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Capítulo 15: Una guerra en espíritu


"Después de una difícil prueba, Link pudo alzar en alto la Espada Maestra, y con ello se probó a sí mismo como el héroe de las leyendas. Armado con la hoja destructora del mal, derrotó con facilidad al malvado Wizzro, cuando este trató de emboscarlo en el templo.

Habiendo derrotado ya al maligno espectro, Link y sus aliados partieron hacia el Templo de las Almas, listos para la confrontación final con Cya. Con una racha de victorias detrás de ellos, la moral del ejército hyruleano había mejorado remarcablemente. Inclusive el propio Link se sentía prácticamente invencible, al tener la Espada Maestra en sus manos.

Pronto el héroe comenzó a dejar que el exceso de confianza nublara su juicio, al punto que se lanzaba de cabeza a enfrentarse él solo contra las hordas enemigas. Cya, que había estado esperando que Link excediera sus límites, vería en esto su oportunidad para atacar. Y mientras los dos bandos luchaban entre ellos, unos ojos desconocidos observaban cuidadosamente el conflicto..."

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Praderas de Hyrule...

El ejército de Hyrule avanzaba a paso constante, librando batalla tras batalla contra las fuerzas de Cya. A pesar del incremento de poder para compensar la disminución de números, las legiones de monstruos caían sin remedio y las fuerzas hyruleanas lograban alzarse con una victoria tras otra. Con cada territorio recuperado, las legiones malignas se veían forzadas a replegarse cada vez más y más, hasta que solo quedó bajo su control la región de Lanayru.

A poco más de una semana de viaje del Valle de los Videntes, las fuerzas de Hyrule se encontraban librando otra batalla para abrirse camino hacia la fortaleza de su enemiga. Mientras Darunia y Ruto comandaban a las tropas de Gorons y Zoras respectivamente, y los Sheikahs dirigían a las tropas humanas para mantener a los enemigos dispersos, Link y su legión habían sido asignados para una tarea todavía más importante. Pese a las protestas de algunos, la Princesa Zelda insistió en continuar en las filas frontales para hacer su parte durante las peleas. La decisión solo fue aprobada una vez que aceptó ir protegida, e inmediatamente Link y su legión se ofrecieron de voluntarios, al igual que Lana. Zelda lo aceptó de buen grado, pues nada podría darle más alegría que luchar lado a lado con su amado. Sin embargo, por sus acciones durante las últimas batallas, estaba comenzando a reevaluar dicha opinión.

Alexandre se encontraba luchando a lomos de Shadow contra un Dinolfos que iba montado en un Dodongo. Hasta ese momento, había podido deshacerse sin problemas de varios Lizalfos armados que utilizaban a los lagartos cuadrúpedos como monturas, y ahora solo quedaba este, que era su aparente líder. El lancero le pudo conectar una estocada explosiva que le hizo perder el escudo, y se disponía a tomar distancia para darle el golpe de gracia, pero en aquel instante...

- ¡Abran paso!

Antes de que Alexandre pudiese tener su oportunidad, Link apareció casi de la nada, galopando en Epona tan rápido como podía ir la yegua, y sin decir nada, alargó su brazo izquierdo sosteniendo la Espada Maestra dando un tajo que decapitó al lagarto, y el cuerpo sin cabeza se desplomó fuera de su montura, pero Link no se detuvo allí. Todavía hizo que Epona diera la vuelta para patear al Dodongo en la cabeza, y le hundió la hoja en la frente.

- ¡Oye! - exclamó Alexandre. - ¡Esa era mi presa!

- ¡Solo intento hacer mi parte! - gritó Link.

Y sin decir más, se fue galopando en la dirección opuesta antes que Alexandre pudiese protestar de nuevo. El lancero no pudo evitar fruncir el cejo, él tenía eso bajo control (en serio), y no había necesidad de que Link se metiera. Después tendría algunas cosas qué decirle.

No muy lejos de allí, Ruisu y Zatyr combatían con un grupo de Stalfos. La arquera los inmovilizaba disparando flechas de hielo a sus pies, mientras el espadachín los electrocutaba usando la Espada Relámpago. Ya solo quedaban tres grandes, que solo habían soportado por tener armadura más pesada que sus congéneres pequeños.

- ¡Zatyr, dispárale una flecha explosiva directo a la cabeza! - sugirió Ruisu.

- ¡Entendido!

La arquera preparó el proyectil, pero antes de tener oportunidad de lanzarlo, escuchó el galope de un caballo, y con toda certeza, a los pocos segundos apareció Link montado en Epona, que le clavó la Espada Maestra directo a la cabeza del esqueleto, en la cara descubierta donde no la protegía su casco, destrozándosela de un solo golpe, y haciendo que su cuerpo se desplomara en una pila de huesos. Pero no contento con eso, todavía fue por los otros dos, al primero partiéndolo a la mitad por la columna vertebral, y luego haciendo que Epona pisoteara su parte superior mientras estaba en el suelo, y al otro cortándole la mano que sostenía la espada primero para desarmarlo, para luego darle un tajo al cuello y decapitarlo. Zatyr y Ruisu no pudieron evitar ver que sonreía muy satisfecho de lo que acababa de hacer.

- ¡No se queden allí, todavía quedan muchos más! - les dijo antes de volver a galopar sin más.

Tanto el espadachín pelinegro como la arquera tardaron un par de segundos en terminar de procesar lo que acababa de pasar. Ellos podían haber acabado con esos Stalfos sin problemas, ¿qué necesidad había de que Link interviniera? Por supuesto, esta no era la primera vez que hacía eso. En los últimos días, específicamente, desde que había sacado de su pedestal la Espada Maestra, Link parecía haber cogido un inusual (y hasta cierto punto, inquietante) entusiasmo, y a menos que la memoria les fallara, tenían la impresión de que en las batallas más recientes él era el primero en salir al frente. Aunque al principio podían entender y hasta celebrar que estuviese tan animado, gradualmente habían empezado a preocuparse.

- Ahí va de nuevo. - comentó Ruisu, que parecía ser el más irritado de los dos por lo que acababa de suceder.

- Si no lo supiera mejor, pareciera que está tratando de impresionar. - agregó Zatyr. - ¿Deberíamos seguirlo?

- Antes de que esa actitud termine haciendo que lo hieran de gravedad o algo peor, sí. - dijo Ruisu.

Sin más enemigos en esa zona, no tenían nada mejor qué hacer. Aparte de sus motivos personales, estaba el hecho de que Link era la carta de triunfo para poner fin al conflicto, de modo que protegerlo a él era casi tan importante, si no igual, como mantener a salvo a la Princesa Zelda, independientemente de qué tan capaces fueran los dos en el campo de batalla. Por supuesto, la regente parecía estar más consciente de sus limitaciones y no rechazaba la ayuda cuando la necesitaba. Link, por otra parte... casi parecía que estuviese en una competencia de quién tenía el mayor conteo de enemigos eliminados. Y la peor parte, visto desde afuera, era evidente que estaba ganando y quería que todo mundo lo supiera.

Link llegó hasta donde se encontraban luchando Zelda y Lana. Mientras la hechicera peliazul mantenía a raya a una horda de enemigos usando una barrera mágica, la princesa hacía su parte haciendo caer relámpagos mágicos sobre ellos usando el poder de la batuta. El héroe no podía evitar sonreír cada vez que veía a su amada poner a buen uso el regalo que él le dio, eso siempre le producía una enorme dicha. Y lo motivaba aún más para convertirse en el hombre que ella se merecía.

Sin embargo, las dos estaban tan ocupadas manteniendo a esos a raya, que no se habían percatado del segundo grupo que venía en la dirección contraria. Bueno, estando él allí, no iba a permitir que les hicieran nada. Sería más fácil enfrentarlos a pie, así que se desmontó de Epona, y empuñando su escudo y espada, inmediatamente corrió a su encuentro.

A pesar de ser un grupo de por lo menos dos docenas, Link no se veía asustado ni nervioso. Y quizás tuviese buena razón para no sentirse de ese modo, pues bastaba un solo golpe de la Espada Maestra para dejar fuera de combate a cualquier amenaza. Aunque al principio intentaron ignorarlo, el ver como caían sus congéneres logró que el resto finalmente reconocieran al muchacho como su adversario y abandonaran su plan original de intentar atacar a Zelda y Lana.

- Muy bien, ahora ya tengo su atención. - dijo con confianza.

Igual que antes, con cada movimiento de la espada sagrada, la hoja cortaba a un adversario y este caía sin vida al suelo. No pasó mucho antes que Lana y Zelda se percataran de que Link estaba peleando contra ese gran grupo él solo, y que empezaban a rodearlo.

- ¡Princesa, creo que Link necesita ayuda! - dijo Lana.

Zelda se volteó a ver, y pudo notar que las criaturas tenían a rodeado Link por todos lados sin posibilidad de escape. Sin perder tiempo ella y Lana corrieron para acudir en su ayuda, pero pronto se hizo patente que él no la quería ni la necesitaba, pues cuando estaban a punto de llegar, les gritó que no se acercaran. Las dos se detuvieron más por la confusión que por hacerle caso, pero un segundo después, lo vieron encogerse, asumiendo la postura para su técnica secreta.

- ¡EEAAAAAAAAAAARRRGHHHH!

El ataque giratorio envió ondas cortantes en toda el área cercana, y ninguna de las abominaciones se salvó de terminar despedazada. Link finalmente cesó el ataque, y volvió a envainar la Espada Maestra en su espalda, no sin antes ponerse a girarla como si estuviese tratando de lucirse.

- Uff, eso no estuvo tan mal, ¿eh? - dijo, mirando con satisfacción los restos de sus enemigos caídos a su alrededor.

Lana y Zelda se quedaron allí, inseguras de qué hacer o decir. En circunstancias normales, sin duda que apreciarían que Link mostrase tanto vigor y entusiasmo durante las batallas, pues ayudaba a subir la moral e inspirar a otros a seguir su ejemplo. Pero ahora, lo estaban viendo frente a ellas, sonriendo ampliamente, al punto que parecía haberlo disfrutado. Como si fuese un juego. Y justo en ese instante, Zatyr y Ruisu también llegaron a la escena.

- Vaya, parece que llegamos algo tarde. - dijo la arquera.

- Lo siento, amigos. - dijo Link, todavía sonriendo. - Vamos, hay que animarse, estamos muy cerca de terminar con esta guerra, ¿no es cierto?

- Link... corrígeme si me equivoco, ¿pero no crees que estás tratando de abarcar demasiado? - dijo Ruisu.

- ¿Abarcar demasiado? ¿De qué estás hablando?

- Oye, no finjas que no me entiendes. - dijo el pelinegro. - No te has olvidado que no eres el único que está peleando, ¿cierto? El resto de nosotros también podemos hacer nuestra parte.

- No me he olvidado, solo estoy tratando de darles una mano. - dijo Link.

- Link, aunque podamos apreciar la ayuda, no tienes por qué tratar de hacerlo todo tú solo, ¿a quién estás tratando de impresionar? - dijo Zatyr.

Esa última pregunta tomó al muchacho con la guardia baja, y este por acto reflejo dirigió la mirada, aunque fue solo por un segundo, hacia la dirección de Zelda. Aunque los demás no lo notaron, a Zelda no se le escapó. ¿Sería posible, que todo ese entusiasmo exagerado durante las últimas batallas se debiera a que estaba tratando de impresionarla a ella? Pero en cuanto recobró la compostura.

- Oigan, no sean ingratos, si podemos derrotarlos, ¿qué importa quién lo haga? - dijo Link. - Les diré qué, ¿por qué no mejor vamos a ver si los demás necesitan ayuda? Todavía quedan algunos más por allí. ¡Vamos, en marcha!

Y diciendo esto, regresó a montar a su yegua, y se alejó galopando. Nadie más se atrevió a contradecirlo ya que después de todo tenía razón, todavía no habían ganado esa batalla. Sin embargo, las palabras que Ruisu y Zatyr le dijeron a Link también la hicieron pensar. De cierta manera, ella también había querido decírselas a Link, pero no se le ocurría cómo. Pero tras todo lo que había sucedido, la princesa sabía que era necesario. Ya cuando todo estuviera resuelto con esta batalla, tendría una muy seria charla con él.

Más tarde, en el campamento...

Al despuntar del día, y con la batalla ganada, el ejército de Hyrule llegó hasta una fortaleza a la entrada de los Bosques de Farone. Poco antes del atardecer, un pájaro con forma de halcón hecho con energía crepuscular (claramente enviado por Midna) llegó con un mensaje para ellos. La Twili había elegido acompañar a los Gorons y Zoras para tener "un poco más de diversión". Maripola también la había seguido, así que por obvias razones había tenido que mantener un ojo sobre la princesa de los insectos durante ese viaje, aunque por lo que decía en su nota, al parecer ya había dejado de meterse en problemas. A su vez, los Sheikahs también ayudaban actuando como "control de misión", coordinando las comunicaciones entre las fuerzas Gorons y Zoras con Fay como intermediaria, hasta que se reunieron luego de recuperar los territorios asignados. La nota al pie del mensaje decía claramente que su misión había sido un éxito, y que pronto podrían reunirse con ellos en el lugar acordado.

