Capítulo 12: Reconquista Parte I
"Con el Portal de las Almas sellado en cada una de las eras, Link y sus aliados regresaron al presente, para reunirse nuevamente, trayendo consigo a nuevos y valiosos aliados para su cruzada. Sheik finalmente se había revelado como Zelda, logrando aliviar las preocupaciones de todos sobre su paradero.
Mientras tanto, Ganondorf, el Rey Maligno, consiguió reunir de nuevo tres de los fragmentos de su espíritu, y recuperar su cuerpo físico. Decidió que era el momento de abandonar el cuerpo de Cya, ahora que ya le había terminado su utilidad, para reclamar el fragmento de la Trifuerza que antes le había pertenecido. Pero la hechicera, determinada a no caer sin pelear, en un movimiento de desesperación, envió los fragmentos del Valor y la Sabiduría de vuelta con sus portadores legítimos, y utilizó el del Poder para volver a aprisionar a Ganondorf. Libre de su influencia, pero irrevocablemente corrompida, Cya renovó su determinación por hacer suyo al héroe legendario a toda costa.
Con los fragmentos de la Trifuerza de nuevo en sus manos, Link y Zelda saben que es señal de que pronto tendrán una oportunidad de dar el golpe decisivo. Pero antes de iniciar el ataque final contra Cya, el ejército hyruleano ha decidido planear una estrategia para retomar su castillo. De nuevo con su regente a la cabeza, las fuerzas de Hyrule pronto marcharán hacia las murallas exteriores de la ciudadela, determinados a recuperar su hogar..."
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Bosques de Farone...
Al día siguiente del regreso de los héroes desde el pasado, la Princesa Zelda ordenó que se reuniera el consejo de guerra para decidir lo que harían a continuación. Ahora que tanto Link como Zelda habían recuperado los fragmentos que les fueron arrebatados, parecía ser una señal de que era el momento perfecto para iniciar su contraataque.
Sin embargo, la impactante revelación de los verdaderos orígenes de Lana, y su relación con Cya ameritó que primero se discutiera qué hacer respecto a esto. Aunque muchos eran de la opinión que Lana los había ayudado enormemente y eso era incuestionable, independientemente de que ocultase algunos de sus motivos, otros consideraban que debía haberles dicho toda la verdad desde el principio y se sentían muy decepcionados de ella. En aquel momento, Zelda, Link y el resto de los altos mandos del ejército se encontraban reunidos para tomar una decisión.
Mientras el resto de sus compañeros deliberaba sobre la actual situación, la hechicera blanca decidió permanecer al margen, pues todavía "aguardaba su sentencia". Pese a que se había dicho a sí misma que, fuese cual fuese la decisión que tomaran respecto a ella, la aceptaría, no podía evitar sentirse muy mal consigo misma.
Aunque desde cierto punto de vista no les hubiese mentido, eso no cambiaba el hecho de que no les había dicho toda la verdad respecto a ella y Cya, omitiendo los detalles más importantes. La reacción era de esperarse: a todos ellos, la revelación de que las dos en realidad una vez fueron una misma persona les cayó como una bomba. Y sabiendo eso, no era difícil deducir del por qué Lana parecía saber tanto sobre Cya, pues ella había estado allí todo ese tiempo, al menos, hasta que las dos se separaron. La gran pregunta era el "cómo" fue que sucedió, y aunque ella no estaba segura de querer revivir ese episodio, sabía que tendría que llegar a ello, tarde o temprano.
- Tarde o temprano... - repitió para sí misma. - Es lo que me he estado diciendo todo este tiempo. *Suspiro* ¿Por qué simplemente no fui totalmente honesta desde el principio?
No llevaba mucho tiempo con ellos, pero a pesar de eso, había llegado a apreciarlos mucho. Ellos no eran solo sus aliados y compañeros de armas, eran sus amigos. Amigos... casi había olvidado el significado de esa palabra. Todo ese tiempo, aislada del contacto con el mundo, cuando de pronto, toda su atención se centró en una sola persona, en el espíritu del héroe legendario, le hizo olvidarse de todas las demás personas. En aquel momento, solo él importaba...
Y entonces, cuando se separó de Cya, y se encontró a sí misma sola y perdida en medio de la nada, fue que tomó total conciencia de su error. Pero ya era demasiado tarde, el daño ya estaba hecho, y tenía que corregirlo. Pronto se dio cuenta de que no podría hacerlo sola, así que buscó ayuda. Y la consiguió, más de la que podría haber esperado. ¿Qué no habría dado antes por poder conocer al héroe legendario, y tener el privilegio de luchar a su lado? Pero Link no estaba solo. Tenía amigos y compañeros que lo apoyaban, y que estaban dispuestos a dar la vida por él, y por cualquier otro que fuese importante para ellos. ¿Acaso eso la incluiría a ella? ¿Sería lo bastante importante para que ellos hicieran el máximo sacrificio? No, esa no era la pregunta real. La verdadera interrogante que la atormentaba era si ELLA estaría dispuesta a sacrificarlo todo por ellos. Ahora la respuesta tal vez parecería muy obvia, pero antes, cuando ella y Cya aún eran una sola persona...
- Lana. - La voz de Ruisu interrumpió sus pensamientos. La joven hechicera se tomó su tiempo para recuperar el control antes de encararlo.
- Ruisu. - le dijo, intentando mantener una expresión lo más neutral posible. - ¿Ya... terminaron de hacer la deliberación?
- A decir verdad, no. - confesó el espadachín. - Lo que sucedió fue que... me salí de la discusión. No creo que pudiese ser lo suficientemente... imparcial en ese debate.
- Ya veo... - dijo Lana, desviando la mirada ligeramente. Algo en ella le hacía muy difícil mirar a Ruisu de frente en aquel momento, y no estaba muy segura del por qué. Después de un incómodo silencio, Ruisu decidió continuar.
- Lana... acerca de lo que dije en aquel momento... cuando peleamos con Cya... te aseguro que yo no...
- No tienes que disculparte. - lo detuvo Lana. - Nada de lo que dijiste es mentira. Estaba encerrada en mi pequeño mundo, sin que nada, ni nadie más me importase. Y antes de que digas que "esa no eras tú, era Cya", permíteme recordártelo. Yo SOY Cya. O al menos, fui parte de ella alguna vez. Así que por eso la conozco mejor que nadie, porque me conozco a mí misma.
Ruisu no pudo decir nada para refutar eso. Lana tomó ese silencio como una respuesta, para poder proseguir y dejar salir todo lo que tenía. Tal vez podía hacerlo con él, mientras aún confiase en ella. No podría culparlo si dejase de hacerlo después de eso.
- Todo lo que Cya está haciendo, lo que siente... es solo una manifestación de esos deseos prohibidos que guardaba en lo más profundo de mi corazón. Tal vez ya no los tenga ahora, pero sí los tuve, sé que estaban allí. Reprimidos, luchando por salir a la superficie. Sabía que tenía que detenerla, pero pronto me di cuenta de que no podía hacerlo yo sola. Y entonces... los conocí a todos ustedes. Tenerlos como aliados era una cosa, pero... nunca creí que, llegaría a verlos como algo más que eso... como mis amigos. No merezco eso.
- Eso no es verdad. Has hecho mucho por nosotros. - dijo Ruisu, recobrando de pronto su aplomo.
- ¡Pero no les dije toda la verdad! - dijo Lana. - No les dije lo más importante. Que todo esto sucedió porque fui demasiado débil. Porque no pude impedir que... que Cya cayera en la oscuridad.
- Lana, ¿sabes por qué hemos logrado llegar tan lejos? - dijo Ruisu. - No es porque tengamos poderes especiales o armas legendarias. Es porque estamos juntos. Nos tenemos unos a otros para cuidarnos las espaldas, ayudarnos cuando sea necesario y salir adelante.
- Sí, lo sé. Pero eso no tiene nada que ver con...
- Sí tiene mucho que ver. - Esta vez fue Ruisu quien interrumpió. - Tú, Cya, o quienquiera que fuese esa persona que eran las dos anteriormente, estaba completamente sola. Cuando estamos solos, somos vulnerables, más susceptibles a tomar malos caminos. Lo que sea que Cya esté haciendo, la culpa no es solo tuya, que quede claro.
- Eso no cambia el hecho de lo que les oculté a todos. - dijo la hechicera. - No puedo culparlos si ya no confían en mí.
- Tenías miedo, ¿recuerdas? - dijo Ruisu. - No hay por qué avergonzarse. Cualquiera lo tendría.
Lana quiso decir algo como que "no podía permitirse tener miedo" pero las palabras se le perdieron antes de salir de sus labios. Cuando era la guardiana de la Trifuerza jamás hubiera permitido que esas emociones nublaran su juicio. Pero eso no quería decir que no estuvieran allí. Solo las había mantenido bajo control, hasta ese fatídico día.
- Escucha, tal vez ahora no es el mejor momento para decir esto, pero quiero que sepas que, sin importar lo que decidan los otros, o el pasado, o los secretos que nos hayas guardado, yo pienso que eres una chica increíble. Y eso no va a cambiar tan fácilmente. En lo que a mí concierne... si Cya está tan corrompida como dijiste, tú ya no merecías ser parte de ella.
Y sin decir más, el joven espadachín dio media vuelta y regresó con el resto del grupo, dejando a la hechicera con sus pensamientos. Lana se puso la mano en el pecho, sin dejar de pensar en lo que Ruisu le acababa de decir. ¿Ya no merecía ser parte de Cya? A pesar de la revelación, él continuaba refiriéndose a ellas como si fuesen entidades totalmente diferentes. Y sin estar muy segura del por qué, eso la hizo sentirse mejor. Aunque fuese solo una sola persona, era reconfortante saber que al menos alguien todavía le tenía algún aprecio a pesar de todo.
Ruisu, entretanto, se fue a la casa que estaban ocupando en ese momento, al abrir la puerta se encontró de vuelta en la reunión. Sentados alrededor de una mesa se encontraban la Princesa Zelda, Link, y los dos Sheikahs. Por el resto de la habitación estaban además sus "invitados" del pasado, y el resto de los miembros de la Legión de Link, en ese momento sin intervenir, pero escuchando con atención.
- ¿Me perdí de algo? - susurró Ruisu, hablando con Alexandre.
- No mucho, en realidad. Creo que ya están por terminar. - dijo el lancero. Con esto, el pelinegro tomó asiento junto a su compañero. Tal como lo dijo Alexandre, la discusión estaba por llegar a su punto culminante.
- Princesa, ¿está segura de esto? - preguntaba Impa. - ¿Le parece prudente que confiemos tan fácilmente en Lana?
- Estoy segura. - dijo la princesa. - Sin importar sus orígenes, eso no cambia el hecho de que sin su ayuda jamás hubiésemos podido llegar hasta este punto.
- Concuerdo. - agregó Link. - De no ser por Lana y sus poderes, jamás hubiésemos podido sellar los portales en el pasado.
- Aunque así sea, es muy grave que nos haya ocultado estos detalles tan importantes. - puntualizó Impa. - Sabía mucho más de lo que nos estaba diciendo. ¿Cómo sabemos que nos está diciendo la verdad ahora?
- En su defensa, Lana no nos ha dado razones para dudar. - dijo Zelda. - Esta guerra es un asunto tan personal para ella como para el resto de nosotros, tal vez aún más, y sus acciones hasta ahora solo han estado orientadas a ayudarnos y detener a Cya a toda costa. Además... si nos lo hubiese dicho antes, ¿alguno de ustedes le hubiese creído?
Silencio total. La comandante Sheikah no pudo dar ni una respuesta simple, pues aunque fuese cierto, no estaba segura de que podría creérselo cuando la conocieron. Incluso, ninguno de ellos tenía manera de saber con certeza de confirmar el relato de Lana. La única prueba que tenían era solo el hecho de que los que pelearon contra Cya la vieron perder su máscara y que debajo de ella tenía el mismo rostro que Lana.
- Impa, me parece que la Princesa tiene mucha razón. - dijo Azael. - Quizás no lo hayamos visto de primera mano, pero... ¿crees que Ruisu y Zatyr tendrían razones para mentir de lo que vieron en el pasado?
