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Capítulo 14: La espada sagrada


"La calma precediendo a la tormenta ha terminado. Cya se ha recuperado de su duelo con Ganondorf, pero al despertar de su sueño, le esperaba una impactante revelación. Observar directamente la entrega total de Link y la Princesa Zelda, sellando el lazo entre ambos como en sus vidas pasadas, fue más de lo que su mente pudo soportar. Sus deseos han quedado irremediablemente condenados a nunca ser correspondidos, y con ellos, se ha ido el último resquicio de cordura que pudiese quedar dentro de ella.

Consciente ahora de que el amor del héroe legendario ya jamás podrá ser suyo, Cya ha decidido desatar toda su furia en el reino de Hyrule como nunca antes. A través de poderosos y siniestros rituales de magia negra, la hechicera reanudó y redobló sus ataques, usando su propia magia para fortalecer a las tropas que aún le quedaban, como un último esfuerzo por aniquilar a sus enemigos. Las tropas hyruleanas plantaron cara valerosamente, más sus esfuerzos tendrían un alto costo solo para mantener a los enemigos a raya e impedir que vuelvan a apoderarse de los territorios que tanto trabajo les costó recuperar.

Pero las esperanzas no están completamente perdidas. Con una ardiente determinación, la Princesa Zelda guía a sus aliados hacia el oeste, hacia el Templo de la Espada Sagrada. En este lugar descansa el arma destructora del mal, empuñada por los héroes legendarios desde tiempos antiguos, la única arma que en manos del elegido, será la llave para salvar a todos, la legendaria Espada Maestra..."

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Praderas de Hyrule...

Había sido una difícil batalla, pero habían logrado su objetivo. Mientras las fuerzas principales luchaban contra las hordas de monstruos, el pequeño grupo conformado por Link, Zelda, Lana, Fay y Ruisu había conseguido atravesar las filas enemigas abriéndose paso y tratando de evitar atraer la atención cuando fuese necesario. No había sido sencillo, a pesar de ser enemigos que ya conocían y contra los que habían peleado antes varias veces, tuvieron que esforzarse más para poder derrotarlos y despejar el camino. Habían podido llegar hasta el bosque que rodeaba la pradera sagrada donde se encontraba el templo, y parecía que por fin podrían tener una oportunidad de recuperar el aliento.

- Uff... eso estuvo... difícil. - decía Ruisu, jadeando.

- ¿Difícil? - replicó Link. - No bromees, estaban más fuertes y agresivos que la última vez. Si no lo supiera mejor, diría que Cya se está enfadando o algo así.

El comentario de Link, a pesar de haber sido dicho como una manera de aliviar la tensión, golpeó algo dentro de la mente de Lana. Todavía no les había dicho de ese "sueño", ni de la aparente conexión mental que había entre ella y Cya. Después de aquella ocasión, no volvió a tener más "encuentros" con su contraparte, pues al parecer había podido levantar de nuevo sus defensas mentales. Sin embargo, la misma noche siguiente al encuentro, aunque estaba durmiendo con relativa tranquilidad, se despertó por un instante, como si sintiera en su pecho una punzada de furia desmedida, sin razón aparente. Eso no vino de ella, estaba segura, así que la única explicación era que tal vez algo le sucedió a Cya que la hizo enfurecer y eso hizo que sus defensas mentales flaquearan solo por un instante. Pero no tenía idea de qué podría haber sido.

- Lana, ¿sabes lo que podría estar sucediendo? - le preguntó Zelda de pronto, sacándola de sus pensamientos.

- ¿Eh? Ah, sí. Tengo una teoría, nada más. - respondió Lana luego de recuperar la compostura. - Cya podría estar utilizando su propio poder para fortalecerlos. Ahora que ya no puede traer más del pasado, está sustituyendo cantidad por calidad.

- ¿Pero no habías dicho que sus poderes deberían haberse debilitado? - preguntó Zelda.

- Sí, pero... podría haber otra forma. - dijo Lana. - Si su poder mágico es insuficiente, puede sustituirlo por su propia fuerza vital en una emergencia. Por supuesto, esto es un tabú en nuestro clan, y está prohibido, ya que hacerlo equivale a acortar tu vida.

Todos se miraron entre sí, conmocionados por esta revelación. ¿Sustituir el poder mágico por fuerza vital? Si realmente Cya estaba haciendo eso, significaba que estaba poniendo su propia vida en riesgo. Darles más poder a sus tropas equivaldría a dificultarles a ellos más las cosas, pero al mismo tiempo, en detrimento de su propia salud, eso lo convertía en una espada de doble filo.

- Cya parece estar actuando como un animal herido. - comentó Link.

- ¿Qué quieres decir? - preguntó Zelda.

- Muchos animales, incluso aquellos que no son agresivos por naturaleza, pueden actuar con desesperación para protegerse a sí mismos o a lo que es suyo cuando están lastimados. - explicó el muchacho. - Tal vez, Cya se haya dado cuenta de...

De pronto, Link se detuvo en seco. ¿Qué tal si su corazonada era cierta? ¿Qué tal si, de alguna manera, Cya ya sabía lo que había sucedido entre él y Zelda unas noches atrás? Por supuesto, aunque no era que estuviesen ocultando su afecto, al menos entre su círculo cercano de amigos, ninguno de ellos sabía todavía qué tan lejos habían llegado en realidad. Pero si Cya lo supiera... ¿y si ese era el motivo de que estuviese furiosa? De todos modos, su mente trabajó rápido para poder inventar una excusa que sonara verosímil.

- De que ya no... podrá vencernos. - dijo finalmente. - Piénsenlo, en la guerra, muchas veces el bando perdedor termina haciendo esfuerzos desesperados por arrastrar a su oponente con él cuando se da cuenta de que ya no podrá ganar.

- Eso tendría sentido. - dijo Ruisu. - Como dicen, a la miseria le encanta la compañía.

- Amo Link. - vino Fay de repente flotando hacia ellos. - Le informo que se acercan la Comandante Impa y el Subcomandante Azael.

En efecto, a los pocos segundos, vieron llegar a la pareja Sheikah, ambos teniendo que ayudarse uno al otro por el agotamiento. Azael, en particular, se dejó caer de rodillas cuando no pudo más, apoyándose en su alabarda, e Impa hizo lo propio recostándose de espaldas contra un árbol.

- Uff... por fin... lo logramos. - dijo la comandante.

- ¡Impa, Azael! - Zelda corrió hacia ellos para verificar que se encontraban bien. Por fortuna, no parecían estar heridos, solo exhaustos por el esfuerzo.

- ¿Cómo progresa la batalla? - preguntó Link.

- Fuimos afortunados. - dijo Azael. - Darunia y Ruto pudieron convencer a los Gorons y Zoras de nuestra época que nos ayudaran, y los refuerzos que nos prometieron llegaron a tiempo. Ahora mismo estarán dándole su merecido a esas abominaciones.

- ¿Y el resto de nuestros amigos? - preguntó Ruisu.

- Todavía estarán en el castillo. En caso de que las líneas frontales fallen en detener el avance del enemigo, ellos estarán allí para defenderlo. Pero tengo fe, en que eso no será necesario. - El tono de Impa, a pesar de sonar exhausto, cargaba consigo un inusual optimismo. - Lo más importante ahora, es que no desperdiciemos el esfuerzo de nuestros compañeros. Más todavía, si Cya todavía tiene en sus garras el fragmento de la Trifuerza del Poder, no caerá tan fácilmente.

- Es cierto. - dijo Zelda. - Nuestra misión ahora es llegar al Templo de la Espada Sagrada. Si podemos obtener la Espada Maestra, podremos poner fin a esta guerra.

- La Espada Maestra... el arma destructora del mal que solo puede ser empuñada por aquel que porta el verdadero espíritu del héroe. - dijo Lana, mirando a Link.

- ¿Están hablando de mí? - dijo Link.

- Por supuesto. - dijo Zelda. - Después de todo lo que ha sucedido, has demostrado que realmente posees el espíritu necesario para blandirla.

- No me atrevería a cuestionar eso. - dijo Impa. - Pero Zelda, la Espada Maestra no solo es una poderosa arma, también es una barrera. Tiene aprisionado un fragmento maligno: si la retiramos de su pedestal, ese espíritu quedará libre.

- Pero en este momento no tenemos más alternativas para derrotar a Cya. - intervino Lana. - Además, las barreras que protegen el templo están hechas de un tipo especial de magia sagrada. Retirar la Espada Maestra no será suficiente para eliminarlas, al menos no inmediatamente.

- En tal caso, lo mejor que podemos hacer es retirarla del pedestal, derrotar a Cya lo más pronto posible, y devolverla antes de que ese fragmento maligno pueda liberarse. - dijo Impa.

- La pregunta es, si Link realmente está preparado para esto. - agregó Azael, mirando al muchacho.

Link miró a sus compañeros, algo inseguro de si realmente podría hacer algo como eso. Ya de cierta manera había podido aceptar su destino como el héroe legendario al menos en parte, pero todavía había muchas cosas de las que no tenía idea, y ciertamente no quería lanzarse de cabeza sin saber lo suficiente. Al último, miró específicamente a Zelda. La princesa, que pareció percibir su duda, en respuesta le sonrió y dijo:

- Estoy segura de que sí lo está. Yo creo en él.

- También yo. - dijo Lana. El resto de los presentes hizo lo mismo, con Impa al final.

- Muy bien, Link. Si estabas esperando una oportunidad para probarte a ti mismo, entonces es ahora. - dijo la comandante. - Empuñar la Espada Maestra será la prueba definitiva de que eres digno de llevar el título del héroe legendario.

Llevar el título del héroe legendario. Dicho de esa manera, eso encendió la llama de motivación que Link necesitaba. A pesar de su relación con Zelda, que ya prácticamente estaba consumada en su totalidad, el muchacho todavía se sentía poca cosa para alguien como ella. Si realmente podía demostrar que era digno de llevar el título que le fue impuesto por el destino, y para hacerlo tenía que empuñar esa legendaria arma... valdría la pena hacerlo. Por ella. El muchacho levantó la mirada y habló con determinación:

- Lo haré. Afrontaré lo que sea, y derrotaré a Cya con mis propias manos.

- En tal caso, es mejor que nos apresuremos. - dijo Zelda. - Debemos llegar cuanto antes al Templo de la Espada Sagrada.

- Por supuesto. Guíenos, Princesa. - dijo Ruisu a su vez.

Con la regente a la cabeza, el grupo inmediatamente puso la marcha, una vez recuperadas las energías físicas se internaron para atravesar el bosque. Link lamentaba un poco no haber traído a Epona, pero si la traían con ellos les sería más difícil atravesar el boscoso sendero, y de todas maneras tardarían varios días en llegar. Su próximo destino era la Pradera Sagrada, el lugar donde fue erigido el templo que resguardaba la legendaria espada. Confiando en que el resto de sus amigos cumplirían con su deber, ellos tenían que cumplir el suyo. Cada uno tendría que hacer su parte, el momento de derrotar a Cya estaba muy cerca.

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Templo de las Almas, al mismo tiempo...

Mientras los héroes se esforzaban por llegar a su destino, en paralelo la hechicera oscura observaba detenidamente el progreso de sus fuerzas. Bueno, la palabra "progreso" era estirarse demasiado, pues a pesar del impulso de poder adicional que les estaba dando, pues por mucho que se esforzaban, no lograban recuperar el terreno perdido. Aunque al principio las cosas parecían ir en su favor, pues los soldados hyruleanos apenas lograban resistir el avance y no sin hacer sacrificios, la marea cambió cuando las fuerzas de los Gorons y Zoras, que hasta ese momento habían permanecido al margen del conflicto, ocultándose en sus territorios, aparecieron como un refuerzo inesperado, forzando la retirada de las fuerzas oscuras. Al parecer, la presencia de Darunia y Ruto, que entre sus respectivas razas eran verdaderas leyendas, sirvió para inspirar a cada una a dejar de estar escondiéndose y salir a luchar. Pero con la batalla ganada no los persiguieron, pues habían cumplido con su cometido. Solo defendían su territorio, pero pronto se lanzarían a la ofensiva, ella lo sabía.

Cya había tardado varios días en arreglar el desorden que provocó en su arrebato de furia, incluyendo arreglar la bola de cristal de su oráculo. Después de ver aquella imagen, ver a su amado en los brazos de esa... mujer, y claramente extasiado del placer que los dos estaban compartiendo, había tenido terror de volver a usarlo para espiar al héroe, por tentador que fuese. No quería encontrarse de nuevo con algo así, le asqueaba pensar que pudiese estar haciendo algo similar con Zelda... y no con ella.

- Zelda... vas a pagarlo muy caro. ¿Te atreves a robarme el amor que me pertenece?