Entretanto, las fuerzas encabezadas por la legión de Link se estaban tomando un merecido descanso. En aquel momento, Link estaba acicalando a Epona, felicitándola por un trabajo bien hecho, pues ella también hizo su parte en darle su merecido a esas abominaciones. Habiendo terminado, el muchacho volvió a sacar la Espada Maestra de la funda y se puso a practicar algunos movimientos con ella. Únicamente con Proxi y Epona como público, pero en realidad no le importaba, pues de todos modos tendría la oportunidad de mostrárselos a todos después en la próxima batalla.

- ¡Eres genial, Link! - dijo la pequeña hada, sin dejar de maravillarse por las habilidades del muchacho.

- No es suficiente. - dijo Link. - Sé que podría hacer mucho más, tengo que seguir esforzándome.

- Tampoco hay que exagerar con el esfuerzo. No querrás romperte huesos o desgarrarte músculos durante el entrenamiento. - le habló la voz de Ruisu.

Link se dio la vuelta para encontrarse con su colega espadachín, que venía acompañado también por Alexandre. Por alguna razón, el héroe tuvo la extraña sensación de que el semblante de Ruisu parecía estar algo más tenso de lo usual, ¿sería su imaginación? Alexandre, a su vez, también parecía estar más serio de lo acostumbrado. Era una vista realmente extraña.

- Ah, chicos, ¿se les ofrece algo? - les preguntó.

- Nada especial, solo queríamos hablar contigo. - dijo Ruisu.

- Todos estamos algo... preocupados por ti. - agregó Alexandre.

- ¿Por qué van a estarlo? - Link no entendía. - Oigan, pueden estar tranquilos, todo saldrá bien.

- ¡Es cierto, mientras Link tenga la Espada Maestra nadie podrá detenerlo! - dijo Proxi.

Ruisu y Alexandre intercambiaron una mirada fugaz. Proxi no ayudó nada con ese comentario, pero de momento la ignoraron, los dos tenían que decírselo de frente, pues no eran los únicos que les preocupaba ese asunto.

- De hecho, de eso se trata precisamente. - dijo Ruisu. - No tomes esto a mal, Link, pero desde que conseguiste la Espada Maestra, te has estado comportando muy... diferente.

- ¿Diferente? ¿Qué quieres decir con eso? - Link miró de manera inquisitiva a su compañero.

- Déjame ponerlo de esta manera. - prosiguió Ruisu. - ¿Te has dado cuenta que últimamente, cada vez que peleamos eres el primero que se lanza contra las hordas enemigas? Corrígeme si me equivoco, pero te he visto más ansioso por pelear y algo...

- Impulsivo, creo que es la palabra que buscas. - completó Alexandre. - Y eso sin mencionar, que varias veces ya nos has robado algunas presas. Eso no es divertido, en serio.

- Oigan, ¿qué les pasa? - dijo Link, ya empezando a molestarse. - Solo intento ayudar.

- Y eso lo apreciamos, sí. - replicó Ruisu. - Pero no tienes por qué tratar de hacer todo esto tú solo. Está bien que quieras poner el ejemplo, pero no eres el único que está peleando allá afuera.

- En serio, Link, cuando tienes esa espada en la mano, casi pareces un niño con juguete nuevo. Mejor deja de lucirte o podrías hacer que te maten. - dijo Alexandre.

- ¿Oh, y me lo dices tú, que te la pasabas compitiendo conmigo? - dijo Link cruzándose de brazos. Alexandre se abstuvo de dar la respuesta que quería, tratando de aferrarse a las lecciones aprendidas durante su viaje a las islas en el cielo.

- Link, no se me ha olvidado que me diste esta lanza como un signo de confianza. - El lancero extendió su arma. - Desde ese momento, he intentado demostrar que soy digno de blandirla. ¿Pero cómo se supone que lo haga si no me das la oportunidad de utilizarla?

- No me has dado razones para pensar que me equivoqué al dártela. - admitió Link. En efecto, Alexandre había demostrado un rápido dominio de la lanza de Volga, convirtiéndose en otro factor ofensivo importante del grupo.

- Link... solo piensa un poco. - dijo Ruisu. - Eres el héroe legendario, todos lo sabemos, pero eso no quiere decir que debas lanzarte de cabeza a derrotar a todos los enemigos tú solo. Estamos todos en el mismo bando, eso ya lo sabes, ¿no?

- ¿Eso es todo lo que tienen que decirme? - replicó tajante.

- ¿Ya se les olvidó que Cya empezó con todo esto solo por mí? ¿Está mal que quiera ser yo el que le ponga fin? - insistió Link. - Aprecio que se preocupen, amigos, de verdad, pero si necesito su ayuda lo sabrán. Mientras tenga la Espada Maestra, no hay manera de que podamos perder. Pueden dejarlo en mis manos.

Alexandre y Ruisu no podían creerlo. Parecía casi imposible que fuese el mismo Link con el cual se entrenaron como reclutas, ese líder que los dirigió a tantas victorias y que confiaba en ellos para apoyarlo. ¿Tanto había cambiado solo por extraer esa espada del pedestal? En sus días de entrenamiento era bastante cauteloso, y no se lanzaba a pelear a menos que estuviese totalmente seguro de que podía ganar. Pero ahora... parecía dar por sentado que tenía todas las batallas ganadas solo por estar empuñando la Espada Maestra. Eso no les agradaba, no les agradaba para nada.

- Entonces, lo que estás diciendo es que no quieres ni necesitas nuestra ayuda, ¿es eso? - dijo Alexandre. Esto tomó a Link desprevenido, que no pudo dar una respuesta. - Si eso es lo que piensas, entonces que te vaya bien haciendo las cosas a tu manera.

Alexandre, yéndose. Ruisu echó una última mirada a su compañero, parecía estar tratando (inútilmente) de ocultar su evidente irritación, y que estaba de acuerdo. Acto seguido también se retiró, dejando a Link solo con Proxi y Epona, todavía sin entender cuál era el problema.

- Bah, ¿qué les pasa? - dijo Link, mientras los veía alejarse.

- Ignóralos, tal vez solo están celosos. - dijo Proxi.

Link miró a Proxi. ¿Celosos ellos? De acuerdo, tal vez Alexandre, ¿pero Ruisu? Él nunca había dado señales de estar celoso, y siempre era el que más lo apoyaba durante los entrenamientos. Pero esa expresión que tenía, ciertamente no se veía como él en ese momento. Pero ninguno de ellos tenía idea. Él no estaba haciendo eso sin motivo. La razón por la que se estaba esforzando tanto por poner fin a esa guerra iba mucho más allá de eso. Por supuesto que para él era importante devolver la paz a Hyrule, pero dentro de él, su verdadera prioridad era convertirse en un hombre que fuese digno de Zelda. No podía ser solo Link, un muchacho pueblerino ordinario. Tenía que ser más que eso, tenía que ser el héroe legendario.

- Soy el héroe legendario, ya lo acepté. - dijo sin hablar con nadie en particular. - ¿No era eso lo que querían todos que hiciera? ¿Por qué se quejan ahora? ¿Es que esperan algo más de mí?

¡PUNT!

- ¡Huy! - Link se fue de narices hacia el suelo. Cuando pudo voltearse y levantarse de nuevo, fue que se dio cuenta de que Epona se había girado y lo había pateado en la retaguardia. No lo suficientemente fuerte para lastimarlo, solo para tirarlo al suelo.

- ¡Oye, ¿por qué fue eso?! - exclamó Proxi.

Epona solamente resopló, como si estuviera enojada con Link. La yegua era inteligente, y a pesar de servir fielmente a su jinete, claramente tampoco estaba muy contenta con su reciente actitud. Por mucho que le fuese leal a Link, en ese momento ella estaba de acuerdo en lo que decían Alexandre y Ruisu.

- No es posible, ¿tú también vas a ponerte de su lado? - dijo Link, levantándose y sacudiéndose la ropa.

No lejos de allí, escuchó unas risas que fácilmente pudo reconocer. Con toda certeza, al poco tiempo vio aproximarse a la joven princesa, en cuyo rostro todavía se veía una clara sonrisa divertida. Grandioso, ahora lo había visto cuando Epona lo pateó. Sin embargo, el verla sonreír de ese modo hacía que valiera la pena, y solo por eso podría soportar el bochorno.

- Zelda, ¿necesitas algo?

- Lamento molestarte. Quise esperar mi turno, pero creo que Alexandre y Ruisu tuvieron la misma idea que yo. - dijo la princesa.

- *Suspiro*, no me digas que tú también vas a ponerte de su lado. - dijo Link.

- No me estoy poniendo del lado de nadie. - aseguró la princesa, cuya expresión se tornó más seria en ese momento. - Pero aunque no te guste escucharlo, ellos tienen razón, Link. Te has estado comportando diferente desde que fuimos a buscar la Espada Maestra.

- No me he estado comportando diferente. - aseguró, molesto. - Simplemente estoy asumiendo el quien soy en realidad, el héroe elegido por las Diosas, ¿no? Eso era lo que todos querían, sobre todo tú.

- Así es, yo deseaba eso. - dijo Zelda, apenada. - Pero no de esta manera. Desde que obtuviste la Espada Maestra, o más bien, desde que ella te aceptó como su portador, creí que la humildad con la que te conocí se iba a mantener, e incluso aumentar, pues cuando uno obtiene más poder, uno debe estar con los pies más puestos sobre la tierra.

- ¿Ah sí? ¿Crees que no soy humilde? - preguntó el joven, molesto. - Pues qué lástima que tanto tú, como todos, no se den cuenta que lo único que quiero es protegerlos, evitar que salgan lastimados, como el héroe elegido me corresponde.

- "Como el héroe", "como el héroe", no dejas de vanagloriarte con eso. - repitió la princesa. - No dejas de pensar que eres único y absoluto. Solo te recuerdo que todo lo que hemos logrado ha sido gracias a que hemos trabajado en equipo y nos apoyamos. Sin embargo, ahora estás destrozando todo lo que se ha construido. Estás alejando a todos tus amigos.

- ¿Mis amigos? - preguntó, lanzando una carcajada. - Ellos no entienden nada. No pueden aceptar que soy más fuerte que ellos, por eso no quieren que los proteja. Tampoco entienden que estoy haciendo todo esto para que tú y yo podamos estar juntos.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- Zelda... ¿acaso no te das cuenta que todo esto que hago es únicamente por ti? - preguntó, apenado y molesto. - Ahora que soy un héroe, podré estar a tu altura, ser digno de ti. No soy solamente Link, eso nunca sería suficiente. No para alguien como tú, al menos...

- No sé de qué estás hablando. - dijo Zelda, ya comenzando a enfadarse. No le gustaba lo que estaba escuchando.

- ¡Tú sabes perfectamente de lo que hablo! - exclamó Link alzando la voz. - ¡Eres la princesa de Hyrule! ¿Y qué era yo antes de venir aquí? ¡No era más que un pobre muchacho de granja con sueños de convertirse en caballero!

El corazón de la princesa se sobrecogió al escuchar esto. Al parecer, Link guardaba en su interior un complejo de inferioridad con respecto a ella. Con todo, y a pesar de lo que habían compartido, él todavía dudaba de sí mismo, y tal vez, de los sentimientos de ella. Pero no había terminado. Ahora venía lo peor. Por un momento recuperó la calma, pero eso no hizo menos dolorosas las palabras que salieron de su boca:

- Lo que quiero decir es... si voy a pararme a tu lado, debo estar seguro de ser el más fuerte de los soldados... y por fin siento que puedo serlo. Desde que te conocí, desde aquella vez que nos vimos por primera vez... empecé a verte como alguien con quien deseaba caminar lado a lado. Tal vez yo mismo no lo sabía, pero tú, tú eras mi meta desde ese entonces.

- ¿Qué sucede? ¿Es que ahora me estás viendo como una especie de trofeo que aspiras ganar, es eso? - preguntó Zelda.

- ¡Claro que no! - gritó Link, alzando la voz de nuevo. - ¡No te das cuenta, por fin puedo ser un hombre digno de ti, alguien que podrá protegerte como lo mereces, alguien que podrá caminar a tu lado sin avergonzarse de quien es! ¿Por qué no te das cuenta de...?

¡SLAP! Una fuerte bofetada silenció las palabras del joven, pues la princesa había sido la autora de la misma. Zelda se mostraba enojada, pero sus ojos inundados en lágrimas por las palabras que su amado le había dicho, pero sobre todo por el cambio que había tenido. Link la miraba completamente resentido y dolido por su repentina agresión.

- No puedo creer lo que estoy escuchando. - dijo, apenada. - ¿Qué te sucedió, Link? ¿A dónde se fue el hombre del que me enamoré? ¿Por qué dudas de que eres digno de mi amor? ¿Acaso mi entrega a ti no fue suficiente prueba de mis sentimientos?