- Hmm... no, supongo que no. - dijo Impa.
- Mi decisión se mantiene. - concluyó Zelda. - Hasta que detengamos a Cya, necesitaremos toda la ayuda posible, y eso incluye la de Lana. Tenemos que tener claro quién es nuestra enemiga aquí, no podemos permitir que la discordia se apodere de nosotros.
Nadie se atrevía a cuestionar las palabras de la princesa. La razón de dejar la decisión final en manos de Zelda se debía a que, a pesar de su edad, tenía un excelente criterio para juzgar a las personas, aunque en ocasiones, Impa creía que se aferraba demasiado a creer lo mejor de los demás. Sin embargo, ella tampoco le llevaba la contraria, pues nunca se había equivocado. Además, de un modo u otro, hasta ella reconocía el valor de la ayuda que les había dado la joven hechicera y tampoco quería parecer ingrata. Apoyaría a su protegida sin poner pretexto alguno.
Con el veredicto decidido, la princesa declaró la reunión concluida. Entre los presentes, Ruisu sintió un gran alivio de que no hubiesen elegido exiliar a Lana o algo peor. La Princesa decidió irse con Impa y Azael para informarle personalmente cuando Ruisu le dijo dónde estaba la hechicera, mientras cada quién se iba por su lado a entrenar o a atender sus asuntos personales. En particular, Link y Alexandre estaban ansiosos de ver a Epona y Shadow respectivamente, lamentando haber tenido que dejarlos atrás cuando se fueron al pasado. Los soldados los habían cuidado bien, aunque algunos se quejaron de lo difícil que se les hacía alimentarlos, particularmente a la yegua, que tendía a ser la más salvaje de los dos.
La princesa y los Sheikahs no tardaron mucho en encontrar a la joven hechicera. Se les hacía bastante extraño y a la vez algo perturbador verla con su semblante tan decaído, incluso tal vez casi al punto de lágrimas, al estar acostumbrados a verla tan alegre y animada desde que la conocieron. Por supuesto, no era para sorprenderse. Al verla, Impa y Azael, con todo y el hecho de que aún tenían en la cabeza que Lana les hubiese ocultado cosas, no pudieron evitar sentir algo de compasión por ella, al entender que su anterior apariencia sonriente era quizás su manera de lidiar con todo lo que le había sucedido y sobrellevar su dolor interior. Y eso les hizo darse cuenta de algo más, no solo era que ellos necesitaran su ayuda, sino que en este momento ella también necesitaba de ellos, de su apoyo. Tal vez esa era la mayor razón de que Zelda estuviese tan dispuesta a dejarla permanecer con ellos.
- Princesa. - dijo Lana al verlos. - Imagino que... ya habrán tomado su decisión.
- Así es. - respondió la regente. - Lamentamos la tardanza, pero te tengo buenas noticias. Después de considerar todo lo que has hecho por nosotros, el consenso general es que te permitiremos seguir en nuestras filas.
La hechicera no pudo evitar sentir una gran dicha al escuchar estas palabras, aunque su sonrisa se apagó un poco al ver los semblantes severos de Impa y Azael, quienes claramente no la habían perdonado por completo. Por fortuna, los dos parecieron darse cuenta de esto y decidieron decir algo para evitar que se sintiera peor.
- Aunque sigo creyendo que deberías habernos dicho la verdad desde el principio, puedo entender, al menos en parte por qué lo hiciste. - dijo Impa. - Comprendo que todo esto debió ser particularmente difícil para ti, y realmente necesitamos de tu ayuda.
- Esperamos que no creas que no apreciamos todo lo que nos has ayudado hasta ahora. - agregó Azael. - Eres una de los nuestros, y al menos hasta que todo esto haya terminado, todos nosotros contaremos contigo.
- No los decepcionaré, se los prometo. - dijo Lana, ya al menos sintiéndose un poco más aliviada. - Gracias, muchas gracias.
- Agradécelo a la princesa. - dijo Impa. - La decisión final descansaba en ella, después de todo. Confiamos en ella, y si ella confía en ti, también nosotros lo haremos.
Lana simplemente no pudo decir nada más. Era claro que no todos la habían perdonado tan fácilmente por guardarse sus secretos, pero al menos estaban dándole una oportunidad de probarse a sí misma y demostrarles a todos que era digna de su confianza. Siendo así, no podía decepcionarlos.
- Si ya todo está resuelto, es mejor que vuelvas con nosotros. - dijo Azael. - Tenemos que prepararnos para partir.
- Adelántense. - dijo la princesa. - Hay algunas cosas más que me gustaría discutir con Lana, en privado.
- ¿Está segura? ¿Le parece prudente? - preguntó Azael.
- Puedo confiar plenamente en que Lana no atentará contra mi vida, se los seguro. - dijo la regente sonriendo.
A pesar de la madurez de la joven, Impa sabía que Zelda ocasionalmente podía dejar salir su particular sentido del humor como una manera de permanecer optimista y aliviar la tensión. Aunque por fuera pudiera parecerlo, nunca tomaba la situación a la ligera. Captando el mensaje, los dos Sheikahs se marcharon para que la princesa pudiese conversar a gusto con la hechicera. Esta última por supuesto todavía estaba algo intrigada, ¿qué podría querer conversar con ella, en privado? Sin embargo, tenía una pequeña corazonada, seguramente se trataba de sus sentimientos (y los de Cya) respecto a Link, y no se equivocó.
- Lana... ¿aún albergas sentimientos por Link? - preguntó la princesa directamente. La hechicera desvió la mirada, avergonzada. La princesa se dio cuenta que tal vez fue demasiado directa con la pregunta y trató de corregir su error. - Primero que nada, quiero que sepas que no estoy juzgándote ni pienso reprocharte por nada. Solo te pido que seas sincera, conmigo, y contigo misma.
- Princesa... en este momento no estoy segura. - dijo Lana, una vez que pudo articular una respuesta honesta. - Cuando Cya y yo nos separamos, conservé mis recuerdos hasta el punto en que las dos éramos una sola. Pero aunque tuviéramos los mismos sentimientos, puedo asumir que cada una de nosotras solo conservó ciertos aspectos de ellos.
- Y según tú, ¿cuáles eran esos aspectos? - preguntó Zelda.
- En mi caso, al menos, la admiración por el héroe legendario. - respondió Lana. - Y a decir verdad, creo que cualquier sentimiento que tenga hacia él ahora, tal vez estaba fundado en eso. Empecé a pensar... ¿qué tanto lo conozco realmente? ¿Qué tanto sé, no sobre el héroe legendario, sino del hombre detrás de él, el verdadero Link?
- ¿Y encontraste tu respuesta?
- Sí. Y me avergüenza decir que no mucho, en realidad. - admitió Lana. - Al menos en ese tiempo, cuando Cya y yo éramos una sola, todo lo que sabíamos del héroe eran sus hazañas, las batallas que libró, las pruebas que superó para derrotar al mal. Era como... como si no tuviese una vida más allá de eso.
Zelda miró a la joven hechicera con compasión. Tanto tiempo de estar sola, tal vez simplemente cayó presa de la desesperación por desear un poco de afecto. Y confundió la admiración por el héroe legendario con amor, y de allí surgieron sus deseos. Si no fuese por todo lo que había hecho, también podría haber sentido la misma lástima por Cya.
- Pero usted no lo conoció de esa manera, ¿verdad? - dijo Lana, después de sentirse con ganas de continuar. - Usted no lo conoció como el héroe legendario. Estoy segura de que usted sabe mucho más de él. De la persona que es realmente.
- Sí, hemos intercambiado relatos frecuentemente, él me ha contado mucho de sí mismo, de su familia y de dónde viene. - dijo Zelda. - Tal vez no tengamos mucho tiempo de conocernos, poco menos de dos años, pero debo admitir que ese tiempo, por corto que haya sido, ha sido quizás el más feliz de mi vida.
- Usted lo quiere mucho, ¿verdad? - sonrió Lana. Zelda se sorprendió un poco por lo directa, pero no se molestó en contradecirla, menos cuando prosiguió. - Puedo verlo, y por la forma en que habla de él, usted atesora mucho esos recuerdos en su corazón.
- Sí, tienes toda la razón. - reconoció Zelda. - Desde niña, para ser honesta, nunca tuve muchos amigos de mi edad. Y durante años, he tenido que proyectar ante todos la imagen de una mujer fuerte, fría y distante. Pero con Link es diferente. Con él puedo ser más abierta, ser yo misma. Aunque también tuve que hacer un esfuerzo para que él se abriera más conmigo, pero hemos compartido mucho en todo este tiempo.
- Me alegro por ustedes. - dijo Lana. - De todos modos, eso confirma lo que acabo de decirle. Yo... es decir Cya... ninguna de nosotras se tomó el tiempo para conocer verdaderamente a Link. Y si no lo conocemos, no podemos amarlo realmente.
- Entonces, Cya...
- Está tan inmersa en su obsesión que no se da cuenta. Tal vez aún crea que lo que siente es amor, pero está equivocada. Y si yo no puedo amar a Link como él se merece, sin duda ella tampoco podrá. - dijo la hechicera con determinación. - Es por eso que quiero detenerla, a toda costa. No pude hacerlo antes yo sola, por eso espero que todos puedan ayudarme. Especialmente usted, Princesa. Ahora comprendo realmente la clase de hombre que es Link, y que solo usted puede amarlo como él se merece.
Antes de la noche anterior, Zelda se hubiese avergonzado enormemente ante semejante sugerencia, pero no tenía sentido ahora, y menos ante Lana, que habría visto la historia entre ella y su amado repetirse tantas veces que ya sabía perfectamente lo que ocurriría.
- Princesa, hay una cosa más. - dijo Lana. - Lo que sea que Cya esté sintiendo ahora, cualquier sentimiento de envidia y resentimiento... quiero que sepa que aunque no los tengo ahora, en algún momento sí los tuve, no me molestaré en negarlo, y me siento muy avergonzada conmigo misma por ello. Espero con toda sinceridad que haya en su corazón perdón para mí algún día.
- Lana, no tengo nada que perdonarte. - aseguró Zelda. - No has hecho nada para agredirme a mí ni a nadie más. Y en cuanto a que hayas tenido esos sentimientos hacia mí... te admiro porque tuviste la fuerza de no actuar en ellos, en lugar de dejar que te dominaran como a Cya.
Lana se sorprendió ante estas palabras. ¿La princesa diciéndole que era fuerte? Todo ese tiempo, se había considerado a sí misma demasiado débil por no haber podido impedir que Cya cayera en la oscuridad, y ahora Zelda le decía que era lo contrario. Más todavía, no le guardaba rencor alguno por tener sentimientos hacia Link. Sintió como si se hubiese sacado una enorme espina de su pecho, un dolor que la atormentaba constantemente y que por fin se había ido, y no pudo evitar sonreír de manera genuina por primera vez en varios días.
- ¿Te sientes mejor ahora? - preguntó la princesa al ver su expresión.
- De hecho sí. Muchas gracias, de verdad me ayudó mucho. - dijo Lana con viva gratitud.
- Me alegro de que haya sido así. - dijo Zelda. - Ahora que ya estás mejor, ¿te sientes en forma para que emprendamos nuestro viaje?
- Por supuesto. - dijo recobrando su semblante usual. - ¡Pongámonos en marcha!
Habiendo logrado sacar de su depresión a Lana, las dos se dirigieron de vuelta al campamento. Para estas alturas ya seguramente todos estarían listos para partir. La siguiente parada sería el castillo de Hyrule, y la hechicera se aseguraría de dar su mejor esfuerzo para ayudar a la princesa a recuperar su hogar. Le devolvería con creces toda esa amabilidad que le había demostrado, aunque no fuese digna de ella.
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Praderas de Hyrule, varios días después...
El ejército hyruleano marchaba con paso firme de regreso a su base principal. A pesar de haber encontrado algo de resistencia por el camino, las escaramuzas fueron pocas y contra enemigos débiles y fáciles de derrotar, más con la ayuda extra que ahora traían consigo. El castillo ya no estaba lejos, y pronto podrían iniciar el asalto para recuperarlo, expulsar a los invasores que los obligaron a huir la primera vez, y vengar las muertes de sus camaradas caídos durante esa terrible batalla.