En lugar de usarlo para espiar a Link, a Cya no le quedó más alternativa que usarlo para vigilar la actividad de sus tropas. Como habían sellado los portales en el pasado ya no podía traer más, y a pesar de tener todavía grandes números en sus filas, ya no podía confiar solo en eso, especialmente ahora que sus suministros ilimitados habían sido cortados. Tampoco era que eso fuese una mejor opción, pues las cosas tampoco lucían mejor en el frente. A pesar de estar usando su propia fuerza para darle un incremento de poder a sus tropas, los soldados de Hyrule no caían sin pelear, estaban determinados a proteger su reino hasta las últimas consecuencias. Casi le costaba creer que pudiesen ser los mismos después de lo desmoralizados que habían quedado después de que perdieron el castillo.

- Qué persistentes son. - decía al verlos pelear. - Pareciera que no le tienen miedo a la muerte, les doy algo de crédito por eso.

Parecía que la única opción que le quedaba, era aumentar todavía más el poder de sus tropas actuales. El costo era enorme para ella, usar su propia fuerza vital estaba acortando su vida cada vez que pasaba, pero eso no importaba. Ya nada más importaba.

- Muéstrame a Wizzro. - pidió la hechicera.

El oráculo obedeció de inmediato, mostrándole donde se encontraba el espectro. Anticipándose a los movimientos de sus adversarios, Cya estaba segura de que su siguiente destino sería el Templo de la Espada Sagrada. En todas las eras, el héroe legendario debía empuñar la legendaria arma destructora del mal, la Espada Maestra, para derrotar al enemigo en turno que amenazaba a su tierra. Así que con toda certeza, Link y sus compañeros tarde o temprano tendrían que dirigirse hacia ese lugar en busca de la legendaria espada. La hechicera le había dicho a Wizzro que esta era su última oportunidad de redimirse, pero en realidad, ella no esperaba que tuviese éxito en lo que le encomendó. Más que una oportunidad de redención, era un castigo por sus continuos fracasos, y por haber intentado traicionarla.

- Por supuesto, si puedes deshacerte de algunos estorbos en el proceso, tanto mejor para mí. - dijo sonriendo malignamente.

A través de su bola de cristal, Cya vio como el espectro montaba guardia en los alrededores del templo sagrado, flotando de un lado al otro mientras esperaba a que sus enemigos pasaran por ese lugar. Se le notaba impaciente, y no era para menos, pues ya llevaba varios días allí, y la cercanía a un lugar sagrado le resultaba intolerable. Por supuesto, eso ella ya lo sabía, era parte de su castigo. Y aunque le dijo claramente que podía hacer lo que quisiera con los amigos de Link y le recordó que a él lo quería vivo e ileso, Cya no solo se esperaba que intentara desobedecerla, estaba CONTANDO con ello. Quería asegurarse de que sufriera, y le parecía muy apropiado que forzara a Link a tener que atacarlo, y con todas las veces que había huido, estaba segura de que esta vez no permitiría que se le escapara.

- No me decepciones, amado mío. Dale a ese espectro el castigo que se merece.

El hecho de que siguiese insistiendo en llamar a Link su "amado", era una prueba de lo destrozada que quedó la mente de la hechicera tras presenciar aquella escena. Todavía se negaba a aceptarlo, a pesar de ser la prueba irrevocable de que el amor entre el héroe y la princesa había sido consumado, estaba dispuesta a pelear hasta las últimas consecuencias. Ya lo sabía, pero todavía una parte de ella, la parte obsesiva que estaba prendada por completo y se aferraba a ese trágico sueño de poder estar entre los brazos del héroe y amarlo apasionadamente, la impulsaba a continuar con sus planes, sin importarle ya el resultado. Si ya no podía tener a Link para ella, la princesa tampoco lo tendría. Ya era demasiado tarde para dar vuelta atrás en el camino que eligió. Arrastraría a sus enemigos con ella, aunque fuese lo último que hiciera.

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En los bosques alrededor de la Pradera Sagrada...

El grupo llevaba varios días atravesando los bosques, y ya estaba empezando a caer la noche. La Princesa Zelda les aseguró que les faltaba menos de un día para llegar a su destino, aunque algunos parecían llevar la espera mejor que otros. En particular, Link se había puesto a entrenar cuando nadie lo estaba viendo, como una manera de matar el tiempo. O al menos, pensaba que nadie lo estaba viendo. En dos noches consecutivas en que se tardaba en volver, Zelda decidió seguirlo solo para estar segura de que no fuese a pasarle algo. Se sintió aliviada de ver que Link solo se ponía a practicar con su espada, y ocasionalmente, se ponía a meditar para poner en práctica el método que ella le había enseñado para tratar de acceder al poder de su fragmento de la Trifuerza a voluntad cuando lo necesitara.

- Respira... cálmate... y concéntrate... - le escuchó decir.

Zelda no pudo evitar sonreír ante esto. Ese era el mantra que ella le había enseñado a utilizar cuando comenzó a enseñarle a utilizar su fragmento. A ella le funcionó, y le complacía ver que a Link también le resultaba, a juzgar por el resplandor en su mano. Si empezaba a responderle cuando él quería, y no solo cuando ocurriera algo que lo pusiera en peligro, sería mucho más efectivo en batalla.

Después de unos minutos, Link de pronto comenzó a sentirse algo cansado. A Zelda no le sorprendió, en un par de ocasiones cuando ella le estaba enseñando, por el exceso de esfuerzo estuvo a punto de colapsar, hasta que pudo aprender a relajarse, y saber cuándo tenía que parar. El muchacho fue a sentarse al pie de un árbol, aunque fuera solo para recuperar un poco el aliento. Sin embargo, tal vez combinación de su propio agotamiento con lo relajante y tranquilo que era su entorno, al cabo de unos minutos, comenzó a cabecear y no tardó en quedarse dormido. Cuando la princesa notó esto, luchó por un rato contra el impulso de acercársele, pero finalmente no pudo resistirse más. Con mucho cuidado para no hacer ruido y despertarlo, la joven se inclinó para ver el rostro durmiente de su amado. Por supuesto, no era la primera vez que lo veía de esa manera, cuando despertó después de aquella memorable noche entre los dos, el rostro pacífico y relajado fue lo primero que vio al abrir los ojos. Nunca lo olvidaría, esa imagen se había grabado profundamente en su corazón con una sola mirada, pero no podía dejar la oportunidad de verla de nuevo. Se sentía como una niña, por estar mirando esta faceta de Link que no quería compartir con nadie más. Era cierto que ella, igual que todos los demás, admiraba la imagen que Link mostraba frente a todos, de ese joven valiente, fuerte y noble, esa imagen digna de un héroe de leyenda. Pero ahora lo estaba viendo de una manera totalmente diferente, pero no por eso menos encantadora. Se veía realmente inocente, casi como un niño, y de hecho no pudo evitar imaginárselo por un momento con unos diez años menos.

- Link... si pudieras verte ahora...

Cuando ya no pudo resistirse más a solo estar mirando, se sentó junto a él, y con mucho cuidado apartó los mechones de cabello que le caían en el rostro, acariciando sus mejillas con mucha sutileza para no despertarlo. En otro momento no se hubiera atrevido a hacer algo así, pero después de haber pasado esa noche juntos, ella estaba segura de a que a él no le importaría. De hecho, le pareció ver que la comisura de los labios del muchacho se curvaba levemente hacia arriba al sentir el toque de sus dedos. Perdiéndose en el rostro durmiente de su amado, de pronto la princesa también comenzó a sentir algo de sueño, y antes de darse cuenta, su cabeza descansaba junto a la de él, mientras sus brazos le rodeaban el cuello. Tal vez era el ambiente tan relajante a su alrededor, o la proximidad con él, pero en ese momento no le dio importancia. Ella no necesitaba una cama mullida. Estar cerca de él era el lugar más cómodo para dormir que podía encontrar.

No pasó mucho antes de que alguien más se preocupase por la ausencia tanto del héroe como de la princesa y decidiera ir a buscarlos también. Lana no tardó mucho en dar con ellos. Al verlos a los dos, durmiendo plácidamente bajo ese gran árbol, de nuevo sintió sus emociones entremezclarse. Por un lado, su corazón se enternecía ante esa imagen de tan puro amor que formaban los dos jóvenes al estar tan cercanos. Por el otro, vinieron a su mente imágenes de esas emociones negativas que le produjeron sus deseos de poder tener algo como eso para ella. Entre ambas cosas, finalmente la hechicera tomó la decisión de retirarse sin molestarlos. O al menos, esa era su intención, pues en cuanto dio media vuelta, pisó una rama, y el crujido alertó a la pareja. Los dos simultáneamente se pusieron de pie e instintivamente echaron mano de sus armas, pero se calmaron al darse cuenta de que no era un enemigo.

- Ah, Lana, eras tú. - dijo Zelda aliviada.

- Qué susto. - dijo Link. - Caray, qué descuido, quedarnos dormidos aquí.

- No se preocupen. - dijo Lana, todavía sin dar la vuelta para encararlos, pues no quería que vieran su cara al rojo vivo. - Creo que con lo relajante de este bosque, dormirse aquí es realmente fácil.

- Sí, pudimos comprobarlo... aunque es mejor tener cuidado de no volver a hacerlo lejos de los demás, por si acaso. - dijo Zelda.

En efecto, quedarse dormidos sin que nadie los vigilara podría costarles la vida, aunque se sintieran en una zona segura. Pero no podían garantizarlo, tenían que permanecer alertas a su entorno, no podían confiarse de que sus enemigos no estaban cerca o preparándose para emboscarlos.

- Es mejor que volvamos con los demás. - dijo Link. - Creo que tanto entrenar y esa pequeña siesta me abrió el apetito.

- Sí, también a mí. Ya deben de haber terminado de asar la presa, vamos. - dijo Zelda.

Siguiendo a Lana, la pareja puso camino de regreso a donde tenían su campamento. La hechicera seguía todavía sin voltear a mirarlos, pero podía escuchar su conversación claramente.

- Todavía estabas practicando lo que te enseñé, ¿verdad? - dijo Zelda. - Eso me alegra, pero no te sobre esfuerces.

- Lo siento, pero en mi defensa, nunca se sabe cuándo podría necesitar ese impulso de poder adicional. - dijo Link. - Tengo que estar preparado, y creo que por fin lo tengo. Todo gracias a tus enseñanzas.

La regente volvió a sonreír y le dio un pequeño beso. Quizás no fue tan malo, pues tras esa corta siestecita de hecho se sintieron mejor. Link de hecho aprovechó de mostrarle los resultados de su entrenamiento, y que el fragmento de la Trifuerza ya comenzaba a responder cuando él quería. A Zelda le agradó que así fuera, el progreso rápido les sería de gran ayuda para las batallas venideras, de hecho, más que una ayuda, era casi una necesidad.

Delante de ellos, Lana escuchaba con atención cada palabra. Link parecía inusualmente entusiasta por poner a uso el poder de su fragmento de la Trifuerza. Cada vez, parecía estar un paso más cerca de aceptar por completo su destino como el héroe legendario. El héroe del cuál ella y Cya se enamoraron en primer lugar. No pudo evitar sentir que se avivaba ligeramente esa chispa de afecto que una vez sintió por él, pero no planeaba actuar en ella. Sabía perfectamente que solo la princesa amaba a Link por ser quien era realmente y no por el héroe.

- "Lo que tienen es real. Lo mío nunca lo fue. Merecen estar juntos, pase lo que pase."

Eso era lo que se decía constantemente, y había podido convencerse a sí misma de que era lo correcto. Pero a pesar de todo, el deseo original que sintió, cuando no había malicia, antes de ser tentada y corrompida por la oscuridad, ese deseo de poder experimentar el amor y el afecto como lo hacían el héroe y la princesa, volvió a surgir en ella. Por supuesto, ya no era que quisiera arrebatárselo a alguien más, y sabía perfectamente que ya no podía tenerlo con Link, pero... ¿habría la posibilidad de tenerlo con alguien más, algún día?

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Al día siguiente...

Con los primeros rayos de luz de la mañana, el grupo finalmente llegó ante las puertas de su destino. El Templo de la Espada Sagrada se alzaba frente a ellos. La construcción frente a ellos era realmente grande, tal vez solo un poco más pequeña que la ciudadela del castillo, y en otros tiempos muy lejanos podría haber sido realmente hermosa e imponente. Sin embargo, ahora se veía realmente derruida y desgastada, lo cual no era una sorpresa a raíz del abandono durante cientos de años. Había llegado el momento de la verdad.

- ¿Y qué vamos a hacer ahora? - preguntó Ruisu, hablando con Impa y Azael. - No me agrada la idea de quedarme aquí y dejar que Link se enfrente a esa prueba él solo.

- Tampoco a nosotros, pero así es como tiene que ser. - dijo Impa. - Link tiene que probar su valía como el héroe de las leyendas, de eso se trata esta prueba.