- No entiendes nada, al igual que los demás. - respondió, molesto. - Esta es la primera vez en mi vida que puedo hacer algo grande, algo realmente importante.

- Link, realmente no sé qué es lo que tienes en la cabeza en este momento. - dijo la princesa, entristecida y a la vez furiosa. - Pero si en la próxima batalla sigues actuando de este modo... bien, ve si los demás les importa si terminan matándote por ser tan imprudente. Sé que a mí, al menos, sí me importaría.

La regente se dio la vuelta y se retiró a toda prisa, dejando al joven con la palabra en la boca. Zelda dejó que las lágrimas que estaba reteniendo fluyeran, y no solamente por la ofensa que su amado le había dicho, sino por haberlo golpeado, jamás hubiera querido hacerlo, pero no pudo evitarlo al haberse sentido tan irrespetada y dolida. ¿Cómo podía él dudar de esa manera de sí mismo, y más importante, de los sentimientos de ella? No sólo por dudar del amor que ella le profesaba con todo su ser, sino por pensar que este podría cambiar solo por sus orígenes.

Era él quien no entendía. Ella simplemente no quería que él terminase muerto por actuar de esa manera tan imprudente.

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Templo de las Almas...

La bruja oscura estaba cada vez más molesta. El refuerzo mágico con el que había imbuido a sus legiones era insuficiente. Sus fuerzas solo encontraban derrota tras derrota cada vez que peleaban contra los soldados de Hyrule, y el hecho de que se sumaran los Gorons y Zoras había girado la marea en cuanto a ventaja numérica. Por supuesto, esto en gran parte se debía a que los comandantes, Darunia y Ruto, quienes eran por sí mismos combatientes verdaderamente formidables y capaces de enfrentar grandes números solos, eran además unos increíbles líderes y muy inspiradores entre los suyos, pues les daban un gran incentivo por solo la oportunidad de luchar lado a lado junto a unas "leyendas vivientes", que era la mejor manera de describirlos.

- No hay más alternativa. - les dijo, hablándoles a través de su oráculo. - Retírense ahora, y reagrúpense.

Por mucho que le doliera admitirlo, de pronto estaba sintiéndose arrinconada en más de un sentido. Sus planes habían empezado a derrumbarse, y con cada batalla sus fuerzas disminuían más y más. Ya no podía usar los portales para traer más, y aunque todavía tenía miles de sirvientes a los cuales enviar para que hicieran su trabajo, necesitaba pensar en algo, o de lo contrario...

- No... no pienses en eso ahora, concéntrate...

Había algo más que le impedía enfocarse. Por supuesto, hablando en el sentido general, esta era quizás la mayor de las preocupaciones para ella. Después de aquella noche, de haber visto al héroe en brazos de su tan repudiada enemiga, de cómo los dos compartían ese placer en la cama, ese placer que tenía que ser solo de ella, había tenido que luchar contra el impulso de querer volver a verlo, por miedo a toparse con una escena similar. Se sentía asqueada, furiosa, y lo último que quería era volver a tener esa horrible visión frente a sus ojos. El héroe legendario en la cama de una mujer que no se lo merecía... pero finalmente ya no podía más.

- Sé fuerte, Cya. - se dijo. - Contrólate, una vez que hayas eliminado a esa despreciable mujer, el camino estará libre, y el amor del héroe legendario y todo el reino de Hyrule serán solo tuyos.

Incapaz ya de soportar más las ansias, la hechicera pidió a su oráculo de nuevo mostrarle la imagen del héroe legendario, aun a sabiendas de que se arriesgaba a volver a verlo dándole su afecto a su enemiga. Pero ya no era capaz de estar más sin poder verlo. Las infinitas efigies de él y sus anteriores encarnaciones en todo el templo no eran nada con poder verlo en vida, aunque no fuese en persona.

Sin embargo, la hechicera se llevó una muy inesperada sorpresa cuando los vio. Estaban juntos, sí, pero no estaban compartiendo afecto. Al contrario, estaban conversando, y no se veían nada felices.

- Vaya, vaya, ¿qué está sucediendo aquí? - dijo Cya, viendo con gran interés.

Al principio no podía oír lo que estaban hablando, pero fuera lo que fuera, ninguno de los dos parecía estar feliz. Aumentó la magia para poder escuchar lo que decían, y pronto se hizo evidente que de estar hablando pronto pasaron a estarse gritando. Oh, así que estaban teniendo un desacuerdo, y por mucho que odiara ver a su amado enojado, no pudo evitar alegrarse de ello, tal vez en el mejor de los casos eso llevase a una inminente ruptura. Sin embargo, ocurrió algo que no se podría haber imaginado. En cierto momento, las palabras de Link indignaron tanto a la princesa, que esta alargó la mano y lo abofeteó bruscamente. Cya se quedó estupefacta al ver eso, quedándose inmóvil, igual que su amado.

- ¿Cómo se atreve? ¡¿Maldita, cómo te atreves a hacerle eso?!

Imperdonable. Esa desgraciada, no solo le robaba ese amor que era por derecho suyo, se atrevía a levantarle la mano. ¿Cómo pudo ser capaz? Ella jamás haría algo así, ese hermoso y varonil rostro suyo debía permanecer intacto. No pudo más que observar como la princesa se daba la vuelta y se iba de allí a toda prisa, dejando a Link frotándose la mejilla donde lo abofeteó. Cya quiso en ese momento ir allá y despedazarla con sus propias manos... pero no, no era necesario. Había otra manera, algo de lo que acababa de percatarse.

- Así que mi amado héroe ocultaba otra pequeña faceta. Interesante - dijo al entender.

Si las palabras que había escuchado eran ciertas, tal parecía que inclusive el héroe legendario albergaba en su interior algunos rasgos que algunos llamarían "oscuros", "negativos", o en el peor de los casos "malignos". Ese lado de nosotros mismos que nunca queremos aceptar, aquel que siempre elegimos ocultar del mundo exterior. Pero Cya no cometió ese error. Ella lo aceptó, se aferró a él, y gracias a ello se volvió más fuerte.

- Ese resquicio de oscuridad... si puedo darle forma, sustancia...

Cya sonrió malignamente. Justo cuando necesitaba refuerzos, aparecía la fuente que se los proveería. Y dicha fuente no era otra que la misma oscuridad interior de su amado. Bueno, no podía quejarse. La luz, o la oscuridad, cualquier parte de él era bienvenida, ella no la rechazaría de ninguna manera. La hechicera inmediatamente corrió a su altar, para preparar el ritual.

- Muchas gracias, amado mío... acabas de proveerme de los recursos que necesito para volver a recuperarme.

Era una jugada arriesgada, y requeriría que abandonase la seguridad de su fortaleza. Pero si su plan tenía éxito, entonces podría tener al héroe, alejarlo del resto de sus estorbosos y molestos amigos, y más importante aún, alejarlo para siempre de Zelda.

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En los bosques, varios días después...

El avance de las tropas de Hyrule continuó sin mayores complicaciones. Habían podido evitarse conflictos innecesarios con las legiones de Cya. Y eso era algo bueno, considerando que una semilla de discordia estaba germinando dentro del grupo principal. Lo más sorprendente de todo, era que el causante fuese ni más ni menos que el propio Link.

Después de aquella discusión con Zelda (y la bofetada que le siguió), el héroe y la princesa no se habían dirigido la palabra en absoluto, y esto no pasó desapercibido por el resto de los miembros de la legión. Para ellos ya no era un secreto el lazo que se había formado entre los dos más allá de compartir un destino, pero ninguno estaba totalmente sorprendido de que de pronto intentasen evitar el contacto visual ni encontrarse uno con el otro a menos que fuese absolutamente necesario. Nadie había querido preguntarle a ninguno de los dos por temor a empeorar las cosas, aunque varios de ellos, particularmente Alexandre y Ruisu, tenían una idea bastante aproximada de lo que había sucedido entre los dos.

- Se acerca una tormenta. - dijo Garrett de pronto, mirando a lo lejos.

- No tienes que decírnoslo. - dijo Alexandre. - Pronto estaremos de nuevo en los dominios de Cya.

- No, quise decir que en serio, una tormenta viene. - insistió el gigantón, señalando hacia el horizonte. El lancero observó, y en efecto, pudo ver las nubes negras y algunos relámpagos en el horizonte.

- Uff, si empieza a llover, se nos complicará el avance para la caballería. - dijo Alexandre. - Si se moja el terreno, los caballos tendrán problemas.

- Quizás es lo que Cya quiere. - intervino Ruisu. - Sabe que ya vamos por ella, y tratará de hacer lo que sea para ganar tiempo.

- Uff, qué mala suerte. - dijo Alexandre, desmontándose de Shadow. - Lo siento mucho, compañero. Creo que no podrás acompañarme a partir de aquí.

El caballo resopló y bajó la cabeza en clara señal de decepción. Sin embargo, entendía a su amo lo suficiente para saber que sería más una carga que una ayuda. Una vez que atravesaran esa zona llegarían al punto de reunión donde podrían iniciar el asalto final al Templo de las Almas para ponerle fin a las ambiciones de Cya. Pero ahora tenían una mayor preocupación entre manos. ¿Realmente estaban listos? O más específicamente, ¿estaba Link listo para enfrentarla? Aunque ninguno de ellos lo dijera, la respuesta colectiva en realidad era que no, no lo estaba, aunque él pensara lo contrario. No se trataba del poder, habilidad, o del hecho de que tuviese en sus manos la Espada Maestra. Los miembros de la legión miraron hacia donde estaba su líder, al extremo más opuesto a lomos de su yegua, y el exagerado entusiasmo que antes había derrochado sin parar, había sido reemplazado por una mueca de estar molesto, y todos tenían miedo de acercársele por eso.

- ¿Alguien más quiere decírselo, o lo hago yo? - hizo Alexandre la pregunta que nadie más se atrevió a formular.

- No tiene caso. - dijo Ruisu. - No creo que quiera escucharnos, no en este momento.

Entretanto, mientras Link permanecía al frente, mirando hacia el vacío, alguien más lo miraba desde atrás. Como era de esperarse, después de eso, Zelda realmente se sentía muy confundida y perturbada por su accionar, después de todo, en aquel momento realmente perdió los estribos, y una parte de ella se arrepentía de haberlo abofeteado. Temía que ese solo gesto pudiese llevarlos a romper su relación cuando apenas acababan de consumarla, pero ella no era tan voluble como para hacer eso, ni mucho menos lo iba a ser él. Pero se lo había prometido a sí misma, Link tenía que darse cuenta de que estaba equivocado, y si él no estaba de humor para escuchar, ella no iba a hablar.

- Link...

Sin pensar mucho, sacó de entre los pliegues de su traje la batuta que él le había regalado. Aparte de haberse convertido en una muy útil y poderosa arma en combate, él se lo había dado además como un testamento de su amor por ella. De cierta manera, podría tomar como una buena señal el hecho de que él no hubiese venido a pedirle que se la devolviera. Por supuesto, ella no creía que un sentimiento tan fuerte pudiese cambiar tan fácilmente, incluso con lo fuerte que había sido esa pelea que tuvieron.

- Princesa. - se le acercó Lana. - ¿Está todo bien?

- Lana. Quisiera decir que sí, pero...

La hechicera miró en la misma dirección que la princesa, y pudo darse cuenta. Link todavía seguía allí, sin voltear en su dirección, pero no tenía que ser un genio ni acercarse para saber que todavía estaba molesto. Zelda no era la única afectada por ese estado de ánimo en el héroe, la propia Lana también se notaba con algo de esa depresión.

- Todavía están peleados, ¿verdad? - dijo Lana. No era una pregunta en realidad, era un hecho.

- Es un testarudo. - dijo Zelda. - Quizás yo también lo soy, pero es que él no me entiende. El que sea el héroe legendario, o tener la Espada Maestra no le da derecho a actuar de manera tan prepotente.

- Tengo que estar de acuerdo. - dijo Lana. La princesa volteó la mirada hacia ella con sorpresa. - Yo también lo he notado, es como si fuese otra persona desde que consiguió la espada. Casi me cuesta creer que sea él.

- Lo que no entiendo es... ¿por qué? - dijo Zelda.

- Princesa... si me permite decir lo que pienso al respecto...

Zelda se quedó mirando fijamente a Lana. La hechicera parecía sentir algo de vergüenza de dejar salir lo que pensaba en ese momento. Incluso aunque la regente le profesara amistad y la valorase como un miembro importante de su grupo, claramente todavía pesaba sobre ella su antigua (y todavía existente, aunque no lo hubiese confesado) conexión con Cya, y no había podido perdonarse a sí misma por ello. Hasta que Zelda finalmente le aseguró con un amable gesto que podía decírselo sin rodeos, fue que finalmente tomó un profundo respiro y prosiguió:

- Quizás, es que está intentando demostrar algo. Probarse a sí mismo, o a los demás. Quizás quiere demostrar que es digno de llevar el título del héroe de las leyendas.

- Ahora que lo dices... sí, me dijo algo como eso cuando nos peleamos. - admitió Zelda. - Pero sigo sin entender el por qué. ¿Por qué si realmente sabemos que es el héroe, se siente en la necesidad de seguir demostrándolo?