Mientras se preparaban para el asalto, todos intentaban entrenar de algunas maneras, para maximizar sus recursos. Según Azael, los enemigos que tomaron el control del castillo resultaron ser mucho más difíciles de derrotar que los que hicieron el primer ataque. Para empezar, tal como sospechaban que el primer ataque había sido solo una advertencia por lo relativamente fácil que caían a pesar de sus enormes números, estos eran totalmente diferentes. Las tropas consistían mayormente en caballeros oscuros con armaduras pesadas, denominados Ferrus (los más ágiles y veloces) algunos y Nudillos de Hierro (los más fuertes y resistentes) otros. Cargaban espadas, hachas y manguales (largas cadenas con una gran bola de picos en el extremo) de enorme tamaño, y sus armaduras eran tan resistentes a los ataques físicos que era prácticamente imposible causarles algún daño con armas ordinarias (la mayoría terminaban partiéndose contra ellos). Lana opinó que posiblemente Cya las habría reforzado para hacerlas mucho más durables de lo normal. Afortunadamente, ahora contaban con nuevas armas y aliados que podían utilizar para dar vuelta a la situación.
En aquel momento, cada quién se encontraba ocupando su tiempo en prepararse tanto como fuese posible. Alexandre continuaba tratando de terminar de dominar el peso de su lanza, sin usar fuego para evitar incendiar el campamento por la cercanía. Ocasionalmente se sentía tentado a "pedir ayuda al espíritu de Volga" que se suponía que ahora residía dentro del arma para que le ayudase un poco, pero no quería depender de él, mucho menos permitir que fuese a posesionarlo y lo obligara a atacar todo a su alrededor, aliados y enemigos por igual.
Garrett estaba haciendo un entrenamiento con Darunia. El Jefe Goron tomó por sorpresa a todos, pues con los Guantes de Poder tendría que haber podido luchar de igual a igual en fuerza contra un Goron promedio, pero si los guantes le daban a Garrett la fuerza de cien hombres, Darunia tendría la de doscientos. Esto se hizo evidente cuando el Jefe Goron le prestó su martillo. Garrett lo alzó con algo de dificultad, y lo utilizó para aplastar una enorme roca de un solo golpe, teniendo que poner el pie hacia atrás para evitar perder el equilibrio al levantarlo para luego dejarlo caer en una explosión ruidosa y flamígera.
- Sorprendente. - dijo el Jefe Goron. - Nunca creí que podría ver mi martillo en las manos de nadie más. El único había sido el Héroe del Tiempo. Esto me trae recuerdos.
- Nunca sostuve algo tan pesado. - dijo Garrett. - Incluso con los Guantes de Poder necesito las dos manos para poder cargarlo.
- De todos modos, siéntete honrado, hermano Garrett. - dijo Darunia, dándole una palmada en la espalda.
Aun con Darunia conteniéndose y con la armadura puesta, todavía pudo sentir el empujón. Garrett pensaba que seguramente sería más fuerte que Volga, a quien él apenas pudo igualar con el aumento de fuerza que le daban sus guantes. En verdad le alegraba tenerlo de su lado, y le ayudó además a fijarse de meta personal ir más allá de sus límites para volverse más fuerte. Tenía sentido, pues aunque no lo demostrara, por dentro tenía cierto orgullo en su fuerza, pero le motivó poder medirse con alguien que lo superaba por mucho para esforzarse aún más.
Mientras tanto, Ruisu se fue a caminar al borde del río. Ya había concluido su entrenamiento por ese día, y no estaba muy seguro de qué más hacer. Ya por fin había podido dominar por completo la técnica de redirección de relámpago con su espada. Al echar un vistazo al agua, vio una enorme silueta azul que reconoció de inmediato como la Princesa Zora, Ruto. Por supuesto, no era de extrañarse, pues la fisiología de los Zoras les obligaba a permanecer en proximidad al agua con regularidad para mantenerse en buena forma. A los pocos segundos se acercó a la orilla y salió del agua, estirándose un poco.
- ¡Hmmm, qué refrescante! - dijo al salir.
- ¿Le agrada el agua de esta época, Princesa Ruto? - preguntó Ruisu al verla.
- Sí, mucho. - admitió la joven Zora. - Me alegra ver que todavía en esta época mantengan las aguas tan cristalinas como en la mía. Por cierto, qué oportuno que estés aquí... tu nombre es Ruisu, ¿verdad?
- Sí, así es. ¿Necesita ayuda con algo? - preguntó el pelinegro.
- Eres un espadachín, ¿correcto? - dijo Ruto, el muchacho asintió, sin entender muy bien a dónde quería ir. - Bien, ¿estarías interesado en probar una espada elemental? Puedo ver que ya tienes una, pero quizás quieras probar algo diferente.
- Es muy útil, y me he encariñado con ella. - dijo Ruisu, esbozando una sonrisa al recordar quien le había regalado aquella espada, pero sobre todo, la responsable de habérsela mejorado. - Pero no creo que esté mal probar algo nuevo de vez en cuando, para variar un poco el entrenamiento.
- Eso es perfecto. - dijo la Princesa Zora, dando una palmada de aprobación. - ¿Puedes esperarme aquí?
Ruisu solo asintió con la cabeza, sin estar muy seguro de lo que la Princesa Zora estaba planeando. Al cabo de unos minutos volvió, con un arma en cada mano. En la derecha, traía una especie de bastón que recordaba mucho al Cetro de Fuego, salvo por ser azul y tener una gema blanca llena de picos que parecían cristales de hielo. Y en la otra, una espada envainada. La funda era azul y platinado, al igual que la empuñadura, y a juzgar por la forma de esta, seguramente sería de hoja curva. Sin decir nada, la Princesa Zora le puso en las manos la espada, y al tiempo que sintió su peso, también tuvo una sensación gélida que lo hizo temblar por unos segundos.
- Eh... ¿puedo preguntar qué es esto? - dijo el muchacho.
- Es el Sable Zora, uno de los tesoros sagrados de mi familia. - replicó Ruto. - La Princesa Zelda ha estado buscando a alguien que pueda utilizarlo, y al parecer, tú eres el último espadachín que queda.
- ¿El último? ¿Y qué hay de Link? - se aventuró a preguntar Ruisu. Si le iban a dar una espada como esa a alguien, Link sin duda sería un mejor candidato.
- De hecho, ya se la ofrecí, no quiso aceptarla. - dijo la princesa, poniendo una expresión de ligero fastidio. - Cuando le pregunté por qué, solo dijo "un presentimiento", que algo en él le decía que mejor no aceptara regalos míos. No lo entiendo, ¿sabes algo al respecto?
- No, ni idea. - dijo Ruisu con toda sinceridad. La princesa Zora, a pesar de tener un cierto aire altivo ocasionalmente no parecía ser mala persona. - ¿Y qué hay de usted?
- A mí no me gusta mucho. - declaró la joven Zora simplemente. - Ya tengo suficiente con el Cetro de Hielo. Y hazme un favor, ¿quieres dejar las formalidades? En este momento, técnicamente soy un soldado de este ejército con el mismo rango que tú, no hace falta que me llames princesa o me trates de usted.
- De acuerdo, Prin... es decir, Ruto. - dijo Ruisu. - ¿Qué es lo que tienes en mente?
- ¿Quieres probar un combate contra un adversario con el mismo elemento? - propuso Ruto. - Te dejaré que utilices el Sable Zora, yo pelearé con el Cetro de Hielo, si te parece bien.
- De acuerdo. - dijo Ruisu, preparándose para desenvainar el Sable Zora.
- Espera. Primero, si no te molesta... ¿puedes dejar tu otra espada por un rato?
Miró con algo de aversión la Espada de Relámpago, a pesar de estar envainada. Ruisu no podía culparla, los Zoras, al ser criaturas acuáticas, obviamente eran muy vulnerables a la electricidad. Ruto era capaz de utilizar un campo bioeléctrico cuando estaba en el agua para atacar, pero estar del lado receptor era un asunto totalmente diferente. Ruisu comprendió el mensaje y la dejó a distancia. Hecho esto, desenvainó la otra, para apreciar la hoja por primera vez.
Tal como se veía desde afuera con la empuñadura, la hoja era curva y de un solo filo. Era de color azul cristal, con un detalle en azul más oscuro, como un zafiro, en la punta. Al desenvainarla de pronto empezó a sentirse más fría, en aquel momento lamentaba usar guantes sin dedos, pues las puntas de los dedos se sentían gélidas. Sin embargo, ya al acostumbrarse a la temperatura, se puso en guardia. La Princesa Zora hizo lo mismo.
Fuera de la sensación gélida en la mano que sujetaba el Sable Zora, Ruisu se preguntaba si sería diferente de la Espada Relámpago. Ruto decidió hacer el primer movimiento, apuntando con el cetro y disparando un torrente de picos de hielo en su dirección. En respuesta, él saltó hacia un lado y trató de rodearla mientras canalizaba su energía hacia la hoja. De acuerdo, al menos en esa parte, no era diferente de la otra. Al dar el primer corte, pudo ver con sus propios ojos que el Sable Zora dejaba un rastro de energía congelante a su paso, en una pequeña bruma de escarcha. Ruto esquivó el ataque, y al tomar su distancia alzó el cetro para generar un bloque de hielo encima de él. Lógicamente, lo retrasó el tiempo suficiente para que él lo viera y lo esquivara, haciendo que se partiera en mil pedazos. La princesa Zora continuó haciendo lo mismo para alejarlo, mientras él trataba de rodearla y ponerse por su punto muerto para tratar de atacar. Finalmente, cuando pudo ponerse a rango para golpearla, la hoja congelada se encontró con la gema en la punta del cetro, provocando que las dos energías congelantes se cancelaran una a la otra en una explosión de partículas de hielo, por lo que los dos tuvieron que cubrirse los ojos de los fragmentos que salieron volando. Al tomar distancia para otro golpe, Ruisu invirtió el agarre para dar un ataque sorpresivo, y casi funcionó, pero Ruto alcanzó a mover la punta del cetro hacia el suelo, creando un bloque de hielo sólido que le sirvió como escudo.
Al cabo de unos minutos, Ruisu pudo más o menos evaluar las habilidades de esta nueva espada. Para empezar, carecía de ataques de largo y mediano alcance como la de rayos, pero era bastante efectiva en combate cerrado cuerpo a cuerpo. La hoja tenía que hacer contacto directo para congelar algo, ya que solamente emitía la corriente de aire frío en una zona muy cercana. Pero a cambio de eso, como pudo comprobar, la energía congelante seguramente le permitiría destrozar rocas o armas ordinarias con mayor facilidad. Siempre al impactar con algo dejaba un rastro de cristales de hielo, más grande entre más energía pusiera en el ataque. Sin embargo, también se percató algo tarde de una cosa más: empezando primero con la punta de sus dedos, y luego poco a poco se le fue pasando la corriente fría hacia toda la mano, y en una ocasión, al intentar cambiar de agarre no pudo hacerlo, por tener la mano entumida. Ruto tomó esto para disparar el tornado de ventisca. En circunstancias normales podría haberlo esquivado, pero por ese segundo que se quedó paralizado no alcanzó a moverse a tiempo.
- ¡YAAAAAAAHH! - Ruisu recibió toda la fuerza de la ventisca y salió volando hacia atrás varios metros antes de caer de espaldas.
- ¡Oh, por las Diosas! - exclamó Ruto, corriendo. - ¿Estás bien?
- Sí, creo que sí. - dijo Ruisu incorporándose.
- ¿Qué te sucedió? - preguntó Ruto. - Te he visto pelear estos días y deberías haber podido esquivar ese ataque.
En respuesta, Ruisu le mostró la mano con la que había estado sosteniendo la espada hasta ese instante. Una mirada bastó para que Ruto se diera cuenta: los dedos habían perdido su color natural a raíz del frío que emitía el Sable Zora, y evidentemente se le habían entumido. Más todavía, el cuero del guante no había podido proteger bien su mano y también le costaba moverla bien.
- Oh, por supuesto, qué tonta soy. - dijo Ruto.
