capitulo 20
Bajo las escaleras de madera flotante, todavía con las piernas débiles. Si no quiero caer presa en las garras de Thiago, deberé ser más fuerte e impenetrable. Debo reforzar mi mente. Recordar el por qué no necesito un hombre en mi vida ni dejarme llevar por sus encantos. Sé que algo no estoy haciendo bien, cuando al legar a la planta de abajo, mis ojos se topan con ese color miel tan intenso y de mi vientre renace un aleteo. Rápidamente pongo mis ojos en otro punto para finiquitar con lo que sea que me esté sucediendo, mis ojos acaban clavados en Carl. Este tiene una sonrisa torcida en su rostro, con sus manos metidas en los bolsillos y algo me dice que este muchacho se percata de todo. Su aire macarra es algo visible a simple vista. Sus Jeans rotos, sus botas de cuero y su camiseta lila con la frase escrita: de tu envidia nacen mis progresos, todo en él da entender que es un canalla. O puede que no y sean simple conjeturas. Thiago capta mi atención cuando se levanta del sofá color mostaza que decora el enigmático salón con vistas a la piscina. Chasquea la lengua como si algo lo hubiera molestado, pero no entiendo el qué. Pasa enfrente de mi y camina hacia la mesa. Me percato que la mesa ya esta lista. Tímidamente voy hacia la mesa y me siento al lado de Thiago. Carl hace lo mismo y se sienta justo enfrente de nosotros. El silencio es incómodo. Lex aparece con una bandeja en la mano y seguido la mamá de Thiago con una cesta de mimbre y pan cortado. Lex sonríe. Por fin estamos todos sentados alrededor de la larga mesa de cristal. No recuerdo una comida familiar tan sería y tensa. Se nota en el ambiente la incomodidad. Y la menos perceptible es la mía, con eso lo digo todo. La madre de Thiago coge el cucharón para repartir la comida.
-He hecho lasaña...- Dice mientras observa a Thiago. – Sé que es tu plato preferido.
No sé por qué pero me trasmite algo de lastima. La veo intentando contentarle. Pero Thiago, como si fuera un pedazo de iceberg, ni contesta. Carl levanta su plato.
-Échame doble ración. -La madre de Thiago, asiente con un pequeño brillo de dolor en sus hermosos ojos color miel. Tan igual que su hijo el mayor.
Lexi se ha percatado de lo ocurrido y coge su plato para ponerse a la cola. Yo que nada entiendo, me sumo alzando mi plato. Lex me sonríe en modo de agradecimiento, pero yo hago ver que no me estoy enterando de nada. Pero si, claro que si, me doy cuenta de todo.
La lasaña esta buenísima, creo que nunca en mi vida la había comido más rica. Mi madre es una buena cocinera, pero su plato fuerte son los cocidos. Devoro el plato como una autentica cerda. Intento ser discreta, pero oye es adictiva. Nadie habla. Comen en silencio, nadie se mira. Nadie quiere encontrarse. Bebo un trago de agua y al levantar la vista Carl me guiña un ojo y consigue ponerme nerviosa. Toso. Thiago se percata y con los ojos encendidos en llama le manda un mensaje telepático a su querido y adorable hermano. Puede que no y que todo esto me lo esté inventando, es lo que a mi me ha parecido, aclaro.
-disculpa...- Me dirijo a la madre de Thiago para ordenarle si podría tomar un poco más de lasaña, pero como nadie me la presentado de manera formal, no sé cual es su nombre.
-Morrie.- me sonríe,- me llamo Morrie.
Sigo masticando, así que trago fuerte para decirle:
-¿Podría echarme más, señora Morrie?- Ella asiente feliz mientras pone otra cucharada sobre mi plato.- Gracias.
-Bueno, cuéntenme. ¿Cómo va todo en vuestras vidas?- Se anima a preguntar Morrie. Segundos más tarde hecho una mirada fugaz a Thiago, esperando una respuesta, pero no dice nada. Simplemente la ignora mientras sigue comiendo. Carl contesta viendo que Thiago no tiene intención de hacerlo.
- Bien. Como siempre.- se encoge de hombros.
- Y a ti, Thiago, ¿Qué tal te va todo?- insiste la pobre mujer.
-Perfectamente. – contesta tan seco y duro que incluso logra estremecerme. Seco mi boca con la servilleta algo incomoda.
-No hace falta que contestes de ese modo, - le recrimina Carl malhumorado.
Thiago salta se su asiento de forma repentina y me lo quedo mirando aun con la servilleta en mi boca. Temo por algo y no sé el qué. Esta rígido, apretando su mandíbula mientras mira a su hermano, está tan tenso que incluso diría que tiemblan sus hombros.
-No sé porqué coño os esforzáis en una unidad familiar que desapareció hace años. – sus duras palabras me asombran. De repente recuerdo algo vagamente, unas palabras revolotean en mi mente, confusas y sin orden. Lex me mira con pavor, suplicante. Esperando algo de mi que no logro comprender. Dejo la servilleta sobre la mesa y agarro la mano de Thiago, esta esta cerrada en un puño. Le estiro suavemente para llamar su atención. Me mira, sus ojos son tan fríos que apenas los reconozco. No me gustan. Su mandíbula tensa y sus facciones contraídas por el malhumor, la rabia y la ira, me encogen.
