Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 30

Entramos en la sala donde se iniciará la reunión. Nos sentamos en la gran mesa alargada de madera brillante, quedando justo a la derecha de Thiago. Abro el ordenador sin abrir mi boca y le doy al botón de encender. Espero paciente a que el ordenador se actualice.

Se ha acostado con Carolina. El muy gilipollas se ha acostado con ella. No pienso consentirlo. Yo no soy el segundo plato de nadie. No volveré a acostarme con él. Es más, no dejaré que ponga un solo dedo en ninguna parte de mi cuerpo porque, si lo intenta, le patearé las pelotas y los meteré en un tarro de cristal con metanol y etanol para guardaros eternamente. Y vaya si lo hago.

-¡Mel! ¿Me escuchas? – Thiago logra apartarme de mis pensamientos, aunque no puedo evitar mirarle con el rostro enfurecido. – Anota lo más importante.

Asiento con la cabeza.

Cinco horas. Cinco puñeteras e infinitas horas de reunión. Tengo hasta el culo dormido. Trescientos minutos escuchando hablar chino mandarino, números romanos y casi interpretando el lenguaje del antiguo Egipto. Cinco horas luchando por no bostezar hasta desencajar mi mandíbula y, dicho así, no da entender todo lo aburrido que ha llegado a ser. Si me tengo que quedar con la parte buena, esta sería el sándwich vegetal que nos ofrecieron a media mañana acompañado de un café. Dios del amor hermoso.

Meto el ordenador dentro de su maleta y amontono de nuevo todas las carpetas e intento organizarme mejor si no quiero perder los brazos como las muñecas de bajo precio.

-Son pasadas las dos – me informa Thiago observando su reloj de cuero negro. – Comeremos en el restaurante de aquí abajo.

- Tengo mi tupper preparado – le explico sin dirigirle la mirada mientras intento recoger todas las carpetas esparcidas sobre la brillante mesa de anuncio.

Puedes ignorarlo, Mel. Claro que puedes.

Soy consciente que estoy siendo muy brusca con mis movimientos, pero es algo que no puedo suavizar cuando en mi interior existe un monstruo deseando despellejar al imbécil que tengo justo a mi lado. Respira hondo, Mel.

-No tenemos tiempo para llegar a la oficina y comer.

Resoplo intensamente. Es un idiota. Es un gilipollas. Es un mamón. Pero también es mi jefe.

-Está bien – contesto ásperamente sin dejar de recoger.

Camino con los archivos en brazos. Thiago a cogido la gran mayoría y parece que ahora está de mejor humor. Una pena, ahora soy yo quien gruñe a cada paso.

Entramos en el restaurante y nos sentamos en una mesa para dos. Es pequeño y está completo, aún así el silencio reina. Thiago me mira con el ceño fruncido y yo hago ver que no existe. PORQUE NO EXISTE. Leo mi carta en el más estricto silencio. Sé que ahora debo lucir arrugas en la frente, me suele pasar cuando estoy enfurecida, nivel: te muerdo la yugular.

-¿Qué te pasa?

Alzo la mirada y veo que inclina su cabeza hacia un lado mientras me penetra con sus enigmáticos ojos. Buena pregunta. Con gran esfuerzo retiro de nuevo mi mirada.

No es una infidelidad, lo sé. No teníamos ninguna relación. No éramos nada. Pero me ha dolido. No puedo decir cuanto ni con que profundidad, pero me ha jodido mucho. No quiero esto. No quiero estar con alguien que puede estar con mil personas más. Bueno, mil es obvio que no, pero con otra persona.

Lo que más me daña, es imaginar que besa y toca a otra mujer. Eso, joder, duele.

-¿Qué me pasa? – pregunto dejando la carta bruscamente en la mesa y cruzando los brazos. Es un poco en plan: No sé, dímelo tú.

Alza una ceja mientras observa mi postura.

-¿Debería saberlo?

Le miro fijamente a los ojos, él no retira su mirada. Siquiera flaquea con sus ojos puesto como arcones en os míos.

Me levanto de mi asiento para sacar su teléfono móvil del bolsillo trasero de mi uniforme y lo tiro sobre la mesa.

-¡Te acóstate con ella, putero! – Oh, si, grito. No lo tenia pensado, simplemente me ha salido así. El restaurante enmudece de golpe y noto como las miradas caen sobre mis hombros. ¡Me importa una mierda!