Claramente, el Sable Zora había sido forjado para ser blandido por Zoras, quienes por su naturaleza acuática eran naturalmente más resistentes a las bajas temperaturas que los humanos. Un humano no podría utilizarlo por mucho tiempo sin protección apropiada. Sin embargo, en el corto tiempo que vio a Ruisu utilizarlo, excepto por eso, pareció adaptarse a él bastante rápido.
- Hmm... creo que podríamos resolver ese pequeño problema. - dijo Ruto. - Su amiga Lana, conoce magia de transmutación, ¿correcto? Con mi ayuda, entre las dos podemos hacerte unos guantes para que puedas utilizarlo sin problemas.
- ¿Estás segura? - dijo Ruisu.
- Tal vez necesites algo de práctica, pero estoy segura de que podrás. - insistió Ruto. - ¿Vamos a buscarla?
Ruisu estaba algo inseguro de querer pedirle favores a Lana en ese momento, especialmente sin saber si ya habría salido de la evidente depresión en la que estaba después de todo lo que había sucedido, pero ya que Ruto insistía, no le quedaron muchas opciones. Aparte, la Princesa Zora le estaba ofreciendo una nueva arma que podría serle de gran utilidad, pero no podría usarla a máxima eficacia sin el equipamiento apropiado. Resignado, decidió acompañarla para ir a buscar a Lana. Después de todo, ella no se negaría a hacerle un favor si lo necesitaba.
Al mismo tiempo, en otra parte, Link había concluido su sesión de entrenamiento posterior al reconocimiento que había hecho más temprano ese día junto con algunos miembros de la división de caballería, y además con ayuda de Zatyr y su máscara Ojo de Águila para mirar a mayor distancia, y se había ido por su cuenta en otra dirección, a lomos de Epona. Específicamente, a una zona apartada del campamento donde Zelda se había ido por su cuenta, y pidió explícitamente no ser molestada. Aunque el joven héroe ya tenía una idea del por qué quería estar a solas y qué era lo que estaba haciendo, finalmente le pudo más su curiosidad y decidió ir a echar un vistazo.
- Espero que no se enoje conmigo por esto. - se dijo. Su yegua le resopló como toda respuesta.
Aunque era improbable, quizás imposible que ella se enfadara con él, Link determinó no hacer ruido solo por seguridad. De todas maneras, ya en ese lugar, estaría demasiado absorto mirando el espectáculo para hacer ruido alguno. Se desmontó de Epona y tomó asiento en una roca para observar con atención. La pequeña hada también decidió admirar el espectáculo.
Zelda estaba parada firme en el centro de un círculo mágico, y a su alrededor giraban un montón de runas mágicas flotantes que Link casi podría jurar parecían notas musicales. Tenía la batuta en su mano, y con los ojos cerrados, recitaba una especie de conjuro en un lenguaje que Link no reconoció. No parecía que fuese en Hyliano antiguo ni mucho menos, era totalmente diferente. De pronto, la Princesa cesó el cántico al tiempo que abría los ojos, y alzó la batuta. Las runas a su alrededor dejaron de girar, y el círculo debajo de ella cambió de color, tornándose de azul a verde. A continuación comenzó a moverla, al tiempo que dejaba salir su voz nuevamente. Pero esta vez no recitaba un conjuro, sino que estaba cantando, al tiempo que movía la batuta al compás de la canción. Link se deleitaba en grande con las notas que salían de los labios de la princesa, pero el verdadero espectáculo vino poco después: Zelda comenzó a moverse como si estuviese bailando un vals, pero a la vez con movimientos muy similares a los que él recordaba haberle visto con su florete. La diferencia ahora era que con cada movimiento que hacía, la princesa levantaba una corriente de aire. Al hacerlas seguidas, cada una era más fuerte que la anterior.
- "Entonces, mi madre no mentía." - pensó Link sonriendo ampliamente.
Todavía recordaba las ocasiones cuando era niño que trataba (inútilmente) de crear alguna corriente, especialmente los días que intentaba que hubiese viento para volar una cometa o algo por el estilo, pero nunca lo consiguió. Quizás, simplemente no era la persona indicada, o "elegida", para utilizar ese poder. La princesa, sin embargo no se detuvo allí. Aumentó el compás de dos a tres tiempos y sus movimientos se volvieron más intensos. Haciendo una elegante pirueta, conjuró un pequeño tornado, pero este se disipó en un instante. La mayor de las sorpresas, sin embargo, vino cuando al detenerse, comenzó a recitar un cántico, mientras conjuraba tres pequeños círculos mágicos a su alrededor, al tiempo que una corriente debajo de sus pies la elevaba ligeramente del suelo. Acto seguido, ejecutó un movimiento de compás a cuatro tiempos, dejando la batuta en alto con el último, y con un grito, Link vio que lanzaba desde la punta una esfera de electricidad que disparó rayos hacia cada uno de los tres círculos, haciendo un fuerte impacto en cada uno. Lentamente, la princesa descendió hasta que sus pies tocaron el suelo grácilmente de nuevo, y exhaló profundamente.
- ¿Disfrutando del espectáculo? - dijo sin voltear, pero a pesar de eso, Link sabía que estaba sonriendo.
- ¿Cuándo te diste cuenta? - Link se rio ligeramente.
- No hace mucho, en realidad. - dijo Zelda. - Además, tu presencia es única, siempre puedo sentir cuando estás cerca de mí.
El muchacho se le acercó y le dio un pequeño beso en los labios. La princesa lo aceptó de buen grado, se sentía realmente feliz de poder saludarlo de esa manera, aunque fuese solo cuando estuvieran solos (oportunamente, en aquel momento Proxi se encontraba durmiendo dentro de su túnica, aunque ya tenía una idea acertada de lo que sucedía). A Link le preocupaba un poco el tener que mantener esto en secreto, pero Zelda le recordaba que tarde o temprano su relación tendría que quedar al descubierto, asegurándole que cuando ese momento llegara, todo estaría bien.
- Puedo ver que tuviste éxito. - dijo Link, mirando la batuta.
- Fuimos afortunados, su poder estaba muy cerca de extinguirse por completo. Un par de meses más y creo que ni yo podría haber podido restaurarlo.
- Con esto compruebo que mi madre decía la verdad, en serio sí puede comandar los vientos. - dijo Link, sin poder ocultar la dicha de ver el instrumento de su madre en acción por fin. - Lo que no tenía idea era de que también comandase los rayos.
- Oh, eso en realidad... fue mi toque personal. - dijo Zelda, rascándose la mejilla. - Me di cuenta de que podía canalizar mi propio poder a través de ella, y pensé en agregarlo a los movimientos.
- Wow, no dejas de impresionarme. - dijo Link. - En tal caso, creo que está de más preguntarte si estás lista para que recuperemos tu hogar.
- NUESTRO hogar. - corrigió la princesa. - El castillo es mi hogar tanto como lo es tuyo... y de todos los demás.
- Por supuesto, tienes toda la razón. - dijo él. - De cualquier manera, creo que es tiempo de que volvamos con los otros. Ya terminamos de hacer reconocimiento del terreno, y si vamos a iniciar el asalto mañana, más vale que estés allí para coordinarnos en nuestra estrategia.
La regente asintió, y guardando la batuta por el momento se dispuso a volver junto con el héroe al campamento. Link amablemente le ofreció montar con él, argumentando que se merecía un descanso, pero Zelda declinó la oferta. A pesar de su insistencia, ella le expuso dos razones: primera, no se sentía para nada cansada, y segunda, ya tendrían mucho tiempo para dar paseos a caballo cuando la guerra hubiese terminado. Link además sabía que no podían verse todavía tan juntos uno con el otro en público, aunque entre su círculo de amigos ya supieran (o sospecharan) de lo que ocurría entre los dos. No obstante, los dos estaban de acuerdo en algo, no era el momento ni lugar para eso. Cuando la paz reinase de nuevo, ya tendrían más tiempo para sí mismos y para sus sentimientos.
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Mediodía al día siguiente, afueras de la Ciudadela del Castillo de Hyrule...
En el interior y el exterior de las murallas del castillo de Hyrule reinaba la desolación y dominio de los invasores que expulsaron al ejército. Se respiraba además un olor a muerte, pues los invasores no se habían molestado en lo más mínimo en mover de su lugar los cadáveres de los defensores que intentaron detenerlos en el asalto. Uno de los objetivos después de haber recuperado el castillo era darles a sus camaradas caídos el entierro apropiado, para honrar el sacrificio que hicieron.
Zatyr, que estaba en la línea de reconocimiento y empleando su máscara para mirar a larga distancia y evaluar al enemigo, pudo ver a los enemigos con todo lujo de detalles. Todos ellos eran caballeros oscuros, los más pequeños al menos del doble del tamaño de un humano ordinario, con pesadas armaduras metálicas e idénticas armas hechas a su medida. Se movían en patrones específicos, al parecer, solo se dedicaban a patrullar manteniéndose en su terreno, pero en cuanto ellos entraran a su territorio, eso podría cambiar.
- Calculo al menos unos doscientos en esta área. - dijo la arquera. - Pero seguramente tiene que haber más dentro de la ciudadela y el castillo, sin mencionar en los alrededores.
- Significa que habrá más que suficiente para todos en esta fiesta. - dijo Midna, que flotaba junto a ella. - Maravilloso.
La estrategia había sido discutida la noche anterior, pero incluso ahora, se estaban haciendo algunos ajustes de último minuto antes de iniciar el asalto. El enemigo los superaría ampliamente en número y esta vez también en fuerza, de modo que la estrategia haría la diferencia para tener éxito con bajas al mínimo, tomando ventaja de las habilidades de todos a su máximo hasta donde se pudiera. En aquel momento, Lana y la Princesa Zelda realizaron juntas un encantamiento colectivo a todas las tropas, para darles a sus armas un refuerzo temporal con el cual pudiesen al menos causar algún daño a las armas y armaduras de los enemigos, y ayudar a equilibrar un poco la balanza.
- Recuerden todos. El encantamiento solo durará unas doce horas, así que no desperdicien ningún golpe y traten de destruir a todos los que puedan mientras puedan. - anunció la princesa. - Tenemos que recapturar el castillo antes de ese momento.
Los soldados respondieron con un grito de guerra y alzando sus armas con entusiasmo. Estaban listos para poner su vida en riesgo y recuperar su hogar. La regente admiraba la inquebrantable convicción de sus vasallos, y se aseguraría de que todos lograsen el objetivo que se habían propuesto. Ese sería el primer paso para terminar con la guerra y derrotar a Cya de una vez por todas.
La estrategia sería, primero que nada, atravesar las hordas enemigas que rodeaban las murallas exteriores de la ciudadela. Una vez dentro, las tropas hyruleanas podrían entrar y tomar el control para después dirigirse hacia el castillo. No sería una tarea sencilla, todo sería cuestión de aprovechar las habilidades y armas especiales con las que contaban a su disposición para contrarrestar esa superioridad numérica y de poder tan abrumadora.
Los atacantes físicos principales (entre los que se encontraban Darunia y Garrett) se encargarían de las líneas frontales, mientras desde atrás los usuarios de magia (como Zelda, Lana y Midna) actuarían como soporte al inicio, pero después se integrarían a la lucha en el frente. La división de caballería se ocuparía de hacer el flanqueo desde los lados para encerrar al enemigo. El lado al Este dirigido por Alexandre, y el del Oeste por Link, ambos a lomos de Shadow y Epona respectivamente, esperando la señal. La orden era que exactamente en el momento en que el sol estuviese en su punto más alto en el cielo iniciaría el ataque. Para ayudar un poco, tanto Midna como Lana habían cargado algunas flechas con su magia para hacerlas más potentes y penetrantes, pero como requerían de mucha magia solo pudieron entregarles unas cuantas a los arqueros, así que no las podían desperdiciar, ya que solo las utilizarían como elemento sorpresa para dar el primer golpe. La superioridad numérica los obligaba a tratar de dispersar a las tropas enemigas y provocar el caos, de tal manera que pudiesen atacarlos de ser posible varios contra uno solo antes de que pudieran reagruparse y convertirse en una amenaza mayor.
- El sol en el punto más alto. - dijo Zatyr, tomando el arco y su primera flecha. - Llegó la hora.
