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XXXV.




thirty five;
TOMAR AL TORO POR LOS CUERNOS










Ares permanecía inconsciente en una de las camillas de San Mungo.

Scorpius estaba sentado en un taburete metálico que le había pedido a Morrigan, sosteniendo la mano del niño más pequeño mientras se sorbía la nariz. Los ojos mercurio le brillaban de lágrimas, que no parecía dispuesto a dejar salir, murmurando cada cinco segundos lo que se oía un cántico antiguo y componiendo una sonrisa alentadora al ver que Ares se relajaba bajo su agarre. A pesar de lo que dijeron los medimagos, Scorpius no se calmó hasta que lo dejaron acercarse a su amigo, pataleando y haciendo berrinches a cualquiera que no fuera Morrigan.

Roselyn lo veía todo completamente anonadada.

— ¿Qué diablos sucedió? — preguntó a su cuñada, su tono de voz disminuyendo cuando Scorpius cuadró los hombros y se sentó recto, un signo de que estaba escuchando la conversación a pesar de que no soltó la mano de Ares.

— No lo sabemos — Morrigan se quitó el cabello de la cara y su cuerpo tembló de preocupación, tenía el labio inferior perforado por sus dientes y no se había calmado, incluso si Scorpius ya estaba fuera de peligro — James y William dijeron que era el sabbat, pero no podemos determinar exactamente qué parte con Ares inconsciente. Sus niveles de energía se desplomaron al llegar aquí y ha tenido tres convulsiones la última semana, tiene el núcleo mágico demasiado volátil para que los medimagos intenten proceder. 

— ¿Scorpius no ha dicho nada?

Morrigan profirió un bufido sarcástico.

— ¿Tú crees que lo haría?

Roselyn asintió, comprendiendo. Scorpius era un niño tranquilo, le gustaba colaborar y ayudaba todo lo que podía, a diferencia de Ares. El problema siempre resultaba cuando la situación involucraba a alguno de los tres amigos que Scorpius tenía. No existía manera de que lograran que él dijera algo sin que Ares despertara primero. Su preocupación por él ocupaba un lugar bastante alto en la lista de prioridades del niño de 7 años. 

— Despierta, Ares, por favor — un gemido lastimero escapó de Scorpius. Se había desconectado de la conversación que mantenían ella y Morrigan, dándole toda su atención al niño inconsciente. Ares no dio signo de haberlo oído, pero Scorpius apretó la mano que sostenía y volvió a gemir — No quise hacerte daño.

Morrigan se acercó de inmediato a su hijo. Scorpius se estremeció al sentir el tacto de su madre, alzando la cara y sorbiendo de nueva cuenta su nariz. Tenía las mejillas rosadas y los ojos brillantes, el cabello rubio completamente revuelto y la ropa echa un desastre. El colgante que Draco había hecho para mantener su núcleo mágico a raya sobresalía encima de su jersey gris mal puesto; Scorpius prácticamente escapó esa mañana de la habitación que le habían dado para ver a Ares.

— Es hora de que comas un poco, amor — le indicó Morrigan, limpiando el rastro de lágrimas secas de la cara de Scorpius. 

El niño sacudió la cabeza, aferrándose a la mano floja de Ares.

— No me quiero separar de él, mamá — suplicó, ahogando un sollozo.

Roselyn sintió que su corazón se dividía en dos. La obvia angustia de Scorpius era dolorosa de ver, casi o más que presenciar las convulsiones de Ares cuando su núcleo mágico comenzaba a salirse de control. Roselyn estuvo ahí la primera vez, estupefacta viendo el cuerpo de su hermanito de 7 años sacudirse sobre la camilla; sólo los gritos de su padre y de White por su hijo la hicieron reaccionar, y entre ella y Harry se encargaron de mantenerlos alejados de San Mungo por unos días mientras pensaban cómo solucionar el problema. 

Habían pasado casi un mes sin respuestas.    

— Me quedaré con Scor — logró decir, cortando la posible respuesta negativa de Morrigan. Ella la miró, alzando las cejas sorprendida y un poco esperanzada. No le hacía mucha gracia tener que separar al niño de Ares, cuando era tan obvio que Scorpius estaba muerto en vida cada vez que lo perdía de vista — Él puede comer aquí ¿Verdad?

