capitulo 13
MEL
Cierro la puerta deseando que caiga al suelo, pero no lo consigo, apenas dejo temblando la madera medio segundo. Tengo la sensación de que en cualquier momento romperé hablando latín, como la niña del exorcista, mientras vomito una masa verde asquerosa. Apenas me da tiempo a gruñir cuando delante de mi visualizo a un chico, este esta plantado en mis narices, sonriente, divertido, disfrutando de mi rostro malhumorado, el cual debe dar miedo. Tiene el pelo corto de color negro azabache y unos ojos verdes intensos. Viste con un tejano roto en las rodillas y una camisa oscura, gastada, donde se puede leer: el sexo oral enriquece la mente. Caramba. Echo a caminar intentando destensarme con mi mente metida en el despacho y con la ira haciendo malabares en la boca de mi estomago deseando escupir fuego. Cuando recorro un par de metros, vuelvo a girar mi cuello para mirar a ese chico y este tiene la cabeza inclinada observando mi trasero. Hago caso omiso y cruzo la puerta de la sala de descanso, donde tenemos la maquina del café. Agarro una taza de porcelana blanca y la coloco en la cafetera, presiono el botón y me entretengo viendo el café salir. Si, ya lo sé, beber café cuando uno está de los nervios, no es remedio ninguno. Rebufo y entrecierro los ojos.
-Se reconocer un rostro repleto de despecho a kilómetros de distancia…- una voz varonil retumba en mis oídos. Al girar mi cuello, me topo de nuevo con el chico de antes. Dejo silencio. – En serio…- apoya su espalda en el marco de la puerta.
-No sé de que me hablas. – miento.
De su boca sale una carcajada repleta de ironía. Vuelvo a mirarlo, poso mis ojos en los suyos y aprecio distintos sentimientos brillando en ellos. Desde diversión, hasta destellos de furia. ¿Quién diablos es? Hay algo oscuro en él, algo perturbador en su voz, en sus ojos, en sus facciones… Algo que logra crearme un escalofrío.
-¿Seguro?- da pasos sigilosos hacia mí. Por inercia, retrocedo.
-Por su puest…- pero me corta colocando un dedo sobre mi boca e inclina su cabeza, dejandola muy cerca de mi rostro.
-Shh…- dice con una sonrisa un tanto malévola. – Agudiza el oído, querida.
Mi ceño se frunce, pero acabo haciendo lo que me pide. Un pinchado cruza mi estomago cuando en el silencio unos gemidos comienzan a resonar desde la lejanía. Exactamente desde el despacho de Thiago.
-Vaya…- se inclina hacia atrás para poder visualizar mejor mi semblante. – Veo que te afecta más de lo que creía…
-No me afecta.- digo casi rechinando los dientes.
-Ya – asiente. Sin previo aviso, agarra mi antebrazo y tira de el y me lleva arrastras tas su paso. ¿Pero quién es este gilipollas? Me agarra con fuerza y eso hace que me queje mientras sigue llevándome arrastras por el pasillo. Me planta justo delante de la puerta, quedando el a mis espaldas. - ¿Qué escuchas?
Los gemidos de Carolina se me antojan chirriante, como un pitido constante, como arañar el cristal con un hierro.
-¡Dejame!- me quejo mientras intento huir de su agarre.
-Chist. – Me ordena acallar mientras sus brazos se aferran con fuerza en mi cintura. Me revuelvo entre sus brazos. – Calla y escucha.- sin verlo, debido que está justo detrás de mi espalda, sé que aprieta sus dientes. -¿Escuchas a él gemir, querida?
Agudizo el oído. No, no lo escucho, pero no pienso contestarle.
-Claro que no – dice él por mi. – ¿Sabes por qué no?- Niego con la cabeza intentado tragar la gran pelota de saliva que tengo en mi boca. En mi oído y con voz áspera, susurra:- Porque folla sin interés. Ahora disfruta de este momento mágico – expone cuando su mano gira el pomo de la puerta y la empuja hasta abrirla por completo, dejándome ver un grueso pene entrar y salir, energéticamente, entre las finas piernas y observar un culo con forma de melocotón moviéndose vertiginosamente. Podría explicar cada sentimiento que recorre mi cuerpo en estos momentos, pero solo alcanzo a seguir parpadeando y respirar, que eso ya es mucho. Los ojos de Thiago, automáticamente, se clavan en mi rostro y luego suben un poco más arriba, donde deduzco que debe estar el chico retorcido. Casi al instante, Carolina gira su cuello aún levantando sus caderas para una próxima estocada, pero su movimiento queda en el aire. La sorpresa invade su rostro y rápidamente baja su falda con torpeza. ¡Y ya qué más dará! Thiago parece no avergonzarse con facilidad, pues abrocha su botón del pantalón y sube su cremallera sin impericia. Carolina corre en busca de su bolso y con el rostro encendido pasa por nuestro lado, huyendo del bochorno. El chico perturbado me da un empujón para que entre en el despacho, doy un par de pasos, los justos para que cierre la puerta con él dentro. Thiago mira al muchacho frunciendo el ceño, pero algo me dice que no es un desconocido para él. A mi me ignora, no me lanza ni una sola mirada. Absolutamente nada.
