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Capítulo 16: ¿Qué significa ser un héroe?



"Cuando parecía que la marea estaba por cambiar y ponerse a favor de las fuerzas oscuras de Cya, inexplicablemente, las tropas sombrías comenzaron a desaparecer. No porque lograran destruirlas, sino que en realidad se estaban replegando, pues la malvada bruja había desaparecido. Tal vez no había conseguido lo que quería, pero estaba bastante satisfecha con el resultado, lo suficiente como para retirarse a su fortaleza nuevamente.

Las tropas hyruleanas recibieron el más duro golpe al enterarse de la tragedia. La Princesa Zelda había sido capturada por Cya. Aunque los miembros de la legión de Link quisieron asumir la culpa por este hecho, el susodicho líder se adjudicó toda la responsabilidad, argumentando que era su deber protegerla y falló en hacerlo. Nadie se atrevió a discrepar, al menos, no abiertamente.

Con las fuerzas aliadas ya unidas, el ejército de Hyrule se prepara para el asalto final a la fortaleza enemiga, pero esta vez con dos objetivos: derrotar a Cya, y rescatar a la Princesa Zelda. Sin embargo, aun sumido en una profunda depresión a raíz del grave error que cometió, el héroe legendario ha perdido sus fuerzas para empuñar la espada sagrada. En sus amigos recae la esperanza de que Link recobre su valor, pues él es la mayor esperanza que tienen tanto Hyrule, como Zelda..."

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En las afueras del Valle de los Videntes...

La moral del ejército Hyruleano se vino a los suelos aquella noche. Era como si se repitiera la historia, de aquella primera batalla contra las fuerzas de Cya. No, ahora estaban peor. En aquel momento, las circunstancias obligaron a la princesa a desaparecer por su propia seguridad, pero estuvo cerca de ellos todo el tiempo, y se encontraba a salvo. Esta vez era diferente, pues ahora no tenían ninguna duda de que se encontraba en las manos de su enemiga. Ahora no tenían manera de estar seguros o de tener una esperanza de que permaneciera con vida. Después de todo, lo único que necesitaba de ella era su fragmento de la Trifuerza, y uno de sus objetivos principales era quitarla del medio para conseguir lo que quería.

La legión de Link asumió total responsabilidad por lo sucedido de manera unánime. Después de todo, ellos eran los que se suponía que estarían protegiendo a la princesa. Por supuesto, se abstuvieron de mencionar que fue ella la que les ordenó explícitamente luchar junto a ellos, y en ese momento no la cuestionaron considerando que su líder no había estado actuando precisamente como tal en las últimas batallas. Necesitaban a alguien que los guiara apropiadamente, y Link no estaba en sus cabales para hacerlo.

Estaba de más decir que cuando el ejército finalmente llegó al punto de reunión, y se encontró con las fuerzas aliadas Gorons y Zoras, los comandantes Sheikahs no estuvieron nada felices al escuchar lo que ocurrió durante su ausencia...

Flashback, unos días antes...

- ¡¿QUÉ FUE LO QUE DIJISTE?!

La voz de Impa resonó tan fuerte, que incluso los soldados que estaban alejados sintieron que les daba un respingo. Y eso solo fue con escucharla. Eso no era nada comparado con los que estaban allí para verla frente a frente. Especialmente el propio Link, que no pudo disimular su terror al verla de cerca tan furiosa. ¿Cómo hizo Zelda para mantener la calma cuando le hizo lo mismo en aquella ocasión? Con la legión de Link, Lana, Ruto, Darunia, Fay, Maripola y Midna como testigos, estaba a punto de iniciar una infernal discusión, mientras Link y sus compañeros relataban lo sucedido a los dos Sheikahs.

- ¡¿QUÉ QUIERES DECIR CON QUE ZELDA FUE CAPTURADA?! - gritó de nuevo Impa, sacudiendo violentamente a Link sujetándolo por la bufanda.

- Impa, contrólate, por favor. - dijo Azael, más calmado, pero claramente también muy serio. - Si lo matas ahora, no podrá explicarnos nada.

Link no sabía si debía darle las gracias o preocuparse más por lo que dijo el subcomandante, quien claramente también intentaba contenerse a sí mismo de abalanzarse sobre el muchacho para hacerlo personalmente. Y no podía culparlo, después de todo, era solo su propia culpa que estuviesen ahora en esta situación. Sin embargo, haciendo un esfuerzo, Impa relajó las manos y lo soltó, pero se mantuvo cerca. Ya un poco más tranquilo y cuando finalmente encontró las palabras, decidió explicar lo que sucedió.

- Cya... apareció y nos tendió una trampa. - dijo finalmente. - O más bien, me la tendió a mí, pero fue Zelda quien cayó en ella. Lo hizo... por protegerme.

- Muy bien, ¿quieres explicarme qué estabas haciendo que Zelda tuvo que intervenir para protegerte? - preguntó Impa. Link tragó en seco. No tenía sentido decir mentiras. Mejor ir directo y sin rodeos.

- Creí... creí que podría derrotar a Cya yo solo, y me lancé a perseguirla. - dijo Link. - Mientras tanto, todo el lugar empezó a llenarse de esas copias oscuras mías.

- ¿Copias oscuras? - Impa pareció intrigada por esto, al igual que Azael. Sin duda esta sería la peor parte. Por fortuna, los otros decidieron intervenir para ahorrarle a él tener que explicarlo.

- Eran literalmente copias al carbón de Link. - dijo Ruisu. - Idénticos a él en forma, pero eran totalmente negros, excepto por los ojos rojos.

- Tampoco eran muy fuertes, pero empezaron a multiplicarse. Aparecían sin parar a cada giro que dábamos. - agregó Alexandre. - Pronto tuvieron rodeado todo el campamento, y tuvimos que replegarnos para montar una defensa.

- Y mientras tanto, Link se iba por su cuenta, a tratar de perseguir a Cya él solo. - dijo la comandante. - Te lanzaste de cabeza a una trampa obvia, sin mencionar que abandonaste a tus compañeros en el proceso, ¿en qué estabas pensando?

- Yo... no estaba pensando, eso es claro. - dijo Link apenado. - No tengo excusa, lo sé.

- Comandante, si me permite. - intervino Alexandre. - Se suponía que todos nosotros estaríamos protegiendo a la princesa cuando sucedió todo esto.

- Así es, la culpa no es solo de él. - dijo Zatyr. - Nos descuidamos por un momento mientras defendíamos el campamento, y ella se fue por su cuenta a buscar a Link.

- Es lógico. Hasta ella sabía que no estabas preparado para enfrentarte a Cya todavía. - dijo Impa.

- No estamos llegando a ninguna parte. - dijo Azael. - ¿Qué se supone que deberíamos hacer ahora?

- Si Cya tiene a la princesa ahora, ya no se tentará el corazón antes de matarla. - dijo Ruisu. - Quién sabe si ya...

- ¡No! - exclamó Lana. - Por favor no digas eso. Todavía... todavía podría haber una esperanza.

Todos miraron a Lana. Nadie estaba seguro si lo que decía era cierto, o solo era para tratar de mantener la esperanza viva en todos. Fuera lo que fuera, Lana dijo lo que pensaba:

- Mientras Cya no pueda quitarle su fragmento de la Trifuerza, no podrá matarla.

- ¿Por qué lo dices? ¿No sería más fácil quitársela si la mata primero? - preguntó Alexandre.

- No, eso no le conviene. - respondió Impa. Al ver las expresiones interrogantes de Alexandre y el resto ante su respuesta, decidió explicárselos. - Si el portador de uno de los fragmentos de la Trifuerza muere mientras aun lo tiene en su mano, este fragmento desaparecerá con él, hasta que vuelva a reencarnarse. Si Cya quiere apoderarse de la Trifuerza, no le conviene matarla sino hasta DESPUÉS que le haya quitado su fragmento.

- La princesa es una mujer fuerte. - dijo Lana. - La primera vez, nos tomó a todos por sorpresa, pero mientras pueda defenderse... no permitirá que se lo quiten tan fácilmente.

- Significa que todavía tenemos tiempo. - dijo Impa. - Todavía estamos al menos a dos días más de llegar al valle, pero...

- No tenemos más alternativa. - dijo Azael. - Tenemos que apresurarnos, y rezar a las Diosas por que la princesa resista hasta que podamos llegar. Organicen a las tropas, avanzaremos todo lo que podamos hoy. Es lo mejor que podemos hacer.

Todos asintieron y se retiraron para cumplir las órdenes del subcomandante. Todos, a excepción de Link, que cuando estuvo a punto de retirarse, Impa lo detuvo poniéndole la mano en el hombro. Pudo sentir que los dedos le apretaban con fuerza, haciendo notar que su enojo todavía estaba presente.

- Que te quede claro. Aunque seas el héroe legendario, te aseguro que si algo le sucede a Zelda... tú serás el primero que sentirá mi furia.

Link no dijo nada para defenderse de eso. En este momento igual no podía sentirse peor de lo que ya estaba. Y cualquier castigo que quisieran darle, no sería suficiente para pagar por ese grave error que cometió, y que la mujer que amaba fue quien terminó pagando por ello.

Fin del flashback.

Link no había dicho una sola palabra desde entonces. No había nada que pudiese decir. Ninguna excusa, ninguna disculpa serviría de nada, no podía cambiar el hecho de que había cometido un grave error, que con algo de sentido común se hubiera podido evitar, y que por su culpa Zelda había sido capturada por Cya. La peor parte, y a pesar de lo que dijeron Lana e Impa, no tenía ninguna garantía de que la hechicera oscura fuese a mantenerla con vida. Sus encuentros con esa bruja habían dejado muy claro, en cuanto pudiese hacerlo, la quitaría del medio sin dudarlo, aunque fuese solo por despecho para que no pudiese estar con él.

Mientras los comandantes del ejército se habían reunido alrededor de la fogata, no hacían otra cosa que intercambiar miradas hacia el lugar donde se había ido el muchacho. Esta era la segunda noche desde aquella fatídica reunión, e Impa empezaba a preguntarse si ya era tiempo de dejar el tratamiento silencioso. Al fin y al cabo, Link no había hecho otra cosa que estar deprimido y lamentándose del error que cometió. En ese estado, no iba a serles de mucha ayuda.

- Esto es deprimente. - dijo Midna, flotando encima de todos, y rompiendo por fin el incómodo silencio. - El Link al que conocí ni siquiera era un soldado, pero nunca me causó esta clase de problemas.

- El amo parece haber pasado por una fase de "narcicismo adquirido por la situación". - comentó Fay.

- Eso es quedarse corto. - dijo Alexandre. - Se le subieron los humos desde que consiguió la Espada Maestra.

- Quizás no deba extrañarnos tanto. - dijo Impa. - Incluso el héroe legendario sigue siendo un humano, y como tal, tiene una debilidad fatal. Con algunos ha sido la culpa, con otros el ser impulsivos...