Morrigan asintió, susurrándole sin palabras un tembloroso gracias. Roselyn le quitó importancia, viéndola inclinarse a dejar un beso en la frente del niño, antes de salir por las puertas mágicas que obstruían el paso al área que cerraron para Ares y Scorpius la vez que ambos llegaron inconscientes un mes atrás. 

— Despierta — susurró Scorpius, una vez más. 

Otro sollozo, Ares no escuchó su petición. 

Roselyn levitó la silla en una de las esquinas, dejándola cerca del taburete que ocupaba Scorpius. El niño no se inmutó, toda su concentración puesta sobre su amigo, cuando ella se sentó a su lado, intentando con todas sus fuerzas no dejar escapar su propio quejido de dolor viendo lo pálido que estaba su hermanito. Roselyn estiró la mano y peinó descuidadamente el cabello de Scorpius.

— ¿El colgante ha funcionado, Scor? — las palabras salieron de sus labios antes de poder contenerse, el silencio que vibraba alrededor de la estancia la colocaba incómoda y no soportaba un segundo más sin decir algo. Una vez su padre le había dicho que los Potter nunca sentirían bien la soledad, acababa de darse cuenta que era verdad — ¿No has sentido una recaída? 

— No — Scorpius respondió tras casi un minuto en el que ella creyó que no la escuchó, o simplemente prefirió ignorarla. Arrugó la nariz y se pasó el dorso de la mano sobre ella — Papá Harry dijo que mi padre lo hizo para mi. 

— Lo hizo — Roselyn asintió, recordando con ferocidad como Draco ni siquiera dudó a la idea de ayudar a su hijo.

— A la abuela no le caigo bien — añadió el niño, su mano entrelazándose a la de Ares. Scorpius recargó la frente contra ellas y cerró los ojos, dando un pico a la piel desnuda de la muñeca de Ares — Papá Harry dijo que la mujer que trajo el colgante ese día era mi abuela. No le agrado. 

Roselyn quiso decirle que a Narcisa Malfoy no le agradaba nadie, pero consideró que no sería buena idea que un niño de 7 años entendiera el por qué. Ya era bastante difícil para Scorpius ser el hijo de un mortifago, no imaginaba lo que sería conocer a una mujer que a pesar de los años y lo que hizo durante la guerra, nunca abandonó esas creencias. 

— Yo tampoco le agrado mucho — dijo, en cambio, haciendo gala de todas sus fuerzas para que sonara como una broma — Así que ya somos dos.  

— Le dijo a mamá que todo esto era culpa de ella.

¿Qué?

Roselyn se quedó estupefacta, su mirada esmeralda clavada en el niño como si le acabara de hablar en otro idioma. Scorpius no pareció notarlo, volviendo a dejar otro beso corto encima de la muñeca de Ares, parpadeando cansinamente y estirando la mano con la intención de recostarla en la mejilla de Ares, una ternura inexplicable por parte de Scorpius en el gesto, deteniendo su dedo índice sobre el borde de los labios rosados del niño inconsciente. Él suspiró, volviéndose a mirar a Roselyn cuando ella no habló de nuevo.

— Narcisa... — tartamudeó, encogiéndose al sentir los fríos ojos mercurio de Scorpius analizarla — ¿Por qué dijo eso?

— No sé, papá Harry le ordenó que se fuera después de eso — Scorpius jugueteó con la mano entrelazada que mantenía a Ares, su expresión suavizándose por la reacción que obtuvo de su parte — Pero le dijo a mamá que nada de esto pasaría si ella jamás se hubiera metido con mi padre.

Algo estalló en la esquina de la sala. Roselyn levantó la vista. La llamarada de fuego verde se avivó, la punta de las flamas extendiéndose y dando vueltas alrededor de su mismo núcleo, una sensación destructora que consiguió estremecerla. Scorpius suspiró, entrecerró los ojos y masculló un cántico en latín, lo que provocó la extinción de las llamas antes de que hicieran daño a la estructura de la habitación. 

