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-DOCE-

Pedaleaba hacia el parque en el que había quedado con Shaka la otra vez, quedamos allí para hablar un poco antes de irnos a su casa.

El sol ya estaba bajo en el horizonte, y el calor se empezaba a rebajar, dando paso a una suave brisa que se escurría entre las copas de los árboles. Respire hondo, percibiendo el olor a hierba húmeda. De no ser por los mosquitos, esa hora sería definitivamente mi hora favorita del día.

Paré cuando vi a Shaka a la vuelta de la esquina. Sentado en un banco, con una rodilla subida y apoyando la cabeza en ella, todos sus músculos estaban relajados, y mantenía su mirada perdida en el horizonte al final de la calle, haciendo que tuviese que girar su cabeza ciento ochenta grados.

No pude evitar quedarme mirando un rato, sus cabellos rubios se fundían con los colores cálidos del ocaso, sus ojos azules reflejaban el cielo propio, y su piel pálida era bañada por la luz anaranjada emitida por el sol. No es que fuese indiscreto mirando, sino que cuando menos me di cuenta, él me estaba mirando a mi.

Mi mente tardó unos segundos en pensar algo, y en cuanto le dió por reaccionar, pegué un pequeño saltito saludándole rápidamente. Él sólo me sonrió levemente y se apartó con cuidado, dejando un sitio a su lado para poder sentarme.

Un poco apresurado, apoyé la bici y me senté a su lado. Me sentía extrañamente incómodo, y el ambiente se empezaba a poner tenso.

Pero para Shaka no pareció ser así, ya que él parecía hipnotizado con la puesta de sol, en ningún momento me habló, y tampoco cambió su expresión. Aunque no rebajó mi nerviosismo, yo también me puse a contemplar la belleza del ocaso. La parte izquierda de mi visión se tapaba parcialmente con el pelo de Shaka, ya que al girar la cabeza, yo quedaba detrás de él.

Poco a poco me fui tranquilizando, observando como los naranjas y amarillos pasaban a rojos, como las últimas luces del día se apagaban, siendo relevadas por las farolas con luces cálidas extendiéndose a lo largo de la calle, algunas de ellas siendo tragadas por los árboles, y otras lindando con las casas.

De nuevo no me percaté cuando Shaka me volvió a mirar. Le devolví la mirada y el nerviosismo que en un principio había desaparecido se volvió a hacer presente, ahora en vez de ser iluminado por la puesta de sol, la luz de la farola bañaba su cara con una luz cálida desde arriba.

Tenía que admitir que me sentía incómodo, y grandes impulsos por querer desviar la mirada se hicieron presentes. Realmente quería romper ese silencio, pero mi cabeza no era capaz de formular una frase correcta para este contexto.

¿Por que después de haberle visto por una semana entera y hablar con él sin ningún problema de repente se ponía todo tan incómodo?

-Bueno Mu, ¿has cenado?- Me alegré demasiado cuando Shaka por fin decidió tomar la palabra, pero aún así me seguía sintiendo incómodo, la presencia de la mirada de Shaka era muy fuerte, y seguía sin poder romper el contacto visual.

-No, estaba esperando a venir para cenar contigo- A duras penas respondí. En serio, ¿Qué pasaba hoy? En toda la semana que pasé con Shaka no había pasado algo parecido.

Suavizó y apartó su mirada para levantarse. Esto me hizo soltar un suspiro, en mi mente me agarré el pecho dramáticamente. Hace unos momentos el ambiente había estado muy tenso, pero con esa última mirada Shaka había parecido volver a la normalidad.

Me levanté detrás de él y le seguí a través de las calles, por fin hablando normalmente. Pasábamos por las casas con las luces encendidas, y yo tomaba nota para recordar donde estaba su casa y así no tener que usar el google maps de nuevo. De hecho, ahora que lo pensaba, estaba muy cerca de mi instituto.

Enfrascado en la conversación, casi no me di cuenta de cuando llegamos a su casa. Al contrario que las otras veces, esta vez se veían las sombras de personas proyectadas en las cortinas de la cocina.

Shaka sacó las llaves de su bolsillo y abrió la puerta. De nuevo, un olor intenso a incienso chocó contra mi nariz. Shaka me miró, casi leyendo mi mente.

