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capitulo 24

THIAGO

El silencio se ha convertido en nuestro compañero de regreso a casa. Solo se escuchan nuestros pasos amortiguados por la hierba. Mel va por delante. Nunca me había pasado, pero me incomoda no saber qué decir ni qué hacer. Por norma general, cuando practico sexo, me visto y poco más. Nunca me ha parecido tan incomodo como me resulta ahora. Todo lo que relaciona a Mel, es completamente diferente. La veo tensa y eso me molesta. Me hace pensar que algo no hice bien.

No me gusta tener que preocuparme, romperme la cabeza, como estoy haciendo ahora. Las mujeres son complicadas y yo un hombre demasiado simple, como la mayoría de nosotros.

Al llegar al jardín solo quedan los restos de una fiesta. Algo extraño. Los invitados se han ido pero la música sigue sonando. Mel me mira preguntándome, con la mirada, dónde esta la gente.

–Sé lo mismo que tú. – le contesto encogiendo los hombros. Apenas un segundo después, se escuchan gritos en la lejanía proveniente del interior de la casa. Mi ceño se frunce.

Camino hacia el lugar con los pasos de Mel pisándome los talones. Al llegar al interior veo a Lex llorando, descargando su furia, estrellando todo lo que cogen sus manos, contra el suelo. Mi madre le pide por favor que pare, que deje de romper cosas, pero ella continua como si escuchara llover.

Corro y la abrazo por la espalda, dejando sus brazos atrapados en el agarre. Lex se remueve con brusquedad.

–Lexi, para. – Intento no gritarle. Arremete con su cabeza dándome un fuerte golpe en la barbilla. Casi consigue escaparse, pero me recompongo rápidamente. Le doy la vuelta para mirarla a los ojos. Con los ojos rojos me mira enfurecida. – Pa-ra.

–¿Qué pare? – ríe mientras sus lágrimas recorren sus mejillas. – Mi hermano Thiago, que apenas me conoce, que no tiene ni zorra idea de lo que sucede, me pide que pare. - Sus palabras se me antojan como puñales en el costado. – Me he pasado toda la vida siendo hija única, teniendo dos hermanos. Huérfana de padre, teniendo un padre. Y una madre que piensa que yo soy un juguete.

En apenas en un abrir y cerrar de ojos, mi madre se acerca a ella y le suelta una bofetada. Una santa bofetada que ha conseguido girar su cara por completo.

–¡¿Cómo puedes decir eso?! – le recrimina mamá. Suelto a Lex porque algo me dice que esta no es mi batalla, pero no me muevo del sitio ya que no permitiré que vuelva a bofetearla. - ¡Te he dado lo mejor! ¡Los mejores colegios! ¡La mejor ropa! ¡Una fiesta de cumpleaños envidiable!

– ¡¿Una fiesta de cumpleaños envidiable?! – le recrimina ahora Lex. – Ha sido una fiesta de mierda. ¡Yo solo quería una fiesta de cumpleaños normal! Con mis amigos, a mi manera. – dice esto ultimo en un hilo de voz. – Solo quería elegir mi puñetera y maldita fiesta de cumpleaños. No que me llenaras la casa de gente que no conozco, de amigos tuyos.

Mi madre alza la barbilla porque intuyo que Lex acaba de azotarle con una verdad.

Lex me mira de nuevo y sonríe.

–Bienvenido a mi vida, hermano. Espero que vivir con papá haya sido mucho mejor. – Y tras sus palabras abandona el lugar. Me sorprende ver a Mel y tras ella.

Carl desaparece cuando más le necesitas. No es una sorpresa que no esté aquí.

–Es una insolente malcriada. – llora mamá alejándome de mis pensamientos. – Le he dado lo mejor, he hecho todo lo que he creído mejor...

–¡Cállate! – grito. –¡No habéis hecho nada bien, maldita sea! – Mi madre enmudece. – Esto es únicamente una prueba de todos vuestros errores, mamá. ¡Esto! – señalo la puerta por donde se fue Lex llorando y Mel yendo en su busca. – Es por culpa tuya y de papá. Por ser unos egoístas de mierda.

***

Mel

La vuelta en avión ha sido mucho mejor. Quizá porque ya tenia la experiencia de la vez anterior o simplemente porque deseaba llegar casa. Ha sido un fin de semana muy intenso por diversos motivos: Thiago en si, su familia tan desunida y mis contradictorios sentimientos. Por suerte pudimos arreglas el problema con la mamá y la hermana de Thiago. Por suerte Thiago se mantuvo distante y alejado hasta coger el vuelo de buena mañana. Pero, por desgracia, en mi fuero interno, seguía mi lucha. Mi lucha. Digo lucha porque no sabría como denominarlo. El caso es que, este fin de semana, ha conseguido confundir todas mis ideas. Ha roto todos mis limites y todas esas mierdas que vivían en mi cabeza.

Sin más dilación, creo que, sin saber muy bien cuando, dónde ni por qué, he comenzado a sentir algo por él. Sé que estoy jodida. Sé que esto debería quebrarme. Sé que esto no debería gustarme. Pero no es así. Siento algo y negarlo no cambiaria nada.

Abro la puerta del taxi, cojo mi maleta y cierro la puerta. Miro hacia arriba para observar la ventana de casa. ¡Hogar, bendito hogar!

