XXXI.
thirty one;
APRENDER A VIVIR
Draco había estado dormido cuando sintió el tirón de su magia.
Uno de los tantos aquelarres a los que visitó durante su viaje por el mundo le advirtió de ello, su conexión a la magia práctica estaba en constante estallido, constante cambio y adaptación, lo que lo hacía vulnerable a las intromisiones. Se enorgullecía de las barreras que creo entorno a su mente y sus recuerdos, porque la idea de que estos fueran manipulados le daban ganas de vomitar. El aquelarre, por otro lado, no se quedó mucho tiempo tranquilo y trataron de enseñar a Draco sus propias formas, que absorbió como si fuera una esponja.
Le resultó fácil reconocer el origen del intruso.
Lo que lo sorprendió fue verlo.
— Magia — susurró.
El rostro sonriente de sus muchas veces bisabuela no había sido alterado de lo que Draco sabía era su forma preferida humana. Magia podía adquirir cualquier rasgo que se le permitiera, pero el rubio y los ojos claros delataba la afinidad que sentía hacia su familia mortal, el último vestigio de lo que fue Morgana acompañando el mundo mágico inglés. Usaba un vestido blanco, su cabello peinado en una trenza griega, y flotaba, acariciando el cabello de un pequeño niño frente a ella.
El corazón de Draco se agitó.
Scorpius.
— ¿Él está aquí? — la voz aniñada hizo detener la camita que estaba dispuesto a empezar, cada uno de los sentidos de su cuerpo respondiendo a la necesidad de acercarse a él, de ver a su hijo. El hijo que le habían negado seis años atrás — Pensé que tardaría más.
— Tu padre es un mago muy perceptivo, cariño — dijo Magia, y sus ojos brillaron orgullosos de la sospecha sutil de Scorpius. No lo miró, completamente concentrada en el niño, pero Draco sintió una leve ráfaga de poder acariciar su mejilla y entendió que ella estaba complacida de su rápido acercamiento — Nos reconoció y nos permitió entrar. Se ha aferrado bien a la magia familiar.
Magia le sonrió.
— ¿Puedo verlo? — balbuceó antes de que lograra contenerse del todo.
Harry y Morrigan le enviaron fotos, cada una de ellas una evidencia del crecimiento sano de Scorpius, durante su tiempo de exilio. Hubo cartas con historias y anécdotas graciosas y otras muy aterradores y Draco era consciente de lo mucho que amaba a ese niño incluso si nunca lo conoció de verdad. Era su hijo, y los seis meses que faltaban para que se le permitiera verlo comenzaban a volverlo loco.
— ¿Qué te dice? — preguntó Scorpius, ante el silencio repentino de Magia.
Se le secó la garganta. Scorpius ni siquiera podía escucharlo.
— No te conoce, Draco — dijo ella, viéndose afligida. Magia le había servido antes de consuelo cuando se ahogada con la situación, él realmente necesitaba un sanador mental estos días — No puede verte y tampoco captar tu voz.
— ¿Por qué yo...?
— Porque eres su padre — la piel de Magia brilló. Aunque estaba siendo imparcial al seguir sus propias reglas, dejar a los magos tomar su propias decisiones, no le gustaba la manera en que su descendencia estaba siendo obligada a afrontar la situación — y lo has visto antes. Él no te recuerda, pero tú a él sí.
— Está bien — dijo Scorpius, como si hubiera notado el flagelante dolor que cruzó la expresión de Draco — Dile que está bien. Mamá y papá Harry dijeron que solo serían seis meses. Puedo esperar.
— No debería esperar — las palabras salieron con más emoción de la que se permitía dejar escapar. Recordó momentáneamente lo que había dicho Ares Potter aquella mañana. Lo interpretó de una manera extraña, ante todo el odio que tenían las palabras del pequeño mocoso y White le había pedido que lo ignorara. Oyéndolo del propio Scorpius, se preguntó si Ares tenía algo de razón. La posibilidad era mínima; pero sus propias decisiones lo llevaron a separarse de su hijo y Scorpius estaba herido por eso — Déjame verlo, Magia, te lo pido.
Ella sonrió con tristeza.
