—¡TaeHyung! 

Los gritos en el apartamento comenzaron a elevarse media hora después, cuando los efectos del alcohol hicieron efecto y el híbrido comenzó a comportarse libremente por todos lados. La pobre muchacha hacía sus mejores esfuerzos por contenerlo en su habitación, pero él salía, alegando ser un animal libre, sin nadie que le diga que hacer, o cómo hacerlo. Aeri aceptaba su parte de la culpa, debió haber escondido el vino, sabía que el Kim haría cualquier cosa por llevarles la contraria, aunque no esperaba tal desastre. 

Cuando quiso pedirle ayuda al híbrido de conejo para controlarlo, este simplemente le dio la espalda y se fue a dormir ¡A su cama! Era un sinvergüenza. 

—S-Soy una paloma —dijo, subiendo al sofá nuevo, traído de la casa de su tía. Entre risas observó a su dueña—. ¡Miau! 

—¿Miau? —arqueo una ceja, comenzaba a delirar— ¡Baja ya de ahí! Es hora de ir a la cama. 

—¿Dormiremos juntos? 

Con un curioso tono él baja del sillón, caminando junto a ella, sus brazos se extienden por su cintura mientras la pega a su cuerpo. Aeri es de una contextura delgada, de una medida promedio, todo de ella era relativamente simple, todo menos su olor. TaeHyung no sabe si es porque se trata de su dueña, pero todo de ella lo hace querer aferrarse a su existencia, la genera el deseo inhumano de no dejarla irse nunca más. No podría vivir con la idea de la Nam siendo tocada por otra persona, por eso, no se arrepiente de haberle dicho aquello a Hoseok. De esta forma él ya no la buscaría y perdería el intereses, ¿No? 

El deber de Aeri es cuidarlo, para siempre. 

La chica suspiró, exhausta. Eran cerca de las dos de la madrugada, debía ir a trabajar cerca de las siete e ir a la universidad a las diez, ¿Por qué su vida era tan difícil? Pese a que en el pasado era solitaria, al menos no tenía a híbridos ebrios con apegos emocionales a ella. 

Bendita sea su tía, una mujer con un corazón enorme para todos. 

Claro, ella no nació con tal virtud. Así que con sus manos alejó al castaño, y, tomando una fuerza que no sabía que tenía, lo cargó en su espalda, dándose la vuelta y colocándose de cuchillas, pudo subirlo, casi desmayado. 

Empezaba a sentir los resultados de su arduo entrenamiento cargando bolsas de arroz cuando era niña. 

—... nunca vi a una mujer tan fuerte. —balbuceaba TaeHyung—... eres muy poderosa, ¿Por eso es que todos se sienten atraídos por ti? Pensé que era porque pareces más joven de lo que en verdad eres —sólo tiene veintitrés…—. Mamá decía que eres valiente, y que por eso eras mejor que ella. 

—Te mintió —como pudo abrió la puerta de su habitación, JungKook estaba allí, con algunas cajas sin sacar en el suelo—, no soy mejor que ella, nadie lo es. —lo dejo a un lado del aludido, las piernas le duelen y sólo quiere ir a dormir hasta un año seguido. 

—¿Entonces por qué pareces odiarla? —con los ojos cerrados, su cuerpo se mueve hasta abrazar a su hermano, enrollando ambas piernas y cola a su alrededor, de espaldas. 

¿Odiarla? No, no podría odiar a la persona que intento darle un mejor futuro, a diferencia de su madre. 

—No la odie. —suspiró, sus rodillas temblaron hasta caer al suelo, y con su cabeza descansando en el colchón, cerró los ojos— Pero, ya no quiero volver a recordar. 

A veces el pasado se vuelve más pesado que la actualidad.