— ¿Eso era fuego griego? — la voz le salió aguda. Roselyn nunca había visto el fuego griego; sabía que Harry podía controlarlo, siendo un sabbat hereje, pero a él no le gustaba mucho hacer demostraciones y lo único que dijo respecto a eso era lo peligroso que resultaría usar el fuego griego, incluso para ellos que eran inmunes a quemarse. Scorpius asintió distraídamente, sin notar el pequeño pánico que golpeaba el rostro de Roselyn comprendiendo lo que podría haber sucedido a Ares — ¿Puedes convocar fuego griego?

— Una vez incendié las cortinas con él — comentó Scorpius — Papá Harry se dio cuenta y me ayudó a manejarlo — entonces, frunció el ceño, confundido de la pregunta — ¿Por qué?

— Scorpius ¿Ares pudo estar en contacto con el fuego griego cuando perdió el control del sabbat?

Scorpius se estremeció, sus ojos abiertos de par en par. Roselyn vio como la dolorosa comprensión atravesó la mirada mercurio de Scorpius hasta que se levantó, colocándose de rodillas sobre el taburete, tomó entre sus manos las dos de Ares y comenzó a recitar en latín. Roselyn sintió el frío rodearla, el viejo agitando las cortinas al entrar por la ventana mágica abierta, retorciéndose y estirándose al son de las palabras que decía el niño.

Ares fue envuelto por una copula de magia, que destellaba pura electricidad volátil. La sola vista la aturdió, sus hombros sacudiéndose ante la sensación que le brindaba la demostración del poder de Scorpius. Retrocedió unos pasos por precaución.

La copula se desvaneció.

— ¿Ares? — susurró Scorpius, inclinándose sobre la camilla y colocando sus fríos dedos encima de las mejillas pálidas del niño más pequeño — ¿Ares?

Ares se despertó de golpe, enderezándose y golpeando con su frente la de Scorpius. Ambos niños gritaron de dolor, y Roselyn se apresuró a sostener al rubio antes de que se tambaleara en el taburete y cayera al suelo. Un pequeño gemido escapó del niño, aunque no le duró mucho, saltando a la camilla de Ares para abrazarlo cuando escuchó su vocecita infantil decir su nombre.

— ¿Scor? — Ares parpadeó, colocándose un poco verde de nauseas. Scorpius enterró el rostro contra su cuello y se puso a llorar, un par de disculpas balbuceadas a las que Ares no vio razón, envolviendo el cuerpo del niño más grande en un abrazo consolador. Sus ojos grises se alejaron, por unos segundos, del rubio, encontrando los de Roselyn con extrañeza — ¿Qué...? ¿Dónde estamos?

— Perd... perdón — Scorpius emitió otro sonido lastimero.

Ares arrugó la nariz.

— ¿Por qué lloras, Scor? — Ares volvió a mirar a Roselyn, un poco más agresivo ahora, como si la acusara del estado de Scorpius. Ella casi se rio, su cuerpo temblando de alivio viendo a su hermanito bien y vivo — ¿Qué pasó? Me duele todo. ¿Teddy volvió a golpearme con una bludger?

Scorpius se alejó, haciendo un puchero. Ares le quitó las lágrimas de la cara e hizo una mueca más pronunciada, su confusión agrandándose por la falta de respuesta de parte de Roselyn. El niño se revolvió el cabello, soltando un quejido cuando sintió su mano cosquillear adormecidas. 

— Le avisaré a los medimagos — dijo Roselyn, retrocediendo unos pasos y saliendo de la habitación en busca de Morrigan. 

— ¿Qué medimagos? — Ares miró a Scorpius, una opresión molestando su pecho al ver los ojos rojos por las lágrimas contenidas del niño más grande. Los labios de Scorpius seguían presionados en su mohín adorable, jugueteando con sus propios dedos sin ser capaz de responderle — No me gusta que llores. 

— Perd... perdón — repitió Scorpius, pasando el dorso de su mano sobre las mejillas.