Salgo del restaurante a paso ligero y camino sobre la ancha acera. Mi cabeza ahora mismo es un nudo de pensamientos, gritos e insultos. No voy a aprender nunca en la vida. Siempre me fijo en los hombres incorrectos. Es mi culpa porque soy idiota.

-¡Mel! – escucho a Thiago llamarme en la lejanía, pero siquiera giro mi cuello para enviarle una mirada asesina. – Mel, ¡Para! – me exige alcanzándome.

- ¡Olvídame! – acelero el paso para dejarlo atrás, pero es un puñetero atleta y mi velocidad es apenas un chiste para sus fuertes muslos. Para sorpresa mía, no solo me alcanza, sino que también se interpone en mi camino. Lo esquivo, pero vuelve a entrometerse. Ahora camina hacia atrás.

-¿Puedes escucharme un momento? – se agacha un tanto para quedar a la altura de mis ojos.

-¡No! – le empujo y lo adelanto. Me veo obligada a frenar cuando un semáforo de peatones se pone en rojo. ¡Perfecto!

-Mel, escúchame, por favor.

Presiono el botón del semáforo una y otra vez a sabiendas que no servirá de nada. No sé en qué momento se escaparon mis lágrimas, pero estás han humedecido mis mejillas. Intento secarlas con mi mano.

-No quiero saber los malditos detalles – mi voz se quiebra en varias ocasiones.

Vuelve a situarse enfrente de mi y soy incapaz de esconder mis lágrimas. Thiago mira mis ojos, después mis lagrimas y su rostro cambia. Sus facciones se suavizan mientras ve como una de mis lagrimas rueda sobre mi mejilla a marcha forzada.

-Solo cené con ella – agarra mis hombros con sus manos. – No pasó nada más.

Cierro los ojos. No quiero mirarle.

-Eso no es verdad – es todo lo que logro decir y decido seguir caminando calle abajo.

No me sigue. Esta vez no corre en busca. Y yo sigo caminando sin rumbo. Solo un par de minutos después vuelvo a escuchar su voz. Casi diría que pura imaginación sino llega a ser porque le veo caminar a mi lado.

-Me gustas, Mel.

Mi cuello se gira repentinamente, tanto como sus palabras estallar en mi mente. Me quedo quieta, tan quieta que apenas creo respirar. Niego con la cabeza.

-No soy bueno con estas cosas... - nervioso pasa su mano por su cabello. Me mira frustrado. Menea la cabeza. – No esperes que te diga algo más... - pone sus brazos en jarra mientras pasea su mirada por el cielo para luego volver a posar sus ojos sobre mis pupilas. Suspira. – Me gustas, eso lo tengo claro.

-¿Desde cuándo? – solo una idiota hace preguntas idiotas y esa solo podía ser yo.

-Desde el primer día que te besé.

- Jura que no te has acostado con ella – exijo.

-Te lo juro.

Camina con pasos sigilosos en mi dirección. Puedo oler su fragancia. Alza una mano hasta llegar a una de mis lagrimas y la enjuga con su pulgar. Luego posa su mano en mi barbilla para que alce mi mirada. Y siento eso, un remolino de sentimientos, como un huracán de fuerza diez (no entiendo de meteorología y supongo que diez es la fuerza máxima) cuando nuestros ojos conectan.

Y me besa. Pero me besa de una forma sinigual, haciendo que se estremezca cada parte de mi cuerpo. Sus labios apenas presionan los míos. Es tan suave que solo logro notar un cosquilleo en la comisura de mi boca. Solo interrumpe el beso para decir con voz ronca:

-Esta tarde no vamos a trabajar – y seguido lleva mi mano hacia el gran bulto que tiene entre las piernas y hace una mueca que logra hacerme reír.

Grito cuando, sin esperarlo, me alza entre sus brazos y logra ponerme sobre un hombro.

-¡Thiago, bájame! – digo entre risas.

-¡No!- grita. – Te lo mereces por tontorrona. Es más – comienza a decir. – Te voy a llevar así hasta llegar a mi apartamento.

-No, en serio, esto es muy incómodo – Pasamos por delante de un expositor y puedo ver por el reflejo del cristal que sonríe como un crio. ¡Maldito adonis! 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro