-DIECISEIS-
"Jueves 1 de septiembre, querido diario,
Hoy no pude encontrar mi diario, así que estoy escribiendo esto en el apartado de notas de mi agenda."
Tenía la sensación de que me había olvidado lo tedioso que era el instituto. El verano había llegado a su fin, y fui capaz de verme un par de veces más con Aldebaran y Saori antes de que empezasen las clases.
Como muy bien había previsto, el chat entre Shaka y yo seguía tan vacío como siempre, y para colmo el instituto decidió reorganizar las clases, apartándome de las únicas dos personas que conocía dentro del edificio.
Ahora me encontraba en un pupitre en medio de la clase. En el sitio perfecto para que los profesores pudiesen ver todo lo que hacía perfectamente, pero no para que yo pudiese ver la pizarra de manera decente, y para colmo, rodeado de gente que no conozco.
Me sentía extremadamente incómodo, era como si toda esa confianza que fuí construyendo a lo largo del verano hubiese desaparecido en el momento menos indicado sin dejar vestigio alguno de alguna vez haber existido. Ahora volvía a pesar sobre mis hombros el hecho de encontrarme en medio de tanta gente, y aunque sabía que no me estaban mirando, su propia presencia me hacía estar nervioso, como si me estuvieran juzgando desde sus mentes. Había olvidado lo divertida que era la ansiedad social.
Por otra parte, por mucho que me gustase la clase de historia, en ese momento no quería hacer otra cosa más que irme a casa y volver a dormir hasta la una de la tarde, como bien habría hecho si siguiese de vacaciones.
Mis ojos empezaban a tener la tendencia de parpadear por más tiempo de lo debido, y yo estaba planteándome seriamente el sucumbir ante sus deseos y dormirme de una vez. Pero el timbre que marcaba el inicio del patio me cortó de lleno.
En ese punto simplemente dejé que mi sistema colapsara y estrellé mi cabeza contra la mesa. Era consciente de que no podía quedarme en clase durante el patio, pero la superficie del pupitre estaba fresquita y me sentía demasiado agusto como para levantarme.
Por primera vez en el día, me alegraba estar tranquilo, e incluso se podían escuchar un par de pajaritos a través de la ventana ahora que él aula estaba en silencio. Era muy agradable tener el equivalente a los audios "sonido de ambiente relajante, meditación, zen 1h ininterrumpida rain efects mix asmr" de esos que vagaban por YouTube, pero reales y a mi completa disposición.
Y en medio de mi momento zen, como señal del universo que me condenaba a no tener un momento de tranquilidad, una mano me tocó el hombro de forma tan repentina que casi me hizo saltar en mi asiento. Gracias, persona desconocida.
Aún adormilado miré al responsable de mi mini ataque cardíaco.
Ante mí se mostraba una persona extrañamente familiar, y parecía que era así, pues actuaba como si me conociese. Su cabello era azul, debería ser suficiente para darme una pista, pero durante el verano había conocido a más gente con el pelo azul de lo que estaba acostumbrado.
En contraste a mí, aún en esas horas donde todo el mundo estaba cansado, él parecía lleno de vida.
Rápidamente mis ojos viajaron hacia un detalle en el que no pude evitar fijarme, sus llamativas uñas perfectamente cuidadas, y en concreto el índice de su mano derecha, siendo la única uña pintada de un rojo escarlata. Todo esto se oponía al resto de su apariencia general, pues parecía recién salido de la cama, y por lo desaliñado que estaba su pelo no daba el pego de alguien que se preocupase por su apariencia. Aunque quien sabe, quizás hubiese llegado a dominar la técnica de "desaliñado pero con clase". Aunque si iba por ese estilo, aún le faltaba pulirlo un poco.
-Hola Mu, veo que nos han puesto en la misma clase, me alegra ver a una cara familiar - La adolescencia no parecía estar haciéndole bien, pues aunque tuviese quince años encontró la manera de meter tres gallos en una sola frase.
Simplemente me quedé parado procesando lo que me decía, ya que mis dos neuronas estaban en modo batería baja, y no fue hasta el momento en el que me di cuenta de que no tenía ni idea de quién era que mi cerebro no entró en modo pánico. La gran pregunta no era saber cómo me conoció, sino como responderle.