Ares sacudió la cabeza. Se miró los brazos, pálidos y flacuchos como los recordaba antes de su larga siesta. La diferencia más notoria eran sus venas, que resaltaban entre la descolorida piel, un verde y morado enfermizo que consiguió hacerlo fruncir el ceño. Se tocó la línea de las muñecas con el dedo índice, sufriendo una especie de descarga eléctrica que lo hizo gemir de dolor.

Scorpius se acercó.

— ¿Te duele? — murmuró. Ares asintió, aun aturdido. Scorpius se inclinó y besó su muñeca, susurrando palabras en un idioma extraño que le puso la piel de gallina. Las manchas de verde y morado se desvanecieron un poco, y Ares suspiró aliviado cuando el cosquilleo desapareció — ¿Estás mejor?

— Sí — Ares volvió a arrugar la nariz — ¿Me dirás que sucedió? 

— Mi fuego te hizo daño — Scorpius pareció muy culpable, haciendo un ademán de alejarse. Ares lo retuvo, colocándole las uñas en el brazo y obligándolo a regresar a su lado. Scorpius no se vio molesta, de hecho casi sonrió, lo que Ares sintió como una victoria — No me había dado cuenta que era fuego griego hasta que Rose lo dijo. Perdón.

— Deja de disculparte — Ares le acomodó el cabello, un mohín de concentración que Scorpius observó embobado. Cuando estuvo satisfecho de lo que consiguió, bajó las manos y las colocó en el cuello de Scorpius, sus ojos grises siguiendo la hilera de venas. Cada vez que Scorpius usaba sus poderes más de la cuenta, las venas se marcaban. — ¿Qué estabas diciendo?

— Un hechizo — respondió, aliviado de que Ares no lo estuviera culpando — Hécate me lo enseñó. ¿Recuerdas que me caí de la bici en la plaza de Wiltshire?

— Sangrabas mucho — recordó, la expresión de su rostro distorsionándose disgustado de esa memoria en particular. La herida que Scorpius se hizo en el brazo había sido muy aterradora para un niño de 5 años. — ¿Hécate te curó con el hechizo? 

— Sip — Scorpius sonrió — Y ahora yo te curé.

Ares se rio. Scorpius casi estalló de felicidad. Le gustaba ver reír a Ares. 

Un par de medimagos, Morrigan y Roselyn llegaron en ese momento. Dijeron varias cosas a las que él no prestó atención, más concentrado en Scorpius que en las explicaciones que daban a las dos mujeres mientras analizaban a Ares. Uno de ellos mencionó que el riesgo pudo ser mayor si no hubiera despertado ahora, lo que hizo a Scorpius bajar la mirada culpable. 

Ares le regaló una mirada asesina al medimago cuando lo vio. 

Estiró su mano y tomó la de Scorpius, refunfuñando de medimagos tontos que hacían sentir mal a rubios adorables mientras el par que lo atendieron se retiraban una vez más a hacer el informe general de la salud de Ares. Scorpius sonrió débilmente, negando con la cabeza por la sobreprotección de Ares, pero feliz otra vez de que al menos él no pensaba que esto había sido su culpa.

Roselyn frunció el ceño ante ello, y Morrigan luchaba conteniendo la risa.

— ¿Qué se supone...?

— No quieres saber — Morrigan la detuvo, mordiéndose el labio inferior divertida. 

— No fue tu culpa — dijo Ares, sin prestar atención a lo que ellas discutían. Con su dedo pulgar golpeó los labios de Scorpius, queriendo que soltara el puchero, al igual que hacía su madre cada vez que él se enfurruñaba — ¿Vale?

— Sí lo fue.

— Que no.

— ¡Que sí!

Ares se inclinó y le dio un beso corto, sonriendo satisfecho cuando Scorpius chilló avergonzado.

Roselyn abrió la boca impresionada, y Morrigan estalló en carcajadas. Los dos fueron conscientes de que ellas seguían presentes, lo que solo colocó rojo al niño más grande, mientras el que seguía en la camilla se encogía de hombros y se dedicaba a jugar con sus manos entrelazadas, ignorándolas.  

— Ejem.