- Y en el caso de nuestro Link, que le dio por buscar gloria personal. - completó Zatyr.

- Cuando por fin conseguí que me dijera por qué lo hizo realmente... sentí que abofetearlo no sería suficiente. - dijo Impa. - Resulta ser, que estaba actuando así porque según él, quería ser un hombre digno de ella. Y creyó que solo podía serlo como el héroe legendario y no como él mismo.

- O sea que no nos equivocamos. - dijo Alexandre. - Sí estaba tratando de impresionar, y a la princesa, nada menos. Caray, eso fue peor que yo en mis primeros días.

Los otros miembros de la legión se sorprendieron un poco de oír eso de la boca de Alexandre. Si el lancero, que en sus primeros días como recluta se esforzaba más por impresionar que por hacer las cosas bien decía eso, sin duda era un asunto serio.

- Qué tonto. - dijo Midna, como sin querer la cosa. - El Link que yo conocí nunca intentó impresionar a nadie. Todo lo que le preocupaba era hacer lo que fuera necesario para salvar a los suyos, nada más. Aunque a veces podía acomplejarse un poco con la culpa cuando las cosas no salían bien.

- Si ese es el caso, nuestro Link es un digno sucesor suyo. - dijo Zatyr.

- Pero si está demasiado ocupado sintiendo lástima de sí mismo, no nos ayudará en nada. - dijo Azael.

- Tienes razón. - dijo Impa. - Ya creo que ha tenido suficiente tormento, de parte de todos nosotros. Es momento de traerlo de vuelta.

- ¿Vamos los de la legión? - preguntó Alexandre, alzando la mano. - ¿Quién está a favor?

Inmediatamente, Garrett, Zatyr, y un poco dudoso al final, Ruisu, alzaron sus manos. El lancero no pudo evitar sonreír de ver que sus antiguos compañeros le apoyaran en esto.

- También quiero acompañarlos. - dijo Lana. - Si no les molesta, realmente... quiero ayudar a Link a salir de esto.

- ¿Estás segura, Lana? - preguntó Zatyr.

- No olviden que yo también estaba con ustedes cuando perdimos de vista a la princesa. - dijo la hechicera. - Parte de la culpa de lo que sucedió también fue mía.

- Me parece justo. - dijo Alexandre. - ¿Alguien sabe dónde está ahora?

- Lo vi hace un momento pasando aquel claro. - dijo Garrett, señalando la dirección.

- Bien, ¿qué estamos esperando? - dijo Alexandre con su usual entusiasmo. - Andando, amigos, tenemos que sacar a nuestro líder de ese agujero en el que se enterró él mismo.

Los cuatro miembros de la legión de Link inmediatamente pusieron marcha hacia donde se había ido Link. Impa no pudo más que exhalar con resignación. En retrospectiva, tal vez había sido algo dura con Link por lo que sucedió con Zelda, y hasta cierto punto, cuando lo escuchó de su boca, pudo entender al menos en parte por qué empezó a actuar de esa manera. No había nada de malo en querer volverse digno del amor de la princesa, pero el problema fue como eligió demostrarlo. O más bien, que estaba tratando de probar algo que no era necesario, porque ya estaba allí. Zelda lo había aceptado ya desde antes, no como el héroe legendario, sino como Link.

Lo único que le quedaba esperar, era que sus amigos pudieran traerlo de vuelta ahora.

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Unos minutos después

A poca distancia del campamento, Link no había hecho nada excepto descargar su furia y frustración pateando las rocas del suelo, agitando su espada violentamente, y cuando se cansaba, dando puñetazos al tronco de los árboles hasta que sus nudillos ya no aguantaban más el dolor. Tenía suerte de que todos parecían haber captado el mensaje de que quería estar solo, y nadie lo estaba viendo en ese momento, comportándose como un niñito malcriado haciendo un berrinche.

¿Cómo pudo dejar que el poder y la gloria se le subieran a la cabeza? No solo olvidó las enseñanzas de su tío. El recuerdo de su antecesor también se lo advirtió. "El verdadero poder de la Espada Maestra solo se revelará ante aquel que demuestre ser digno de él. Nunca pierdas de vista lo que es realmente importante." Pero apenas la tomó entre sus manos, y sintió ese nuevo poder recorrerlo, perdió de vista todo lo que había aprendido.

- ¡Maldición! ¡Maldición! ¡MALDICIÓN! - exclamó, dando un puñetazo tras otro con cada palabra contra el tronco del árbol más duro que encontró con todas sus fuerzas.

El dolor en sus puños no era nada comparado con lo devastado que se sentía por dentro. Saber que por su culpa, Zelda podría estar sufriendo un terrible destino, y por extensión, Hyrule sería condenado a la miseria. Vaya héroe que resultó ser. Al cabo de un rato, después de que ya sus manos no daban para más, escuchó las pisadas de gente acercándose, y al voltearse vio que venían sus amigos, acompañados de Lana. Era muy inusual verlos con sus expresiones actuales. Ninguno de ellos sonreía, pero quizás los más notorios eran Ruisu, que parecía estar al borde de estallar en una furia en cualquier segundo, y Lana, que claramente era la que se veía más preocupada por él.

- ¿Cuánto más piensas estar así? - Alexandre fue el primero en hablar. - Sentir lástima por ti mismo no harás que las cosas mejoren.

- ¿Lo dices para hacerme sentir peor? - respondió Link.

- Link, ninguno de nosotros quiere hacerte sentir peor. - dijo Zatyr. - Sabemos que esto te duele mucho más a ti que a cualquiera de nosotros. Todos cometemos errores.

- Esto no fue un simple error. - dijo Link. - Fue la peor estupidez que haya cometido en toda mi vida.

- Nadie discute eso, pero en vez de estar lamentándote, deberías estar con nosotros, planeando algo para rescatar a la princesa. - dijo Alexandre. - Tú de todas las personas deberías saberlo.

- Estarán mejor sin mí. - dijo Link tajante, y dándoles la espalda.

- Oye, ¿acaso lo olvidaste? - dijo Zatyr. - Se supone que tú eres el héroe legendario, eres nuestra carta de triunfo para ganar esta guerra.

- Por favor, Link... te necesitamos. - dijo Lana, en tono suplicante.

- ¡¿Héroe legendario?! ¡¿Qué he hecho para merecer ese título?! - respondió el rubio, claramente furioso. - ¡Caí directo en la trampa de Cya, y nos puse a todos en peligro! ¡Dejé que el poder de la Espada Maestra se me subiera a la cabeza y por mi culpa Zelda fue capturada, y solo las Diosas saben lo que podrían estar haciéndole en estos momentos! ¡Si se suponía que mi destino era salvar a Hyrule, qué gran trabajo estoy haciendo!

Lana y los miembros de la legión se echaron para atrás ante el grito de Link. Era la primera vez que les gritaba de ese modo, ninguno de ellos jamás lo había visto tan furioso. Lana en particular se aferró por reflejo a su libro de hechizos, sintiendo bastante miedo ante la evidente ira de Link. A pesar de que supieran que no iba dirigida a ellos, sino a sí mismo, por estar cargando con la culpa de lo sucedido con la princesa. Y no solo por el destino del reino, para él, era mucho más personal, ahora que conocían los sentimientos que tenían él y la princesa.

- En este momento lo que menos necesitan es a mí. Por mi culpa estamos en esta situación. - les dijo volviendo a darles la espalda, y apoyándose contra el árbol.

Esa podría ser la señal de que quería que lo dejaran solo, y que no estaba muy dispuesto a hablar en este momento. Quizás lo más sensato sería dejarlo por un rato hasta que después se sintiera mejor, pero dadas las circunstancias, era improbable que eso pudiese pasar pronto. Y el que fuera lo más sensato, no lo hacía lo más práctico. Había otras maneras. Aparte, el ver a Link de esa manera, fue la gota que derramó el vaso para Ruisu. El espadachín pelinegro tiró bruscamente al suelo sus espadas elementales junto con la correa que usaba para sujetarlas, pues para lo que estaba por hacer no las iba a necesitar. Apretó sus puños, ellos serían más que suficientes. Pisoteó furiosamente mientras se acercaba a Link, y sin decir nada, lo jaló del cuello de la bufanda para hacer que le diera la cara.

- ¿Qué estás...?

¡PUNCH! Sin dejar que terminase la pregunta, el pelinegro le propinó un fuerte puñetazo en la cara que lo derribó.

- ¡Ruisu! - gritó a su vez Lana, tratando de ir a detenerlo, pero Garrett la detuvo.

- Espera. - le dijo el gigantón. - Él sabe lo que hace.

Lana no entendió a lo que se refería, pero el hecho era que ninguno de los otros miembros de la legión pareció sorprendido o dispuesto a hacer algo para evitar lo que parecía una inminente pelea entre los dos; una vez que Link se puso de pie de nuevo, obviamente no estaba nada contento.

- ¡¿Oye, qué diablos te pasa?! - exclamó sujetándose por la boca, por la que le bajaba un hilo de sangre.

- ¡¿Que qué me pasa?! ¡¿QUÉ ES LO QUE TE PASA A TI?! - gritó Ruisu, su voz era más fuerte y denotaba mucha más ira que Link. - ¡Desde que Cya se llevó a la princesa no has hecho más que culparte y lamentarte por ello!

- ¡¿Y qué esperabas?! ¡Eso fue culpa mía!

- ¡¿Qué fue TU culpa?! ¡Deja de estarte luciendo, amigo! - exclamó Ruisu. - ¡No quieras quedarte con toda la gloria para ti solo!

Link se sorprendió tanto por la respuesta de Ruisu que se quedó sin poder pronunciar palabra. Ciertamente no se esperaba que fuera eso lo que le diría. Y no fue el único, Lana tampoco tenía idea de qué era lo que esperaba lograr con eso, pero Ruisu tomó ventaja de que se quedó sin poder responderle para continuar sin ser interrumpido.

- Te lo hemos repetido un millón de veces, no fuiste el único que cometió un error. - le dijo, bajando el tono, pero aun manteniendo casi el mismo nivel de ira. - Permíteme recordarte que todos estábamos a cargo de proteger a la princesa Zelda, y si Cya la capturó, esa responsabilidad cae sobre todos y cada uno de nosotros. Podrás ser el héroe elegido, colega, pero en caso de que lo hayas olvidado, no eres el único que está allá afuera arriesgando el pellejo.

De nuevo, Link se quedó sin poder pronunciar palabra. Las palabras de Ruisu no eran insultos ni recriminaciones por haber cometido un error. Más bien, eran por el hecho de querer cargar él solo con la responsabilidad. Igual que antes, por querer estarse llevando la gloria en el campo de batalla, solo porque quería probar algo.

- Estás siendo muy egoísta al creer que puedes llevar esa carga tú solo. - dijo Ruisu. - Todos estamos juntos en esto, y si no puedes entenderlo... tal vez me equivoqué respecto a ti aquel día.

