmente hacer pedazos el generador. La energía contenida explotó generando una especie de choque de electricidad oscura, antes de disipar por completo el pilar que emitía. Estaba hecho, por fin lo habían logrado.
Pero por supuesto, todavía quedaba otro problema con el cual lidiar. Solo porque destruyeron el pilar, no quería decir que se habían librado de su guardián. De hecho, este comenzó a tornarse más violento y errático, como si se hubiese enfurecido por lo que hicieron, y tenía que hacerlos pagar por ello.
La legión había hecho su parte, ahora solo les quedaba sobrevivir para ganar esta pelea, y volver a reunirse con su líder cuando él hiciera la suya.
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No muy lejos de allí, al mismo tiempo...
Sobrevolando otro extremo del valle, mientras las tropas terrestres luchaban contra las legiones de Lizalfos, Poes, Stalfos y demás criaturas, Maripola a lomos de su libélula, Midna y Fay sobrevolaban el área, evadiendo los obstáculos para dirigirse hacia el segundo de los generadores mágicos. La ventaja de poder volar era que podían evadirse las peleas y tomar el camino más directo y rápido hacia su objetivo, aunque lamentaban un poco no poder hacer mucho desde allí para apoyar a los suyos. Cuando aterrizaron, miraron a su alrededor, la zona estaba totalmente despejada, salvo por el gran objeto solitario que estaba en todo el centro, emitiendo el pilar de luz. Se les hizo muy extraño que, a pesar de que el área alrededor del santuario estaba defendida a morir por las tropas de Cya, el área interior parecía totalmente despejada.
- Bueno, amigas, ¿estamos en el lugar correcto? - dijo Midna.
- Mi análisis preliminar detecta una fuerte concentración de energía mágica siniestra proveniente de ese objeto. - dijo Fay. - Puedo asegurar al 100% que es el generador mágico que buscamos.
- Es muy hermoso, ¿en serio tenemos que destruirlo? - dijo Maripola con algo de pena.
- Una verdadera lástima, pero así tiene que ser. - dijo la Twili, cambiando su cabello a su forma de cuchilla. - Permítanme los honores.
Midna levitó hacia el generador preparando la cuchilla y descargándola con fuerza. La Twili golpeó con todo lo que tenía esperando partirla de un solo golpe, pero no fue así. Frunciendo el cejo, dio otro tajo, y otro, cada vez enfureciéndose más por la terquedad del artefacto. Sin embargo, Midna estaba tan concentrada, que no se percató de lo que comenzaba a surgir cerca de ellos.
- ¡Ya, querido, sé bueno y pártete por la mitad! - gritaba la Twili.
- Alerta. Detecto una concentración de energía maligna en nuestra área cercana. - dijo Fay.
- ¿Cómo dices? No veo... - Maripola empezó a mirar a todas partes, pero entonces vio lo que parecía ser un montón de esporas oscuras que empezaban a acumularse muy cerca de Midna, formando una especie de nube negra, que iba adoptando forma. - ¡Señorita gatita, cuidado!
- ¿Qué pasa? ¿No ves que estoy...? - Y fue entonces que vio lo que intentaba advertirle Maripola.
Las esporas se fueron concentrando más y más, hasta ir adoptando una forma más definida. Un cuerpo alargado y delgado de color negro flotaba en el aire, con una pequeña cabeza que abrió un enorme ojo único amarillo con el iris rojo. Acto seguido, sacó una, dos, tres, cuatro enormes alas, las dos superiores tenían varios tonos de amarillo, rojo y púrpura, y las de abajo, un poco más pequeñas, eran más oscuras y opacas. Dos antenas azul-verdes sobresalieron de su cabeza, y cuando empezó a aletear, dejó salir una especie de esporas
- ¡Ack! ¿Y qué es esta cosa? ¿Un amigo tuyo, Maripola? - dijo Midna, tapándose la nariz cuando las esporas le llegaron.
- ¡Eso nunca! - dijo la niña, aparentemente indignada por la sugerencia. - ¡Amo a los insectos, pero no a los monstruosos como este, que son malvados!
El asqueroso insecto pareció ofenderse con esto, pues de inmediato echó a volar para embestir a Maripola. Fay se interpuso, y contraatacó dándole algunas patadas para alejarlo. Midna le siguió, invocando a su lobo crepuscular, al tiempo que ella misma ponía su mano de energía en forma de cuchilla, apuntándole directamente al único ojo. El insecto se dio cuenta de esto y se elevó, empezando a volar para esparcir sus asquerosas esporas. Maripola solo alcanzó a taparse con su sombrilla, Midna se tapó la nariz y Fay parecía ser la única que no se veía afectada.
- ¿Cómo haces para que no te moleste esta asquerosidad? - preguntó Midna.
- No poseo sentido del olfato. - replicó con voz monocorde Fay.
- Qué suerte tienes. - dijo Midna. - ¿Dónde hay algo de lluvia cuando la necesitamos?
En efecto, si en ese momento cayera un poco de lluvia sería muy oportuno, para limpiar el asco de las esporas, y para remojarle las alas al bicho para que no pudiese volar. Desafortunadamente, ninguna de ellas contaba con armas o poderes de ese elemento, así que tendrían que arreglárselas con lo que tenían a mano. Sin embargo, al ver que dejó el generador desprotegido, Midna pensó en salir corriendo para ir y atacarlo, solo para terminar estampada contra el suelo cuando este se lanzó desde lo alto, estrellándose con fuerza
- ¡Maldito bicho, quítate de encima, qué asco! - gritó la Twili, teniendo esta vez que usar su mano de cabello para taparse la nariz.
Oler las esporas era una cosa, pero recibirlas a quemarropa de la fuente directa. Fay inmediatamente salió disparada para embestir a la polilla, atacándola con aletazos y patadas. Mientras tanto, Maripola corrió hacia Midna, aguantándose la respiración para no inhalar las esporas.
- ¿Señorita gatita? ¿Estás bien? - le preguntó.
- ¿Y a ti te parece que estoy bien? - replicó la Twili.
Inhalar tan cerca del insecto esas esporas le afectó algo más que su nariz. Incluso después de que Fay le quitó al bicho de encima, esas esporas al parecer la paralizaron por completo cuando las inhaló. Maripola sacó a una de sus mariposas curativas, esperando a que pudiera hacer algo. Las esporas de la mariposa hicieron su efecto, y Midna pudo volver a moverse al cabo de unos instantes, mientras Fay mantenía a raya a la polilla.