-Lo siento, mi hermano está obsesionado con el incienso, pero creeme, te acostumbras.

-No, no te preocupes, no me molesta.

Mi modo "sé la persona más amable que jamás te puedas imaginar" se había activado. El mero hecho de conocer a la familia de otra persona lo activaba. Si algo siempre me había agradado era que la gente más mayor que yo tuviera una buena impresión sobre mi. Ahora que tenía la oportunidad de una primera impresión, no la podía desaprovechar. Además, de todos modos, no es como si me atrevierse a tratarlos como si les hubiese conocido de toda la vida.

Shaka vaciló un poco y me guió a través del pasillo mientras yo me preparaba mentalmente. De repente un olor intenso (más intenso que el del incienso, si eso era posible) inundó mis fosas nasales. No tenía ni idea de a qué olía, solo sabía que era comida, y que olía rico.

Shaka y yo nos asomamos por él marco de la puerta. Sentados en una mesa, estaban un chico rubio, clavado a Shaka (alomejor un poco más moreno) mirando su móvil con una sonrisa, y a su lado una mujer de unos treinta y algo años miraba a su móvil de la misma manera, de hecho parecían la misma persona, solo que con apariencias diferentes. La mujer tenía el pelo rubio y corto por los hombros, y la tez increíblemente blanca.

Por otra parte, un hombre de aparentemente los mismos años que la mujer corría de aquí para allá, encendiendo y apagando los fogones, revisando el horno cada dos segundos, y secándose constantemente el sudor con un trapo, incluso cuando no había hecho lo suficiente como para sudar entre una y otra vez. Llevaba el pelo castaño bastante largo, atado en un moño, cosa que me parecía bastante práctica, teniendo en cuenta lo rápido que se movía y lo estresado que se mostraba. Al contrario que la mujer, él tenía la piel bastante morena, pero resaltaban unos ojos azul intenso en medio de su cara. Era bastante alto, y más de una vez se golpeó la cabeza contra los armarios que él mismo había dejado abiertos.

La mujer de repente lanzó el móvil a la mesa encarando al que suponía que debía ser el hermano de Shaka. Él también bajó el móvil y la miró con una sonrisa sarcástica.

-¿Como me puedes ganar tantas veces seguidas? ¿Seguro que no estás haciendo trampa?

-Lo siento mamá, sigue entrenando, quizás algún día me venzas.

Miré a Shaka, preguntándole con la mirada sobre qué era lo que se suponía que estaban haciendo. Él pareció captarlo bien.

-Hace cinco días se descargaron Pokemon Go, desde entonces no han parado de hacer combates.

Estaba sorprendido, pero no decepcionado.

Antes de que la mujer volviera a agarrar su móvil (probablemente para atrapar algún Pidgey), enfocó su mirada en mí y sonrió.

-Oh, ¿ya habéis llegado? Pensaba que tardaríais un poco más- Justo después de decir esto, el hombre pareció ponerse más nervioso, al punto de parecerse a una de esas escenas de cámara oculta en las casas del terror y se giró mirando exageradamente hacia todos los lados de la cocina. Tuve un impulso de ponerle una mano en el hombro y decirle que se tranquilizase. Pero antes de poder hacer nada, él ya había apagado todo y ahora se dirigía en mi dirección, sacudiendose las manos en su delantal.

-Tu debes ser Mu, Shaka nos ha hablado mucho de ti, adelante pasa.

-Igualmente, encantado de conocerle señor.

Incluso yo me sorprendí de lo formal que soné (he de admitir que me sentí orgulloso) tanto el hombre como Shaka parecieron ponerse nerviosos, y soltaron una pequeña risita nerviosa. Por otro lado, tanto la mujer como él hermano de Shaka, que ahora me miraban desde detrás de sus teléfonos levantaron sus cejas y me mandaron una mirada de aprobación.

Rápidamente me ofrecieron una silla, y me senté al lado de Shaka, encarando a su hermano, y con su madre en la esquina, en medio de todos. el padre de Shaka rápidamente se puso a colocar todos los cubiertos, vasos y platos.