Ya eso era todo lo que tenía que decirle. Se dio la vuelta, caminó hacia sus espadas, las recogió y se fue. Lana no pudo evitar quedarse mirando a Ruisu mientras se alejaba hasta que se perdió de vista entre los árboles, y luego volteó su atención hacia Link. Su expresión ya no denotaba enojo ni conmoción. Por duras que parecieran las palabras de Ruisu, habían tenido el efecto esperado en Link. Bueno, el puñetazo también ayudó, pues lo sacó de su depresión lo suficiente para escucharlo con atención.

Todo lo que dijo era cierto. Estaba siendo egoísta. Y no solo por estar culpándose de lo que le sucedió a Zelda, sino por todo lo que había sucedido desde que sacó la Espada Maestra de su pedestal.

En los meses de su entrenamiento para llegar a ser caballero, la lección más importante era aprender a confiar en sus compañeros y apoyarse en ellos. Una sola persona, por más habilidosa que fuera, no podía hacer todo sola. Hasta la princesa lo sabía. ¿Cómo pudo olvidársele?

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Templo de las Almas, mientras tanto...

La hechicera oscura decidió pasar de nuevo para hacerle la "visita" a su prisionera. En este punto, ya más parecía que lo hacía por inercia que por otra cosa, pues cada vez que pasaba frente a la cámara de cristal donde la tenía encerrada, no veía nada diferente. La princesa simplemente estaba allí, sentada con las piernas cruzadas, con los ojos cerrados y una expresión totalmente relajada en el rostro. Si no fuese porque podía verla respirar, casi podría haber creído que se había muerto. Por mucho que le gustaría que así fuese, sabía que eso no le convenía. Si la princesa moría con su fragmento de la Trifuerza en mano, este se perdería con ella hasta su siguiente reencarnación. Y a raíz de tener que estar utilizando su magia para fortalecer a sus tropas, Cya ya no tenía el poder para arrebatárselo por la fuerza como lo hizo la primera vez (y admitiéndolo, en ese momento tuvo el factor sorpresa de su lado, además de todo).

Aparte de verse un poco pálida, en ese día y medio que la princesa Zelda había estado prisionera en ese lugar, no mostraba signos de cansancio, o de la ausencia de comida y agua, de hecho, para el observador normal, Zelda se vería completamente sana. Y no solo eso, por fuera se veía extremadamente calmada y tranquila, no tenía en absoluto el aspecto de una prisionera. Y eso perturbaba a Cya de sobremanera. ¿Era que no entendía la gravedad de su situación? ¿No era consciente de que estaba a punto de perderlo todo, incluyendo a su reino, y al hombre que amaba? ¿Por qué no suplicaba por su vida, por qué no se arrastraba a sus pies, derrotada? ¿Cómo podía estar tan tranquila? Finalmente, queriendo algunas respuestas a estas atormentadoras preguntas, decidió acercársele y hablarle.

- Te ves bastante bien, para ser una prisionera. - le dijo.

Silencio total. Zelda no hizo ninguna señal de haberla oído. Simplemente permaneció en el lugar donde estaba, en la misma posición. Cya hizo una mueca de irritación. Ciertamente, no le gustaba ser ignorada de esa manera.

- Cuando menos, podrías tener la cortesía de dar alguna señal de vida. - dijo, alzando un poco la voz para tratar de llamar su atención.

Todo lo que vio Cya fue que Zelda abrió los párpados y miró en su dirección, pero apenas volteando la cabeza para darle una mirada fugaz. De acuerdo, eso probaba que sí podía escucharla y que seguía viva. Simplemente elegía no responder.

- ¿Es que no tienes nada qué decir? - preguntó. - Solo mírate, estás encerrada, y tu reinado sobre Hyrule terminará antes de haber comenzado. Y tu querido héroe será solo mío.

La única reacción de la princesa fue fruncir ligeramente la boca ante las últimas palabras. Debió suponerlo, si quería una reacción, tenía que tocarla en su nervio más sensible, es decir, trayendo a discusión a Link. Decidió seguir presionando. No descansaría hasta verla totalmente abatida, en todos los sentidos.

- ¿Por qué simplemente no dejas de resistirte? Si me entregas tu fragmento de la Trifuerza por las buenas, tendré piedad y terminaré contigo rápido y sin dolor. - dijo Cya. - Además, después de cómo trataste a Link, no me sorprendería si decide no venir por ti.

Esta vez se hizo más evidente, pues Zelda arrugó el cejo después de lo que dijo. Aunque trataba de contenerse, pudo ver en sus ojos que eso la molestó. Cómo disfrutaba de eso. La atormentaría hasta el último momento.

- No puedo creer que se haya fijado en alguien como tú, que no sabe apreciarlo. - dijo la hechicera. - Para ti, él no es otra cosa que un medio para proteger tu reino, ¿me equivoco? Si no fuera porque es la reencarnación del héroe, su destino no tendría que verse atado a ti. Por fin podrá conocer un verdadero amor, uno como el que solo alguien como yo puede darle.

Cya se dio la vuelta para marcharse. Por ahora eso debería ser suficiente. Después vendría de nuevo para atormentarla un poco más. O eso creía, hasta que la princesa finalmente le habló antes de que estuviese fuera del alcance de su voz.

- Tú no lo amas.

La hechicera se frenó en seco con solo esas cuatro palabras. Más todavía, fueron pronunciadas con una total calma. No con indiferencia, amenaza ni ninguna emoción. Simplemente sonaban como que era un hecho, con total convicción. Girando sobre sus talones, Cya volvió a acercarse a la pared de cristal que la separaba de Zelda. La princesa seguía sentada en el suelo en la misma posición, pero por fin parecía haberse dignado a voltear en su dirección.

- ¿Qué acabas de decir? - preguntó Cya. - ¿Por qué no vienes y me lo repites cara a cara?

Sorprendentemente, Zelda le hizo caso, y se puso de pie, acercándose con calma hacia la pared de cristal para ver frente a frente a Cya. La hechicera pudo notar que el fastidio que vio antes en el rostro de Zelda se había desvanecido por completo, retornando de nuevo a su expresión neutral de calma. Incluso las pulgadas de diferencia de estatura entre las dos parecían haberse desvanecido totalmente.

- Tú no amas a Link realmente. Solo que no lo sabes. - declaró Zelda.

- ¿Cómo te atreves? - exclamó Cya. - ¡Mi amor por él es mil veces más fuerte de lo que jamás podría ser el tuyo! ¡Él lo verá, cuando tú dejes de ser un estorbo entre nosotros! ¡Y no solo tú, también Lana! ¡No necesito un recordatorio de mi lado débil!

- Al principio, me costaba creer que antes tú y Lana fuesen una misma persona. - dijo Zelda, manteniendo la calma. - Pero ahora que estoy frente a ti... puedo ver las similitudes entre las dos.

- No te atrevas a compararnos. - declaró Cya con orgullo. - Yo ya no soy como Lana. No soy débil.

- No lo entiendes. Creo que nunca lo has entendido. - dijo Zelda.

- ¿Qué? ¿Qué a diferencia de Lana yo sí estaba dispuesta a luchar por lo que deseaba? - dijo Cya. - Aunque tuviese que cometer todas estas atrocidades, ¿crees que fue muy difícil cruzar esa línea?

- Por las Diosas, claro que no. - aseguró Zelda. - Por el contrario, cruzar esa línea debió ser demasiado fácil. Pero ese es el punto. Después de eso, te has hundido tanto en redoblar tu esfuerzo que perdiste de vista cuál era tu fin.

- Ja, tienes un buen sentido del humor, te concedo eso. - dijo Cya.

- Oh, eso no era un chiste. - replicó Zelda, estoica. - De hecho, me atrevería a decir que nunca tuviste claro cuál era tu objetivo realmente.

Esa última frase captó la atención de Cya. Otra vez la princesa había golpeado un nervio en la hechicera, y esta no pudo pensar en una respuesta ingeniosa. Parecía que la princesa estaba por volver a darle la vuelta a su juego, y eso no le agradaba. O más bien, lo que no le agradaba era que, en el fondo, una pequeñísima parte de ella parecía saber que había verdad en lo que Zelda decía.

- ¿No me crees? ¿No recuerdas lo que te pregunté antes? - dijo Zelda, al ver que Cya no le respondía. - Imagino que habrás tenido tiempo de pensar en ello.

- ¿Pensar en qué? - preguntó Cya, haciéndose la desentendida.

- No puedo creer que no lo recuerdes. Cuando te pregunté qué tanto conocías a Link realmente. - respondió Zelda.

- ¿Ah sí? ¿Y qué tanto lo conoces tú? - Cya no pudo hacer otra cosa que redirigir la pregunta de su enemiga de vuelta hacia ella. En este punto no se le ocurría otro mecanismo de defensa para evadir esa pregunta por no ser capaz de responderla, aunque no quisiera admitirlo.

- Quisiera pensar que lo conozco lo suficiente. - dijo Zelda, sin titubear. - No lo niego, estoy segura de que hay muchas otras facetas, pero eso solo me motiva a querer ir más allá. Pero nunca respondiste a mi pregunta.

A Zelda no se le escapó que Cya apretaba el agarre en la mano con la que sostenía su báculo. Se estaba tensando claramente, de nuevo había logrado darle la vuelta a su juego mental. El tinte rojo en sus ojos de pronto pareció volverse más intenso por unos segundos, pero volvió a la normalidad poco después. Al ver que se calmaba (relativamente), prosiguió.

- Permíteme reformularla. - dijo Zelda. - ¿Sabes algo del pueblo de dónde viene Link? ¿De su familia, y de la gente con quién creció?

- ¿Qué importancia tiene eso? - dijo Cya con desprecio. ¿Qué iban a importarle otras personas en la vida de Link? Ellos no eran nadie al lado de él.

- Cya, ¿qué es lo que ves en Link realmente? - preguntó Zelda. - ¿Por qué te enamoraste de él? ¿Solo porque es el héroe legendario? ¿Eso es todo lo que ves en él? ¿Al héroe?

De nuevo, Cya se quedó con la palabra en la boca. ¿Cómo era posible que esta mujer fuese tan capaz de sacarla de sus casillas con solo sus palabras? Y no era la primera vez que le hacía esa pregunta. La última vez no había podido darle una respuesta... y ahora tampoco había encontrado una. Pero Zelda no había terminado todavía.

- Como me lo imaginé, en realidad no sabes nada de él. - dijo Zelda. - Me refiero a Link, por supuesto. A Link el hombre, no el héroe. No sabes que se crio en el pequeño pueblo de Ordon. Que sus padres murieron cuando era muy pequeño en un accidente, que su tío fue quien se hizo cargo de él y quien le enseñó cómo manejar una espada. O tampoco, que tiene una linda hermanita menor, a la cual adora como no tienes idea.

Cya se mordió el labio inferior. Cada palabra pronunciada por su odiada enemiga se sentía como si un puñal se le enterrara en el pecho. Ella no sabía nada de eso. ¿Pero qué importaba? ¿Qué importancia tenían esas cosas, esas personas? O más bien... ¿por qué a Zelda sí parecían importarle estas... trivialidades?

- Hay más en Link que solo el héroe legendario. Mucho más. - dijo Zelda. - ¿Cómo puedes decir que lo amas si en realidad no sabes nada de él? ¿De quién es, de dónde viene... de las cosas que le gustan y le disgustan?

- ¡Ya cállate! - exclamó la bruja, ya furiosa. No necesitaba más información. - ¡Cuando me deshaga de ti, él verá que no te necesita, ni a nadie más! ¡Solo a mí! ¡A MÍ! ¡Y mientras tanto, disfrutaré de verte morir en la desesperación mientras observas como él querrá estar conmigo, y no contigo!

Y dicho eso, la bruja se largó, dejando a su enemiga antes que esta tuviera oportunidad de decirle algo más. Cya no pudo evitar agarrarse el pecho, todas las palabras que le había dicho Zelda en serio que la habían hecho enfurecer. Lo que no entendía era, ¿por qué? ¿Por qué todo lo que le dijo la hizo perder la paciencia? ¿Cómo se atrevía ella a cuestionar su amor por el héroe legendario? Y mientras tanto, trataba de pintarse a sí misma como una inocente víctima, creyéndose mucho porque Link compartió con ella cosas tan insignificantes sobre su pueblo y su familia. Eso no significaba nada.

- Te lo demostraré, Zelda... mi amor es más fuerte que el tuyo, eso júralo. - se dijo mientras volvía a sus aposentos.

Al mismo tiempo, Zelda se dejó caer de rodillas en cuanto Cya finalmente se marchó. Mantener ese semblante duro y firme frente a su enemiga no había sido sencillo, pero había valido la pena. Era la única válvula de escape que tenía para desahogarse de la desesperación por su situación actual. No había comido nada desde que fue capturada, y había tenido que usar un hechizo condensador para aprovechar la humedad en el aire producida por las plantas de Cya (oportunamente había muchísimas de ellas cerca) y conseguir algo de agua. En cuanto a suplir la falta de alimento, el poder de su fragmento de la Trifuerza le ayudaba a mitigarlo al menos en parte, junto con las técnicas de meditación que utilizaba para conservar su energía tanto como fuera posible. Pero no podía estar segura de cuánto más podría resistir de ese modo. Por mucho que lo odiara, no podía hacer mucho más, excepto esperar a ser rescatada.

Sin darse cuenta, había metido su mano entre los pliegues de su vestido, y tomado la batuta que Link le regaló. Cya le había quitado su florete, pero al menos aún tenía consigo algo a qué aferrarse para mantener viva la esperanza, y que de algún modo le hiciera sentirse cerca de Link en ese momento a pesar de la situación.

- La batuta... tal vez... - dijo Zelda, mientras ponía a trabajar su mente.

Recordando lo que le había enseñado Lana, sobre cómo romper protecciones mágicas. La prisión en la que estaba era esencialmente eso, energía mágica convertida en sustancia sólida. En anteriores intentos de destruirla para escapar, la energía simplemente se devolvía hacia ella. Pero según lo que Lana le había contado, toda barrera mágica tenía un punto en el cual, de ser atacada, cortaría la fuente mágica y la derrumbaría por completo. Por supuesto, eso era aplicable para barreras de energía, pero... ¿sería posible aplicar el principio con su prisión actual?

- Sin tan solo pudiera... ¿cuál será el punto débil de esta prisión? - se preguntó.

Aunque lo supiera, de todos modos sería difícil ya que no tenía algo en qué canalizar el poder para dirigir un ataque hacia ese punto, como un arma... o un instrumento. La batuta no era un arma para atacar físicamente, pero sí podía servirle para concentrar el ataque en un punto mucho más pequeño. Quizás, todavía tenía una posibilidad.

- Todavía no me has vencido, Cya. - murmuró con determinación.

Tal vez no tendría que esperar a ser rescatada. Aunque estaba segura de que Link y los otros no tardarían en venir por ella (por su estimación, si siguieron la marcha sin ella, deberían estar llegando al valle para el día siguiente), no tenía nada de malo dificultarle las cosas a Cya hasta que ese momento llegara. Por supuesto, eso entraba directamente en conflicto con tratar de conservar sus energías para mantenerse con vida. Mejor esperar. Lo mejor que podía hacer, era pasar esa noche tratando de localizar el punto de convergencia de la fuente mágica para que Cya no sospechara nada. Después, podría centrar sus esfuerzos en comenzar a derrumbar la barrera.

Hasta entonces, estaba segura de que Link vendría por ella. Tenía que sobrevivir hasta ese momento. No podía hacer nada más, excepto esperar que hubiese captado el mensaje de la última vez, y encomendarse a las Diosas.

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Mientras tanto, al anochecer...

En el campamento del ejército hyruleano, tras concluir la marcha de ese día, casi todos los soldados se habían ido a dormir por ese día. Todos, a excepción de los que se habían quedado hacer la guardia nocturna... y Link, que simplemente no podía conciliar el sueño. Las palabras de su compañero todavía hacían eco en su cabeza y con toda razón.

- "Estás siendo muy egoísta al creer que puedes llevar esa carga tú solo. Todos estamos juntos en esto, y si no puedes entenderlo... tal vez me equivoqué respecto a ti aquel día."

A pesar de que el puñetazo que le dio le había dolido, lo que más le dolió fueron esas palabras, en particular las últimas. Aún podía recordar aquel día, cuando Ruisu lo propuso para ser el líder de su escuadrón. No tenían mucho de conocerse, pero ya desde aquel momento, se mostraba dispuesto a darle su voto de confianza. Significó mucho para Link que Ruisu pensara eso casi desde el primer momento, y se esforzó mucho para probarle a él y a los otros que su confianza no era en vano. Desde entonces, se volvieron inseparables, un equipo indetenible...

Y luego, él tuvo que arruinar todo lo que habían logrado. Después de sacar la Espada Maestra de su pedestal, dejó que el poder y el triunfo se le subieran a la cabeza. ¿Y todo por qué? ¿Por tratar de probarse a sí mismo y a la mujer que amaba algo que en realidad ya había demostrado mucho antes? Una vez escuchó decir "a veces, cuando te enamoras, puedes llegar a cometer grandes estupideces". Cuanta verdad había en esas palabras, él era la prueba viviente. Pero ya no tenía sentido lamentarse por su error. Todo lo que quedaba, era esforzarse por corregirlo.

Al no poder dormir, decidió salirse de su saco y caminar un rato por ahí. Tal vez con eso pudiera recuperar el sueño. Sin embargo, al salir de la tienda, se encontró con que afuera, sentado frente al fuego haciendo su turno de guardia se encontraba nada más y nada menos que Ruisu. Este no hizo más que dirigir una mirada hacia donde estaba él por un momento, pero su expresión ni se inmutó. A Link se le hizo algo escalofriante esa vista, pues aunque Ruisu no era exactamente el más expresivo del grupo (ese honor le correspondía sin duda a Alexandre), verlo con esa expresión totalmente neutral e indescifrable no era algo normal. Una parte de él hasta hubiera preferido que gritara furioso como lo hizo más temprano, especialmente porque tenía toda la razón para hacerlo.

Sin saber muy bien por qué, se aproximó a la fogata y sin decir una palabra se sentó justo frente a su compañero. Al cabo de uno o dos minutos, el silencio comenzó a hacérsele incómodo, y por dentro sintió que debía decir algo, tal vez disculparse con él por la forma en como actuó con todos. Pero no sabía cómo hacerlo. Nunca en toda su vida se había visto en una situación como esta, y no tenía idea de qué debía decir, o cómo se suponía que debía decirlo.

- Discúlpame.

La voz de Ruisu interrumpió los pensamientos de Link. ¿Era una broma, él era el que tenía que disculparse y de pronto su amigo se le adelantaba? ¿Y por qué iba a hacerlo?

- Creo que me excedí un poco. - dijo Ruisu. - Con el puñetazo que te di, quiero decir.

- Ah, ¿eso? - dijo Link. - No te preocupes. La verdad es que... creo que lo necesitaba.

Por lo visto, Ruisu percibió que a Link se le estaba dificultando romper esa tensión, así que decidió hacerlo él en su lugar. Eso al menos resolvía un problema, de iniciar la conversación. Ahora dependía de él continuarla.

- Y todo lo que me dijiste... es cierto. - prosiguió, cuando por fin encontró las palabras. - Me porté como un verdadero idiota. Me cerré en mí mismo, y comencé a pensar que esta era solo mi batalla, dejándolos de lado a todos ustedes. Tenías razón, eso fue muy egoísta de mi parte.

- Bueno, te tomaste tu tiempo en reconocerlo. - dijo Ruisu, al parecer intentando mejorar su humor.

- *Suspiro*, creo que tantas victorias consecutivas se me subieron a la cabeza. - admitió Link. - Y no estoy hablando solo de las batallas.

- Es por la princesa, ¿verdad? - dijo Ruisu. Link solo asintió con la cabeza. Su amigo se había dado cuenta antes que nadie, incluso que él mismo, no tenía sentido negarlo frente a él.

- No tienes idea de la emoción que me embargó cuando supe que Zelda correspondía a mis sentimientos. - dijo Link. - No podía creerlo, es decir, ¿ella, la heredera del trono de Hyrule, en serio sentía amor por mí? En ese momento, lo único que deseaba, era poder ser el hombre que ella merecía. Y creí que si podía convertirme en el héroe de las leyendas... podría llegar a serlo.

Se sentía realmente tonto de pensar en eso ahora. ¿Qué fue lo que le hizo creer que tenía que probarse frente a ella como un héroe? ¿No le había demostrado ya que lo amaba solo por ser él mismo, es decir, simplemente Link? ¿Qué otra razón podría haber tenido para quitarse las formalidades con él, ofrecerle su amistad y cariño, y compartir tantos secretos solo con él y con nadie más? Sin mencionar aquella noche, cuando se le entregó totalmente en cuerpo y alma, esa era la máxima prueba de su amor. De la misma manera, él se había enamorado no de la Princesa de Hyrule, sino de la mujer detrás de la corona, de Zelda.

- Link, la princesa se acercó a ti antes de que ninguno de nosotros supiera que eras el héroe. - dijo Ruisu. - Y estoy seguro de que aunque nada de esto hubiera pasado, sus sentimientos por ti no cambiarían.

- ¿Lo dices en serio? - dijo Link. - No podría culparla si ya no quiere nada conmigo ahora.

- Link, ¿en serio crees que ella es tan voluble? - dijo Ruisu, al parecer tomando ofensa de que Link pudiese creer eso. - Si realmente te ama, y estoy seguro de que así es, sus sentimientos no cambiarán tan fácilmente. No lo niego, te portaste como un patán y un imbécil con ella y con todos nosotros, pero ella no te dejará de amar por un solo error... ni siquiera uno tan enorme como este.