- De eso... no puedo estar segura. - dijo Lana. - Como le dije, es solo mi opinión.

Zelda deseaba poder decir algo más, pero igualmente, ella tampoco tenía idea del por qué Link se sentía en la necesidad de demostrar algo que ya ella y todos los demás sabían, aunque ya le hubiese dicho que era por ella, eso no era una razón que ella considerada valedera. Según las leyendas antiguas, otros antecesores del héroe legendario, aunque podrían haberse sentido tentados a querer llevar la carga por sí solos, no rechazaban la ayuda de los demás cuando realmente la necesitaban. Quizás simplemente la racha de victorias le había inflado un poco de más el ego, y ya se le pasaría, pero de todas maneras, esperaba que no tuviese que ocurrir algo malo para que aprendiera la lección.

Pero lamentablemente para ella, ese evento que temía estaba a punto de suceder. Desde las sombras, la causante de todo el conflicto, observaba con mucho cuidado esperando a que cayera la noche para hacer su movimiento. De hecho, esas nubes de tormenta que se acercaban en el horizonte no eran naturales. Ella las había provocado, solo para dificultarles más las cosas a los amigos de Link, y tal vez infundirles algo de temor. Mientras ellos estaban ocupados teniendo ataques de pánico, ella prepararía el escenario, donde ella y el héroe legendario serían los protagonistas de una nueva y maravillosa vida juntos.

- El día ha llegado, amado mío. El día que finalmente podremos estar juntos sin que nadie interfiera entre nosotros. - decía.

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Aquella noche...

Las tropas hyruleanas habían continuado el avance adentrándose en los espesos bosques, justo en el momento en que la tormenta que los miembros de la legión de Link vieron en el horizonte horas antes. Decidieron detenerse allí para acampar y reponer fuerzas antes de dirigirse al punto de reunión al día siguiente. Si ya de por sí el avance era difícil para los caballos entre los árboles, una vez que comenzara a llover el terreno se les pondría mucho peor.

La legión de Link, a excepción del líder, se había reunido alrededor de la fogata, haciendo la vigilancia, junto con Lana y Zelda. El resto de las tropas habían decidido meterse a sus sacos de dormir para reponer sus energías. Los jóvenes, sentados alrededor de la fogata estaban cada uno ocupados en sus propios asuntos. Zatyr limaba un poco las puntas de sus flechas, Garrett y Alexandre asaban malvaviscos en el fuego antes de que la lluvia cayera. Ruisu echaba ramas a la fogata. Lana hojeaba su libro de magia mientras le mostraba a Zelda algunos de los conjuros que había guardado en él por si podían serle de utilidad como una manera de mantenerse ocupada.

La distracción funcionó hasta cierto momento, hasta que Link pasó por allí, y tanto él como la princesa inevitablemente intercambiaron miradas, como si quisieran decirse algo. Pero al parecer, el orgullo de nuevo pudo más, y el joven héroe prosiguió su camino sin mirarla más. Tanto Lana como Zelda lo siguieron con la mirada mientras se perdía entre los árboles, sin decir nada hasta que desapareció de vista, y calcularon que estaba fuera de rango para escucharlas.

- Princesa, ¿está segura de que no quiere seguirlo? - preguntó Lana.

- Si él cree que puede hacerse cargo de todo solo, que lo haga. - replicó Zelda.

- Tarde o temprano se dará cuenta. - comentó Ruisu. - Puede que sea el héroe, pero ni siquiera él puede estar en todos los lugares a la vez.

- Y es lo que trato de hacerle entender. - dijo Zelda. - ¿Qué es lo que pasa con él? ¿Qué es lo que intenta demostrar?

- Si no lo conociera mejor, diría que tal vez quiere algo de gloria personal. - dijo Alexandre. Zatyr y Garrett lo miraron con ojos en rendijas, así que inmediatamente prosiguió para defenderse. - Por eso dije, "si no lo conociera mejor", ¿me entienden? Él no es como yo, y ustedes lo saben.

- Eso es cierto. - dijo Zatyr. - Link no haría nada sin una muy buena razón.

- Quiere probar algo. - dijo Garrett. - Pero no nos quiere decir qué. Como si le diera vergüenza admitirlo.

Ruisu miró en la dirección que se fue su amigo. Lo menos que quería era que esa actitud tan imprudente terminase costándole muy caro, ya fuese a él, o al resto de los soldados. Después de todo, en ese momento, no solo ellos, sino todas las tropas hyruleanas estaban contando con Link como la carta de triunfo para poner fin al conflicto. Querer tomárselo con seriedad era una cosa, pero no estaba bien que él se lanzara de cabeza a las hordas enemigas, arriesgándose a salir herido o algo peor. Claro, para todo soldado, el riesgo de salir lastimado era algo inherente en las batallas, pero incluso, el sentido común de auto preservación permanecía allí para que tomasen las decisiones y minimizar ese riesgo tanto como fuese posible. La primera regla de eso era, nunca lanzarse de cabeza a una pelea a menos que supieras con certeza que puedes ganar. Era como si Link hubiese olvidado de eso, o peor aún, que se creyera imparable.

Entretanto, Link se perdió entre la espesura, solo mirando ocasionalmente hacia atrás para no perder la señal de la fogata para volver en cuanto se sintiera de humor. ¿Qué les pasaba a todos? En especial, ¿qué le pasaba a Zelda? Inconscientemente se tocó la mejilla, era como si esa bofetada que le dio hubiese dejado tal marca que todavía le dolía, aunque el dolor físico ya se hubiese ido hacía mucho. El golpe emocional fue mucho más profundo.

- ¿Qué les sucede a todos?

Se sentó al pie de un árbol, desmontándose sus armas de su espalda. El Escudo Hylian y la Espada Maestra. Según le había dicho Zelda, los dos juntos eran la verdadera marca del héroe, pues muchos otros héroes antes que él utilizaron esas armas para derrotar al mal en sus tiempos desde tiempos muy antiguos. Y si ahora él los tenía en sus manos, ¿no quería eso decir que se había probado digno de cargar con ese legado?

- Link... ¿te sientes bien? - preguntó Proxi, revoloteando a su alrededor.

- No lo entienden. - dijo Link. - Ninguno de ellos lo entiende. Tengo claro mi destino. Por fin me siento capaz de convertirse en el héroe legendario que todos esperan.

- No les prestes atención. - dijo Proxi. - Si todo lo que has hecho hasta ahora no demuestra que eres un héroe, no sé qué lo hará.

- Gracias, Proxi. Significa mucho para mí que digas eso. Por lo menos hay alguien que cree en mí.

Admitiéndolo, la verdadera razón de estar molesto, era por sentir que de pronto, habían dejado de creer en él, y más ahora que por fin se sentía capaz de llevar esa carga. ¿Por qué todos le daban la espalda? Y lo más importante, ahora que por fin sentía que realmente era capaz de convertirse en un verdadero héroe, de un hombre que fuese verdaderamente digno de Zelda, ella comenzaba a reprimirlo. No podía entender cómo se estaba sintiendo. Podría sentirse conmovido de que ella quisiera protegerlo, pero había una línea muy delgada entre ser protector y sobreprotector con la persona que amas.

- Zelda... ¿cómo se supone que podré protegerte, si no quieres dejarme pelear? - se preguntó Link.

- Link, dale tiempo, estoy segura de que... - de pronto se detuvo. - Link, percibo alguien que se acerca.

- ¿Alguien?

- Creo que es... ¡AAAHHH!

Sin avisar, un rayo de energía oscura golpeó a la pequeña hada, estrellándola contra el tronco del árbol. Link la atrapó y tras comprobar que estaba bien y meterla de vuelta en su bolsillo de inmediato preparó sus armas.

- ¡Sal! ¡Muéstrate de una vez! - exigió Link, poniéndose en guardia

- No hay necesidad de gritar, querido mío.

Esa voz que el muchacho reconoció instantáneamente, una que le provocaba que la piel se le enchinara y un escalofrío le bajara por la espina... Solo podía ser ella. Y con toda certeza, la bruja oscura apareció frente a él en medio de una bruma púrpura. Yendo más allá, esta era la primera vez que aparecía frente a él sin su máscara, y Link pudo ver con sus propios ojos que su rostro era idéntico al de Lana, a excepción de las marcas de maquillaje y el tinte rojizo en sus ojos púrpuras, pero fácilmente reconocible. Un rostro hermoso para complementar su escultural figura, pero a diferencia del de Lana, que era inocente y amable, el de Cya se veía completamente trastornado y maligno.

- Cya...

- Me disculpo por tener que hacerle eso a esa pequeña luciérnaga. - dijo Cya, claramente refiriéndose al ataque sorpresa que le hizo a Proxi. - Que lástima para ella que no pudo detectar mi presencia un poco antes.

- ¿Qué estás haciendo aquí? No, qué más da. - dijo Link, girando la Espada Maestra. - Esto me facilitará las cosas. Le pondré fin a tus necedades aquí, y ahora.

- Oh, así que tienes una nueva y reluciente espada contigo. - dijo Cya. - Ciertamente te va mucho mejor que aquella vieja y oxidada hoja que tenías la última vez.

- ¡Haré que te tragues tus palabras!

El primer movimiento de Link fue obviamente lanzarse hacia la hechicera con la espada en mano lista para dar un fuerte golpe, pero esta se desvaneció en cuanto la espada hizo contacto, volviéndose translúcida e intangible. Era solo un espejismo, una ilusión.

- Cariño, estoy detrás de ti.

Link se volteó furioso para ver que en efecto estaba de nuevo parada frente a él, y con esa sonrisa seductora que él tanto despreciaba. Volvió a atacarla, pero otra vez resultó ser un espejismo. Empezaba a enfadarse, esa bruja solo estaba jugando con él.

- Esa espada no es más que una simple herramienta. Solo un tonto pondría toda su confianza en ella.

- Solo lo dices porque tienes miedo. - contraatacó Link. - Y deberías tenerlo, no pasa un momento en que no piense en hacerte pagar por todo lo que me has hecho.

- Oh, así que sí piensas en mí. - dijo Cya, fingiéndose halagada. - De acuerdo, ¿por qué no me demuestras lo que puedes hacer con esa espada?

Enfurecido por la actitud de la hechicera, Link inmediatamente se lanzó para darle un tajo de revés. Cya simplemente sonrió, desapareciendo en la bruma púrpura tras disiparse la ilusión. Y después de unos segundos regresó de nuevo, reapareciendo detrás de Link, pero antes de que este se pudiese voltear...

- ¡Auch! ¿Qué rayos?

Esta vez, sí era la verdadera Cya, pero no tomó esa oportunidad para atacarlo, a pesar de ser perfecta. En lugar de eso, lo único que hizo fue agarrarle un mechón de pelo por detrás y arrancárselo por la fuerza. Se alejó antes de que él pudiese reaccionar, y se tomó un tiempo para frotar el pelo entre sus dedos, claramente deleitándose al sentirlos... e incluso fue más allá, los acercó a su nariz para olfatearlos. Link no pudo evitar hacer una mueca de asco al ver eso.

- Ah, el aroma del héroe, no hay nada que me provoque más placer... pero no ahora. - dijo Cya. - Esta es la pieza que me faltaba.

- ¿Qué estás planeando? - preguntó Link, aunque realmente no estaba seguro de querer saberlo.

- Que la oscuridad adquiera forma y sustancia, que el odio y la ira se manifiesten aquí y ahora. - dijo Cya, alzando en alto su báculo. - ¡Esta oscuridad, será tu perdición!

Dicho esto, lanzó un ataque de energía oscura tan rápido que Link no tuvo tiempo de cubrirse. Sin embargo, fue solo una bruma negra y roja que lo atravesó por el pecho saliendo por su espalda, sin provocarle más molestia que una especie de piquete y un mareo pasajero, pero no causó ningún daño aparente. Se repuso rápidamente, y ya se disponía a ir tras ella de nuevo, pero no se percató de que, detrás de él, su sombra comenzaba a estirarse sobrenaturalmente. Y unos segundos después, algo, o alguien, comenzaba a surgir de ella.

- ¿Pero qué demonios...?

Frente a él estaba viendo lo que parecía ser una copia exacta de sí mismo. Bueno, tan exacta como pudiese serlo en un color totalmente negro. Todo en el ser frente a él, la ropa, la piel, hasta las armas que traía consigo, era como si estuviesen hechos de oscuridad convertida en materia, a excepción de sus ojos, que brillaban de un rojo espectral aún más escalofriante que el de Wizzro. Si de por sí las efigies de sí mismo en el Templo de las Almas eran perturbadoras, ver esto era como estar frente a frente con sus peores pesadillas.

El doble oscuro se lanzó a atacar a Link, usando el mismo movimiento inicial que él. Por supuesto, Link sabía cómo contraatacarlo, y al cabo de unos segundos fue suficiente para darse cuenta que no era más que una mala imitación de sí mismo, y lo derrotó de una sola estocada en cuanto abrió su defensa, haciendo que se disolviera en una explosión de humo negro. No era ni una milésima de lo que fue cuando se enfrentó al guardián de la Espada Maestra.