Pero caí en la cuenta de que mirar con cara de idiota a una persona que espera una respuesta durante diez segundos era raro. Y aunque él no mostrase signos de estar molesto o incómodo (pues seguía mirándome exactamente con la misma expresión que en un principio), yo tuve que encontrar una manera inteligente de salir de esa situación.
-Ah, hola- Bien, bien, genial Mu, corto, conciso, y sin dar demasiados detalles sobre nuestra relación previa. La jugada perfecta para que nadie se de cuenta que ahí uno de los dos no se acordaba del otro. Ahora solo cabía esperar a que continúe con la conversación hasta que salga el tema de quién es y o, preferiblemente, se despida y se vaya para continuar con su vida.
Poco pude prever que simplemente se quedaría en silencio mirándome y sonriendo.
Empezaba a sospechar de que ese individuo tenía menos habilidades sociales que yo. Y ninguno de los pocos protocolos sociales que había aprendido a lo largo de mi vida me había dicho cómo actuar en situaciones como aquellas. Creedme, en el tiempo que ese chico se pasó mirándome me dió espacio de sobra a revisarlos todos.
Y como si fuera lo más natural del mundo, esperó a que acabase de recoger mi estuche y mis cuadernos (pues es lo mejor que se me había ocurrido hacer). Y cuando vió que ya tenía todo listo se dirigió hacia la puerta, parándose un momento allí, destruyendo de nuevo mis esperanzas de quedarme solo.
-¿Que?¿Vienes conmigo?- Lo decía como si fuese obvio que esas eran sus intenciones ¿Tan difícil era haberlo dicho?
Pero qué remedio, después de esa escena tan rara que se sentía como un sueño febril, no podía declinar la propuesta. Sinceramente tenía miedo de saber cuál sería su reacción, Además, se suponía que lo conocía, así que tampoco estaba como para permitirme hacerle un feo a alguien. O quizás tendría repercusiones, y de alguna forma u otra acabaría resultando en mi consecuente destierro de la humanidad.
Así que me levanté y lo seguí por los pasillos llenos de gente. Debía admitir que, por muy raro que su comportamiento hubiera sido en un principio, cada vez me sentía más cómodo con él, tenía un aura que de cierta manera transmitía confianza. Todo un logro, teniendo en cuenta lo raro que había sido, y eso era decir mucho, sobretodo viniendo de mi.
Aunque por seguridad tampoco era como la sensación que me dió de primeras alguien como Saori o Aldebarán, ellos me transmitían algo más parecido a estabilidad o lo que puedes sentir con un amigo de la infancia, alguien con quien puedes confiar tus secretos.
Sin embargo, mister " perdón, no me acuerdo de tu nombre'' sentía algo más parecido a la seguridad de un guardaespaldas en medio de un mar de asesinos a sueldo.
Algo parecido a lo que sentirías si estuvieses hablando con uno de esos caballeros de los libros de fantasía, De que han matado a demasiados dragones como para que sigan siendo una especie viable, cosa que debería dar miedito, pero que de alguna manera son tan simpáticos y agradables que te acaban cayendo bien.
Vale, era hora de cambiar mis lecturas, no más libros del romanticismo, esa metáfora no tenía sentido.
Quizás era por la manera en la que caminaba, parecía no dudar ni un momento antes de dar el siguiente paso. O porque se mantenía recto, una de las pocas columnas vertebrales sanas que había visto en toda mi vida. Pero sobretodo su manera de vestir y mostrarse ante el resto.
Él no llevaba una camiseta de AC/DC, pero no la necesitaba, su pulsera de pinchos lo decía todo. Y si te fijabas lo suficiente podías ver cómo se había hecho una rayita en el ojo, la forma más simple de eyeliner, pero que marcaba la diferencia.
En conclusión, tenía miedo, por lo que había visto era una persona demasiado impredecible, pero de alguna manera me sentía seguro, y eso estaba bien.
Me percaté de que ya llevábamos un tiempo caminando, comprensible, nuestra aula era la más alejada de todo, siempre un placer caminar hasta allí a las ocho de la mañana.
Por donde nos estábamos dirigiendo asumí que íbamos al patio. Ya casi estábamos en la puerta de piedra que daba acceso a esa zona.
