Capítulo 13: Reconquista Parte II
"Las fuerzas hyruleanas han iniciado su asalto a la ciudadela del castillo, y la batalla progresa favorablemente. En cuestión de solo unas pocas horas, los soldados de Hyrule han logrado contrarrestar la superioridad numérica gracias a sus refuerzos y ocupar a la ciudad, rompiendo las defensas de los centinelas de metal que intentan detener su avance.
Pero la verdadera batalla está por comenzar. Link y Zelda, acompañados por Impa y Azael, se encuentran a las puertas del castillo y se preparan para ingresar, sin duda esperando que estará mejor defendido que la ciudadela, y que les aguardan enemigos más fuertes en el interior.
Mientras el resto de los aliados se ocupan de mantener el control en el exterior, el héroe legendario y la princesa avanzan con determinación para reconquistar el edificio, siendo este el primer paso para voltear la balanza de la guerra. Aunque en este punto, ambos tienen razones mucho más personales para luchar. Zelda está ansiosa por expulsar a los invitados no deseados de su hogar, y Link por la oportunidad para vengar a sus camaradas caídos durante el asalto anterior y poder darles un descanso apropiado para honrar sus sacrificios..."
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Interior del Castillo de Hyrule...
El cuarteto formado por los comandantes Sheikahs, la princesa y el héroe legendario finalmente ha ingresado con éxito al palacio. La puerta principal estaba custodiada por varios Ferrus, de modo que se vieron forzados a despacharlos. No fue muy difícil, pues durante la pelea descubrieron al arrojar a uno de ellos a la fosa del castillo que con su enorme peso se hundían como rocas en el agua, incapaces de volver a salir. Hecho esto, la princesa rápidamente echó mano de su preciada batuta para levantar a los que quedaban del suelo y empujarlos a la fosa con las corrientes de viento. Aunque eso no los matara, no podrían salir, y con ello dejarían de ser un problema.
Una vez frente a las grandes puertas, Impa y Zelda ejecutaron un hechizo combinado para romper la cerradura y poder entrar. Tal como lo esperaban, apenas pusieron un pie adentro ya les esperaban una gran cantidad de Ferrus y Nudillos de Hierro por todo el lugar, que inmediato centraron su atención en ellos y alzaron sus armas para iniciar la batalla. Link, Impa y Azael se lanzaron de frente, mientras Zelda actuaba como apoyo desde atrás con su magia. El héroe, con su propia espada y la Espada Divina en sus manos fue el primero en adelantarse hacia el Ferrus más cercano, que le respondió tratando de darle un tajo vertical con su pesada arma. Link cruzó sus espadas para detener el golpe, lo empujó hacia atrás con todo su cuerpo e inmediatamente respondió saltando con sus botas para ganar suficiente altura y decapitarlo con la Espada Divina.
Al mismo tiempo, Azael e Impa se fueron a los extremos con sus propios oponentes. El subcomandante corrió con el hacha de su alabarda apuntando hacia el frente, cargada de electricidad embistiendo a un Nudillo de Hierro con ella. La descarga hizo su efecto, paralizando al enemigo al hacer contacto. Hecho esto, Azael asestó un golpe en el borde del hacha mientras estaba indefenso para partírsela, y este no se dio cuenta de que su arma ahora no tenía filo para golpear sino hasta que se liberó de la parálisis y trató de golpearlo con ella, por supuesto fallando al no tener con qué golpear en ese lugar. El Sheikah le devolvió el favor empalándolo en la sección media del cuerpo, que estaba desprotegida, y con esto la armadura se desplomó vacía. Del otro lado, Impa peleaba contra dos a la vez, habiendo regresado la naginata a su forma de espada gigante para aumentar propia su defensa. Igual que Azael, atacó la sección media del cuerpo de uno de ellos para eliminarlo, y cuando el otro trató de írsele por detrás para atacarla por la espalda, la comandante colocó su propia hoja apuntando hacia atrás para contrarrestar el ataque sin siquiera voltearse, apuñalándolo directo en la cara (o más bien, haciendo que se fuera directamente de cara hacia la espada) justo cuando se disponía a dar el mortal hachazo.
A su vez, Zelda tampoco se quedaba corta durante la pelea. Aparentemente los Ferrus y Nudillos de Hierro la vieron potencialmente como la más vulnerable del grupo, y pronto se darían cuenta de ese grave error. Aunque adentro de un espacio cerrado no podía utilizar la batuta para propulsarse a riesgo de chocar contra los muros o el techo, todavía podía utilizar su propia magia para darse impulsos de velocidad en cortas distancias o saltar un poco más alto (si bien no tanto como Link podía hacerlo con sus botas voladoras), muy útiles para aproximarse al enemigo, dar un golpe, y luego escapar, o para maniobras evasivas. Uno de los Ferrus se le vino encima con una pesada maza, pero la Princesa la esquivó saltando y dando una pirueta se colocó por detrás de él, y cargando su florete de energía sagrada, atacó con un combo de estocadas veloces, atravesando con la última la nuca del monstruo de hierro. Tres de ellos comenzaron a rodearla, pero la joven regente tomó la batuta e invocó un mini-tornado a su alrededor para alejarlos, y uno a uno los eliminó invocando la tormenta de rayos. Era una suerte que pudiera seguir haciendo eso incluso adentro del castillo. Sin embargo, en cuanto tuvo un respiro de la batalla, pudo percibir algo de lo que no había podido percatarse por estar concentrada en los enemigos que la rodeaban. Algo poderoso, y siniestro. Aprovechando ese instante, se concentró para determinar su ubicación exacta...
- ¡Impa, percibo una concentración de magia oscura en los niveles superiores! - exclamó la princesa.
- ¡Lo sé, también pude sentirla hace un momento! - dijo Impa, mientras mantenía a raya a un Ferrus con dos espadas, casi tan grandes o más grandes que la suya. - ¡Sospecho que podría ser la baliza central de todos estos enemigos!
- ¿Qué significa eso? - preguntó Link.
- ¡Significa que hay un enemigo que controla a todas las demás hojalatas desde aquí! - aclaró Azael, golpeando con su alabarda el escudo de otro, tratando evidentemente de rompérselo por la fuerza.
- ¡Exactamente! - dijo Zelda. - ¡Está irradiando su energía a todo el castillo, y seguramente también hasta el área de la ciudadela!
- ¿Y eso cómo nos ayuda? - volvió a preguntar Link, derribando a un Ferrus con una estocada al medio del rostro.
- ¡Si destruimos a ese enemigo, todos los demás lo seguirán de inmediato! - explicó Zelda.
Ya antes había visto algo similar, con Darunia cuando viajaron a la época del Héroe del Tiempo. Al derrotarlo a él se rompió todo el control sobre los demás Gorons. Si estos soldados metálicos seguían el mismo principio, entonces tendrían la misma debilidad.
- ¡Eso nos facilita las cosas! ¡EAAAAAAARRRGGH! - Link ejecutó un ataque giratorio para rematar a uno particularmente terco. Esa información definitivamente avivó su entusiasmo.
- ¡Princesa, usted y Link busquen a ese enemigo! - dijo Azael. - ¡Impa y yo podemos encargarnos de todo aquí abajo!
Impa quiso protestar de que Azael se le adelantara a dar órdenes (ella seguía siendo su superior después de todo), pero igualmente ella estaba por proponer la misma idea de todos modos, así que no dijo nada. Mientras la princesa y el héroe se dirigían a las escaleras más cercanas para ir a los niveles superiores en busca del enemigo principal, ellos dos se quedaron en el salón. Pronto los dos se vieron rodeados por las hordas enemigas, colocándose espalda con espalda mientras veían a sus enemigos aproximarse a ellos. A pesar de la inferioridad numérica o que sus enemigos eran más grandes en tamaño que ellos, ninguno de los dos se sintió intimidado ni mucho menos. Los dos sabían perfectamente como vencerlos y el hecho de tener al otro para cuidarle las espaldas era muy alentador por más de un motivo.
- Echaba de menos esto. - dijo Azael, hablando por encima del hombro. - Hace mucho que no peleábamos de este modo.
- ¿A qué te refieres? - preguntó Impa.
- No finjas que no lo sabes. - replicó el subcomandante. - Solos tú y yo, luchando codo a codo contra una gran cantidad de enemigos. Todo en nuestra contra y solo nos tenemos a nosotros como apoyo.
- ¿Y aquella vez con los Gorons? - recordó Impa.
- Esa no cuenta. Sheik, es decir la princesa, estaba con nosotros en aquel momento, y además, estábamos tratando de no lastimarlos. - puntualizó Azael. - Esta vez, sin embargo...
- Es cierto. - dijo Impa, sonriendo. No había tenido oportunidad de pelear al lado de su subordinado a solas en un largo tiempo, tendría que disfrutar de la experiencia. - Bueno, ¿comenzamos?
- Después de ti.
Cuando los gigantes de metal se decidieron a atacar, inmediatamente los dos Sheikahs les respondieron antes de darles oportunidad de completar su primer movimiento. Los dos se lanzaron simultáneamente hacia el más cercano que tenían. Impa frenó el ataque del suyo con su gran espada y ejecutó un tajo de revés para partirlo por la mitad en la cintura, mientras que Azael dejó caer el hacha de su alabarda en el hombro de otro con tal fuerza que le desprendió por completo el brazo con todo y arma, dejándolo expuesto para un golpe directo a un lado de su cabeza. Inmediatamente se giró hacia el siguiente, cargando con electricidad la alabarda para atacar directo a la rodilla. El golpe le paralizó la pierna y le hizo perder el balance cuando intentó dar un paso, cayendo de cara al suelo con un gran estruendo, y en ese preciso instante Impa saltó sobre él y le clavó su gran espada para rematarlo antes de que pudiera volver a levantarse. El siguiente vino con un par de hachas gemelas, y los dos tuvieron que detenerlo juntos. Mientras agitaba ferozmente sus armas, los dos Sheikahs se vieron presionados por su aparente fuerza. En un movimiento desesperado, lo atrajeron hacia uno de los muros y lo provocaron para que los atacara, apartándose en el último momento para que se le clavara el hacha, saltando hacia los lados. Azael lo golpeó con la alabarda electrificada en el codo para obligarlo a soltar el hacha, y cuando intentó responder con la que tenía en la otra mano, Impa desvió el ataque con su gran espada, dejándole a Azael el camino libre para dar el golpe de gracia dándole un impacto directo al pecho.
