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Capítulo 1: Ejércitos de ruina



"La vasta tierra de Hyrule siempre ha estado bajo la protección divina de las Diosas. Incluso en los tiempos en los cuales el mal amenaza a esta tierra sagrada, siempre surge una luz salvadora que devuelve la esperanza y restaura la paz.

Esta tierra no ha visto conflicto por varias generaciones, pero desde hace algún tiempo, ha estado bajo una sombra de intranquilidad. Desde la muerte de los monarcas, el trono ha permanecido vacío, sin nadie que dirija al pueblo como es debido. Al parecer, por fin ha llegado el día en que eso cambiará.

Muy pronto, se celebrará el décimo octavo cumpleaños de la heredera al trono y regente del reino, la Princesa Zelda. Al ser reconocida como una adulta, por fin podrá asumir su digno lugar como sucesora de sus difuntos padres. Para muchos, esto significaría el inicio de una nueva era de continua paz y prosperidad. Nadie podía haber imaginado lo que el destino tenía reservado para todos..."

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Castillo de Hyrule...

Un año había transcurrido de la promoción de la Legión de Link, y con ello, las actividades de los mismos se habían intensificado. El nuevo y duro régimen los había fortalecido mucho más, tanto físicamente como en espíritu.

Los entrenamientos de los jóvenes, a diferencia de su etapa inicial, se habían vuelto sumamente intensos, aumentando tanto en horas como en rutinas físicas, sin embargo, a pesar del cansancio y el desgaste, eso no parecía molestarlos. A estas alturas ya se habían adaptado perfectamente, e incluso hasta los disfrutaban, manteniendo siempre su deseo de fortalecerse y aplicar todo lo aprendido en sus destrezas más afines.

Link, quien sin duda alguna había mejorado en sus técnicas de esgrima, no solo estaba contento por la evolución que había tenido, sino porque su amistad con la princesa se había estrechado mucho más desde aquel momento en que le enseñó su "lugar secreto", del cual juró nunca revelar ni una palabra; además de que aun recordaba la manera tan peculiar en la que se despidió de él cuando Impa la había descubierto, con un dulce y cálido beso en su mejilla. Para ser sincero, deseó con todas sus fuerzas que ambas situaciones se repitieran, pero nada de eso se pudo realizar, puesto que debido a sus entrenamientos no podía pasar mucho tiempo con ella, y en los escasos días que sí podía hacerlo, se dedicaba a ayudarla en sus entrenamientos y a conversar de una que otra trivialidad, aunque aprovechaba esos momentos al máximo, disfrutando de su compañía, e incluso sintiéndolo como una necesidad para sentirse tranquilo, de saber que ella se encontraba bien y que no tenía ningún problema. Aunque aparte de esas cuestiones, las responsabilidades de Zelda habían ido en aumento, pues en ese año cumpliría la mayoría de edad, donde no solo celebraría el gran acontecimiento, sino que sería coronada como reina, cumpliendo con aquel legado que sus amados padres le habían dejado en el momento que partieron junto a las Diosas, y el que llevaría con honor para llenar de paz a su amado pueblo.

Definitivamente, ese día de doble festejo no iba a pasar desapercibido para nadie, y mucho menos para Link, así que de ninguna manera iba a quedarse atrás en tener una merecedora atención con la princesa, a quien apreciaba mucho más allá de su título.

Para honrarla como se merecía, tenía reservado para ella algo sumamente especial y valioso, un legado muy especial de su propia familia, y que esperaba poder compartir de la misma manera que ella lo había hecho con el suyo.

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Esa noche, en el cuartel...

Todos los miembros de la Legión de Link dormían plácidamente en sus camas, sumamente agotados por el arduo entrenamiento que habían tenido en el día, donde, una vez más, les exigieron el desgaste de todas sus energías para cumplir con sus rutinas, por lo que lo primero que hicieron luego de tomar un baño, fue echarse a dormir sin ninguna duda... aunque uno de ellos, a pesar del cansancio, no estaba en la misma situación.

Link se encontraba sentado en uno de los rincones de la gran habitación, observando con atención una caja alargada de terciopelo que tenía entre las manos. Inicialmente, abría el seguro de la misma para enseguida cerrarlo, pero luego de meditarlo por varios minutos, decidió hacerlo, encontrándose con el invaluable tesoro que guardaba en su interior.

El muchacho palpó con interés el maravilloso objeto, el cual era una batuta color blanco decorada con dos espirales a los lados y uno en la base, el cual brillaba bajo la ligera luz de vela que alumbraba el sitio donde el joven se encontraba. Sin poder evitarlo, sus ojos se humedecieron, pues a su mente vino la persona que le regaló aquella reliquia, una que no veía hace muchos años, pero en su mente y corazón su rostro aún estaba presente, sobre todos los momentos que pasó a su lado.

- Mamá...

La batuta había sido un regalo de su madre, quien se lo dio en vida cuando él había cumplido cinco años de edad. A pesar que era muy pequeño, aquel recuerdo lo tenía muy presente, sobre todo la historia que ella le había contado sobre el instrumento. Había pertenecido a un reconocido héroe de antaño, quien lo usó para viajar por grandes y vastos mares mientras manipulaba los vientos a sus anchas, aunque la batuta no había pasado solo por sus manos, pues esta se la otorgó el rey de un reino sepultado bajo el océano, lo que le hizo saber que esta venía de la realeza.

Muchas veces trató de hacerla funcionar en algunos de sus juegos, sobre todo en las épocas en las que el viento soplaba con más fuerza, mostrando intenciones de manipularlo, pero al final nada sucedía, por lo que decidió guardar el instrumento como un adorno, como un hermoso recuerdo de su amada madre.

- ¿Link?

Al escuchar el llamado de Ruisu, Link por reflejo se disponía a guardar su preciado objeto, sin embargo, no fue lo suficientemente rápido, pues su amigo se sentó a su lado para apreciar lo que estaba viendo.

- ¿Y eso? - preguntó Ruisu. - ¿Qué es lo que estás viendo?

- Nada... no es nada. - contestó Link, nervioso.

- ¿Nada? No me mientas, no actuarías de ese modo si no fuese nada. - dijo Ruisu - ¿No puedes decirme qué era?

- Bueno...

Inicialmente, Link no tenía deseos de comentarle a Ruisu lo que estaba observando, pero en el transcurso de este año le había demostrado que era un buen chico, e incluso discreto. De cierta manera, él se había vuelto su amigo más cercano entre los miembros de su escuadrón y quizás al que más confianza le tenía, por lo que no vio del todo mal hacerlo, claro, en tanto él prometiera guardar silencio.

- Está bien, te lo voy a enseñar, pero solo si prometes no decirle a nadie. - pidió Link.

- Tranquilo, sabes que yo jamás converso de cosas que me cuentan los demás. - contestó Ruisu, con seguridad.

- De acuerdo...Mira.

Al abrir la caja, Ruisu se maravilló por ver lo que contenía adentro, una batuta distinta a las que pocas veces había visto, y que parecía especial por estar guardada en una caja tan fina como la que la contenía.

- ¡Wow! - expresó Ruisu, sin alzar mucho la voz. - Es muy bonita. Debe valer una fortuna.

- No es tanto su valor monetario, es lo que simboliza. Fue un regalo de mi madre. - contestó Link, apenado en sus palabras.

- Oh... no sabía, Link. Lo siento.

- No te preocupes, no tienes por qué sentirte mal.

- ¿Por eso no podías dormir? - preguntó Ruisu. - ¿Piensas en tu mamá y por eso estás mirando tu batuta?

- A pesar que la perdí siendo muy pequeño, no hay día que no piense en ella, de la misma manera que ocurre con mi padre. Pero el motivo por el que saqué la batuta no se debe tanto a eso, sino porque...

- Porque... - continuó el pelinegro. Vio que su amigo tomaba un profundo respiro antes de responderle.

- Porque... pienso regalársela a la princesa por su cumpleaños. - contestó el joven, ligeramente sonrojado.

- ¿Qué cosa? Pero Link, es un recuerdo de tu madre, no puedes deshacerte de ella como si nada. - expresó Ruisu, sorprendido.

- Oye, para ti no es un secreto que entre ella y yo ha nacido una amistad; claro, todo se debe a los entrenamientos. - dijo Link, nervioso. - Y es precisamente por eso que quiero regalarle algo especial, lo más valioso que tengo para honrarla en ese día. Es cierto que no cuento con el dinero suficiente para regalarle alguna joya costosa o algo que esté a su nivel, pero creo que esto valdrá la pena. Es algo único e irremplazable, diferente a las cosas que ella debe haber visto antes, y con ello podrá complementar sus clases de música. Pero sobre todo, viene de mí, a quien también considera su amigo, y por eso estoy seguro que le gustará.

- Sigo pensando que no deberías, sería como deshacerte de los recuerdos de tu madre.

- Eso nunca, Ruisu. Los momentos que viví con ella y con mi padre los tendré por siempre guardados en la mente y el corazón, no en un objeto, que por más valioso que sea, no deja de serlo. Además deseo que ella lo tenga, no sé por qué, pero algo me dice que si le dará un buen uso en el futuro, cosa que yo nunca logré hacer en años. Presiento que esto es más para la princesa que para mí.

Al escuchar las palabras de su amigo, Ruisu entendió que no iba a convencerlo para que no separe de su preciado objeto, pero sobre todo, había entendido que deseaba con ansias que la princesa lo tenga, y ese desapego solo podía deberse a un motivo, el cual no dudó en preguntar.

- A ti te gusta la princesa, ¿cierto? - preguntó Ruisu, mirando a Link con picardía.

Al escuchar la pregunta de su amigo, Link se sonrojó hasta más no poder. Es cierto que la princesa se le hacía una chica muy agradable, pero no estaba seguro de lo que sentía por ella, todos los días se lo cuestionaba, aunque en el fondo, sabía que era algo muy especial, algo que lo llenaba de inmensa dicha, pero al mismo tiempo de miedo. Algo que no podía darse el lujo de sentir bajo ninguna circunstancia.

- ¡Claro que no! - exclamó nervioso. - Solo somos amigos. Deja de decir esas cosas o me arrepentiré de haberte confiado algo como esto.

- Está bien, tranquilo. De todas maneras, sea como sea, me has convencido con tus motivos. Estoy seguro que a la princesa le encantará lo que vas a darle. Sobre todo porque viene de ti, su compañero de entrenamiento y amigo.

- Muchas gracias por entenderme, pero sobre todo haberme escuchado. A veces es mejor no guardarse las cosas que a uno lo mortifican. - dijo Link.

- No tienes nada que agradecer, ya has demostrado muchas veces que eres un gran amigo, y eso es lo que yo espero ser para ti. Por eso, una vez más, te indico que puedes confiar en mí, no diré ni una palabra de lo que me has revelado, compañero.

- Lo sé, estoy seguro de ello. Sé que eres un hombre de palabra.

Los compañeros se estrecharon la mano con firmeza mientras una sonrisa adornaba sus rostros, sintiendo como el lazo de amistad que habían formado desde aquel día que se conocieron en la sala de reclutamientos, se había fortalecido. Luego de unos minutos, Link guardó con recelo la batuta de su madre, para luego dirigirse, junto con su amigo, a dormir a sus respectivas camas, sabiendo que el día de mañana sería el acontecimiento tan esperado por todos, pero al mismo tiempo, sin siquiera imaginarse que algo sumamente inesperado ocurriría ante los ojos de todos...