Mientras tanto, la princesa le daba a Link lo que se podría llamar, las instrucciones finales. La barrera sagrada estaba colocada de tal manera que solamente le permitiría su entrada al héroe, pero sería mucho más que solo llegar y tomar la espada. Antes de partir del castillo, Zelda investigó todo lo que pudo en los pergaminos antiguos de la sección prohibida, y dio con todo lo que necesitaban saber. Era una suerte además haber traído a sus aliados de las eras antiguas, pues pudieron proveerle un poco de su poder para apoyar a Link en esta tarea, aunque no pudiesen estar allí para ayudarlo directamente.

- Dentro de las ruinas encontrarás tres estatuas. No se te hará muy difícil reconocerlas, todas tienen este aspecto. - dijo Zelda mientras extendía un pergamino con un grabado. Era una estatua femenina alada, que usaba un vestido con mangas largas y holgadas. Link pensó que era como una versión en miniatura de la efigie de la Diosa Hylia que vio durante su viaje a la era del cielo. - Cada una de ellas controla uno de los sellos de la Puerta del Tiempo.

Acto seguido, la princesa le entregó a Link tres pequeñas gemas romboidales. La primera, de un azul claro transparente con un centro azul oscuro (los colores de Fay), la segunda, oscura con líneas luminosas (como Midna), y la última, alternaba constantemente entre un flujo de rojo y azul.

- Cada estatua responderá a un tipo de energía en particular. Estas gemas contienen el poder que nos prestaron Fay, Midna, Darunia y Ruto, y cada una de ellas activará una de las estatuas. Reaccionarán cuando estés en proximidad con una de ellas. - prosiguió. - Cuando las hayas activado todas, podrás acercarte a la Puerta del Tiempo, y una vez allí, tendrás que entonar la canción que te enseñé con la Ocarina del Tiempo para abrirla. Detrás de ella se encuentra la Espada Maestra.

- Suena simple en teoría. - dijo Link, aunque tenía el presentimiento de que no iba a ser tan directo como sonaba de primera instancia.

- Ojalá lo fuese. - dijo Zelda. - Todo el lugar estará protegido por los espíritus de antiguos caballeros de Hyrule, e incluso por tratarse de ti, no se contendrán en lo absoluto. Tratarán de detenerte por cualquier medio, así que no te tientes el corazón si tienes que acabar con ellos.

- Eso suena un poco cruel. - señaló Link.

- Puede que lo sea, pero piensa que han estado tanto tiempo haciendo guardia que tal vez quieren descansar. - dijo Zelda, intentando hacerlo sentir más tranquilo. - Derrotarlos les hará ver que su tarea está cumplida y podrán marcharse en paz de este mundo.

- Entiendo. - Link guardó las tres gemas en su alforja. - ¿Algo más que necesite saber?

- Solo una cosa más. - dijo Zelda. - Link, sé que no puedo acompañarte en esto, pero pase lo que pase, yo creo en ti.

- Todos creemos en ti. - dijo Lana.

Los otros secundaron sus palabras con un asentimiento de cabeza. Quizás no podrían ayudarlo directamente, pero saber que estarían con él en espíritu, ellos y el resto de sus amigos que estaban peleando en otros lugares, era realmente alentador. Todos contaban con él, esta sería la prueba definitiva para convertirse en un héroe verdadero.

- Se los prometo, no les fallaré. - aseguró.

Sin más que decir, el muchacho se fue acercando hacia la entrada de las ruinas. La barrera que rodeaba la edificación era translúcida y difícil de ver desde lejos, pero al acercarse se volvía mucho más clara. Tomando un profundo respiro, el joven extendió su mano izquierda, y la barrera pareció reaccionar a su fragmento de la Trifuerza, abriéndose momentáneamente apenas lo suficiente para que él pudiese entrar. Echando una última mirada atrás a sus amigos y a su amada, Link echó a correr hacia el interior de las ruinas, con la barrera cerrándose detrás de él. Ahora todo quedaba en sus manos.

- Princesa, ¿está segura de que no podemos hacer más nada por él ahora? - preguntó Ruisu, acercándose a Zelda.

- Tenemos que tener fe en él. - dijo Zelda. Ella también hubiese querido acompañarlo, pero igualmente entendía que esto era algo que él tenía que afrontar por sí mismo. - Por ahora, solo nos queda sentarnos y esperar.

Sentarse y esperar, no era lo mejor que tenía en mente en aquel momento, pero tampoco era que tuviera más opciones. Ayudar a Link a llegar hasta ese lugar había sido su objetivo durante esa misión, ahora le tocaba a él hacer su parte. Por mucho que odiaran esperar, ya no les quedaba nada más qué hacer por ahora.

Sin que ninguno de ellos lo supiera, un siniestro ojo rojo los observaba entre las sombras de la gran arboleda. A pesar de tener que soportar el dolor que le provocaba tener que estar en ese lugar por la energía que irradiaba la barrera sagrada que rodeaba las ruinas, Wizzro se las había arreglado para ocultar su presencia, y estaba esperando al momento. Por muy tentado que se sintiera a atacarlos por la espalda, eran demasiados de ellos para pelear contra todos a la vez, y ya no podía contar con sus legiones para que le cuidaran las espaldas y los mantuvieran a raya para poder usar sus hechizos más poderosos en su contra.

- Veamos... ¿a quién elegiré?

El héroe legendario se había metido ya al templo, así que no podía ir tras él, así que tendría que ir por su segunda mejor opción. Asumir la forma de uno de los otros, y aprovechar de sembrar un poco la discordia entre ellos. Con suerte, podría hasta lograr que se mataran unos a otros. Mirando entre ellos, trató de elegir cuál sería el más apropiado. Hacerse pasar por la princesa no le funcionó antes, pues los Sheikahs vieron a través de su disfraz con relativa facilidad. En cuanto a los otros, podría asumir la forma de cualquiera de ellos, ¿pero cuál sería el más apropiado?

El siniestro ojo del espectro se detuvo en Lana. Parecía lo más adecuado, y además, como ya sabía todo lo que había detrás de ella y su relación con Cya, ¿qué tan difícil podría ser imitarla? Pero la pregunta era, ¿cómo alejarla del resto, solo el tiempo suficiente para tomar su lugar? No le tomó mucho tiempo dar con la respuesta. Había una cosa, una carnada que sabía perfectamente que ella no podría resistir.

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Dentro del templo, poco después...

Ya internándose en las ruinas, Link comenzó a evaluar los alrededores, manteniendo todos sus sentidos en alerta ante cualquier cosa que pudiese surgir frente a él.

- De acuerdo, Link, ahora estás por tu cuenta. - se dijo a sí mismo.

- Ni lo sueñes, yo también estoy aquí. - dijo la vocecita de Proxi, saliendo de entre su túnica. - Así que este es el Templo de la Espada Sagrada.

Link no pudo evitar sonreír un poco. En ocasiones, se olvidaba de que Proxi se ocultaba dentro de su túnica para tener asiento de primera fila en todo lo que él hacía, muchas veces sin avisarle (de hecho, tuvo que cerciorarse de que no estaba allí la noche que estuvo con Zelda). El muchacho extrajo de su alforja un pequeño mapa de las ruinas que Zelda le dio para orientarse, marcando las zonas donde se encontraban las estatuas. Desde la entrada, la más cercana estaba en dirección noroeste. Decidió dirigirse hacia allá primero, alistó su espada y escudo, y comenzó a moverse. Apenas al dar un par de vueltas, comenzaron a aparecer los guardianes espectrales para bloquearle el paso. Tal como le dijo Zelda, eran los espíritus de antiguos caballeros hyruleanos. Aunque se sintiera mal por tener que pelear contra ellos, no podía permitir que lo detuvieran. Tenía fijo su objetivo y nada lo haría retroceder.

- Muy bien, si quieren ponerme a prueba... vengan por mí.

Como si escucharan lo que dijo, los centinelas se abalanzaron contra él como uno solo. Link se fue directo al encuentro del que iba al frente, chocando su espada contra el escudo de este. Los otros trataron de rodearlo para atacarlo desde atrás, pero al quitarse de encima al primero, ejecutó un ataque giratorio para alejar a todos los que le venían a la vez y despejar un poco el espacio. Sin detenerse a verificar si los había derrotado, siguió adelante en la dirección donde se suponía que estaría la estatua que buscaba. Más de ellos aparecieron frente a él, pero Link siguió avanzando sin aminorarse, dando espadazos a diestra y siniestra. Con unos cuantos golpes pudo comprobar que sus ataques no los destruían del todo, solo los incapacitaban por unos momentos, y después volvían a perseguirlo. Sus cuerpos eran etéreos, no hacían más que animar las armas y armaduras, así que si intentaba ir por una zona vital como lo haría con un enemigo ordinario, este se disipaba temporalmente y después volvía a regenerarse.

Seguramente, estos centinelas estaban allí para poner a prueba su resistencia, y tratar primero de agotarlo para después caerle todos a la vez en montón. Sin embargo, como se dio cuenta de cuál era el juego, ahora tenía un mejor plan. En lugar de tratar de enfrentarlos, era mejor centrarse en su objetivo verdadero, llegar hasta las estatuas. Tras abrirse paso por un estrecho corredor, llegó a unas anchas escaleras exteriores que iban hacia un nivel superior. Haciendo memoria del mapa, si iba por ellas debería estar muy cerca de la ubicación de la primera estatua. En efecto, al llegar a la cornisa, pudo ver una amplia plaza, y en el centro, rodeada por más guardianes fantasmales, la susodicha estatua.

- De acuerdo, el reto ahora es llegar hasta ella. - murmuró Link, mirando fijamente hacia la estatua.

Link envainó su espada, y sacó de su alforja el Boomerang Tornado. Evaluando el terreno, se fijó en una zona particularmente despejada en la plaza. Respiró profundo y encogiéndose sobre sus piernas, saltó hacia allí. Apenas los soldados advirtieron su presencia y se prepararon para atacarlo, les lanzó el boomerang tratando de abarcar tanta área como fuese posible para dispersarlos a todos. Con eso tuvo el camino hacia la estatua totalmente despejado, pues para cuando los soldados espectrales se repusieron del tornado que los hizo volar por todo el lugar, él ya estaba sacando de su alforja la primera gema. Al revisar, se dio cuenta que la gema que reaccionaba era la que tenía el poder de Fay, estaba resplandeciendo, y también la estatua con una luz del mismo color que la gema. Al estar lo suficientemente cerca, la gema flotó hacia la estatua por sí sola, y esta, como si cobrase vida, movió las manos hasta ponerlas en posición para recibir el objeto. Los ojos de la estatua se "abrieron", mientras el resplandor de la gema se intensificaba, y después de un pequeño estallido luminoso, Link vio como volaba desde la estatua un pilar de luz hacia el cielo, que después de perderse en lo alto volvió a descender pero no hacia él, sino aparentemente hacia la zona central del templo, donde, según el mapa, tenía que estar la puerta que resguardaba la Espada Maestra.

- Bien, esa es una. Quedan dos.

No estaba del todo seguro del por qué, pero eso le pareció señal de que iba por buen camino. Justo en ese instante se dio cuenta de que los guardianes volvían a levantarse. Era un buen momento para marcharse y dirigirse hacia la próxima estatua. No podía perder el tiempo.

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Afuera de las ruinas, mientras tanto...

Sin más qué hacer excepto esperar pacientemente a que Link saliera de las ruinas, y tener fe en que podría arreglárselas por su cuenta, cada uno de los miembros del grupo se encontraba inmerso en su propia actividad para pasar el tiempo y matar la ansiedad que flotaba en el ambiente. No que fuera del todo efectivo, pero al menos podían mantenerse ocupados. Los Sheikahs tenían su tradicional sección de sparring uno a uno, mientras Zelda se limitaba a observar y actuar como árbitro, y Ruisu, que ya estaba cansado de entrenar por su cuenta, había decidido tumbarse en el suelo a tomar una pequeña siesta. Fay mientras tanto, se había quedado vigilando la entrada del templo, para estar al pendiente del estado de Link.

En cuanto a Lana, ella de nuevo había decidido alejarse un poco del resto. Necesitaba algo de tiempo a solas, para pensar un poco en lo que sucedería, una vez que todo hubiese terminado. Durante esos meses, había estado tan enfocada en detener a Cya y terminar con la guerra, que todavía no había pensado en qué haría después de que todo estuviese dicho y hecho

- Lana...

- ¿Hmm? - La peliazul levantó la cabeza al oír eso de pronto. ¿Qué fue eso?

- Lana... escúchame... ven conmigo...

- Esa voz... ¿Cya?

No podía equivocarse. Esa voz, que sonaba tan similar a la suya. Nadie más en aquel momento pareció haberlo notado, ¿acaso solo ella podía escucharla? Pero no podía ser esa conexión remanente que quedaba entre las dos, ya que solo la experimentaba durante las horas de sueño, cuando sus defensas mentales estaban más vulnerables, o Cya experimentaba alguna emoción muy fuerte, y en tal caso, por lo menos podría sentir su presencia. Ahora no la estaba sintiendo.

- Lana... ven conmigo... por favor...