- Que ella se haga cargo, yo mientras tanto...
La Twili volvió su atención al generador mágico. Ese era su verdadero objetivo. Pero mientras volaba hacia él, el ojo de la polilla se fijó en ella, y dejando de lado a Fay, fue a interponerse de nuevo en su camino, embistiéndola y haciendo que se estrellara contra una de las paredes del santuario.
- ¡Auch! ¡Estúpida plaga, ¿es que tienes algo contra mí?! - gritó irritada Midna. - ¡Mejor quítate o tendré que aplastarte!
Midna y Fay se lanzaron a la carga contra la polilla, que en respuesta comenzó a aletear violentamente, generando ráfagas de viento que pronto se tornaron en vendavales y las empujaron a las dos. Hecho esto, fijó su atención en Maripola, pero en lugar de lanzarse personalmente contra ella, decidió hacer algo diferente. Traer un poco de "ayuda adicional". De la parte inferior de su cuerpo comenzó a producir una especie de fluido negro (lo cual por cierto se veía repugnante). Cada mancha, se tornó en una masa que después adquirió la forma de una extraña mezcla de larva o mini-polilla, hasta hacer aparecer por lo menos unas veinte de ellas. La princesa de los insectos vio con horror como estas empezaban a esparcirse por el área, y alrededor de ella.
- ¡No! ¡No, no, aléjense de mí! - exclamó la niña cuando empezaron a volar hacia ella, sin más opción que empezar a aporrearlas violentamente con su sombrilla, tratando de mantener lejos a las larvas aladas.
Afortunadamente, Midna y Fay regresaron rápidamente, y pudieron espantar (y aplastar) a las larvas que hostigaban a Maripola. Pero eso no bastó, más de ellas se lanzaron a atacar.
- ¡Quédate entre nosotras! - gritó Midna.
La niña no dudó en obedecer, quedándose entre las dos. Al no ser ella una combatiente directa, no podía hacer mucho, había sido más una ayuda como soporte, en cosas como curación o transporte, pero para ayudar en los combates usualmente necesitaba la ayuda de la magia de Lana, para que sus pequeños amigos pudieran hacer su trabajo. Pero para empeorar las cosas, la polilla no cesó de seguir segregando ese fluido que creaba más de sus "hijitos" o "mini-clones", y estos se seguían multiplicando por todo el lugar. Por cada una que ellas mataran (así fuera de un solo golpe), la polilla traía dos más.
- Esta polilla asesina tiene una capacidad casi infinita de producir larvas. Son menos poderosas, pero más rápidas, y también poseen la capacidad de producir esporas. - dijo Fay.
- Sí, lo superable es cómo nos desharemos de ellas. - dijo Midna. - Esto no tiene fin, hay que matar a mamá bicho para que no siga trayendo más de sus familiares aquí.
Mientras veía como la Twili y el espíritu de la Espada Divina peleaban contra las larvas, Maripola no podía evitar sentirse inútil. Ellas dos se esforzaban por mantener a raya a las larvas y protegerla, la princesa de los insectos decidió que tenía que hacer algo. Si sus amigas no podían atacar a la polilla grande, entonces ella era la que tendría que ocuparse de eso. Así, metió la mano en su canasta y extrajo un frasco con una mariposa dorada, y después, una pequeña gema de color azul claro. En esta era donde había dejado Lana el encantamiento agigantador. Le había dicho que lo utilizara como último recurso, pero en este momento era una emergencia, y tenía que hacer algo para ayudar.
- ¡Señora mariposa, por favor ayúdenos! - exclamó, mientras abría el frasco para dejarla salir, y arrojaba la gema.
El encantamiento hizo aparecer un enorme círculo mágico, y al atravesarla, la mariposa adquirió un tamaño idéntico al de la polilla. Inmediatamente, empezó a aletear para dispersar las esporas que estaban por toda el área.
- ¡Maripola! ¡Lana dijo que usaras eso como último recurso! - dijo Midna.
- ¡Tenía que hacer algo! - dijo la niña. - ¡Tengo que ayudarlas de alguna manera!
- Según mis cálculos, el encantamiento perderá su efecto en 17 minutos y 28 segundos. - dijo Fay.
- De acuerdo, si es de ese modo, es mejor que nuestra amiguita pueda acabar con la plaga antes de ese tiempo. - dijo la Twili. - Veamos qué podemos hacer mientras tanto.
- ¡Señora mariposa, ataque! - gritó Maripola, apuntando hacia la polilla asesina.
Instantáneamente, la mariposa echó a volar para embestir a su contraparte malvada, y con eso, además la detuvo de seguir produciendo más larvas. Después de estabilizarse en el aire, la polilla comenzó a aletear para crear ráfagas, a lo que la mariposa respondió de la misma manera con las suyas propias. Las de la mariposa fueron más fuertes, pero después de que el viento la empujara, la polilla volvió a la carga y embistió a su oponente violentamente. La mitad de las larvas empezaron a reunirse alrededor del generador para custodiarlo, mientras que el resto se dividió entre atacar al grupo de heroínas, y tratar de auxiliar a su progenitor, echándosele encima a la mariposa dorada para tratar de entorpecerla.
- ¡Déjenla! ¡Quítensele de encima! - gritó Maripola.
- Las dos podemos jugar a lo mismo. - dijo Midna, invocando a su lobo crepuscular, pero entonces, hizo algo que no le habían visto hacer antes. Chasqueó los dedos, y el lobo se dividió... en muchos lobitos pequeños, como cachorros. - ¡Desháganse de esa plaga!
Los cachorros de lobo crepuscular, en vez de verse feroces como el grandote, más bien se veían adorables, pero eso no los hacía menos despiadados con sus presas. Rápidamente, se les echaron encima con mandíbulas y garras, quitando de encima a las larvas que molestaban a la mariposa dorada y permitiéndole volver a pelear contra la polilla. Ahora, el siguiente objetivo, era deshacerse de las larvas restantes que pululaban alrededor del generador
- No sabía que también podías hacer eso. - dijo Maripola, acercándose a Midna. - Hasta me parecen lindos.