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A la mañana siguiente...

Impa, quien estaba vestida con su traje ceremonial, caminaba con prisa a la habitación de la princesa, pues ya debían dirigirse juntas a la sala del trono, lugar en donde se llevaría a cabo la ceremonia de coronación, y posterior a eso la celebración de su mayoría de edad.

Una vez que llegó afuera de los aposentos, vio como las doncellas salían del mismo, lo que le demostró que ya habían terminado de ayudar a la princesa a arreglarse, así que con eso supo que ya estaba lista.

Sin perder ni un solo minuto, entró a la habitación para encontrarse con ella, pero la imagen con la que se encontró fue diferente a la esperada, pues vio como la joven se limpiaba con delicadeza unas cuantas lágrimas que cayeron sobre sus mejillas.

- Zelda... ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? - preguntó, acercándose a ella y colocando sus manos sobre sus hombros. - Deberías estar feliz, hoy serás coronada como reina y cumples dieciocho años.

- Ya lo sé, Impa. - contestó, abatida. - Es solo que he recordado mucho a mis padres, y sigo pensando que aún no debería estar ocupando su lugar. Murieron siendo tan jóvenes. Me gustaría que ellos estuvieran conmigo en este día tan especial, me hacen mucha falta.

- Ya lo sé, yo también los he recordado mucho. - respondió la Sheikah. - Pero estoy segura que ellos están a tu lado, así no puedas verlos, y muy orgullosos de ti porque vas a cumplir una maravillosa labor, teniendo siempre presentes las enseñanzas que te dieron.

- Eso sí... siempre voy a poner en práctica todo el ejemplo que me dieron en base a su amor y apoyo. - contestó la princesa, sin poder evitar derramar más lágrimas.

Impa entendía perfectamente los motivos por los que la princesa se sentía dolida, eran muchas emociones encontradas para sí misma, más ahora que iba a asumir semejante responsabilidad siendo tan joven. Sin embargo, presentía que algo más la mortificaba, y estaba casi segura de que podría tratarse.

- Pienso que algo más te mortifica. Por favor, dímelo.

Ante la cuestión de su protectora, Zelda cesó sus lágrimas y las reemplazo por temor, mientras se colocaba una mano en su pecho, el cual le dolía debido a la ansiedad. Luego de un corto silencio, decidió responder.

- Las pesadillas...

- ¿Han vuelto? - preguntó la Sheikah.

- Si... - contestó, temerosa - Hoy me desperté con las mismas imágenes, pero esta vez eran peores. Veía la destrucción de mi pueblo, los gritos de dolor de todos ellos mientras clamaban misericordia. Tu muerte, la de los caballeros, la de...

Ya no pudo seguir hablando, pues para reprimir el llanto se tapó la boca y trató de calmarse. Impa, al ver el malestar de su alma, solo se limitó a abrazarla y no permitir que siga sufriendo, o al menos que no lo haga sola.

- Tranquila, en todo este año no ha pasado nada malo. - contestó la Sheikah a su protegida.

- Lo se... pero hoy me levanté con un mal presentimiento. Un dolor en el pecho que no me deja tranquila. Como si algo terrible estuviera a punto de ocurrir. - contestó, sumamente nerviosa.

- Es normal que te sientas nerviosa. Aparte de ser tu cumpleaños, es tu coronación, vas a tener una enorme responsabilidad sobre tus hombros, pero de la cual no debes temer, pues siempre vas a tener mi apoyo. - contestó, sonriéndole a Zelda.

- Gracias por todo, Impa. - dijo, sonriéndole a la Sheikah. - No sé qué haría sin ti.

- Ni yo sin ti, querida. Bueno, ya basta de lamentaciones. Si sigues llorando todo tu maquillaje se va a estropear. Solo mira lo hermosa que estás.

Ahora que estaba más tranquila, Impa pudo admirar a su protegida, quien estaba vestida y peinada de una manera parecida a la ceremonia de promoción de los caballeros el año pasado, sin embargo, en su cabeza no llevaba ninguna tiara, pues el lugar estaba reservado para la corona que iba a recibir, la cual había pertenecido a su madre.

- Ya vámonos de una vez. La ceremonia no tarda en empezar. - dijo Impa, abriendo la puerta de la habitación.

Sintiéndose un poco más repuesta, la joven le brindó una sonrisa a su protectora y salió con ella de sus aposentos, camino a la sala del trono, donde sería coronada como reina.

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Sala del trono...

Nobles y plebeyos estaban reunidos en la sala del trono, esperando ansiosos la llegada de la princesa Zelda, quien en muy pocos minutos se convertiría en su reina, la soberana que siempre velaría por su bienestar, de la misma manera en la que sus padres lo hicieron.

Todos los caballeros de los distintos rangos, en especial la Legión de Link, estaban en primera fila, cercanos al trono, dispuestos a proteger a su futura reina, pues a pesar que el pueblo era pacífico y amaba a la princesa, de todas maneras querían estar alertas por si alguien quisiera acercársele, aunque algunos sabían que esas acciones no serían impedidas por la monarca, a quien le gustaba la cercanía con su gente.

Luego de unos minutos de espera, el sonido de las trompetas se hizo presente, lo que simbolizaba que el evento había comenzado. Primero entraron Impa y Azael, quienes se ubicaron en sus respectivos lugares, y luego de unos pocos segundos, la princesa hizo su aparición, robándose las miradas y admiración de todos, en especial de cierto joven caballero.

Una vez más la mirada de Link se perdió en el caminar de la princesa, quien cada día que pasaba aumentaba su gracia y belleza, y al mismo tiempo, al verla vestida de esa manera, recordó la maravillosa noche que pasó junto a ella cuando le mostró su lugar secreto, y por supuesto, se despidió de él con ese tierno beso.

Una vez que la joven se sentó en su trono y los aplausos del pueblo cesaron, un sacerdote se acercó con la corona en sus manos hacia ella, dispuesto a colocarla en su cabeza para nombrarla a legítima reina de todo Hyrule, pero antes se dispuso a empezar con un pequeño discurso.

- Apreciado pueblo de Hyrule. - empezó el sacerdote. - He aquí a la nueva sob...

Pero antes de poder continuar con su discurso, las puertas se abrieron bruscamente. Un soldado entró agitadamente, corriendo hacia el atril donde la joven se encontraba.

- ¡Princesa, Comandante Impa! - dijo, inclinándose inmediatamente ante ellas.

- ¿Qué sucede? Soldado, ¿se puede saber por qué se atreve a interrumpir una ceremonia tan importante? - dijo Impa con tono severo.

- Mis disculpas, Comandante. - dijo el soldado respetuosamente. - Pero mi capitán me envió para avisarles. Un ejército de monstruos se acerca a la ciudadela por el sur.

- ¿Ejército de monstruos? - La princesa se paró del trono al oír esto, apartando al sacerdote que estaba por coronarla. - ¿De dónde salieron?

- No lo sabemos, pero el capitán me envió para solicitar refuerzos. - agregó el soldado.

- Impa, prepara las tropas. - dijo Zelda. - Iremos de inmediato.

- Aguarde, Princesa, ¿acaba de decir "iremos"? - dijo Impa. - Pero la ceremonia apenas acaba de comenzar, y además...

- ¡La ceremonia queda suspendida! - declaró la joven regente con tono de autoridad. - La seguridad de nuestro pueblo está primero. Organiza a las tropas y prepara la evacuación de los civiles. Yo iré a cambiarme de ropa.

- Sí, Princesa. - dijo Impa. - Escuchen todos, diríjanse a sus cuarteles a buscar sus armas y equipamiento.

Los guardias no esperaron un segundo y se dirigieron a los cuarteles para ir a prepararse. Link y sus amigos se disponían a hacer lo mismo, pero Sir Azael los detuvo.

- ¡Un momento, ustedes cinco! - les dijo, deteniendo su carrera. - ¿A dónde creen que van?

- ¿Qué no es obvio, subcomandante? - dijo Link. - También vamos a pelear.

- ¡Absolutamente no! - declaró Sir Azael.

- ¿Por qué no? - preguntó Ruisu. - Con el debido respeto, nosotros también somos caballeros, es nuestro deber.

- Puede que les hayan dado el título, pero como su antiguo instructor, perdónenme por decir esto, pero aún no están preparados, menos para algo como esto. - dijo el Sheikah.

- Pero, Sir Azael...

- ¡Sin peros! - volvió a interrumpirlos. - Si desean ayudar, pueden hacerlo preparando la evacuación de los civiles, en caso de que el enemigo llegue hasta aquí. Pero nada de ir a las líneas frontales.

Ruisu estuvo a punto de protestar algo más, pero Link le puso la mano en el hombro y le hizo un gesto de negación con la cabeza. El antiguo líder del onceavo escuadrón de reclutas entendió a lo que se refería el subcomandante. Con apenas un año de haber concluido su entrenamiento, los cinco eran relativamente inexpertos, y excepto por aquella vez que salvaron una aldea de unos bandidos, no habían estado en una batalla real. Y si les designó ayudar con la evacuación de los civiles, esa era una labor tan importante como ir a enfrentar al enemigo, o quizás más. Después de todo, esa era la razón principal de que se hubieran enlistado en primer lugar.

Desde que habían sido nombrados caballeros, habían sido asignados a cuarteles por separado dentro del castillo, así que acordaron reunirse en la entrada cuando tuvieran su equipamiento listo. Alexandre además tuvo que bajar a los establos para ir a buscar su montura, así que tardaría un poco más.

El primero en llegar a la entrada fue Link, ya con sus armas en su espalda, listas en cualquier momento, y portando la capa verde con la cual la princesa lo había investido el día que recibió el título de caballero. Inconscientemente tocó con su mano el broche con el emblema de la familia real que sujetaba la capa. La prenda tenía un significado muy especial para el joven. Una parte de él deseaba que no fuese a estropearse si tenía que salir a combatir.

Antes de ver a sus amigos, vio salir a los Guardias de Honor, los soldados de más alto rango dentro del ejército. Encabezándolas iban Sir Azael, con su enorme alabarda en mano, y la Princesa Zelda, ya vestida con la armadura que usaba en sus entrenamientos y su florete desenvainado. La joven regente volteó en su dirección, dejando las miradas de ambos fijas por un breve instante, antes de dirigirse a sus tropas, alzando en alto su florete.

- ¡Síganme, tropas! ¡Protegeremos a nuestro pueblo a toda costa!

La Guardia de Honor respondió con un grito de entusiasmo y se dirigieron al encuentro del ejército enemigo, que ya podía divisarse en la distancia. Link no le quitó la mirada de encima a la princesa hasta que se perdió de vista entre la multitud. Sintió un dolor en el pecho al verla partir, como si tuviese el presentimiento de que algo malo podría pasarle. Pero rápidamente dejó de lado ese pensamiento. Habiendo entrenado con ella durante todo ese tiempo, sabía que era una mujer fuerte y perfectamente capaz de cuidar de sí misma. Silenciosamente pidió a las Diosas que la protegieran.

- Y aquí vamos. - escuchó la voz de Ruisu. Se había equipado y también llevaba su propia capa. - ¿Qué te ocurre? Pareces algo deprimido.

- No es nada. - dijo Link, sin poder evitar mirar hacia donde se habían ido las tropas al mando de la princesa. Su amigo entendió sin que lo dijera.