A pesar de que su instinto le gritaba fuertemente que algo andaba mal, y presintiendo que se arrepentiría después, la hechicera no dijo una palabra, y aprovechando que en ese momento ninguno de los otros estaba pendiente de ella, se escabulló silenciosamente y decidió ir a investigar. Su excusa podría ser que no quería "ponerlos en peligro", pero si realmente se trataba de Cya... ¿por qué albergaba todavía esa pequeña y trágica esperanza en su interior? Se internó entre los árboles, siguiendo la voz de Cya, cada vez más fuerte.

- ¿Cya? - llamó Lana. - ¿En verdad eres tú? Muéstrate si estás aquí.

Como respuesta, detrás de un árbol, a unos diez metros de ella, emergió la aludida. Cya estaba exactamente como en su último "encuentro mental", sin su báculo en mano ni tampoco su sombrero ni su máscara. Su expresión era indescifrable, no se veía su semblante usual, no denotaba arrogancia, ni mucho menos su típica expresión de seducción que tanto la caracterizaba. Pero lo extraño era que, a pesar de estar allí, frente a ella, no podía sentir su presencia.

- Cya... ¿qué está sucediendo? ¿Por qué no puedo sentir tu presencia? - preguntó Lana, cautelosa.

- Me disculpo, pero necesitaba ocultarme, para no alertar a tus... queridos amigos. - replicó Cya. - Solo tú podías oírme.

- No lo entiendo. ¿Qué haces aquí? ¿Qué es lo que quieres? - Lana tenía su mano a punto de abrir su libro de hechizos, preparada para defenderse si intentaba algo.

- Eso no será necesario. - dijo Cya. - No he venido a pelear contigo. Solo quiero hablar.

Lana se relajó un poco, pero a pesar de todo no soltó el Tomo de los Espíritus, era mejor tenerlo a la mano por si acaso. Por ahora, al menos, escucharía lo que tenía que decir. Con todo y a pesar de que su cabeza le gritaba a los cuatro vientos que era una muy, muy mala idea. Ante el silencio de Lana, Cya tomó la palabra.

- Esto ya ha durado demasiado. No tiene sentido que sigamos más con este conflicto. Eso es lo que ambas queremos, ¿no es así? Que todo se resuelva. - dijo Cya.

- Es lo que quiero, sí. - dijo Lana. - Pero tengo el presentimiento de que nuestras ideas de "resolver este conflicto" no son exactamente las mismas.

- Me atrevo a discrepar. - dijo Cya. - He estado pensando, este es un hermoso reino, y es un desperdicio estar destruyéndolo de esta manera. No vale la pena. Ni siquiera por el héroe legendario.

Lana estuvo a punto de soltar su libro al escuchar esto. ¿Cya, mostrando arrepentimiento de lo que había hecho?

- Ya no puedo seguir con esto. Si es por mí, tal vez preferiría simplemente alejarme de todo. - dijo Cya. - Ven conmigo. Vamonos a tierras lejanas, donde podamos empezar de nuevo.

- ¿Y qué hay de nuestra misión original? - preguntó Lana al recuperar el habla.

- Las Diosas podrán encontrar a alguien más. - respondió Cya. - Nosotras fallamos en esa misión, es claro que no estábamos hechas para esa tarea.

- Hmm... ¿cómo sé que estás diciendo la verdad? - preguntó Lana, todavía algo escéptica, pero cada vez menos.

- Somos parte una de la otra, ambas lo sabemos. Ven conmigo.

Cya extendió su mano para que Lana fuese con ella. La peliazul luchó contra el impulso de querer tomarla, una parte de ella ya sabía que Cya estaba más allá del punto de redención, más estaba todavía su otra parte que quería creer que todavía quedaba algo de bondad en ella. El deseo de querer salvar a su contraparte, de querer redimirla dominó a la razón, y se fue acercando lentamente.

Lana no había caminado siquiera la mitad del camino cuando los ojos de su contraparte se tornaron totalmente rojos, y una sonrisa maligna apareció repentinamente en su rostro. Fue entonces que se dio cuenta de que tenía razón en desconfiar al principio, pero ya era demasiado tarde...

En la entrada del templo, el grupo de pronto escuchó un estallido entre los árboles, que de inmediato los alertó a todos, y además, vieron también un pilar de luz salir al mismo tiempo a cierta distancia hacia el cielo. Fue entonces además que se dieron cuenta de la ausencia de Lana.

- ¿Qué fue eso? - exclamó Ruisu, levantándose sobresaltado. - ¿Y dónde está Lana?

- ¡Vamos a ver! - exclamó Zelda. - ¡Azael, Impa, quédense aquí vigilando, por favor!

La princesa fue la primera en salir corriendo en la dirección que oyeron el estallido, con Ruisu detrás de ella. Los Sheikahs se quedaron atrás como les pidió Zelda, al igual que Fay, que seguía vigilando la entrada del templo en espera de Link. La princesa y el espadachín se internaron entre los árboles en busca de su compañera, rezando por que no le hubiese pasado nada.

- ¡Lana! ¿Lana, dónde estás?

La llamaron repetidamente, pero no les respondió. Empezaron a sentirse preocupados, hasta que finalmente dieron con ella. Inmediatamente corrieron hacia donde estaba... y vieron que se veía inusualmente sonriente. Más todavía, no se veía nada alrededor que diera evidencia alguna de lo que podría haber causado aquel estallido que oyeron antes.

- ¿Lana? ¿Está... todo bien? - preguntó Zelda algo dudosa.

- ¿Por qué no iba a estarlo, Princesa? - replicó en un tono extremadamente alegre. Uno que no le escuchaban desde... quizás desde la revelación de su relación con Cya.

- Nos pareció escuchar una explosión o algo así. - dijo Ruisu.

- Bueno, lo que haya sido, tal vez se haya ido de aquí, ¿no lo creen? - dijo Lana restándole importancia.

Ruisu y la princesa intercambiaron miradas. Algo no andaba bien, pero a su alrededor no había signo alguno de que algo hubiese pasado allí. Pero eso en sí mismo era un signo, el signo de algo muy extraño, y eso les daba mala espina.

- Lana... ¿segura que estás bien?

- Por supuesto que lo estoy. - le respondió. - Y en cuanto a eso, seguro solo fue una falsa alarma, no hay nada de qué preocuparse.

Y sin decir más, emprendió el camino de regreso a la entrada de las ruinas. De nuevo, Zelda y Ruisu se miraron uno al otro, y sin decir nada fueron capaces de decirse entre ellos que algo raro estaba pasando. ¿Por qué actuaba Lana de ese modo? Por ahora, le seguirían la corriente, pero tenían un mal presentimiento...

- ¡PRINCESA, RUISU! ¡NO SE DEJEN ENGAÑAR! ¡ESA NO SOY YO! ¡ESA NO SOY YO!

Los gritos de la verdadera Lana no podían ser escuchados, solo podía ver como sus dos compañeros se alejaban en la dirección opuesta, mientras golpeaba con las manos la barrera tras la cuál había sido aprisionada.

- Wizzro... resultó ser más inteligente de lo que creí. - se dijo, entre furiosa y deprimida.

La hechicera estaba atrapada en una prisión ilusoria, incapaz de ser vista o escuchada por sus compañeros. Wizzro había puesto un sello mágico en ese lugar que se activó en cuanto ella puso un pie. Tal vez estuviese preparándolo desde hacía tiempo, tal vez por días, para poder ocultarlo bien y que nadie sospechara nada. El resultado, era una pequeña y reducida celda de contención que era a prueba de ruidos, y refractaba la luz para camuflarla con el entorno a la perfección, volviéndola efectiva y totalmente invisible e inaudible. Siendo ese el caso, no tenía manera de alertar a sus amigos de lo que estaba sucediendo.

- ¿Cómo pude ser tan ingenua? - se regañó.

Por supuesto, el espectro fue muy astuto, la atacó precisamente con su debilidad. Supo jugar con sus emociones, apelar a ese deseo que ella (todavía) tenía por querer traer a Cya de vuelta de la oscuridad, pero la culpa fue suya por ceder y no hacer caso a su raciocinio. Sabía que era una trampa y aun así saltó de cabeza directo a ella.

Sin más opciones, comenzó a hacer uso de todo sus poderes para poder escapar. Aunque fuese una prisión ingeniosa, no podía ser infalible, tenía que haber alguna manera de romperla y liberarse. De ninguna manera podía permitir que ese espectro, haciéndose pasar por ella, fuese a lastimar a sus amigos. No dejaría que ellos pagaran el precio por culpa de su estupidez.

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De vuelta al interior de las ruinas, al mismo tiempo...

Llegar hasta la segunda estatua no fue muy difícil, excepto porque los soldados guardianes parecían ir aumentando sus números y cada vez había más de ellos tratando de impedir su avance. Tras colocar la segunda gema (la que tenía la energía de Midna) en las manos de la estatua y ver como esta enviaba el pilar de energía de la misma manera que la primera, tuvo que abrirse paso entre los soldados espectrales para poder escapar. En un arranque desesperado tuvo que usar las botas para saltar hacia una cornisa en el nivel superior en el momento en que lo rodearon, e hizo que terminaran golpeándose entre ellos. Al tener un breve momento para respirar, volvió a consultar el mapa para verificar hacia dónde debía dirigirse ahora.

- Veamos... la última estatua está bastante cerca de la zona central, donde Zelda dijo que estaría la Puerta del Tiempo que debo abrir. Y luego, finalmente, podré reclamar la Espada Maestra.

Pese a todo lo que estaba en riesgo en esta prueba, el muchacho no pudo evitar sentir un nuevo entusiasmo ante su propio progreso. Estar cada vez más cerca de poder lograr su objetivo, de finalmente probar que era digno de ser el héroe legendario, de ser el hombre que Zelda se merecía, le daba un impulso de fuerza y vigor adicional. Sin embargo, a medida que se adentraba más y más en las ruinas, los centinelas empezaban a ponerse cada vez más y más agresivos en su intento por impedir su avance, y no podía negar que ya comenzaban a convertirse en algo más que una seria molestia.

- De acuerdo, ya que quieren jugar rudo, es tiempo de que yo también lo haga. - dijo empuñando su espada.

Esta vez, ya no podía conformarse con solo derribar a los centinelas y continuar antes de que pudieran volver a regenerarse. Decidiendo que era momento de empezar a ponerse serio, Link se concentró para comenzar a hacer uso del poder de su fragmento. No demasiado, solo un poco de energía para darle un pequeño aumento de fuerza a sus ataques. Un pequeño resplandor rodeó la hoja de su espada, y cuando los guardianes se lanzaron a su encuentro, un golpe bien dirigido para cada uno fue suficiente para partirles las armas que llevaban. Con ver sus armas destruidas, muchos se dejaron caer de rodillas, y sus cuerpos etéreos se disolvieron en humo blanco dejando atrás sus armaduras totalmente vacías, de una manera escalofriantemente similar a los Ferrus y Nudillos de Hierro contra los que peleó antes para recuperar el castillo. A pesar de tener simples remanentes de conciencia, parecieron ser lo suficientemente inteligentes para aceptar eso como una derrota justa. De acuerdo, ya con eso había descubierto la manera de deshacerse de ellos permanentemente sin tener que preocuparse de que volvieran después por más.

La última estatua estaba en la esquina noreste de las ruinas, pero para llegar hasta ella, el camino más corto pasaba por una especie de altar que por su aspecto actual, parecía haberse derrumbado completamente por culpa de un terremoto, y estaba prácticamente intransitable. Trepar por una montaña de escombros que podría venirse abajo en una avalancha en cualquier momento no sonaba muy prudente, pero cuando oyó las pisadas de los centinelas fantasmas acercándose desde atrás, entre continuar por allí, o tener que lidiar con ellos, la decisión parecía muy obvia. Con mucho cuidado, pero tan rápido como podía, comenzó a subir por ella. Un par de pasos en falso casi lo hacen caer de vuelta, pero afortunadamente eso no le impidió llegar a salvo al otro lado. En la salida, vio un pilar fragmentado que apenas se estaba estable y seguramente era lo único que mantenía el techo en ese lugar. De una patada empujó uno de los fragmentos, y toda la sala comenzó a derrumbarse, con ellos adentro. Podían ser etéreos, pero sus armas y armaduras no, eso los detendría al menos por un rato y le daría oportunidad de continuar sin tantos estorbos.

Después de unas cuantas peleas más, se topó con un último obstáculo. La estatua estaba al otro lado de una brecha bastante ancha, un gran agujero que seguramente fue producto de ese mismo terremoto que dejó en desorden aquel altar. Este era mucho más fácil de sortear, solo era cuestión de utilizar las botas voladoras para saltar hasta allí. Link casi se esperaba que apareciera otra ola de soldados fantasmas cuando aterrizara del otro lado, pero afortunadamente para él, ese no fue el caso. Con su camino despejado, Link se aproximó a la tercera estatua mientras extraía de su alforja la última gema. La estatua respondió de la misma manera que las otras, moviendo las manos para recibir la gema, y enviando la energía de esta hacia la misma dirección que las otras dos.

