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03

Los días en Busan transcurrían con una lentitud que a Jinyoung le resultaba casi pesada. El sol apenas asomaba entre las nubes grisáceas que cubrían el cielo pálido, y el silencio que lo inundaba todo era tan incómodo como asfixiante. Había silencio en el hotel, en las calles, y en las casas. El sonido de los zapatos pisando los adoquines del suelo apenas se escuchaba, igual que el ruido de los coches.

Con cierta torpeza se adentró nuevamente a la estación de policías, subiendo aquellas escaleras. A lo lejos podía oír las voces tan tediosas, eran sus compañeros y por más que no quería verlos, debía hacerlo. A pasos largos camino hacia la sala de junta, oyendo que lo llamaban y mientras negaba, entro de prisa aquel cuarto tomando asiento, dispuesto a escuchar la reunión.

Mirando con detenimiento las imágenes presentadas. Noto inmediatamente que el cuello de dos de las tres víctimas tenía perforaciones a un costado de este como con alguna barra de metal. No había podido captar ninguna voz o sonido hasta que un compañero lo pateó por debajo de la mesa, ya que el jefe le había estado hablando, desconcertado volteo a verlo y este con una ceja arqueada pregunto qué era lo que le mantenía tan ocupado y que si no le molestaría compartirlo con el equipo.

Asintió y aclaro su garganta.

— Jackson...una barra de metal... —su respuesta lo saco un poco de contexto, pues no era la respuesta que probablemente esperaba y lo miro con más insistencia, se levantó para ampliar la imagen en la pantalla de la sala de juntas, indicándole los puntos que le habían tenido inquieto. — Eso es... con una barra de metal, calentada al rojo vivo y pegado para abrir, quemar y cauterizar al mismo tiempo la herida. Yo diría que fueron realizados cuando las víctimas estaban vivas. — lo último le salió en un susurro, preguntándose que tan mal estaba aquel ignoto. Jackson asintió y les pidió a sus colegas estar listos en veinte minutos para salir a investigar y resolver este caso. A Jinyoung le indicó que tenía que ir hablar con los familiares de las victimas junto a otro compañero que no había llegado.

Paciente, espero a que su compañero llegara y tuvieran que ir con los familiares de las mujeres muertas a decirles que perdieron personas queridas y estarán al tanto para darle una respuesta concreta sobre el caso.

— Perdón por llegar tarde. Odio madrugar. —la puerta de la sala de juntas se abrió de golpe y dejo ver a un chico totalmente serio. Era pelinegro, con tez blanca, de aproximadamente 1.80 cm, con unos hombros totalmente ancho y brazos grandes capaces de estrangular a alguien sin mucho esfuerzo si le daba la gana. — Soy Lim Jaebeom.

— Llegas una hora tarde. Los familiares de las víctimas no pueden estar esperando por ti o por tu odio a tener que madrugar, hay que irnos. —lo miró con mala gana mientras pasaba por su lado, agarró el abrigo negro que descansaba sobre una de las sillas y se lo colocó sin decir nada. Acto seguido, le lanzó a Jaebeom uno para que lo usara. — Póntelo y mueve el culo. —salió de ahí sin antes escucharlo maldecir.

Si algo había que Jinyoung odiara en el mundo, era impuntualidad.

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