- ¿Estás preocupado por la princesa? - le preguntó. El silencio de Link fue toda la respuesta que necesitaba. - Tranquilo, todos lo estaríamos.

- Es admirable. - dijo Link. - En lugar de quedarse dentro de las murallas de su castillo, prefiere salir a arriesgar su vida por su pueblo. Sé que es una mujer muy fuerte, pero sería terrible si algo le pasara allá afuera.

- Sí, considerando que es la última descendiente de la familia real. - agregó Ruisu, como si fuese lo más obvio. Aun así, el pelinegro aun sospechaba (acertadamente) que su compañero tenía razones mucho más personales para estar preocupado por la seguridad de la princesa.

- Ya estamos listos. - llegó Zatyr.

La arquera traía consigo un arco más largo y en apariencia más robusto del que normalmente utilizaba, y un carcaj de mayor capacidad para sus flechas. Detrás de ella venía también Garrett. Al parecer había aumentado su entrenamiento de fuerza, pues había reemplazado su ya de por sí gran hacha por una de aún mayor tamaño. Colgando de su cinturón tenía un par de hachas pequeñas, lo suficiente como para arrojarlas a cierta distancia.

- ¿Dónde está Alexandre? - preguntó el gigantón.

- No debe tardar, primero tiene que ir a los establos. - dijo Ruisu. - Ah, miren, ya viene.

En efecto, en ese preciso instante apareció el lancero, a lomos de su caballo. Luego de recibir su título de caballero, Alexandre había logrado convencer a sus superiores de que le permitieran tener al corcel negro Shadow como montura personal.

- Grandioso, toda la pandilla está aquí. - dijo al ver al resto. - ¿Ahora qué?

- Seguir nuestras órdenes. - dijo Link. - Vamos a la salida al oeste de la ciudadela y ayudemos con la evacuación.

- Me adelantaré un poco. ¡Vamos, Shadow!

Alexandre tomó ventaja de ser el único a caballo y se dirigió a la salida antes que sus compañeros. La guardia real ya había preparado transportes para ellos. El resto se dispersó por la ciudad para ayudar a dar la voz de alarma. La mayoría de la gente no podía creer lo que estaba sucediendo. Se suponía que hoy se celebraría el décimo octavo cumpleaños de la Princesa Zelda y su coronación oficial. Y de pronto ocurría esto sin aviso alguno.

La evacuación de los civiles transcurrió sin ningún contratiempo. Después de dos horas, todos los habitantes de la ciudadela habían sido montados en carretas y se estaban dirigiendo a los refugios para ponerse a salvo. Dentro de las murallas solamente se habían quedado Impa y sus tropas, preparándose para coordinar la defensa del castillo y la ciudadela en caso de que el enemigo llegara hasta allí. La Comandante hubiese preferido acompañar a la princesa a las líneas frontales, pero cuando Sir Azael se ofreció a hacerlo en su lugar (dando el argumento válido de que alguien tenía que estar preparado para defender su terreno) no tuvo más remedio que aceptar.

- ¡Comandante! - gritó uno de los vigías sobre la muralla exterior. - ¡Un grupo de monstruos se acerca por el oeste!

- ¿Cuántos de ellos? - preguntó Impa.

- ¡Parece un grupo pequeño! - respondió el vigía. - ¡Entre treinta o cincuenta de ellos!

- Que algunas tropas salgan a su encuentro, no podemos permitir que ninguno de ellos entre aquí. - ordenó la Sheikah.

- ¡Sí, Comandante!

El vigía no había sido el único que había divisado a los monstruos aproximándose. Abajo, en el exterior de la muralla, la Legión de Link también los había visto.

- Por lo visto sí podremos ver algo de acción. - dijo Alexandre.

- Nos ordenaron mantener posición, ¿no es cierto? - dijo Link. - En ese caso, tenemos que asegurarnos de que no se acerquen al castillo.

Al acercarse más, Link y sus amigos pudieron ver con claridad a qué se iban a enfrentar. Las tropas enemigas eran un grupo variopinto, compuesto de varias criaturas con las que los soldados estaban muy bien familiarizados. Esqueletos andantes conocidos como Stalfos, lagartos bípedos de más de dos metros de alto, llamados Lizalfos, Bokoblins, unas criaturas de aspecto porcino armadas con cimitarras e irónicamente montados en lo que parecían ser jabalíes salvajes más grandes y peludos de lo normal, y mayormente unos mini-diablillos de color rojo armados con grandes garrotes. Sin embargo, la primera impresión de la legión fue que no se veían exactamente muy inteligentes o coordinados.

- Intentemos hacer que se dispersen un poco. - sugirió Ruisu. - Cada uno de nosotros debería ser capaz de lidiar con unos cuantos de ellos. -

- Permítanme. - dijo Zatyr, adelantándose.

La arquera se colocó en posición mientras sacaba de su carcaj una de sus flechas explosivas. Midiendo la distancia a la que estaban, apuntó ligeramente hacia arriba e hizo volar la flecha describiendo un arco de manera que fuese a aterrizar en todo el medio del grupo de monstruos.

¡BOOOOOOOOOMMM! El ataque dio resultado, pues los monstruos no reaccionaron hasta que la flecha impactó en el suelo y fue demasiado tarde. La explosión resultante acabó con varios de ellos, y los que sobrevivieron se vieron dispersados por la onda de choque.

- ¡Sepárense y vayan por ellos! - ordenó Link.

Mientras Zatyr se quedaba atrás para actuar como apoyo y seguir dispersándolos con sus flechas explosivas, los otros cuatro se separaron para hacerles frente. Alexandre, a lomos de Shadow, fue el primero en lanzarse a la carga, empuñando con mano firme su lanza hacia uno de los Bokoblins, y clavándosela directo en el pecho para derribarlo. Otros dos intentaron rodearlo para atacarlo por ambos lados, al parecer con la intención de vengar a su compañero caído, sin imaginarse que pronto sufrirían un destino similar. Primero tiró a uno de ellos de su montura golpeándolo en la cabeza, e hizo que Shadow lo pisoteara para rematarlo. El segundo trató de atacarlo por la espalda, pero le bastó un giro de la lanza para golpearlo en el estómago y hacerlo caer de la misma manera.

- ¿Es lo mejor que tienen? - dijo con algo de arrogancia.

Al mismo tiempo, Garrett se enfrentaba simultáneamente a dos Lizalfos. Siendo que él era bastante grande en estándares humanos, era inusual verlo pelear contra un oponente que lo superase en tamaño, y menos aún contra dos de ellos. A pesar de todo, ni siquiera juntos pudieron reducirlo. Tomando ventaja de que no llevaban armadura que les protegiera el estómago, atacó a uno de ellos con la punta afilada de su hacha. Sin perder tiempo la retiró para asestarle un golpe directo a su cráneo y destrozarle la cabeza. Al otro le dio golpe con el plano para derribarlo y le dio un hachazo con todas sus fuerzas en la espalda para rematarlo.

Del otro lado, Link y Ruisu estaban tratando de rodear a los enemigos menores, a los esqueletos y los diablillos con garrotes. Por fortuna, estos eran los más débiles dentro del grupo, y fácilmente caían con un solo golpe bien conectado. El mayor problema que representaban era que había muchos de ellos dispersos por el lugar, y eran bastante rápidos para moverse y huir cuando presentían peligro. Así, los dos espadachines trataron de amontonar en un área pequeña a todos los que pudieron mientras Zatyr preparaba otra de sus flechas explosivas para hacerlos volar a todos de una sola vez.

- ¡Aléjense, que ahí va! - gritó la arquera mientras apuntaba su arma hacia arriba.

Esa era la señal que estaban esperando. Sin perder tiempo se alejaron del grupo de diablillos y esqueletos mientras veían la flecha volar por el aire. Igual que antes aterrizó causando un fuerte estallido y acabando con todos los que quedaron dentro de su alcance. Los cadáveres de los diablillos y los pedazos de hueso de los Stalfos quedaron esparcidos en el medio de una gran mancha oscura en el lugar donde la flecha impactó. En cuanto a los que escaparon de la explosión en el área, Link y Ruisu terminaron con ellos sin mayores dificultades. Pero aún quedaban más de ellos amenazando con colarse dentro del castillo y eso no podían permitirlo de ninguna manera. Continuaron enfrentándolos por un tiempo, pero de pronto, se detuvieron. Actuando como si acabaran de recibir un llamado o señal de algún tipo, se pusieron sobre aviso, y sin más, comenzaron a dar la vuelta y a correr en la dirección opuesta del castillo, y de sus enemigos.

- ¿Qué ocurre? ¿Por qué están huyendo? - preguntó Zatyr.

- Son unos cobardes, ya se dieron cuenta que no pueden con nosotros. - se jactó Alexandre.

- No lo creo. Eso fue demasiado fácil. - dijo Ruisu.

- ¿Fácil? ¿A eso le llamas "fácil"? Creo que alguien estuvo en otra batalla que no fue esta. - replicó Alexandre.

- Ruisu tiene razón. No creo que huyeran de nosotros. - dijo Link.

- ¿Pues entonces de qué...?

Alexandre se detuvo en seco cuando escuchó un sonido extraño, y al mismo tiempo sintió un ligero temblor debajo de sus pies. El resto de la legión también hizo lo mismo. Unos segundos después, el sonido se hizo más fuerte y claro, sonaba como algo abriéndose paso bajo tierra, y cada vez más cerca. Finalmente al determinar la dirección, el movimiento les hizo darse cuenta de que algo se acercaba hacia ellos, algo enorme, y sinónimo de grandes problemas para ellos. Con un atronador rugido, finalmente abrió el suelo para salir a la superficie, haciendo una espectacular entrada.

- Creo que eso responde a la pregunta de por qué estaban huyendo. - dijo Link.

- No me digas. - dijo Alexandre tratando de sonar sarcástico, pero el terror de ver a la monstruosidad frente a él se lo impidió.

La Legión de Link tenía frente a sus ojos a un Dodongo. Los Dodongos eran una especie conocida de reptiles lanzafuego, y bien era sabido que estaban entre las bestias más peligrosas de Hyrule, pero el que tenían frente a ellos no se parecía a ninguno que hubieran visto. Para empezar, era enorme, casi tan grande como una casa, y sus escamas, en contraste con las de los Dodongos ordinarios, eran más de un color verde-amarillo brillante que verde esmeralda. Sus patas terminaban en unas enormes garras de color rojo, del mismo color que sus cuernos a los lados de su cabeza, y los picos en su espalda que formaban una especie de cresta que llegaba hasta el final de la cola.

- Eso es... ¿es un Dodongo? - exclamó Ruisu.

- Más bien el Rey de los Dodongos. Jamás había visto uno tan enorme. - dijo Alexandre.

El gigantesco lagarto miró a la legión con sus pequeños pero amenazadores ojos amarillos. Como si decidiera que serían su cena, rugió ferozmente y acto seguido comenzó a inhalar. La legión supo inmediatamente lo que venía.

- ¡CÚBRANSE TODOS! - gritó Link.