Paramos un poco antes, al lado de un pequeño bar donde podías comprar algo para comer en el receso, cosa que yo nunca había hecho por lo excesivamente caros que eran los precios, ni que fuese un aeropuerto. Pero a ese chico le parecía sobrar el dinero y se compró un bocadillo grande.
-¿No quieres nada?-Me miró antes de ceder el turno, señalando hacia la mesa.
-No, no he traído dinero- Hice un gesto con las manos para expresar mejor mi punto. No dije más que la pura verdad, pero admitía que salir de casa sin dinero era un poco estúpido.
-No te preocupes, yo te invito si quieres- Bueno mister "sigo sin saber tu nombre", resulta que eres muy amable, pero solo me has dado más razones para creer que efectivamente, te sobra el dinero. Tuve suerte de no tener hambre y poder seguir el constructo social que me obligaba a declinar sus amable ofertas sin arrepentirme de nada.
-No, en serio, no hace falta que compres nada más, no tengo hambre- Asintió y me mandó una sonrisa, apartándose de la mesa para dejar que el resto siguieran pidiendo su comida tranquilamente.
Por un momento me sentí mal, él se acordaba de mí, al punto en el que se ofrecía a comprarme un bocadillo, sin embargo yo no era capaz de acordarme ni de su nombre.
Luego recordé que nunca me acordaba del nombre de nadie y se me pasó.
Ya servidos, continuamos nuestro camino hasta una de las cuatro esquinas del patio, en concreto la que estaba más lejos de la puerta, donde a la escuela se le ocurrió plantar arbolitos, creando una especie de mini "bosque" que quedaba de lo más cutre. Pero al menos tuvieron la intención de hacer un espacio verde, y eso se apreciaba.
Algunos de esos árboles eran avellanos, por lo que los niños más pequeños del instituto siempre iban allí en busca de una o dos avellanas. Por lo general siempre resultaba con ellos saltando sobre las pobres avellanas para romper su cáscara.
Es por eso que me extrañó que fuesemos allí, pues nunca solía ver a nadie de nuestra edad por esa zona.
Pero al acercarnos un poco más pude ver como, detrás de un avellano, se encontraba un banco que nunca había visto antes. Sobre él se sentaban dos chicas comiendo pipas. A una de ellas la reconocía, Marin, había asistido a clases conmigo desde que entré al instituto, pero jamás llegué a hablar de verdad con ella (a parte de un trabajo en grupo que tuvimos que hacer juntos el año pasado).
Sin embargo no tenía ni idea de quién era la otra, comprensible, teniendo en cuenta que no sabía quién era más de la mitad del instituto.
Tenía el pelo verde intenso. Pero lo que me llamó la atención fue su maquillaje, pues parecía haberse tomado el tiempo de hacerse un delineado muy complicado, y honestamente, me entraban ganas de aplaudir. A eso se le debería haber llamado una obra de arte.
El chico que me estuvo acompañando todo ese tiempo se dirigió hacia ellas. Marin pareció reconocerme, mientras que la otra chica simplemente continuó comiendo pipas.
- Hola Milo, no sabía que eras amigo de Mu- Marin se apartó un poco a un lado, dejando un sitio en el banco, indicándome con la mano que me sentase allí.
Lo que menos me apetecía en ese momento era contradecir los deseos de alguien. Así que sonreí levemente agradeciendo su gesto y me senté al lado de Marín.
Mirando el lado bueno, ahora sabía que se llamaba Milo, y sorprendentemente eso me brindó mucha más información. Dado que casi me enteraba más de la personalidad de la gente a la que conocía por WhatsApp que en la propia vida real ya le ubicaba un poco mejor.
Tenía sentido el que no me acordase de él, casi no habíamos hablado durante las vacaciones, pero sin embargo siempre se la pasaba haciendo comentarios sin sentido y batallas de stickers en los chats. Era imposible olvidarse de su nombre si habías pasado como mínimo dos minutos en el mismo grupo que él. Sin embargo, y como hecho probado, era muy fácil olvidarse de su cara.