- Esa es la tercera. - dijo Link. - Ahora, es tiempo de ir hacia esa Puerta del Tiempo.

Pronto, muy pronto, la Espada Maestra estaría en sus manos. La hora de asumir por completo su destino heroico estaba muy cerca.

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Y de nuevo, afuera...

Con Ruisu, Zelda y "Lana" de vuelta en la entrada de las ruinas, volvió a reinar la calma. Nadie habló con nadie durante un largo rato, pero ese silencio no era tranquilizador. Más bien, les daba mala espina.

Wizzro, todavía en su falsa imagen de Lana, se preguntaba por qué nadie le prestaba atención, pero decidió no darle mucha importancia, después de todo, era muy molesto tener que sonreír y hablar con ese tono alegre y cursi de la hechicera. Era un fastidio tener que hacerse la "niña buena" enfrente de todos para evitar despertar sospechas, pero tenía que mantenerlos ocupados hasta que pudiese hacer su movimiento. La única desventaja, era que no conocía lo suficiente de los otros como para intentar explotar sus debilidades como lo había hecho con Lana. Además, había invertido muchísima energía preparando la trampa donde encerró a la verdadera, y sería solo cuestión de tiempo antes que lograra liberarse.

En su primera visita al templo, no había podido ni acercarse a veinte metros de la entrada, la energía sagrada de la barrera le impedía estar a menos de esa distancia. Sin embargo, en las últimas horas, había podido notar que el poder de la barrera había disminuido. A pesar de que todavía le costaba estar en proximidad, se había vuelto un poco más tolerable.

- Pronto... muy pronto... solo hay que esperar un poco más...

- ¿Esperar a qué? - le habló alguien detrás.

La falsa Lana sintió un respingo, y se tomó unos segundos para preparar su mejor sonrisa fingida antes de darse la vuelta para poder responderle. Era el espadachín pelinegro.

- H-hola... Ruisu. - dijo luchando por controlar los nervios. Menos mal que había puesto atención a su nombre durante las conversaciones.

- ¿Estás esperando algo? - inquirió Ruisu.

- ¿Esperando? Sí, esperando a... a que Link salga del templo. Ya se ha tardado mucho, ¿no es así?

- No es de extrañarse. - dijo Ruisu sin darle mucha importancia. - A juzgar por ese mapa que le dio la princesa, las ruinas son muy grandes, y supuestamente tienen que estar defendidas.

- Y... ¿no estás preocupado por él?

- Un poco, sí. - admitió Ruisu. - Pero no hay más nada que pueda hacer ahora, excepto creer en él. Aunque...

Discretamente dirigió su mano hacia una de sus espadas, intencionalmente dándole la espalda. Por supuesto, Wizzro no tenía idea, y ante esto, trató de alejarse discretamente, pero de pronto, sin previo aviso, Ruisu desenvainó su Espada Relámpago, y se puso frente a la falsa Lana, acercándole la hoja al cuello.

- Lo que sí puedo hacer... es asegurarme que no intentes nada.

- ¿Q-qué crees que haces? ¡Ten cuidado con eso! - exclamó la falsa Lana, fingiendo (a medias, al menos) terror y sorpresa ante la hoja electrificada que tenía tan cerca.

- Deja el juego. - dijo Ruisu, acercando la espada más a su cuello. - Tú no eres Lana, ¿verdad?

- ¿Q-qué estás d-diciendo?

- Ya lo escuchaste. - oyó la voz de Zelda.

Wizzro estaba tan distraido en su vigilancia que no se percató de que Zelda también estaba cerca. Y no era la única, los Sheikahs, ambos con sus armas en mano, y Fay, también estaban allí, y no se veían nada contentos.

- Ingenioso, lo admito, pero no lo suficiente. - agregó Zelda. - Esa actitud alegre y despreocupada podría habernos engañado antes... pero no ahora.

- P-princesa, no sé de qué está hablando...

- ¿Creíste que nos harías caer de nuevo con el mismo truco... Wizzro? - dijo Azael. Ante esa última palabra, la impostora tragó en seco. - Admito que fue inteligente que intentaras ocultar tu presencia maligna para que no te detectáramos... pero conocemos a Lana más de lo que crees.

- Hmmm... - Decidió dejar toda pretensa a partir de ahora. Cambió su voz de esa mala imitación de Lana a una que sonaba mucho más como Cya. - Hubiera sido mejor para ustedes, haberlos matado mientras dormían. Así no tendrían que sufrir.

- Maldito espectro, ¿qué hiciste con Lana? - exigió saber Ruisu.

El espectro simplemente se rió, y se hizo mancha en el suelo para desaparecer y escapar del filo eléctrico. Al volver de nuevo, había recuperado su forma original.

- ¿Para qué quieres saberlo? De todas maneras, ella se les unirá muy pronto a todos ustedes, después de que los acabe por completo.

Empezó a reírse maniáticamente. En un frenético ataque, les lanzó unas esferas de energía oscura que tuvieron que repeler con sus armas por lo repentinas que fueron. Inmediatamente todos se pusieron en guardia y rodearon al espectro, preparados para pelear contra él. Por un momento, pareció que los iba a atacar a todos, pero luego reaccionó de su usual manera cobarde y trató de huir haciéndose mancha en el suelo.

- Ah, no, esta vez no escaparás. - dijo Ruisu.

Concentrando la energía de su Espada Relámpago, Ruisu hizo el ataque terrestre para forzar al espectro a volver a salir. Apenas lo hizo, Fay flotó hacia él tan rápido como pudo y comenzó a golpearlo, forzándolo a levantar una barrera para protegerse mientras los Sheikahs y Zelda lo rodeaban para atacarlo por los flancos y por detrás al mismo tiempo.

- ¡Grrr, no es justo, me superan en número! - se quejó.

- Tú pusiste el desafío. - dijo Zelda, alejándose un poco y levantando la batuta.

La Princesa movió el instrumento para levantar un tornado debajo de Wizzro que lo alzó por los aires dando vueltas, y luego hizo caer un relámpago encima de él para dejarlo desprotegido. Se repuso rápidamente, y sacó su mano espectral para alejarlos a todos. Al no tener legiones para invocar, no le quedaba más opción que usar su propio poder para crearlas, en forma de criaturas deformes que parecían unas babosas gigantes con un solo ojo y una gran boca con muchos dientes afilados, y tiras delgadas sobresaliendo encimas de sus cabezas.

- ¡Defiendan a su amo, mis pequeños! ¡Acábenlos a todos!

Sin perder un instante, las babosas se lanzaron a atacar a todos. A pesar de su repulsivo aspecto, cada una de ellas era fácilmente derrotada con un solo golpe, pero Wizzro las seguía invocando, haciéndolas aparecer en gran cantidad solo para mantenerlos ocupados, y más importante, lejos de él. A fuerza

- Esto no fue tan buena idea. - dijo el espectro, finalmente logrando encontrar un momento para escabullirse.

Su objetivo era ir tras el héroe legendario, pero la barrera en el templo todavía le impedía entrar. Sin embargo, había podido notar que esta se había ido debilitando lentamente. Si esperaba un poco más... podría escapar hacia allí, e ir tras su verdadera presa. Hasta entonces, solo tenía que resistir un poco. Lástima que su plan había sido descubierto. Mientras dejaba a sus babosas oscuras peleando contra la princesa y los otros, el espectro trató de ocultar su presencia para evitar que lo detectaran de nuevo, esperando el momento apropiado para hacer su movimiento.

Mientras tanto, los héroes seguían peleando con las babosas oscuras. Aunque al principio parecían estar ganando, pues caían con un solo golpe, los restos de estas no desaparecían: en lugar de eso, al cabo de unos minutos, volvían a levantarse, haciendo una versión más pequeña que la original, y con ello duplicando su número cada vez que derrotaban a una de ellas. Después de mucho pelear, las babosas, antes gigantescas y poco numerosas, se habían convertido en un ejército de versiones en miniatura, pero demasiado pequeñas y rápidas para poder acertarles los golpes. La única vía para eliminarlas parecía ser seguirlas matando hasta que ya no tuviesen suficiente material para regenerarse, lo cuál no sería tanto problema si al menos se quedaran quietas en un lugar. Zelda había podido destruir unas cuantas con su magia sagrada, que era lo suficientemente poderosa para borrarlas por completo sin dejar rastro, pero aun con el impulso adicional de su fragmento de la Trifuerza esto le implicaba un gran esfuerzo, y no quería desperdiciar su energía.

- Diablos, esto no tiene fin. - dijo Ruisu, tratando de mantener a raya a unas cuantas que querían claramente morderle los pies. - ¡Sal y deja de ocultarte como un cobarde, Wizzro!

- Aunque pueda escucharte, dudo mucho que lo haga. - dijo Azael. - No te culpo por intentarlo.

- Si al menos pudiéramos reunirlos a todos en un solo lugar, tal vez... - Zelda trataba de pensar en algo, pero la solución más práctica sería derrotar a Wizzro, que era un experto en escaparse cuando estaba en peligro.

Cuando ya parecía que les harían montón, una lluvia de esferas de relámpago azul comenzó a caer sobre las babosas, abriéndoles camino para que pudieran alejarse. Segundos después, el grupo vio aproximarse a Lana, que se detuvo respirando a grandes bocanadas para recuperar su aliento.

- Uff... uff... parece... que llegué... a tiempo...

- ¿Lana? Eres la verdadera Lana, ¿cierto? - preguntó Ruisu.

- Lo... siento... Wizzro... me engañó...

- No te preocupes. - dijo Zelda. - Déjame ayudarte.

Ya que Lana no tenía ninguna herida, Zelda podía pasarle algo de poder mágico para que al menos pudiese reponer sus energías. Lo que fuera que hubiese estado haciendo, claramente la había dejado exhausta, y no ayudó ese ataque que utilizó para dispersar a las babosas para permitirles escapar.

- Gracias, Princesa, ya me siento mejor.

- ¿Qué fue lo que sucedió? - preguntó Azael.

- Wizzro, me tendió una trampa. - dijo Lana. - Ya lo sabía, pero aún así... haciéndose pasar por Cya, trató de convencerme de que quería terminar con esto sin más violencia... y le creí. Fui una tonta.

- No digas eso. - dijo Zelda. - Querer creer en la parte buena de Cya no es algo malo.

- Eso no cambia que esto es culpa mía. - dijo Lana. - Tal vez haya una manera de deshacernos de todas estas plagas. Princesa, necesitaré que me ayude en esto, gasté mucho de mi poder tratando de liberarme de la trampa de Wizzro.

- Por supuesto.

Las dos jóvenes entrelazaron la mano, mientras Zelda le pasaba a Lana algo más de su poder. No le importaba qué fuese, confiaba en ella ciegamente. Lana hizo aparecer un círculo mágico encima del área donde estaban las babosas oscuras. Eran demasiadas para exterminarlas con fuerza bruta, pero había otra manera de poner fin a esa molestia.

- Todos, agárrense de algo. - pidió la hechicera, antes de abrir la palma de su mano para activar el círculo mágico.

A la señal del conjuro, se abrió una especie de vórtice que comenzó a succionar a las babosas. La corriente era realmente potente, y todos entendieron instantáneamente el por qué Lana les dijo que se agarrasen de algo. Se mantuvo así por varios minutos, hasta que finalmente se llevó a la última. Lana chasqueó los dedos para cerrar el vórtice, y cayó rendida por el esfuerzo.

- Wow, eso fue genial, Lana. - dijo Ruisu, impresionado. - ¿Qué fue lo que hiciste?

- Las atrapé... en una dimensión de bolsillo. - dijo Lana. - Es un hechizo tabú en mi clan, pero... este no es momento para estar pensando en las tradiciones.

- Tiene razón. - dijo Zelda. - Ahora, ¿dónde se fue Wizzro?

- Está ocultando su presencia, de nuevo. - dijo Impa. - Pero no puede haber ido muy lejos, tiene que estar por aquí.

- La barrera del templo. - dijo de repente Fay. - Está debilitándose.

Todos miraron hacia la entrada. En efecto, la barrera que rodeaba al Templo de la Espada Sagrada se puso intermitente, y se tornaba más opaca por momentos.

- ¿Está pasando algo allí dentro? - preguntó Ruisu.

- No te alarmes. - dijo Zelda. - Si la barrera se debilita, quiere decir que Link está teniendo éxito en activar las estatuas que resguardan la Puerta del Tiempo. Eso quiere decir que estará próximo a conseguir la Espada Maestra, si es que no lo hizo ya.

- Pero si la barrera está debilitada, eso quiere decir que... oh, no. - dijo Lana.

- ¿Qué sucede? - preguntó Impa.

- ¿Qué tal si nosotros no éramos el objetivo de Wizzro? - dijo Lana. - ¿Qué tal si va tras Link?