El resto de sus compañeros hicieron lo mismo. Desde una colina elevada, los arqueros se enfilaron mientras tensaban sus arcos y comenzaban a apuntar. Zatyr contó de manera regresiva, pues en cuanto ella soltara la primera, todos los demás la seguirían.
- 5... 4... 3... 2... 1... ¡DISPAREN!
La primera flecha partió, cargada de energía sagrada hacia uno de los enemigos que se veía particularmente amenazador, un gigante negro con una enorme espada corva y escudo circular. Este estaba parado firme, en medio del área cercana, sin sospechar nada. Esta lo atravesó, directamente en donde debería estar su corazón. El gigante de hierro dejó salir un desgarrador grito de dolor al sentir el efecto de la energía sagrada, y comenzó a despedir humo negro. Segundos después, lo que fuese que hubiera debajo de la armadura se disolvió, dejando atrás solo las armas y una inhabitada armadura en el suelo. Varios otros rápidamente sufrieron el mismo destino a lo largo del área, y comenzaron a desordenarse, al tiempo que trataban de averiguar quién los estaba atacando.
- ¡ATAQUEN! - ordenó la Princesa Zelda, alzando en alto su florete.
Las tropas hyruleanas gritaron con fuerza y de inmediato comenzaron a avanzar a toda prisa, al encuentro con los caballeros oscuros. El ataque inicial de los arqueros tuvo éxito en lograr el objetivo primario de hacer que se desordenaran y comenzaran a dispersarse. Los combatientes a corta distancia inmediatamente se trabaron en combate con ellos. Entre ellos iban Impa, con su naginata en llamas, Azael, haciendo lo mismo con la alabarda en rayos, y Ruisu, empuñando el Sable Zora. Lana y Ruto habían tenido que proveerle de unos guantes protectores para sus manos, transmutados de escamas de Zora, para poder blandirla sin que lo afectara. Los Comandantes detuvieron simultáneamente a un Nudillo de Hierro con una enorme hacha cruzando sus armas, y Ruisu inmediatamente se lanzó a darle un corte elevado desde el costado hasta el hombro, dejando un rastro de picos de hielo por toda la zona donde pasó la hoja congelada. Impa se ocupó de rematarlo con una estocada directo a la cara, e inmediatamente se desplomó inerte. Un grupo más pequeño se les aproximó con pequeñas hachas. Impa rápidamente decapitó a dos con un corte limpio, Azael le aplastó la cabeza a otro dejándole caer encima el hacha de su alabarda electrificada, y Ruisu le enterró en el pecho su hoja congelada, haciendo que por su espalda le brotasen varios cristales de hielo al atravesarlo. Con eso, tenían el área asegurada y de inmediato buscaron activamente.
En el área central, Garrett y Darunia peleaban contra los más pesados. Tanto el Jefe Goron como el joven luchador de hacha hacían bien su trabajo, coordinándose bastante bien al ser sus estilos de combate mayormente basados en fuerza bruta. El refuerzo mágico que Lana le había puesto a su hacha, pese a ser solo temporal, le permitía penetrar la defensa de las armaduras con pocos golpes, y una vez que las agrietaba lo suficiente, daba un puñetazo directo hacia donde estaba su corazón para terminar de rematarlos. Entretanto, Darunia avanzaba con el martillo literalmente echado al hombro, pues con su brazo libre atrapaba a sus enemigos, ya fuese agarrándoles el arma, o sujetándolos por el cuello. Y si eran más grandes que él, dejaba caer su martillo con todo su peso en ellos, dejándolos más planos que un plato. Por supuesto, esto lo usaba solo como último recurso, ya que al golpear el suelo con el martillo hacía temblar el área cercana y eso afectaba a aliados y enemigos por igual. El Jefe Goron al menos tenía la cortesía de avisar con un grito cada vez que planeaba aplastar a un enemigo de esta manera para que pudieran prepararse.
- ¡Darunia, cuidado arriba! - gritó Garrett de pronto.
El Jefe Goron fue alertado por el grito de su compañero, y en cuanto vio venir sobre él una gran bola de picos atada a una cadena, inmediatamente se enrolló para protegerse. La bola lo golpeó con fuerza, rebotando sobre su coraza de piedra sin causar daños, o al menos eso parecía.
- ¡Uff, eso dolió! - dijo, frotándose la espalda. - ¡Gracias, hermano Garrett!
Pasado el peligro, al menos por ahora, pudieron ver de dónde vino ese ataque. Un enorme Nudillo de Hierro retrajo la cadena y con ella la bola. Hecho esto comenzó a girarla sobre su cabeza mientras avanzaba pesadamente hacia ellos, al parecer todavía con intención de rematarlos y de que este ataque sí fuese letal. Estando esta vez preparado, Darunia utilizó su martillo para detener de un golpe la bola de picos antes de que le cayera encima, y se disponía a ir tras su dueño, pero varios Ferrus armados con espadas y escudos se le fueron encima para tratar de bloquearle el paso. Garrett inmediatamente se dirigió a auxiliarlo, pero incluso entre los dos resultaba difícil ir contra tantos a la vez. De nuevo, el grandote trató de agitar su bola de picos, esta vez dirigiéndola hacia Garrett por un lado. Este trató de hacer lo mismo que hizo Darunia con el martillo con su hacha, aunque el resultado no fue tan satisfactorio, pues el impacto en sí mismo lo aturdió. Los Ferrus cercanos no perdieron el tiempo para rodearlo en ese instante, pero el Jefe Goron se abrió paso entre ellos a puño y martillo para auxiliarlo, y logró mantenerlos a raya hasta que se repuso del todo.
- ¿Te encuentras bien, hermano? - preguntó el Goron.
- Sí, gracias. - dijo Garrett. Luego se volteó de nuevo a ver al Nudillo de Hierro volviendo a girar su mangual. - Creo que tendremos que encargarnos de él primero.
Darunia asintió estando de acuerdo. Con ese grandote molestándolos no podrían estar tranquilos. Sería mejor deshacerse primero de él. Sin embargo, los más pequeños comenzaron a amontonarse a su alrededor, como si intentaran protegerlo, mientras este preparaba su ataque. El Jefe Goron, al darse cuenta que no iban a abrirles el camino por las buenas, de pronto tuvo una idea.
- Sostén esto. - dijo, dándole el martillo.
Garrett al principio no entendió, pero tomó el martillo con ambas manos. Acto seguido, Darunia se enrolló en sí mismo, y comenzó a decirle a Garrett que lo golpeara hacia ellos con todas sus fuerzas. El muchacho se resistió un poco, hasta que finalmente comprendió a lo que se refería, se puso en posición, pies firmes, cabeza abajo y con el brazo izquierdo rígido levantó el martillo para golpear a Darunia con él.
- ¡CUIDADO ADELANTE!
¡POOOOOOWWWW! Convertido en una bola demoledora viviente, Darunia derribó a los Ferrus como si fuesen pinos de boliche. Con el camino despejado, Garrett rápidamente corrió a acercársele, a tiempo para ver como el Nudillo de Hierro gigante con el mangual trataba de aplastarlo con la enorme bola picuda. Darunia estaba listo para recibirla, pero Garrett se le adelantó y la rechazó con el martillo de nuevo. Algo inesperado, sin embargo, fue que la bola se arqueó por encima de su dueño por encima de su dueño a causa del golpe, y terminó cayendo directamente en su cabeza, aplastándosela. Un segundo después, el cuerpo se desplomó hacia atrás pesadamente.
- No era mi intención, pero... - Garrett no pudo evitar reírse un poco del resultado, al igual que Darunia.
- No importa cómo, lo importante es que acabemos con ellos. - aseguró Darunia. Garrett le devolvió su martillo, y se aprovechó para recuperar su hacha.
Atrás, Maripola y Lana se preparaban para ofrecer más apoyo. La princesa de los insectos dejó salir a sus avispas, y Lana usó el hechizo para multiplicarlas. Esta vez, sin embargo, la hechicera las multiplicó no menos de diez veces más que la última vez, con la intención de expandir el área tanto como fuese posible para desordenar a los Ferrus. Estos estarían hechos tal vez para enfrentar a oponentes de tamaño humano, pero no eran muy efectivos contra un enjambre de insectos furiosos que pululaban alrededor de ellos por todas partes. Desde luego, como no estaban realmente vivos no eran vulnerables a su picadura o al veneno, pero sí cumplieron su objetivo de desorientarlos y mantenerlos dispersos.
- ¡Princesa Zora, le toca a usted! - gritó Maripola.
- Es lo que estaba esperando. - dijo Ruto, alzando su Cetro de Hielo.
En vez de atacarlos por encima, la princesa Zora golpeó para lanzar una ola congelante a ras del suelo y congelar el área cercana. El objetivo de esto, era inmovilizar a los enemigos congelándoles los pies, y sin causarles daño a las avispas de Maripola. Los Ferrus estaban tan ocupados tratando de espantar al enjambre que no se dieron cuenta sino hasta que ya tenían el hielo hasta las rodillas.
- Maripola, retira a tus avispas. Lana y yo nos encargaremos del resto. - ordenó Ruto.
La niña inmediatamente obedeció, y el enjambre se dispersó por completo mientras Lana y Ruto preparaban sus ataques. Relámpagos y bloques de hielo llovieron sobre los Ferrus, dejándolos a todos como presas fáciles para los soldados hyruleanos, que se ocuparon de rodearlos y caerles entre varios a la vez. Uno de ellos que se escapó del ataque inicial trató de atacarlos por detrás, pero cuando se dieron cuenta, un gran lobo hecho de sombras le saltó encima, y lo mordió hasta arrancarle el brazo con el que sostenía su espada. Montado en él, la Princesa del Crepúsculo, Midna, sonreía malignamente. Al parecer ya no había podido quedarse más en las filas traseras.
- Son muy crueles al no invitarme a la fiesta. - les dijo a los soldados la Twili con un tono semi-travieso.
Y diciendo esto, chasqueó sus dedos, lo cual su "mascota" interpretó como su orden para terminar el trabajo; el lobo atacó feroz y viciosamente al Ferrus, empezando por arrancarle las extremidades con sus mandíbulas y garras, y todo el tiempo, la Twili se reía mientras veía al enemigo ser destazado por la bestia crepuscular, mientras los soldados veían entre asombrados y horrorizados, parecía estar disfrutándolo demasiado. De cualquier manera, gracias a ella y a los otros, las fuerzas de Hyrule iban ganando terreno poco a poco, y se estaban acercando a la entrada.
En los flancos, Alexandre y Link encabezaron el ataque de la caballería. El lancero en particular parecía estar disfrutando mucho al golpear a sus enemigos con su nueva arma. Tenía que enfocar el poder del fuego en la punta para evitar poner en riesgo a su montura, y aprovechaba el impulso de velocidad que ganaba Shadow para aumentar la fuerza de sus ataques, especialmente con lo pesada que era la lanza de Volga (al tener que sostenerla con las dos manos, y teniendo enredadas en el antebrazo las riendas para no caerse). Su estrategia se basaba en dar un golpe directo en un enemigo para causar una explosión de fuego, y al hacerlo, despejaba el camino para que sus hombres pudieran lanzarse a la carga desde atrás.
- ¡Solo esperen a que pueda cargar esto con una mano, idiotas! ¡Entonces sabrán lo que es bueno! - gritó con fuerza, mientras Shadow se alzaba sobre sus patas traseras antes de lanzarse a la carga de nuevo. Por mucho que apreciara a su corcel, el lancero no veía la hora de poder entrar a la ciudadela para bajarse y luchar a pie, entonces podría hacer gala de todo ese poder de fuego.
Al otro lado, Link, montado en Epona y ayudado por Fay, quien en ese momento estaba en su forma de la Espada Divina. Tenía su propia espada envainada en aquel momento, pero con la ayuda de Fay, no la necesitaría todavía. Él se encargaba de guiar a Epona a través de las hordas enemigas, mientras le dejaba a Fay ocuparse de atacar y defender. La yegua a su vez ayudaba pisoteando y dando coces a cualquiera que tuviese la estupidez de acercársele. Claro, sus cascos no eran capaces de romper las armaduras mágicamente reforzadas, pero sí los desorientaban o los hacían perder el equilibrio, dejándolos vulnerables a los ataques de Fay y Link. Entretanto, mientras ellos peleaban, Proxi había ido a echar un vistazo más adelante para evaluar la situación, y justo ahora estaba regresando, en lo que el muchacho tuvo un momento de descanso.