Igual que cuando pelearon contra Darunia, el trabajo de equipo de los Sheikahs era impecable, pero esta vez era mucho más impresionante, considerando que ahora no tenían ninguna restricción que les impidiera pelear a todo su potencial. Ahora que estaban en total libertad de atacar con fuerza letal, sus adversarios no tenían ninguna oportunidad de salir de esa, solo en pedazos. Ese era el verdadero poder de los comandantes del ejército de Hyrule.
Entretanto, Zelda y Link subieron por las escaleras al segundo piso, mientras la princesa utilizaba sus habilidades sensoriales para rastrear de dónde irradiaba la energía maligna que controlaba a los soldados de metal. Link trataba de mantener a raya a los enemigos cuando Zelda se tomaba un respiro para tratar de ubicar la fuente, y una vez que lo hizo, los dos comenzaron a atravesar el corredor tan rápido como podían. A la mitad, un Ferrus con escudo y espada y un Nudillo de Hierro con una maza se atravesaron en su camino, bloqueando por completo el paso.
- Que molestias. - dijo Link. - Proxi, ¿puedes escabullirte y ver si hay más de estos adelante? No quiero llevarme malas sorpresas con emboscadas.
- ¡Por supuesto! - exclamó la pequeña hadita. - ¡Aquí voy!
La pequeña lucecita azul se escabulló justo entre las dos enormes moles de metal, sin que estos le prestaran la más mínima atención, pues sus verdaderos objetivos eran la pareja de jóvenes que tenían frente a ellos. El héroe y la princesa se alistaron, tenían que derribar a estos muros de metal andantes para poder proseguir su camino. Al parecer, estos solamente mantenían posiciones para impedir que el enemigo avanzara, pues no se movieron de su lugar, de modo que les tocó hacer a ellos el primer ataque. Pues bien, siendo ese el caso, la mejor opción era un golpe rápido y directo.
Link se lanzó primero contra el Ferrus, chocando su Espada Divina directo en su escudo. Luego intentó levantar su gigantesca espada, pero no midió bien el espacio del corredor al extender el brazo, y al tratar de dar el golpe, tuvo un retraso de un par de segundos que lo dejó abierto a un golpe doble cruzado en el pecho que lo desestabilizó. Link siguió presionando el ataque antes de que pudiera reponerse, y terminó hundiéndole la espada directo en la abertura de su casco con gran precisión.
A su vez, Zelda tampoco tuvo problemas para deshacerse del Nudillo de Hierro. Mucho de su entrenamiento se enfocaba en derrotar a oponentes que la superasen infinitamente en tamaño y fuerza. Igual que su compañero, el Nudillo de Hierro no tomó en cuenta el espacio del corredor al intentar voltear su gran hacha, y solo atinó a utilizarla para protegerse cuando la princesa le respondió utilizando sus estocadas rápidas. Lo que este no sabía era que la princesa no estaba tratando de atacar sus "zonas vitales" ni mucho menos, sino que su verdadero objetivo era su arma; todos y cada uno de los golpes fueron dirigidos hacia el hacha, a un punto específico, y al conectar el último, la energía sagrada hizo su trabajo, haciendo que la susodicha arma se despedazara. Hecho esto, la princesa rodó entre la abertura que hicieron las piernas de su adversario al dar un paso hacia ella, poniéndose de pie por detrás de él para dar la estocada final. La hoja del florete se enterró en su espalda y salió por el frente, resplandeciendo en una radiante luz dorada. Hecho esto, igual que su colega de escudo y espada, la armadura se desplomó inerte al disolverse el cuerpo que la utilizaba.
- ¡Link, Princesa! - llegó Proxi de regreso. - ¡El resto del pasillo está despejado, pero las escaleras que van al siguiente piso están repletas de ellos!
- Parece que tendremos que abrirnos paso a la antigua. - dijo Link.
- No perdamos el tiempo entonces. - concluyó Zelda, empezando a correr de nuevo.
La princesa tenía muy claro su objetivo, tenían que destruir al enemigo que controlaba al resto. Si lo hacían, el castillo sería suyo de nuevo. Hasta entonces ellos, todos los demás que estaban peleando afuera tenían que derrotar a todos los que pudieran, pero ellos tenían fe en sus compañeros y en sus habilidades. Con todos haciendo su parte, ellos dos tendrían que hacer la suya. Unos cuantos monstruos de metal no los habían detenido de entrar al castillo, y no los detendrían de llegar a donde estaba el enemigo baliza para darle muerte y con él, a todos sus demás congéneres.
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Mientras tanto, en el exterior...
Al tiempo que Link, Zelda y los Sheikahs combatían para recuperar el control del palacio, el resto de las tropas luchaban afuera para terminar de limpiar el área dentro y alrededor de la ciudadela. A pesar de que todavía eran superados en número por los Ferrus y Nudillos de Hierro, los caballeros de Hyrule seguían peleando con determinación. Ya llevaban cerca de cuatro horas de haber comenzado a pelear, y aunque no habían tenido bajas fatales, muchos de ellos empezaban a sentirse agotados. Un efecto secundario del encantamiento que Lana y la Princesa Zelda habían hecho en sus armas era que, a cambio del poder adicional, les requería un esfuerzo mucho mayor, y por ende implicaba un mayor agotamiento.
Afortunadamente, para ese momento, las fuerzas hyruleanas que habían logrado entrar a la ciudadela habían logrado reducir a casi todos los enemigos en el interior, y los que se encontraban afuera ahora se estaban enfocando en tratar de ayudar a los suyos a atravesar el portón. Una vez que todas las tropas hubieran entrado, cerrarían las puertas para que los soldados metálicos que se encontraban afuera permanecieran allí.
Entre los que todavía se encontraban haciendo estragos afuera de la muralla estaban Darunia y Garrett, haciendo gala de sus enormes y pesadas armas, dejando a los Ferrus y Nudillos de Hierro como latas aplastadas. Alexandre, a su vez, estaba demostrando lo que algunos de sus compañeros habían llamado "el poder del dragón", convirtiendo a sus adversarios en pilas de hierro fundido con las voraces llamas de su lanza, y a pesar de que se veía más entusiasta y "encendido" de lo usual, las preocupaciones de que podría estar poseído por Volga eran infundadas. Si realmente el espíritu del caballero dragón residía ahora en su antigua arma, sin duda le estaba prestando su fuerza sin pedir nada a cambio y le permitía tener el control total de la situación.
- ¿Ya acabamos? - preguntó Alexandre, después de rostizar a un Ferrus.
- ¡Sí, todas nuestras tropas ya entraron a la ciudadela! - exclamó Darunia.
- ¡Muy bien! - exclamó Alexandre, desmontándose de su corcel. - De acuerdo, compañero, vuelve a las líneas traseras. En cuanto tengamos el control de todo el lugar nos veremos de nuevo.
A diferencia de Epona, Shadow entendió el mensaje y obedeció a su amo sin rechistar, echando a correr de vuelta a las tropas que se encontraban en la reserva para que lo cuidasen. Los demás jinetes habían hecho lo mismo, y los reservistas se ocuparían de cuidar a los caballos, pues para ocupar la ciudadela sería mucho más práctico ir a pie por las calles a raíz del espacio. Cuando todo estuviese más tranquilo enviarían una señal de que tenían ya el control para que los trajeran a todos.
Garrett acabó por hacer un último barrido con su mangual con el que terminó de derribar a los que quedaban en pie, colgándose su hacha en la espalda para tener las manos libres para sujetar la cadena de su nueva arma. Esa ya era su señal para ingresar al interior de la muralla. Con ellos adentro, dieron el aviso a los que estaban en la cámara donde estaba el mecanismo para cerrar las puertas, y con ello mantener al resto afuera. Todavía quedaban unos cuantos en el interior que requerían su atención.
- ¡Vengan de una vez, hojalatas oxidadas! ¡Es hora de que todos ustedes se larguen de nuestro hogar! - anunció Alexandre.
Darunia y Garrett lo secundaron de inmediato. El Jefe Goron decidió dejar su martillo en el suelo por un momento, pues no quería demoler con él más de lo necesario, sus puños bastarían por el momento. Y a su vez, Garrett hizo lo mismo con el mangual, volviendo a retomar su hacha para encargarse de las tropas enemigas a su manera tradicional.
Entretanto, el cuarteto formado por las señoritas había decidido subirse a la parte superior de la muralla para actuar como defensa contra los que todavía quedaban afuera. Aunque ya prácticamente tenían el control del interior de la ciudadela, no había manera de saber si los enemigos podrían intentar derribar los portones o los muros para entrar por la fuerza. Lana le pidió a Maripola que soltara a sus mariposas curativas por toda el área de la ciudadela para revitalizar a los soldados nuevamente. El refuerzo fue bienvenido, y aprovecharon el impulso del momento para redoblar sus esfuerzos en destrozar a sus adversarios. Los caballeros no perdieron un instante, y de inmediato comenzaron a registrar todo el lugar hasta el último centímetro, para estar seguros de que no quedase ni uno de ellos ocultándose y esperando el momento de emboscar a los inocentes habitantes una vez que volvieran a sus hogares
- Zatyr, ¿alguna novedad? - preguntó Lana.