Todos se quedaron en silencio ante esto. Por fin, todo empezaba a tener sentido, si Wizzro iba tras Link, y este estaba dentro del templo, era obvio que no podía entrar. Pero las defensas estaban debilitadas, y todo lo que acababa de hacer, distraerlos al convertirse en Lana, crear a las babosas oscuras para mantenerlos ocupados, todo era para poder entrar en el templo e ir tras él.

- La barrera de la entrada está intermitente. Podríamos entrar ahora si nos apresuramos. - dijo Fay.

Eso era más que suficiente para captar el mensaje. Todos asintieron de manera unánime, y Zelda fue la primera en correr hacia la entrada. Esperando a que hubiese una fluctuación lo bastante fuerte para poder usar su magia, la princesa utilizó el poder de su fragmento para crear una brecha lo suficientemente grande para todos, y sin perder tiempo todos ingresaron a las ruinas. Al poco tiempo se encontraron con los centinelas fantasmas que Link había sorteado al pasar por allí antes que ellos, parecía que no quedaba más opción que enfrentarse a ellos para poder adentrarse más. Si Wizzro trataba de atacar a Link mientras estaba solo, tenían que apresurarse e ir en su ayuda, no había ni un segundo que desperdiciar.

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Momentos antes, en la zona central del templo...

Para estos momentos Link ya había perdido la noción de la hora. Había estado tan ocupado derrotando a los centinelas fantasmas que seguramente ya estaría anocheciendo afuera del templo. Sin embargo, se sentía como si hubiesen pasado, no horas, sino más bien días. El agotamiento en este caso no era tanto físico, sino más bien emocional y mental. Después de despachar a los aparentemente últimos guardianes, su camino por fin parecía despejado.

- En verdad lo lamento. - dijo, mirando las armas y las armaduras que yacían inertes en el suelo. - Han estado haciendo guardia por un largo tiempo. Espero que puedan descansar en paz.

- ¡Link, date prisa antes de que vengan más! - exclamó Proxi, instándolo a que siguiera adelante.

El muchacho no necesitaba el recordatorio, pero aun así le hizo caso a su compañera hada. El último corredor estaba ya totalmente despejado, pero en caso de que hubiese más espíritus guardianes esperando para hacerle las cosas más difíciles, apresuró el paso mientras se dirigía hacia la salida. Por fin, había llegado a lo que sin duda era su destino, la Puerta del Tiempo. El diseño era particularmente llamativo, líneas curvas de color dorado alrededor de toda la puerta formando espirales.

- De acuerdo, es el momento de la verdad. - dijo Link. - Ahora, será todo o nada.

El muchacho extrajo de su alforja la que sería la última llave durante esta particular misión. La Ocarina del Tiempo. Le resultaba muy extraño que fuese un instrumento musical lo que necesitaba para abrir la puerta, pero no se atrevió a cuestionar las instrucciones que le dio su amada. Llevando la ocarina hacia sus labios, entonó la canción que ella le había enseñado. Según le había dicho, se llamaba la "Canción del Tiempo", era una melodía bastante solemne y relajante. Una vez que termino de entonar las notas, las líneas doradas de la puerta comenzaron a resplandecer, y la gigantesca puerta se abrió de par en par. Una brillante y cegadora luz salió de ella, y Link tuvo que cubrirse los ojos antes de atravesarla, tardando un rato en poder volver a abrir los ojos para encontrarse con lo que le esperaba del otro lado.

- Esto es...

Por fin había llegado a la zona central del templo, pero no se imaginaba que sería como la estaba viendo. Para empezar, a pesar de que tendría que estar cayendo ya la noche si su estimación del tiempo era correcta, el lugar estaba tan iluminado como si estuviesen a plena luz del mediodía, y por reflejo miró hacia arriba para encontrarse con un cielo nocturno. No obstante, era como si una luz que no venía de ninguna parte, y que venía de todas partes al mismo tiempo iluminase cada zona. Más todavía, en contraste con todo lo que había visto del templo, en ruinas y desgastado por el paso del tiempo, este lugar era vibrante y lleno de vida. Era una pradera tan verde como la de su pueblo natal, tal vez más, y a su alrededor crecían grandes y frondosos árboles. Casi le costaba creer que estuviese encerrado entre paredes de piedra.

Y en todo el centro de la pradera, pudo ver la razón principal de estar en ese lugar. Reposando en un pequeño pedestal de piedra se hallaba una espada. Aún de lejos, con los grabados que Zelda le mostró, supo que tenía que ser la Espada Maestra, la hoja destructora del mal. Se acercó a ella, pero se detuvo momentáneamente a distancia para apreciarla. Era una espada realmente espléndida. La empuñadura era de un azul zafiro, con una gema romboidal en la parte que la separaba de la hoja, que resplandecía mucho más que cualquier espada de plata fina que jamás hubiese visto en toda su vida. Era bastante más larga que su propia espada, llegando al límite de longitud de una espada de una sola mano, y además tenía grabado el símbolo de la Trifuerza en el plano de la hoja.

Después de superar su impresión inicial, Link se dirigió a tomarla, pero apenas dio un par de pasos cuando de pronto, lo detuvo un estallido de luz que apareció frente a él sin previo aviso. No solo eso, este emitía una potente fuerza invisible que parecía estarlo empujando hacia atrás, impidiendo que se acercara más a la espada.

- ¿Pero qué...?

- ¿Qué está pasando? - exclamó Proxi.

El estallido de luz inicial se fue concentrando, y adquiriendo forma poco a poco, y a medida que el resplandor se volvía menos intenso, Link pudo ver con mayor claridad qué, o más bien, a quién tenía enfrente. La figura frente a él se fue tornando más y más humana, hasta que finalmente, pudo apreciarlo con toda claridad. Parecía ser un hombre, tenía puesta encima una capa larga con capucha verde oscuro, casi negro, y de lo que alcanzaba a ver por debajo de esta, llevaba una armadura de combate dorada con adornos de color esmeralda. La capa estaba sujeta con un broche dorado con el emblema de la familia real de Hyrule, y además, traía consigo una enorme espada, que excepto por el color verde de la empuñadura y la falta de la joya y la Trifuerza, se veía bastante similar a la Espada Maestra. El extraño se echó para atrás la capucha para revelar su rostro. A primera vista, Link vio cierta familiaridad en él, de hecho, su primer pensamiento era que se veía muy similar a como él recordaba a su padre, si tal vez este hubiese llegado a los sesenta años, que era la edad aparente que le estimaba. Tenía cabello rubio veteado con algunas canas, con dos mechones muy largos cayéndole por las sienes y una barba de chivo con bigote espeso. Tenía además una especie de corona, que Link creyó sería una versión más masculina de la tiara que usaba Zelda, pero eso no era lo más sorprendente de todo. Cuando el extraño abrió los ojos, estos eran totalmente de un blanco brillante y espectral, careciendo totalmente de iris o pupilas. Link sintió un escalofrío al ver esto, y por instinto estuvo a punto de desenvainar su espada, pero se contuvo al no percibir agresión ni nada similar por parte de este hombre.

- El momento ha llegado. - Su voz resonó con fuerza haciendo eco por todo el lugar. Hasta en eso se parecía a su padre, pensó Link al oírla.

- ¿Qué está sucediendo aquí? ¿Y quién se supone que eres tú? - preguntó Link, sin saber exactamente por qué esperaba que le respondiera. A pesar del tono agresivo de Link, la respuesta vino en total calma.

- ¿No me reconoces? No me extraña. Apenas has empezado a descubrir tu destino como el héroe legendario. Tu despertar fue realmente prematuro.

- ¿Eres un fantasma como todos los demás que hay en este templo? - preguntó Link.

- No. Soy solo un recuerdo, un remanente de conciencia, se podría decir, del último portador del espíritu del héroe legendario, el último en empuñar la espada destructora del mal. He estado esperando por más de mil años el momento de guiar al que será mi sucesor. He estado esperando por tu llegada, joven Link.

- ¿Cómo sabes que ese es mi nombre?

- Como me conozco a mí mismo, puedo conocerte a ti. - dijo el hombre. - Somos parte el uno del otro. De cierta manera, yo soy tú, y tú eres yo. No eres el único portador del espíritu del héroe a través de las eras. Y no solo eso, también mi sangre corre por tus venas.

- ¿Eso quiere decir que además eres mi antepasado? - preguntó Link. El hombre no respondió, pero Link tomó el silencio como una respuesta afirmativa. - Esto se vuelve cada vez más extraño. De cualquier manera, dijiste que estás aquí para guiarme, ¿exactamente a qué te refieres?

- Igual que yo, y que todos los héroes que me precedieron, tienes que demostrar tu valía antes de poder extraer la Espada Maestra de su pedestal. Todo lo que has enfrentado hasta ahora, me temo, ha sido solo una prueba. Y ahora deberás demostrarme a mí, a las Diosas y a ti mismo, que eres digno de llevar el título del héroe legendario.

Dicho esto, alzó la espada que llevaba consigo, y se colocó en posición. No hacía falta ser un genio para entender a lo que se refería.

- ¿Tendrás que pelear contra él? - preguntó Proxi.

- Así parece. - dijo Link, alistando su propia espada y el escudo Hylian.

- La Espada Maestra solo puede ser empuñada por aquel que haya demostrado ser un verdadero héroe. Es tiempo de ver si tienes lo que se necesita. - dijo el guardián. - Tendrás que superar esta prueba antes de poder extraer la espada de su pedestal, con todos los riesgos que eso implica.

Link entendió a lo que se refería. Recordando lo que le habían dicho Lana, Impa y Zelda, la Espada Maestra además tenía aprisionado uno de los fragmentos del espíritu de la encarnación del mal. Extraerla de su pedestal abriría el sello que lo mantenía en su lugar. Pero con la amenaza de Cya, era un riesgo que tenía que asumir. Por el reino, por sus amigos... y por Zelda.

- Estoy dispuesto a hacer lo que haga falta. - aseguró Link con determinación.

- Que así sea. - replicó el guardián. - Demuéstrame de qué estás hecho, hijo mío.

Los dos se pusieron en guardia. Proxi sintió que era mejor quedarse fuera de esto, y volvió a esconderse en la túnica de Link. El héroe y su antecesor se miraron fijamente por unos segundos, sin moverse, ni parpadear, hasta que simultáneamente, y con grito de batalla, corrieron al encuentro del otro, con el choque entre sus espadas marcando el inicio de la prueba.

No era la primera vez que Link se enfrentaba a un oponente más grande y más fuerte que él, y ya tenía suficiente experiencia como para medir la fuerza del contrincante con el primer golpe. Sin embargo, se llevó una sorpresa cuando el guardián hizo el mismo movimiento de inicio que él, un corte vertical desde arriba. Las dos espadas chocaron simultáneamente arriba de los dos, y Link tuvo que agarrarla con fuerza para evitar que le saliera volando. En contraste, su oponente apenas retrocedió tras el impacto y pudo rápidamente enviar un tajo horizontal directo hacia la cintura de Link. El muchacho, por acto reflejo saltó, aprovechando el impulso de las botas para esquivar el ataque. El guardián pareció ligeramente sorprendido por esto, pero no dijo ni una palabra y de inmediato volvió a atacar. Link se vio forzado a cubrirse de sus golpes detrás de su escudo, y le sorprendía que aun cuando lograba bloquearlos todavía sentía los impactos y se veía forzado a dar un paso atrás con cada uno.

- Es muy fuerte. - murmuró Link, sin poder evitar sentir algo de admiración y respeto por el guardián.

Link se vio forzado a tomar su distancia un momento para recuperar el aliento. Apenas con ese ataque inicial estuvo muy cerca de ponerlo contra las cuerdas si no hubiese tenido cuidado. El guardián permaneció en silencio, exactamente en la misma posición, salvo por la carencia del escudo. Link no pudo evitar fijarse en que usaba la misma postura básica que él, es más, hasta sintió cierta familiaridad en sus movimientos incluso después del golpe inicial. Todavía algo inseguro, decidió atacar él esta vez primero, impulsándose con sus botas en un corte con salto para aumentar la fuerza. Sin embargo, el guardián se mantuvo firme y consiguió bloquear el ataque apenas retrocediendo un paso. Al recuperar su posición, los dos de nuevo se trabaron en un duelo cercano. El extraño parecía ser capaz de predecir cada uno de los movimientos de Link y montaba la defensa apropiada en el último instante posible para poder iniciar su contraataque. En una oportunidad, Link consiguió desviarle la espada hacia afuera por un instante logrando crear una abertura, y trató de dirigir un golpe hacia el lado derecho de la cabeza. Pero se llevó una gran sorpresa cuando levantó el brazo, y la espada de Link chocó con un golpe seco. Eso le permitió comprobar que las guardias en los antebrazos que tenían sus guanteletes no estaban solo para adornar. Acto seguido, el guardián mandó una estocada hacia el pecho y Link apenas pudo reaccionar para poner el escudo y evitar lo fatal del golpe, solo para recibir una patada al estómago que lo alejó de nuevo.

- Ponte serio, muchacho. - dijo el guardián, hablando por primera vez desde que inició el encuentro.