- ¿Podrás superar esa oscuridad? No me decepciones, amor...

- ¡Deja de llamarme así! - exclamó Link furioso.

Link pudo derrotar sin dificultad a su doble, pero en menos de unos cuantos segundos, más de ellos comenzaron a aparecer. Parecía que por cada uno que derrotaba, otros diez más emergían del suelo, y tardó unos cuantos minutos en darse cuenta de ello. Por más débiles que fueran, si eran demasiados ni siquiera él podría con todos. Cya continuó mirando el valiente aunque inútil intento de Link por eliminar a las copias que seguían apareciendo una tras otra a su alrededor

- Ya es tiempo, mis sirvientes. - dijo Cya, alzando el báculo para atraer la atención de todas los clones. - Links Sombríos, intérnense en el bosque, y maten a todos los soldados hyruleanos con los que se crucen. ¡Su ama se los ordena!

Ninguno respondió verbalmente (tal vez ni siquiera fuesen capaces de hablar), pero inmediatamente obedecieron y se dirigieron hacia el bosque, ignorando a Link en su mayoría, salvo por unos cuantos que se quedaron atrás para retrasarlo y mantenerlo lejos de la hechicera.

- Veamos si eres capaz de salir de esto. Nos veremos muy pronto, amado mío. - dijo Cya antes de desaparecer nuevamente.

- ¡NO HUYAS, CYA! ¡CYAAAAAAA!

En ese punto, Link asumió que la única manera de acabar con todos estos Links Sombríos era acabar con Cya. Así que no tenía más alternativa, tenía que ir tras ella abriéndose paso. Esta sería la oportunidad perfecta de demostrarle a todos, especialmente a Zelda, su valía. Era tiempo de probar a todos que era un digno sucesor de los héroes legendarios que le precedieron.

En el cielo, los truenos comenzaban a resonar cada vez más fuerte y más cerca, muy pronto la tormenta estaría encima de ellos. La nube negra de oscuridad se cernía sobre el ejército de Hyrule, y sobre el héroe legendario, sin que este tuviera idea de su verdadero significado. Link estaba tan concentrado en su entorno que no se daba cuenta que en ese momento su peor enemiga no era Cya, sino él mismo...

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Mientras tanto...

De vuelta en el campamento, los miembros de la legión de Link se habían puesto a conversar para pasar el tiempo. Ya algunos empezaban a preocuparse por la ausencia de Link, pero quienes estaban molestos con él no se atreverían a decirlo en voz alta. Si necesitaba ayuda acudirían sin dudarlo, tal vez eso fuera lo que necesitaba para que se le bajaran los humos. Lana intentaba enseñarle un hechizo a Zelda que podría utilizar para romper cualquier tipo de barrera mágica.

- De eso se trata, Princesa. - decía Lana, mostrándole la ilustración en su Tomo de los Espíritus. - Por poderosa que sea, toda barrera tiene un punto débil que al ser atacado, corta por completo la fuente mágica y permite derrumbarla con un solo ataque.

- Sorprendente. - dijo Zelda. - Estoy segura de que me será de gran ayuda, Lana. Tienes toda mi gratitud.

- No diga eso, Princesa, solo trato de... - De repente, la hechicera blanca se detuvo en seco. Todo el color de su cara desapareció, quedándose pálida, con una expresión de pánico.

- ¿Lana? ¿Qué te...? - Al instante, la princesa también adoptó la misma expresión, y sin perder tiempo, desenvainó su florete, poniéndose de pie y en alerta.

- ¿Qué ocurre? - preguntó Ruisu.

- Vayan y despierten a las tropas. - respondió Zelda, tratando de guardar la calma. - Tenemos compañía.

- Cya está cerca, puedo sentirla. - dijo Lana. Inmediatamente la cara de todos también perdió el color ante la sola mención de la bruja. - Y no viene sola.

- Hay múltiples presencias... nos tienen rodeados. - agregó Zelda. - Pero lo extraño es que...

Había algo muy particular en esas presencias que percibía. Algo muy familiar, como si se tratase de algo que conocía, pero no podía estar segura, o más bien, no quería creer que pudiese ser... no, ahora no había tiempo para ello, simplemente les ordenó a todos que se dieran prisa en despertar a todos y que se preparasen para la batalla en el acto. Inmediatamente, los miembros de la legión se separaron para ir alrededor del campamento gritando a toda voz:

- ¡EMBOSCADA! ¡DESPIÉRTENSE TODOS, NOS VAN A ATACAR!

Los soldados comenzaron a quejarse, pero aun así respondieron al llamado, cuando oyeron entre las voces la de la Princesa Zelda, una orden viniendo de ella no podían desobedecerla, fuese lo que fuese. Todos tomaron sus armas, mientras la regente junto con Lana se preparaba para recibir al enemigo. Para ese momento, las nubes de la tormenta que se avecinaba ya habían comenzado a desatar su furia, y las gotas de lluvia comenzaban a caer. En el eco entre los árboles comenzaron a escuchar los pasos que se acercaban.

- Que nadie se quede solo. Atentos todos, y no se separen. - dijo Ruisu, poniéndose sus guantes y agarrando el Sable Zora. Ya que estaba comenzando a llover, no quería arriesgarse a electrocutar a sus aliados por atacar con la Espada Relámpago.

- Ya vienen. - dijo Alexandre.

Al principio, por la oscuridad, lo único que podían ver eran un montón de ojos rojos, pero entonces, cuando un relámpago iluminó el cielo, pudieron tener un vistazo rápido.

- No... no puede ser... - susurró Zelda.

Fue solo por un segundo, pero eso fue más que suficiente. Detrás de esos ojos rojos se escondían clones sombríos de Link, todos armados con copias de su espada y escudo, totalmente negros, pero idénticos a él en todo lo demás excepto por esos obvios detalles.

- Que alguien me diga que no vi lo que creo que vi. - dijo Ruisu.

- Eso me temo. - dijo Zelda. - Son clones de Link, pero solo en apariencia. Están hechos de pura oscuridad y maldad. ¡Pero no dejen que su apariencia los engañe! ¡No se tienten el corazón, elimínenlos sin dudarlo!

- ¡No tiene que decírnoslo dos veces, Princesa! - exclamó Alexandre, prendiendo en llamas su lanza.

El lancero fue el primero en irse a la carga contra el más cercano, ofreciéndose de inmediato como voluntario para comprobar qué tan rudos eran estos dobles de Link. Le bloqueó el primer golpe con su escudo, pero uno de revés que le siguió enviado directo hacia el costado lo hizo desaparecer en una explosión de llamas rojas y humo negro. Por supuesto, este era solo uno, todavía quedaban quién sabía cuantos más. Ruisu fue el siguiente, empuñando el Sable Zora, chocándolo contra la espada de otro de ellos. La hoja de este se partió contra la espada de hielo, permitiéndole a Ruisu darle una estocada directo al pecho, atravesándolo. Haciendo esto, el enemigo se disolvió en humo negro, dejando atrás solo el cristal de hielo en el lugar donde lo apuñaló.

- ¡Se parecen al original, pero no son ni una milésima igual de fuertes! - exclamó Alexandre.

- Es todo lo que necesitamos saber. - dijo Zatyr, disparándole a uno de los de atrás una flecha explosiva directo en medio de los ojos.

A su vez, tratando de cubrir a Lana y a la Princesa Zelda, Garrett se fue tras otros dos. Lamentablemente, estando en ese lugar con tantos árboles no podía utilizar el mangual, de modo que tenía que recurrir solamente a su hacha y los Guantes de Poder. Pero era suficiente para lidiar con ellos. Con una mano interceptó la hoja de uno de los Links Sombríos, mientras con la otra le daba un hachazo para partirlo en dos por la cintura. Los dos pedazos separados se disolvieron en humo negro, al igual que todos sus demás congéneres cuando eran derrotados.

De todas maneras, ahora que había comenzado a llover con fuerza y la fogata se les había apagado, su visibilidad comenzaba a fallarles, empeorado solo por el hecho de estar en una zona boscosa y que las nubes de la tormenta bloqueaban la luz de la luna. Para facilitar las cosas, Zelda arrojó al aire una esfera de energía blanca, que al estallar generó una especie de luna artificial sobre ellos. No era mucho, pero al menos la luz que se filtraba entre el follaje de los árboles

- ¡Esas esferas durarán no más de media hora! - les advirtió.

- ¡Esperemos que con eso baste! - dijo Alexandre, empalando en el estómago a otro.

Para estas alturas, los Links Sombríos pululaban por todo el bosque, y los soldados hyruleanos ya se habían trabado en batalla con ellos de lleno. Ya nadie estaba dormido, y si quedase alguno, los ruidos de la batalla ya tendrían que haberlos sacado del mundo de los sueños. El ejército de Hyrule se defendió valientemente, y pese a la sorpresa inicial de ver que se parecían tanto al héroe legendario al que se suponía que seguían, pronto pudieron comprobar que no tenían la misma fuerza ni habilidad. Un solo golpe bien conectado era suficiente para desaparecerlos. El problema era, como sucedió al inicio de la guerra en el primer asedio al castillo, que eran demasiados. La única ventaja que tenían ahora, era que peleando en medio de los bosques podían tener mayor cobertura para protegerse a sí mismos, y estos dobles oscuros no tenían otra cosa que el instinto de pelear y no eran lo suficientemente inteligentes para aprovecharse de esto.

La esfera de luz que Zelda utilizó para iluminar la zona tuvo otro efecto inesperado, la energía que irradiaba parecía debilitar por lo menos un poco a estos Links sombríos, permitiéndoles a los miembros de la legión de Link hacerse cargo de ellos con menos complicaciones. Mientras ellos (y Lana) protegían a la princesa, esta trataba de hacer uso de sus habilidades sensoriales para tratar de rastrear a Cya. A pesar de que la conexión mental entre las dos estaba cerrada por ambos sentidos, en aquel momento debió dejar salir suficiente poder de magia oscura para que tanto ella como Zelda pudiesen sentir su presencia. De ser ese el caso, tenía que estar muy cerca de ellos.

- ¿Lana, cómo va eso? - preguntó Ruisu, manteniendo a raya a dos Links Sombríos simultáneamente, empalando a uno en el estómago, y al otro cortándole el brazo con el que sostenía la espada para inutilizarlo.

- ¡Estamos aguantando, pero no podremos pelear contra ellos para siempre! - agregó Alexandre. La princesa abrió los ojos bruscamente, una vez que pudo ubicar con precisión la locación de Cya.

- ¡Ya la tengo, está en dirección noreste! - exclamó. - No sé qué esté tramando, pero... parece que no está muy lejos de Link.

Todo mundo se tensó al oír eso. En su estado actual, lo más probable era que Link se lanzara de cabeza a tratar de perseguir él solo a Cya para derrotarla por su cuenta. Así estaba mucho más vulnerable a ir directo hacia una trampa. Pero estaba el hecho de que el resto de las tropas necesitarían de su ayuda, al fin y al cabo, ellos eran los que tenían las armas más potentes.

- En este momento, creo que es mejor que alguien vaya a ver se asegure que Link no se meta en un predicamento. - dijo Alexandre. - ¿Algún voluntario?

- Yo lo haré. - dijo Ruisu inmediatamente.

- De acuerdo, el resto de nosotros, tenemos que hacer lo que podamos para mantener a estos sujetos a raya. - dijo el lancero. - Lana, necesitaremos que nos ayudes a dispersarlos para que podamos eliminarlos uno a uno.

- Haré todo lo que esté en mi mano. - dijo Lana. Eso era lo mejor. No se sentía capaz de encarar ahora a su contraparte ni mucho menos.

Los otros tres miembros de la legión no pudieron evitar sonreír un poco ante el hecho de que Alexandre hubiese podido dar unas órdenes tan precisas. Al parecer, un poco del líder y del estratega de los otros se le había quedado encima, y ahora que era necesario era capaz de usarlo.

- Cuento con ustedes. Más vale que traiga a Link con nosotros, a rastras si es necesario. - dijo Ruisu.

Inmediatamente el espadachín se adentró entre los árboles, con la espada gélida en mano para cortar a cualquier sombra que fuera tan estúpida de cruzarse en su camino. Mientras tanto, los demás se fueron en la dirección opuesta para auxiliar al resto de las tropas. Lana, desde atrás, inició conjurando hechizos elementales de hielo en el suelo para inmovilizar a los Links Sombríos, mientras Alexandre y Garrett los golpeaban con sus propias armas, o Zatyr los volaba con sus flechas explosivas. Al hacer esto, fácilmente pudieron abrirse paso a través del bosque para dirigirse hacia el campamento donde los soldados trataban de defenderse de los invasores. La princesa los acompañó por ese trecho, hasta que llegaron al claro donde habían establecido el campamento y ahora se estaba librando la batalla.

- ¡Tenemos muchos heridos, no podemos continuar así! - exclamó uno de los soldados.