- ¡Link, tenemos problemas! - gritó tan fuerte como le permitió su vocecita. - ¡El puente levadizo y el portón de la entrada están cerrados!
- Seguramente lo hicieron para cortar el acceso. - dijo Link. - ¿Hay algo que podamos hacer?
- Amo, la manera más viable podría ser saltar la muralla. - dijo Fay, asumiendo de vuelta su forma normal. - Sus botas voladoras deberían generar suficiente impulso para llegar hasta la parte superior del muro.
- Y entonces podría abrir las puertas desde adentro. - completó Link.
- ¡Espera! ¡No puedes ir tú solo! - exclamó Proxi. - El piso superior de la muralla está lleno de estas cosas. Mejor espera a que llegue el apoyo.
Con toda certeza, justo en ese momento, la fuerza de ataque encabezada por Impa, Azael y Ruisu apareció abriéndose paso ferozmente entre los enemigos. Sin embargo, pese a sus valientes esfuerzos, pronto se vieron rodeados por la superioridad numérica. Pero antes de que pudiesen hacer nada, unas corrientes de viento levantaron del suelo a los Ferrus más pequeños y los hicieron volar por los aires, hasta convertirlos en poco más que una gran pila de metal. Hecho esto, un gran relámpago cayó sobre ellos, dejándoles el camino libre a los Sheikahs y a Ruisu para enfrentarse a los grandes. Link, por su parte, supo, incluso sin verla, de quién se trataba.
- El viento está soplando a nuestro favor hoy. - dijo sonriendo.
Y en efecto, las corrientes de viento se movían tan rápida y fluidamente que no tocaban a ninguno de los soldados hyruleanos. Solo alguien podría estar haciendo eso, y a los pocos minutos, abriéndose paso con tal gracia y elegancia, y pronunciando un cántico que fácilmente podría confundirse con la melodía de un vals, la Princesa Zelda hizo su entrada de tal manera que no parecía que estuviese en el campo de batalla. Con la batuta en una mano y el florete en la otra, avanzó hacia ellos, pero apenas tras dar unos pasos, sus pies dejaron de tocar el suelo, pues la regente dirigió el viento de tal manera que la propulsaba hacia adelante, casi como si pudiese volar, dejando un potente rastro tras de ella al avanzar. En el momento en que llegó hasta donde estaba el grupo, todos dejaron de pelear por un momento a causa de la impresión que les causó con ese movimiento.
- ¿Cómo aprendiste a hacer eso? - preguntó Impa. Por supuesto, ella le había enseñado a su pupila a utilizar magia elemental, pero no de tipo viento.
- Con un poco de ayuda. - respondió la Princesa, mostrando con orgullo la batuta. - Un pequeño regalo de cumpleaños atrasado, agradézcanlo a Link.
Azael e Impa miraron hacia donde estaba el muchacho. Ruisu también se sorprendió, pues Link ya le había mostrado la batuta antes que a nadie cuando planeaba regalársela a Zelda en su cumpleaños, pero no le dijo que era capaz de hacer esas cosas. ¿Acaso él también lo sabría? Entretanto, los cuatro vieron que Link corría con Epona alrededor de la muralla, como si estuviese buscando algo, pero desde lo alto, varios Ferrus comenzaron arrojarle flechas para impedir que se acercara. Por fortuna, Epona era demasiado rápida para ser un blanco fácil incluso a esa distancia, y Fay, en su forma de espada, se movía para repeler los proyectiles que pasaran más cerca de la yegua y su jinete.
- Parece que Link necesita algo de ayuda. - comentó Zelda.
La princesa decidió tomar cartas en el asunto personalmente y sin que nadie se lo dijera comenzó a mover la batuta mientras pronunciaba su canción. Dirigió su ataque hacia la parte superior de la muralla, donde estaban los Ferrus arrojándole flechas a Link. Una de las mayores ventajas de la batuta era que le permitía hacer ataques de muy largo alcance y con un amplia área de efecto, y como el control del viento requería un consumo de magia mucho menor que otros ataques elementales, tampoco se cansaba tan rápido, podía utilizarlos mucho más. A pesar de su tamaño y peso, las corrientes de viento y tornados que generó la princesa tuvieron fuerza suficiente para empujar hacia el interior de la ciudadela a los Ferrus arqueros, cesando la lluvia de flechas que asediaba a Link.
- Gracias, Princesa. - dijo el espadachín.
- ¿Puedo preguntar qué estabas haciendo? - inquirió la joven regente, ahora ya pasado el peligro, y con algo de irritación por acercarse de ese modo a lo que para cualquier otro podría haber sido una muerte segura.
- Estaba tratando de encontrar algún punto mal defendido, para tratar de saltar la muralla. - explicó Link. - El puente levadizo y el portón están cerrados, tenemos que abrirlos y solo se puede desde adentro.
- Princesa, traté de decirle que no lo hiciera solo, pero no me escuchó. - dijo Proxi. - Todavía hay muchos de ellos allá arriba y no podrá con todos por sí mismo.
- Alguien tiene que abrir las puertas. - argumentó Link. - Nuestras fuerzas principales llegarán muy pronto y para tomar el control la entrada de la ciudadela tiene que estar abierta. Y yo soy el único que puede saltar la muralla para hacerlo.
- Yo iré contigo. - dijo Zelda sin más.
Antes de que Link pudiese protestar o responder, un grupo rezagado de Nudillos de Hierro se aproximaban con sus hachas, con la evidente intención de detenerlos. Ruisu, Impa y Azael inmediatamente se pusieron entre ellos y la pareja para impedir que interfirieran.
- Lo que vayan a hacer, háganlo. Nos encargaremos de todo aquí. - dijo Impa.
El Nudillo de Hierro que iba a la cabeza volteó el hacha para dar un tajo horizontal, pero fue detenido por la alabarda electrificada de Azael. Ruisu saltó frente a él dándole una estocada directo al cuello, atravesándolo por completo y haciendo salir por detrás de su nuca cristales de hielo violentamente. Los otros que lo seguían, demasiado valientes o demasiado tontos para amilanarse, siguieron avanzando. Uno de ellos recibió un tajo llameante de la naginata de Impa directo a la parte más débil del bastón de su hacha, dejándola como poco más que un garrote de metal inútil, y un par de tajos cruzados en el pecho fueron suficientes para hacerlo caer. Viendo que tenían la situación bajo control, Link se desmontó de su yegua.
- Epona, quiero que te vayas las líneas posteriores y te quedes allá. - le dijo. La yegua resopló como si estuviese negándose a obedecer. Obviamente no quería abandonar a su amo. - Yo voy a estar bien, no te preocupes por mí. La Princesa estará conmigo, ella me cuidará las espaldas, ¿cierto?
- Puedes estar tranquila. - aseguró Zelda algo divertida, pero tenía toda la intención de hacerlo en cualquier caso. - Yo cuidaré de él. Vuelve atrás, mantente a salvo.
Con los dos pidiéndoselo, y al parecer sintiendo que la Princesa le inspiraba confianza, Epona finalmente accedió y se alejó del frente. Los Sheikahs y Ruisu se ocuparon de mantener ocupados a los Nudillos de Hierro mientras ellos se ponían en posición. El héroe retrocedió unos cuantos pasos para tomar impulso, y saltó, pateando el aire con sus botas voladoras hasta que finalmente alcanzó la parte superior de la muralla. Una vez que Link aterrizó a salvo, Zelda respiró profundamente para seguirlo, y comenzó a recitar el cántico para usar la magia de la batuta, solo que esta vez concentró la magia debajo de ella y con más fuerza que antes para impulsarse hacia arriba. De hecho, se elevó más de lo que lo hizo Link con las botas, y tuvo que actuar rápido para redirigir las corrientes de viento y poder aterrizar junto a él suavemente. Sin embargo, la vista que tuvieron desde lo alto de la muralla hizo que sus corazones se sobrecogieran.
La ciudadela estaba devastada. Hogares incendiados, demolidos por completo, y la fuente de la plaza central, un lugar que Zelda y muchas otras personas amaban por tratarse de un popular sitio de encuentro (especialmente para enamorados) estaba totalmente hecha pedazos. Por si fuera poco, esparcidos por todo el lugar, ignorando a los Ferrus y Nudillos de Hierro que vigilaban el área, yacían los cadáveres de los soldados que pusieron sus vidas en la línea hasta el último momento mientras intentaban proteger la ciudadela y el castillo. Para el observador común, podría parecer solo un montón de víctimas desafortunadas; para Link, todos, o al menos una gran cantidad de ellos tenía rostro y nombre. Después de todo, se entrenó con muchos, eran sus camaradas, hermanos y hermanas de armas, dispuestos a dar el máximo sacrificio si era necesario para proteger a su tierra y a los suyos, a pesar de haber sido promovidos recientemente. Link se volteó a ver a la princesa, que ya lucía al borde de las lágrimas, y no podía culparla. Ella habría nacido y crecido en esta ciudadela, era su hogar, el verlo devastado por las llamas de la guerra, y por culpa de los caprichos de una hechicera obsesionada con él...
Algo dentro de Link lo impulsó a tomar la mano de la joven regente sin pedirle permiso, y sin importarle que hubiese otros allá abajo que pudieran ver el gesto. Zelda, a pesar de estar sorprendida por este repentino arrebato, no trató de alejar la mano, pero sí volteó su zarca mirada para encontrarse con la de él. Los ojos de Link chispeaban con ese fulgor lleno de determinación que lo caracterizaba, y que ella encontraba tan irresistible.
- Tendremos tiempo para llorarlos apropiadamente después. - le dijo en tono serio, pero comprensivo a la vez. - Sus muertes no serán en vano. Vamos a recuperar la ciudadela y el castillo, y en cuanto lo hayamos hecho, podremos darles el descanso que se merecen por el sacrificio que hicieron.
Las palabras de Link hicieron su efecto. La princesa pudo dejar de lado el dolor por el momento, y poder enfocarse en lo más urgente. Su mirada cambió, la determinación de su amado pasó a ella también, y asintiendo con la cabeza, los dos comenzaron a correr a lo largo de la muralla, dirigiéndose hacia la entrada de la ciudadela. Por el camino, pudieron ver que Alexandre cabalgaba en Shadow, empalando a cualquier Ferrus que tuviese al alcance de su lanza y haciéndolos caer con una explosión de llamas con cada certera estocada. Sus amigos podrían encargarse de todo afuera, y una vez que ellos les abrieran las puertas, podría comenzar verdaderamente la reconquista de la ciudadela.
Gracias a que Zelda despejó el camino, la pareja encontró poca resistencia de ese lado del muro, y lograron llegar al puesto donde los guardias hacían turnos para abrir o cerrar la entrada sin ninguna dificultad. Había una trampilla en la parte superior de la muralla. La princesa apuntó con su florete a la cerradura, y dio una estocada certera para romperla y poder abrirla. Una escalera de mano llevaba hacia abajo, y sin mediar palabras Proxi bajó por allí para asegurarse que no hubiese nada desagradable adentro que pudiese estar esperándolos.
- ¡Despejado, pueden entrar! - les dijo al volver.
Link le tomó la palabra y de inmediato bajó por la escalera. La habitación adentro era mucho más grande de lo que podría parecer desde afuera, y tenía que serlo, pues tenía que albergar dos enormes mecanismos de engranajes, poleas y cadenas, cada uno con una manivela giratoria y un seguro. Estaban construidos de tal manera que era suficiente con un solo hombre (aunque tenía que ser fuerte) o tal vez dos para poder usarlos. El que tenía el seguro puesto evidentemente era el que controlaba el puente levadizo, solo tenía que soltarlo para dejarlo caer. El otro, tendría que girar la manivela y poner el seguro para alzar la reja del portón. El muchacho tomó un profundo respiro antes de echar mano de la manivela y tratar de girarla.
- ¿Zelda? - la llamó. - ¿Algo de ayuda por aquí?
