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PRÓLOGO ━━ when dreams turn to ashes.

00. 𝕮APÍTULO PILOTO
❛ Cᴜᴀɴᴅᴏ Lᴏs Sᴜᴇɴ̃ᴏs Sᴇ Vᴜᴇʟᴠᴇɴ Cᴇɴɪᴢᴀs ❜


REINO UNIDO, MANSIÓN HEELSHIRE.
17 DE JUNIO DE 1991



🕰    📚     🎹     🥂     🏰



NO ERA LA PRIMERA VEZ QUE CLARISSE CORRÍA para escapar de su perseguidor, no era la primera vez que trataba de controlar su respiración agitada para evitar ser escuchada. Y tampoco era la primera vez que ella media con suma precaución cada uno de sus pasos para evitar que el piso de madera no la delatará al crujir bajo sus pies. Conocía bastante bien la Mansión Heelshire, se sabía de memoria los múltiples corredores, donde quedaba la Biblioteca, la Sala de Billar, la cocina, el despacho de trabajo de su tío y lo que había detrás de cada puerta de cada habitación.

Pero había alguien que conocía la Mansión mucho mejor que ella.

Podía escuchar sus pasos justo en este preciso momento, buscándola por toda la enorme y vieja casa que ella tanto adoraba. Clarisse cerró sus ojos con fuerza mientras estaba de rodillas en el piso, oculta tras un enorme sofá de cuero. Su respiración estaba bastante acelerada, no sabía con exactitud cuánto tiempo llevaba huyendo y escondiéndose tras los muebles pero el cansancio empezaba a afectarla. El pulcro y perfecto peinado que lucía esta mañana había quedado atrás, ahora en su lugar, varios rizos desechos y mechones rubios caían por su frente mientras ella reanudaba su marcha. A rastras, Clarisse gateo aun oculta tras el sofá para llegar al otro extremo donde estaba más cerca a la puerta.

El bonito vestido celeste pastel sufrió los daños, manchándose de tonos grises cada vez que sus rodillas rozaban contra el suelo.

—No voy a llegar, no voy a llegar...

Se tapó la boca de golpe al ver los zapatos de su perseguidor frente a ella, solo eso alcanzaba a ver de él, sus zapatos. Estaba parado en el marco de la puerta y ella atrapada entre el sofá y la pared. Escucho su risa burlona mientras avanzaba por esa pequeña sala de estar que había en el segundo piso, riendo divertido mientras se iba al otro extremo de aquel cuarto para buscarla. Clarisse supo que ese era su momento, era la única oportunidad que le quedaba para poder escapar de él. Dejó de taparse la boca y gateo lo más rápido que pudo lejos del sofá, incorporándose rápidamente para salir corriendo.

La risa detrás ella se hizo más sonora, más fuerte y potente.

Corrió hasta el final del pasillo, lo más rápido que sus pequeñas piernas le permitieron. Mientras corría por el pasillo, se fijó en las paredes de madera y los cuadros de su familia que decoraban las paredes. Incluso vio la pintura de su padre cuando era joven, sonriéndole mientras posaba junto a quien Clarisse reconoció como su tío. Vio todos esos rostros familiares, esas sonrisas que parecían apoyarla en silencio a que consiguiera la victoria.

Estaba cerca, tan cerca de doblar el pasillo y llegar hacia las escaleras.

—¡Te tengo!—exclamaron tras ella.

Clarisse gritó con fuerza, sintiendo como los brazos de Brahms envolvían su cintura, aferrándose a ella con tanta fuerza que ambos cayeron al piso golpeándose el cuerpo. La respiración de ambos era bastante errática, pero en cuanto la rubia giró a verlo y observo esos encantadores ojos de color verde de su primo, ambos niños explotaron en una estruendosa y dulce risa. La pequeña rubia se removió en su sitio, pataleando y tratando de escapar de los brazos de su primo, pero el pelinegro solo termino por acomodarse hasta ponerse encima de ella, castigándola con su propio peso.