Link se sorprendía de lo fácil que Ruisu podía decir esas palabras. Era como si pudiera ver los sentimientos de los dos a leguas.

- Lo más importante ahora, es que nos demuestres a todos, y a la princesa, que realmente eres ese hombre del que ella se enamoró. - dijo Ruisu. - En el entrenamiento, te nominé como líder por una razón. Un equipo necesita un líder, pero el líder también necesita a su equipo.

- Sí, ahora lo sé. - dijo Link. - Ya por fin entendí lo que tú, ella, y todos los demás intentaban decirme. - dicho esto, se puso de pie y caminó hasta su compañero. - Ruisu... por favor, quiero que me prestes tu fuerza. Voy a necesitar tu ayuda, y la de todos, para rescatar a Zelda y salvar a Hyrule.

- Ahora sí estás hablando como el Link que conozco. - dijo Ruisu, poniéndose de pie también.

Los dos alzaron las manos y las chocaron con fuerza, dándose un fuerte apretón, símbolo de estar renovando el lazo que los unía. Link estuvo a punto de romper ese lazo con su estupidez, y por dentro, se juró a sí mismo que jamás volvería a cometer ese error. Por fin entendió que sin importar todo el poder que tuviera, no podría hacer todo él solo. Necesitaba a sus amigos, tanto como ellos lo necesitaban a él. Pero lo más importante, sabía que en ese momento Zelda necesitaba de él. Miró hacia la luna con determinación, decidido a renovar el juramento que hizo aquel día.

- "Zelda... juro por las Diosas, ¡que te salvaré a como dé lugar!"

Mientras tanto, alguien más que también estaba haciendo su guardia nocturna había escuchado la conversación. Lana apenas estaba terminando su turno de guardia y se disponía a irse a dormir, pero de lejos vio que Link salía y se sentaba a conversar con Ruisu. Casi se iba después de que los dos permanecieron en silencio, pero cuando comenzaron a hablar, no pudo evitar quedarse a escucharlos. Sonrió cuando vio que, a pesar de sus dudas cuando lo vio antes, Ruisu fue capaz de sacar a Link de su depresión, aunque lamentando un poco no haber podido hacer algo para ayudar en eso. Pero tal vez... sí había otra cosa que podía hacer. Y no necesariamente, tendría que estar despierta para hacerlo. Podría hacerlo en sus sueños.

- Si esa conexión entre nosotras es a dos vías... tal vez pueda aprovecharla. Puedo averiguar si la princesa se encuentra bien. ¿Quién mejor para preguntárselo que la propia Cya?

Por mucho que le aterrase la idea de volver a tener otro "encuentro mental" con Cya, en ese momento se sentía en la obligación de hacer todo lo posible para volver a reunir a Link con la princesa. A pesar de estar segura de que Zelda podría sobrevivir hasta que llegaran a rescatarla, asegurarse de que estaba con vida serviría para subir la moral de todos, incluyendo especialmente la de Link, que en ese momento era el que más lo necesitaba de todos.

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Horas más tarde...

El hecho de dormir en una cómoda y mullida cama, mientras su enemiga seguía prisionera languideciendo en esa reducida celda no pareció ayudar mucho a que Cya conciliara el sueño aquella noche. Todavía le atormentaba su conversación de antes con ella. Las palabras que le dijo la princesa no dejaban de hacer eco dentro de su cabeza, como si se tratase de un mantra que buscaba volverla completamente loca. Y no importaba cómo, simplemente no podía silenciarlo.

Una y otra vez, las preguntas taladraban en su mente, como si quisieran una respuesta. Una VERDADERA respuesta. Porque ese era el asunto, Cya simplemente había elegido ignorarlas, en vez de admitir que simplemente, no tenía una respuesta concreta. Y le tomó una eternidad poder dormirse, pero estaba tan perturbada, que no pudo levantar sus defensas mentales, y literalmente, dejó las puertas de su mente abiertas de par en par. Bueno, mientras a ella no se le ocurriese venir a fisgonear...

- Cya... Cya... sé que estás allí... respóndeme...

La bruja oscura tuvo que reprimir un resoplido de irritación. Escuchar la voz de su contraparte, que era idéntica pero tan diferente a la suya, era lo menos que necesitaba en ese momento. Se tomó su tiempo antes de voltear hacia la dirección en que le hablaba. No podía encararla hasta tener control total de sus emociones y de su expresión. No podía darse el lujo de mostrar signos de vulnerabilidad.

- Vaya, vaya... Qué sorpresa vernos de nuevo aquí. - dijo, ocultando el descontrol que sentía lo mejor que podía. - ¿Qué sucede, estás molesta porque no pasé a saludarte durante mi pequeña visita?

- No quería tener que hacer esto de nuevo. - confesó Lana. - Pero tampoco podía quedarme sin hacer nada, después de lo que hiciste.

- ¿Y qué piensas hacer? - inquirió Cya. - Te recuerdo que aquí ninguna de las dos puede hacer nada para lastimar a la otra, al menos no físicamente.

- No necesito pelear contigo. - dijo Lana con determinación. - Simplemente, hay algo que quiero saber, y nadie mejor que tú para comprobarlo.

- ¿Y por qué piensas que te voy a decir nada? - replicó Cya.

- Si mis sospechas son correctas, todavía tienes a la princesa Zelda cautiva, ¿me equivoco? - preguntó Lana, ignorando el comentario de su contraparte. El gesto que inmediatamente cruzó por el rostro de Cya fue toda la respuesta que necesitaba. - Como lo imaginé, no has podido arrebatarle su fragmento de la Trifuerza todavía.

- Tch, es demasiado terca. - dijo Cya. - Pero no podrá durar para siempre. Hasta ella tiene que tener su límite. Caerá tarde o temprano, y tú y todos los demás la seguirán.

- La Princesa Zelda es una mujer fuerte. - dijo Lana con determinación, y por dentro aliviada de que al menos, pudo confirmar que Zelda seguía con vida, que era lo más importante. - Ella no se rendirá tan fácilmente, y ninguno de nosotros tampoco. Especialmente Link.

- Oh, y yo cuento con eso. No tendré satisfacción si mi querido héroe no lo hace interesante. - respondió Cya.

- Debo admitirlo, haber utilizado la oscuridad interior de Link para crear esas copias sombrías fue una táctica bastante ingeniosa... por despreciable que haya sido.

- Y me han sido de gran utilidad. Pude reponer mis números un poco gracias a ellos. - dijo Cya, muy complacida consigo misma por haberlo pensado.

- ¿Y asumo que además, te hacen sentir que estás más cerca de él? - espetó Lana secamente.

- Ciertamente no son el verdadero, pero me ayudan a alivianar un poco la espera. Ahora ya es solo cuestión de tiempo. - replicó Cya riéndose un poco, como para provocar a Lana. Sin embargo, la peliazul no le respondió. Confundida por esto, Cya decidió seguir hablando. - ¿Qué ocurre? Usualmente esta es la parte en la que tratas de convencerme de que me rinda con mis planes. ¿No tienes nada qué decir esta vez?

- No, ya me he dado cuenta de que no tiene caso. - dijo Lana, negando con la cabeza, y con algo de tristeza en su voz. Pero al dirigirse de nuevo a Cya, retornó a su tono de determinación. - Hay tantas cosas que no entiendes...

- No es posible, primero Zelda, ¿y ahora tú? Estoy harta de oír la misma tonada una y otra vez. - dijo Cya, claramente molesta. - Sé perfectamente lo que quiero, y haré lo que tenga que hacer para conseguirlo.

- ¿En verdad lo sabes? - preguntó Lana. - ¿Es realmente el amor del héroe legendario lo que quieres? ¿Estás segura de que realmente lo amas?

- ¿Tú también vas a ponerte a cuestionarme? - dijo Cya. - Por mucho que deteste admitir que alguna vez fuimos una sola persona, tú de todas las personas deberías saberlo mejor que nadie. Y después de haber llegado tan lejos, nada me hará retroceder.

- Si ese es el caso, entonces no tenemos nada más que decirnos. - respondió Lana con resignación. - Nuestro próximo encuentro... tendrá que ser el último.

- ¿Oh, me estás amenazando? - dijo Cya burlonamente. - Lana, te conozco perfectamente. Eres débil, no pudiste matarme antes, ¿por qué piensas que podrás hacerlo ahora?

- Me hice a mí misma una promesa. - aseguró Lana. - Y para cumplirla, tendré que detenerte. Haré lo que tenga que hacer, aunque eso signifique que el precio sea mi vida... o la tuya.

Y sin más qué decir a su contraparte, Lana se dio la vuelta y se marchó, cortando el enlace mental. Ya había cumplido con su cometido. Había podido comprobar que la Princesa Zelda todavía seguía con vida, que era lo más importante, decirles eso a todos los demás mejoraría muchísimo la moral, para motivarlos a rescatarla, especialmente a Link, quien era el que más lo necesitaba.

En cuanto a Cya, ella seguía sin poder entender. Zelda, y ahora también Lana, ambas constantemente la atormentaban cuestionando que sus sentimientos fuesen reales. Claro que lo eran, y ella lo sabía. Le enfurecía en sobremanera que ninguna de las dos pudiese entenderlo. Pero ellas no eran más que obstáculos esperando a ser removidos. Cuando ya no estuvieran, tendría el camino libre.

- El héroe legendario y la Trifuerza serán solo míos. Es mi derecho...

Además, tener a la princesa como prisionera le daba una palanca que podía utilizar a su favor. Zelda no podía ir a ninguna parte, y en su estado actual, tampoco podía causarle problemas. Todo saldría según sus planes. Nada ni nadie la detendría.

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Al día siguiente...

- Link... Link despierta... ¡Link!

- Hmm...

Link abrió lentamente los ojos para encontrarse con un pequeño resplandor azul filtrándose por entre sus párpados. Cuando finalmente se despertó del todo pudo ver la silueta de Proxi, aleteando frente a su cara. Parecía que ya estaba bien.

- Proxi, ¿ya estás mejor? - dijo incorporándose, mientras ella se sentaba en su mano para ponerse cara a cara con él. Después de aquel enfrentamiento con Cya, habían tenido que dejar a la pequeña hada descansando mientras Lana y las mariposas curativas de Maripola intentaban sanarla. Ese ataque le había hecho muchísimo daño, de no haber actuado antes, tal vez no hubiese despertado.

- Sí, ahora lo estoy, gracias por preguntar. - dijo la pequeña hada. - Por cierto... ya los demás me contaron lo que pasó... con la Princesa Zelda.

- Ah, así que ya lo sabes. - dijo Link.

- Link... fue mi culpa, no debí haberte inflado más el ego. - dijo Proxi. - Lo siento mucho, en serio.