- ¡Lana, hay que formar una barricada para proteger a los heridos! - exclamó Alexandre.

- ¡Lo tengo! - dijo la hechicera.

Inmediatamente tomó su Vara Deku. Tomando ventaja que estaban en un bosque, podía aprovecharse de esto para crear una defensa absoluta y cercar todo el campamento para poner a las tropas a salvo del enemigo. Empezó concentrando su poder, mientras los otros estaban peleando para alejar a los Links Sombríos.

- ¡Acérquense todos, ahora! - gritó.

Dicho y hecho, Lana clavó la vara resplandeciente en el suelo para invocar su poder como nunca antes lo había hecho. Unas enormes raíces salieron del suelo resplandeciendo en un verde esmeralda brillante, y empalando a todos los Links Sombríos que pudieron alcanzar. Unos pocos lograron quedar adentro, pero estos no fueron pieza para los soldados, que inmediatamente los aniquilaron sin piedad. Lana mantuvo su posición, tenía que seguir canalizando su poder para mantener la barrera de raíces así como estaba.

- ¡Solo la podré mantener unos minutos, dense prisa y atiendan a los heridos en ese tiempo! - exclamó.

- ¡Ya oyeron a la señorita, muévanse! - ordenó Alexandre. - ¡Los que están heridos quédense en las tiendas, los que todavía pueden pelear formen grupos y prepárense para el contraataque! ¡Zatyr, Garrett, ayúdenme con esto!

El lancero parecía estar disfrutando mucho de haber podido asumir esa "autoridad temporal", pero no se podía negar que estaba haciéndolo bien. Zatyr se puso a buscar un puesto desde donde disparar mejor, pero mientras lo hacía, se dio cuenta de algo más. O más bien, de ALGUIEN que faltaba.

- Oigan, ¿dónde está la princesa? - dijo.

Garrett fue el primero en reaccionar, su gran estatura le daba mayor radio de visión, y estando en ese claro podría haberla distinguido fácilmente por su armadura única.

- No está aquí. Creí que venía detrás de nosotros. - dijo el grandullón.

- ¿No está? Diablos, y se suponía que teníamos que protegerla.

Alexandre se agarró el pelo de rabia al darse cuenta. Lo ideal sería que fuesen a buscarla, pero no podían ir a ninguna parte hasta que Lana bajara la barrera, y no podía hacerlo hasta que pusieran a todos los heridos a salvo. No había más que hacer, eso era lo correcto.

Entretanto, Zelda, si bien los había seguido durante parte del trecho hacia el campamento, finalmente cedió al impulso de irse a buscar también a Link ella misma. Presintiendo, o más bien, SABIENDO, que estaba caminando directo hacia una trampa, tenía que evitar a toda costa que Link cayera en las garras de Cya. Tal vez siguiera enojada con él, pero eso no cambiaba sus sentimientos. Y cuando una horda de Links Oscuros trató de bloquearle el paso, la joven simplemente materializó su arco sagrado y con una flecha de luz los borró de la existencia, decidida a no permitir que nadie la detuviera. Ella, más que nadie, tenía las razones más fuertes del mundo para querer protegerlo. No solo de Cya, sino de sí mismo.

- Link... por favor, no hagas una estupidez...

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Mientras tanto, no muy lejos de allí...

- Vamos, querido... sé que puedes hacerlo mejor que eso.

La voz de Cya resonaba por todas partes, taladrando en los oídos de Link. Extrañamente, los dobles oscuros del joven héroe parecían en ciertas ocasiones oponer mayor resistencia que en otras, como si Cya les ordenase en qué momento deberían dejarse matar. Considerando lo trastornada que estaba la bruja, no le extrañaría que así fuese. Pero no podía distraerse con eso. Si tenía que abrirse paso matando hasta la última de esas malas copias suyas, pues que así fuera.

- ¡Cya, deja los juegos y enfréntame! - gritaba Link.

- Solo tienes que seguir mi voz, amado mío. - replicó seductora la hechicera.

- ¡Deja de llamarme así!

Si el objetivo de Cya era descontrolar a Link con sus provocaciones, claramente lo estaba consiguiendo. No obstante, esto también podía ser un arma de doble filo, pues al enfurecerse podía ejecutar ataques mucho más feroces e impredecibles. Cuando los Links Sombríos comenzaron a rodearlo para hacerle montón, el muchacho los eliminó ejecutando un furioso ataque giratorio. La lluvia comenzaba a arreciar cada vez más, y en ese momento, dejó de escucharse la voz de Cya. Visto de cierta manera, esto podía ser algo positivo, dejar de oír esa voz que tanto odiaba le daría un respiro para tener un momento de tranquilidad. Al poco tiempo comenzó a escuchar la voz de alguien que lo llamaba, pero entre la lluvia y los truenos que resonaban, no alcanzó a reconocer al principio de quién se trataba.

- ¡LINK! ¿DÓNDE ESTÁS? ¡LINK!

Intentando seguir la dirección general de la voz, pronto determinó que se trataba de Ruisu. Se fue en esa dirección, aprovechando que tenía el camino despejado, y al cabo de un par de minutos, pudo dar con él. El pelinegro blandía el Sable Zora contra los Links Sombríos que lo rodeaban, y aunque parecía estar defendiéndose bien, Link decidió que no estaría mal echarle una mano.

- ¡Resiste allí, Ruisu! - exclamó, corriendo hacia él.

Ruisu pronto miró en su dirección y trató de gritarle de vuelta que no era necesario, pero o no lo escuchó o no puso atención, y siguió indetenible, cortando con la Espada Maestra a un par de desafortunados clones que tuvieron la mala suerte de aparecerse frente a él. Usó sus botas para dar un enorme salto (sorprendentemente, la lluvia no parecía frenarle el impulso), y con la espada en alto para descender con un golpe devastador... directo hacia la enorme y gruesa rama de un árbol que estaba justo encima de Ruisu y el grupo de Links sombríos que lo rodeaban.

- ¡Pero qué...!

- ¡Hazte a un lado! - exclamó Link.

¡CRACK! Link dijo un fuerte tajo para partir la rama, haciendo que esta cayera pesadamente sobre los Links Oscuros, que desafortunadamente no tenían la misma inteligencia ni reflejos de Ruisu para apartarse de allí, terminando aplastados y disolviéndose en humo negro. Cuando Ruisu volvió a mirar después de ponerse a cubierto, vio a Link parado frente a la rama caída, con una expresión de estar muy satisfecho con lo que acababa de hacer... como si esperase que le diera las gracias o algo. En otras circunstancias podría haberlo hecho, pero en este momento... no, ya tenía que decírselo frente a frente, era hora de plantarle cara. Sin más, caminó furioso hacia él y una vez estando a distancia mínima, dejó salir todo el aire de sus pulmones.

- ¿Qué diablos fue eso? - le gritó. - ¿En qué se supone que estabas pensando?

- ¡Oye, acabo de salvarte la vida, por si no lo notaste! - se defendió Link.

- ¿Salvarme la vida? ¡Si eso me cae encima pudiste haberme matado! ¡Pude haberme encargado de ellos, muchas gracias!

Ruisu ya se estaba hartando de esto. Todo parecía apuntar que Link trataba de estar donde quería en lugar de donde lo necesitaban, ya fuese que lo necesitaran o no, lo único que parecía importarle realmente era tratar de eliminar tantos enemigos como pudiera él solo, sin dejarle más a los otros. Logrando por un momento recuperar la calma, decidió tratar de actuar con raciocinio.

- Pero ya que por fin te encontré, tal vez es momento de que vengas y nos ayudes. - le dijo. - El campamento está sitiado por estos sujetos, y ciertamente tu ayuda sería muy útil, especialmente porque estos sujetos parecen interminables.

- Ruisu, no es momento para eso. Cya está en este lugar, ¿no te das cuenta de que a menos que podamos derrotarla no se irán? Es nuestra oportunidad de ponerle fin a esta guerra de una vez. - insistió Link.

- No estás pensando con claridad. - replicó Ruisu. - Todavía no estamos listos, hay que regresar y reagruparnos para trazar un plan primero. No podemos lanzarnos de cabeza tras Cya así como así.

- ¡Tengo la Espada Maestra en mi mano, no necesitamos nada más! - volvió a gritarle Link. - ¡Con ella no hay manera de que pueda perder!

- ¿Y entonces qué? ¿Vas a ir por ella y la derrotarás tú solo? ¿Ese es todo tu plan?

Link no le respondió, pero ese silencio parecía ser toda la respuesta que necesitaba Ruisu. Sí, en efecto, ese era el plan. No estaba pensando con la cabeza, sino actuando por instinto, y eso era muy arriesgado e imprudente. Parecía que había perdido de vista el verdadero significado de ser un caballero de Hyrule. Como si en lugar de eso estuviese tratando de probarse algo a sí mismo... o a alguien más.

- Esto ya es el colmo, Link. Dime la verdad, ¿a quién tratas de impresionar? ¿A la Princesa Zelda, acaso?

Ese comentario se suponía que fuese sarcástico, pero una expresión de shock cruzó por el rostro de Link por un breve instante, y fue suficiente para que Ruisu se diera cuenta de que había golpeado un nervio de su amigo al decir eso. Acertó de pleno sin tener intención.

- Espera, ¿es eso? ¿Quieres llevarte toda la gloria de los combates porque intentas impresionarla? - insistió el pelinegro.

- Eso no es tu asunto.

- Claro que es mi asunto. - lo desafió, al darse cuenta de que había dado en el blanco. - Link, creo que tú sabes mejor que nosotros que nuestro deber con el reino está primero, y las agendas personales deben quedar en segundo plano.

- No hables de lo que no entiendes. ¿Sabes lo que se siente llevar un destino como este en tus hombros? Estoy tratando de cumplirlo para poder convertirme en el hombre que la mujer que amo se merece, ¿tienes alguna idea de lo que se siente eso? - trató de defenderse Link. En su cabeza, sonaba como una razón válida. Pero al salir, sonó más como una excusa sacada de la manga, y la respuesta de Ruisu lo confirmó.

- Eso suena muy parecido a lo que nos dijo Cya cuando peleamos contra ella en la época del Crepúsculo. - replicó muy enfático. - Tch, viéndote ahora, me cuesta creer que ella y Lana se hayan podido enamorar de ti.

- ¿Qué tiene que ver Lana con...? - Link se detuvo en seco al procesar las palabras. No solo las palabras, sino la manera en que las dijo, sonaba como alguien que estaba... ¿celoso, tal vez? - Un momento, acaso tú... no me dirás ahora que te gusta Lana, ¿o sí?

El relámpago que iluminó la escena bastó para que Link pudiese ver el sonrojo en la cara de su amigo, aunque fuese por un segundo. Se quedó en silencio mientras esperaba la respuesta, hasta que Ruisu resopló con fastidio y finalmente decidió que era mejor decírselo todo de frente. No tenía sentido alguno tratar de ocultarlo, pues él no era bueno para decir mentiras cuando estaba de mal humor de todos modos.

- De acuerdo, está bien, lo admito. - le dijo. - Sí, me gusta Lana. De hecho, creo que ella me gusta desde hace algún tiempo. Cuando estuvimos en el pasado, ella no paraba de hacerme preguntas acerca de ti. Y en ese momento no sabía por qué de pronto eso me molestaba, pero ahora lo sé.

Link se quedó sin habla al escuchar eso. Es decir que Ruisu sí estaba celoso de él, pero no por lo que él pensaba. No tenía nada que ver con que él fuese el héroe legendario, sino por haberse ganado el afecto de Lana. De hecho, ya le había contado antes de que una vez "se enamoró de la persona equivocada", pero no había querido ir mucho más allá en ese relato. Parecía ser un capítulo de su vida que le había dejado una herida profunda y prefería no abrirlo más de lo necesario. Al ver que Link no respondía, Ruisu siguió hablando.

- Pero estate tranquilo. - le dijo con voz tajante. - Yo no soy como Cya, no voy a dejar que los celos me hagan perder la razón, así que puedes estar seguro de que no intentaré apuñalarte por la espalda o algo así.

- Si hicieras eso, te haría sufrir como no tienes idea.

Esa voz los puso a los dos en alerta, pues sabían perfectamente de quién se trataba. La bruja oscura de nuevo hizo su entrada, apareciéndose frente a los dos espadachines, lo que hizo que los dos tuvieran que dejar de lado su discusión para poder encararla.

- Cya...

- Por fin decides dar la cara, maldita bruja. - dijo Ruisu.

- Tan irrespetuoso como siempre, pequeño mocoso. - dijo la aludida. - Encima de todo, ¿cómo te atreves a usarme como punto de comparación tan a la ligera, y cuestionando mi cordura?

- ¿Cuál cordura? ¡Una psicótica, eso es lo que eres! - replicó el pelinegro.

- ¡HARÉ QUE TE COMAS TUS PALABRAS! - La bruja alzó su báculo e invocó su magia. Antes de que ninguno de los dos espadachines pudiese hacer nada, Ruisu se vio rodeado por un halo púrpura, levitado del suelo, y lanzado lejos.