- Uff, eso dolió. - Link se frotó el estómago mientras se ponía de pie de nuevo.

- Tienes habilidad, lo reconozco, pero no podrás vencerme solo con eso. - dijo el guardián. - Si quieres pasar esta prueba, tienes que llamar al poder que reside en tu interior. Aquel que prueba que eres el portador del espíritu del héroe. No me decepciones ahora.

Los dos volvieron a chocar de nuevo sus armas, y a pesar de estar concentrado en su oponente, las palabras que le había dicho todavía le hacían eco en la cabeza, como si trataran de hacerle aprender una valiosa lección. A medida que avanzaba el encuentro, Link se percató de algo mucho más serio: su oponente era muy diferente a cualquier otro al que se hubiese enfrentado en un duelo. Era cierto que tenía sus recursos cuando le tocaba pelear contra un oponente más grande y más fuerte que él, pero este no era un simple caso de diferencia de tamaño y fuerza. Era más bien como estar peleando contra una versión más adulta de sí mismo, más fuerte, más hábil, y con más experiencia; alguien que conocía todos y cada uno de sus movimientos, y no solo podía anticiparlos y responderlos, sino además los mejoraba. De hecho, le sorprendió haber tardado tanto en notar que prácticamente sus estilos de combate eran idénticos, debió haberlo imaginado con el primer movimiento. El guardián era capaz de prever cada uno de sus ataques, y a pesar de ser comparativamente más grande y pesado que él (incluyendo su armadura), era capaz de moverse a su ritmo. En tal caso, el tamaño sí importaba.

Derrotar al oponente con habilidad era la seña de identidad del estilo de combate de Link, pero en este caso no podría servirle de mucho. Cuando tuvo de nuevo una pausa para respirar, consideró sus opciones. Tendría que imprimir un poco más de fuerza en sus ataques, pero ya había utilizado todo su esfuerzo humanamente posible en ello. No obstante, todavía tenía un as bajo la manga, o más bien, en el dorso de su mano. El fragmento de la Trifuerza del Valor podría ayudarle a superar sus limitaciones físicas, teóricamente permitiéndole hacer sus ataques más poderosos y rápidos. Aparte de eso, contaba con el impulso de adicional salto que le daban sus botas, que no había sabido aprovechar. Zelda ya le había enseñado a hacerlo, ahora, era tiempo de poner en práctica lo aprendido. Cerró los ojos y se concentró.

- "Respira... cálmate... y concéntrate..." - recitó mentalmente.

El guardián, que al parecer no quiso desaprovechar la oportunidad de dar un golpe limpio comenzó a correr hacia Link para dar una estocada. El muchacho no reaccionó sino hasta que estaba a menos de dos pasos de ponerse al alcance para un golpe directo. El fragmento en su mano comenzó a resplandecer, Link abrió los ojos de golpe y se giró en el último instante para esquivar la estocada, dando un golpe de revés con el brazo derecho dándole con el escudo en la espalda a su contrincante. Tomado por sorpresa, el guardián se tropezó y apenas pudo poner bien las manos para dar una voltereta y enderezarse. Al voltearse de nuevo, pudo ver el resplandor en la mano izquierda del muchacho, y que en sus ojos ardía una renovada determinación y deseo de ganar.

Entretanto, Link notó algo más durante ese breve instante. Cuando cerró los ojos para pedirle a su fragmento que le prestara su poder, este al parecer hizo algo más que potenciar sus capacidades físicas. A pesar de tener los ojos cerrados, vio una especie de luz dorada, que caía sobre los objetos a su alrededor y les daba forma. Pudo ver bajo esa luz la silueta de su oponente acercándose hacia él, con la espada extendida, y así supo exactamente en qué momento tenía que moverse para esquivar el ataque. Su cabeza comenzó a trabajar, ya tenía un plan para igualar el terreno en el duelo.

El guardián volvió a la carga, pero esta vez Link no intentó bloquearle los ataques, sino que aprovechó las capacidades de las botas para mantenerse fuera de su alcance y saltar un poco más lejos para ponerse en una mejor posición para atacar, esperando hasta el último instante posible para moverse solo lo necesario. En vez de perder el tiempo tratando de conectar muchos golpes, todo lo que necesitaba era uno solo, pero tenía que hacerlo valer. Un golpe decisivo, en el momento y lugar precisos. Potenciado con el fragmento de la Trifuerza, Link era capaz de casi igualar a su oponente en fuerza, con lo que ahora ninguno de los dos retrocedía con los ataques del otro, pero no tenía manera de saber si el aguante de este era mayor, ni tampoco quería probar los límites del suyo. Con cada golpe, Link iba canalizando un poco de la energía hacia la hoja de su espada, concentrándola poco a poco, para que cuando llegase el momento, pudiese conectar ese golpe certero que le daría la victoria.

- "Un poco más... solo un poco más..." - se decía mentalmente.

Cuando cayó en cuenta de que empezaba a perder terreno, el guardián decidió cambiar el estilo a mandoble, para duplicar la fuerza de sus golpes. Empezó con un tajo horizontal, tomando ventaja de que su hoja era por lo menos un tercio más larga que la de Link y por ende le daba un mayor alcance. Link de nuevo se vio forzado a retroceder y mantenerse fuera de su radio de ataque, pues habiendo experimentado ya sus golpes, estaba seguro de que los mandobles serían dos veces más brutales y no quería comprobarlo de primera mano. Link se mantuvo atento a su alrededor, tenía suerte de que tenían bastante espacio para pelear, pero debía ser cuidadoso ya que si su oponente lograba acorralarlo, estaría perdido.

Y en efecto esa parecía ser la intención del guardián. Estaba tratando de arrinconarlo y llevarlo hacia uno de los muros del patio central, y en dos ocasiones estuvo a punto de lograrlo. Por fortuna, sus botas y sus reflejos le permitieron alejarse y volver a ponerse en campo abierto antes de que lo consiguiera. Link de nuevo se vio forzado a cubrirse tras su escudo para resistir los feroces mandobles de su contrincante. De pronto se le ocurrió una idea, algo desesperada, pero si la ejecutaba bien, podría funcionar. Esta vez, intencionalmente se dejó llevar hasta uno de los muros, pero manteniéndose a una distancia segura para no quedar cerrado totalmente. Y luego sin avisar, saltó hacia atrás para evadir un corte, corrió hacia el muro y dio una patada doble en él, impulsándose, y sin detenerse allí: siguió pateando el aire mientras colocaba el escudo al frente. El guardián claramente no se esperaba algo como esto, y no tuvo tiempo de reaccionar cuando Link lo embistió como un proyectil viviente, impactándolo con todo su peso y la dureza del Escudo Hylian. El impacto le dio suficiente retroceso para enderezarse de nuevo en el aire con ayuda de las botas. El guardián no tuvo tanta suerte y recibir ese golpe de lleno en el pecho lo aturdió por un momento haciendo que cayera hacia atrás. Link estuvo a punto de lanzarse para rematarlo, pero este en vez de levantarse se puso en posición de cuclillas y sujetó su espada en una guardia diagonal mientras comenzaba a cargar energía.

- ¡EEEAAAAAAAAAAAAAAARRRRRGHHHHH!

Por un presentimiento que no supo con exactitud si vino de sí mismo, o tal vez del fragmento de la Trifuerza, Link detuvo su carrera, y qué bueno que lo hizo, pues lo que siguió después fue nada más y nada menos que una versión en mandoble de la técnica secreta de su familia, el ataque giratorio. Link estuvo a menos de una pulgada de quedar en el radio de las cuchillas del tornado que generaba el ataque, y al hacerlo en mandoble y con una espada larga, era de esperarse que el alcance del ataque fuese más extenso y devastador. Si hubiese quedado alguna duda de que era su ancestro, esta acción tendría que haberla disipado por completo, pues por tradición, esta técnica únicamente se enseñaba a los primogénitos en cada generación de espadachines, para mantenerla protegida. Solo alguien con su linaje podría saberla.

- De acuerdo, eso sí prueba que es mi ancestro. - murmuró Link, aunque el guardián lo escuchó.

- ¿Acaso lo dudabas? - replicó.

- No en realidad. Compartimos cierta semejanza de familia, ¿no? Me recuerdas un poco a mi padre. - confesó Link.

- Pues me permito decir que me haces sentir orgulloso de mi descendencia. - respondió el guardián. - Es admirable ver que las habilidades con la espada de la familia no se hayan deteriorado con el tiempo. Pero esto tiene que terminar ahora.

- Lo sé.

Tal vez gracias al poder de su fragmento, Link no se sentía tan agotado como siempre, pero el guardián tenía razón, era hora de ponerle fin a esta prueba. No, no solo ponerle fin, sino superarla como debía ser. El encuentro había sido realmente emocionante, a pesar de todo lo que estaba en juego, Link no podía evitar sentir un subidón de adrenalina al luchar contra este guardián que era capaz enfrentarlo en su propio juego de igual a igual o mejor. Era como competir contra sí mismo, luchando por superar sus límites. Tal vez de eso se tratara esta prueba, de ser capaz de superarse a sí mismo, o en este caso, a su anterior encarnación.

Los dos oponentes se miraron fijamente, tratando de descifrar el movimiento que haría el otro y prepararse para él. Para Link, esto era mucho más difícil pues los ojos de su adversario no tenían pupilas que le dieran una señal de hacia dónde o cómo haría el siguiente ataque, a diferencia de otros oponentes a los que se había enfrentado. Si los ojos no le servían, tenía que confiar en sus otros sentidos. De nuevo volvió a cerrarlos para concentrarse, tratar de "verlo" como lo hizo antes. El guardián a su vez, parecía indeciso de si atacar o esperar, pero era claro que su oponente ya había decidido la segunda opción. Él a su vez, lo atacaría con todo, y si era capaz de superarlo, pasaría la prueba. Sujetó firmemente su espada y se lanzó a la carga.

Igual que antes, Link pudo "ver" la silueta del guardián dentro de su cabeza. Pero esta vez no la vio corriendo a velocidad normal, de hecho la vio moverse más despacio, como si el tiempo se ralentizara. Vio como venía sujetando la espada con ambas manos, y como la movía de abajo hacia arriba para un amplio corte diagonal desde el lado izquierdo. Lo vio una, dos, tres veces, cada una más despacio que la anterior, y con mayor claridad. Sabía exactamente el movimiento que haría, y cuándo lo haría. Al abrir los ojos de nuevo, aterrizó de vuelta en el mundo real, listo para responder.

- "Ahora..."

El guardián ejecutó el ataque tal y como Link lo predijo. En respuesta, Link saltó y aprovechó las botas para saltar por encima de la espada de su oponente, y giró en el aire para ponerse de cara a la espalda de él. El guardián trató de voltearse para contraatacar, pero antes de poder montar de nuevo su defensa, el joven ya tenía energía suficiente en su espada para dar ese golpe decisivo, y no le iba a dar la oportunidad de responder. Determinado a poner fin al encuentro de una sola vez, canalizó el poder de su fragmento de la Trifuerza a su espada para potenciarla, y en cuanto el guardián previno su intención, mandó una sola estocada directo a la cara. Por acto reflejo, el guardián colocó su propia arma para protegerse, y el resultado fue inmediato.

¡CRACK! ¡KLANK! La espada de Link estaba a solo milímetros de clavarse justo en medio de los ojos del guardián. En la mano de este yacía una empuñadura con la hoja rota, mientras la punta de esta había salido volando dando vueltas aterrizando en el suelo a pocos metros de allí. Los dos se miraron fijamente, hasta que el guardián relajó su postura, y se arrodilló respetuosamente frente a su sucesor, y concediéndole la victoria.

- La prueba ha terminado, y con ella mi deber en este templo. - le dijo. - El poder de la Espada Maestra es tuyo para usarlo como creas conveniente.

- Gracias. - dijo Link, volteándose para ir hacia ella.

- Aguarda, hijo mío. Tengo una cosa más que decirte. - dijo el guardián, poniéndose de pie de nuevo. Link pudo notar que empezaba a desvanecerse, y su voz se oía cada vez más distante a pesar de no moverse de su lugar. - A pesar de su gran poder, la Espada Maestra sigue siendo un arma y solo será tan poderosa como la valentía de su portador. El verdadero poder de la Espada Maestra solo se revelará ante aquel que demuestre ser digno de él. Nunca pierdas de vista lo que es realmente importante...

Y dicho esto, se desvaneció por completo, con sus últimas palabras todavía resonando en la cabeza de Link. "Nunca pierdas de vista lo que es realmente importante." ¿Qué quería decir exactamente? Link supuso que tal vez se refería poder derrotar a Cya y proteger a los demás. De ser ese el caso, lo tenía más que claro, de eso no había duda. Con paso firme, el muchacho finalmente se puso frente al pedestal.

- Llegó la hora. - dijo, sujetando la empuñadura azul. - Por favor, préstame tu poder.