-Entonces, ¿quién es este chico?- La chica de pelo verde al fin habló, y para qué mentir, la monotonía en su voz me dio miedo. Por algún motivo que nunca comprendí, la gente siempre había sido amable conmigo, y el hecho de sentir hostilidad me hizo ponerme extremadamente nervioso. De la nada me entraron ganas de jugar con el doblez de mi camiseta.
-Él es Mu, un amigo que conocí en verano- No sabía de dónde sacó la confianza, pero Milo me puso la mano en el hombro y zarandeó levemente, como si fuese lo más normal del mundo. Evidentemente no ayudó el que estuviese al borde de un ataque de nervios.
-¿Y por qué lo has traído aquí?- La chica seguía con los brazos cruzados, por lo visto tenía muy pocas ganas de que estuviese con ellos, y no la culpaba, yo tampoco había tenido muchas más alternativas. En serio que lo sentía mucho por ella, pero no era mi culpa que se me diese tan mal dar negativas a gente con la que no tenía mucha confianza.
-Es que lo vi tan solo en clase que me dió pena, de todas maneras ya lo he visto más de una vez en el patio y se de sobra que no suele pasar sus ratos libres con nadie, así que no creo que haya ningún problema, ¿verdad Mu?- Estaba demasiado ocupado pensando en como y cuando me había visto como para pensar en que tendría que participar en una conversación que trataba justamente sobre mi. No fue hasta que pasaron unos cuantos segundos, que las dos neuronas que quedaban en mi cerebro decidieron ponerse a funcionar y me digné a dar una respuesta, antes siquiera de pensar en lo que decía.
-Ahhhhh...si- Todos se quedaron en silencio mirándome, eso definitivamente no era bueno, mi cerebro, que ahora había entrado en su modo pánico por quincuagésima vez ese día, se puso a repasar el anterior diálogo y en seguida encontró el error, debía responder lo más rápido posible- Osea no, no, no, no tengo ningún problema en estar aquí, en serio, estoy genial, perfectamente bien.
Sinceramente, no tenía ni idea de lo que acababa de decir, pero ahora solo cabía sonreír y esperar que no la hubiese fastidiado demasiado. Era increíble lo bien que se me daba expresarme en un papel, pero lo terrible que era hablando con gente real.
Les tomó unos segundos reaccionar, supuse que mis palabras tenían tan poca coherencia que era normal tener que pararse para procesarlas, o mejor dicho, descifrar lo que había dicho.
-Bueno, pues me alegro de que estés bien con nosotros, a partir de ahora puedes venir cuando quieras- Milo habló tan de la nada en un momento de tensión que sinceramente me asustó. Ya me había acostumbrado a pasar el verano con Shaka, y refiriéndose al tema de silencios incómodos éramos ya todos unos expertos, el problema era que nunca sabíamos salir de ellos, así que la habilidad de Milo era nueva.
Le di la mano, ya que me la estaba extendiendo, sellando un pacto que no tenía muy claro querer cumplir.
Pero que se le iba a hacer, era mi momento de sucumbir a la presión social, de nuevo.
El resto del día ocurrió sin nada remarcable. En cuanto llegué a casa fuí capaz de evitar el interrogatorio sobre el primer día de instituto que me esperaba de Shion, y me fuí a dormir con la sensación de haber corrido una maratón de cincuenta kilómetros. Simplemente tenía la esperanza de que el resto de días no fuesen tan intensos como ese.
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🎶Backstreet's back ALRIGHT 🎶
¿Qué tal? Hace millones de años que no público nada, y aunque haya tenido este capítulo medio escrito desde hace millones de años, nunca lo acababa de editar. De momento lo voy a publicar, porque me puse hoy como fecha límite y pienso cumplirla. Les debo una explicación y, no sé preocupen, se las daré en breve. Mientras tanto os dejo con este capítulo. (Puede ser que en un futuro cercano lo siga editando, pero lo voy a subir ya antes de que me arrepienta)
PD: Dedicando el capítulo a la gran @AfinadoraDeVersos porque es su cumpleaños y todo el mundo la debería estar felicitando.
Y por cierto, si aún no han leído sus historias, por favor, háganlo. Es una persona con un estilo de escritura único y demasiado genial. Si están en esta historia y de algún modo les gusta, se que les haréis un altar a sus historias. Así que por favor, si aún no lo han hecho, pasense por allí. ✨
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