Aunque él no lo hubiese ordenado, todos inmediatamente se alejaron pues el monstruo dejó salir de su boca un potente chorro de fuego a su alrededor, tratando de rostizarlos. Alexandre decidió actuar como señuelo para atraer su atención mientras los demás lo rodeaban e intentaban atacarlo por algún punto ciego. Ruisu y Garrett fueron los primeros, pero sus armas no hicieron mella en las duras escamas del Rey Dodongo. Sin embargo, sí debió de sentir algo, pues en cuanto lo golpearon se dio la vuelta y los mandó a volar a ambos de un coletazo. Zatyr tomó una de sus flechas explosivas, tensó su arco y la disparó. Su esfuerzo, no obstante, no fue más efectivo que el de sus dos compañeros, pues más que dejarle una mancha oscura y sacudirlo por un momento no causó ningún daño aparente. El lagarto centró entonces su atención en la chica, aspiró y le lanzó nuevamente su aliento infernal. Zatyr apenas pudo arrojarse al suelo para evitar el ataque. Alexandre y Link intentaron atacarlo por un lado, sin éxito tampoco, y apenas pudieron apartarse para no sufrir el coletazo que voló a sus otros dos compañeros.

- ¡No es justo! ¡Nuestras armas no lo dañan! - gritó Alexandre, viendo algo abollada la punta de su lanza.

- ¡Los Dodongos son vulnerables en la panza! - exclamó Ruisu. - ¡Es el único lugar donde sus escamas no los protegen!

- ¡Grandioso, ¿pero eso de qué nos sirve, genio?! - se quejó el lancero.

Antes que pudiera darle respuesta, el monstruoso reptil volvió a rugir, dio un fuerte pisotón al suelo con sus patas delanteras para erguirse, y luego se enrolló, convirtiéndose literalmente en una bola de picos, que se echó a rodar hacia Link y sus compañeros.

- ¡APÁRTENSE! - volvió a gritar el líder.

El lagarto dejó de rodar en cuanto se dio cuenta que no pudo aplastar a sus objetivos. Para ser tan grande se movía bastante rápido al rodar, pero era relativamente fácil de esquivar pues solo podía ir en línea recta por no poder ver hacia donde iba mientras estaba rodando. Los cinco amigos apenas atinaron a alejarse entre ellos para intentar ser blancos más difíciles. Por ahora, su prioridad era intentar sobrevivir a la bestia hasta que se les ocurriera algo. El Dodongo, al principio algo indeciso, finalmente centró su atención en uno de ellos, específicamente en Ruisu. El pelinegro tuvo dos pensamientos en conflicto en ese instante: "Diablos, ¿por qué yo?" y "Mejor a mí que a los otros." Sin embargo, las dos partes estaban de acuerdo de una cosa, si quería seguir con vida tenía que moverse en el acto. Trató de alejarse como pudo, con las pesadas patas de la bestia resonando detrás de él, hasta que de repente se detuvo y Ruisu pudo escuchar que comenzaba a inhalar de nuevo: iba a usar su aliento de fuego con él. Casi había logrado salir de su alcance, pero se tropezó y al darse cuenta de que no podía escapar, lo único que se le ocurrió hacer fue voltearse de cara y utilizar su escudo para protegerse del fuego.

- ¡RUISU! - oyó gritar a sus amigos.

A la distancia que estaba se salvó de ser incinerado, pero su escudo no corrió con la misma suerte. El hierro del arma defensiva se puso literalmente al rojo vivo con las llamas del Dodongo, y pronto lo sintió en el brazo.

- ¡Ayayay! - gritó al arrojarlo, sacudiendo el brazo para evitar que se quemara con él.

- ¡Esto no va a ninguna parte! - exclamó Alexandre. - ¡¿Qué se supone que hagamos, esperar a que se canse y se vaya?! -

- ¡Nada lo atraviesa por afuera! - gritó Link. - Por afuera... ¡eso es! ¡Si esta cosa quiere algo que comer, vamos a darle algo que le caiga terriblemente mal! -

- ¡¿Algo como qué?! - preguntó Zatyr

Link miró a su alrededor. Por fortuna para ellos, en medio de la escaramuza un vagón lleno de bombas había quedado relativamente cerca de donde se encontraban, pero aún estaba demasiado lejos para ir por él.

- ¡Hay que distraer su atención! - gritó Link. - ¡Alexandre, usa a Shadow y ve por esa carreta con bombas! ¡El resto tenemos que mantenerlo ocupado! -

El lancero espoleó a su corcel y empezó a correr hacia la carreta. La bestia se puso sobre aviso y trató de ir tras él, pero Zatyr lo detuvo disparando una flecha explosiva frente a él para detenerlo por un par de segundos. Eso fue suficiente para que pudiera alejarse. Link y Ruisu se pusieron frente a él a distancia segura para que los viera y caminara hacia ellos mientras Garrett y Zatyr lo flanqueaban. En cuanto empezó a inhalar para lanzar el chorro de fuego, los dos espadachines saltaron en direcciones opuestas para evitarlo. Al mismo tiempo, desde cada lado, Zatyr preparó una de sus más agudas flechas y Garrett tomó una de las mini-hachas de su cinturón. Tomando ventaja de que estaba demasiado ocupado lanzando fuego, no se dio cuenta de lo que planeaban hasta que fue demasiado tarde.

- ¡AHORA! - gritó Link.

Con una sincronización perfecta, Zatyr disparó su flecha al tiempo que Garrett arrojaba su mini-hacha, siendo el blanco de cada uno de ellos uno de los ojos del Rey Dodongo. El lagarto lanzó un terrible rugido de dolor y comenzó a pisotear y a lanzar fuego sin control.

- ¡No se distraigan! - gritó Ruisu. - ¡No puede vernos, pero aún puede oírnos y olernos!

Efectivamente, aunque le habían apagado la luz, permanentemente, su olfato y oído todavía podían detectarlos, así que mantuvieron su distancia hasta que Alexandre y Shadow regresaron con la carreta y su valioso cargamento explosivo. Incluso si el lagarto todavía sabría dónde estaban, no podría ver lo que planeaban hacer.

- ¡Muy bien, aquí están! - dijo Alexandre. - ¿Ahora qué?

- Ahora... hacemos que abra la boca grande... y le damos un bocadillo. - dijo Link.

El plan, en teoría, era bastante simple. Si hacían que se tragara las bombas, estas explotarían dentro de él, y si eso no lo mataba, por lo menos lo inutilizaría para que dejara de ser una amenaza. Sin embargo, el único momento en que abría la boca lo suficiente era cuando inhalaba para lanzar su aliento de fuego.

- Depende de ti, Garrett. - dijo Link. - Eres el único que tiene la fuerza para arrojarlas lo bastante lejos, ¿podrás hacerlo?

- Tengo que intentarlo. - dijo el grandullón, tomando una bomba con cada mano.

Aun estando ciego, el Rey Dodongo seguía siendo perfectamente capaz de rastrearlos por su olor. La legión de Link se veía obligada a hacer ruido constantemente para obligarlo a ir hacia ellos mientras Garrett se ponía en posición.

- ¡Oye, aliento de lagarto, por aquí! - gritó Alexandre, mientras encendía con un mechero las bombas que Garrett tenía en sus manos.

El reptil lanzafuego pareció responder al grito de Alexandre y avanzó amenazadoramente hacia ellos. Se detuvo para inhalar, preparándose para lanzarles el chorro de fuego, y Garrett, sin perder ni un segundo arrojó las bombas, una detrás de la otra, directo a sus fauces abiertas. Como estaba inhalando en ese momento, ayudó a que se las tragara más fácilmente, y un par de segundos más tarde las dos explotaron dentro de su estómago. Empezó a toser humo negro tras las explosiones.

- Creo que solo con dos no fue suficiente. - dijo Ruisu.

- No, pero fue un buen intento. - dijo Link.

A pesar de que su intento no lo mató, claramente las bombas habían hecho su efecto. El daño interno que le provocaron hizo que sus movimientos se hicieran más lentos y torpes que antes, y eso era un positivo. Solo tenían que continuar de la misma manera y podrían acabar con él. En un arranque de furia, de nuevo intentó enrollarse y rodar para aplastarlos, pero no pudo mantenerse así igual que antes. Para ganar tiempo, Link sus compañeros tomaron una bomba cada uno, mientras lo atraían con sus gritos, cruzando los dedos para que de nuevo empezara a inhalar y se las tragara. Lento pero seguro, cada uno de ellos logró darle al Rey Dodongo su bocadillo explosivo, y cada vez que se tragaba uno, se ponía más y más lento.

- ¡Atráiganlo hacia la carreta! - gritó Ruisu. - ¡Tengo una idea!

Sin cuestionar al pelinegro, Link y Garrett comenzaron a gritar para que el lagarto se fuera directo hacia ellos. Ahora ya no pisoteaba con fuerza, prácticamente se arrastraba con dificultad, y como no podía verlos, tampoco podía ver lo que tenía enfrente. Aún tenía aliento para lanzar fuego de vez en cuando, pero ya no se podía acercar a ellos lo bastante rápido para representar un peligro. Una vez que estuvo literalmente encima de la carreta, esta era su oportunidad. El lagarto lanzó un chorro de fuego que prendió las mechas de las bombas, ahorrándoles a la legión el tener que hacerlo ellos mismos.

- ¡ALÉJENSE!

¡BOOM! ¡BOOM! ¡BROOOOOOOOM! La reacción en cadena no se hizo esperar: las bombas detonaron casi todas al mismo tiempo provocando una gran explosión que hizo volar hacia atrás al lagarto, haciéndolo caer de espaldas. Aún se movía, pero para ese momento el daño que había recibido era demasiado como para poder enderezarse. Era ahora o nunca: su parte más vulnerable estaba expuesta.

- ¡Acabemos con él ahora! - gritó Link.

Siguiendo al líder, los otros tres chicos de la legión se montaron sobre la panza de la bestia, y sin perder el tiempo, comenzaron a clavar sus armas, el único lugar en el que estas podían atravesar la de otra manera impenetrable piel del Rey Dodongo. Link fue el que finalmente puso fin a su miserable existencia, pues hundió su espada justo en el lugar donde debería estar su corazón. El Rey Dodongo exhaló un último rugido, como si se diera cuenta de lo que acababa de suceder en ese instante, y un segundo después finalmente dejó de moverse. Link retiró su sangrante espada del corazón del monstruo, cayendo de rodillas por el alivio. Por fin lo habían derrotado.

- Uff... nunca creí que llegara a esto. - fue todo lo que alcanzó a decir.

- ¿Terminamos de quemarlo hasta las cenizas? - preguntó Alexandre. - No sé ustedes, pero yo no quisiera ver que se levante de nuevo y le dé hambre.

- Habrá que esperar para eso. - dijo Link, poniéndose de pie nuevamente. - Sepárense y verifiquen que el área ya está limpia. Si el enemigo decide dar la vuelta, podríamos tener problemas todavía.

Todos estuvieron de acuerdo, y de inmediato se dispersaron. En apariencia, la mayoría de las tropas enemigas continuaban en retirada, y los soldados Hyruleanos seguían ganando terreno. Solo quedaban algunos grupos menores de monstruos esparcidos por el lugar, mayormente Stalfos y Bokoblins, nada que incluso los soldados de menor rango no pudieran manejar. Estaba a punto de volver al castillo para reunirse con sus amigos, cuando escuchó algo que lo detuvo.

- ¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude! ¡Soy muy pequeña para pelear contra los monstruos! - gritó una vocecita.