- ¡Voy! - respondió la Princesa. De inmediato bajó por la escalera y rápidamente se dio cuenta de lo que sucedía. - ¿Necesitas un poco de fuerza adicional?
Link solamente sonrió. Si fuese Garrett seguramente podría moverla él solo, pero ahora necesitaba el esfuerzo de los dos. Asieron la manivela juntos y comenzaron a girarla para recoger la cadena que levantaba la reja del portón, hasta que ya no giró más. Hecho esto, colocaron el seguro para mantenerla en su lugar, y con eso, solo restaba soltar la otra para abrir el puente. Link liberó el seguro, y con el ruido del puente levadizo al caer supieron que la entrada estaba abierta. Link y la Princesa volvieron a salir por la escalera y retornaron a la parte superior de la muralla. Los Ferrus y Nudillos de Hierro que patrullaban la ciudadela comenzaron a ponerse en filas y se alistaron para la inminente batalla. Como no eran capaces de sentir miedo ni mucho menos alarma, no rompieron formación. Tanto Link como Zelda no pudieron evitar sentir algo de admiración de su eficiencia, aunque eso no los iba a salvar ahora. Link desenvainó su segunda espada para empuñarla con su mano libre junto con la Espada Divina, mientras una mueca de furia controlada y determinación se apoderaba de su rostro.
- Proxi, adelántate y echa un vistazo en los alrededores del castillo, por favor. - pidió Link.
- ¡Entendido, tengan mucho cuidado! - exclamó la hadita antes de salir volando hacia donde le indicaron. Link volvió su atención a la princesa de nuevo.
- ¿Qué dices si les damos a estas hojalatas una buena lección? - preguntó Link
- Estoy contigo. - respondió Zelda en el mismo tono, sujetando con fuerza el florete y la batuta. - Por todos los caídos.
Con un grito simultáneo, Link y la Princesa Zelda saltaron fuera de la muralla hacia la plaza central, aminorando sus caídas cada uno a su particular manera para aterrizar sin lastimarse, y apenas sus pies tocaron el suelo, los dos echaron a correr a toda velocidad hacia los enemigos más cercanos, más que listos para hacerlos probar su acero. Por supuesto que recuperar el control del castillo era la prioridad, pero en aquel momento, si Link tenía ganas de ventilar algo de la furia que sentía en los monstruos que mataron a sus compañeros, ella no iba a negárselo de ninguna manera. Tal vez eso no los traería de vuelta, pero se aseguraría de que esas abominaciones no volvieran a lastimar a nadie nunca más.
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Mientras tanto, afuera...
En cuanto las tropas hyruleanas vieron caer el portón de la entrada de la ciudadela, inmediatamente comenzaron a movilizarse para entrar, dejando de lado a los enemigos de afuera. Lo único que importaba era ahora expulsar a los que estaban adentro para recuperar el control de la ciudadela. La división de caballería liderada por Alexandre se quedaría afuera un poco más para contener a los enemigos rezagados mientras que el resto de los que seguían a pie ingresaban al interior de los muros. Entre los primeros en entrar, por supuesto, estuvieron los Sheikahs y Ruisu para apoyar al héroe y la princesa. Entretanto, Ruto se quedó atrás, ofreciendo apoyo con ataques de hielo para ralentizar los movimientos del enemigo, mientras Maripola soltaba a sus mariposas curativas. Lana usó el hechizo de multiplicación para esparcirlas por toda el área y ayudar a revitalizar un poco a las tropas. Era una suerte que los enemigos a los que se enfrentaban eran montones de metal y no estaban vivos, así el polvo que soltaban los insectos no les beneficiaba en nada. Así, incluso los soldados que se sentían agotados por pelear con estos adversarios se sintieron nuevamente revitalizados para poder continuar. Pese a que muchos habían resultado heridos durante la escaramuza, el refuerzo de Maripola y Lana les permitió curarse al menos un poco, y recuperar energías para alejarse y dejar el resto a sus colegas en mejor condición.
A su vez, Midna ya no estaba contenta con solo dirigir a su mascota contra los enemigos, ella misma comenzó a ayudar a destrozarlos usando su cabello prensil. Cuando el lobo crepuscular mordía la parte inferior del cuerpo de sus adversarios, Midna enviaba su mano de energía hacia la cabeza, ya fuese para desorientarlos, o si la irritaban de más, se las arrancaba de un jalón. En cuanto la Twili vio que el puente levadizo de la entrada cayó, inmediatamente dirigió a su montura hacia esa dirección.
- ¡Aquí ya se terminó la diversión! - exclamó. - ¡Tal vez haya algo mejor allí dentro!
- ¡Midna, espera! - exclamó Lana.
- Mejor déjala ir. - dijo Ruto. - Es claro que quiere ir a su propio ritmo. Además, podemos ocuparnos de todo aquí.
A pesar de que todavía seguía patente la superioridad numérica de los Ferrus, el ejército de Hyrule había logrado su objetivo inicial de abrir las puertas de la ciudadela para poder comenzar la ocupación. Especialmente porque los líderes ya estaban en el interior y tenían que ofrecerles apoyo. Lo ideal sería cerrar las puertas una vez que las fuerzas hyruleanas lograran entrar en su totalidad, pero dado que todavía quedaba una cantidad más que considerable de esas hojalatas vivientes por los alrededores, algunos de ellos determinaron quedarse para terminar de limpiar la zona cercana a la ciudadela primero. En el área donde estaban Garrett y Darunia, empezaron a levantarse varios de los que habían quedado noqueados al principio, y sumándose a los que estaban llegando desde afuera de las murallas al Este y al Oeste del castillo, las cosas comenzaban a pintar algo complicadas. Los soldados hyruleanos se defendieron valerosamente, pero pronto se vieron rodeados por ambos lados e incapaces de abrirse paso
- Creo que estos sujetos simplemente no aprenden, hermano Garrett. - dijo Darunia
El Goron estaba más que listo para dejar caer su martillo en cualquiera que fuese lo bastante idiota para acercársele, pero tener que lidiar con uno solo a la vez llevaría demasiado tiempo. Garrett, sin embargo, vio una manera de lidiar con ellos mucho más rápido, al fijar los ojos en el mangual que había dejado el enemigo gigante al que habían derrotado no hacía mucho, después de quedarse con las manos libres al arrojarle su hacha a uno de los Ferrus más grandes directo hacia la cabeza para derribarlo. La bola de picos y la larga cadena harían el trabajo.
- ¿Qué estás haciendo con eso? - preguntó Darunia.
- Dile a todos que se agachen. - dijo Garrett. - Voy a hacer un barrido general.
A pesar de lo que pesaban tanto la bola como la cadena, Garrett pudo sostenerlas sin ningún problema gracias a los guantes de poder. En peso comparativo, y a diferencia del martillo de Darunia, el mangual no era mucho más pesado que el hacha que solía usar, así que no se le hizo difícil ponerse a girar la cadena, y usar la pesada bola de picos para derribar a los enemigos en toda el área cercana. Sin embargo, cuando comenzó a extender la cadena para abarcar mayor distancia, la bola pasó peligrosamente cerca de Alexandre, provocando que Shadow se alzara en sus patas traseras del susto y por poco tirara de su lomo a su jinete.
- ¡Oye, ten cuidado con eso, Garrett! - gritó Alexandre. - ¿Qué harás si esa bola sale disparada y aplasta a alguno de nosotros?
- ¡Lo siento!
De todos modos, y por las dudas, Alexandre decidió tomarse su distancia. Si su amigo tenía ya esa zona controlada, por decirlo de alguna manera, mejor ocuparse en otra parte donde no fuese a estorbarle, o a ponerse a potencial rango de la bola de picos. Y al ver acercarse a otro batallón de Nudillos de Hierro desde el otro lado, vio su oportunidad. Espoleó a Shadow para que comenzara a correr en esa dirección mientras sujetaba su lanza con fuerza preparándose para (literalmente) una carga explosiva.
- ¡PRUEBEN MI LANZA, CABEZAS DE HIERRO OXIDADO! - exclamó.
Inexplicablemente, de pronto sintió que su fuerza comenzaba a aumentar, casi tanto como para poder sujetar la lanza con una sola mano, y esta se prendió en llamas mucho más intensas, en su totalidad, incluso por donde la estaba agarrando. Pero a pesar de eso no se quemaba. Era como si en su interior estuviese ardiendo un fuego aún más caliente, que contrarrestaba el de afuera. Sin detenerse, dirigió la punta de su lanza al más cercano. Este trató de protegerse con su hacha... y esta se partió por el impacto, dándole directo al pecho al Nudillo de Hierro. Hubo una explosión masiva de llamas, y por un segundo, Alexandre casi podría jurar que escuchó un rugido muy familiar resonando en sus oídos.
- Wow... eso fue... intenso. - dijo el lancero.
Al disiparse las llamas, Alexandre pudo ver el resultado de su ataque, y de nuevo sintió el peso del arma. Lo que hubiese sido ese subidón de poder que sintió, se fue tan rápido como llegó, pero no se quejaría del resultado. Su intención había sido canalizar solo el poder suficiente para derribar a un Nudillo de Hierro. No se imaginó que su ataque reduciría a todo el grupo a una pila de hierros quemados, y evidentemente los demás tampoco. La Princesa Ruto fue la primera en acercársele.
- ¡¿Cómo rayos hiciste eso?! - exclamó, entre sorprendida y... ¿furiosa?
- No tengo idea, solo... de pronto sentí un gran poder. La lanza comenzó a arder, pero no me quemaba y...
- ¡Eso no es nada! ¡Debiste verte! ¡Detrás de ti apareció un aura de fuego, como un dragón! - dijo la princesa Zora.
- ¿Un qué? - exclamó Alexandre.
El lancero volteó a ver a Maripola y Lana, que asintieron confirmando lo que Ruto acababa de decir. No era posible, acaso ese rugido que escuchó... ¿no fue su imaginación? Al hacer memoria, después de que Link derrotó a Volga, este dijo, antes de desaparecer, que imbuiría la lanza con una porción de su espíritu. En las ocasiones en la que la utilizaba, únicamente tocaba una porción del poder, por miedo a que Volga fuese a posesionarlo o algo así. Pero en ese breve instante, su único deseo era derrotar al enemigo y proteger a sus camaradas, y lo único que hizo su subconsciente fue pedir algo de poder adicional para hacerlo. ¿Podría ser que era Volga, o su espíritu, quien se lo dio voluntariamente?
- Puede que sea de gran ayuda, pero si no puedes controlarlo puede convertirse en un peligro para ti mismo y los demás. - dijo Ruto.
- La Princesa Ruto tiene razón. - agregó Lana. - Ten cuidado con esa lanza.
- Sí, lo tendré. - dijo Alexandre, sintiendo que era bastante irónico que apenas unos segundos antes le había dicho a Garrett lo mismo.
En ese momento, más refuerzos de parte de los Ferrus y Nudillos de Hierro comenzaron a concentrarse cerca de ellos. El grupo ya estaba preparado para recibirlos, y entre explosiones de fuego, bloques de hielo y lluvias de relámpagos pronto hicieron su trabajo, pero más pronto todavía se les vino encima otro de los grandes, armado con una maza en cada mano. Inmediatamente, los tres comenzaron a atacar con sus elementos uno tras otro. Ruto comenzó disparando hacia sus pies para congelárselos y detener su avance. Sin embargo, a los pocos segundos consiguió romper a través del hielo y seguir avanzando. Lana conjuró una tormenta de rayos encima de él, pero fuera de paralizarlo por un instante no hizo más para frenarlo. Finalmente, Alexandre decidió intentar otro ataque, pidiendo al espíritu de Volga que le prestase su fuerza nuevamente. Concentrándose, dejó salir un potente chorro de fuego, muy parecido al aliento infernal que usaba Volga, y logró hacerlo retroceder por unos momentos, pero no pudo mantenerlo demasiado tiempo, y después de que el calor se disipara, el gigante de hierro continuó su avance.
- ¡No se detiene! ¡¿Qué haremos?! - exclamó Maripola, ocultándose detrás de Lana.
- Su armadura parece estar mucho más reforzada que el resto. - dijo Lana. - Pero tiene que tener algún punto débil, tal vez...
