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capitulo 12

Lunes, parcialmente nublado y a veinticinco grados. Barcelona comienza a tener turistas, oler a crema solar y colonias frescas, pero todo eso forma parte del exterior. Miro el reloj y este marca las diez de la mañana. Afortunadamente hoy estoy sola en la oficina. Algo que agradezco infinitamente después de lo que sucedió el sábado noche. Quiero vetar ese pensamiento, ya que no he podido sacarlo de mi mente durante todo el domingo. Cuento que Thiago no volverá a la oficina pasadas las doce, si todo anda como debe ser. Sigo redactando unos correos pendientes de envió aprovechando que el teléfono me da un descanso. La puerta se abre y se cierra, subo la mirada lentamente, con el ceño fruncido y… No, no es Thiago. Una mujer rubia, esbelta y bien vestida, camina con elegancia con una sonrisa en la boca. Sé quién es. Claro que la recuerdo. Es Claudia. El olor a cigarrillo abofetea mi rostro cuando esta deja escapar el humo de su boca. Odio el tabaco. Odio su olor. El humo opaca mi visión y puedo verlo espaciándose por todo el ambiente.

-No se puede fumar. – Le informo en un tono severo.

-Ya. – dice sin más sentándose en la silla que queda justo enfrente de mi. – Quiero hablar con Thiago.

Intento prestar atención a mi ordenador y seguir con la faena.

-No está. – Le explico sin dirigirle la mirada.

-Esperaré… - se recuesta en el asiento.

-Ok.

Ojala decida irse a dar una vuelta. Carolina abre su bolso, apaga su cigarrillo en un posavasos de metal, el cual hacemos servir para las tazas de café, saca un neceser y comienza a pintar sus uñas.

-Así que… - comienza a decir y por inercia levanto la mirada y la veo soplar sus uñas coquetamente. - ¿Os estáis conociendo?

-Eso a ti no te importa. – Bajo otra vez la mirada a mi pequeño ordenador. Pero entonces ella lo arrastra hasta lograr apartarlo.

-Si me importa, bonita. – Ya no tiene esa sonrisa en la boca y no luce como una diva. Ahora la veo algo enfurecida. Cruzo los brazos sobre la mesa e intento que no me intimide, o al menos que no lo perciba, pero si, da algo de miedito esta mujer.

-Pues debería dejar de importarte. – Empequeñezco los ojos. Carolina responde con una débil sonrisa.

- No juegues conmigo. – me amenaza inclinándose hacía mi. – no deberías tocar los hombres de otras mujeres…

-¿De otras mujeres?- me pilla por sorpresa. ¿A caso estaban juntos? Es imposible, es mayor que él. Aunque es guapa y se ve que cuida su cuerpo, pero… Debe sacarle el doble de edad a Thiago. Esta mujer debe tener la edad de mi madre. Casi lo doy por hecho, vaya.

-Ajá… Está conmigo, querida. – Bate sus pestañas.

-Pues parece que él no lo tiene muy claro… - Niego levemente con la cabeza.

Joder, Mel, deja ya de comportarte así. Thiago no es para mi. Yo no soy para Thiago. No me interesa, solo… solo… solo logra ponerme a un nivel muy alto, pero ya. Si, vale, me he pasado todo el fin de semana pensando en él, pero no hay nada. NADA.

-La que no lo tiene claro, bonita, eres tú.

-deja de llamarme ‘bonita’.

- Deja de entrometerte.

-Haré lo que me plazca.- la reto con la mirada.

-Pues tendrás problemas… Creeme que no deseas tenerme de enemiga.

La puerta se abre de nuevo y mi corazón retumba en mi pecho: loco, acelerado, estrepitoso… Thiago aparece en mi campo de visión con el semblante serio, observando el panorama de tener a dos mujeres a punto de arañarse como gatas en la sala. Mierda, mierda y mierda… Esto no puede volver a pasar. No puede volver a suceder. No, joder, no.

 THIAGO

No me gustan los lunes, son pesados, aburridos y acelerados. Todo son llamadas, citas y reuniones. Más que ningún otro día de la semana, con mucha diferencia. Para colmo, a ultima hora, han cancelado la reunión prevista. Los lunes son una mierda. La empresa de mi padre me quita mucho tiempo, tiempo que necesito para la mía propia. Desde que me vine a España para ayudar al viejo, apenas he podido hacer otra cosa que abandonar a su suerte mi pequeña empresa. Gracias a Stefano, mi mano derecha, quien está procurando que todo vaya bien allá en Milán. Una locura. Abro la puerta del despacho con un humor de perros. Y ostia. ¡Ostia puta! Lo que me encuentro, no es nada bueno. Pero nada bueno. Alzo una ceja mientras veo a Carolina acorralando a Mel, marcando claramente el territorio, meando estratégicamente en distintos puntos, cual perro. Hay dos cosas que no soporto: el café frio y dos mujeres peleando por mi. Mel enseguida encuentra mi mirada, la cual destila enfado y malhumor a diestro y siniestro. Sus ojos son los de siempre: inocentes e ingenuos, dóciles y expectantes. Luego, al segundo, los ojos de Carolina vienen hacia mi, tan igual que siempre: Dominantes, duros, exigentes y viciosos. Tengo, ante mi, dos mujeres completamente distintas, tanto como el día y la noche, el fuego y el hielo. Paso mi mano por el pelo, desabrocho el primer botón de mi camisa y turo la maleta sobre el sillón que adorna el despacho. Pongo mis mano en mi cintura y alzo una ceja en busca de una explicación, claro que se la exijo a Carolina qué no sé que cojones pinta aquí. Carolina saca su sonrisa más sensual. Yo le pongo cara de: quemierdascreesquestashaciendo. Pero ella obvia cualquier señal que ahora quiera enviarle. Es astuta, así que no me la pega. Sin dirigir la mirada a Mel, le ordeno que abandone el lugar.

