—¿Por qué me alejaría de ustedes? Hoseok es mi amigo, ustedes son mi familia. —sus hombros caen en una derrota plana y la frustración brillante— Él ahora mismo me necesita, me iré de cualquier forma, necesito pensar.

JungKook niega, y sus manos se deslizan por la cintura de ella. De la misma forma en que le hubiera gustado hacer con SeulMi antes que cayera en un gran impacto al suelo de su hogar, anunciando que ya no volvería a despertar. La vez en que llamó a la ambulancia, cuando se la llevaron, y cuando conoció a Aeri parecen ser lejanas pero al mismo tiempo cercanas, se reproducen en su cabeza igual a una película gravada.

—No te alejes. —ruega— Lo siento tanto, por favor, no te vayas.

—JungKook... —el ruido de una puerta siendo cerrada con fuerza la hace cerrar los ojos y suspirar— Debo irme, Hoseok está en un bar y debo llevarlo a casa.

( ... )

—Con cuidado. —dice, arrastrando su cuerpo a la cama ubicada en el centro del cuarto.

Prometió ayudarlo en cuanto se desocupara, y lo cumplió. Viajó al menos unos treinta minutos en la ciudad buscando la dirección que le dio del bar donde estaba, cuando llegó, su buen amigo se encontraba borracho en la barra, hablando con el cantinero sobre la cruel e injusta que era la vida. El mismo hombre le pedía que se detuviera de beber y fuera a casa, haciendo oídos sordos, Hoseok seguía poniendo dinero en la mesa. Hasta que la vio, y se sintió avergonzado.

Lo ayudó a caminar al auto, él apenas podía estar de pie sin tener todo a su alrededor girando. Eran los efectos secundarios de la tristeza, te hace cometer estupideces, ¿Por qué estaba tan triste? Aeri era sólo una amiga, una por la cual daría todo y más para verla feliz. Cuando ellos dijeron esas cosas, pensó que jugaban, luego ella no llamó, y su cabeza comenzó a pensar demasiadas cosas. Estaba bien con la idea de que ame a otro hombre, lo único que pedía era que no se aleje. Podrían ser amigos.

Durante todo el recorrido lloró, '¡Ese abogado es atractivo! ¿Cómo podria compararme?'

Aeri quería contestarle, pero no era el momento, no cuando ni siquiera estaba consciente de sus acciones. Así que esperó, lo recostó en su cama y le quitó el saco negro de su elegante atuendo.

—Eres genial. —susurra— Cuidas de todos, ¿Y quién cuidará de tí?

Nadie la cuidó, jamás. Ya estaba acostumbrada a la idea de ser autosuficiente.

—No necesito que me cuiden.

—Todos necesitamos ser cuidados. —se acomodó, metiéndose bajo las colchas— No te enojes con ellos. —continuaba diciendo, con sus ojos cerrados y una voz ronca.

—Estuvieron mal, Hoseok. Nos mintieron.

—Lo sé, pero seamos honestos, ninguno creía por completo en sus palabras. Los culpables somos nosotros... nos alejamos por cuenta propia.

—Aún así...

—Quédate. —pidió— Y mañana iremos a verlos.

—Me gustaría, pero tengo cosas que hacer, no tengo tiempo. —se levanta del borde de la cama, y deambula en sus pensamientos, indecisa— Te haré un té para que puedas despejarte, bebiste mucho. —tiene la intención de irse, antes de eso, el hombre sujeta su muñeca— Hoseok... —no tiene tiempo a quejarse cuando es impactada contra algo suave, posteriormente sus ojos chocan contra los suyos.

—Quédate. —repitió.

—Estás ebrio, no sabes lo que dices.

—Nunca he estado más consiente en toda mi vida, y hablo en serio. —intenta descifrar algo en su mirada, no puede ver más allá de su sinceridad.

—De acuerdo. —permite, suspirando— Me quedaré.