- No tienes que disculparte. - dijo Link. - En cuanto a lo que sucedió, ya pasé suficiente tiempo culpándome y sintiendo lástima por mí mismo. Esa no es la respuesta. Es hora de dejar la culpa y asumir la responsabilidad.

- ¿Qué vas a hacer ahora? - preguntó Proxi.

- Algo que debí haber hecho desde el principio. - dijo Link, saliendo de su saco y poniéndose sus botas.

Proxi no entendió a lo que se refería, pero Link esperó a que Impa y Azael hubiesen despertado. Los Sheikahs estaban muy complacidos de ver que el muchacho había aprendido su lección, y ahora que había salido de su depresión, quería empezar a enmendar sus errores. Cuando les informó lo que planeaba hacer, estos le hicieron el favor de reunir a todas las tropas una vez que todos los soldados habían despertado.

La charla que tuvo con Ruisu la noche anterior sin duda le aclaró la mente para darse cuenta de lo que tenía que hacer, pero hacerlo enfrente de todos sería mucho más complicado. Azael e Impa reunieron a los soldados en el claro, frente a una pequeña meseta, donde Link estaría en un punto elevado para ser visto y escuchado por todos, hyruleanos, Gorons y Zoras por igual. La tensión no se hizo esperar. Tomando un profundo respiro, el muchacho salió para afrontarlos a todos. Ya no había vuelta atrás.

Aunque Impa y Azael lograron convencer a todos de que guardaran silencio para escuchar lo que él tenía que decir, en aquel momento se podían oír a algunos murmurando entre ellos. Y las miradas de varios eran poco menos que amigables, con toda razón. Era el momento de la verdad. Sabiendo lo que tenía que hacer, determinó no cometer ningún error. Una palabra en falso y todo se vendría abajo.

- Soy culpable. - anunció en voz alta. Los murmullos cesaron, y las expresiones cambiaron a una ligera sorpresa. Viendo que tenía su atención, prosiguió. - Soy culpable de que la Princesa Zelda haya caído en las manos de nuestra enemiga. Puedo asegurarles que tenía las mejores intenciones, pero en cuanto extraje la Espada Maestra... permití que su poder me nublara el juicio, y me separara del resto de ustedes. Empecé a creer que nada, ni nadie podría derrotarme, y por culpa de ese error, ella tuvo que hacer un sacrificio para protegerme.

- Ya era hora de que te dieras cuenta. - dijo Azael con satisfacción. Impa le dio con el codo por su interrupción.

- Shhh, presta atención. - le dijo.

- Sé que estos días no me he comportado como se debe, como uno de ustedes, como un verdadero caballero de Hyrule. - continuó Link. - Salí al campo de batalla en busca de gloria personal, y mi única motivación era por demostrar algo. Sí, fui muy egoísta al hacerlo, y por eso... les pido mis más humildes disculpas, a todos.

Todos empezaron a murmurar de nuevo. Claramente, los tomó por sorpresa el que Link les estuviese diciendo todo esto, de frente, y sin temor alguno.

- Después de lo que ha sucedido, no me siento digno de llevar el título del héroe legendario. Y cuando la guerra haya terminado, estoy dispuesto a someterme a cualquier castigo que ustedes crean pertinentes. Sin embargo, en este momento, Cya tiene en sus manos a nuestra legítima soberana, y sigue siendo una amenaza para la paz de nuestro reino. No pienso descansar hasta que la princesa esté de nuevo entre nosotros sana y salva, y que Cya sea derrotada. Pero no puedo hacer esto yo solo. Por eso... ¡necesito que todos ustedes me presten su fuerza!

Dijo las últimas palabras inclinándose frente a todos. Si no se habían sorprendido hasta ahora por todo lo que había dicho, esa sería la última gota para terminar de convencerlos. Pero en caso de que fuese necesario, los miembros de la legión de Link, que se encontraban entre ellos, decidieron dar el empujón inicial.

- ¡La princesa y Hyrule nos necesitan! - gritó Alexandre alzando su lanza en alto.

- ¡La pelea aún no ha terminado! - agregó Zatyr, haciendo lo propio con su arco. - ¡La Princesa Zelda es una mujer fuerte, podrá resistir, pero tenemos que ayudarla!

- ¡Por la gloria de Hyrule! - dijo Garrett.

- ¡¿Quién está con nosotros?! - concluyó Ruisu.

El vitoreo no se hizo esperar. Todos los soldados alzaron sus armas y comenzaron a gritar con entusiasmo. Al mirar a sus amigos entre ellos, Link no pudo evitar sonreír de lado. Seguramente, Ruisu convencería al resto de que hicieran eso para ayudarlo, y con eso inspirar al resto de las tropas. Todo lo que necesitaban era el incentivo apropiado. Había dado resultado, y más pronto de lo que él pensaba. Impa avanzó al frente y alzó su gran espada para llamar la atención de los soldados, que inmediatamente se calmaron y tomaron postura de atención hacia su comandante.

- El momento de la batalla final se acerca. - les dijo. - Nos dirigiremos al Valle de los Videntes para atacar a nuestra enemiga, y rescatar a la princesa.

Dichas estas palabras, se volteó a ver a Link con firmeza y desenvainó su gran espada, alzándola en un gesto ceremonial. Solamente Azael, y los soldados de mayor rango, tenían idea de lo que eso significaba. Inmediatamente hizo su declaración:

- Por mi autoridad como comandante suprema del ejército de Hyrule, Sir Link, te concederé el mando total de las tropas hyruleanas desde este momento, hasta el final de esta campaña. Todos los soldados se reportarán a ti directamente. Ten en cuenta, sin embargo, que estoy delegando esta autoridad sobre ti no como un privilegio, sino como una prueba. Tendrás que demostrarnos a todos nosotros, y a ti mismo, que la fe que la princesa demostró tener en ti no estaba equivocada. Que eres un digno portador del espíritu del héroe, y de blandir la espada destructora del mal.

Link se tomó su tiempo para considerarlo, una vez que se le pasó la sorpresa de que Impa le hubiese cedido el mando total de las tropas de Hyrule. Por un momento quiso decir que no, que no se merecía tal honor, especialmente después de haberles fallado a todos como lo hizo. Y dejando de lado el hecho de que en sus días de entrenamiento no había sido un mal líder para su legión, existía una diferencia enorme entre comandar un grupo pequeño y un ejército completo. No pudo evitar echar una mirada a sus compañeros, como si intentara preguntarles qué pensaban ellos al respecto. Aparte de ellos, también a sus aliados de las otras eras: Darunia, Ruto, Midna, Maripola y Fay. Uno tras otro, todos parecieron leerle el pensamiento, y su respuesta fue mover la cabeza en un gesto afirmativo. Si ellos estaban dispuestos, ¿por qué no podía estarlo él?

Tras batallar consigo mismo, finalmente tomó su decisión. Desenvainó la Espada Maestra, y aceptó el gesto ceremonial de Impa. Si esta era su oportunidad de redimirse, y de demostrarles a todos aquellos que depositaron su fe en él (especialmente a Zelda), no podía dejarlo de lado de ninguna manera. No podía fallarles, pero más importante aún, no planeaba fallarse a sí mismo de nuevo como lo hizo.

- Humildemente acepto el mando, comandante Impa. - dijo, volviendo a envainar su espada. Dicho esto, se dirigió al resto de los soldados. - Sé que he cometido errores, y las consecuencias que estos han tenido. Pero aprendí mi lección. No me considero a mí mismo un héroe. Soy solo un hombre, pero más importante aún, soy un caballero de Hyrule, y mi misión es clara. Y comparto esa misión con todos ustedes. Si están dispuestos a darme una oportunidad, solo una... haré mi mejor esfuerzo para guiarlos a todos. ¿Están conmigo?

- ¡VIVA EL COMANDANTE LINK! ¡VIVA EL HÉROE LEGENDARIO!

Si los gritos de antes sonaban entusiastas, no se comparaban en absoluto con los que siguieron después. El valor y la fuerza de Link se esparcieron a todos los caballeros, cuyos corazones estaban más que dispuestos a seguir a su nuevo líder. Y Link estaba tan absorto en este espectáculo, que no pudo ver que la Espada Maestra, en el interior de la funda a su espalda, comenzaba a resplandecer. Impa y Azael sí pudieron ver el resplandor, aunque fue solo por un segundo, y se vieron uno al otro con satisfacción, pues sabían lo que significaba. Sin embargo, al cabo de unos segundos, Link debió sentir algo, pues miró por encima del hombro en dirección de la espada, pero no notó nada extraño.

- "Por fin aprendió la lección." - pensó Impa. - "Con eso, ha despertado el verdadero poder de la Espada Maestra. Ahora sí, es digno de ser llamado el héroe." - Miró hacia el cielo, y pensó en su protegida. - "Zelda... por favor resiste, pronto te rescataremos."

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Templo de las Almas...

No fue exactamente una buena noche para Cya, y no estaba segura de querer despertar aquel día. El "encuentro en sueños" que tuvo con Lana solo la dejó más molesta de lo que ya estaba a causa de la resistencia que oponía Zelda. Aun estando tan cerca de ganar, y de ver realizados sus deseos, todavía intentaban seguir peleando contra ella. Su terquedad era legendaria, de eso no había duda.

Mientras se paseaba por su santuario, los Links Sombríos que escaparon de la batalla anterior montaban guardia por todo el templo, y cada vez que pasaba frente a ellos, estos le rendían tributo, apartándose e inclinándose respetuosamente. En otros tiempos, quizás se sentiría enormemente halagada de que la adorasen de este modo, pero... no eran más que copias al carbón que no se comparaban en nada al original. No eran más que cascarones vacíos, sin mente, alma, ni corazón. De ninguna manera eran sustitutos para el verdadero Link.

Y a pesar de no estar de humor para encontrarse de nuevo con su odiada rival en el amor, algo dentro de Cya le hizo tener un presentimiento que la hizo dirigirse hacia la prisión de cristal donde estaba encerrada Zelda. Al llegar, de nuevo, igual que en los días anteriores, volvió a encontrar a la prisionera en esa aburrida pose de meditación. ¿Acaso estaba paranoica? No podía quitarse de encima la sensación de que la princesa estaba tramando algo, tal vez una manera de escaparse, o de causarle problemas. Bueno, su sola existencia ya era una verdadera opresión.

Le sorprendía que realmente pudiese resistir tanto. Zelda no parecía haberse movido de su lugar en todo ese tiempo. Tenía sentido, la había dejado allí sin comida ni agua, pero no se veía tan debilitada como debería estarlo después de ese tiempo. ¿De dónde sacaba esa fuerza? Cya no estaba segura de querer hacer otro intento para atormentar a Zelda. No importaba lo que le dijera, ella siempre conseguía darle la vuelta y hacerla perder el control. Simplemente se quedó parada observándola, debatiéndose entre intentar decirle algo o irse de allí. Antes de poder decidirse, Zelda fue quien tomó la iniciativa.