- Es más difícil controlar a tantos a la vez, pero a veces ayudan. - dijo Midna. - Ahora, por favor vigila a tu mariposa, y trata de que derrote a esa polilla antes que se le acabe el efecto, ¿sí?
Tal vez, ahora con la mariposa dorada tenían una mejor oportunidad de voltear la situación. Pero con el reloj andando, tanto Midna como Fay sabían que tenían que apresurarse. Con esto en mente, las dos eliminaron a tantas larvas como pudieron. Una vez que el área estuviese totalmente despejada, podrían concentrarse en atacar su verdadero objetivo, el generador mágico.
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Y mientras tanto...
La división de los comandantes Sheikahs había logrado sitiar el área alrededor del tercer santuario con éxito. Ahora, mientras las fuerzas establecían un perímetro, un grupo de al menos unos cincuenta soldados seguía a Impa y Azael hacia el área interna, en busca del generador mágico.
- ¡Que no pase nada a través de la línea defensiva! - ordenó Azael. - ¡Mantengan posiciones y no persigan a ningún enemigo, pero no dejen que entren al área tampoco!
- ¡Entendido, subcomandante! - replicaron los soldados.
Mientras la fuerza encabezada por la pareja Sheikah se adentraba en el área, se tomaron un tiempo para examinar el lugar. Igual que las otras, el santuario era una zona realmente despejada. Sin embargo, a diferencia de las otras dos, había algo más aparte del susodicho generador mágico. Un enorme bulto rocoso con forma de trapezoide. Por alguna razón les daba muy mala espina, pero no podían sentir nada.
- Dispérsense por el área, y estén atentos. - dijo Impa. - Azael, vamos a verificar.
Los soldados obedecieron a su líder, y mientras Impa y Azael corrían hacia el centro, aguzando vista, oído y todos sus demás sentidos, en caso de que algo apareciera para atacarlos. Antes de empezar con el generador, los dos Sheikahs se acercaron primero al bulto rocoso que estaba más atrás. Lo rodearon con calma, tanteándolo con las manos y con sus armas. Pero no percibían nada.
- La zona parece segura, pero no podemos confiarnos. - dijo Azael con precaución. - Es extraño, ¿para qué está esto aquí?
- Eso no importa por ahora, a lo que venimos. - dijo Impa.
Los dos Sheikahs echaron mano de sus armas, Impa de su gran espada y Azael de su alabarda. El subcomandante, en señal de respeto (y quizás algo más) decidió dejarle que ella diera el primer golpe. Impa rodó los ojos, pero igualmente lo aceptó y con un movimiento de desenfunde rápido, golpeó el generador tan fuerte como pudo. Pero este ni siquiera mostró grietas o abolladuras. Azael inmediatamente lo siguió con un golpe vertical con el hacha de su alabarda, pero tampoco funcionó. Para los dos, se hizo evidente que el generador tenía un refuerzo mágico para protegerlo contra ataques normales. Hechas estas previsiones, los dos Sheikahs se dieron cuenta que tenían que atacarlo de la misma manera, y canalizar sus propios poderes a sus armas, primero para poder romper el refuerzo y eventualmente el generador.
Sin embargo, cuando los dos dieron apenas unos pocos golpes al generador, empezaron a percibir algo. Una energía maligna empezó a surgir detrás de ellos... específicamente desde el lugar donde estaba ese enorme bulto rocoso. Empezó primero a agrietarse, en dos lugares específicos, y luego de cada uno empezó a salir energía. De un lado, azul-blanco como el hielo, y del otro, rojo brillante como el fuego. Seguidos de la explosión de energía se oyeron dos estridentes rugidos. Sí, dos, que pronto, cuando la energía dejó de emitirse, pudieron verse sus causantes. En el extremo de dos largos y delgados cuellos, y esencialmente idénticas en todo, excepto por el color de cada una, azul la de la izquierda y roja la derecha, sobresalían dos cabezas de dragón de nariz chata, ojos amarillos, colmillos afilados y cuernos que apuntaban hacia atrás. El resto del bulto se resquebrajó en cuestión de segundos, dejando salir el resto del cuerpo, redondeado y grueso. Cuatro patas, cortas y gruesas, terminando cada una en tres garras, una larga y pesada cola, y unas alas claramente muy pequeñas como para levantar ese peso eran las extremidades que componían el resto de la criatura.
Un dragón. Un dragón bicéfalo, cuyas dos cabezas comenzaron a escupir hacia el cielo chorros de hielo y fuego. Instintivamente, los soldados hyruleanos dejaron sus posiciones y rodearon a la recién aparecida bestia, dispuestos a enfrentársele.
- ¡Comandante, Subcomandante, destruyan el generador, nosotros nos encargaremos de este! - exclamó valientemente uno de los soldados.
Ninguno de ellos temblaba, ni su resolución de pelear por sus líderes. Sin embargo, Impa y Azael sabían que ellos no podían hacer eso. Este era un enemigo fuera de su liga por completo. No podían, no debían enfrentárseles de ninguna manera. El mismo pensamiento cruzó la mente de los dos Sheikahs
- ¡¿Qué están diciendo?! ¡Este enemigo es diferente, ustedes no podrán con él! - gritó Azael.
- ¡Lárguense de aquí ahora! - exclamó a su vez Impa. - ¡Todos ustedes, váyanse de aquí!
Pero ninguno de los soldados obedeció la orden de su comandante. En lugar de eso, todos alzaron sus armas y echaron acorrer contra el dragón para atacarlo, ignorando o sin darle importancia al hecho de que lo más probable era que con sus armas no podrían hacerle ni un solo rasguño.
- ¡Somos verdaderos caballeros de Hyrule! ¡Retirarnos no es una opción!
- ¡Al ataque! ¡Por la gloria de Hyrule!
- ¡Idiotas! ¡No se le acerquen! ¡Si lo hacen terminarán todos muertos por nada! - gritó Azael.
Como si se molestara de que esos insignificantes humanos intentasen atacarlo, el dragón agitó las dos cabezas violentamente y golpeó a todos los que estaban lo suficientemente cerca, volándolos lejos. Impa y Azael trataron de correr en su ayuda, gritándoles que se fueran y dejaran todo en manos de ellos dos, pues ya habían hecho muchos sacrificios hasta ese día y no querían ver más.