En el preciso instante, una flecha de energía sombría impactó en la cara del gigante de hierro, y explotó en humo oscuro. Rastreando su origen, pudieron ver que se acercaba Zatyr, arco en mano y con la Máscara Ojo de Águila puesto, y rodeando al gigante, disparó otra. La arquera todavía había guardado unas cuantas de las flechas crepusculares que se había llevado como recuerdo de su aventura en el pasado, y ahora las estaba aprovechando.
- Hola, ¿me he perdido de algo? - dijo levantando la máscara al acercarse a sus compañeros.
- Zatyr, eres muy oportuna. - dijo Lana. - Con tu puntería, ¿crees poder darle a cualquier punto exacto de ese Nudillo de Hierro gigante?
- ¿Es un chiste? Por supuesto que sí, no hay forma de que falle a esta distancia. - aseguró la arquera con orgullo.
- Me alegra que así sea. - dijo la hechicera. - De acuerdo, igual que todos estos, debe tener una concentración de energía mágica en alguna parte que es lo que lo mueve. Si puedo rastrearla, dispárale una flecha sagrada en ese lugar exacto.
- Entendido, Lana. - dijo Zatyr haciendo saludo militar mientras tomaba su distancia hasta que llegara su turno.
- El resto de ustedes, necesito que me ayuden a mantenerlo ocupado mientras preparo el hechizo. - pidió Lana.
- Considéralo hecho, querida. - dijo Ruto.
- Puedo ayudar con el señor escarabajo dorado. - sugirió Maripola, tomando el susodicho frasco.
Lana asintió, mientras Maripola dejaba salir al insecto. La peliazul inmediatamente utilizó el hechizo de agrandamiento para hacerlo crecer, aunque esta vez a ligeramente menor escala que cuando peleó con Argorok, solo lo suficiente para pelear al mismo nivel que el Nudillo de Hierro, y gracias a que pudo concentrar más poder, podía hacer que durase más tiempo. Mientras el escarabajo resistía con su caparazón los golpes de las mazas picudas del gigante de hierro, Alexandre y Ruto lo atacaban por detrás con fuego y hielo tratando de distraer su atención para que no fuese a fijarla en Lana o Zatyr, que eran las más importantes. Alexandre tomaba ventaja de ir a caballo para permanecer en movimiento y desorientarlo mientras lo atacaba, aunque en una ocasión, una de las mazas pasó peligrosamente cerca de aplastarlo, y Shadow por poco lo tira al sobresaltarse.
- ¡Señorita Lana, dese prisa! - gritó Maripola, al ver que su escarabajo empezaba a perder terreno.
Lana no le respondió de inmediato, pues estaba demasiado ocupada recitando el conjuro del hechizo. Empezó a materializar una pequeña esfera dorada en su mano. Para inmovilizar al gigante, Ruto de nuevo le congeló los pies. Sabía que eso no lo detendría, solo el tiempo suficiente para que Lana le arrojara el hechizo. Completado el conjuro, la hechicera lo lanzó, impactando de lleno en el pecho del Nudillo de Hierro. Por supuesto, no le hizo ningún daño, pero ese no era el propósito en primer lugar. La esfera estaba cargada de una energía que actuaría en resonancia con el núcleo de poder del enemigo, la mayor concentración de energía mágica en la criatura, mostrando exactamente dónde tenían que atacar pata derrotarlo. La energía se concentró alrededor de la espalda de la criatura de metal, formando unas líneas circulares que fácilmente evocaban una diana con un enorme punto luminoso en el centro. Incluso a larga distancia, sería muy difícil fallarlo, aun para un tirador que no tuviese la soberbia puntería de Zatyr.
- ¡Zatyr, dispárale allí! - ordenó Lana.
- ¡Allá va!
La arquera tomó una de las flechas sagradas y apuntando directo hacia el punto central, soltó la cuerda y la dejó volar. Dio en el blanco, pero no penetró del todo. Pareció debilitarlo, pero no lo suficiente para terminar con él.
- ¡No bastó! - exclamó Zatyr.
- ¡Dispárale otra! - gritó Lana.
Sin más opciones, cargó una segunda flecha sagrada y fijó la vista en el mismo punto donde impactó la primera, esperando un poco antes de soltarla, hasta estar segura de tener un disparo claro. Una vez que impactó, los movimientos se ralentizaron más, pero el Nudillo de Hierro seguía sin detenerse por completo. Cayó sobre sus rodillas, y alzó sus mazas con la evidente intención de hacerlas caer sobre cualquiera que fuese lo bastante desafortunado de ponerse a su alcance, y provocando temblores en el área cercana cada vez que golpeaba el suelo con ellas.
- ¡Todavía no es suficiente! - gritó Ruto.
- ¡Por las Diosas, qué terco es este sujeto! - agregó Alexandre.
- ¡Solo me queda una! - gritó Zatyr, tomando la última flecha sagrada que le quedaba. - ¡Si esta no lo derriba, no sé qué lo hará!
Había una posibilidad, ínfima, de derrotarlo con esta última flecha. Las dos anteriores, al haberse clavado a distancia mínima una de la otra tenían que haber debilitado la coraza del gigante de hierro en ese lugar. Si podía disparar la tercera directo a ese punto, esta terminaría de atravesarla y eso daría el golpe directo para destruir el núcleo que le daba su poder al Nudillo de Hierro permanentemente. Mientras el resto de sus compañeros usaban sus propios ataques para distraerlo, ella volvió a ponerse la máscara para magnificar su visión y poder centrar la vista en el punto exacto. Era a todo o nada con esta flecha para hacerlo caer.
- Espera... espera... ¡AHORA!
La flecha pasó limpiamente entre las dos, enterrándose por completo en el Nudillo de Hierro. Al hacer contacto con el núcleo mágico, la reacción en cadena fue inmediata, propagándose a todo el cuerpo metálico y haciendo que se convulsionara. Anticipándose a lo que sucedía, Lana conjuró unas barreras alrededor de sí misma y el resto para protegerlos de los trozos de armadura que salieron volando en cuanto el gigante explotó.
Con el grandote fuera del juego, encargarse de los otros sería pan comido, y el resto de las fuerzas hyruleanas podrían fácilmente lidiar con ellos sin su ayuda. Por ahora, lo mejor que podían hacer era encargarse de los más grandes y que pudiesen representar la mayor amenaza para que pudieran ingresar en la ciudad. Después de todo, en el interior, Link y Zelda necesitarían de más apoyo para poder llegar a la verdadera meta de esta misión: el castillo.
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Minutos después, en el sendero al castillo...
El héroe y la princesa se abrían paso, blandiendo sus armas (muy literalmente) a diestra y siniestra. Zelda utilizaba la magia de la batuta para dispersarlos cuando intentaban hacerles montón, dejándolos presa fácil tanto para su florete como para las espadas de Link. Así como Link se impresionó de lo rápidamente que ella dominó la batuta y supo aprovechar el recurso en combate, Zelda también se admiró con la destreza con la cual Link era capaz de blandir dos espadas simultáneamente. A pesar de que le aclaró que Fay le ayudaba a guiar sus movimientos mientras estaba en su forma de Espada Divina de modo que él podía concentrarse en su totalidad en la otra espada, no dejaba de ser impresionante. Cuando un Ferrus particularmente grande trató de bloquearle su camino, la respuesta del joven héroe fueron dos cortes cruzados al pecho, seguidos de una estocada doble directo al cuello con la que literalmente le arrancó la cabeza.
- No era necesario ser tan brutal. - comentó Zelda.
- Lo siento, creo que me dejé llevar. - replicó Link. - Cuidado, vienen más de ellos.
Los dos se preparaban para recibir al siguiente grupo, pero una mano de energía roja se les adelantó, agarrando a uno de los pequeños, volteándolo de cabeza y azotándolo contra sus compañeros. No hacía falta ser un genio para saber que había sido Midna, recién llegando a lomos de su lobo crepuscular, que se veía inusualmente más sediento de sangre de lo acostumbrado.
- ¿Queriendo adelantarse a la diversión ustedes dos solos? Me destrozan. - dijo la Twili.
Link y Zelda no pudieron más que reírse un poco por el gesto de Midna. Pese a tener en realidad muy poco tiempo de conocerla, los dos no podían más que aceptar ese oscuro pero libre de malicia sentido del humor que la caracterizaba, como si ya estuviesen acostumbrados a ella. Tal vez fuese una resonancia de sus encarnaciones pasadas en la época del Crepúsculo.
- ¡Princesa, Link! - escucharon la voz de Ruisu llamarlos.
El espadachín pelinegro venía corriendo junto con la pareja de Sheikahs, después de haber tenido que lidiar con algunos estorbos por el camino. Impa y Azael no se veían particularmente contentos cuando fijaron la mirada en la Reina del Crepúsculo.
- ¿Era necesario que te fueras por tu cuenta de ese modo? - protestó la comandante.
- ¿De qué te quejas? - replicó Midna. - No importa como haga el trabajo, mientras lo haga.
- No importa, mientras no pongas en peligro a otros. - dijo Azael, estando de acuerdo con Impa. - Piensa un poco que estamos tratando de terminar con esto sin perder a más de los nuestros.
- Ya, ya lo sé. - aseguró la Twili. - Pero si sus amigos ya tienen todo bajo control allá, no creo que haga daño que me divierta un poco con estas hojalatas.
- ¿Cómo va la ocupación de la ciudadela? - preguntó Zelda.
- Ya está casi completa. - dijo Impa. - Nuestras fuerzas están registrando cada centímetro para asegurarse que no quede ningún Ferrus o Nudillo de Hierro ocultándose en ninguna casa.
- Lo cual nos deja solo con... - dijo Link, mirando hacia la colina donde se alzaba el susodicho edificio.
Igualmente, todos los demás también dirigieron la mirada hacia el Castillo de Hyrule. Desde afuera, no parecía que el castillo hubiese sufrido muchos daños, pero a juzgar por cómo había quedado la ciudadela, la princesa ya estaba preparándose mentalmente para verlo en un estado igual o peor. Conociendo a Cya, era más que probable que no perdiera el tiempo en mancillar su hogar, tal vez con solo la intención de causarle dolor a ella y a los suyos. Lo que más le preocupaba era que pudiese haber descubierto su santuario secreto, ese lugar privado tan especial para ella.
- Todavía quedan algunos más en los alrededores. - dijo Impa. - Ruisu, Midna, ¿creen que podrían encargarse del resto ustedes dos?
- ¿Tienes que preguntar? - dijo Midna. El lobo crepuscular gruñó como si se sintiera menospreciado, aunque claro, como era Midna quien lo controlaba, todo era parte de su acto.
- Terminaremos de limpiar el área. - aseguró Ruisu, sujetando su espada de hielo. - El castillo es todo suyo, en cuanto el resto de las fuerzas terminen con los de afuera, los seguiremos.
Midna y Ruisu encararon de vuelta a los Ferrus y Nudillos de Hierro que ya se venían encima. Para que los otros pudiesen continuar, la Twili y su lobo se lanzaron de frente para destazar a unos cuantos, mientras Ruisu iba hacia el otro lado, listo para dar algunas cuchilladas frías al primero que se pusiera a su alcance. Impa y Azael se miraron y asintieron uno al otro para empezar a correr hacia el castillo. La princesa los siguió de inmediato, mientras Link se quedó un momento observando a su compañero, mientras este empalaba a un Nudillo de Hierro en el pecho, haciendo que le brotaran las estacas de hielo por detrás, y a Midna quitándole el hacha a otro y agarrándolo después de la cabeza para que su lobo le arrancara con sus quijadas los brazos y piernas. No necesitaban de su ayuda, él tenía otra misión que cumplir.
- Contamos con ustedes. - dijo Link.
Con las fuerzas Hyruleanas ya tomando el control de la ciudadela, e incluso en el caso de que Midna y Ruisu no pudiesen con todo ellos solos, los demás se les unirían pronto para terminar el trabajo. El héroe, la princesa y los Sheikahs tenían el camino libre. Ignorando a los Ferrus que todavía trataban de custodiar el sendero, el cuarteto se enfocó en una sola cosa. El edificio de piedra que tenían enfrente. El Castillo de Hyrule pronto sería suyo de nuevo, como era su derecho.
Esta historia continuará...
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