- ¿Tienes algo que decirme? - le preguntó, evidentemente dándose cuenta de su presencia.

Cya se mordió ligeramente el labio, pensando si debería responderle. Finalmente, su orgullo le ganó y decidió que no podía permitir que la dejara en ridículo. Por mucho que quisiera matarla allí mismo y en ese momento, hasta que no obtuviera su fragmento de la Trifuerza no podía hacerlo. Pero algo más era lo que le atormentaba en ese momento, más allá del simple hecho que fueran enemigas por causa de su amor por un hombre.

- Pareces estar perturbada por algo. - dijo Zelda. No era una pregunta, era un hecho.

- Tuve un mal sueño, eso es todo. - admitió la hechicera, sin estar segura del por qué. ¿Qué podía importarle eso a ella? - Uno donde Lana decía las mismas tonterías que tú.

- ¿Tonterías? - preguntó Zelda, aunque por dentro, sabía perfectamente a lo que se refería.

- No entiendo por qué cuestionan mis sentimientos. Todo lo que he hecho hasta ahora, todos los sacrificios... han sido por él. ¿No es prueba suficiente? - dijo Cya. - ¿Por qué no pueden entenderlo?

- Cya, si tus sentimientos son reales, ¿por qué ir tan lejos para demostrarlos? - dijo Zelda. - Link no aprecia que otras personas salgan lastimadas en su nombre, y creo que eso te lo ha hecho notar desde el principio.

- Si tan solo él me aceptara, nada de esto tendría que suceder. - dijo Cya. - Pero estás tú. Mientras tú existas, él no me verá de esa manera.

- No entiendo cómo podría verte diferente, aunque yo no estuviera. - replicó Zelda. - Cya, tú y yo tenemos ideas muy distintas de lo que significa amar a alguien. A ti realmente no te importa Link, no como persona, al menos.

- ¿Y qué sabrás tú de eso? - espetó la bruja.

- Más de lo que piensas. - dijo Zelda. - De hecho, la verdadera razón de haberme peleado con Link en ese momento, fue precisamente porque él me importa. Estaba actuando de una manera muy imprudente, y al hacerlo se exponía a salir herido, o algo peor. Y lo último que querría sería eso.

- En eso podemos estar de acuerdo. - admitió Cya a regañadientes. - Entonces, ¿qué es lo que nos hace diferentes?

- No lo sé. - dijo Zelda. - Pero sí sé, que para mí, hay más en Link que solo el héroe legendario. Él no es perfecto, creo que eso hasta tú lo sabes. Pero eso no quiere decir que no pueda amarlo después de todo. Y lo único que me importa es que él sea feliz.

- No trates de engañarme. - dijo Cya. - En el fondo, solo lo quieres para ti y nadie más. Solo piensas en tu propia felicidad.

- ¿Es de mí de quién estás hablando, o de ti misma? - dijo Zelda. - ¿Estabas pensando en la felicidad de Link cuando empezaste todo esto?

- ¡CÁLLATE! - exclamó Cya alzando el báculo, haciendo que este emitiera energía oscura.

Al instante, las paredes de cristal que rodeaban a Zelda se tornaron del mismo color que la energía del báculo de Cya, y comenzaron a emitir descargas eléctricas de color púrpura que iban dirigidas hacia Zelda. La princesa, tomada desprevenida, gritó de agonía al sentir la electricidad oscura recorrer su cuerpo, como el peor dolor que pudiese imaginar, multiplicado por cien, y lentamente fue cayendo de rodillas, a medida que Cya aumentaba la intensidad de las descargas.

- ¡ESTOY HARTA! ¡HARTA DE TI! ¡HARTA DE LANA Y DE TODOS LOS DEMÁS! ¡NI TÚ NI NADIE SEGUIRÁ INTERPONIÉNDOSE EN MI CAMINO!

Reuniendo toda la fuerza de voluntad que tenía, Zelda luchó por resistir el dolor hasta que finalmente cesó, respirando a grandes bocanadas mientras alzaba la mirada para volver a encarar a Cya. Eso ya le hizo darse cuenta que era mejor no seguir provocando a la hechicera. Parecía que en su estado actual, decirle sus verdades en la cara solo la haría enfurecer todavía más. De hecho, parecía que incluso con solo mirarla feo podría incurrir en su ira.

- ¡Eso es! ¡Quédate en el suelo, donde mereces estar! - exclamó Cya, aparentemente satisfecha de haber doblegado a Zelda. - ¡Esta guerra concluirá con mi victoria, y por fin podré tener lo que merezco! ¡Y tú y todos los demás dejarán de estorbarme!

Y sin decir más, la hechicera se dio la vuelta y comenzó a recorrer de vuelta a su palacio. Fue un alivio para Zelda que se hubiese marchado, en especial porque si llegaba a mirarla de frente, la haría enfurecer más. ¿Por qué? Porque en este momento, empezó a sentir algo al pensar en lo que acababa de suceder. El odio y la ira que sentía hacia Cya por todo lo que le había hecho a ella, a Link y a su reino, se entremezclaba con un poco de lástima. Lamentaba mucho ver que estaba totalmente perdida en sus enfermizas ilusiones, al punto que ya no había forma alguna de salvarla, y que el único camino para poder detenerla tuviese que ser a través de la fuerza letal.

Pero no tenía tiempo para sentir simpatía ahora. La noche anterior fue capaz de determinar el punto de convergencia de la fuente mágica de su prisión de manera aproximada. Todo apuntaba a la pared exterior a través de la cual se comunicaba con Cya cada vez que ella venía a verla. Pero todavía no podía ubicarlo con precisión, y tenía que actuar rápido mientras Cya no estuviese mirando, antes de que se percatara de sus intenciones. Ya era momento de poner a uso la batuta.

- Por favor, donde quiera que estés... en nombre de tu hijo, préstame tus fuerzas ahora. - pidió Zelda.

No sabía muy bien por qué se encomendaba a la madre de Link, pero él había dicho que cuando tenía la batuta, a veces sentía que su madre todavía estaba con él para protegerlo. En este momento Zelda no se sentía capaz de superar este calvario por sí sola, por eso estaba pidiendo un poco de fuerza adicional. Tal vez la madre de Link atendiera sus plegarias, para ayudarle a proteger a su hijo a través de ella. La mejor manera de proteger a Link sería dificultándole las cosas a Cya hasta que él llegara, y para eso, lo primero que tenía que hacer, era escapar de su prisión.

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En las afueras del templo...

El ejército había llegado de nuevo al valle. Estaba exactamente igual a como lo vieron la última vez. Yermo, devastado, y pululado de muerte por todas partes. Las fuerzas aliadas habían hecho el reconocimiento, con ayuda de Lana y las libélulas de Maripola, para hacer una estimación de las fuerzas enemigas, evaluar su posición, y comenzar a discutir su estrategia. Ruisu iba entre los que se ofrecieron, trazando líneas en el mapa que utilizó la última vez en relación a como estaban dispersos sus enemigos por la zona. El terreno en sí mismo no había cambiado, pero ahora se enfrentaban a un número mayor en la misma área, lo que les dejaría menos espacio para desplazarse. Por fortuna, con las fuerzas aliadas, podrían compensar eso, una vez que pudiesen atravesar los cuellos de botella.

- Señor espadachín. - dijo Maripola, que iba en ese momento con él en el lomo de la libélula. - La señora libélula no podrá seguir mucho más.

- Casi termino. - aseguró el pelinegro. - Listo, ya podemos regresar.

- Por fin. ¡Vamos, señora libélula! - exclamó Maripola, haciendo que el insecto diera la vuelta y regresara.

Aparte de ellos, Lana y Zatyr también sobrevolaban juntas en una libélula, Midna en un pájaro crepuscular y Fay por sus propios medios, cada una revisando su propio sector. Terminado el reconocimiento, regresaron para reportarse ante Impa, Azael, y por supuesto Link. Detrás de ellos, los otros dos miembros de la legión, la princesa Zora y el jefe Goron también les aguardaban con impaciencia. Nunca en toda la historia de Hyrule se había podido ver una concentración tan masiva de humanos, Gorons y Zoras, esperando ansiosamente el momento de entrar en batalla. En cuanto los exploradores aterrizaron, Link y todos los demás fueron a su encuentro.

- De acuerdo, ¿cuál es la situación? - preguntó Link. Ruisu fue el primero en tomar la palabra, mostrándole el mapa que trazó.

- El terreno no ha cambiado desde la última vez que vinimos. - le dijo. - Las tropas enemigas están ahora más amontonadas que la última vez, lo que creará una defensa mucho más cerrada.

- ¿Qué hay de los números? - preguntó Impa.

- Por mi estimación, al menos entre las tropas que se ven en la parte exterior del valle, les diría que los superamos por lo menos al doble, si no es que más. - dijo Zatyr. - Aun así, no podemos estar seguros con las que podría haber adentro del templo.

- Y el templo en sí mismo tiene una protección adicional. - dijo Lana. - La barrera mágica que lo rodea es mucho más potente que la última vez.

- ¿Qué haremos respecto a eso? - preguntó Link. - Sitiar el lugar no nos servirá de nada si no podemos entrar para derrotar a Cya.

- Ruisu, ¿puedes prestarme tu mapa? - pidió Lana. El muchacho se lo dio sin preguntar. - La barrera es poderosa, pero por lo que pude observar, hay tres puntos en el mapa donde hay una concentración de magia protectora, específicamente, aquí, aquí y aquí.

La hechicera marcó las tres áreas en el mapa. Estaban bastante alejadas unas de las otras por todos los alrededores del valle antes de poder llegar hasta el templo en sí mismo. Y ahora sería más difícil considerando que había más enemigos a través de los cuales tendrían que abrirse paso para llegar hasta ellos.

- Si mi teoría es correcta, en estos tres puntos tiene que haber una especie de generadores mágicos que alimentan a la barrera. - dijo Lana. - Si los destruimos, esta perderá su fuente de energía y podremos ingresar al templo.

- ¿Por qué los pone afuera? - preguntó Alexandre. - ¿No sería más seguro si estuvieran adentro, y así no se arriesga a que alguien los destruya?

- No es tan simple, Alexandre. - dijo Lana. - Estos generadores necesitan tomar energía de alguna parte para poder transferirla a la barrera. Esta actúa como una especie de filtro, pues las partículas de magia en el ambiente tienen mayor dificultad para atravesarla, y si los generadores estuvieran adentro, consumirían mucha más energía de la que podrían tomar para alimentar a la barrera, y esta se consumiría en sí misma en poco tiempo.

- Lo cual significa que solo tenemos que destruirlos para echar abajo esa barrera. - dijo Alexandre.

- En efecto. Pero debemos tener cuidado. Cya no puede haberlos dejado desprotegidos; seguro que estarán vigilados. - señaló Lana.

- En tal caso, todo lo que podemos hacer es dividirnos en grupos, y abrirnos paso para destruir las protecciones. - dijo Azael. - Solo podemos rezar por que no sea demasiado tarde...