- ¡Váyanse! ¡Váyanse enseguida! - gritaba Impa.
Pero fue demasiado tarde. Los soldados, movidos por su sentido de lealtad, orgullo personal y honor se rehusaron a marcharse, directamente desobedeciendo a sus superiores. Si bien en otras circunstancias ese deseo de pelear era admirable, en este momento era una estupidez monumental. Y trágicamente, estaban a punto de pagar el precio máximo por ello. Las dos cabezas del dragón empezaron a inhalar, mientras en sus bocas empezaba acumularse energía elemental en masa.
- ¡ALÉJENSE! - volvieron a gritar Impa y Azael, pero ya era demasiado tarde.
Las dos cabezas del dragón exhalaron sus alientos. La roja lanzó un torrente de fuego infernal, y la azul una escalofriante corriente glacial. Impa y Azael solo pudieron ver, con sus ojos llenos de terror y espanto como la mitad de sus soldados era consumida por las llamas hasta quedar hechos cenizas, y la otra, envueltos en el frío, literalmente endureciéndose tanto que se volvían bloques de hielo para luego despedazarse por completo. Los comandantes Sheikah no podían creer lo que veían sus ojos. Ahí yacían sus soldados, convertidos en manchas y cenizas negras, o trozos duros de hielo resquebrajado en el suelo. El shock de verlos morir tan horriblemente los dejó en un estado catatónico por varios segundos, hasta darse cuenta que si no querían sufrir el mismo destino, tenían que moverse y rápido.
- Maldita bestia... ¡MALDITAAAAAAAAAAA! - gritó Impa, con los ojos inyectados en sangre por la furia que la invadió.
- ¡LO VAS A PAGAR! - vociferó a su vez Azael, apretando los dientes de la misma forma.
Determinados a vengar a sus hombres, Impa y Azael flanquearon al dragón bicéfalo. Usualmente, esta táctica sería efectiva para derrotar a un oponente ordinario, incluso a uno tan masivo, pero el problema era que su adversario tenía, literalmente, dos cabezas, y estas parecían independientes una de la otra por completo, pues la roja se fijó en Impa, y la azul centró su atención en Azael. Los Sheikahs, aparte de tener más experiencia en combate y estar mejor equipados que sus subordinados, contaban además con la ventaja de poder utilizar la magia tanto para reforzar sus armas como a sí mismos. Las dos cabezas se estiraron para morderlos, y estos esquivaron las quijadas saltando, disponiéndose a caer con sus armas con fuerza. Pero estos respondieron agitando las cabezas no solo para evitar sus ataques, sino para golpearlos mientras descendían, mandándolos a volar lejos. Mientras estaban en el suelo, las dos cabezas volvieron a inhalar, preparando sus alientos elementales. Por fortuna, Impa y Azael pudieron reponerse a tiempo para salirse de su rango antes de fueran a alcanzarlos.
Sin mejores ideas, los dos volvieron a rodear al dragón, intentando buscar algún punto que estuviese mal defendido. Impa transfiguró la espada a la forma de naginata, y tanto ella como Azael se lanzaron simultáneamente a darle estocadas cargadas de energía eléctrica y de fuego a los costados del cuerpo. No obstante, al impactar, y pese al impulso de carrera que habían tomado, sus ataques no dejaron ni una sola mancha. ¿De qué estaba hecho el cuerpo de esta criatura? Cuando Azael tomó su distancia para salirse de su alcance, Impa permaneció cerca, y la cabeza de fuego de nuevo comenzó a preparar su ataque.
- ¡Ahí va de nuevo! ¡Cúbrete, Impa! - exclamó Azael.
- ¡No tienes que decírmelo! - replicó la mujer.
Impa echó a correr para alejarse, pero esta vez no disparó un chorro de fuego, sino que lo concentró en una enorme esfera. Una vez que alcanzó un tamaño considerable, demasiado para contenerla entre sus mandíbulas la arrojó, explotando con tal fuerza que hizo volar por los aires a Impa.
- ¡YAAAAAAAAAAHH!
- ¡IMPA! - gritó Azael.
El dragón empezó a pisotear con fuerza, para ponerse al alcance para atacar de nuevo mientras Impa estaba en el suelo. Afortunadamente, con su enorme tamaño y peso era tan fuerte como lento, lo que le dio a Azael tiempo de sobra para correr hacia su compañera y verificar que estaba bien. Estando los dos juntos, las dos cabezas fijaron la mirada en ellos listos para atacar de nuevo. Esta vez fue la cabeza de hielo, la que se dispuso a hacer el ataque. Azael consiguió reanimar a Impa de nuevo, y justo a tiempo, para que los dos lograran apartarse de una lluvia de estacas de hielo que salieron disparadas directo hacia ellos. Tras salvarse de ser empalados, volvieron a alejarse.
- ¿Qué hacemos ahora? - murmuró Azael.
- Creo que ni entre los dos tenemos una oportunidad contra él. - tuvo que admitir a regañadientes Impa. - Odio tener que decir esto, pero nos vendría bien un poco de ayuda.
Azael le echó una mirada fugaz a su superiora, como si los dos pensaran exactamente lo mismo. La opción más obvia sería llamar a los soldados que cuidaban el perímetro para que vinieran a echarles una mano, pero después de lo que la bestia de dos cabezas les hizo a los que los habían acompañado, ambos sabían que eso no era una opción. Por grandes números que hubiera, los soldados hyruleanos no tenían el poder ni mucho menos el armamento para hacerle frente a una amenaza como esta. Únicamente ellos, Link, la legión, Lana y el resto de sus aliados del pasado tendrían una remota oportunidad de pelear contra él. Y estaba el otro problema, la verdadera misión que tenían en ese lugar.
- ¿Qué hay del generador? - preguntó Azael.
- Si lo está custodiando no nos dejará acercarnos. - dijo Impa. - La peor parte, es que al tener dos cabezas puede concentrarse en los dos simultáneamente.
Ese era el otro asunto. Nunca mejor dicho eso de que "dos cabezas son mejores que una", y por lo que habían podido observar, estas eran independientes una de la otra, pero parecían sincronizarse de una manera tan efectiva, que incluso entre los dos no podían superarlo. Si al menos hubiese una persona más allí, ellos dos podrían mantener al dragón bicéfalo ocupado mientras su otro compañero se ocupaba del generador.