Brahms jamás había sido especialmente delicado con ella, de hecho con nadie. Pero a Clarisse no le importaban los juegos bruscos, siempre había notado cada vez que visitaba a su primo como los demás niños de otras familias parecían no querer acercarse a él.

No le gustaba eso, Brahms era bueno, él siempre la cuidaba.

—¡Brahms!—rió Clarisse, haciendo una pequeña mueca por soportar el peso del pequeño pelinegro—Brahms, ya ganaste...quítate ¡Pesas, pesas mucho!

El pequeño niño de rizos oscuros la ignoró, riendo alegre mientras la tomaba de las manos a lo que empezaron un forcejeo para ver quien quitaba a quien. La cara roja de Clary por el esfuerzo, fue lo que terminó por hacer reír aún más a Brahms. Su prima era como esas muñecas de porcelana que le regalaban en Navidad. Bonita, muy bonita, pero delicada y pesaba tanto como una pluma. Además que sus mejillas se ponían idénticas a esos círculos rojos que pintaban como sonrojo en las muñecas. Clarisse era... como su propia muñeca, una de tamaño grande y que había cobrado vida, exclusivamente hecha para él.

Una muñeca que lo comprendía, que era amable, divertida, amorosa y cálida.

—¡Te tengo, gané..!—repitió contento—Ahora vivirás conmigo, lindo ángel.

Clarisse rió, dejando de forcejar al entender que ese era el extraño premio que Brahms quería por su victoria.

—Ya casi vivimos juntos, Brahmsy—replico la niña, rodando divertida los ojos— Ya sé... ¿Quieres jugar conmigo en el jardín a la hora del té? —preguntó con los ojitos brillándole de entusiasmo, pero Brahms la miro confundido, borrándosele lentamente la alegría de su rostro...esa no era en absoluto la respuesta que él deseaba oír—Luego me dices que premio quieres, si aún no sa...

—No. No quiero...y ya te dije que premio quiero, Clary—la niña estuvo a punto de replicar pero Brahms le corto—Siempre te vas...—le acusó, frunciendo levemente su ceño—Aquí todo es aburrido cuando tú te vas.

El problema de que Brahms la estuviera casi aplastando paso a segundo plano, no le gustaba pelearse con él. Siempre acababa todo mal, él gritaba, gritaba mucho a todos y arrojaba sus cosas o rompía sus juguetes, haciendo que tía Margaret lo encerrara en su habitación como castigo, porque según ella, ese no era comportamiento apropiado de un caballero. Clarisse aprovecho a que habían dejado de forcejear y alzo una de sus manos, pinchando con su dedo índice la mejilla de Brahms tal como su madre se lo hacía a ella cuando estaba triste. Los ojos del niño estaban cristalizados, pero aun así fijo su mirada en ella con algo de enojo, uno que fue desapareciendo lentamente cuando vio que Clary con su mano libre la ponía cerca de su boca, fingiendo que hacia un megáfono.

—Tengo un plan...—susurro.

¿Uhm?—Brahms parpadeó confundido—¿Cuál?

—¿Te acuerdas de la hija de la Señora Merry?—preguntó. Brhams asintió al recordar a la joven hija de la ama de llaves que a veces se quedaba un tiempo con ellos como niñera o acompañaba a su madre en los quehaceres. Bueno, hasta que creció y un día ya no supieron más de ella porque se fue a vivir con otro hombre que se había vuelto su pareja—La Señora Merry dijo que ella ahora vive en otra ciudad y ya no con ella.

—Sip ¿Pero y eso que?

—Que un día tu y yo viviremos juntos...—sonrió Clary emocionada antes de que sus labios se curvaran en una mueca pensativa—¡Solo debemos crecer!

