O25
JungKook nació como parte de una camada de crías dirigidas a un mismo lugar, él y sus numerosos hermanos debían ser enviados a las instalaciones de los criaderos, donde se encargarían de darle uso a sus cuerpos. Al ser de un tipo de conejo exótico, del que los ricos mueren por tener, sus cachorros serían perfectos para la venta clandestina. En subastas, o en cualquier medio lo suficientemente global para anunciar que los híbridos estaban en perfectas condiciones, y podrían valer millones.
A los quince años fue apartado de los otros híbridos de su misma especie, y llevado a un cuarto a oscuras.
Su cuerpo temblaba, tenía miedo. El hombre que lo llevaba atado con una correa en su cuello reía a cada pisada por el pasillo, los barrotes se habían ido, ahora solo estaban habitaciones con puertas cerradas, de acero. «'—Tienes mucha suerte, niño. Te tocó a una buena.'» La morbosidad en sus palabras causaron asco en el Jeon, con un malestar en su estómago fue obligado a detenerse frente a una de las tantas puertas, y al entrar, esa habitación tenue lo encerró. El olor a hembra en celo libero sus hormonas, sin su permiso, era el instinto animal hablando.
En ese entonces no entendía del todo, pero al pasar los años, comprendió de que se trataba.
TaeHyung pasó por lo mismo, miles de hembras en su cuarto, miles de llantos, miles de personas. Y todas ellas, cada una, lo hacía sentir sucio.
—Los criaderos clandestinos son más normales de lo que todos piensan, mayormente los híbridos salen de allí y son llevados a subastas para los vendedores del exterior, a partir de entonces la gente los adopta. Por supuesto, atrás de cada uno hay un macho herido, y una henbra obligada.
El leopardo distraía su mirada en los cuadros de las paredes, sentado en una de las sillas de la oficina del Señor Kim, contaba un poco sobre lo que pensaba. A su lado, JungKook tenía ambas manos aferradas a la piel de sus brazos expuestos. Lo que decía el mayor era cierto, y aunque muchos eran seleccionados para distintas tareas, y el tipo de lugar a donde son llevados, cada uno sufre una historia diferente en su propia realidad.
Los híbridos no son animales, tampoco humanos. ¿Qué son?
—¿Nunca se preguntaron que sucede con las camadas? —preguntó SeokJin.
JungKook, en un acto de enojo interior, chasqueo la lengua casi riendo.
—Decían que era mejor no saber de ellos —continuó TaeHyung—, podríamos encariñarnos con su aroma y reclamarlos junto a la hembra.
—Una vez... una vez los vi —dijo, sus orejas caen en signo de tristeza—. Ellos eran muy pequeños... nunca había visto bebés antes, siempre estaba rodeado de gente de mi edad, o solo. Cuando vi como se los llevaban... me senti triste.
—¿Y no quisiste volverlos a ver?
—No los reconocería, aunque tuvieran mi sangre, ellos son posiblemente independientes en estos momentos, y saber de mi existencia no les causaría nada. La vida de los híbridos es así, no existen lazos afectuosos por la sangre, nosotros elegimos quien es nuestra familia, nuestra manada.
TaeHyung era lo único que tenía, más allá de la sangre, era a él quien consideraba su hermano. Fueron encontrados juntos, abrazados y encerrados en una jaula, cuando pensaban ser llevados a las fronteras. SeulMi los adoptó prometiendo un futuro mejor, y lo cumplió.
—Me gustaría jugar con JiHo. —el brillo en sus ojos era sincero— Pero va más allá de mi, tengo miedo, y no sé cómo superarlo.
—A veces para superar hay que afrontar. —SeokJin se levantó de su silla y rodeo el escritorio, la puerta de la oficina fue abierta— Y todo comienza por uno mismo, ¿Qué te parece ir a hablar con ella?
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