- Yo diría que estamos a salvo de ellos. - replicó la arquera. - No se atreven a tratar de cruzar la fosa. Seguramente se hundirían como rocas si lo intentaran.
- Al menos no son tan idiotas como para intentar suicidarse. - comentó Ruto. - Qué lástima, eso nos ahorraría mucho trabajo.
Efectivamente, los Ferrus y Nudillos de Hierro no eran tan tontos para intentar cruzar. La corriente del río que pasaba cerca alimentaba un canal que había sido construido para llenar la fosa alrededor de la ciudadela, y también en el castillo, lo que en este caso proporcionaba una excelente defensa contra estos particulares enemigos. Si caían allí dentro, no podrían volver a salir fácilmente.
- Oh-oh, creo que hablé demasiado pronto. - dijo Zatyr, mirando con su máscara un poco más atrás.
En la muralla Oeste podía ver que se acercaban Ferrus armados con ballestas. Tal vez no podían entrar, pero todavía podrían causar problemas. Sus sospechas fueron confirmadas cuando los primeros de ellos se pusieron a tiro y apuntaron para disparar. Los dardos estaban cargados con energía ardiente, a juzgar por estar literalmente brillando al rojo vivo. Instintivamente Lana se colocó frente a ellos y levantó un escudo de energía para detenerlos. Tuvo éxito, pero comprobó que los dardos no solo eran de energía ardiente, eran explosivos, pues estallaron fuertemente al chocar contra la barrera de la hechicera y por poco la atraviesan.
- ¡Zatyr, Ruto! ¡Derriben a los que llevan las ballestas a toda costa!
- Considéralo hecho, querida. - dijo Ruto, alzando el Cetro de Hielo.
- ¡A ver qué les parece esto! - dijo Zatyr, echando mano de su arco.
- ¡Maripola, necesito que me ayudes aquí! - pidió la hechicera.
- ¡Ya voy, señorita Lana! - exclamó la niña, corriendo hacia ella.
Ruto alzó el Cetro de Hielo para crear encima de los Ferrus un bloque gigantesco, y dejándolo caer pesadamente sobre los más cercanos, cuando se disponían a disparar la siguiente ronda para impedírselos. Y antes de que pudieran quitarse de encima el montón de hielo, Zatyr tomó una de las flechas crepusculares que todavía le quedaban. Por fortuna, a pesar de haber agotado las sagradas, todavía tenía algunas de estas para seguir causando problemas. Como tenía muy pocas, sabía que tenía que acertar cada una y derribar a los enemigos. La energía crepuscular de cada flecha los eliminaba de un solo golpe, pero con la cantidad de ellos que habría no podía acabar con todos. Para máximo de eficiencia, Ruto usaba el Cetro de hielo para obligarlos a amontonarse en un área específica, y Maripola y Lana hacían lo mismo soltando al enjambre de avispas para que los rodearan. Así, cuando varios de ellos estaban alineados, Zatyr solo tenía que apuntar con cuidado hacia el punto mínimo más alto de uno de ellos, de tal manera que cuando disparara la flecha, esta atravesara a varios de ellos de una sola vez. Haciendo eso, se anotaba varias bajas con un solo disparo.
Mientras las chicas vigilaban que no fuesen a penetrar las flechas desde el exterior, en el centro de la plaza Darunia, Garrett y Alexandre seguían tratando de atraer a todos los que podían. El Jefe Goron les arrancaba las armas (a veces con todo y mano) y luego los aporreaba con ellas. Garrett, por su parte, cuando no usaba su hacha para decapitarlos, tomaba el ejemplo de Darunia y les quitaba sus armas, solo que él a veces prefería arrojárselas a otros que estaban lejos.
Alexandre terminó de derrotar a un pequeño grupo, pero entonces vio que un Nudillo de Hierro particularmente grande venía con una gran hacha hacia ellos, resonando sus pisadas. Desde luego, por su enorme tamaño venía despacio, pero ya tenía una idea de cómo acabar con él.
- ¡Oye, Garrett! ¿Un pequeño impulso? - llamó a su compañero.
- ¿Qué planeas hacer? - preguntó el grandullón.
- ¡Sólo ayúdame a saltar arriba de ese sujeto! - le dijo.
Sin saber muy bien lo que estaba planeando Alexandre, y al ver que este ya empezaba a correr hacia él, Garrett simplemente se alistó y colocó las manos en posición de plataforma para ayudarlo a impulsarse. Tenía que tener mucho cuidado de no utilizar de más, especialmente con esos guantes puestos. Alexandre saltó sobre las manos de Garrett y este lo hizo elevarse hasta ponerse encima.
- ¡Recibe el poder del dragón! ¡RAAAAAAAAAAWWWWRRR!
En el momento en que Alexandre rugió, la lanza se prendió en llamas, y él también, siendo rodeado por completo por un aura llameante que evocaba las alas de Volga en su forma de dragón de fuego. Y de hecho, en vez de caer con la gravedad, fue como si literalmente se lanzara en picada apuntando con la lanza, aunque más que un dragón parecía como un pájaro de fuego lanzándose hacia su presa. Tal vez el poder de la lanza era todavía más allá de solo combatir en el suelo, era como si al invocar el poder de Volga, este fuese más allá y le otorgase todas las habilidades que tuvo en vida, incluyendo, al parecer dentro de cierto límite, hasta la capacidad de volar como un dragón.
¡BOOM! Alexandre chocó como un meteoro contra el Nudillo de Hierro, levantando una enorme colina de fuego. Esta tardó varios segundos en disiparse, y entonces fue que Darunia y Garrett vieron el resultado: el Nudillo de Hierro yacía hecho una enorme pila de hierros incendiados, mientras que Alexandre había salido de entre las llamas, totalmente ileso. La explosión de fuego no le hizo absolutamente nada (ni tampoco a su ropa) pese a haber estado directo en contacto al golpear al Nudillo de Hierro a quemarropa con su ataque.
- Uff... eso fue... intenso. - fue todo lo que dijo.
- ¿Cuándo rayos aprendiste a hacer eso? - preguntó Garrett.
- No tengo idea. - admitió el lancero. - ¿Quizás fue Volga?
- Lo que sea que haya sido, fue impresionante, hermano Alexandre. - reconoció el Jefe Goron. - Pero deberías tener más cuidado, podrías haberte lastimado al hacer eso, o a alguien más.
Con lo de lastimar a alguien más, Alexandre supo que tenían razón. Pero de lastimarse a sí mismo, no tenían de qué preocuparse. A pesar de su cercanía a las llamas de Volga, y pese a sentir el calor, estas nunca lo quemaban, era como si de algún modo lo reconocieran, o si fuesen parte de él. No podía explicarlo, solo lo sabía, de alguna manera.
- Todavía no terminamos aquí. - dijo Alexandre. - Aun hay muchos de nuestros amigos de metal en este lugar.
Efectivamente, aunque ya tenían mayormente el control de la ciudadela, cualquier Ferrus o Nudillo de Hierro que siguiera en pie tenía que ser exterminado en el acto. No podían dejar ni uno solo de ellos en pie.
- Este no es lugar para ustedes. ¡Los invasores indeseados se largan o los hacemos pedazos! - exclamó Alexandre, corriendo hacia ellos para darles su merecido. Garrett y Darunia no dijeron nada, pero por dentro aplaudían su aparente entusiasmo.
Al mismo tiempo, en el sendero que llevaba hacia el castillo, Ruisu y Midna casi habían terminado con los de ese lugar. Ya fuese congelados por el Sable Zora, o destrozados sin piedad por el lobo crepuscular de Midna, los restos de los enemigos metálicos yacían hechos montón por todo el lugar. Sin embargo, en aquel momento, la Twili y el espadachín pelinegro se enfrentaban a un Ferrus particularmente terco que al parecer tenía la cabeza (al igual que todo lo demás) más dura que el resto de sus compañeros. Iba armado con una maza gigantesca y un escudo más grande que los otros y además era distinto: en lugar de ser circular, tenía forma alargada y triangular, con lo que parecía ser una punta afilada en el extremo inferior. Y los dos comprobaron que podía utilizarla para atacar cuando trató de golpear a Midna con ella, forzando a la Twili a hacer saltar a su lobo, antes de que el enemigo hundiera su arma en el suelo.
- ¡Oye, cuidado donde apuntas con eso! - le gritó, evidentemente enfadada.
Ruisu corrió hacia él para tratar de congelarlo con el sable, saltando para darle con más fuerza, pero el Ferrus dio un solo manotón para alejarlo antes de que lo tocara, haciéndolo volar por los aires. Midna alargó su mano de cabello prensil para atraparlo antes de que fuera a lastimarse, y una vez que lo puso a salvo en el suelo otra vez, le ordenó a su mascota atacar de nuevo. Al embestir al Ferrus, se estrelló de frente con su escudo, y el guerrero metálico alzó su maza con toda la intención de hacerla bajar sobre ella. La Twili solo reaccionó a usar su cabello para frenar el ataque, pero este empezaba a superarla en fuerza cuando se resistió.
- ¡Ruisu, algo de ayuda!
- ¡Voy! - exclamó el espadachín, volviendo a atacar.