Link se dio la vuelta al oír ese llamado. Comenzó a mirar a todos lados intentando ubicar de donde vino. Un minuto después la escuchó de nuevo, y entonces la vio: una pequeña bola de luz azul-blanca con cuatro alas, intentando huir de una horda de Bokoblins que se le veían encima.

- ¿Un hada? - dijo Link al verla. Era muy extraño ver una de ellas, más aun completamente sola, pero en ese momento eso no importaba. - ¡Aléjense de ella!

Las bestias voltearon a ver en la dirección de Link, y de inmediato empuñaron sus arcos. Link se protegió de las flechas con su escudo para poder aproximarse, y al llegar hasta el más cercano le dio un tajo directo hacia la cabeza. Luego se giró hacia el siguiente y lo apuñaló en el estómago. Pronto el resto de ellos corrió un destino similar, pese a ser más grandes, fuertes y superarlo en número, ninguno de ellos fue pieza para el joven espadachín. En un último esfuerzo, tres de los que quedaban en pie intentaron rodearlo, dejándolo en el centro para írsele encima sin imaginarse lo que les esperaba. Link se arrodilló, estirando su brazo izquierdo hacia atrás al máximo para tomar impulso mientras se enfocaba. Los Bokoblins tomaron esto como un gesto de resignación, sin imaginarse que estaban a punto de probar la técnica secreta de su familia.

- ¡Eaaaaaaarrgghhh! - gritó Link mientras daba un giro rápido sobre sí mismo.

La técnica secreta de la familia de Link, pasada de generación en generación, requería canalizar una gran cantidad de energía hacia la hoja de la espada. Después, al ejecutar un giro rápido con el cuerpo, creaba un ataque con área de efecto, capaz de cortar prácticamente a cualquier enemigo, y especialmente útil al estar rodeado de varios al mismo tiempo. Sin embargo, se le había enseñado a solo usarla como último recurso, pero dadas las circunstancias, no tenía muchas alternativas.

Ya libre del peligro, la pequeña hada empezó a revolotear alrededor de Link, dejando chispas azules a su alrededor, hasta que finalmente se detuvo frente a la cara de Link. Al acercarse, el muchacho pudo verla con mayor claridad: dentro de la bola de luz había una diminuta figura femenina de piel color celeste y cabello azul oscuro.

- ¡Uff, eso estuvo muy cerca! ¡Gracias por salvarme!

- No es nada. - dijo Link. - ¿Pero qué estás haciendo aquí?

- Estaba buscando a alguien, y me perdí. Por cierto, mi nombre es Proxi, ¿y el tuyo?

- Link.

- Link, ¿eh? Qué nombre tan extraño, ¿qué significa? Por cierto, linda espada esa que traes, ¿dónde aprendiste a usarla?

- Creo que ahora no es momento para jugar a preguntas. - detuvo Link a la habladora hadita. - Aún quedan unos cuantos monstruos en los alrededores.

- Oh, es cierto. - dijo Proxi. - En ese caso, ¿puedo acompañarte? No puedo pelear, pero seguro que puedo ayudarte. Además, estoy buscando a alguien importante, tal vez me ayudes a encontrarla.

- Si eso te hace sentir mejor. - dijo Link. Se sentiría mal si la dejaba por su cuenta así nada más.

Link continuó abriéndose paso entre los enemigos que seguían en el área, asegurándose de no dejar en pie a ninguno de ellos. Salvo por algunos grupos menores, al parecer las tropas de Hyrule habían logrado contener su avance y ya no representaban un peligro para el castillo, y en el caso de que alcanzaran la entrada, sus amigos (y la Comandante Impa) seguían allí para darles el recibimiento que merecían. Fue entonces que vio a alguien más luchando contra otro grupo de monstruos. Estaba a punto de acudir para ver si necesitaba ayuda, cuando se dio cuenta, al ver un destello de luz que envió a volar a los monstruos por los aires que claramente no era necesaria su asistencia. Inmediatamente supo de quién se trataba.

- ¡Princesa! - gritó al reconocerla.

La joven regente reconoció al instante la voz de su amigo llamándola. Sobra decir que se sintió muy aliviada de ver que se encontraba con bien y sin ninguna herida.

- ¡Link! Gracias a las Diosas, cuando vi que algunos de los monstruos lograron escapar empecé a temer lo peor. - dijo en cuanto se le acercó.

- La mayoría no son pieza para nosotros. - dijo el muchacho. - Bueno, excepto ese Dodongo gigantesco, pero mis amigos y yo ya nos encargamos de él. ¿Usted se encuentra bien, Princesa?

- Sí, lo estoy, pero me vi obligada a regresar. - dijo Zelda. - Cuando creí que teníamos la batalla ganada, otro batallón de monstruos apareció de la nada y nos obligaron a retroceder. Los Guardias de Honor siguen resistiendo, pero creo que necesitarán ayuda. -

- ¿Así que ella es la Princesa de Hyrule? - habló la vocecita de Proxi, saliendo de detrás de Link para hacer notar su presencia. - ¡Por fin la encuentro, tengo que decirle algo importante!

- ¿Un hada? - dijo la princesa al verla.

- Ah, Princesa, ella es Proxi. La rescaté de unos monstruos hace un momento, y se ofreció acompañarme para ayudar. - dijo Link. - Aunque no sé cómo podría, a decir verdad.

- ¡Estaba a punto de decirlo! - dijo el hada, algo irritada por el comentario de su amigo humano. Princesa, la Gran Hada a la que sirvo me envió a buscarla. Sintió peligro y quiso que viniera para advertirle.

- ¿La Gran Hada? - Link no entendió a lo que se refería.

- Por todo Hyrule existen fuentes secretas donde residen las Grandes Hadas. - explicó Zelda. - Son las gobernantes supremas de las hadas como Proxi, y poseen grandes poderes que están dispuestas a utilizar para ayudar a quien lo merezca. Tenía entendido que existía una fuente en la pradera al sur del castillo, pero la entrada fue sellada por un derrumbe hace siglos y nadie sabe dónde está. -

- Yo sé dónde está. - dijo Proxi. - Habíamos estado ocultas hasta que fuéramos necesarias, fue lo que nos dijeron. Pero la Gran Hada sintió que necesitarían ayuda, y por eso me envió aquí, pero entonces los monstruos me vieron y trataron de comerme, así que me perdí, de verdad lo siento mucho, si no fuera por Link que me salvó...

- Creo que esa parte ya está clara. - interrumpió Link. Claramente la pequeña hada era muy conversadora. - El punto es, ¿puedes llevarnos con ella?

- ¡Sí, por supuesto! - dijo Proxi. - ¡Por favor, síganme!

El hada echó a volar tan rápido como podía, mientras el joven espadachín y la princesa iban tras ella. Si era cierto lo que decía, pronto podrían darle vuelta a la batalla. Avanzaron sin detenerse en dirección sur por la pradera sin mayores contratiempos, hasta que otra horda de monstruos que se separó del grupo principal de nuevo se interpuso en su camino.

- Princesa, quédese detrás de mí. - dijo Link, colocándose frente a Zelda, con la clara intención de protegerla.

- No, Link, lucharemos juntos. - respondió la joven regente dando un paso al frente y apuntando con su florete. - Ya te lo dije antes, no puedo permitir que otros arriesguen su vida para protegerme cuando yo debo hacerlo por mí misma.

Link miró de lado a la princesa. Su expresión no denotaba temor, sino más bien irradiaba confianza y determinación. Mirando atrás a los entrenamientos, Zelda realmente tenía un gran talento en la esgrima, eso él lo había visto de primera manos, pero siempre que la había visto pelear había sido como espectador o como oponente. Sería la primera vez que lucharían lado a lado como aliados, y pese a lo serio de la situación, el hecho de saber que ella estaba allí para cuidarle las espaldas le resultaba alentador de muchas maneras. Y en ese momento, él no tenía manera de saber que el mismo pensamiento estaba cruzando por la mente de ella.

- Proxi, ocúltate en mi bolsillo hasta que terminemos con esto. - dijo Link. - No tardaremos demasiado.

- ¡No tienes que decírmelo! - dijo el hada, volando directo al bolsillo de la túnica de Link para refugiarse.

Las criaturas, subestimando a la joven pareja frente a ellos se lanzaron en un solo torrente, sin imaginarse lo que les esperaba. Los que iban al frente rápidamente cayeron ante los cortes de la espada de Link, mientras la princesa canalizaba su magia a través de su florete para aumentar el alcance de sus estocadas. Con una precisión impecable, la princesa apuntó su arma hacia el cráneo de un Stalfos, perforándolo antes que se diera cuenta de lo sucedido, para luego alzarla bruscamente y arrancárselo, haciendo que el resto de él se desplomara en una pila de huesos. Otros dos, intentando hacerse los listos la atacaron por ambos lados, pero la joven se anticipó y los esquivó, haciendo que se destrozaran los cráneos uno al otro. A Link no se le escapó que, incluso en medio de la batalla, la princesa no perdía su aire de elegancia que la caracterizaba, de hecho, hasta podría decir que lo irradiaba con más fuerza que cuando entrenaban juntos. La regente evidentemente se tomaba muy en serio lo de ser capaz de protegerse a sí misma, y lo demostraba con creces. Cada una de las criaturas que eran lo bastante tontas e imprudentes para intentar atacarla caía con un solo ataque, directo, rápido y preciso.

En cuanto a Link, si bien él no tenía un estilo tan refinado como el de la princesa, también se aseguraba de que cada uno de los golpes que daba contaran. Mientras ella se ocupaba de los más numerosos, él se encargaba de hacer caer a los que eran más grandes y fuertes, empuñando su espada con mano firme para hundirla lo más profundo en cada uno de ellos. Los dos se mantenían espalda con espalda, perfectamente sincronizados, como si pudieran predecir la acción que haría el otro sin que este dijera nada. Pese a que era la primera vez que estaban peleando como aliados, algo dentro de Link se sentía como si ya lo hubiese hecho antes, aunque eso no tuviera ningún sentido.

- ¡Esto está tardando demasiado! - exclamó Link. - ¡Así no llegaremos nunca!

- ¡Intentaré despejarnos el camino! - dijo Zelda. - ¡Agáchate!

Link obedeció sin cuestionar, pero no pudo evitar voltear a mirar a Zelda para ver qué era lo que hacía. Vio como la princesa momentáneamente envainaba su florete, y hacía aparecer una esfera de energía dorada entre sus manos. Esta cambió de forma, dividiéndose en dos formas alargadas y delgadas, para luego volverse sólidas, convirtiéndose en un enorme arco, casi tan largo como lo era de alta la princesa, y una flecha también bastante larga, ambos resplandeciendo como si estuviesen hechos de pura energía de luz, y Link se aventuró a pensar que era así exactamente. La princesa se colocó en posición, tensó el arco y dejó volar su flecha. Link pudo ver que esta volaba mucho más rápido que cualquier flecha que hubiese visto, y dejaba un rastro luminoso en su camino, literalmente desintegrando todas las criaturas a su paso, despejándoles su ruta.

- *Silbido*, seguro que Zatyr mataría por un arco como ese. - dijo Link en voz baja, mientras veía como el arco de la princesa se desvanecía de nuevo. Luego en voz alta se dirigió al hada que aún seguía dentro de su bolsillo. - ¡Proxi, sal ya, tenemos el camino despejado!

- ¡Entendido, síganme!