- ¡YAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!

- ¡RUISU! - gritó Link mientras veía volar a su compañero por los aires.

- Él no pinta nada en este lugar, querido mío. - dijo Cya. - Ni él, ni ninguno de los otros que se hacen llamar tus amigos.

Dicho esto, la bruja hizo otro movimiento con su báculo, de nuevo usando ese extraño hechizo en Link. El muchacho de nuevo no sintió nada más que una molestia pasajera, y empezaron a aparecer más de esos clones sombríos. La mitad se fue en la dirección donde Cya arrojó a Ruisu, mientras que el resto se pusieron alrededor de Link, preparándose para atacar.

- Para alcanzarnos, tendrá que abrirse paso entre ellos. Vamos a ver si puede.

Y con estas palabras volvió a desvanecerse en la bruma púrpura, dejando a Link solo para tener que enfrentarse a ellos. Bueno, si se había podido encargar de varios de ellos hasta ahora, estos no serían diferentes. Se abriría paso a la antigua entre ellos, y después le daría su merecido a Cya.

Sin que Link lo supiera, Cya no estaba tan lejos de él como podría creer. La bruja solo utilizaba el entorno para ocultarse y camuflaba su presencia, saliendo únicamente para atacar o provocar a alguien para que viniera hacia ella. El éxito de su plan dependía de separar a Link de todos sus amigos. Especialmente, ese espadachín pelinegro estuvo a punto de arruinárselo al entrometerse de esa manera. Después le daría una justa retribución por meterse en su camino, y por atreverse a insultarla.

- No entiendes nada... ninguno de ustedes entiende nada. - murmuraba Cya entre dientes.

Mientras vigilaba a Link, sin embargo, de pronto sintió otra presencia, la que más detestaba. Su despreciada rival, quien le robaba el amor que por derecho le pertenecía. Llegados a este punto, Cya se había por fin dado cuenta de lo mucho que había subestimado a Zelda. Pero había llegado el momento de hacer su movida para separar a Link de ella de una vez y para siempre.

- Llegó la hora. Después me encargaré de ti, princesita mimada. - susurró con malignidad, antes de volver a desaparecer entre las sombras. Era tiempo de llevar a Link hacia esa trampa. Hecho esto, ni Zelda ni nadie volvería a interponerse entre ella y sus deseos.

No importaba si caían con un solo golpe de la espada sagrada, los dobles oscuros seguían apareciendo de manera interminable. Por cada uno que Link lograra eliminar, otra decena tomaba su lugar. Pero él no se daba cuenta de ello. Con lo fácil que caían uno tras otro, no se percataba, o más bien, no quería aceptar que estaban empezando a rodearlo cada vez más y que pronto llegaría a su límite. Mientras estaba ocupado con uno de ellos, por detrás aparecieron tres que iban directo hacia él, y estaban a punto de alcanzarlo. Aunque logró verlos, era demasiado tarde para poder defenderse.

¡FLASH!

Los tres Links Sombríos que estaban a punto de alcanzar al héroe fueron detenidos cuando una flecha de luz, lanzada por supuesto por la princesa, estalló cerca de ellos, desintegrándolos por completo en una brillante explosión de energía sagrada. Sin saber por qué, Link frunció el entrecejo cuando ella se le acercó, sin duda para darle otro sermón.

- Tenía eso bajo control.

- ¿Es así como me muestras tu gratitud? - respondió ella tajante. - ¿Después de que te salvé la vida?

- Ya te lo dije antes, puedo manejar esto por mí mismo. - replicó Link.

- No me lo parecía. - señaló Zelda. - Y no se te olvide, que es MI reino el que está bajo asedio.

- Por supuesto, "Su Alteza Real". - dijo la última parte con un poco de sorna, antes de volver a lo que estaba.

La joven regente exhaló con rabia. Aunque él no quisiera su ayuda, estaba muy claro que la necesitaba. Desde que retiró la Espada Maestra del pedestal se había puesto muy diferente. Tener confianza en sus habilidades era una cosa, pero, ¿de ahí a lanzarse contra enormes hordas enemigas él solo, como si fuese un ejército de un solo hombre? ¿Qué mosca le había picado? El que fuera el héroe no significaba que fuese el único que estaba peleando.

Más todavía, estos Links Sombríos, aún no tenía idea de por qué seguían apareciendo. En teoría, si habían podido sellar los Portales de las Almas en el pasado exitosamente, Cya ya no tendría más la posibilidad de seguir trayendo monstruos al presente. Lo de que su forma física fuese idéntica a la de Link, podría atribuirlo a la obsesión de la hechicera con el héroe, pero había algo más en ellos, como si... como si una parte de ellos fuese igual al verdadero Link, al original... y eso no le gustaba.

Mientras seguían peleando, Cya volvió a aparecer frente a ellos, solo para burlarse de la aparente dificultad a la que se estaban enfrentando.

- Oh, veo que se les está haciendo muy difícil. - les dijo, con su habitual tono.

- ¡Cya! ¡Esta vez no escaparás, bruja! - exclamó Link, girando la espada y preparado para lanzarse hacia ella.

- ¿Oh, y quién dijo que quiero escapar de ti, querido? - respondió la hechicera. - Ven por mí, eso es exactamente lo que quiero.

Dicho esto, se hizo levitar y voló hacia atrás alejándose de ellos, con su macabra y seductora risa haciendo eco tras de sí.

- ¡ESPERA! ¡NO HUYAS! - gritó Link, corriendo tras ella.

- ¡LINK, NO SEAS IMPRUDENTE! - le gritó Zelda, pero él no la escuchó. - ¡LINK, NO TE DAS CUENTA QUE TE ESTÁ LLEVANDO A UNA TRAMPA, LINK! ¡Por las Diosas, es un testarudo de primera!

La princesa trató de ir tras él, pero más Links Sombríos aparecieron frente a ella bloqueando su camino. Sin más opción, tuvo que abrirse paso a través de ellos, y para entonces, la distancia entre los dos se había aumentado considerablemente. Y eso no le agradaba en absoluto.

Despachando a cada uno de estos dobles oscuros con una certera estocada, la princesa continuó su camino. Aunque Link se estuviese portando como un verdadero idiota (que admitiéndolo, lo estaba haciendo), seguía siendo el hombre que amaba, y tenía que ponerlo de vuelta en el camino correcto. Y si para eso tenía que hacerlo de manera drástica, pues que así fuera.

La hechicera oscura, mientras tanto, se reía por dentro al darse cuenta de lo fácil que el héroe cayó en su trampa. De manera irónica, aunque su otra meta era erradicar a la competencia, quitar del medio a esa maldita princesa que le robaba el amor que le correspondía por derecho, tuvo su utilidad al dejarla viva todo este tiempo, pues pudo encontrar esa debilidad dentro del corazón de Link. El muchacho se estaba esforzando al máximo de sus capacidades y más allá, ¿y todo por qué? Por querer ser digno de ella, eso era lo que intentaba demostrarle. Pero la princesa, en lugar de reconocer su esfuerzo, se convirtió en una ingrata, sin hacer otra cosa que regañarlo por sus acciones "imprudentes" (aunque Cya admitía, hasta cierto punto lo eran), sin entender que lo estaba haciendo por ella. ¿Qué otra prueba necesitaba? Ella no se merecía ese amor, y pagaría muy caro por ello.

Cya estaba tan absorta en ver los esfuerzos del héroe por llegar hasta ella que no se dio cuenta de que la Princesa ya se estaba acercando a ellos. Más todavía, usando sus capacidades sensoriales pudo percibir una concentración de magia oscura muy cerca de donde estaba Link. Pero lo que la alarmó fue que la energía que sentía era terriblemente similar a aquella trampa en la cual Link cayó durante el primer enfrentamiento con Cya, ese sello mágico inmovilizador que después lo teletransportó lejos. ¿Acaso estaba planeando usar la misma táctica de nuevo? Pero la energía no era totalmente igual, tenía algo más. La misma trampa, pero más peligrosa. Y él estaba caminando directo hacia ella.

- Ese tonto... va directo a la boca del lobo. - murmuró Zelda, mientras aceleraba el paso.

Pero Link no tenía idea de eso. Parecía estar disfrutando demasiado al eliminar a sus dobles oscuros, y al mismo tiempo, Cya también se deleitaba viendo el espectáculo. Pero como todo lo bueno tiene que llegar a su fin, eso no era la excepción.

- Ha sido divertido, Link. Pero es hora de terminar. - dijo Cya, alzando su báculo para activar el círculo mágico, justo cuando Link se colocó en el centro de este.

- ¡¿Pero qué...?!

- ¡LINK, A UN LADO! - oyó gritar la voz de Zelda.

Todo sucedió en un parpadeo, Link apenas pudo ver un resplandor bajo sus pies, hasta que sintió un par de manos empujándolo bruscamente por su espalda. Al caer, lo siguiente que vio lo dejó horrorizado: el círculo mágico se activó debajo de la princesa, levantando una serie de pilares de electricidad a su alrededor.

- ¡AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!

- ¡ZELDA!

El enojo que tenía con ella se le olvidó por completo, lo único que podía pensar en ese momento era que tenía que sacarla de allí, pero al llegar cerca, una especie de pared eléctrica lo detuvo en seco y lo repelió, lanzándolo hacia atrás y dejándolo aturdido por la fuerte descarga, amplificada por la lluvia que caía alrededor de ellos. Al cabo de unos instantes, cuando recuperó de nuevo el sentido, los rayos habían cesado por completo, y lo único que se veía era una enorme burbuja de energía oscura, en el centro de la cual flotaba Zelda, aparentemente inerte, con la espalda arqueada hacia atrás y sus brazos y piernas colgando en el aire, casi parecía que estuviese muerta.

Entretanto, Cya no se mostraba nada complacida de ver que su trampa, aunque había funcionado, no había atrapado al prisionero que ella quería. La princesa fue muy astuta, usó su magia para potenciar su salto y empujar a Link justo a tiempo fuera del peligro, pero lamentablemente no fue lo suficientemente rápida para salvarse a sí misma, y fue ella quien cayó en la trampa. Sin embargo, eso no quería decir que fuese un fracaso. Todavía podía usarla a su favor. Hizo un chasquido con los dedos, y al hacerlo, la burbuja emitió un intenso resplandor y desapareció. Para entonces fue que Link finalmente se quitó de encima la parálisis que le dejó la descarga.

- ¡ZELDA! - volvió a gritar, con más furia que antes. - ¡Maldita bruja! ¡¿Qué le hiciste a Zelda?!

- Oh, despreocúpate, querido. - dijo Cya. - Esa trampa no estaba diseñada para matar. Solo da una pequeña descarga que inutiliza al enemigo, y lo teletransporta a donde yo quiero.

Link no tenía ninguna razón para creer en las palabras de Cya. Excepto tal vez por el hecho de que esa trampa era específicamente para él y no para Zelda. Si ese era el caso, tal vez hubiera algo de verdad en ella. Con eso en mente intentó calmarse.

- Devuélveme a Zelda. - dijo en voz baja, pero claramente cargada de odio.

- ¿Devolvértela? - replicó Cya con sorna. - ¿Qué sucede, ahora hablas como si ella te perteneciera?

- Cya, no estoy para juegos. Si es a mí a quien quieres, de acuerdo, pero deja ir a Zelda.

- Harías lo que fuera por ella, ¿verdad? - dijo Cya. - ¿Y qué tienes a cambio? Mírate, todo lo que has hecho últimamente, ¿qué te ha dado Zelda por eso?

Link no respondió. Era cierto que estos días había intentado esforzarse, todo para demostrarle a Zelda, y al resto de sus amigos y del ejército de Hyrule, que era digno de ser llamado el héroe legendario. Pero aunque estaba haciendo bien las cosas, todo lo que consiguió fueron sermones y regaños: "Deja de lucirte o harás que te maten." "No eres el único que está peleando allá afuera." ¿Por qué no podían entenderlo?

- ¿Quieres que te diga un secreto? - prosiguió la bruja. - Esas sombras, esos dobles oscuros, esos... Links Sombríos, ¿sabes el por qué se parecen tanto a ti?

Link no estaba seguro de querer saberlo, pero Cya no se iba a detener de todas maneras. No tendría más remedio que escuchar.

- Es porque SON una parte de ti. - dijo Cya. - Verás, incluso el héroe legendario tiene algo, una debilidad, un resquicio de oscuridad en su interior, por pequeño que sea. Todos lo tenemos, eso cualquiera lo sabe.

- ¿De qué estás hablando? - A Link no le gustaba por dónde iba eso.

- ¿Aún no lo entiendes? - dijo Cya. - Ellos nacieron de esa oscuridad que está dentro de ti. Arrogancia, ego, orgullo... todo eso lo tenías en tu interior. Yo solo... lo dejé salir.