Canalizando tanto poder como podía hacia la hoja del Sable Zora, Ruisu decidió no atacar al enemigo, sino enfocarse en el arma. Determinando dónde estaba la parte más débil de la maza saltó para dar un mandoble justo en ese lugar con todas sus fuerzas, rezando por que fuese suficiente para romperlo. Por algún milagro, el corte de hielo tuvo el efecto deseado. La congelación debilitó el palo de la maza, y Midna se quedó con la bola de picos en su mano de cabello. Tomó distancia haciendo saltar a su lobo.
- ¡Creo que esto es tuyo! - gritó, arrojándosela a la cabeza.
¡BONK! La bola de picos golpeó al Ferrus en la cabeza, desorientándolo. Tomando ventaja de esto, Midna transfiguró su cabello a forma de cuchilla y junto con Ruisu los dos comenzaron a asaltarlo ferozmente, tratando de romper a través de la defensa de su gran escudo. Pero este era mucho más resistente, e incluso los impactos combinados de los dos parecían ser inútiles. Finalmente, harto de ser atacado, el Ferrus dio un manotón para apartar a Ruisu, y centró su atención en Midna.
- ¿Cómo puede algo tan grande moverse tan rápido? - exclamó la Twili, esquivando los golpes que el gigante de hierro trataba de conectarle con la punta afilada de su escudo.
Efectivamente, con ese tamaño era increíble que, si bien era lento para desplazarse con los pies, el trabajo de sus brazos era excepcionalmente rápido, lo que lo volvía un oponente extremadamente peligroso en combate cercano. Incluso el brazo que no llevaba el escudo también era un peligro, y Midna no sabía si debería ponerse a distancia más segura o quedarse donde estaba para tratar de romper su defensa, aunque pronto la respuesta la supo de la peor manera, pues en un intento desesperado por tratar de atacarlo, este la atrapó, agarrándola por la cabeza, y de no ser por el fragmento de la Sombra Fundida que llevaba como casco, podría haberle triturado el cráneo.
- ¡Ay, suéltame! ¡Suéltame ahora, pedazo de hierro, o te arrepentirás! - empezó a gritar la Twili. Esto además le rompió la concentración e hizo que el lobo crepuscular se disipara.
En cuanto recuperó el sentido, Ruisu lamentaba haber dejado la Espada Relámpago en el campamento en favor de utilizar el Sable Zora, pues esa podría haberle permitido atacar a una distancia segura. Hizo una nota mental de conseguirse un cinturón para poder sostener las dos espadas al mismo tiempo y llevarlas siempre consigo en cuanto tuviera la oportunidad. Sería más práctico de esa manera para cambiarlas cuando lo necesitara. Y fue entonces que se percató de que Midna estaba en aprietos. La pequeña Twili, con la cabeza atrapada por la mano del Ferrus, trataba de soltarse con sus diminutos brazos, y pataleaba mientras gritaba que la soltaran.
- ¡Midna! ¡Quítale la mano de encima! - gritó mientras corría hacia ellos de nuevo.
Impulsado por un arranque de ira y desesperación, Ruisu apretó el agarre de su mano derecha en el Sable Zora, haciendo que este tomara un brillo todavía más intenso que antes en todas las ocasiones que había ejecutado un ataque con él. En ese momento él no tenía idea, pero la cantidad de energía que estaba adquiriendo la espada hizo que literalmente la hoja alcanzara el punto de congelación absoluta, y de hecho se podía sentir un poco el frío a través de los guantes protectores que le dieron Ruto y Lana, pero él no le prestó atención a eso. Solo sabía que tenía que hacer algo para ayudar a Midna y lo demás no tenía importancia alguna. Sabiendo que no podría llegar a tiempo corriendo, echó mano de la zarpa con su mano libre y apenas enganchó al Ferrus, retrajo la cadena, alzando la espada congelante para dar su golpe.
- ¡AAAAAAAAAARRRRGHHH!
¡SLASH! ¡CRAAACCKK! La hoja del Sable Zora atravesó limpiamente el antebrazo del Ferrus, dejando un muñón de cristales congelados en donde antes estaba su mano amputada. Midna se la quitó de encima a tiempo para ver que el Ferrus inmediatamente trató de tomar venganza por esto golpeando al muchacho con su escudo, pero en cuanto este se encontró de nuevo con la hoja congelada, el resultado fue distinto: consiguió partir el escudo a la mitad toda la línea vertical, haciendo que cayeran hacia los lados las dos mitades y con ello volviéndolo inútil para atacar, de paso logrando hacerle un corte en el brazo que lo sujetaba pero sin llegar a cercenárselo del todo (el escudo debió absorber la peor parte del impacto). A pesar de todo, el esfuerzo en hacer solo esos dos ataques dejó a Ruisu exhausto, y no pudo esquivar cuando el Ferrus, al parecer furioso por perder no solo sus armas sino también su mano por culpa del muchacho, usó la mano restante para darle un golpe de revés, y esta vez no podría levantarse para escapar o volver a contraatacar.
- ¡Ah, no, no lo harás! - dijo Midna, volviendo a invocar a su lobo crepuscular y montándose en él.
El lobo echó a correr, y justo cuando el Ferrus se disponía a dejar caer su pesado puño en el indefenso Ruisu que yacía en el suelo, la bestia crepuscular y su ama saltaron a su hombro. El lobo se afianzó con sus mandíbulas y garras del monstruo, mientras este último se agitaba violentamente tratando de quitárselos de encima, pero en vez de aflojar, el lobo mordió con más fuerza, mientras Midna volvía a materializar su cabello, esta vez, con la forma de lo que parecía ser un enorme y pesado martillo.
- ¡ESTO ES POR INTENTAR APLASTARME LA CABEZA!
¡BAM! ¡BAM! ¡BAM! Tres martillazos fueron suficientes para destrozarle la cabeza al Ferrus, que todavía tenía los brazos levantados cuando finalmente cesó de moverse, y por inercia se cayó hacia atrás. El cuerpo físico debajo de la armadura se disolvió en humo negro, dejándola totalmente vacía. Por fin había cesado la amenaza. La Twili dio un suspiro de alivio y satisfacción, y de inmediato flotó hacia el espadachín caído, que todavía seguía inconsciente por ese último puñetazo. Había sido sorprendente que hubiese podido recibir más de uno y no estuviese visiblemente lastimado.
- Vamos, chico, no te me duermas ahora. - dijo, picándole las mejillas tratando de despertarlo.
- Hmm... aahh... ayayay...
- No te rompiste algo, ¿verdad? - preguntó la Twili.
- Creo que solo el orgullo. - dijo, tratando de sentarse, y agarrándose la cabeza. - Todo me da vueltas, creo que se me fue la mano con ese último ataque.
- De eso te quería preguntar. - dijo Midna. - En ese último golpe que le diste antes de que te noqueara, noté que tu espada estaba brillando más de lo usual, y que hayas podido cortar a través de su escudo y de su armadura de esa manera... ¿eso de dónde vino?
- No lo sé. - admitió el espadachín. - En ese momento solo me puse furioso de ver que estaba por aplastarte el cráneo y no pensé en nada, solo reaccioné.
- Oh, así que te pusiste furioso y eso le dio un impulso extra a tu espada. - dijo la Twili, cruzando los brazos y piernas en el aire. - De acuerdo, eso me conmueve, pero hazme un favor y... ¡NO SE TE OCURRA VOLVER A HACERLO! ¡ESA HOJALATA POR POCO TE MATA!
Ruisu se sorprendió un poco por el repentino grito de Midna, pero después de verla en sus tratos con Maripola, sabía perfectamente que esa era su muy particular manera de demostrar que se preocupaba por él, y por los demás. No pudo más que sonreír de lado ligeramente hasta que se calmó de nuevo.
- Ejem... en fin, ahora que ya estamos a mano, sé amable y quédate en un lugar seguro mientras yo voy por Lana o la mocosa de Maripola para que te ayuden un poco, ¿de acuerdo? - le dijo con tono severo.
- Todavía puedo... - Ruisu intentó levantarse, pero una gigantesca mano roja se le puso en la cabeza y lo volvió a sentar en el suelo.
- No, no puedes, y ambos lo sabemos. - insistió Midna. Hecho esto, la mano lo agarró por la cintura, y estando él demasiado agotado como para protestar aún si hubiera querido, no pudo más que resignarse y permitir que Midna lo colocara sentado en la rama de uno de los árboles cercanos. - Sé un buen niño y quédate allí hasta que yo vuelva, ¿sí? No me tardaré mucho.
Y sin esperar su respuesta, Midna volvió a poner a correr a su lobo crepuscular sendero abajo hacia la ciudadela, para buscar a Lana o Maripola. Mientras lo hacía, Ruisu por fin pudo procesar lo que había sucedido. El Sable Zora había podido alcanzar un punto de congelación absoluta que básicamente le permitía atravesar cualquier cosa que tocara, y eso en sí mismo era una habilidad verdaderamente asombrosa. Pero al parecer, el costo de energía mental y física que implicaba era enorme. De hecho, ahora mismo se dio cuenta de algo más: la Espada Relámpago también le provocaba agotamiento al utilizar sus ataques especiales en sesiones muy largas, pero no tan rápido como el Sable Zora lo hizo con apenas esos dos ataques. Al parecer era bastante más peligroso de usar. Tenía que tener más cuidado con eso a partir de ahora.
Afortunadamente, después de despachar a ese último Ferrus ya no quedaban muchos más por allí que fueran a fijarse en él. Mientras esperaba a que Midna regresara con las otras chicas, dirigió la mirada hacia el castillo en la cima de la colina. Adentro estaban Link, la Princesa Zelda y los comandantes. Lamentaba mucho no poder ir a unirse a ellos ahora que el área estaba limpia, pero en su estado actual sería una carga más que una ayuda. Por mucho que lo detestara, tenía que esperar, pero en cuanto estuviese de nuevo a su máxima capacidad. Además, habiendo visto de primera mano las capacidades de cada uno de ellos, especialmente de Link y la Princesa, sin duda que podrían con cualquier cosa que los estuviera esperando allí dentro. Tenía confianza total en ellos.