La pequeña hada salió de su escondite y echó a volar de nuevo, mientras los jóvenes la seguían corriendo tan rápido como podían tomando ventaja de la brecha que la princesa había abierto con ese certero flechazo.

- Eso fue impresionante, Princesa. - dijo Link sin poder ocultar la admiración en su voz. - ¿Qué era ese arco y flecha?

- Flecha de luz. Magia de energía sagrada, capaz de destruir a cualquier ser impregnado de oscuridad. - explicó la princesa. - Pero utilizo demasiada energía mágica para generar solo una, por eso generalmente las reservo solo como último recurso.

Link sintió algo más de curiosidad respecto a esto, pero no preguntó más, pues de cualquier manera tenían que enfocarse en algo más importante de momento. Al parecer la flecha dejó un cierto residuo de energía sagrada a su paso, pues los monstruos se mostraban bastante reacios a acercárseles incluso después del ataque. Mejor para ellos de esa manera, de ese modo no se encontraron con ninguna resistencia indeseada por el camino.

Tras varios minutos finalmente Proxi se detuvo en una zona despejada, encima de una colina, aunque ni Link ni Zelda notaron nada inusual. Link parecía estar cuestionando de nuevo al hada, pero no así la princesa, que al parecer tenía una idea de lo que estaba por hacer su pequeña amiga.

- Prepárense, estamos sobre la entrada. - dijo Proxi.

Dicho esto, comenzó a volar en círculos alrededor y por encima de la pareja, dejando caer a su paso un rastro de polvo azul-blanco. Segundos después, apareció a los pies de los jóvenes un círculo mágico que comenzó a girar a su alrededor. Link estuvo a punto de sobresaltarse, pero Zelda lo calmó.

- Tranquilízate. - le dijo. - Por lo visto la entrada estaba sellada solo para humanos, pero las hadas aún tienen sus métodos para abrirla cuando es necesario.

La energía del círculo mágico se intensificó, y segundos después los tres se desvanecieron sin dejar rastro. Link, que había cerrado los ojos por acto reflejo, cuando los abrió de nuevo vio que ya no se encontraban en la pradera. Ahora estaban en un lugar cerrado, iluminado con antorchas, paredes de piedra enmarcadas por unas columnas muy bien decoradas con símbolos hylianos antiguos y agua cayendo a su alrededor formando unas hermosas cataratas que desembocaban en una enorme fuente enmarcada. Alrededor de ellos, había una gran cantidad de pequeñas hadas, similares a Proxi, pero de diferentes colores, incluyendo rojo, púrpura o amarillo, entre otros.

- La fuente de la Gran Hada. - dijo Zelda. - Había visto ilustraciones de este lugar en mis libros, pero ninguno les ha hecho justicia.

Link tuvo que reconocer que también se sentía maravillado por el lugar, jamás había visto una arquitectura tan exquisita. La princesa se aproximó hacia lo que parecía ser un tapiz con el símbolo de la Trifuerza que estaba en el suelo frente a la gran fuente, y pronunció las siguientes palabras:

- Gran Hada, tú que proteges las praderas de la sagrada tierra de Hyrule. Tu leal sirviente nos ha guiado hasta ti. Yo, Zelda, Princesa de Hyrule, humildemente solicito tu ayuda para repeler a los invasores que amenazan nuestra tierra.

En respuesta, la risa de una voz femenina algo profunda resonó por todo el lugar. Link no pudo evitar dar un paso atrás cuando se volvió aún más fuerte, al momento en que del agua de la fuente emergió una gigantesca mujer. Al menos diez veces más grande que un humano ordinario, estaba vestida con ropas que apenas cubrían su busto y piernas y parecían estar compuestos enteramente de hojas y lianas. Su largo cabello rojizo, adornado de la misma manera que sus ropas, se dividía en tres coletas largas. Link podría haber pensado que era de cierto modo atractiva, si no fuera porque creía que tanta sombra en los ojos y esas extraordinariamente largas pestañas eran pasarse un poco de maquillaje (y sin mencionar su risa). Flotando en el aire, se colocó en una pose algo sugestiva, como si estuviese sentada con las piernas cruzadas.

- Excelente trabajo, Proxi. - dijo la Gran Hada. - Princesa Zelda, veo que has venido a aceptar mi ofrecimiento de ayuda.

- Por supuesto, Gran Hada. - respondió Zelda. - Por favor, préstanos tu poder.

- Lo tendrás, querida. Mis pequeñas, por favor diríjanse a ayudar a las tropas de Hyrule.

Todas las hadas respondieron afirmativamente, e inmediatamente echaron a volar hacia el círculo mágico donde aparecieron Link y Zelda, desapareciendo de la fuente. Todas a excepción de Proxi, que se quedó acompañando a los jóvenes. La Gran Hada prosiguió:

- Proxi, por favor acompaña a la princesa y a su caballero y ayúdalos en todo lo que puedas.

- ¡Sí, Gran Hada! - respondió Proxi con entusiasmo. - Jeje, parece que seguiremos siendo compañeros por un tiempo, Link, ¿no es grandioso?

- Sí, grandioso. - dijo Link, algo inseguro. - Por ahora, ¿podríamos regresar al campo de batalla? Tenemos que ver cómo está la situación y si nuestros compañeros necesitan ayuda.

- En ese caso, vuelvan al círculo mágico. - dijo Proxi.

Agradeciendo su ayuda a la Gran Hada, Link y Zelda regresaron al círculo mágico. De nuevo, Proxi voló a su alrededor para activarlo y un segundo después reaparecieron de vuelta afuera. Desde la cima de la colina tenían una buena vista de la batalla que se libraba entre las tropas de Hyrule y las hordas de monstruos. Los cientos de hadas que salieron de la fuente volaron hacia allá, colándose entre los soldados. Aún a la distancia, la princesa y el joven caballero pudieron ver que las pequeñas hadas tomaban las bombas que llevaban las tropas de Hyrule y las elevaban encima del campo de batalla. Comenzaron a volar describiendo círculos, hasta que entre todas empezaron a formar una bomba gigantesca. Las tropas hyruleanas tomaron esto como su señal para ponerse a distancia segura, mientras las hadas dejaban caer la enorme esfera explosiva en el medio de la horda de monstruos. La explosión fue masiva, logrando acabar por lo menos con dos tercios de la fuerza principal. Los soldados de Hyrule inmediatamente tomaron la oportunidad para lanzar su contraataque y reducir al resto.

- Eso debería ser suficiente para dar vuelta a la batalla. - dijo Zelda.

- Aun así, ¿de dónde salieron todos estos monstruos? - preguntó Link.

- No tengo idea. - respondió la princesa. - Lo más extraño es que muchos de ellos solo los he visto en mis libros de historia, se supone que ya se habían extinguido hace miles de años.

- ¿Cómo ese Dodongo gigante que trató de atacar el castillo? - dijo Link.

Antes de que la princesa diera su respuesta, los dos escucharon un batir de alas en el aire, y con toda seguridad, apenas unos segundos después una enorme sombra pasó volando encima de ellos. A la distancia a la que estaban no pudieron verlo claramente, pero a juzgar por su aspecto, parecía ser...

- ¿Qué rayos fue eso, un dragón? - dijo Link.

- Eso parecía. - dijo Zelda, mirando a la forma roja alada alejarse en la distancia. - ¡Va en dirección hacia el castillo! ¡Tenemos que ir de inmediato!

- Yo iré, Princesa. - dijo Link. - Usted tiene que volver a las líneas frontales.

- Pero Link... -

- Princesa, los Guardias de Honor la necesitan. Usted tiene que liderarlos, lo sabe, ¿no es así?

La joven regente quiso protestar, pero el muchacho tenía razón. Sin embargo, en ese momento ella, por algún motivo que no podía comprender, no quería separarse de él, pero su deber estaba primero.

- La Comandante Impa y mis amigos aún siguen allá. - prosiguió Link. - Sé que no se rendirán fácilmente.

- Es cierto. - dijo Zelda, al parecer estas palabras calmaron un poco esa ansiedad momentánea. - Solo ten cuidado, no sabemos lo que puede suceder.

- Usted también. - respondió Link. - Proxi, sígueme. -

El rubio echó a correr de regreso al castillo seguido de la pequeña hada, mientras la princesa se dirigía de vuelta a donde el resto de las tropas continuaban con el combate principal. En ese momento, el plan de ambos era simplemente terminar con los invasores y volver a reunirse después de la batalla. A juzgar por el curso de la batalla, parecía simple en teoría.

Ninguno de los dos tenía manera de saber que el destino tenía otros planes para ellos en ese momento.

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Dentro de la ciudadela del castillo, minutos antes....

A pesar de los esfuerzos de los defensores del castillo por contener a los invasores, algunos de ellos habían logrado entrar en la ciudadela y empezado a causar destrozos, aunque afortunadamente, gracias a la Comandante Impa, el daño que habían causado era mínimo. Nada que no pudiera arreglarse después.

- ¡Deténganlos a toda costa! ¡No podemos permitir que entren al castillo!

Ninguno de los invasores escaparía del filo de su enorme espada. No podía permitir que uno solo de ellos quedara en pie. Se había alarmado bastante cuando uno de los vigías en las murallas le avisó que en el exterior, a poca distancia de la ciudadela había emergido un Dodongo gigantesco, y que un pequeño grupo (de cinco integrantes en específico) se estaba enfrentando a él sin más apoyo. Sin embargo, se sintió más tranquila cuando el vigía describió a uno de ellos como "un espadachín de cabello rubio" pues supo de inmediato de quién se trataba. Cada vez parecía estar más cerca de confirmar sus sospechas.

- ¡Comandante Impa! ¡Algo se acerca volando hacia el castillo!

- ¿Volando? - Con esa sola palabra Impa supo que estaban en serios aprietos.

- ¡Parece ser un...!

El aviso se vio interrumpido por un chorro de fuego lanzado por lo que fuera que había llegado, obligando a los vigías a arrojarse de las murallas para ponerse a cubierto. Una vez que el fuego se disipó, Impa pudo verlo claramente: un enorme dragón lanzafuego, de brillantes escamas rojas y con unas enormes alas de murciélago completamente extendidas, y dos grandes cuernos sobresaliendo de su cabeza. Impa no había terminado de salir de su conmoción cuando de pronto se encogió, aterrizando pesadamente en medio de la plaza de la ciudadela, para luego ponerse de pie, exhalando con un gruñido una pequeña bocanada de fuego.

El dragón acababa de tomar una forma más humana, dentro de lo que cabía. Parecía ser una especie de caballero, alto y extremadamente corpulento, más de lo que podría ser un hombre normal, con una pesada armadura roja. Si eso no fuera suficiente, su casco metálico, que oscurecía la parte superior de su rostro (dándole una apariencia aún más siniestra) tenía los mismos cuernos de su forma draconiana, y por detrás de él sobresalía una larga y delgada cola de pelo carmesí. En su mano llevaba una especie de lanza larga de doble punta, y esta estaba envuelta en unas intensas llamas que por sorprendente que pareciera no lo quemaban a él. La guerrera Sheikah observó al invasor con una expresión de alerta, sujetando firmemente la empuñadura de su enorme espada. A su vez, el dragón convertido en caballero simplemente permaneció allí, sonriendo de manera arrogante y satisfactoria, como si sintiera un gran orgullo de haber entrado en ese lugar sin que nada ni nadie hubiera podido impedírselo.

- ¿Quién eres? O mejor dicho, ¿qué se supone que eres? - preguntó Impa al recobrarse de la impresión inicial.

- Más respeto al dirigirte a mí, humana. - respondió. Tenía una voz realmente imponente, lo que lo hacía aún más atemorizante, si eso era posible. - Tienes frente a ti al gran y poderoso caballero dragón, Volga. Pronto aprenderás a temer ese nombre. Y si sabes lo que es bueno para ti, huirás antes de que decida darte muerte con mis infernales llamas.

- Te reto a que lo intentes. - lo desafió la Sheikah.

- ¡Insolente! ¡Pagarás con tu vida ese desafío!

Volga giró su lanza, dejando un rastro de llamas con cada movimiento, antes de lanzarse al encuentro de la comandante. Impa detuvo el ataque con el plano de su espada. En cuanto las dos armas impactaron, la comandante fue lanzada hacia atrás con el impacto, y tuvo que dar una voltereta en el aire para volver a aterrizar sobre sus pies. Una parte de ella ya se lo esperaba, pues su oponente ya tenía el aspecto de ser mucho más fuerte que un hombre normal. Lo que no se esperaba era que alguien de su tamaño pudiese moverse con tal rapidez. Pero después de todo, el sujeto que estaba frente a ella no era humano, así que tenía sentido.

- Oh, parece que eres un poco más fuerte que el resto de los insignificantes humanos que he encontrado aquí. - dijo Volga. - ¿Me darás un entretenimiento que valga la pena? -

- Estás a punto de averiguarlo.

Volga volvió a la carga. Esta vez Impa no se molestó en bloquear su ataque, sino que saltó hacia un lado para evadirlo y contraatacar. Casi tuvo éxito, pero Volga bloqueó su intento sin siquiera darse la vuelta y la obligó a alejarse de nuevo para no ponerse dentro del alcance de las llamas de su lanza. Rodeándolo a distancia segura, tomó un par de kunais del sujetador en su pierna y se los arrojó. Volga los repelió sin problemas con un solo movimiento de su lanza, haciendo que se clavaran a ambos lados de donde se encontraba, pero la distracción sirvió para que Impa acortase la distancia entre ambos y le asestara un golpe desde abajo hacia la quijada. Incluso dentro de la funda, la gran espada de Impa seguía siendo un arma capaz de golpear con mucha fuerza, sumándole el hecho de que ella también era lo bastante fuerte para blandirla. Volga cayó hacia atrás, pero volvió a incorporarse de inmediato, sin mayor daño que un pequeño hilillo de sangre en la boca.

- Impresionante, eres la primera humana que logra asestarme un golpe. - dijo mientras se limpiaba la sangre. - Creo que tendré que tomarte con algo más de seriedad.

Dicho esto, Volga empezó a correr hacia Impa nuevamente con la lanza en mano. La comandante estaba preparada para recibir el ataque, pero se llevó una sorpresa cuando alguien saltó frente a ella y detuvo en seco a su agresor.

- ¡Comandante!

Para cuando Impa pudo procesar lo sucedido, frente a ella se encontraba Link, armado con su escudo y espada. Por una fracción de segundo también alcanzó a ver que lo acompañaba una pequeña hada, que de manera inteligente al ver a Volga se escondió entre la ropa del muchacho. De alguna manera, el joven había detenido el ataque de Volga, claramente al tomarlo por sorpresa con su repentina aparición, pero sin detenerse a cuestionar la ayuda recibida, la Sheikah tomó ventaja de esto y desenfundó su propia arma para golpear tan fuerte como pudo a su enemigo y alejarlo momentáneamente.

- Comandante, ¿se encuentra bien? - preguntó Link, sin quitarle la vista de encima a Volga.

- Tan bien como podría estar, dadas las circunstancias. - dijo Impa. - ¿Qué estás haciendo aquí?

- La Princesa y yo vimos un dragón de fuego dirigiéndose hacia acá, así que decidí venir a ver si podía hacer algo. - respondió Link. - ¿Pero dónde está ahora, y quién es ese sujeto?

- El dragón que viste, es él. - respondió Impa. - Se hace llamar Volga.

- ¿Volga? Bien, eso resuelve un problema. - dijo el muchacho. - Me ahorra el tener que buscarlo.

- Chiquillo insolente, ¿te atreves a desafiarme? - dijo Volga, claramente perturbado por el hecho de que este "chiquillo" no le demostrara ningún temor ante su presencia.

- No me interesa quién seas, o por qué estás aquí, pero no te dejaremos hacer lo que quieres. - dijo Link.

- Ten cuidado, Link, no estamos frente a un oponente ordinario. - le advirtió Impa.

- Lo sé.

Ahora teniendo que lidiar con dos a la vez, Volga decidió que era momento de dejar de jugar. Sería mejor deshacerse del "chiquillo" primero, para luego lidiar con su comandante. Pero se llevó una gran y desagradable sorpresa, al darse cuenta que Link, pese a su apariencia, no era para nada lo que se esperaría de un humano de su edad. El mocoso se movía con gran habilidad y era capaz de esquivar sus ataques y acertar los suyos, si bien estos no le causaban ningún daño en realidad. Sumado al hecho de que su superior era igualmente o más habilidosa gracias a la experiencia, por primera vez empezó a sentir que podría tener problemas si los dejaba con vida, así que decidió que era hora de terminar con ellos.

- ¡Ya basta de juegos!

Al decir estas palabras, transfiguró su brazo derecho en una enorme garra envuelta en llamas, un vestigio de su anterior forma de dragón.

- ¡Link, cuidado! - gritó la vocecita de Proxi.

Pero su alerta llegó demasiado tarde: Volga dio un golpe tan fuerte que consiguió hacer volar a Link por los aires y perder su escudo. Impa trataba de mantenerlo a raya, solo para recibir un golpe similar que la hizo caer detrás de Link, quien apenas se incorporaba con dificultad usando su espada como apoyo.

- ¡Suficiente! - dijo Impa, poniéndose frente al joven con la intención de protegerlo todo lo posible. - ¡Tú y el resto de estas abominaciones, es mejor que abandonen esta tierra o se arrepentirán!

- Humana estúpida, ¿en serio crees que podrás hacer algo? - replicó Volga, sin tomar con nada de seriedad la amenaza. - ¡Si no pueden detenerme a mí, no tendrán oportunidad alguna contra mi señora!

- ¿Tu señora? ¿De quién hablas? ¡Habla ahora, dime quien es responsable de esto! -

- Eso no tiene importancia, pues los dos van a morir aquí mismo. - dijo Volga. - ¡Espero que disfruten su tumba compartida!

Al decir estas palabras, Volga comenzó a envolverse en llamas tan intensas como las de su lanza. Impa y Link vieron como estas comenzaban a concentrarse en una esfera que salía de su boca. Los dos compartieron el mismo pensamiento, que estaban a punto de ser incinerados por el aliento del caballero dragón. Con un potente grito, este disparo un rayo de fuego infernal hacia ellos. Impa instintivamente se colocó frente a Link para intentar usar su arma como escudo, aunque en el fondo supiera que fuese inútil.

¡BOOOOOOOOOOOOMMM! El rayo de fuego causó una gran explosión. Volga miró con satisfacción, humanos tan insignificantes como ellos no merecían su atención. Deberían estar agradecidos de que terminó con ellos rápidamente, les ahorró un sufrimiento prolongado. Se dio la vuelta para marcharse para ir y conquistar el castillo sin más interferencia, cuando algo lo detuvo.

Una energía luminosa empezó a resplandecer detrás de él, y las llamas de la explosión que causó su ataque se dispersaron. Volga vio con una mezcla de furia y sorpresa que sus adversarios no solo estaban vivos y de pie, ¡estaban completamente ilesos! Y más todavía, la fuente del resplandor provenía del muchacho, específicamente, del dorso de su mano izquierda, en el cual brillaba el sagrado triángulo dorado, la marca de la Trifuerza.

- ¿Pero qué...? - Link parecía tan sorprendido como Volga por lo que acababa de suceder.

- Esa es... sí, no puedo equivocarme. - dijo Impa. Sus sospechas y las de la princesa acababan de ser confirmadas.

Lo que acababa de salvarlos era nada más y nada menos que el fragmento de la Trifuerza del Valor. Según las leyendas, este fragmento era otorgado a un verdadero héroe que aparecía siempre que Hyrule se encontraba amenazado por la oscuridad, y este le otorgaba habilidades y protección para hacerle frente al mal.

- Mocoso insolente. No sé lo que acabas de hacer, ¡pero no te salvarás dos veces de mí! - Volga se preparó para utilizar su aliento infernal nuevamente, y esta vez a todo su poder, para asegurarse de que esta vez no quedasen más que cenizas de ellos.

- "¡DETENTE AHORA MISMO!" - resonó una voz dentro de su cabeza, inaudible para todos los demás.

Volga se detuvo al escuchar esto, para confusión de Link e Impa, que estaban preparándose para el ataque, no obstante no bajaron la guardia, en caso de que tramara algo para tomarlos por sorpresa.

- "Es él. Él es a quien estoy buscando."

- "¿Este mocoso?" - respondió Volga mentalmente.

- "Así es." - respondió la voz. - "Retírate de inmediato."

- "¿Retirarme? ¿Cuándo estoy tan cerca de la victoria?" - protestó Volga.

- "¿Estás cuestionando mis órdenes? Permíteme recordarte que fui yo quien te sacó de tu prisión y te dio una nueva vida. Sabes que puedo quitártela en cualquier momento si así lo deseo. Te dije que esta batalla tenía un propósito, y ya fue cumplido. Me obedecerás... o sufrirás las consecuencias."

Volga quiso replicar algo más, pero finalmente decidió obedecer. Sabía que la dueña de dicha voz era perfectamente capaz de cumplir sus amenazas. No le convenía contradecirla... al menos por ahora.

- Considérense afortunados, podrán vivir un poco más. - dijo Volga dirigiéndose a Impa y Link. - Pero recuerden mis palabras: nos volveremos a encontrar, y la próxima vez, no esperen misericordia de mi parte.

Y al decir esto, asumió nuevamente su forma de dragón, agitó las alas y se elevó, perdiéndose en la distancia, dejando a sus dos enemigos en el suelo, confundidos. Link era el más perplejo por todo lo que acababa de suceder.

- ¡Comandante Impa! - llegó uno de los defensores del castillo. - Los vigías reportan que el enemigo comienza a retirarse.

- Envíen tropas a patrullar el perímetro, asegúrense que no quede ninguno de ellos en la zona. - dijo la Sheikah. - Y que un escuadrón a caballo ponga vista en el cielo y persiga al dragón de fuego que acaba de atacar.

- ¡Sí señora! - dijo el soldado, poniéndose en marcha para obedecer las órdenes de la comandante.

- ¡Eso fue increíble, Link! - dijo Proxi, revoloteando alrededor del muchacho. - ¿Cómo fue que lo hiciste?

- La verdad... no tengo idea. - dijo Link, mirándose el dorso de la mano, a tiempo para ver como el triángulo dorado en ella se apagaba de nuevo y desaparecía.

- La marca de las Diosas. - dijo Impa. - Tenía el presentimiento de que estarías destinado a algo grande. No imaginé cuánta razón tenía al decir esas palabras.

- ¿A qué se refiere?

Antes de poder explicar, los amigos de Link volvieron a entrar en la ciudadela. Todos bastante agitados, y no era para menos, con lo que acababa de suceder.

- ¡Link! - exclamó Ruisu. - Gracias a las Diosas que estás a salvo.

- ¿Qué fue lo que sucedió? - preguntó Alexandre. - Vimos un enorme dragón de fuego volando hacia acá, pero los monstruos nos tuvieron ocupados así que no pudimos venir a hacer nada. Y de pronto se fue, y todos los demás desaparecieron.

- Eso fue muy extraño. - agregó Zatyr.

Y si no fuera suficiente, en ese instante comenzaron a regresar Sir Azael junto con la guardia de honor. La reacción natural de Link fue comenzar a observar entre las tropas en busca de la Princesa, pero no pudo ubicarla.

- ¡Impa! - fue lo primero que dijo el subcomandante al verla. - Oímos que un dragón atacó el castillo, y vinimos en cuanto pudimos. Me alegra que estés a salvo.

A los antiguos reclutas no se les escapó que Sir Azael llamó a la comandante por su nombre a secas, en vez de dirigirse a ella por su título, algo que en circunstancias normales sería considerado una falta de respeto, incluso para él. No obstante, Impa no dijo nada al respecto, ya fuera porque lo olvidó o simplemente lo estaba dejando pasar.

- ¿Cómo estuvo la batalla en las líneas frontales? - le preguntó.

- Tuvimos dificultades, pero pudimos darle vuelta cuando llegaron un ejército de hadas para ayudarnos. - dijo Sir Azael. - Esa gran bomba logró cambiar toda la marea al destruir a la mayor parte de sus fuerzas y nos permitió lanzar un contraataque. Fuimos afortunados.

- Agradezcan eso a la Gran Hada. - dijo Link. - La princesa y yo pudimos contactarla para pedir su ayuda, y ella envió a las suyas para que los ayudaran.

- Oye, ¿y qué hay de mí? - intervino Proxi. - Yo también ayudé.

- ¿Tienes tu propia hada? - dijo Zatyr al verla. - Qué linda, ¿de dónde la sacaste, Link?

- Habrá tiempo para explicar después. - interrumpió Impa. - Por ahora, ¿dónde está la princesa?

- ¿No ha regresado? - preguntó Sir Azael. Su expresión acababa de cambiar de alivio a preocupación en menos de medio segundo.

- ¿Qué quieres decir con que no ha regresado? - inquirió Impa. - Se suponía que ella iría a las líneas frontales, contigo.

- Eso hizo, pero decidió volver cuando algunas de las fuerzas enemigas lograron abrirse paso y...

- Allí fue cuando se encontró conmigo. - intervino Link. - Pero después que fuimos a ver a la Gran Hada para solicitar su ayuda, le dije que regresara a las líneas frontales. Le dije que yo vendría al castillo en su lugar.

- ¿Y no la viste después de eso? - insistió Impa.

Link pareció sentir vergüenza de responder a eso. Fue él quien le dijo a la princesa que volviera a las líneas frontales, pero si Sir Azael estaba diciendo la verdad, nunca regresó. Si algo le había sucedido... no, no podía pensar en ello, solo de hacerlo se le estremecía el corazón. Al no poder decirlo en voz alta, simplemente negó con la cabeza. Casi se esperaba que sus superiores lo reprimieran duramente por haber hecho eso, pues si algo le había sucedido a la princesa allá afuera, él sería indirectamente el responsable. Si ese era el caso, jamás podría perdonárselo.

No obstante, no hubo reprimenda ni sermón. Para romper el incómodo silencio, Impa se dirigió a todos los presentes.

- Quiero un reporte completo de todas las bajas que sufrimos. - Después se dirigió a los amigos de Link. - Ustedes, ayuden a llevar a los heridos a la enfermería para que reciban atención. Y en cuanto a ti... - Se dirigió a Link. - Necesito que me acompañes.

- ¿Yo, Comandante?

- Es importante. - dijo Impa con firmeza, pero sin sonar con reproche. - Si mis sospechas son ciertas, esto no fue más que el preludio de algo mucho más grande. Alguien más está detrás de esto...

Ese caballero dragón, Volga, había mencionado a "su señora". ¿A quién se refería? ¿Acaso servía a alguien más, y quizás esa persona estaba detrás del ataque? ¿Quién era, y qué razón había tras sus acciones? Si encontraran la respuesta a estas interrogantes... tal vez encontrasen la manera de poner fin a este repentino conflicto. Pero algo dentro de ella le dijo que no estaban cerca de terminarlo. Esto era solo el comienzo.

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Castillo de Hyrule, horas después...

Pese a que el ejército de Hyrule había repelido el ataque del enemigo y defendido el castillo y la ciudadela con éxito, no se sentía en absoluto como una victoria. Esto era solo una muestra de lo que estaba por venir. Quienquiera que fuese el que había enviado a esos monstruos a atacar, no lo había hecho con intención de ganar la batalla, solo estaba enviando un mensaje. Excepto por aquel caballero dragón al que se habían enfrentado, que se hacía llamar Volga, solo tenían seguridad en números, pues individualmente no eran rival para los caballeros de Hyrule. Pero hasta los mejores caballeros del reino serían incapaces de enfrentarse a semejantes números. Parecía que no tenían fin, y ese era el único factor que los hacía peligrosos.

Aún con lo serio de la situación, otra preocupación ocupaba la mente de la comandante del ejército. La princesa había desaparecido en medio del fragor de la batalla, y nadie conocía su paradero. Impa se empezó a cuestionar respecto a su decisión de permitirle a Zelda ir a las líneas frontales. Aunque sabía que la joven regente se había hecho fuerte en los últimos dos años, no podía evitar temer por su seguridad. Solo rezaba porque, dondequiera que estuviese, se encontrara sana y salva. En este momento se encontraba caminando hacia los niveles superiores del castillo, seguida de Link, mientras los guardias que vigilaban los corredores los observaban con extrañeza, pero Impa no se detenía ante esto.

- ¿Comandante Impa? - dijo el joven para romper ese incómodo silencio. - ¿Puedo preguntarle... a dónde vamos?

- A buscar algo importante. - respondió la Sheikah, sin detenerse ni voltear.

- ¿Y para qué me necesita a mí? - preguntó Link.

- Cuando lo veas, lo entenderás. - le volvió a responder Impa de la misma manera.

Intentando contener su propia impaciencia, el joven no insistió más. Al subir las escaleras, se dirigieron a una de las torres más altas del castillo. Impa finalmente se detuvo frente a una puerta. Link observó que la aldaba estaba hecha de oro sólido, con la forma del emblema de la familia real y ornamentada con gemas a su alrededor. No se le hizo difícil deducir dónde estaban.

- Esta es...

- La habitación de la Princesa Zelda. - confirmó Impa. - Espérame un momento, como entenderás, solo a mí se me permite entrar aquí.

Link asintió y se quedó en el corredor, mientras Impa sacaba de su bolsillo una llave de oro para abrir la cerradura y entraba. Ya que la Sheikah, notándose que tenía mucha prisa, no se molestó en cerrar la puerta detrás de ella, Link no pudo evitar echar un vistazo al interior de la habitación desde el corredor. Vio como Impa caminaba hacia la cómoda y abría un cajón para extraer algo, para luego regresar con él y volver a cerrar la habitación. Ya de cerca, Link pudo darse cuenta que lo que había sacado eran unos ropajes que estaban cuidadosamente doblados.

- ¿Para qué es eso? - preguntó al verlos.

- Conoces las leyendas, ¿verdad? - dijo Impa. - Las leyendas sobre el héroe vestido de verde que se enfrenta a la oscuridad cada vez que la paz de Hyrule se ve a amenazada. -

- Por supuesto, todos las conocen. - dijo Link. - Es más, la princesa hasta me había estado contando más detalles al... aguarde un momento, ¿no irá a decirme que...?

- Desde hace algún tiempo, la princesa había estado teniendo unos sueños que presagiaban tiempos oscuros para Hyrule. - dijo Impa. - Siendo así, decidimos comenzar a buscar al elegido, pero no habíamos tenido mucho éxito, hasta que apareciste tú.

- ¿Yo? Pero eso es imposible, yo no...

- ¿Ves la marca en tu mano, el triángulo dorado? - lo interrumpió Impa.

Link se miró el dorso de su mano izquierda. Como respondiendo a su pensamiento, la marca comenzó a resplandecer igual que antes, cuando lo salvó a él y a Impa de morir abrasados por las llamas de Volga.

- Las leyendas cuentan que cuando la Trifuerza se divide, el fragmento del Valor es otorgado al alma del héroe elegido por las Diosas. - prosiguió la Sheikah. - Si eres tú el portador de ese fragmento, entonces no hay error. Link, tú eres el elegido.

El joven no podía creerlo. Simplemente no podía. ¿Él, un héroe legendario?

- Entiendo que te puede tomar algo de tiempo asimilar esto, pero por ahora, hay otras cosas más importantes que requieren nuestra atención. - siguió hablando Impa al notar que el joven no salía de su conmoción. - Con la princesa desaparecida, nuestra prioridad debe ser encontrarla y asegurarnos de que se encuentre a salvo. Debo pedir tu ayuda en esta empresa.

- Por supuesto. - dijo Link. La sola mención de ir en busca de la princesa pareció sacarlo de su shock inicial. Esto no se le escapó a Impa, pero si le servía como motivación, no iba a quejarse.

- En ese caso, toma estos ropajes y demuestra que eres un héroe digno de llevarlos. - dijo Impa extendiéndolos. - La Princesa deseaba poder entregártelos en persona, pero dadas las circunstancias...

Link tomó los ropajes. Se notaba que estaban hechos de una tela muy fina pero resistente. Eran tres prendas: una túnica de cuerpo completo de color verde con el borde amarillo, un gorro a juego, y una bufanda azul con el emblema de la familia real de Hyrule en el extremo bordado en rojo. Esta última en particular llamó su atención, al tocarla, una extraña y a la vez familiar sensación de calidez lo recorrió por completo.

- La bufanda fue una adición personal de la princesa. - dijo Impa al ver que el joven no le quitaba los ojos de encima a la susodicha prenda. - Ella misma fue quien la tejió, y además está imbuida con un poco de su poder mágico para darte algo de protección adicional.

- No puedo creerlo. ¿Ella de verdad hizo esto para mí?

- Puede que te resulte extraño, pero de hecho ya la había hecho desde antes de conocerte. - dijo Impa. - A decir verdad, desde hacía algún tiempo ella ya tenía el presentimiento de que tú eras el héroe. O más bien, tal vez ya sabía que lo eras.

- ¿Cómo es eso posible?

- Solo te diré esto. Hay lazos tan fuertes que son capaces de trascender el tiempo y la vida misma.

Link no estaba seguro de entender del todo lo que Impa quería decir, pero en ese momento no le dio mucha importancia. No era tanto el hecho de que de pronto se encontró con que tenía encima un grandioso destino, sino más bien que este estaba conectado al de la princesa. Y si esos ropajes eran un regalo de ella para él, por supuesto que los aceptaría con gusto. En ese momento tal vez no tenía idea de las pruebas que el destino tenía preparadas para él, pero no podía darles la espalda. No podía darle la espalda a Zelda de ninguna manera, por ella, sería capaz de enfrentar lo que fuese que le deparara el futuro, así le costara su propia vida...

Esta historia continuará...

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