- Usualmente, es en estos momentos cuando tienes alguna sugerencia. - dijo Azael.
- Lo único que se me ocurre ahora es... tratar de no morir. - replicó Impa.
Eso era todo. Tratar de sobrevivir, hasta que se les ocurriera algo, y encontraran un punto débil o alguien más acudiera en su ayuda. Para mantener a las dos cabezas ocupadas, lo mejor era quedarse los dos a larga distancia. Con suerte, tal vez pudiesen hacer que se alejara lo suficiente para tener una abertura para atacar el generador. Esa era su prioridad, pero como un perro guardián custodiando la entrada de la vivienda de sus amos para alejar a los intrusos, el dragón tenía muy claro lo que tenía que proteger y no se alejaba más de lo necesario del generador, siempre volviendo a su puesto cuando trataban de alejarlo.
En un arranque de desesperación, Impa prendió en llamas su naginata, y tomando impulso a buena distancia, se la arrojó como una jabalina, tratando de apuntar a la base del cuello de la cabeza azul mientras esta atacaba escupiendo sus estacas de hielo hacia Azael. Podría haber funcionado, pero la roja vio lo que intentaba, y de un sacudón desvió el arma haciendo que se clavara a varios metros de ellos. Mientras intentaba recuperarla, la mujer, tomando una página del libro de su antigua pupila, sacó de su cinturón un par de kunais con sellos explosivos. Al cerciorarse de tenía la atención de las dos cabezas, se los arrojó, uno a cada una, esperando que al menos la distracción por las explosiones le diera a Azael una abertura para ir a atacar el generador. El hombre rápidamente entendió el plan de su compañera y se dirigió hacia el susodicho objeto, con la alabarda cargada de electricidad para darle un golpe. Pero cuando estaba a punto de llegar, fue sorprendido por un sorpresivo coletazo en lo que la bestia se giró. Instintivamente, Azael se agarró de la cola del dragón, y tras lograr ponerse a salvo, cambió de táctica: para no desperdiciar la energía que había utilizado para preparar ese ataque, decidió montarse en la espalda del monstruo, esperando que este no notara su presencia.
- ¡A ver qué te parece esto! - exclamó poniendo su alabarda con la punta hacia abajo y descargando electricidad.
Azael golpeó con todas sus fuerzas repetidas veces, pero la piel del cuerpo del dragón era extremadamente dura, y fue tras no menos de dos docenas de veces que empezó a ver algún progreso, antes de que una de las cabezas, específicamente la azul, se diera cuenta de su presencia, y agitándose violentamente lo tiró. Entretanto, Impa esquivaba los chorros de fuego de la roja, saltando y corriendo en zigzag hasta que alcanzó a llegar al lugar donde cayó su naginata. La transfiguró de vuelta a su forma de espada, justo a tiempo para utilizarla para cubrirse creando una barrera de agua cuando un chorro de fuego salió disparado hacia ella. Incluso aunque se salvó de salir quemada, todavía pudo sentir el calor a su alrededor, dándole una idea de lo que debían haber sentido aquellos pobres soldados antes de terminar incinerados.
Afortunadamente, Azael pudo girarse en el aire y aterrizar de pie cuando la cabeza de hielo lo atacó. Por desgracia, él además de su alabarda no traía consigo algún arma adicional que pudiera usar como distracción (los kunais que cargaba los había agotado arrojándolos contra unos Lizalfos, y no tuvo tiempo de ir a recuperarlos). Al ver que ni Impa ni Azael se ponían a rango, de nuevo las dos cabezas del dragón decidieron recurrir a usar sus alientos. Ráfagas de fuego y hielo llenaron toda el área mientras Impa y Azael trataban o de mantenerse fuera de su alcance, o usar sus armas para crear escudos improvisados y protegerse de ellos.
Al cabo de varios minutos, los dos se vieron forzados a recurrir a la lenta y no tan segura en este caso táctica de "golpear y correr", que consistía simplemente en ir a toda prisa hacia el generador cada vez que tenían una mínima oportunidad, darle un golpe tan fuerte como pudieran sin detenerse y seguir corriendo en esa misma dirección para escapar del inevitable ataque de fuego, hielo o ambos que le seguiría de inmediato. La peor parte, era que ninguno de los dos podía pararse a verificar que hubiesen podido hacer algún daño. Más todavía, el generador se veía igual de intacto que cuando llegaron.
Azael ejecutó un movimiento arriesgado, cargando con tanta energía como pudo su alabarda, y corriendo entre los chorros de hielo y fuego, buscó su oportunidad y la arrojó de la misma forma que Impa lo hizo antes con la naginata. Consiguió golpear a la cabeza azul, la descarga tuvo suficiente potencia para paralizarla, mientras se convulsionaba, se puso a suficiente distancia del suelo para que Impa pudiese saltar desenvainando su gran espada para un corte masivo.
¡SCHWAP! El tajo fue directo, y la cabeza azul cayó cercenada inerte hacia el suelo, dejando salir un charco de sangre púrpura donde cayó. La de fuego pareció enfurecerse, y después de echarle un par de bolas explosivas a los Sheikahs, empezó a chirriar de una manera muy extraña.
- ¿Qué está haciendo? - preguntó Azael.
- ¡Azael, mira! - exclamó Impa.
El cuello azul, incluso sin cabeza, empezaba a moverse de nuevo. ¿Pero cómo era eso posible si se la acababa de cortar? Y entonces sucedió lo impensable: una masa de tejidos, primero amorfa, comenzó a acumularse en el extremo donde antes estaba la cabeza cortada. En cuestión de segundos, la nariz, la boca, los colmillos, los ojos, incluso los cuernos, todo estaba exactamente igual que la que le acababan de cortar. Es más, hasta lanzó un rugido como si quisiera hacerles ver que esta nueva cabeza era totalmente funcional.
- Esto tiene que ser una broma. - dijo Impa. Tanto trabajo por cortarle esa cabeza, y ahora resultaba que podía regenerarse. ¿Sería que tenían que matarlas a las dos a la vez?
- No hay más alternativa, tenemos que cortarlas ambas al mismo tiempo. - agregó Azael.