— Lo lamento, Draco.
— No quería hacer esto — comentó Scorpius. Su voz era demasiado serena para pertenecer a un niño de casi siete años — No pensé que vendría. Nunca lo hizo antes.
La decepción de su tono fue un cuchillo hirviendo directo a su corazón.
— Estaba demasiado lejos, Scor — le reprendió Magia, acariciándole el cabello y acomodando los mechones alborotados devuelta a su lugar. — La conexión no tenía un rango estable. Y recuerdo que te dije que no lo intentaras tampoco, se lo prometiste a Harry y Morrigan.
Draco lo vio agachar la cabeza y jugar con sus dedos, aparentemente avergonzado. Se permitió pensar que el gesto lo heredó de él y en realidad sólo estaba tratando de apaciguar a la fuerza de la naturaleza sin lamentarlo de verdad. Era algo que Draco habría hecho, y la realización lo hizo sentir cálido por dentro.
Harry había bromeado diciendo que Scorpius era su copia miniatura. Morrigan también se quejó en las cartas de eso algunas veces, de la manía no aprendida que tenía de arrastrar las palabras estando enojado y la mirada de superioridad si algo resultaba como Scorpius esperaba. Draco no pudo reprimir la sonrisa consecuente al pensamiento.
Su hijo se parecía a él.
— Siempre hay que intentar — se excusó, en voz bajita.
Draco y Magia rieron al mismo tiempo.
— Ya debes despertar — dijo Magia, y el corazón le dio otro vuelco. No quería que se fuera tan rápido. Se conformaba con escuchar su voz, al menos recordarse que era real y no solo un consuelo que trastornó la mente de Draco al final de la guerra — Morrigan sabrá que algo sucede si despiertas cansado.
— Mamá no dirá nada — la mentira debió quemarle la lengua a Scorpius, porque mantuvo la mirada fija al suelo, sin ser capaz de encontrar los ojos de Magia. Debió haberse resignado, tras un largo rato de silencio, que no conseguiría nada si insistía, dejando escapar un suspiro tembloroso — Dile que lo quiero ¿si?
Y Draco se despertó sin poder responderle a su hijo.
Cuando logró reaccionar, tendido boca abajo en la cama y con una ligera capa de sudor cubriendo su frente, el cosquilleo de las mantas sobre su pecho desnudo, le tomó un buen tiempo darse cuenta de que no fue una alucinación. Magia le había permitido escuchar la voz de su hijo.
Joder, estaba muy grande. Draco recordaba la primera foto que vio de él, la foto que Roselyn le mostró de su hijo. Era tan pequeño y regordete. Ahora le llegaba a Magia a la cintura y a Draco a la cadera. Su voz resultaba muy relajante, y Draco no sabía si debía preocuparse con toda la calma que podía transmitir el pequeño niño, el apropiamiento del vocabulario a pesar de su corta edad. Parecía un poco caprichoso, a juzgar por la reacción que tuvo a la negativa de Magia, sin embargo, Draco no resultaba la persona más apropiada para hablar de niños caprichosos. Morrigan y Harry habían hecho un gran trabajo criándolo.
Se mordió la lengua ante el estallido de celos que corrió su pecho. Debió ser él quien criara a Scorpius, al menos una maldita custodia compartida con Morrigan. Si no hubiera sido tan estúpido, tan egoísta, tan idiota...
No podía echarle a nadie más la culpa de sus propias decisiones. Ni siquiera a sus padres, o la crianza que le dieron. Draco tuvo más que razones en toda su cara de que lo que hacía estaba mal, si hubiera logrado luchar contra su terquedad, orgullo y propia comodidad a tiempo, posiblemente no estarían en esta horrenda situación.
Pero eso cambiaba toda la perspectiva del futuro. Tal vez Scorpius no existiera, o tal vez sí, aunque él y Morrigan tendrían más trasfondo en su relación que una noche de copas y muchos pensamientos confusos. Tal vez no estaría tan enamorado de Roselyn como lo estaba ahora.