Brahms inmediatamente se quitó encima de ella, quedado arrodillado a su costado mientras la miraba con atención, moviendo esas largas y espesas pestañas negras en lentos parpadeos sin creer y entender bien a lo que la pequeña rubia se refería. Solo sentía esperanza. Clarisse solo se quedaba una o dos semanas cada vez que una festividad llegaba. Un ejemplo era ahora, ya que su cumpleaños número ocho se celebraría mañana. ¿Y al día siguiente? Ella se iría, partiría lejos, de vuelta a Londres y lo dejaría completamente solo otra vez. Volvería a esas incómodas visitas de juegos que sus padres le organizaban, para que él pasara tiempo con su vecina: Emily Cribbs. Porque, al parecer, mamá y papá estaban demasiado ocupados como para jugar o pasar un tiempo con él.

—¿Qué tanto debemos crecer, lindo ángel? —pregunto curioso, viendo como su prima se sentaba en el piso junto a él.

Vio a Clary fruncir su ceño pensativa, quedándose en silencio unos largos segundos mientras se mordía el interior de su mejilla.

—No lo sé—respondió confundida, encogiéndose de hombros—¿Cuántos años tenía la hija de la Señora Merry?

Brahms negó con la cabeza, desconocía esa información.

—Bueno...—continuo Clary, en voz bajita y aterciopelada, jugueteando con sus dedos—Cuando...seamos grandes...del tamaño de papá y mamá, y podamos irnos como la hija de la Señora Merry....viviremos juntos—termino en un tono más animado, ofreciéndole al pelinegro una sonrisa dulce que el correspondió al instante, con la misma o más emoción—Y nos iremos de viaje...viajaremos mucho, Brahmsy.

—¿Por todo el mundo?—pregunto esperanzado.

—¡Por todo el mundo!—rió Clary—Seremos como...¡Exploradores!

—Oh ¿Y también iremos a la Luna como la hija de la Señora Merry?—Brahms ladeo la cabeza ligeramente, tratando de recordar las palabras exactas de esa conversación que había escuchado a escondidas con Clarisse—¿Crees que haya una bruja mala en esa...Luna de miel? Como en Hansel y Gretel.

—Puede ser...uhm, no. No lo creo—respondió, corrigiéndose—Ella dijo que estaba muy emocionada por ir a esa Luna de miel. La Señora Merry y tu mamá dijeron que no se pusiera nerviosa ¿Recuerdas? Dijo que la Luna de miel era un lugar especial y único para pasarlo con la persona que amas.

—¿Cómo nosotros?

—Sip, como nosotros.

Clarisse vio como Brahms se incorporó lentamente del piso, con la mirada perdida en el vació. Solo le extendió su mano en silencio para ayudarla a levantarse a lo que la pequeña agradeció con un suave "gracias", tal como le habían enseñado. Sin embargo, su primo seguía callado, totalmente perdido en sus pensamientos mientras ella paso su mano sucia de polvo—por haberse arrastrado por los pisos minutos antes—frente el rostro de Brahms.

—¿Brahmsy?

Nada. Ni una sola palabra.

Clary miro los mechones que caían descuidadamente por el rostro de Brahms Heelshire, odiaba que su tía Margaret lo peinara hasta casi lacear su cabello. Deshacía esos encantadores y naturales rizos con los que ella disfrutaba tanto jugar y pasar sus dedos entre ellos. Pero en este momento, esos rizos estaban dando pelea para resurgir luego de toda la correteadera que habían hecho por la Mansión. La rubia abrió los ojos desmesuradamente de la impresión cuando Brahms levanto la mirada para obsérvala fijamente.

—Te llevare a esa Luna de miel cuando vivamos juntos, lindo ángel.

La pequeña Heelshire noto que Brahms seguía sosteniendo su otra mano con firmeza, con mucha firmeza. Así que, lentamente, Clarisse empezó a balancear sus manos juntas, ocasionando que ambos se sonrieran con ternura y complicidad. Simplemente desconociendo el verdadero significado de a lo que se estaban refiriendo en este momento. Y era mejor así, esa época era mucho mejor así. Cuando eran solo dos niños tomados de la mano, persiguiéndose y escapando del otro.

Haciendo planes de un futuro que jamás ocurriría.