De nuevo, viendo lo apurado que estaba, me ofrecí a ayudarle a emplatar o a poner la mesa. Él lo denegó prácticamente al instante, y aunque insistí, no quería desobedecer, por lo que esperé a que acabase de colocar todo, y que finalmente se sentase en la mesa.

-Muchas gracias por la comida señores- De nuevo tanto Shaka como su padre se pusieron nerviosos, en cambio su madre soltó una pequeña risita.

-Ay cariño, no hace falta que nos hables así, puedes llamarnos por nuestros nombres; yo soy Abie, la madre de Shaka, él es Kiran, su padre, este es su hermano Asmita, creo que también es amigo de tu hermano.

-Si, ya te había visto antes de que empezases a ser amigo de Shaka- intenté recordar, era cierto. El día que Shion me obligó a empezar a salir con amigos él debería haber estado dentro del grupo. Me extrañaba que me recordase, teniendo en cuenta que no había estado mucho tiempo. Pero igualmente le sonreí, dándole a entender que me acordaba.

-Bueno, mejor cenemos- Skaka parecía ansioso por empezar a comer, quizás tuviese mucha hambre, o, la más probable, no quería que hablase demasiado con su familia. Aunque no entendía muy bien porque, de momento me parecía gente muy amable. Aunque no estaba en plan de incomodar a Shaka, así que ataqué a la comida (que tenía pinta de estar deliciosa) con mucha elegancia, para no perder el porte que había formado frente a su familia. Sin embargo su madre se quejó.

-Oh, vamos, solo estábamos conociendo a tu amigo, ya que nunca traes a nadie déjanos hablar con este- Uf shaka, te delataron. Por otro lado, la voz de su madre sonaba como que iba a sacar un álbum de fotos de Shaka de bebé en cualquier momento. Quizás eso era lo que él tanto temía.

-Por cierto Shaka, ¿tenéis pensado hacer algo esta noche?- Su madre miró a Shaka y él pareció pensar un momento.

-Bueno, la noche está muy despejada, había pensado en ir al parque, desde allí se ven muy bien las estrellas- en su voz se podía intuir un deje de miedo, o más bien, de inseguridad.

-Esta bien, pero volved antes de las tres- ¿Las tres? ¡¿Las tres?! ¿Por qué siempre que me quedaba a dormir en casa de alguien volvía tan tarde? Todo era más confuso al pensar que Shion ni siquiera nos hubiese dejado salir de casa.

Shaka simplemente asintió y comenzamos a comer en silencio. Tendría que acordarme de felicitar al padre de Shaka, todo estaba demasiado bueno. Estaba controlando mis ganas de agarrar la comida con mis manos y devorarla cuando el hermano de Shaka habló.

-Entonces, seguiréis siendo amigos después del verano, ¿no?- Shaka le envió una mirada fulminante, yo no entendía lo que quería decir.

-Claro, no tengo ningún motivo para no hacerlo, ¿verdad?- Mi confusión fue demasiado notable. Esta vez fué Asmita quien pareció extrañarse, pero fue solo durante un segundo, ya que en seguida levantó los hombros y siguió comiendo.

Aunque ninguno hablaba, el ambiente era bastante cómodo, cosa que agradecía bastante. Realmente la familia de Shaka me gustó más de lo que en un principio esperaba. Aunque, cada vez que miraba de refilón a Shaka, le encontraba un poco tenso.

En cuanto acabamos de cenar, su padre recogió todos los platos y se puso a fregar, de nuevo, todos mis intentos por ayudar fueron denegados tajantemente.

Un poco resignado por no poder ayudar, acompañé a Shaka a su habitación (igual de desordenada que la última vez que la vi) y recogimos sus prismáticos. Abrió su armario y sacó un par de chaquetas. Me extendió una, yo le agradecí, esta noche hacía un poco de frío y yo no había traído nada para abrigarme.

Me puse la chaqueta (o más bien sudadera) y bajé junto a Shaka las escaleras. Allí nos esperaba su padre, sujetando dos barritas de chocolate. Nos las entregó y nos indicó que las comiésemos por el camino.

Salí de casa junto a Shaka y comencé a desenvolver mi barrita. Shaka se dedicó a explicarme cómo funcionaban los prismáticos, como tenía que ajustarlos y lo que tenía que ver.