Todos giraron. En la puerta de entrada se hallaban James y White, que habían sido llamados por Roselyn nadamás Ares despertó, el primero con una sonrisa de oreja habiendo reconocido el gesto por parte de su hijo. White sacudió la cabeza, consciente de que Ares copió esa manía de todas las veces que le veía callar a James besándolo si le irritaba. 

— ¡PAPÁ! — Ares se emocionó, enderezándose. — ¡MAMÁ!

James se apresuró a acercarse para abrazarlo, casi sacándolo de la camilla al levantarlo. White se mantuvo unos pasos lejos de ambos, acariciándose el vientre abultado que Ares observó con mucho disgusto, ocasionando su risa inmediata y el brillo de lágrimas en los ojos grises que le heredó a su hijo. En su lugar, acarició el cabello de Scorpius y le agradeció silenciosamente lo que había hecho, antes de acercarse a su esposo y permitir que le uniera al abrazo. 

— Llamaré a Harry y le diré que Ares está consciente — Morrigan dijo en voz alta, entendiendo de inmediato que era mejor dejarlos solos — ¿Vienes conmigo, Rose?

— ¡Pero, mamá! — Scorpius hizo un puchero, aferrándose al brazo que Ares estiró hacia él de inmediato. El niño en la camilla tampoco se veía muy contento de alejarse de su amigo.

James y White se miraron cómplicemente.

— Scorpius puede quedarse con nosotros — ofreció James, encogiéndose de hombros y logrando mantener la compostura ante la mirada ilusionada que le dieron los dos niños. Era tan divertido verlos que él y Sirius ya habían hecho una apuesta de que estarían juntos cuando ambos crecieran — Estaremos aquí toda la tarde. Además, Remus traerá a Teddy un rato.

Morrigan asintió, acercándose a dejar un beso en la frente de Scorpius, que saltó emocionado hacia Ares. Ambas se despidieron y salieron, Roselyn arrastrada por Morrigan hacia la oficina que los propietarios de San Mungo le habían dado mientras realizaba sus prácticas de la academia allí.

— Te dije que tenía whisky — dijo Morrigan, al ver la cara confundida de Roselyn, y soltó una risita por su reacción — ¿Qué? 

— Estás embarazada.

— ¿Y? — Morrigan le quitó importancia, tocando con la punta de su varita la manija dorada de la puerta de madera. Se quitó el largo abrigo al entrar y lo dejó encima del sofá contra una de las paredes, dirigiéndose a la silla giratoria detrás del escritorio. Roselyn sacudió la cabeza y ocupó la que estaba del otro lado, frente a ella — Necesitamos tener una charla.  

Roselyn alzó la ceja, mirándola con cautela.

— ¿De qué exactamente?

— ¿De qué crees? — Morrigan hizo una mueca de obviedad, abrió el primer cajón del escritorio y sacó una botella de whisky de fuego añejado que, si no mal estaba, Roselyn la había visto antes como el regalo de bodas de William para ella y Harry — Del amor de tu vida.

— ¡Draco no es el amor de mi vida!

— Yo nunca mencioné el nombre de Draco — el dedo índice de Morrigan la apuntó, suspendiendo por unos segundos su acción de servirle un poco de licor a Roselyn. Ahogó un quejido, los colores subiéndole a la cara ante la mirada satisfecha que le ofreció su cuñada en cambio — ¡Lo sabía!

 — Oh, déjame en paz.

— Ah, ah, quiero detalles — ordenó, y Roselyn se tragó la vergüenza al recibir el vaso de vidrio. Morrigan apoyó los antebrazos contra el escritorio y la observó durante unos minutos, en silencio, manteniendo la compostura a pesar de su clara diversión por el carmesí que cubría las mejillas de la pelirroja — ¿Qué sucedió esa noche?

Roselyn bebió del whisky.

— ¿Cuál noche? — preguntó, ignorando el ardor que le provocaba el líquido al deslizarse a través de su garganta; tratándose de tragos, prefería el Hidromiel, aunque la obsesión de Morrigan por el escocés era conocida en toda la familia.

— Cuando Scorpius y Ares ingresaron a San Mungo — reiteró, su dedo moviendo la punta de la pluma que descansaba sin usar sobre el escritorio — Pasaste toda la noche con él en Malfoy Manor, y estoy segura que Harry pidió que fueras tú quien trajera la muestra de sangre, no Theo y Blaise.