A pesar de estar recién regenerada, la nueva cabeza de hielo parecía tener el mismo poder que su antecesora, y lanzó una gélida corriente concentrada, creando una escultura de estacas de hielo en el lugar donde impactó. Se les estaban agotando las ideas, todavía podían seguir peleando un poco más, pero no podían continuar de ese modo para siempre, no contra este adversario ellos dos solos.
El dragón sería lo bastante inteligente para no caer dos veces en la misma trampa con la que le cortaron esa cabeza, pues a partir de ese momento determinó que cada cabeza enfocara sus ojos en un objetivo único. Los ataques sorpresa estaban fuera de discusión, pues otra de las ventajas de tener dos cabezas eran los pares extras de ojos y oídos que estas otorgaban. No tenían ningún punto ciego aparente, pues podían voltearse en cualquier dirección para interceptar cualquier cosa que intentaran lanzarles. Finalmente, en un intento desesperado, los dos se lanzaron haciendo una estocada combinada, rezando por que la energía combinada que utilizaban les sirviera para atravesar los ataques. Así fue, y consiguieron dar un golpe al torso de la bestia, pero más que sacudirlo un poco, no le hicieron gran cosa, y este respondió dándose la vuelta para darles un violento coletazo.
- Auch... eso dolió. - dijo Azael. - Impa... ¿no te rompiste algo?
- El orgullo, más que nada. - replicó la mujer, teniendo que usar su arma para ponerse de pie otra vez. - ¿Es que no hay forma de matar a esta abominación?
- No entre nosotros dos, según parece. - dijo Azael, preguntándose si no sería mejor que se quedaran allí a esperar, mientras el monstruo pisoteaba para dirigirse hacia ellos, aparentemente, listo para dar el golpe final.
Pero las plegarias de los Sheikahs fueron contestadas: cuando la cabeza de fuego se disponía a dispararles un chorro ardiente, un igualmente fuerte viento helado que vino desde atrás lo detuvo, protegiendo a los dos Sheikahs. A su vez, una bola rodante que inmediatamente reconocieron como Darunia, embistió al dragón haciéndolo retroceder y cesar el ataque. El jefe Goron inmediatamente se desenrolló, y empuñando su martillo, golpeó al aturdido dragón antes que recuperase el aire. La Princesa Ruto, que había sido la responsable de la ventisca que detuvo el lanzallamas, pronto se le unió.
- ¿Necesitan ayuda? - les preguntó la joven Zora. - Sentimos la tardanza, tomó un poco convencer a la línea defensiva de dejarnos pasar.
- Son muy oportunos, gracias. - dijo Impa, mientras ayudaba a Azael a ponerse de pie.
- Qué suerte que estuviéramos por aquí cerca. - observó Darunia. - Impresionante, no había visto un dragón de este tipo. Su cabeza de fuego me recuerda a esa bestia, Volvagia.
- Y al parecer, con dos cabezas es el doble de peligroso. - agregó Ruto. - Lady Impa, Sir Azael, nosotros nos encargaremos de él. Lo que deban hacer, háganlo ahora.
No queriendo desperdiciar la oportunidad que Ruto y Darunia acababan de darles, los dos Sheikahs corrieron hacia el generador mágico, ahora que tenían a sus compañeros para mantener a las dos cabezas del dragón bicéfalo ocupado. Mientras los Sheikahs comenzaban a atacar con todas sus fuerzas al generador, la princesa Zora y el jefe Goron atraían la atención de cada una de las cabezas del dragón. Ruto comenzó disparando un rayo congelante hacia la cabeza de fuego. La de hielo inmediatamente interceptó el ataque, y respondió con el suyo propio, concentrando energía en su boca hasta generar un gigantesco pico de hielo que salió disparado como un dardo. Darunia se interpuso para repeler el proyectil, volándolo en mil pedazos de un solo golpe de su martillo en llamas. La cabeza de fuego otra vez concentró una bola explosiva, y esta vez fue Ruto quien la respondió con una de energía congelante de igual intensidad, haciendo que se neutralizaran una a la otra. Al tener un respiro, los dos flanquearon al dragón e intentaron atacarlo, Ruto disparando estalactitas de hielo y Darunia intentando golpearlo con el martillo. Sin embargo, rápidamente comprobaron lo mismo de lo que se dieron cuenta Azael e Impa cuando intentaron su primer ataque, la coraza del cuerpo era virtualmente impenetrable. La falta de movimiento del cuerpo lo compensaba con una formidable defensa, y el tiempo de reacción y completa movilidad de las dos cabezas, cada una individualmente, hacía que fuese mucho más difícil atacar el punto débil del monstruo.
Entretanto, Impa y Azael siguieron golpeando el generador mágico, alternándose entre los dos. Estaban logrando dañarlo y causando intermitencia en su emisión de energía, pero no sentían que estuvieran haciéndolo lo suficientemente rápido. Habían podido agrietarlo un poco, pero parecían estar muy lejos de causar un daño definitivo, y si seguían así tardarían demasiado. Tomándose un momento para recuperar el aliento, Azael tuvo una idea y miró a Impa. Sin necesidad de decirle las palabras, la comandante supo exactamente lo que su compañero estaba proponiendo. Por separado su progreso era muy lento. Juntos... podrían acelerarlo significativamente, y tal vez lograrlo de un solo golpe.
- ¿Lo intentamos? - preguntó Azael.
- Hagámoslo. - respondió Impa.
Concentrándose para enfocar su poder en los filos de sus armas para máxima efectividad, los dos Sheikahs levantaron simultáneamente la alabarda y la naginata. Con un grito de furia, ambos las bajaron para hacer un corte en X de intersección visualmente perfecta, como si las dos armas se hubiesen atravesado una a la otra. La energía en el punto de intersección bastó para hacer unos cortes tan limpios, que el trozo del generador que seguía en pie, una vez que se pudo ver el resultado tras la explosión de energía, quedó en una punta triangular casi perfecta.
Con su tarea cumplida, los Sheikahs volvieron su atención hacia el dragón bicéfalo. Darunia y Ruto estaban haciéndolo bien, pero incluso dos adversarios parecían insuficientes contra las dos cabezas y su aparente capacidad regenerativa. Sin perder tiempo, se lanzaron para agruparse con sus dos aliados y derrotar de una vez al monstruo.
Ahora iban a vengar a sus hombres, y si tenían oportunidad, irían tras Cya para hacerla pagar por todas las muertes y destrucción que causó.