- Link... Princesa Zelda... esperen solo un poco. - dijo en voz baja. - Pronto les podremos ayudar a recuperar el castillo.
De algo estaba muy seguro, no sería una espera muy larga. En el poco tiempo que llevaba de conocerla, Midna era claramente de las que gustaban hacer las cosas a su propio ritmo (lo que quería decir, tomar el camino más rápido siempre que fuera posible), así que seguramente no tardaría más de unos minutos en volver con Maripola o Lana. Podría esperar hasta entonces, no tenía que preocuparse por nada.
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Interior del castillo, en los pasillos hacia la sala del trono...
La concentración de magia oscura se hacía cada vez más y más fuerte. Zelda no tenía ninguna duda de que lo que fuera que estuviese controlando a los centinelas tenía que encontrarse dentro de la sala del trono. Si podían vencerlo, podrían poner fin a esta batalla de una vez y recuperar el control del castillo.
Tuvieron suerte de que la mayor parte de las fuerzas enemigas que entraron al edificio se concentraban en los niveles inferiores, y no se molestaron en tratar de ocupar las habitaciones de los pisos de las torres más altas. De todas maneras, Impa y Azael decidieron que una vez que terminara todo, se encargarían de revisar cada centímetro del castillo hasta que no quedase ninguno de ellos. Igual que Link y Zelda, no querían que hubiera ningún huésped indeseado.
En aquel momento los Sheikahs se habían quedado peleando en el salón principal tratando de atraer a la mayor cantidad de enemigos, por ser el sitio donde tenían más espacio para pelear con libertad, y dado que ya los Ferrus y Nudillos de Hierro habían causado destrozos por todo el lugar, no tenían que preocuparse de dañar algo, estaban peleando sin contenerse.
Link y Zelda encontraron poca o ninguna oposición mientras subían hacia los niveles superiores. Los pocos guardias que custodiaban las escaleras eran demasiado torpes y pesados para pelear de manera efectiva en ellas, y no les costaba mucho trabajo engañarlos para que se tropezaran y cayeran, incluso la propia Zelda utilizó el poder de la batuta para arrojar a uno de la baranda deliberadamente, resonando el ruido metálico que hizo al caer y despedazarse contra el suelo. Con el camino despejado, la pareja continuó por el último pasillo hasta llegar a las puertas de la sala del trono, y las abrieron. La habitación se encontraba totalmente vacía, salvo por un único centinela que estaba en todo el centro.
- Ese es...
- No hay duda. - dijo Zelda. - La concentración de magia oscura proviene de este enemigo.
- Sin duda que destaca por encima del resto. - observó Link.
El enemigo frente a ellos era un Nudillo de Hierro al menos el triple de grande de lo normal, con un hacha en una mano, y en la otra un enorme escudo tan reluciente que casi podían verse reflejados en él. Lo que lo hacía destacar del resto era que su armadura se veía más pesada, y era de un color dorado resplandeciente en lugar del tradicional negro que los caracterizaba.
- Si podemos destruirlo ahora, el control sobre todos los demás se romperá. - dijo Zelda alistando su florete.
- Suena simple en teoría. - Link sujetó sus dos espadas y se preparó para atacar.
Apenas percibió la presencia de los jóvenes, el Nudillo Dorado empezó a caminar hacia ellos levantando su enorme hacha y tratando de hacerla caer sobre ellos. Link y Zelda saltaron hacia los lados para esquivar el golpe e inmediatamente trataron de flanquearlo para atacarlo, pero a pesar de su tamaño y de ser lento para moverse, su tiempo de reacción era excepcional. La primera en acercarse para tratar de golpear fue Zelda, apuntándole directo a la cabeza, pero este interceptó el golpe cubriéndose con el hacha, y dando un solo manotón alejó a la princesa de él, a tiempo para voltearse hacia Link, que se le venía encima con sus dos espadas. El muchacho atacó con un combo de cortes veloces y fuertes, pero este los detuvo con su propia hacha sin dificultades, ni siquiera retrocedía. Después de recuperarse y ponerse de pie, Zelda trató de atacarlo por la espalda mientras estaba ocupado con Link, pero entonces hizo algo impensable: dejando fija la parte inferior del cuerpo, comenzó a girar la superior con el hacha extendida a gran velocidad, forzándolos a los dos a alejarse para evitar ser cortados en dos por el pesado filo.
- ¿Ahora está robando mi truco? - dijo Link. Efectivamente, ese ataque parecía una versión copiada de la técnica giratoria de su familia, adaptada.
Cuando al fin dejó de girar y se puso a pelear normalmente de nuevo, la Princesa tomó distancia y materializó su arco de luz preparando una flecha. Mientras Link trataba de mantenerlo ocupado, Zelda cargó la energía y le disparó. A tan corta distancia y con su peso y tamaño sería un blanco extremadamente fácil, no podría fallar. Pero se llevó una sorpresa cuando el Nudillo Dorado se protegió del disparo con su escudo, y al impactar, la flecha no solo no hizo ningún daño, sino que se disolvió sin dejar marca visible alguna. Para empeorar, Link saltó para darle un golpe con la Espada Divina, y la hoja de la espada se encontró con la superficie del escudo. El resultado fue una explosión de luz que hizo volar a Link hacia el extremo de la sala, y el impacto hasta forzó a Fay fuera de la forma de espada.
- ¡LINK! - gritó la princesa.
- Auch, ¿qué rayos...? ¿Qué tiene ese escudo? - fue todo lo que se preguntó una vez que pudo volver en sí.
- Amo, el escudo de este Nudillo de Hierro está encantado para absorber los ataques mágicos, y usar la fuerza de los ataques físicos en contra de su oponente. - dijo Fay. - No pueden atacarlo por medios convencionales.
- Tendremos que deshacernos de ese escudo. - dijo Zelda. - ¿Pero cómo se supone que lo ataquemos?
- Concentremos los ataques en el lado derecho de su cuerpo. - sugirió Link. - Hasta que pensemos en una manera de contrarrestar ese escudo. Fay, ayúdanos un poco.
- Entendido, amo.
Por ahora, hasta que se les ocurriera algo mejor, lo mejor que podían hacer era tratar de darle más blancos al Nudillo Dorado, así que Fay decidió pelear separada de Link por el momento. Actuaría como una barrera para tratar de atraer los ataques del Nudillo Dorado y crear aberturas para Link y Zelda. La ventaja de poder levitar era que le daba mayor radio de movimiento en lugar de confinarla a permanecer en el suelo. Una vez que logró captar su atención hacer que comenzar a centrar sus ataques en ella, el espíritu de la Espada Divina levantaba barreras de energía tratando de rechazar los golpes de la pesada hacha. Fay lograba resistir, pero los hachazos eran cada vez más fuertes. Cuando Fay parecía estar llegando a su límite, levantó su hacha para dar el golpe de gracia, pero se detuvo en seco al encontrarse con las espadas cruzadas del héroe y la princesa, sujetándolas con ambas manos cada uno, y aplicando toda su fuerza para mantenerla trabada.
- ¡AHORA, FAY! - exclamó Link.
Fay asumió nuevamente su forma de la Espada Divina, y mientras flotaba se giró hasta ponerse en posición horizontal, apuntando hacia el Nudillo Dorado se disparó como una flecha. Link y Zelda se apartaron de su camino y consiguió darle un golpe directo en el pecho. Pero a pesar de su esfuerzo, lo más que logró fue hacerle una pequeña grieta en la armadura, a pesar de haber tratado de golpearlo con toda la fuerza que podía. Tras impactar, Fay rebotó y salió dando vueltas por los aires, yendo a parar de nuevo en la mano derecha de Link. El joven héroe inmediatamente aprovechó de presionar el asalto antes de que el Nudillo Dorado pudiese volver a montar su defensa con una serie de cortes cruzados directo al pecho. A su vez, Zelda saltó por detrás de él y cargando su florete con energía sagrada, atacó con un combo de siete estocadas rápidas en menos de dos segundos, tan rápidas que el observador casual solo hubiese visto los destellos de los impactos, cada uno de ellos dirigido a un punto específico para inmovilizar las articulaciones del enemigo y con ellas sus movimientos. Solo duraría unos segundos, pero eso era tiempo suficiente para que Link pudiese conectar algunos golpes libremente. Pero a pesar de esto, la armadura del Nudillo Dorado tenía un refuerzo mucho más poderoso que los otros, e igual que antes, incluso con la fuerza combinada de los dos no hicieron más que provocarle algunas grietas. En cuanto recuperó su movimiento, tuvieron que alejarse, pues de nuevo intentó su ataque giratorio.
- ¡Zelda, inténtalo de nuevo, tienes que paralizarlo! - pidió Link.
La princesa hubiese obedecido de buena gana, pero el Nudillo Dorado pareció anticiparse a sus intenciones, y cuando trató de atacar, detuvo cada estocada con su hacha. No se dio por vencida y en cuanto fue a darle un corte vertical y el hacha se clavó en el suelo, la Princesa saltó para intentar de nuevo el combo de estocadas desde el aire, pero esta vez se encontró con el escudo del adversario, y supo lo que venía pero ya no podía hacer nada para impedirlo: cada estocada que impactó en la superficie del escudo se le devolvió irremediablemente. Link instintivamente se puso detrás de ella para atraparla en cuanto cayera, teniendo que hacerlo con el cuerpo completo al tener las dos manos ocupadas con sus espadas.