-Cálmate – le susurro sin desviar mi mirada de sus ojos perdidos. Bajo esta mirada solo quiero huir y no me gustaría que algún día el me mirara de ese modo. Con tanto dolor, con tanto odio, con tanta frustración. – Por favor, - le suplico, - siéntate. Me mira durante unos largos segundos que se convierten en años. Eternos. Para mi sorpresa, me agarra de la mano y estira de mi hasta levantarme de mi asiento y me lleva con sus largas zancadas al exterior de la casa.
Camina tirando de mi en silencio. Yo solo me dejo guiar, algo me dice que es mejor no abrir la boca ni para respirar. Nos adentramos en el bosque y seguimos caminando. Mejor dicho, sigue tirando de mi. Con pasos acelerados. Me tropiezo con una piedra, pero él me sujeta por la cintura para evitar que caiga de bruces y, sin frenar el paso, continua. Cuando ya todo a nuestro alrededor es bosque, me suelta. Casi caigo de culo si no llega a ser porque un bonito árbol me frena al chocar mi espalda en el. Yo no tengo culpa de nada. No puede tirarme de esa manera, como si fuera basura. Sacudo mi ropa de pequeños trozos de ramas secas. Le miro furiosa. Él está de espaldas pasando sus manos por su melena. Despeinándose. Da repetidos golpes en su frente mientras dice palabras inteligibles.
-Debes calmarte. – le recrimino caminado hacia él. – No puedes comportarte así. Para mi sorpresa Thiago da media vuelta quedando sus rostros a escasos centímetros de distancia. Sigue con esa mirada que no me gusta. Sigue con ese rostro que atemoriza. Tengo miedo. Si, es así.
-No me digas lo que tengo que hacer. - Dice apretando los dientes, casi rechinándolos. Trago saliva y reculo medio paso.
-solo es un consejo.
- ¡cuando quiera un puto consejo te lo pediré! – grita batiendo los brazos.
-¡Vete a la mierda, tio! – grito furiosa y me doy media vuelta. Pero justo cuando roto mis pies en la dirección contraria, su mano abraza mi muñeca y consigue girarme de nuevo.
-Besame. – exige mientras me penetra con sus ojos vacíos.
-¡No! – intento zafarme de su agarre.- ¡No puedes exigirme que te bese con ese comportamiento pedante!
Cierra sus ojos unos segundo y vuelve abrirlos.
-Por favor, besame. – no es una suplica ni de coña, pero si hay necesidad en su tono.
Que Dios me libre de las garras del Diablo, rezo y acto seguido le beso. Su boca atrapa la mía y mi cuerpo acaba atrapado contra el suyo y el tronco de un árbol. Su beso es voraz, duro, despreocupado. Mis labios, apenas medio segundo después, ya están resentidos. Mete su lengua dentro de mi boca presionando, forzando. Me dejo hacer. Pero algo dentro de mi me dice que tengo la clave para que esto termine y que debo intentarlo. Subo mi mano y la paseo por su espalda, él quiere arrancarme la boca de un beso y yo quiero que me acaricie, que me haga vibrar. Mi mano sube hasta su nuca y se enreda en su pelo. Lo nota, se tensa. Cierra los ojos como si mi caricia le quemara en la piel. Pero no freno y sigo acariciando allí donde toco, su nuca su cabeza sus hombros. Aprovecho este lapsus para besarle a mi manera. Más delicadamente. Pero el ahora, no hace nada. No juega con su legua. Está quieto como una estatua. Pero sigo con mi plan y muerdo con suavidad su labio inferior. Estoy jugando a un juego peligroso. Thiago está con los ojos cerrados, no sé si todavía hecho un ogro, lo único que entiendo es que deseo que me bese como a mi me apetece. Abre sus bonitos ojos color miel. Esos que me gustan. Esos que me vuelven loca y no sabia cuanto hasta que los perdí por un rato. Traga saliva y me observa fijamente, sin hablar sé que me esta diciendo: ¿seguro qué quieres esto? Suspira al comprende que esto es justo lo que quiero ahora. Inclina su cabeza lentamente, como si mi boca fuera la viva imagen de una víbora a punto de morderle, pero lo hace. Me besa, me besa de tal forma que noto como mi estomago baila. Su lengua busca la mia, la tantea con pequeños toques y por fin se hace el milagro. Sus manos recorren mi cintura, mis caderas... el bajo de mi espalda y con su cuerpo me plasta, un poquito más, contra el árbol. Alzo mis piernas, las cuales acaban enrolladas en su cintura. Gruñe, gimo. Y acabamos gimoteando. Notar su bulto presionar en medio de mis ingles es un verdadero lujo. Estiro de su camisa y logro abrirla un poco. Dos botones han salido volando. Quiero que me de más. El sonido de mi teléfono nos frena. Dejándonos ahogados, con el aliento entrecortado. Mierda. Mierda. Mierda. Me bajo de sus caderas mientras rebusco en el bolsillo de mi falta tejana. Thiago aún se está reponiendo cuando observo quien me está llamando.
No doy crédito. No puede ser. Pero claramente puedo leer en la pantalla 'Miguel'.
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