-Ataca, tigresa, despellejado. – Se burla el chico moreno que ahora me mira divertido, disfrutando de mis frustraciones. Aprieto los labios y le levanto el dedo medio. Este pone una mano en su pecho y suspira de manera teatrera. – Me encantan las chicas peleonas. En la cama debes ser una dominante de cojones.
-Carl…- noto una tirantez de advertencia en la voz de Thiago, que este le mira enojado.
Carl avanza y se sienta en el asiento que queda justo enfrente de Thiago. Siento el ambiente cargado, con la tensión garabateando sus palabras en el aire. Yo sigo en mi posición, casi en la entrada del despacho. Thiago me mira por primera vez, quizá pensando qué diablos hago todavía allí sin mover un solo musculo. Entonces Carl gira su cuello para agazaparme con sus ojos verdes. Da una palmadita en su muslo derecho y dice: - Siéntate aquí nena, esto es puro roble.
-Déjala.
Solo a sido una palabra y he podido sentir como algo extraño remueve mi estomago.
-¿Por qué? – lo reta con la mirada, recortándose en el asiento y colocando sus manos detrás de la nuca. – Es guapa y joven.- recalca esto ultimo con el dedo como si estuviera subrayando la palabra sobre un papel.
Thiago inspira lentamente, intentando no ser brusco, quizá con la intención de disimular algo que desconozco.
-¿A que has venido, Carl?- cambia de tema, arremangando las mangas de su camisa arrugada. Mierda, como jode que esa camisa esté arrugada.
- Voy a comenzar a pensar que no me queréis ni una pizquita.
-Déjate de chorradas. – Le interrumpe.- ¿Qué quieres?
Carl, cruza las piernas y apoya los talones sobre el escritorio. Creo que este chico solo ha venido a pelear. Thiago suspira exasperado al ver las botas de cuero sobre la mesa brillante.
-Quiero hablar con papá.
Vaya, que sorpresa, esto si que no me lo esperaba. Anonada por la noticia inclino mi cabeza para volver a mirar su rostro, ahora con la intención de buscar un parecido con Thiago, pero no, no se parecen ni en el blanco de los ojos. Thiago me mira por el rabillo del ojo.
-Mel, tienes faena pendiente.- me recuerda bruscamente.
Le hecho una mirada asesina y camino hacia mi lugar.
-Oh, Mel, que bonito nombre.- frota su barbilla y continua:- Suena meloso.
Mis mejillas se encienden ligeramente y le pongo mi cara más arisca. Abro mi ordenador y sigo con mi faena, dejando mis orejas en modo de antena parabólica. Comienzo por teclear con la presión de tener cuatro ojos encima de mi, observándome con suma atención.
-¿Te has metido otra vez en problemas?
-No.
-Carl… Dime la verdad.
-Ya te la estoy diciendo, imbécil. Solo he venido a ver a papá.
-Papá esta en su despacho.- Le informa Thiago.
-No tengo prisa…
-Te patearé el culo, Carl. Te lo dejaré dañado por mucho tiempo.- Escucho como susurra casi arrastrando cada palabra.
Sigo tecleando palabras sin sentido, tipo: tjdnsña ksjya nsidya. Alzo la mirada por encima del monitor y analizo como unos ojos verdes me miran a través de unas espesas pestañas negras.
-Mel, sigue con lo tuyo…- gruñe Thiago de tal manera que consigue erizar mi vello.
-¡Oh, vaya!- Grita Carl como si acabara de descubrir algo muy valioso. Ahora me mira expectante, como si de repente me hubiera convertido en un alienígena con tres ojos y de color lila. Se levanta de su asiento, se inclina hacia mi y murmura:- Yo gimo, nena. – me guiña un ojo, sonrío coquetamente únicamente con la intención de alterar a Thiago, ya que veo que resulta y causa efecto. A las mujeres nos gusta alterar, sobre todo cuando guardamos rencor.
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