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Cerca de la entrada del templo...
Mientras el resto de sus aliados tenían que lidiar con las amenazas que surgieron intentando proteger los generadores, Link y Lana lamentaban no poder hacer más nada en aquel momento, excepto confiar en ellos. Desde la elevación de la meseta, el joven héroe podía ver las siluetas del golem de piedra, de la polilla gigante, y el dragón bicéfalo. Por mucho que quisiera ir a auxiliar a sus compañeros, sabía que no podía perder de vista cuál era su papel en esa batalla, y tenía que dejar que ellos hicieran lo suyo. Proxi se adelantó para explorar el área, evaluando qué tan defendidos estarían los alrededores, y regresó a los pocos minutos.
- ¡Link, Lana! ¡Por todo el lugar están apareciendo esos dobles oscuros! - les dijo.
- ¿Todavía los tiene? - preguntó Link. No le apetecía la idea de tener que pelear de nuevo contra esas réplicas suyas, siendo un recordatorio de los errores que cometió. Lana pareció percatarse de esto, y de inmediato se le acercó.
- Link, recuerda que no tendrás que pelear solo con ellos. - aseguró la hechicera. - No olvides que estoy aquí para ayudarte, y también el resto de tus amigos.
- Tienes razón. - dijo Link, recobrando su determinación.
El error que cometió antes fue tratar de enfrentarse él solo a esos dobles oscuros, olvidando que los demás estaban luchando con él, que lo habían estado con él desde el principio, y que nunca lo abandonarían. Usar toda su fuerza no estaba en lograr ser capaz de hacerlo todo por sí mismo, sino en confiar en sus amigos como ellos confiaban en él. Link tal vez en ese momento no lo supiera, pero eso era lo que lo pondría en el camino correcto de convertirse en un verdadero héroe.
Y con toda certeza, tal como lo dijo Proxi, de manchas negras en el suelo comenzaron a emerger Links sombríos. El original, al verlos, tuvo la extraña sensación de que había algo... diferente en ellos por alguna razón. Cuando los más cercanos empezaron a correr hacia ellos para atacar, la primera en reaccionar fue Lana, disparando un hechizo eléctrico que los detuvo en seco, pero aunque los dañó, estos siguieron en pie, por lo que Link tuvo que ir a rematarlos. Y aun así, aunque la Espada Maestra seguía siendo efectiva, esta vez tardó cuatro o cinco golpes para poder eliminar a cada uno de ellos, en lugar de uno solo. Lo que fuera que Cya estaba haciendo, al parecer los volvió más resistentes. Y no solo eso, los otros que fueron apareciendo, parecieron aprender de lo que acababan de ver, y se dispersaron cuando notaron que Lana de nuevo intentó utilizar su tormenta de rayos para hacer caer a todos los posibles, intentando claramente rodearlos para hacer una carga múltiple.
- ¡Link, ponte cerca de mí! - exclamó la hechicera.
Sin pararse a cuestionar, Link obedeció, y la peliazul inmediatamente invocó el domo protector en un área cercana, justo a tiempo para detener a los Links sombríos cuando estos alzaron sus espadas y comenzaron a correr simultáneamente hacia ellos para atacar. Los que iban de frente chocaron contra la barrera y salieron despedidos hacia atrás, y los que venían detrás de ellos tuvieron la inteligencia para frenar y comenzaron a golpearla con sus propias espadas, sin éxito pues sus golpes tampoco hacían mella en la barrera protectora. Estaban a salvo de los ataques, pero ambos sabían no podrían estar allí para siempre. Seguramente, Cya estaba tratando de agotarlos antes de que pudiesen llegar hasta ella. Con eso en mente, tenían que encontrar la manera de resistir y llegar hasta Cya con suficiente energía para poder enfrentarla.
- Estamos a salvo aquí dentro, pero siguen apareciendo. - dijo Link. - Y no es por nada, pero están más fuertes y algo más inteligentes que la última vez.
- Es Cya, está usando su fuerza vital para fortalecerlos. - dijo Lana. - Pero no hay más opción, hasta que los otros hayan desactivado la barrera, no podemos hacer otra cosa que resistir.
- ¿Tienes algún plan? - preguntó Link.
- Lo mejor que podemos hacer es tratar de enfrentarlos uno a uno en combate cercano. - dijo mientras tomaba la Vara Deku. - Escucha, voy a dispersar la energía barrera en un momento. No puedo garantizar que eso los elimine, pero al menos nos despejará el camino lo suficiente para que podamos pelear con pocos de ellos por ahora.
- De acuerdo. - dijo Link en voz alta. Después, pensó para sí mismo. - "Amigos, dense prisa, por favor."
Mientras los Links sombríos seguían intentando penetrar la barrera golpeando con sus espadas, Lana se concentró. Una manera de conservar su energía, sería aprovechar la energía de este hechizo defensivo para convertirlo instantáneamente en un ataque. Con un agudo grito, la hechicera alzó la mano y el domo estalló, creando una onda expansiva con área de efecto en toda la zona cercana, haciendo volar lejos a todos los agresores. Una de las ventajas de usar este tipo de barreras, era que convertirlas en otro tipo de energía era relativamente sencillo y requería poco esfuerzo, y en este caso, dispersar la energía tenía una enorme potencia de impacto en el área cercana, de hecho, hasta dejó un boquete alrededor de ellos causado por la explosión inicial del domo, con toda el área interna donde ellos estaban totalmente intacta. En efecto, recibir ese impacto a quemarropa consiguió eliminar a todos los Links sombríos que estaban tratando de atravesar la barrera, y los que no estaban lo suficientemente cerca volaron por los aires y cayeron de espaldas por todo el lugar. Inmediatamente, el héroe y la hechicera corrieron hacia los enemigos caídos antes que tuvieran tiempo de volver a levantarse y darles a todos los que pudieran un golpe fatal. Las réplicas se disipaban en humo negro cada vez que Lana y Link les clavaban sus armas, buscando terminar con ellos de la manera más rápida y eficiente.