Pasamos por delante de la piscina, podíamos escuchar a gente hablar en el porche de la puerta, era normal, teniendo en cuenta que ese era un punto de encuentro común por la noche.

Pasadas un par de calles llegamos al McDonald's, era cerca de medianoche, y se podía ver cómo estaban a punto de cerrar. Con el solo sonido de nuestros pasos cruzamos el desolado parking para llegar hasta el parque.

Saltamos la valla y vi como Shaka subía al tobogán, sacando los prismáticos de su funda. Recordé como ese era el sitio donde habíamos hablado (realmente) por primera vez. De cierta forma me hizo gracia.

Subí al tobogán junto a él y me senté a su lado. Agradecía el diseño de ese espacio, era lo suficientemente grande para dos personas, y también se estaba bastante cómodo.

Shaka parecía bastante feliz, me entrego sus prismáticos, y me agarró de las manos para mostrarme la franja del cielo que tenía que observar.

Seguí todas sus indicaciones, y estaba seguro que lo que vería sería hermoso, de no ser... ¡porque mi pulso era horrible!

Lo único que llegué a ver medianamente bien fué la luna, y he de admitir que era impresionante, se podía ver perfectamente cada cráter, cada valle, cada marca, estaba seguro de que podría haber visto la bandera que se colocó allí. Claro, de no ser de nuevo, porque al medio segundo mi mano se movía convirtiendo la imagen nítida de la luna en una mancha de luz tambaleante. Ya ni hablar de ver las estrellas ni cuerpos celestes. Al ver esto, relevé mi turno a Shaka.

-¿Estás seguro de que no quieres seguir viendo un poco más? Yo tengo los prismáticos todo el año.

-Por eso mismo, podemos quedar otra vez y ya lo veré más, ahora es tu turno- él sonrió y pareció ponerse un poco incómodo, pero de igual manera aceptó los prismáticos.

Aprecié la diferencia entre nosotros dos y nuestra manera de ver las cosas a través de las lentes, a partir de las expresiones de Shaka.

Una pequeña sonrisa involuntaria parecía tatuada en su rostro, apretaba las manos sobre los prismáticos, como queriendo fundirse con ellos. Cada vez se inclinaba más para delante, y su pecho se inflaba como cuando a un niño le dan una gran sorpresa. Pero lo que no pude parar de mirar fueron sus ojos. Brillaban con cada luz que reflejaban las lentes, una expresión de emoción incontenida que me hacía sonreír. Quizás tendría que aprender yo también a mirar con prismáticos.

De repente bajó los prismáticos y se me quedó mirando, su sonrisa aún no se había borrado, y creía que la mía tampoco. Inspiró fuertemente y dejó sus prismáticos a un lado.

-¿Que te parece si te digo lo que podemos ver? Quizás así se te haga más fácil.

Asentí, se me haría más fácil escucharle de momento. Alomejor tenía razón y sería más sencillo observarlo después.

Le pregunté se podía poner música. Él parecía no tener ningún problema, y por mucho que me pesase, puse la música con el altavoz del móvil.

Él se sentó mirando al cielo al lado mío y me empezó a explicar lo que se podía observar en cada constelación y como yo lo podría encontrar. También me explicó la dificultad de cada uno y trucos para que fuese más fácil encontrarlo después.

Al principio prestaba atención a lo que me decía, intentando entenderlo todo. Luego no puede evitar dejar de prestar atención a las explicaciones y mirarlo a él, la emoción que tenía al ver por los prismáticos aún no se había ido, y la sonrisa y el brillo en sus ojos no se habían esfumado.

Su voz se fundió con la guitarra distorsionada, y poco a poco mis párpados se sintieron pesados, y inconscientemente me acurruqué en la sudadera que me había prestado, tenía pensado hacer algunas intervenciones para dar uso a toda esa mitología relacionada con las constelaciones sobre la que había aprendido, pero, sin tener muy claro cuando, me sumí en un profundo sueño.








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Nota de la autora:

-Cuando te enteras de que se te olvidó darle al botón "publicar" y que te has pasado más de una semana pensando que publicaste capítulo pero te das cuenta de repente de que no fué así:

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