-Mel, déjanos un par de minutos solos. – La muchacha se levanta de su asiento y por como pisa en cada paso, adivino que está furiosa. Debería agradecérmelo, la niñata repelente. Qué sabrá ella que es tener a Carolina de enemiga. Abre la puerta con energía, de bien seguro, si pudiera, me daba un portazo en los morros. Pero no sé por qué, disfruto viéndola así. – Cierra la puerta al salir.- me envía una mirada asesina. – Ah, - expreso con la intención únicamente de ponerla más aireada – Mejor ve a desayunar. Carolina y yo tenemos cosas que hablar.- Y madre mía, sus mejillas se encienden y sus ojos destilan veneno. Y llamadme cabron, pero quien sabe lo que consigue en mi tenerla tan revotada. La puerta se cierra creando un gran estruendo. Automáticamente nace en mi boca una sonrisa mientras observo la puerta de madera aún vibrando.

Mis ojos viajan hasta Carolina que sonríe victoriosa. Le pongo la cara más amarga que puedo y cruzo mis brazos en el pecho, esperando una buena contestación. Sabia que esto pasaría. Ella ya llevaba tiempo mostrándomelo.

-¿A qué has venido?

-A invitarte a desayunar.

-Podías haber llamado a mi teléfono y te hubieras ahorrado venir hasta aquí.

-Me pareció buena idea – dice acercándose a mi con pasos sigilosos. Una vez llega, me abraza por la cintura inclinando su cabeza hacia atrás. Tiene un cuello apetitoso… Mis ojos viajan hasta su clavícula, donde ahora mismo deseo lamer. Sonríe porque me conoce y sabe que quiero en cada momento. Humedece su boca y muerde ligeramente su labio inferior. Paso mis brazos por su cintura y poso mis manos sobre su culo, el cual aprieto contra mi cuerpo para que note mi palmado pene. Hecha una risilla y muerde mi barbilla. Aprovecho para coger una de sus piernas y ponerla en mi cadera. Cuando parece que todo va bien, sus labios buscan con urgencia mi boca. Alzo mi barbilla para que no llegue y quiero pensar que se a confundido, pero al segundo intento agarro su pelo en un puño y tiro hacia atrás.

-No. – Le digo severo. Sabe perfectamente las normas. Carolina aprieta sus labios con frustración y se suelta del agarre. Inspira por la nariz mientras baja su falda, resentida.

- No pasa nada por un beso… - aún aletea.

- Sabes perfectamente que no acepto besos.- Coloco mis manos dentro de mis Bolsillos. Es curioso, pero no me hace disfrutar verla resentida. Ni para bien ni para mal. Maldita niñata.

-Llevamos juntos años…

-Para…- la advierto. ¿De qué cojones me está hablando?

-Debemos avanzar…

- Carolina – la corto. – Eres una tía impresionante, me gusta tu madurez e independencia…- Claramente le estoy diciendo: para, no hagas que me arrepienta. – pero no confundas la realidad.

Camino hasta llegar a mi asiento y me dejo caer sobre él. Carolina viene de nuevo hacia mi y se sube en mi regazo.

-Está bien…- murmura. – Dame placer. – Pasa su legua por mi cuello. Yo me relajo sobre el respaldo.

-Mejor – inquiero mientras me dejo hacer.- Dámelo tú, por boba.

-Será un placer. – Su mano desabrocha mi pantalón, deshaciéndose del botón y corriendo la cremallera. Cierro los ojos apoyando mi cabeza en el respaldo. Carolina libera mi erección y la introduce entera en su interior. Rápida y bruta. Gruño. Mueve sus caderas en un perfecto baile hacia delante y hacia atrás. Resoplo. Quiero agarrarla de la cintura y apretarla más contra mi, pero me niego. Sus brazos rodean mi cuello mientras se deja caer una y otra vez sobre mi regazo. Es una bestia follando. Finalmente la cojo de las caderas y me preparo para embestirla duramente cuando la puerta, la puta maldita puerta, se abre.

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