- Azael, no te atrevas siquiera a pensarlo. - dijo Impa. - No hemos venido aquí por nada, de ninguna manera...

Lana no pudo evitar dirigir una mirada hacia la comandante Sheikah. De todos los presentes, ella era quizás la que estaba más preocupada por el bienestar de la princesa, tal vez tanto o más que Link, pues ella era la persona más cercana a Zelda. Con esto en mente, la hechicera peliazul decidió que tenía que aliviarles los miedos de alguna manera. Ya era tiempo de revelar su "otro" secreto.

- La princesa aún sigue con vida. - dijo Lana con firmeza. - Todavía estamos a tiempo de rescatarla.

- ¿Cómo puedes estar tan segura? - preguntó Impa.

- Lana, no es que no apreciemos el optimismo, pero... - Azael quería agregar algo más, pero Lana continuó.

- Sé que lo está. - dijo Lana. - La propia Cya me lo confirmó.

Todo mundo se quedó sin habla al escuchar esto. ¿La propia Cya? ¿Cómo era eso posible, a qué se refería Lana? No iba a ser fácil de explicarlo, pero ya no había vuelta atrás. En este momento, necesitaban saber que la princesa todavía estaba con vida, y no tenía por qué estar temiendo lo que pensaran de ella.

- Según parece, la separación entre Cya y yo no fue tan absoluta como creímos al principio. - explicó la hechicera. - De alguna manera, quedó un fragmento de cada una de nosotras en la otra, y... eso creó una especie de conexión mental.

- ¿Conexión mental? - preguntó Impa.

- En ocasiones, cuando las defensas mentales de Cya están más vulnerables, o experimenta emociones fuertes, puedo echar un vistazo a su mente, e incluso, comunicarme con ella directamente. - dijo Lana. - Ya habíamos tenido... algunos encuentros de esa manera.

- Espera, aquel día que te oí hablar en sueños... - dijo Ruisu.

- Así es. - respondió Lana a la pregunta no formulada. - Al parecer, es más fácil acceder a esta conexión durante las horas de sueño. De hecho, una vez que descubrí que podía funcionar en ambos sentidos, si Cya podía comunicarse conmigo, yo también podría hacer lo mismo. A juzgar por lo que me dijo en nuestro último encuentro, está muy enfadada porque la princesa no quiere dar su brazo a torcer y todavía sigue luchando.

Esas solas palabras se sintieron como una repentina descarga de energía instantánea para todos, especialmente para Impa y Link. Es decir que Zelda estaba viva todavía, y no solo eso, todavía estaba luchando contra Cya desde adentro. Si ella no se había dado por vencida, ellos tampoco podían hacerlo. Mientras hubiese esperanza, seguirían adelante.

- Soy yo quien tiene que enfrentar a Cya. - dijo Link. - Pero para llegar hasta ella, voy a necesitar la ayuda de todos ustedes. Necesitaré que destruyan las defensas para eliminar la barrera mágica, y con eso podré entrar.

- Oye, espera, ¿no estarás pensando en adentrarte en el templo tú solo para pelear contra esa bruja? - dijo Alexandre. Los otros inmediatamente lo secundaron, no podía ser que Link hubiese olvidado la lección que acababa de aprender.

- No pienso ir solo. No esta vez. - dijo Link, volteándose a mirar a Lana. - Necesitaré a alguien que me cuide las espaldas, y que pueda guiarme dentro de ese templo.

Todos inmediatamente miraron también a la hechicera peliazul, entendiendo perfectamente a lo que Link se refería. Lana sin duda conocía a Cya mejor que nadie, de lo que era capaz, y también conocería la estructura interna del Templo de las Almas. Si necesitaba a alguien le mostrara el camino, no habría nadie mejor que ella para esta tarea. Lana estaba algo insegura, pero... esto era quizás lo más cercano a cumplir ese deseo que alguna vez tuvo. Poder luchar lado a lado con el héroe legendario sería el mayor de los honores que jamás podría tener.

- Está bien, lo haré. - dijo la hechicera con determinación. - No puedo garantizar que Cya no haya cambiado la estructura interna del templo, pero haré lo que pueda para mantenerte a salvo y llevarte hasta ella.

- Una cosa más. - dijo Link. - Necesito estar seguro de que entiendes perfectamente lo que vamos a hacer.

- Si te refieres a Cya... sí, lo entiendo perfectamente. - dijo Lana, entristeciéndose un poco. - Tenía la esperanza de que pudiéramos hacerla rectificar el camino, hacerle ver que está equivocada y que nada de lo que ha hecho vale la pena. Pero ella ahora está en un lugar donde no puede escucharme. Link... tenemos que detenerla, a toda costa.

- ¿Entiendes que lo más probable es que eso signifique que tendremos que matarla? - dijo Link.

- Lo supe desde el principio. Quise evitarlo, pero ya es tiempo de ver la realidad. - replicó Lana. - Haz lo que debas hacer. Si la única forma de detenerla, de salvarla de sí misma es a través de la fuerza fatal... que así sea.

Nuevamente, la hechicera tomó por sorpresa a todos con sus palabras. O más bien, con el aplomo que las dijo. No había una sola pizca de duda en su voz. Sabía perfectamente lo que estaban a punto de hacer, y no solo no objetaba en lo más mínimo, sino que lo apoyaba fervientemente. Había querido salvar a su contraparte por mucho tiempo, pero todo indicaba que la única manera de hacerlo ahora, sería ponerle fin a su sufrimiento de una vez por todas.

- Así lo haré. - dijo Link. Inmediatamente, desenvainó la Espada Maestra, y la levantó en alto para atraer la atención de todos. - ¡Que todas las tropas tomen posiciones y se alisten para la batalla! ¡El día de hoy, este conflicto llegará a su fin!

Inmediatamente, el resto de la legión lo siguió, alzando sus propias armas, al igual que Impa y Azael. Muy pronto, todos los presentes gritaron con vigor y entusiasmo, dando a entender que ninguno daría un paso atrás. Todo estaba a punto para dar inicio al enfrentamiento final contra Cya.

Las fuerzas se dividieron en tres grupos grandes, integrando tanto humanos, como Gorons y Zoras en cada uno, pues ahora, la mayor fortaleza que tendrían sería la diversidad, la fuerza y resistencia física de los Gorons, la agilidad y destreza de los Zoras, y el vigor y astucia de los humanos. Al llegar a la colina de entrada al Valle de los Videntes, Link, a lomos de Epona, se tomó el momento para apreciar la vista panorámica. A su lado, Alexandre, montado en Shadow y con la lanza de Volga en mano, se le acercó.

- Esto es todo, amigo. - dijo el lancero.

- Así es. De un modo u otro, todo termina hoy. - replicó Link.

- Espero que eso no signifique una declaración de muerte. - dijo Alexandre. - Todavía estoy de humor para pedirte una revancha otro día.

- Creí que ya lo habías olvidado. - Link no pudo evitar sonreír.

- Eso jamás. - dijo Alexandre. - Pero escucha, lo importante ahora, es que salgamos vivos de esto. Y que no se te olvide, que estoy aquí para cuidarte las espaldas. Todos lo estamos.

Señaló al resto de los miembros de la legión. Era como volver a los viejos días de ese entrenamiento. No solo ellos, la Comandante Impa, el Subcomandante Azael, Darunia, Ruto, Maripola, Midna, Fay, y por supuesto Lana.

- Llegados a este punto, ya todos sabemos que eres tú quien tiene que darle el golpe de gracia a esa malvada bruja, eso ni dudarlo. - dijo Alexandre. - Pero que no se te olvide, que estamos aquí para ayudarte a que te abras camino hasta ella.

- Claro, cuento con ustedes para eso. - dijo Link, chocando el puño con el de Alexandre.

- Yo diría que ya es hora de que des la orden, ¿no estás de acuerdo... comandante?

Link no pudo evitar reírse un poco ante esa última palabra. Cuando Alexandre lo llamaba por algún título honorífico, usualmente lo hacía con un pequeño deje de ironía y resentimiento, desde aquel día que perdió ante él por el puesto de líder de escuadrón cuando eran reclutas. Pero esta vez, no era así en absoluto. Se estaba plegando a su liderazgo sin cuestionarle ni desafiarlo, porque confiaba en él, y al mismo tiempo, estaría allí para cuidarle las espaldas y hacer su parte para ayudar a que él hiciera la suya.

La fuerza que sintió cuando extrajo de su pedestal la Espada Maestra no podía compararse con la que sentía ahora. La fuerza que sentía del apoyo de todos sus amigos, que estarían detrás de él y a su lado todo el tiempo. Ya en este momento solamente le quedaba algo por hacer. Desenvainó su espada, y gritó con todas sus fuerzas una sola palabra.

- ¡ADELANTEEEEEEEEEEEEEE!

El ataque abrió con un descenso colina abajo por parte primero de los Gorons, que literalmente se tornaron en una avalancha de rocas vivientes para aplastar a las criaturas que custodiaban el pasaje de entrada. Cubiertos por ellos, las tropas a pie pudieron rápidamente tomar el control del área y formarse para el ataque inicial, mientras la división de caballería se dirigía a las rutas de acceso para atacar por los flancos. La estrategia inicial era muy similar a la del primer ataque que hicieron en el valle la última vez, pero ahora que contaban con superioridad numérica y táctica, podrían forzarlo en menos tiempo. Por supuesto, habría un retraso mayor en destruir primero los tres puntos protectores de la barrera alrededor del templo, pero el plan era que Link tratara de abrirse paso hacia la zona del templo. Entretanto, Lana lo vigilaba desde el aire, a lomos de una de las libélulas de Maripola, e invocando tormentas de rayos para despejar su camino y ayudarle, mientras el resto de las tropas se trababa en batalla contra las tropas enemigas. Las legiones restantes de Cya comprendían casi todos los tipos de criaturas a los que se habían enfrentado hasta ese momento, y afortunadamente, todos sabían ya como pelear contra ellos. Los Gorons contenían el avance del enemigo, mientras las tropas humanas y Zoras se actuaban desde atrás y luego se lanzaban al frente para atacarlos y terminar el trabajo.

En cuestión de tiempo, las fuerzas aliadas comenzaban a ganar terreno dentro del valle, y sería solo cuestión de unas pocas horas antes de que lograran tomar el control de la zona para iniciar el verdadero ataque. Absortos al ver su triunfo tan cercano, ninguno de los héroes imaginaba que su victoria ese día no significaría el fin del conflicto. Desde las sombras, los ojos de la verdadera encarnación del mal miraban fijamente a los dos bandos mientras se mataban unos a otros. Después de esta batalla, sin importar el resultado, incluso el bando ganador quedaría debilitado, y entonces, tendría su oportunidad de entrar verdaderamente en escena. No importaba quién ganara o perdiera ese día. Al final, sería él, solo él, quien saldría victorioso.

Esta historia continuará...

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