Las puertas del ascensor se abren, arrastro mi maleta. Llego a la puerta y meto la llave. Sólo quiero dormir en mi cama. Pasearme en camiseta. Ver una película. Comer helado en tarrina. Cocinar crepes. Espatarrarme en el sofá. Leer Wattpad. NO HACER NADA.

Abro la puerta y Frankfurt viene corriendo a saludarme, meneando su colita con frenesí. Lame mi barbilla y ladra nervioso. Lo amo. Lo amo con todas mis fuerzas. Dejo la maleta a un lado del pasillo y camino hacia la cocina en busca de una golosina para él. Frankfurt me persigue con su legua afuera. Al llegar al salón me sorprende una figura alta y fuerte. Abro la luz y no puedo creer lo que estoy viendo. Si, es real. Tom, el mejor amigo de Miguel y exnovio de Teresa, paseándose por mi casa como san Pedro por su casa. Me he quedado clavada en el suelo, como si mis pies estuviesen apuntalados al gres feo y viejo de mi apartamento.

Este me sonríe, caminando en pelotas por el pequeño salón. No me hace ni puta gracia.

–¿Qué coño haces aquí? – Le pregunto dejándole claro que su visita no es grata para mi. Porque no es.

–Vaya, Mel... - dice este con una sonrisa asquerosa en su boca. De esas que entran ganas de borrar de un puñetazo.

Es el perrito faldero de Miguel, el que le baila la colita a cada paso.

–¿Mel? – asoma la cabeza Tere desde la puerta de la cocina. - ¿Qué haces tan pronto aquí?

La ignoro por completo y sigo mirando al trozo de carne que tengo delante de mis ojos.

–Fuera de mi casa. – sin levantar la voz, me hago a un lado para que se marche por la puerta que esta justo a mis espaldas.

El imbécil carcajea.

–También es casa de Teresa. – niega con la cabeza.

–Claro, - me cruzo de brazos. – tanto como mía. Lárgate.

–Mel, tranquilízate – me dice Teresa, la cual solo viste con un tanga. Qué incómodo.

–Si, por supuesto, pero cuando se marche de aquí. – La miro de manera sebera.

–solo estábamos...

–¡Me importa una mierda, Teresa! – le grito por fin. - ¡O le dices que marche o te juro que me lio a escobazos hasta ponerlo de patitas en la calle! – respiro profundamente para tranquilizarme. – Y te juro que lo hago. – La miro fijamente a los ojos para que vea que no miento y que estoy siendo completamente sincera.

–Tom, lárgate. – dice por fin con sus ojos clavados en mi mirada.

Escucho como Tom resopla mientras se coloca el pantalón, coge sus deportivas y su camiseta. Camina y al llegar a mi altura, me susurra:

–Eres una amargada, Miguel tenía razón.

–Y tú un puto gilipollas. – Le digo como una serpiente a punto de morder. Y no sé que tan lejos estoy de ser una serpiente, pero la mordedura que se llevaría sería importante. Punto número uno: un imbécil jamás puede ver tu punto débil o, de lo contrario, lo hará servir para hundirte en cada ocasión que pueda. Esto lo aprendí de mi relación con Miguel.

Sonríe con el resentimiento manifestándose en sus ojos, con el deseo de hacerme trizas.

–Ay, Mel... - niega con la cabeza. - ¿Cómo llevas eso de estar pirada? ¿Tomas medicación?

–¡YA VALE, CHICOS! – Se entromete Teresa en nuestro cruce de miradas y palabras. – Tom, por favor, márchate. Te llamo mañana.

No bajo la guardia hasta que la puerta de la entrada retumba de un portazo.

–No puedes hacer esto... –me recrimina Teresa.

A ver, quiero a mi amiga por encima de todo, pero a veces deseo arrancarle la cabeza. Sé que ha sonado algo sádico, pero este es mi pronto.

–¿Acaso no recuerdas todo lo que te hizo? – le pregunto completamente confundida. Ya no recuerda como que se fue con otra chica, que pasó de ella durante el tiempo que duró su relación. ¿Cómo cojones pueden tener una memoria reducida?

–Éramos jóvenes, Mel – expone como si aquello fuera suficiente para escusar todo lo demás.

–Justamente por eso, tu conducta me defrauda. Eras joven y era comprensible. Pero, ¿ahora que eres adulta, en serio, sigues queriendo una mierda de relación?

Silencio absoluto. Ella baja su mirada hasta fijarla en sus pies y mi remordimiento se manifiesta. Quizá me he pasado. Quizá no soy nadie para recriminarle nada. Y quizá no es asunto mio.

–Tengo el derecho de hacer lo que me plazca – dice por fin.

– Claro, – sonrío a desgana. – Espero que cuando nos vemos - me incluyo en esto – recogiendo los trocitos de tu corazón, recordemos este momento.

Roto sobre mis pies, dejando a mi pobre perro sin recompensa y me adentro en mi cuarto. Me quito mis converse y me meto en mi cama cerrando los ojos. Teresa me sorprende de pie en el marcho de la puerta y dice sus ultimas palabras. Se me olvidaba que esta era una de sus manías: tener la última palabra.

-Qué tu tengas miedo a sufrir y, por ello, te castigues restringiéndote, no significa que los demás hagamos lo mismo.

Ni me molesto en contestarle. Quizá mañana. O quizá nunca. Ya todo me da igual.

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Cuéntenme como ven la historia y que les va pareciendo. ¿Creéis que Teresa está equivocada? 

Si tengo tiempo, intentaré subir el próximo capitulo el viernes.  Requetebesos!

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