No pasarían su adolescencia juntos, no cumplirían su sueño de alquilar y compartir un departamento en cuanto fueran a la Universidad. No habría viajes, no explorarían el mundo y tampoco tomarían fotografías a la Torre Eiffel o al Coliseo de Roma. Clarisse jamás vería a Brahms crecer para convertirse en un exitoso músico y Brahms no vería como Clarisse se convertiría en una talentosa y joven pianista. Ninguno de los dos tendría una vida normal de ahora en adelante. Cada plan, cada sueño, cada promesa...solo se volverían cenizas esparcidas por el viento cuando mañana al mediodía, la Mansión Heelshire—de manera "extraña"—ardería en llamas, luego de que la infante Emily Cribbs fuera encontrada muerta y con el cráneo destrozado a unos cuantos metros de internarse en el bosque que rodeaba a esa antigua casa de campo.

Cuando sus sueños se volvieron cenizas.

¡Niños! ¿Niños dónde están?

La voz de la tía Margaret—la madre de Brahms—fue la que los hizo apartar su mirada del otro, guiándolos hasta el pasadizo donde se ubicaban las escaleras al primer piso. Clarisse vio como la mujer se acomodaba su cabello que estaba peinado en un perfecto y voluminoso moño mientras subía con prisa las escaleras para buscarlos. Se le veía contenta, pero todo rastro de felicidad se esfumo de la cara cuando clavo la mirada en ambos, hasta solo posarla en la pequeña rubia con verdadero horror y vergüenza.

—¡Dios santo, Clarisse!—exclamó viendo las manchas negras y grises que adornaban el vestido celeste de la niña, así como su cabello despeinado—¿Qué significa esto?—mencionó señalando su vestido antes de llevarse la mano al pecho.

—Brahms y yo jugábamos, tía Margaret—menciono la niña con una pequeña sonrisa—¡Y Brahms ganó, me atrapo!

—¿Y por jugar se refirieren a portarse como animales salvajes?—preguntó con una mueca de desaprobación—Dios mío, solo mira tu cabello...y tu vestido...¿Cuántas veces tengo que decírtelo? No eres un niño para jugar de esa forma tan brusca y vulgar...—espetó con molestia, posando su mano en el hombro de la menor para guiarla hasta el primer piso—Vamos, tus padres me pidieron que viniera a buscarte, es hora de irse.

—Pero...

A penas ambas dieron un paso, Clarisse regresó de un fuerte jalón a su mismo sitio de antes. Tanto la niña como la mujer se giraron a ver con asombro como Brahms aún tenía a la rubia sujetada de su mano, agarrándola con fuerza.

—Brahms, cielo...¿Qué sucede?

—Clary se queda...—murmuro el pelinegro.

La rubia elevo su mirada hasta el rostro de la mujer al escuchar su suave risa, cambiando completamente ese semblante de enfado que tenía con ella para ver con adoración a su único hijo.

—Clary tiene que irse a descansar, cariño. Ya es tarde...—explico la mujer, bajando su mano un poco más abajo del hombro de la niña, jalando suavemente para que su hijo la soltará, pero el pelinegro solo apretó más su agarre alrededor de su muñeca, haciendo que la mujer abriera ligeramente sus ojos de la impresión—Brahms, mañana verás a Clarisse en tu fiesta...ella tiene que irse.

La pequeña volvió a mirar al oji-verde, quien las miraba con una seriedad inquietante a ambas para ser un niño tan pequeño.

—Brahmsy, yo... —musito Clarie en un hilo de voz—Yo maña...

—No.

La Señora Heelshire exhalo con fuerza, recobrando la compostura a una más firme antes de mirar a su hijo.

—Brahms, es suficiente. Suelta a tu prima ahora—recalcó—No quiero más rabietas de tu parte, si te estoy dejando pasar esto, es porque mañana es tu cumpleaños y...

—¡No quiero que se vaya!—gritó el niño, mirando de forma sombría directo a los ojos de su madre—¡Quiero que Clary se quede conmigo! ¡No se irá de aquí! —gruño entre dientes, apretando cada vez más fuerte la muñeca de Clarisse, haciendo que una mueca de dolor curvara sus labios.