Roselyn suspiró. No pensó mucho en esa noche, considerando que Ares llevaba inconsciente todo el mes y Scorpius se había sumido en un estado casi depresivo desde que se estabilizó, dándose cuenta que Ares estaba peor. Dividió tanto su tiempo entre San Mungo y la fundación que esa noche se le fue de la memoria durante un largo rato. Incluso con lo que sucedió.

— No me dijo que el ritual del colgante le quitaría energías — explicó, moviendo en círculos su vaso — Estaba débil y no quería dejarlo solo, Narcisa se ofreció a llevarlo, creo que intenta ganarse las buenas gracias de Draco, por lo que sabía él se negó a hablar con ella desde que regresó.

— Uhm — la mirada de Morrigan se oscureció — Scorpius no tendría que ser usado a expensas de arreglar sus errores como madre.

Roselyn ignoró el movimiento de la botella de agua casi vacía que tenía Morrigan allí. 

— Scorpius dijo que Narcisa te culpó de que esto pasara.

— ¿Él escuchó eso? — su voz se volvió un extraño siseo, que siempre resultaba dándole escalofríos. A Roselyn no le hubiera sorprendido que fuera pársel y no sólo el enojo de Morrigan saliendo a la luz — Más razones para quererla lejos de mi hijo.

— Morrigan...

— Ella me culpa de que Draco le haya dado la espalda a Voldemort — dijo Morrigan, y la respiración de Roselyn se cortó — De alguna manera, en su psiquis trastornada llegó a creer que la única razón de Draco para traicionarlos fue que yo estaba embarazada. Una vez incluso me gritó que me aproveché de su estado vulnerable por la misión que tenía y lo emborraché a propósito para que se acostara conmigo. Ya sabes, elegí a Harry entre ellos y como Harry me dejó, quería retroceder mi elección. El Profeta amaría saber eso.

Una de las cosas por las que Roselyn se había sentido culpable de su trato a Morrigan cuando se enteró de Scorpius era esa, la amargura completa que la dominaba recordando ese tiempo. Ignoró completamente lo que significaba el embarazo para Morrigan y se refugió en si misma, de alguna manera llegó a creer que ambos la traicionaron y casi la asesinó sólo por su despecho. Morrigan estuvo sola, durante meses, sin ser capaz de decir nada a nadie que no fuera Harry porque estaba convencida de que la juzgarían. 

¿Qué hizo Roselyn para que creyera lo contario? La juzgó, la atacó y le profesó un odio que no era distinto al que le tenían las grandes masas de magos y brujas hoy en día. Le estrujaba el corazón recordándolo, Morrigan misma le dijo una vez que ella fue su primera amiga de toda la vida y Roselyn actúo... actúo como una egoísta. Morrigan entendió su reacción, le dijo que era una niña que se sintió burlada por su novio y una de sus amigas más cercanas y que no debía disculparse por nada, pero eso no la hacía sentir mejor cuando lo recordaba.

— ¿Cómo lo hacen tú y Harry? — preguntó, sin apartar la mirada del licor color amarillento — ¿Nunca creíste que Harry... que Harry pensaría que tu primera prioridad era Scorpius? ¿Que ante todo estaba él antes que su relación?

Morrigan soltó un bufido sarcástico.

— Harry amó a Scorpius primero que yo, Rosie — comentó, recostándose contra el espaldar de la silla. Cruzó los brazos y la observó, entendiendo entre líneas lo que intentó decir — ¿Crees que Draco pondría a Scorpius sobre ti en sus prioridades? ¿Crees que le importarás menos que su hijo?

Ella se mordió el labio inferior.

— Nos besamos esa noche.

Morrigan abrió la boca, anonadada. Roselyn se hundió un poco en su asiento, esperando la reacción de la morena que no tardó en llegar. Ella soltó un gritito, aplaudió y colocó una cara encantada, lo que disipó de inmediato el ambiente amargo que se instaló en la oficina con la conversación alrededor de Narcisa. La pelirroja ya sentía sus mejillas calentarse de nuevo.  