- ¿Estás bien? - preguntó Link.
- Lo estaré, gracias. - dijo Zelda al reponerse. - Esto no está funcionando, por más que lo ataquemos casi no podemos dañarlo, y está ese escudo...
Las estocadas paralizantes que Zelda había utilizado funcionaron, pero este enemigo era no solo más poderoso sino además más inteligente que el resto de sus congéneres, pues parecía capaz aprender y adaptarse a sus oponentes. La segunda vez que intentó ese movimiento con él no solo se anticipó para defenderse, sino que pudo ejecutar un contraataque efectivo. Y más allá de haberle hecho algunas grietas en su armadura, no habían podido causarle ningún daño significativo.
Zelda se sintió tentada a querer usar la batuta, pero esta no era apta para pelear a corta distancia, y necesitaba algo de tiempo (estando a distancia segura) para poder juntar suficiente poder para ejecutar los ataques, y no tenía ninguna intención de permitir que Link se ocupara del enemigo él solo durante ese tiempo. Sería poco práctico utilizarla en un espacio tan cerrado. Sin más que hacer, la pareja trató de defenderse de los ataques de su adversario como pudieron, mientras intentaban pensar en algo para poder derrotarlo. Al cabo de varios minutos, sin avisar, Fay volvió a asumir su forma verdadera para decirles algo importante.
- Amo Link, Princesa Zelda, he podido determinar a fondo el funcionamiento del escudo de su adversario, y he descubierto una potencial debilidad. - les dijo. - Según mi análisis, el escudo absorbe los ataques mágicos y los redirige al cuerpo del Nudillo Dorado para incrementar su fuerza.
- Sí, ya lo habíamos notado. - comentó Link, que ya desde hacía un buen rato tenía la extraña impresión de que los ataques del Nudillo Dorado se volvían más fuertes por momentos. - ¿Pero eso en qué nos ayuda?
- El escudo tiene un límite de cuanta energía puede absorber, y de alcanzar ese límite, necesita aproximadamente unos 4.8 segundos para poder completar la conversión. Si se excede la capacidad del escudo, causarían una reacción en cadena que lo destruiría por completo.
- Es decir, esos 4.8 segundos son nuestra ventana de oportunidad. - dijo Zelda. - Link, Fay, prepararé un hechizo para sobrecargar ese escudo, manténganlo ocupado hasta que lo haga.
- De acuerdo. - dijo Link. Fay asintió y volvió a asumir su forma de espada para que Link la blandiera.
Con ambas hojas en mano, y encomendándose a su Diosa protectora hasta que Zelda completase su conjuro, Link esquivó el primer hachazo saltando hacia atrás, y tratando de ponerse en el punto muerto para hacer entrar algún ataque siempre que tenía oportunidad. Aun con Fay ayudándole con sus movimientos le era mucho más difícil luchar contra este enemigo él solo. Solo necesitaba resistir, pero este enemigo era físicamente tan fuerte o tal vez más que Volga a su máxima capacidad. Necesitaba más fuerza para poder hacerle frente él solo...
- Quiero ser más fuerte... necesito ser más fuerte...
Como respondiendo a su llamado, la Trifuerza del Valor en su mano comenzó a resplandecer, y al hacerlo, parte de su energía se canalizó hacia las espadas de Link, haciendo que estas tomaran un ligero brillo dorado, y el héroe sintió que se llenaba de energía. Tomando ventaja de este repentino subidón de poder, comenzó a atacar, empezando con un doble corte elevado desde el lado izquierdo para hacerlo lejos del escudo. En cuanto levantó el hacha para contraatacar, Link respondió con una estocada doble para interrumpir el golpe y romper su guardia e inmediatamente inició un feroz asalto de tajos cruzados alrededor del pecho del Nudillo Dorado, centrando su ataque en la misma zona donde había podido agrietarle su armadura antes, tratando de agrandar esa pequeña brecha. El centinela retrocedió con los golpes, pero todavía no caía, y al cabo de un par de minutos pudo adaptarse de nuevo a su adversario, forzándolo de nuevo a ponerse a la defensiva.
Entretanto, la Princesa Zelda, con la batuta en una mano y el florete en la otra preparaba un ataque combinado. Usaría primero la batuta para conjurar un hechizo eléctrico masivo, esperando que fuese suficiente para sobrecargar el escudo. Hecho esto, en el tiempo que estuviese haciendo la conversión de energía, daría un golpe con el florete cargado de energía sagrada y si todo salía bien, eso debería bastar para hacer que el escudo volara en pedazos. Al mismo tiempo, mientras luchaba para mantener al enemigo ocupado y lejos de ella, Link intentaba imitar el cántico que recitaba la princesa en el conjuro, como una especie de mantra para darse fuerza y resistir, por ella.
Una vez que reunió suficiente energía, la princesa movió la batuta para conjurar la tormenta eléctrica justo encima del Nudillo Dorado y converger todos los rayos en un solo punto. El ruido del traqueteo eléctrico alertó a Link para que se apartara, y tal como lo esperaban, el enemigo reaccionó de manera natural y trató de protegerse tras su escudo. Este absorbió toda la energía del relámpago, pero el exceso de energía hizo que se quedara congelado mientras completaba la conversión. Tenía menos de cinco segundos para lanzar el ataque decisivo, pero afortunadamente, solo necesitaba tres para hacerlo. Materializó de nuevo su arco y apuntó la flecha de luz a todo el centro del escudo del enemigo.
- ¡AHORA! - gritó al dispararla.
El escudo también absorbió la flecha igual que los rayos, pero al estar todavía lleno y sobrecargado con la energía del ataque eléctrico, como un globo demasiado lleno de aire, la energía provocó que el escudo comenzara a agrietarse hasta que finalmente hubo una explosión luminosa y literalmente se redujo a polvo, junto con un trozo del brazo del Nudillo Dorado.
- ¡Es nuestra oportunidad, Zelda! - exclamó Link.
Privado de su escudo para protegerse, inmediatamente Link se lanzó a atacarlo por el lado derecho, logrando conectar varios golpes certeros. Ahora que tenía literalmente que luchar usando una sola mano, si trataba de atacar o defenderse de Link, Zelda podía rodearlo y golpearlo por el otro lado. En un arranque de desesperación, trató de hacer el ataque giratorio, y la pareja tuvo que agacharse para evitar el hacha al estar demasiado cerca de él en ese instante. Centró su atención en Zelda y cuando intentó dejar caer su arma sobre la joven, ella reaccionó rápida como el relámpago dando estocadas paralizadoras en su antebrazo, codo y hombro, dejándolos rígidos como concreto e incapaz de completar ese letal golpe. Al ver su torso expuesto, Link inmediatamente siguió con un brutal doble cruzado para hacerlo retroceder y agravar todavía más esa grieta. Ya había hecho un agujero lo suficientemente grande para ver que se salía algo de la energía oscura, ese púrpura oscuro que todavía recordaba de sus encuentros con Cya y del portal de las almas. Un golpe directo allí tendría que bastar para terminar con él. Pero en vez de hacerlo, se apartó para dejarle a la joven regente los honores, permitirle a ella que fuese la que le diera literalmente la estocada final. Con la hoja de su florete resplandeciendo en energía sagrada, Zelda apuñaló al enemigo a través del agujero en su armadura con todas sus fuerzas.
- ¡ESTE ES TU FIN!
La princesa retiró su espada y se alejó para ver el fortuito resultado. La reacción provocada por el choque de energía sagrada y maligna dentro del enemigo hizo que se convulsionara. Dejó caer su hacha, cayó de rodillas y se desplomó, mientras se disolvía en una explosión de humo negro y blanco, dejando atrás la pesada armadura dorada totalmente vacía, y enviando una onda expansiva de energía a su alrededor. Link y Zelda trataron de cubrirse por instinto, pero esta los atravesó sin causarles daño alguno. La onda siguió expandiéndose, abarcando todo el interior del castillo, posteriormente a sus alrededores, hasta la ciudadela y más allá.
Instantáneamente, todos los Ferrus y Nudillos de Hierro, dentro y fuera del castillo sintieron los efectos de la destrucción del líder. Con él derrotado, la emisión de energía que los controlaba para mantenerlos en pie y hacerlos luchar cesó completamente. Cuando la onda de luz los atravesaba, sus formas físicas bajo las armaduras se disolvían en humo negro, y se desplomaban como marionetas a las que les cortaban los hilos, para sorpresa pero a la vez alivio de los caballeros que luchaban contra ellos. En el sendero que iba hacia el castillo, Midna vigilaba a Maripola mientras ella dejaba salir a sus mariposas curativas para que le ayudaran a Ruisu a reponer sus fuerzas. Ellos tres fueron los primeros en notar la onda de energía que salió del castillo y prosiguió hasta la ciudadela. En la plaza, Darunia, Garrett y Alexandre seguían peleando contra los que quedaban en pie, hasta que la onda los atravesó y se desplomaron frente a ellos. Por si las dudas, los tantearon un poco con sus armas en caso de que se les ocurriera volver a levantarse, pero no lo hicieron. Finalmente, afuera de la muralla, los Ferrus ballesteros también cesaron de disparar sus proyectiles explosivos, y justo a tiempo, para gran alivio de Zatyr, Ruto y Lana. La arquera se había quedado sin municiones, pues después de agotar sus flechas crepusculares, decidió utilizar la esfera de hielo para apoyar a la princesa Zora, que también estaba llegando a su límite con el Cetro de Hielo, aunque las flechas congelantes solo le servían para un objetivo a la vez y pronto se le agotaron, al igual que ella misma, ya sintiendo que la abandonaban las fuerzas. La hechicera tampoco estaba en mejor forma, mantener sus barreras mágicas cada vez le resultaba más y más difícil cuando alguno de los ballesteros lograba atravesar la línea de defensa de Ruto y Zatyr y disparar uno de sus proyectiles. Pero por fin, la pelea por el castillo al fin había terminado, y la victoria era de ellos.