La revelación golpeó a Link como si una lanza le hubiese atravesado el pecho y salido por su espalda. Entonces, no era Cya la que estaba creando a esos Links Oscuros. Era él. Después de sacar del pedestal la Espada Maestra, empezó a sentirse invencible, como si pudiese hacer todo él solo. ¿Cómo pudo olvidar una de las enseñanzas más importantes que le dio su tío cuando lo instruía con la espada? "En el momento en que creas que eres invencible, es cuando serás más vulnerable." Pero eso no era todo. Todas esas sombras que los estuvieron asaltando, él era el culpable de que lo hicieran. Él, con su arrogancia fue el que las creó. Y por extensión, él fue quien atrajo a Zelda hacia esa trampa, que era para él, pero eso no importaba, porque ella fue quien cayó. Por culpa de él, y de su estupidez. Si no hubiese dejado que se le subieran los humos... ella no hubiese tenido que hacerlo.

- Sabes, me da un poco de lástima verte en ese estado tan lamentable. - dijo Cya, mirando su expresión de total shock. - Esto retrasa un poco mis planes, pero creo que no es tan malo. Si quieres volver a ver a tu princesa, ya sabrás donde encontrarme. Te he esperado toda una vida, podré esperar un poco más.

Y dicho esto, desapareció de la vista, dejando a Link a solas, pues al retirarse, los pocos dobles oscuros que quedaban se disiparon, desapareciendo en humo negro. El joven héroe se quedó estático, de pronto el escudo y la espada se empezaron a sentir más pesados de lo usual, los brazos se le bajaron, dejándolos caer al suelo. La lluvia a su alrededor, como si intentase empeorar lo que estaba sintiendo en aquel momento, se intensificó aún más. Apenas pudo dar un par de pasos al frente antes de caer de rodillas. Pero no por el cansancio o el dolor físico. El dolor que lo atormentaba... venía de su corazón.

Por fin se dio cuenta. Todo lo que había pasado era por su culpa. Esos Links Sombríos no eran más que sus propios demonios internos, esa parte de sí mismo que no quería aceptar, afrontar. Haber retirado la Espada Maestra lo habría hecho más fuerte, pero al hacerlo, sacó también a relucir su mayor debilidad, una que Cya supo perfectamente como explotar a su favor. Y ahora, por culpa suya, la mujer a la que amaba iba a pagar por ello.

Los truenos resonaron con fuerza, y Link sintió cada uno como un golpe que iba dirigido hacia él. Que así fuese, se merecía cada uno de ellos. Por su arrogancia, por su estupidez... por haber dejado que se le subiera el poder a la cabeza. Levantó la mirada hacia el cielo, con sus propias lágrimas mezcladas con las gotas de la lluvia que le caía encima, y en aquel momento... no podía hacer o decir otra cosa...

- ¡ZELDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!

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Poco después...

En el momento en que Cya desapareció, en el campamento finalmente cesó la batalla, pues los Links Sombríos de desvanecieron junto con ella. Todos estaban confundidos, pero a la vez aliviados.

A su vez, Ruisu, que estaba abriéndose paso después de recuperar el sentido cuando Cya lo lanzó lejos, vio la explosión de magia entre los árboles y corrió hasta allí, esperando poder llegar para ayudar, ya que le pareció ver que la princesa Zelda y Link habían corrido en esa dirección. Le escuchó gritar el nombre de la princesa, y eso le provocó miedo, algo malo podía haberle pasado. Finalmente, después de varios minutos dio con Link, pero estaba solo él. No estaba Cya, ni los Links sombríos... ni la Princesa Zelda.

- Link, ¿estás bien? - le dijo, pero este no se volteó. - ¿Dónde está la princesa?

Silencio total. El héroe se quedó allí estático, sin responderle a su compañero ni dar la vuelta para mirarlo. Eso ya era algo serio, y aun algo temeroso, se le acercó y se arrodilló para mirarlo a la cara.

- Link... ¿qué fue lo que sucedió? - insistió Ruisu. Y al ver su expresión, esta valió más que mil palabras.

Sus ojos denotaban una total expresión de desesperación, y claramente habían derrotado, de alguien que acababa de cometer un grave error. Y ya tenía una idea de lo que había sido, y las palabras que dijo Link sólo lo confirmaron.

- Cya... se la llevó... se llevó a Zelda. - fue todo lo que pudo decir.

Ruisu se quedó sin habla al oír esto. Dadas las circunstancias, podría haber podido sermonearlo a más no poder por haber cometido un error tan garrafal, pero eso era innecesario, y él no iba a echar más sal en la herida. Sin más opciones, trató de ayudarlo a levantarse, y a recoger sus armas. Casi tuvo que arrastrarlo para que empezara a caminar y se fueran de allí. Cuando ya pudiese estar en condiciones de hablar, le preguntaría los detalles, pero por ahora, todo lo que podía hacer era sacarlo de allí y llevarlo de vuelta al campamento.

A los demás, especialmente a los comandantes Sheikahs, no les iba a gustar nada esto cuando lo supieran.

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Templo de las Almas, mientras tanto...

¿Cuánto tiempo había pasado? Mientras recuperaba el sentido, la princesa lentamente abrió los ojos para encontrarse tumbada boca abajo sobre un suelo que se sentía duro y frío. Se fue incorporando con dificultad, pero no parecía tener ninguna herida. La cabeza aún le daba vueltas, pero pudo ver con claridad donde se encontraba. Era una habitación completamente vacía, tanto el piso como las paredes parecían estar hechas de algún material similar al cristal. Por el reflejo se dio cuenta de que aún llevaba su traje de combate, pero su florete no estaba en ninguna parte. Tenía sentido, Cya debió habérselo arrebatado cuando la noqueó. Tras unos minutos de caminar por toda la habitación, palpando las paredes, a pesar de que se sentía agotada, pensó que tal vez aún tendría suficiente energía para conjurar un hechizo y liberarse de su prisión.

- Yo no lo haría si fuera tú. - escuchó una voz familiar, hablándole con tono burlón. Zelda se dio la vuelta en la dirección en la que la oyó, para encontrarse con la responsable. - ¿Te gusta tu nueva habitación? Espero que sí, porque estarás aquí por un largo tiempo, princesa.

- Cya. - respondió Zelda en voz baja, tratando de contener su ira. Igualmente, en su situación actual no podría hacer mucho.

La bruja oscura se encontraba del otro lado de la pared de cristal, sonriéndole burlonamente. Con una mano sostenía su cetro, y en la otra, sujetaba el florete de la princesa. Por lo visto lo había tomado como trofeo, y se estaba tomando su tiempo para admirarlo.

- Mis felicitaciones al herrero que fabricó esta espléndida arma. - le dijo. - Ciertamente, es digna para una futura reina, ¿no estás de acuerdo?

- ¿Por qué estás haciendo todo esto? - preguntó Zelda, ignorando sus comentarios. - ¿Qué es lo que esperas lograr?

- Princesa, princesa... alguien como tú jamás podría entenderlo.

- No, por supuesto que no. - afirmó Zelda. - No puedo entender qué podría motivar a alguien a causar tanta muerte y destrucción. Y más aún... ¿qué es lo que tiene que ver Link en todo esto?

- ¿Link? Querida, él es el centro de todo esto. - dijo Cya. - Simplemente, estoy liberándolo de ese destino al que está atado por culpa tuya. Si tú no estuvieras en medio, esto no tendría que suceder. En todas y cada una de sus vidas, él siempre tiene que sufrir, por tu culpa.

- ¿De qué estás hablando?

- Lo he visto. - dijo Cya. - Desde tiempos antiguos, el alma del héroe renace una y otra vez cuando Hyrule se ve amenazado, pero sin importar lo que suceda, su mayor prioridad siempre eres tú. Siempre tiene que arriesgar su vida para salvarte, porque eres demasiado débil para proteger a tu pueblo por ti misma.

- Estoy consciente de hay cosas que no puedo hacer yo sola. - dijo Zelda, tratando de no dejarse amedrentar por la hechicera. - Pero no has respondido a mi pregunta. ¿Por qué haces todo esto?

- Contigo fuera del juego, Link será libre de ese destino que los ata. - dijo Cya. - Alguien como tú no merece estar con él. Te mataría ahora mismo, pero te necesito con vida para atraerlo aquí. En cuanto tenga los tres fragmentos de la Trifuerza, los dos gobernaremos esta tierra juntos. Por fin él podrá tener la gloria que merece un verdadero héroe.

- Has causado incontables muertes en tu búsqueda por el poder, ¿y piensas que Link querrá estar contigo después de todo lo que has hecho? - dijo Zelda. - ¿Vendiste tu alma a la oscuridad solo por eso? Estás jugando con fuerzas más allá de tu comprensión, no tienes idea de en lo que te estás metiendo.

- ¡Comprendo más de lo que piensas! - exclamó Cya. - Lo he visto todo. Cada lágrima, cada herida, cada gota de sangre que él ha derramado por culpa tuya. Arriesga su vida por protegerte a ti y a tu patética tierra, ¿y qué es lo que recibe a cambio? ¡Muchas veces nada! ¡NADA! ¡Nadie merece estar atado a un destino tan desgraciado como ese!

Zelda estuvo a punto de decir algo, pero no pudo refutar ese comentario. Según algunos de los registros históricos que conservaba la familia real, era cierto que en muchas ocasiones, el héroe no recibió reconocimiento alguno por sus hazañas. A veces porque lo rechazó por voluntad propia, pero al menos en una ocasión fue porque nadie creyó los relatos sino hasta que la verdad salió a la luz, años después de que había desaparecido para no volver. En otras ocasiones, aunque salió triunfante, la victoria tuvo un precio, a veces incluso llegando a hacer el máximo sacrificio. Por mucho que le costara aceptarlo, la posibilidad de que Link sufriera ese destino existía. Su corazón se sobrecogió ante ese terrible pensamiento. Cya pareció leerlo, pues inmediatamente le respondió.

- No tienes que preocuparte, querida. Yo me aseguraré de cuidar bien de tu querido héroe. Aunque ya no será tuyo por mucho tiempo. Cuando todo termine, ya no tendrá por qué estar obligado a permanecer a tu lado.

- Yo jamás lo obligué a hacer nada. - replicó Zelda, recobrando la compostura. - No lo niego, desde que lo vi desee que se me acercara, pero él vino a mí por voluntad propia.

- Y aun así, lo llamaste un idiota y lo abofeteaste, solo porque él intentaba probar su valía. Ante ti y todos los demás. Admítelo, tú no creías en él realmente. Tú no te mereces su amor.

La princesa luchaba por contener sus lágrimas de rabia. Ese fue un golpe bajo, hasta para alguien como Cya. Tal vez, una parte de ella no quería creer en las habilidades de Link, pero su parte racional rápidamente le hizo ver que su enojo en ese momento estaba más que justificado. Link estaba actuando de una manera muy arrogante e imprudente, olvidándose de lo más importante una vez que tomó en sus manos la Espada Maestra. Lanzarse de cabeza él solo contra el ejército enemigo no era valentía, era una estupidez. Él era el corazón del ejército de Hyrule, por eso no podían permitirse perderlo por un acto de impulsividad, aunque en el caso de ella, tenía razones mucho más personales para querer que estuviese a salvo. Link podría ser el héroe, pero seguía siendo humano, tenía sus virtudes y defectos... y ella lo amaba aún con ellos.

Esta realización hizo que la princesa se diera cuenta de algo más. ¿Por qué Cya tendía a referirse a Link mayormente como "el héroe"? Parecía poner mayor énfasis en el aspecto heroico de Link cada vez que hablaba sobre él. Para Zelda, ese aspecto de Link estaba en segundo plano.

- ¿Piensas que tú te lo mereces más? ¿Cuánto sabes de él realmente? - preguntó finalmente la princesa, después de un incómodo silencio.

- ¿Qué cuánto sé de él? ¿Qué clase de pregunta es esa? Si lo he visto todo sobre él. Todas sus hazañas, los desafíos a los que se ha enfrentado, sus triunfos ante la oscuridad, todo lo que ha hecho a través de los tiempos...

- No es eso a lo que me refiero. - interrumpió Zelda, sin perder la calma. - Dime una cosa, ¿estás enamorada de Link por ser el héroe, o por la persona que es realmente?

Ante estas palabras, Cya se quedó congelada. Finalmente dejó de sonreír, y no pudo decir nada para responder a esa pregunta. Ahora la princesa le había dado vuelta a su propio juego. Las dos se miraron fijamente, pero los roles habían cambiado. Al no encontrar una respuesta, y ya que Zelda no quiso presionar más, la hechicera le dio la espalda y se fue. Después de todo, tenía que prepararse para el inevitable asalto que Link y sus aliados eventualmente lanzarían contra su fortaleza para rescatar a la princesa. La necesitaba con vida hasta entonces, pero como deseaba poder terminar con su miserable existencia allí mismo.

Entretanto, la princesa, sola en su celda de cristal, no pudo más que arrodillarse y llevarse las manos al pecho, mientras cerraba los ojos y dirigía una plegaria silenciosa a las Diosas, rogando porque velaran por el bienestar de Link. Estaba en una situación sin salida en más de un sentido, pero no podía darse por vencida. Él vendría por ella, tenía que resistir hasta entonces. Tenía que creer en él.

Esta historia continuará...

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