—¡Brahms!

—Brahms, Brahms espera...—la niña se separó de su tía, caminando hasta quedar frente al pequeño pelinegro que tenía los ojos brillando de rabia—Brahms, tu premio...¿Recuerdas el premio?

El niño negó con la cabeza, cerrando sus ojos como si se negara a escucharla.

—¡No quiero! ¡No quiero que te vayas, Clary!

—Pero siempre vuelvo ¿Verdad?—el agarre en su muñeca fue volviéndose cada vez más suave—Mañana jugaremos juntos otra vez ¿Cierto, tía Margaret?

Había tantas cosas que Margaret encontraba inquietantes en aquella peculiar relación que tenía su hijo y la niña que Arthur, su cuñado, había decidido adoptar junto a su esposa Grace. Oh, pobre Grace. Cuanto había sufrido esa amable mujer al enterarse que jamás podría tener una hija o hijo propio. Lo habían intentado tantos años y cada vez la decepción era más grande y dolorosa. Ella misma había experimentado ese dolor de primera mano, por eso adoraba y consentía tanto a su pequeño Brahms, no podía negarle capricho alguno aun cuando sabía qué hacía al mal engreírlo de aquella manera.

Lamentaba mucho que Grace no hubiera tenido la misma suerte que ella, el no tener un bebé propio. Pero tanto ella como Arthur parecían hechizados por aquella preciosa niña que habían abandonado con unos días de nacida frente a las puertas de un Orfanato.

Hasta su pequeño Brahms estaba hechizado con esa criatura angelical, no le gustaba eso, la voluntad que esa niña parecía tener sobre su hijo.

Pero lo hacía feliz, tan dichoso.

—Por supuesto—murmuró.

Brahms que hasta el momento había mantenido la mirada apartada de ambas, decidió observar a su prima por unos largos segundos. Tenía esos hipnotizantes ojos verdes brillosos por las lágrimas que retenía con todas sus fuerzas mientras observaba a la pequeña y delicada rubia frente a él.

—¿D-De verdad..?

Clarisse asintió dos veces antes de alejar su mano de Brahms, solo para quitarse la pulsera que su madre le había obsequiado en su cumpleaños. Era simple y bonita, un trenzado de color beige con el dije de unas alas en el medio, bañado en oro. La ala derecha la tenía Clarisse, mientras que el ala izquierda la tenía su madre, quien la esperaba junto a su padre en el marco de la puerta de la Mansión. La rubia extendió su mano con esa pulsera a Brahms, quien la tomo confundido, pero sin duda mucho más calmado que antes.

—Me la devuelves mañana, sabes que no me voy sin mi pulsera—aclaró la pequeña con una sonrisa.

Esta vez fue el turno de Brahms de asentir.

—Mañana...

Clarisse alzo su mano, moviéndola de lado a lado, despidiéndose con una sonrisa antes de que su tía la tomara de los hombros y la guiara escaleras abajo mientras que Brahms imitaba su gesto, ya con la pulsera puesta en su muñeca. Solo esperando a que amaneciera pronto para volver a ver una vez más a su lino ángel guardián, solo que...nunca hubo una próxima vez.

Y aquella noche, fue la última vez que Clarisse vio con vida a Brahms Heelshire.    







¡Holitaaaas! Del marrrr 🌚🌊
¿Cómo están bellezas? Por mi lado, demasiado nerviosa. No sé como me habrá salido este prólogo pero moría por escribir de Brahms Heelshire y he aquí mi intentó hecho con mucho amor ❤️

De verdad, de todo corazón espero les guste un poquito, con eso me sentiré muy feliz. Básicamente este fic nace de: Al día de hoy sigo con traumas y sin superar que Brahms no aparezca en el Niño 2. Es que, no. Me duele, me quema, me lastima.jpg En mi mente Brahms esta con vida y esperando nueva niñera. Buenomecalmó. 

Les mando un abrazote ❤️   

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