O32
La casa estaba en silencio, y en oscuridad. Aeri sabe que a JungKook no le agrada estar a oscuras, siempre tiene que tener una pequeña luz de lámpara a su lado, no sabe las razones de su comportamiento, ni el de TaeHyung, pero tiene la leve teoría de que es debido a los años que pasaron en cautiverio. Su pecho se oprime ante la idea de ellos siendo abusados y maltratados, sabe que es una realidad, la vivieron muchos más híbridos, en el pasado, presente, y futuro. Al caminar en el departamento, Hoseok enciende las luces por su cuenta, le hecha un vistazo a la maleta tirada en el suelo, con una que otra lata de cerveza también esparcida, estás estaban vacías.
—Parece que no fui el único que bebió anoche. —dijo.
—Mierda. —maldijo por lo bajo.
La última vez que uno de ellos bebió no terminó siendo muy tranquilo, aún puede recordar como al día siguiente el portero, e incluso los vecinos –de otros pisos– se quejaron por los ruidos a altas horas de la noche. Por culpa de TaeHyung una chica desaprobó su examen de admisión en la Universidad, o al menos eso es lo que dice.
La muchacha camina por el pasillo hacía la habitación del leopardo, para su sorpresa, o no tanta, él no estaba ahí. Va a la del conejo, tampoco se encontraba. Una vez que ingresa a su cuarto, con el presentimiento de que estarían ahí, con su ropa esparcida como la primera vez, no se equivocó. El olor a ellos era fuerte, no sabe de qué forma explicar lo que le causa sentirlos cerca, es acogedor. Exhala tranquila cuando los ve abrazados bajo las sábanas blancas, realmente era anestesiante verlos quererse tanto. En especial porque a diario parecen vivir quejándose del otro, o hasta querer golpearse. En realidad, ellos se cuidan mucho.
Son una familia, y Aeri forma parte de esa familia.
—¿Debería despertarlos? —preguntó al Jung.
—Se ven tiernos. —rió— Dejalos que duerman un poco más, seguro tendrán resaca.
Cerraron la puerta con suavidad atrás de ellos.
—No entiendo cómo encontraron las cervezas, estaban ocultas atrás de mi caja de tampones. —Hoseok niega, tomando una bolsa de consorcio para comenzar a limpiar— Bebieron no hace mucho.
—¿O sea que se levantaron sólo a beber?
—Creo que sí. —suspiró— Me preocupa que se sientan frustrados, las emociones de los híbridos tienden a ser más grandes que las de los humanos.
—Entonces, podríamos...
El ruido de unos pasos hicieron que se detuvieran de limpiar, una larga cola con franjas y unas orejas afelpadas hicieron acto de presencia. Aeri quedo congelada en su sitio a media acción, recorriendolo con la mirada pudo notar un portafolio en una de sus manos, cerraspeo, ciertamente incomoda. Dejó la bolsa en el suelo, a un lado del sofá para caminar a él, tenía el cabello alborotado, y su pijama arrugado.
Con sus dedos acomodó los mechones rebeldes del cabello rubio.
No sabía que decirle, sólo se veían sin decir nada, con las palabras de la noche anterior flotando en el tenso ambiente del apartamento. Ella quería cuidarlo, y él quería cuidarla a ella.
—¿Cómo estás? —preguntó, siempre tan buena e inocente.
—Toma. —levantó el portafolio, fijamente la observó— Puedes leerlo.
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