De vuelta en la sala del trono, Link y la Princesa Zelda examinaron lo que quedó del Nudillo Dorado, tocándolo con sus espadas para estar seguros de que realmente estaba muerto, o algo así, ya que en realidad esa cosa nunca había sido un ser viviente, ni tampoco ninguno de los otros.
- ¿Qué sucedió? ¿Ya terminó todo? - preguntó Proxi, saliendo del bolsillo de Link al no seguir escuchando más ruido.
- Afirmativo. - respondió Fay, volviendo a su verdadera forma. - Con la destrucción del Nudillo Dorado, todas las demás tropas dentro y en los alrededores del castillo deberían cesar en breve.
- No fue un enemigo fácil, pero lo logramos. - comentó Link.
El joven héroe volvió a mirar el dorso de su mano izquierda. El resplandor de la Trifuerza del Valor se había apagado de nuevo. Igual que aquella vez, cuando los salvó a él y a Impa de morir calcinados por Volga, respondió cuando más lo necesitaba. Pero eso le preocupaba. El muchacho tenía un gran poder en su mano, pero no era capaz de utilizarlo bien, pues este solo respondía cuando él más lo necesitaba. Esto lo afligía en sobremanera, pues sentía que necesitaba ser más fuerte para poder tener una oportunidad de vencer a Cya.
- ¿Qué te sucede? - preguntó Zelda al notar su expresión.
- Mi fragmento de la Trifuerza... pude sentirlo de nuevo. - dijo Link. - Me prestó su poder en ese momento, cuando necesitaba más fuerza para poder contener al Nudillo Dorado.
- Sí, yo también pude sentirlo. - dijo Zelda.
- Fue igual que en el primer asedio. Despertó cuando más lo necesitaba, pero... rayos. ¿De qué sirve tener este poder si no puedo utilizarlo bien? - dijo con frustración.
- No te deprimas. Hace apenas un par de meses que despertó tu fragmento. - Zelda trató de calmarlo, juntando su mano con la de él. - A mí tampoco me resultó fácil aprender a utilizar el poder del mío; igual que contigo, a veces solo me respondía cuando más lo necesitaba.
- ¿Lo dices en serio?
- Es en serio. Mi fragmento despertó poco después de que cumplí los seis años. - confesó la princesa. - No hacía más que reaccionar a mis hechizos dándoles un incremento de poder inesperado, a veces con resultados impredecibles. Tuve que entrenar muy duro para poder dominarlo por completo, y poder utilizarlo cuando lo deseara.
Link miró fijamente a su princesa. No era un secreto para él ni para el resto del reino que Zelda poseía un gran talento en todas sus actividades, pero no era solo el talento lo que la hacía brillar. También era su esfuerzo, el duro trabajo que ponía en ello, y eso la hacía aún más admirable. Él había podido comprobarlo de primera mano durante aquellos meses que los dos entrenaron juntos.
- ¿Crees que... podrías enseñarme cómo hacerlo? - preguntó él tímidamente. - Quiero ser capaz de proteger a todos, y para ello necesito aprender a llamar este poder cuando lo desee.
- Será un placer para mí. - sonrió Zelda. - Pero mientras tanto, hay algo más que podemos hacer. ¿Me acompañas al santuario secreto?
Link se sorprendió. La última vez que visitó el santuario fue con Impa para conseguir algunas de las armas para él y el resto de sus amigos. Proxi y Fay parecieron captar el mensaje de que la princesa quería estar a solas con él mientras bajaban a ese lugar.
- Amo Link, iré a dar una vuelta por el castillo para cerciorarme de que todo se encuentra en orden. - dijo el espíritu de la Espada Divina.
- ¡Yo también! - agregó Proxi con entusiasmo. - Hagan lo que necesiten hacer, no se preocupen por nada.
Hecho esto, las dos salieron de la habitación, dejando a Link y Zelda a solas. Los dos caminaron hacia el trono. La princesa lo tomó de la mano, evidentemente quería que abrieran la entrada juntos. El sello reaccionó a la energía de los dos fragmentos de la Trifuerza, y el trono se desplazó para despejar el camino y revelar la escalera secreta que iba hacia el santuario. Por su expresión, claramente Zelda estaba muy feliz de poder entrar con él sin tener que cubrirle los ojos. Eso hacía que esta visita fuese todavía más especial para ella, para ambos, a pesar de las circunstancias.
Mientras atravesaban el pasillo, Link no podía evitar preguntarse qué era lo que Zelda quería hacer allí dentro. Sin embargo, caminar de la mano con ella era un placer al que jamás le haría ascos, especialmente porque ahora no tenía que estar guiándolo. Solo lo tomaba de la mano porque quería, y siendo que su mano se sentía suave y cálida como ninguna otra, estaba más que feliz de corresponderle.
Una vez adentro, Link pudo ver que el santuario seguía exactamente como él lo recordaba de su última visita, con todas las armas y objetos todavía descansando en sus lugares respectivos. Separándose de él, la princesa caminó hacia una de las urnas vacías, específicamente aquella donde estaban guardadas la lira de la Diosa Hylia y la ocarina que ahora se encontraba dentro de la alforja de Link. La princesa materializó de la nada su instrumento, haciéndolo aparecer en sus manos, y con mucho cuidado volvió a colocarlo en su lugar de descanso.
- Me ha servido bien, pero es tiempo de devolverla a su lugar. - dijo Zelda. En efecto, le había sido muy útil mientras estaba disfrazada como Sheik, pero ya no la necesitaría, al menos por ahora. - Link, ¿todavía tienes contigo la Ocarina del Tiempo?
- ¿La Ocarina del Tiempo?
El muchacho inmediatamente registró su alforja en busca del susodicho instrumento, y finalmente la extrajo. La había estado guardando desde que partieron por primera vez para tratar de encontrarla. La princesa sonrió complacida de ver que la había cuidado bien, tal como ella lo esperaba.
- La Comandante dijo que tal vez tú querrías que yo la tuviera. - dijo Link. - No entendí por qué, pero... algo en mí me dijo que tenía que llevarla conmigo.
- Y no te equivocaste. Sigue guardándola, pues pronto la necesitarás. - dijo Zelda. - Pero además de eso, hay algo más aquí para ti.
Mientras Link volvía a poner la ocarina azul en su alforja, la princesa se dirigió hacia otra de las urnas, específicamente aquella que contenía en su interior aquel gran escudo de color azul que llamó la atención del joven durante su primera visita. La abrió para extraerlo y caminó de regreso hacia él. Aunque no dijera nada, esa cálida sonrisa y la mirada en sus ojos hablaban por sí solas.
- ¿Es broma? ¿Me lo das a mí? - Link no podía creerlo.
- Entiendo que perdiste tu escudo durante tu viaje al pasado. - dijo Zelda. - Necesitas un reemplazo apropiado, y no podrás encontrar uno mejor que este.
- ¿Estás segura? - preguntó Link.
- El Escudo Hylian ha sido utilizado por varias generaciones de héroes antes que tú, y la familia real lo ha resguardado hasta que sea el momento de pasar a las manos de su próximo portador. - dijo Zelda con determinación. - Y ese momento ha llegado. Los enemigos que nos esperan serán mucho más difíciles, y necesitarás una mayor protección que antes.
Link se quedó contemplando el escudo que estaba frente a él, en las manos de la princesa. Ciertamente, cuando lo vio por primera vez se sintió atraído hacia él, y tal vez en parte deseoso de poder utilizarlo, pero en aquel momento ya tenía su propio escudo, y este le había servido bastante bien, hasta aquel fatídico duelo con el señor de los demonios, que se lo destruyó. La doble empuñadura con Fay había sido un excelente sustituto temporal, pero ya se sentía con ganas de poder volver a su estilo habitual de escudo y espada. No obstante, todavía no se sentía al 100% seguro de ser digno de llevar el título del héroe legendario, menos aún llevar consigo y usar un objeto que era el vivo legado de sus antecesores. Finalmente decidió aceptar llevar el valioso escudo, pero solo como una especie de "préstamo", hasta que la guerra hubiese terminado.
- Muchas gracias. Le daré un buen uso, lo prometo. - aseguró Link.
- Estoy segura de ello. - sonrió Zelda. - De acuerdo, es tiempo de volver con los otros.
- Aguarda, una última cosa. - dijo Link.
Antes de marcharse, Link volvió a sacar algo más de su alforja. Todavía plegado en su forma de vara extrajo el Cetro de Fuego, que le había sido devuelto por Alexandre luego de que el lancero hubiese encontrado un arma más apropiada en la lanza de Volga. Igual que Zelda con la lira, a pesar de que les había sido de gran ayuda, parecía lo más justo devolverlo a su lugar de descanso ahora que no había más nadie que lo necesitara o pudiera utilizarlo, aparte de que ya contaban con más que suficientes armas que utilizaran el fuego. Con el cetro de nuevo reposando en su urna de cristal, Link le dijo a Zelda que ya estaba listo para volver con los otros. La pareja regresó por el pasillo de vuelta a la sala del trono, y cerraron el pasaje de nuevo. No les quedaba más por hacer excepto comprobar con sus propios ojos el éxito de su misión, y prepararse para su siguiente plan.
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Al atardecer...