Comenzó a tirar hacia arriba para extraerla. Al principio pareció resistirse un poco, como si fuese mucho más pesada de lo que se veía, pero finalmente cedió y Link pudo sacarla del pedestal. La levantó en alto y esta comenzó a resplandecer, al parecer, también reaccionaba de manera más natural con la Trifuerza del Valor.

- Es increíble... puedo sentir como fluye su poder en mí. - dijo Link. - Me siento... como si nada pudiese detenerme ahora...

Mientras Link sentía ese poder recorriéndolo de pies a cabeza, no se percató de que alguien más acababa de llegar. En el tiempo en que estuvo abriéndose paso a través de los espíritus guardianes de los caballeros que protegían la Espada Maestra, la barrera sagrada que impedía que los espíritus malignos pudiesen entrar al templo se fue debilitando, lo suficiente para que el malvado espectro, Wizzro, finalmente encontrase un resquicio por el cuál colarse. Se materializó detrás del muchacho, que estaba tan concentrado en su nueva arma que todavía no había notado su presencia.

- Maldito mocoso... ¿Querías ocultarte de mí?

Materializó una bola de energía oscura en sus manos y se preparó para lanzarla. Cya lo quería vivo e ileso, pero ya no se molestaría en obedecerle más sus órdenes, y lo que pasara en ese momento podría culparlo a la mala suerte o a la terquedad del mocoso. Si ya estaba condenado, lo mejor que podía hacer era arrastrar al héroe al infierno consigo.

- ¡SERÁ TU FIN! - gritó arrojando la bola.

El grito de Wizzro alertó a Link, dándole tiempo de voltearse. Por acto reflejo, en cuanto el orbe de oscuridad se acercó a él, dio un solo movimiento con la Espada Maestra para protegerse. Sorprendentemente, el poder sagrado de la espada disolvió todo el ataque de Wizzro con ese simple movimiento, sin dejar ningún rastro. Wizzro retrocedió ligeramente al ver esto, y tuvo solo un momento de respiro solo porque Link se detuvo a admirar el poder de su nueva arma, para luego volver la mirada hacia el espectro. Inmediatamente echó a correr con la Espada Maestra en mano, listo para darle su merecido.

- ¡Aléjate de mí! - exclamó el espectro.

Comenzó a lanzar esferas de energía oscura hacia Link, pero el muchacho las repelía con su espada, haciendo que explotaran a sus lados sin causarle ningún daño. En cuanto el héroe se puso a distancia para golpear, Wizzro trató de sacar su mano gigante para atraparlo, solo para terminar siendo cercenada por la Espada Maestra. El espectro lanzó un desgarrador chillido de dolor, mientras su mano se disolvía en humo negro y púrpura. Link avanzó sin detenerse y sin más opciones, Wizzro levantó su barrera oscura para intentar protegerse.

- ¡ALÉJATE! - seguía gritando, tratando de fortalecer su barrera. De pronto empezaba a sentir más miedo de Link que de Cya.

Pero Link siguió golpeando sin amilanarse, y con cada impacto de la Espada Maestra, la barrera de Wizzro se debilitaba más y más a pesar de sus esfuerzos. Finalmente, Link dirigió una estocada directo hacia el centro, y la barrera se rompió en mil fragmentos como un cristal, dejando a Wizzro totalmente indefenso. En cuanto sintió la hoja sagrada atravesarlo, el ojo de Wizzro se tornó en una boca abierta totalmente para gritar como nunca antes lo había hecho. La energía sagrada lo lastimaba, y esta espada parecía estar forjada en su totalidad de la más pura y poderosa energía sagrada que jamás estuviese experimentado. Era como el dolor que sentía por estar en los bosques de Farone cerca del Gran Árbol Deku, pero multiplicado por un millón. Link agitó violentamente la espada para lanzarlo lejos. Todavía seguía con vida, pero ya no por mucho.

- ¡Maldición, como si me fuese a quedar aquí para que me destruyan! - exclamó, dando media vuelta para tratar de huir.

- ¡No escaparás, maldito espectro! - gritó Link.

Usando las botas para impulsarse, Link logró ponerse frente a Wizzro antes de que este pudiese alcanzar la entrada. Estando literalmente en un suelo sagrado no podía tratar de escapar haciéndose mancha en el suelo o las paredes, tenía que permanecer levitando para evitar el dolor que le provocaba el lugar (que aun así no era nada comparado con el que le produjo la puñalada de la Espada Maestra). El ojo de Wizzro se ensanchó al ver al héroe legendario frente a él de nuevo, que le sonrió amenazadoramente antes de comenzar a descargar una serie de tajos en sucesión rápida, cada uno más fuerte que el anterior. Terminó dándole un golpe con el escudo para derribarlo, y quedó tendido en el suelo. Su cuerpo al ser mayormente etéreo era inmune a la mayoría de las armas, pero la Espada Maestra era capaz de lastimarlo incluso en las zonas donde era intangible, la energía que irradiaba literalmente lo cortaba y negaba su factor regenerativo mucho más que cualquier otro ataque que hubiese sufrido en toda su existencia.

Viendo a su enemigo tendido en el suelo, Link decidió que era tiempo de darle el golpe final y terminar con él de una vez y para siempre. Igual que Volga, Wizzro había sido un enorme azote para él y todos los demás, pero como a diferencia del caballero dragón, este espectro era un ser literalmente hecho de pura maldad, no se merecía una muerte honorable. Merecía sufrir, ser humillado, y ver con su propio ojo y sentir en carne propia la agonía de la derrota, pero ya era suficiente. No podía jugar más, era tiempo de ponerle fin y liberarlo de esa miserable existencia.

- Es hora... de que pagues por todo lo que nos has hecho, Wizzro. - dijo Link.

Queriendo terminar "con estilo", el muchacho se puso el Escudo Hylian a la espalda, y arrojó la Espada Maestra al aire, justamente encima de Wizzro. Se impulsó con sus botas para atraparla antes que cayera. Sujetándola con ambas manos, dio una voltereta en el aire mientras colocaba la punta hacia abajo, directamente hacia el ojo del espectro, y dando un grito furioso, dejó que la gravedad hiciera el resto, enterrando la espada sagrada tan fuerte como pudo en el ojo rojo, y saliendo por detrás de su cabeza hasta tocar el suelo debajo de él.

- ¡RRRRAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGHHHHHHHH!

Wizzro no pudo hacer otra cosa que convulsionarse, mientras las energías sagradas de la Espada Maestra y Link lo consumían desde adentro hacia afuera, y finalmente desapareció en una explosión luminosa. Al cesar el resplandor, Link vio que lo único que quedaba de él era ese anillo que llevaba en uno de sus dedos. Proxi finalmente volvió a acercarse a Link, había estado demasiado temerosa cuando percibió la presencia de Wizzro, hasta ese momento.

- ¡Link, ese anillo!

- Lo sé. - dijo Link, alzando de nuevo la espada. - Me aseguraré de que nunca más vuelva a causar más problemas. ¡Eaaarrrrghh!

Link alzó en alto la Espada Maestra, y dejó caer un solo golpe seco sobre la siniestra joya. El anillo se partió en dos, saliendo de él apenas un pequeño humo púrpura que inmediatamente se disolvió fuera de la existencia. Con ello, se había deshecho por completo de Wizzro.

- ¡Wow, eso fue increíble, Link! ¡Pudiste derrotarlo sin sudar ni una gota! - exclamó la pequeña hada emocionada.

- Todo gracias a la Espada Maestra. - dijo Link, volviendo a admirar su nueva arma. - Apenas puedo creerlo. ¿Realmente este es el poder que tiene?

- Sí, es cierto, en verdad es muy poderosa. - dijo Proxi. - Con esto ya no podremos perder.

Proxi tenía razón. Extraer la espada del pedestal había sido una cosa, pero empuñarla, sentir su poder por sí mismo, su energía... nunca en su vida había experimentado una sensación tan increíble. Un poder irrefrenable, indetenible, y ese poder era suyo por derecho. Por primera vez desde que comenzó todo esto, realmente se sentía capaz de llevar ese título que le dio el destino. Realmente se sentía capaz de convertirse en el héroe de las leyendas.

Con esto en mente, Link recogió los pedazos del anillo de Wizzro, podría conservarlos como trofeo, y para mostrarles al resto su triunfo, llevándolos como prueba junto con la Espada Maestra. Seguro que todos estarían complacidos, especialmente Zelda.

- Especialmente Zelda... - repitió en voz baja. Por fin, sintió que había dado el primer paso decisivo, para poder convertirse en un hombre que fuese digno de ella.

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Un poco después, en los pasillos del templo...

El grupo recorría los corredores del templo tratando de ubicar a Wizzro desde hacía un largo rato. Apenas unos minutos antes, Zelda dejó de percibir su presencia, pero eso no la hizo sentirse más tranquila, pues por lo que sabían, podría simplemente haber escapado, como lo hizo tantas veces en sus enfrentamientos. Se separaron para cubrir más terreno, pero no encontraron absolutamente nada. Finalmente, volvieron a reunirse en el pasillo que llevaba hacia el patio central del templo.

- ¿Tuvieron suerte? - preguntó la princesa.

- Nada. - dijo Ruisu. - Ni rastro de él.

- Tal vez haya encontrado a Link, pero al no poder derrotarlo, haya escapado. - dijo Lana.

- El amo Link se está aproximando. - dijo Fay, mirando hacia la entrada.

Todos los demás voltearon a ver en su dirección. Link venía caminando tranquilamente, con la Espada Maestra en su mano izquierda, y en su rostro se dibujaba una expresión bastante... inusual. Una sonrisa llena de confianza, y de triunfo. Ruisu y Zelda en particular, al ser los que mejor lo conocían, tuvieron una extraña sensación al verlo, era como si estuviese... diferente de alguna manera. Sin perder tiempo, todos se aproximaron.

- Link... ¿te encuentras bien? - preguntó Zelda.

- No podría estar mejor. - aseguró el muchacho. - No fue una prueba fácil, pero aquí estoy.

- ¿Y Wizzro? ¿Qué sucedió con él? - preguntó Ruisu.

- Ya no nos causará más problemas. - dijo Link, mientras sacaba de su bolsillo los pedazos rotos del anillo. - Véanlo por ustedes mismos.

- Eso es... - dijo Lana al reconocerlos. - Entonces eso quiere decir que...

- Un solo golpe de la Espada Maestra fue suficiente para acabar con él. - dijo Link. Colocó los pedazos en la mano de Zelda para que pudiera comprobarlo.

- Ni un solo rastro de energía maligna. - dijo Zelda. - No es más que una simple joya inservible ahora. Wizzro se ha ido para siempre.

- ¡Deberían haberlo visto! - dijo Proxi. - ¡Era como si la Espada Maestra multiplicara por cien la fuerza de Link, fue asombroso! ¡Ese malvado espectro nunca tuvo oportunidad!

- Bien, me alegra al menos saber que pasaste tu prueba, y que ya no volveremos a ver a ese espectro cobarde. - dijo Ruisu.

- Y en cuanto a mí, me alegra por fin decir que fui el mentor de uno de los héroes de las leyendas. - dijo Azael, sin poder evitar sentir algo de orgullo.

- Dese algo de crédito, subcomandante. Puede estar seguro de que su entrenamiento me ayudó mucho en esta prueba. - dijo Link.

- Un relato interesante, con toda certeza, pero habrá tiempo para compartirlo después. - dijo Impa. - Deberíamos volver a las líneas frontales, a ver cómo están el resto de las tropas.

- Tienes razón, tenemos que hacer las preparaciones antes de ir de nuevo al Valle de los Videntes. - concordó Azael.

- ¿Para qué esperar? - dijo Link. - Ya estoy listo para enfrentarla. Mientras tenga la Espada Maestra en mi mano, ya no tenemos por qué temerle.

- Oye, oye, ¿no estás pasándote un poco a exceso de confianza? - dijo Ruisu.

- No tiene nada de malo. - dijo Lana. - Si pudo derrotar tan fácilmente a Wizzro, no hay daño en celebrar un poco, especialmente después de todo lo que nos hizo pasar.

- ¡Es cierto! - dijo Proxi. - ¡Cya no tendrá oportunidad contra Link, cuando se encuentren de nuevo temblará de miedo!

- Por favor, cálmate, Proxi. - dijo Zelda. No podía permitir que se le subieran los humos. - Pero a pesar de todo, Link, en verdad me alegra que lo hayas conseguido. Esto solo confirma lo que ya sabíamos. En verdad eres el héroe legendario, la espada en tu mano es la prueba definitiva.

Derrotar a Wizzro había sido un gran triunfo, pero en aquel momento, la sonrisa de su princesa, y escuchar de sus propios labios que ella lo veía como el héroe legendario, era sin duda su verdadero premio. Por fin se sentía capaz de cumplir con su heroico destino. Con la Espada Maestra en su mano, sentía que no había nada que no pudiera hacer. Ya no sentía miedo, ni siquiera de Cya, estaba seguro de que lo que fuera que esa bruja quisiera lanzarle, no podría detenerlo.

Esta historia continuará...

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