Al cabo de unos minutos, los Links sombríos dejaron de seguir apareciendo, dándoles a los dos un pequeño respiro antes de poder atacarlos. Dos de ellos intentaron atacar a Lana, y la hechicera bloqueó sus espadas usando su Vara Deku. No había vida vegetal que controlar en ese lugar para apoyarse, pero la vara era una excelente arma de combate cercano. Después de bloquear, se encogió sobre sus piernas para empujarlos hacia atrás y desorientarlos. Al más cercano le dio un combo de tres golpes a zonas específicas: un golpe bajo hacia la rodilla con el extremo de la vara, luego al estómago con la otra punta, y finalmente, un porrazo desde arriba para aplastarle la cabeza. El otro trató de atacarla por detrás, solo para empalarse en la punta de la vara, que resplandecía de color verde mientras Lana canalizaba poder mágico a través de ella una vez que sintió la agresión.
A su vez, Link, después de despachar a otros dos de los que quedaban, decidió que lo mejor que podía hacer era reunir a los restantes en un área pequeña y matarlos de un solo golpe. Guardó la Espada Maestra momentáneamente para tomar el boomerang mientras se alejaba un poco antes de arrojarlo, para cubrir toda el área. Al generar el tornado, este levantó del suelo a los Links sombríos, dejándolos indefensos. Una vez que cesó y comenzaron a caer, Link usó las botas para saltar hacia ese lugar, y canalizó algo del poder de su fragmento antes de ejecutar un potente ataque giratorio. Las mortales cuchilladas despedazaron a los clones oscuros, que se disolvieron en humo negro antes de poder tocar el piso.
- ¡Vienen más! - exclamó Proxi.
Y en efecto, otra oleada de Links sombríos comenzó a aparecer. Por lo visto, hasta que los demás lograran derribar la barrera, tendrían que seguir soportando a estos estorbos. Link y Lana se lanzaron a su encuentro nuevamente, pero un pequeño grupo los detuvo encontrándose con ellos a corta distancia, mientras el resto comenzaba a amontonarse a poca distancia de allí. Al principio, no les dieron importancia y solo se concentraron en los que tenían al frente. Los despacharon sin mucho problema, pero poco después se dieron cuenta de que los que los distraían solo estaban manteniéndolos ocupados, y su verdadera intención era otra.
- ¿Pero qué se supone que están haciendo? - preguntó Link.
Lana tampoco tenía idea. De pronto se estaban agrupando... no, más bien, haciéndose montón entre ellos era una mejor manera de describirlo, pues literalmente estaban arrojándose unos encima de otros. Incluso, los pocos que estaban peleando contra ellos, de repente dejaron lo que hacían y echaron a correr en la misma dirección que sus otros congéneres, a lanzarse también al montón. Y de pronto... dejó de ser un montón de Links sombríos. Más bien, de pronto pasó a ser una especie de... materia entre líquida y gaseosa que no tenía forma definida, pero que se iba agrandando y aumentando en masa cada vez que otro Link sombrío se arrojaba en ella.
- Creo que... se están fundiendo. - dijo Lana.
Los Links sombríos fueron desapareciendo al irse integrando a esa nueva masa, que empezó a hacerse cada vez más, y más alta. Luego de unos minutos, fue tomando forma definida. Sacó pies y piernas, un brazo derecho sosteniendo un escudo gigantesco a la medida, y uno izquierdo con una réplica enorme de la Espada Maestra. El cuerpo, al ser gigantesco, generó con mayor lujo detalle todas y cada una de las partes de la ropa que usaba, incluyendo su bufanda, pero seguía siendo totalmente negro, y por último, cuando se formó la cabeza, se tardó unos segundos en abrir los ojos: de un rojo espectral igual que los pequeños, pero al ser más grandes, estos resplandecían todavía más, dándole un aspecto aún más atemorizante.
Ante ellos estaba parado un Link sombrío de por lo menos unos quince metros de algo. Pelear contra una réplica oscura era de por sí algo perturbador. Pelear contra montones de ellas, lo multiplicaba por cada número individual. Pero pelear contra una réplica oscura gigante y masiva de sí mismo... ahora Link tenía una idea de lo que podría significar "su peor pesadilla" convertida en realidad. Y eso antes de que el gigantesco clon oscuro hiciera su primer movimiento, alzando su gigantesca espada, la movió con tal velocidad (especialmente para su tamaño), que Lana apenas pudo poner la barrera para proteger a Link y a sí misma justo a tiempo, pero un golpe de la espada masiva la debilitó, y con el segundo comenzó a agrietarse.
- ¡Link, no podré aguantar más, prepárate para correr!
Y con toda certeza, el tercer golpe destruyó por completo la barrera, forzando a Link y a Lana a correr en direcciones opuestas para evitar ser aplastados por su enorme hoja. La gigantesca sombra pareció tomar como prioridad a la hechicera, pues empezó a caminar primero hacia ella. La hechicera intentó defenderse usando sus hechizos elementales, invocando primero rayos, estalactitas de hielo y después los meteoros de fuego. Pero nada de lo que intentara detenía su avance, sus pisadas retumbaban por todo el lugar.
Sin saber muy bien por qué, Link corrió hacia su doble gigante, usando las botas para saltar hacia él y elevarse hasta alcanzar el hombro, y se dejó caer para clavarle la espada cuando este estaba por atacar a Lana. Debió sentirlo, pues reaccionó en cuanto lo hizo, pero Link quedó colgando sin poder apoyarse para volver a sacarla, y el gigante empezó a sacudirse hasta que se salió de ella. Lana corrió hacia él instintivamente para ayudarle, pero afortunadamente, él pudo girarse en el aire y dar un par de patadas para aminorar su caída y aterrizar sano y salvo.
- ¿Link, estás bien?
- Aterricé de pie, y sigo de una pieza. - aseguró el muchacho, tratando de mantener un poco el humor. - Le doy crédito a Cya, cada vez es más creativa en utilizar lo que tiene a su alcance.
- Incluso aunque los demás logren desactivar la barrera, no nos dejará pasar. - dijo Lana.
- Entonces no hay más opción. - dijo Link, resignado. - Es tiempo de comprobar si es cierto eso que dicen, entre más grandes son, mayor la caída.
Era hora de que Link confrontase su lado oscuro, y esta vez, sí tenía toda la intención de derrotarlo. Este seguramente sería el último obstáculo que se interponía entre él y su enfrentamiento final con Cya, y tenía que superarlo. Por Lana, por sus amigos, por el ejército de Hyrule... y especialmente, por Zelda.
Esta historia continuará...
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