Con el ejército de metal yaciendo como poco más que un montón de pilas de chatarra inútil alrededor de la ciudadela y en el castillo, los soldados comenzaron a moverse para limpiar el desastre. Lo primordial era poder mover los cadáveres de sus camaradas caídos, y ya que no tenían suficiente tiempo para sepultarlos a todos ese mismo día, ni mucho menos para hacerles lápidas o conseguirles ataúdes, algunos sugirieron enterrarlos utilizando sus armas a modo de tumbas simbólicas, como prueba de su existencia y un recordatorio para todos los que seguían allí del sacrificio que hicieron, y que todos los demás estarían dispuestos a hacer. La Princesa prometió que una vez que la guerra terminara, erigiría un monumento en su memoria con los nombres de todos y cada uno de ellos. Era lo mejor que podía hacer para agradecérselos.
Los miembros de la Legión de Link aprovecharon una vez que las cosas estuvieron tranquilas para intercambiar sus relatos de lo que cada uno de ellos hizo durante esa batalla. Se sentían muy extraños de estar de nuevo en sus viejos cuarteles de reclutas, pues con los que salieron heridos durante la batalla, prefirieron cederles los suyos para que pudiesen estar más cómodos. Esa noche se habían ganado un largo y merecido descanso.
- Es extraño, ¿no les parece? - comentó Ruisu. - Apenas hace dos años desde la última vez que estuvimos aquí.
- Todavía lo recuerdo. - dijo Alexandre. - El primer día que todos nos reunimos al ser asignados en el onceavo escuadrón de reclutas.
- Esos días se sienten muy lejanos ahora. - continuó Zatyr. - Quiero decir, ¿realmente han pasado dos años desde entonces?
- Un poco menos, de hecho, ¿pero quién cuenta? - dijo Alexandre. - De cualquier manera, no me esperaba que estuviésemos peleando en una guerra por el destino del reino apenas un año después de que nos hubiesen promovido a caballeros.
- Ninguno de nosotros se lo esperaba. - Garrett negó con la cabeza estando de acuerdo.
- Pero el punto es que lo estamos. - dijo Ruisu. - Y hoy pudimos ver los resultados con nuestros propios ojos. Ya no estamos entrenando. Esto es real.
Todos entendieron a lo que se refería el espadachín. Estaban allá afuera, luchando por sus vidas, y aunque lograron su objetivo, ninguno de ellos podría borrar de su memoria la imagen que tuvieron al atravesar las puertas para entrar a la ciudadela. Los cadáveres de los soldados que cayeron defendiendo el castillo. Muchos de ellos habían sido reclutas que entraron al mismo tiempo que ellos, y otros tantos apenas habían terminado su entrenamiento solo unos meses antes, y nunca antes habían estado en un combate real. No sabían si sentirse afortunados o culpables, ante el pensamiento de que podrían haber sido ellos, de no ser porque, por azares de la suerte u obra del destino, los habían elegido a ellos para la misión de ir a buscar a la princesa y se les permitió utilizar las armas que ahora llevaban consigo, otrora utilizadas por los héroes de las leyendas. Eso, y los aliados que habían ganado eran las únicas razones de que ellos todavía siguieran con vida.
- Oigan, discúlpenme. - escucharon de pronto la voz de Lana.
La legión se dio la vuelta al ver a la hechicera aproximándose. Igual que ellos, también se veía agotada, pero claramente se esforzaba por mantener ese semblante optimista que la caracterizaba. No quería agregar más preocupaciones.
- Lana, ¿qué hay de nuevo? - dijo Zatyr. - ¿Podemos ayudarte en algo?
- Me preguntaba si alguno de ustedes ha visto a Link o a la Princesa Zelda. - replicó Lana. - Necesito discutir con ellos algunas cosas importantes.
- ¿No están en la sala de guerra? - preguntó Ruisu.
- Ahora que lo pienso, después de la reunión, creí escuchar a Link decir algo de que iría "al viejo sitio de entrenamiento". - dijo Alexandre.
- ¿Sitio de entrenamiento? - Lana no entendía.
- Ah, ¿no te lo contamos? - dijo Ruisu. - Durante nuestro tiempo como reclutas, Link hizo un entrenamiento especial con la Princesa Zelda y la Comandante Impa. En los jardines del castillo hay un terreno que la Comandante utiliza casi exclusivamente. Allí era donde solían entrenar los fines de semana.
- ¿Podrían decirme dónde es? - preguntó la hechicera. Aunque su tono no lo denotaba, en su mirada se podía ver que tenía mucha prisa.
- Desde el jardín central, solo tienes que tomar el pasaje que va hacia el ala noroeste. - dijo Zatyr. - Pero la Comandante siempre nos ha dicho que esa es su zona privada para entrenar y está fuera de los límites a menos que le pidamos permiso.
- No se preocupen, lo tendré en mente, gracias. - dijo la hechicera, pero antes de marcharse se dio la vuelta para mirar a Ruisu. - Por cierto, ¿ya te sientes mejor, Ruisu?
- Sí, ¿por qué no iba a estarlo? Gracias a ti y Maripola estoy como nuevo. - aseguró el muchacho, alzando los puños en señal de que estaba lleno de energía.
- Como digas. Solo quiero estar segura. Lo que haya sido eso, intenta no esforzarte más de la cuenta, ¿de acuerdo?
Dicho esto, la hechicera peliazul giró sobre sus pies y se dirigió hacia donde le indicaron. En su prisa, no pudo notar la ligera sonrisa que cruzó por el rostro del espadachín pelinegro, ante la evidente preocupación que demostraba Lana por su bienestar. Y afortunadamente para él, gracias a estar en un cuarto poco iluminado, tampoco notaron que se había sonrojado ligeramente por este hecho.
Lana llegó hasta el sitio que el grupo le había indicado, encontrando a la pareja sentada en uno de los asientos, tomados de la mano y con sus cabezas juntas una con la otra, mientras una autentica y sutil sonrisa se les dibujaba en los labios. Luego de unos segundos, la hechicera se dio que empezaban a conversar, y sin estar muy segura del motivo, no pudo evitar empezar a escucharlos.
- ¿Por qué estás tan callada? - preguntó Link con una sonrisa.
- Por el mismo motivo que tú, hace solo unos segundos. - respondió Zelda.
- ¿Y cómo sabes que pensaba en algo?
- Porque lo percibo. Estabas recordando nuestros entrenamientos. - dijo Zelda. - Todos esos momentos que compartimos.
- Así es, eso recordaba. - respondió el rubio. - No niego que instruirte era satisfactorio, pero creo que en el fondo más esperaba el final del entrenamiento para sentarnos a conversar... a conocernos.
- Lo sé, yo también esperaba eso. Siempre rogaba que el entrenamiento terminase pronto.
La pareja levantó la cabeza para mirarse el uno al otro. Se sentían encantados de saber que incluso en los pensamientos siempre estaba alineados. Nunca se habían sentido tan cómodos como ese instante que estaban compartiendo, pues habían recuperado el lugar que no solo era el hogar de ambos, sino donde construyeron hermosos recuerdos que aún seguían perpetuos en su mente y corazón. Lucharían juntos siempre para seguir elaborando más situaciones como esas a futuro, siendo ese camino el vencer a su peor enemiga.
- Pronto tendremos que enfrenarnos a Cya. - dijo Link. - Es extraño, al inicio de todo esto me sentía realmente asustado, perplejo y confundido. Y cuando la tuve frente a mí, sin saber cómo iba a derrotarla... solo me cuestionaba si yo era la persona correcta para semejante hazaña.
La princesa miró a su héroe, se notaba algo melancólico. A pesar de todo lo sucedido, de todo lo que había logrado, todavía no se sentía digno de ser considerado como el sucesor de los héroes de las leyendas. Eso la hizo sobrecogerse un poco, pues no le gustaba nada verlo así.
- Para ser sincero, aún no estoy seguro de si realmente merezco llevar el título del héroe legendario. - prosiguió, e inmediatamente recuperó sus ánimos. - Pero después de hoy, hay algo de lo que sí estoy seguro. Pasaría por todo esto una y mil veces con tal de tenerte a mi lado. Sé que mi deber es con el reino, y tengo toda la intención de mantener ese juramento... pero tú eres la persona a quien más deseo proteger.
- Link...
El joven no permitió que su amada dijera nada más, pues dejándose llevar por lo que sentía, atrapó sus labios con un profundo y apasionado beso, acercándola más a él para rodearla por completo en sus brazos, sentir más cerca. Zelda se perdió junto a él en aquella sensación, deleitándose con aquella caricia que cada vez añoraba recibirla más, que cada vez la encantaba.
Mientras la joven pareja daba rienda suelta a sus sentimientos, ninguno de ellos se dio cuenta de que había alguien más observándolos. Igual que antes, tantas veces, Lana ahora veía con sus propios ojos como florecía el amor entre el héroe y la princesa. Esta vez ni siquiera se esforzó por retener sus lágrimas, porque a pesar de todo, ya no sentía dolor, envidia, rabia o tristeza por verlos. En lugar de eso, le sobrevino una extraña sensación de bienestar. ¿Por qué, si de nuevo quedaba sellado el destino de esas dos almas, y con ello el de sus sentimientos por el héroe, a no ser correspondidos nunca? Tal vez era porque se alegraba por ellos. El sentimiento que los unía era genuino, y merecían estar juntos. Ni ella ni nadie más tenían derecho de arrebatarles esa felicidad.
- Cya... cueste lo que cueste... voy a detenerte. - dijo Lana. - El héroe tomó su decisión... y yo he tomado la mía.
Su contraparte ya había causado mucho daño. Con una nueva determinación, Lana juró que protegería el amor de Link y la Princesa Zelda hasta las últimas consecuencias. Era lo mejor que podía hacer, para honrar esos sentimientos que tuvo, si alguna vez fueron reales.
Esta historia continuará...
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