— ¡POR AHÍ DEBÍAS EMPEZAR, ROSELYN HARPER! — Morrigan se enderezó, olvidando de repente a dónde había ido a parar sus palabras, abriendo la botella de agua y llevándola a su boca, ya que no podía beber del whisky — ¿Cómo fue? ¿Fue cosa de segundos o fue largo? ¿Te llevó a su habitación?

— ¡Solo nos besamos!

— Oh, quería fuego — el puchero que hizo sólo logró avergonzarla más — Lo que sea. ¿En qué momento entre "ya lo he superado" y "lo ignoraré todo el tiempo" pensaste buena idea besarte con él?

— ¿En el momento que se veía tan atractivo preocupado por Scorpius? — tartamudeó, sin estar segura de su respuesta. Morrigan sonrió, encantadísima con toda la situación — Estuvimos horas esperando noticias de los niños, cuando Harry envío su patronus se mostró tan aliviado que... me abrazó, y lo podía sentir temblar, Morrigan, y yo sólo... lo besé.

— Ustedes dos son mi telenovela favorita — decidió la morena. Roselyn le regaló una mirada asesina, lo que le sacó una risita casi histérica — White me debe treinta galeones.

Roselyn parpadeó ofendida.

— ¿Tú y White apostaron?

— White dijo que dormirían juntos en el lapso de un mes — recordó Morrigan, subiendo sus pies al escritorio. Roselyn soltó un suspiro tembloroso y se mordió el labio inferior. La verdad, ganas no le habían faltado. ¿Quién le permitió a Draco Malfoy acercarse a los trajes y la ropa formal? — Dije que sólo se besarían. Y por tu cara creo que yo perdería esa apuesta si esta situación no hubiera ocurrido.

— ¿Qué situación?

Roselyn saltó. White acababa de entrar sin hacerse notar, quitándose el abrigo y dejándolo encima del de Morrigan, ocupando la otra silla vacía a su lado. La mirada curiosa grisácea observó de una a la otra en espera de una respuesta.

Morrigan sólo extendió el brazo.

— Quiero mis 30 galeones.

— ¿EN QUÉ MOMENTO SE BESARON? — gritó White, su atención puesta en ella con total interés. Roselyn gimió, escondiendo su rostro de la sonrisita socarrona que su cuñada y su madrastra tenían — ¡ROSE, CONFÍE EN QUE TOMARÍAS AL TORO POR LOS CUERNOS! ¡QUE DECEPCIÓN!

— ¿Al toro por los...? — repitió, alzando la mirada. White parpadeó con indignación y Morrigan se cubría la boca con la mano para no soltarse a reír estruendosamente — ¡Sigo siendo virgen, White!

— ¿Y? — dijeron al mismo tiempo.

— Son peores que Grant — se quejó, hundiéndose una vez más en el asiento.

— ¿Hablas con Grant de sexo? — White sonrió socarronamente.

Roselyn sintió vergüenza de nuevo.

— ¡Es mi sanador mental! 

— ¿Quién habla con su sanador mental de sexo? — Morrigan se oía bastante divertida — El mío tuvo que esperar dos meses a que siquiera le contara como fue mi día.

— Harry tuvo que esperar los mismos dos meses a que le respondieras los saludos — señaló White.

Morrigan pareció pensativa.

— Buen punto.

— Ustedes sólo tuvieron sexo esos meses — Roselyn se enfurruñó. Recordaba lo extrañada que se sintió cuando supo que, los primeros dos meses de su compromiso, Morrigan nunca abrió la boca para decir ni una palabra. Había creído que Harry era la excepción, ya que se comportó así con todos, pero su hermano le confesó que no era cierto — Yo puedo hablar con mi sanador mental de mi inexistente vida sexual.

— Vida sexual que, ya sabes — White levantó los ojos de forma sugerente — podrías empezar bastante rápido.

— ¡Oh, cállate!





creí buenísima idea que como no les puse la petición de novio de Draco a Rosie, tampoco les pondría el primer beso de su reconciliación JAJJAJAJAJA 

ya estamos bastante cerca del final de Hurricane, espero que lloren como yo



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