Roselyn fue su columna vertebral cuando la de Draco fue destruida por el señor Oscuro, cuando su madre retrocedió un paso, su padre desvío la cara y él tuvo que enfrentarse de lleno a lo que nunca pensó que sería el bando tenebroso. Ella le sonrió, lo ayudó, lo apoyó y arriesgó su vida junto a él, negándose a dejarlo. Ella merecía más que una simple despedida a través de su hermano y una que otra mirada tensa de su parte mientras trabajaban en la fundación Potter.
Había sido un cobarde al romper con ella, al negarse a permitir sus visitas en Azkaban. Tomó una decisión que solo le concernía a Roselyn y, sólo después de los años, Draco acabó notando el daño emocional que le causó a la mujer que amaba.
Idiota, idiota, idiota.
— ¡A levantarse! — chilló una voz conocida, abriendo la puerta de una patada.
Pansy estaba de pie bajo el marco de la entrada. Tenía el cabello oscuro cayendo lacio encima de sus hombros, y un vestido largo a juego con sus ojos verde oliva. Las medias negras le llegaban hasta las rodillas, acompañadas de unas zapatillas de tacón corto, cubierta por una túnica de invierno abierta y abrochada en el cuello.
La sonrisa perlada de su mejor amiga cegó a Draco unos minutos.
— ¿Qué mierda haces aquí, Parkinson? — se quejó, conteniendo una risita involuntaria.
Se colocó de pie, apartando las sabanas. Sólo usaba unos pantalones de pijama, dejando al descubierto su pecho pálido, pero a Pansy no pareció importarle. Se acercó a él y lo analizó de arriba a abajo, estudiando las pequeñas marcas, casi invisibles, sobre su piel desnuda.
— ¿Qué más haría? — bromeó Pansy, cruzándose de brazos — ¡Extrañé a mi mejor amigo, pedazo de cabrón!
Draco arrugó la nariz. Hubo una época donde Pansy permitiría que la pusieran de cabeza antes de decir una grosería.
— Has pasado demasiado tiempo con Sayre — decidió, sus labios crispándose divertidos al verla enseñarle el anillo de compromiso, extravagante, elegante y caro (lo que era justo el estilo de Pansy), sabiondamente.
— Por algo seré la señora Sayre, Draquito.
Pansy le habló de preparativos de boda, asientos, invitaciones, agradecimientos, la orquesta, el vestido de la novia, las damas de honor y todo lo que nunca pudo escribirle en una carta a Draco. Él escuchó, dando respuestas sarcásticas y burlándose de lo que parecía el infierno personal de Sayre, sintiéndose contento de ver a su mejor amiga tan feliz. Intercambiaron historias, él con los aquelarres y Pansy de su hija Nova, que aunque era un angelito se convertía en un demonio junto a sus mejores amigos.
— ¿Recuerdas esa promesa que nos hicimos a los 9 años de que nos casaríamos y nuestros hijos serían amigos de los hijos de Theo y Blaise? — preguntó Pansy, una mirada nostálgica mientras conducía a la entrada de la fundación. Draco frunció el ceño recordándolo — Se cumplió de una forma extraña, pero estoy segura de que los niños se acoplaran a ella si Theo y Blaise dan el paso para adoptarla.
— Siempre fuiste una gran amiga, Parkinson — le aseguró Draco, queriendo recalcar esa promesa infantil que le hizo a Pansy una tarde del té entre sus madres en Malfoy Manor. — Nunca tuve intenciones de que cambiara de verdad.
— Lo sé — Pansy sacudió la cabeza — Morrigan hizo que entrara en razón. No sé qué habría sucedido si ella nunca hubiera sido enviada a Hogwarts con nosotros.
Su malhumor se disparó, recordando la situación por la que Morrigan y Pansy se hicieran unidas, lo que impulsó a Morrigan a recurrir a Sayre y este, al mismo tiempo, comenzó a alejar a Pansy de lo que representaban ellos. Pansy era mezquina, purista y todos los adjetivos que Morrigan odiaba en una persona cuando se conocieron, lo que Morrigan aborreció de Draco al instante de tenerlo frente a ella. Luego eso sucedió, y Sayre no se pudo quedar al margen mientras Morrigan prácticamente se colocó en la línea de fuego defendiéndola, aunque ni siquiera el mismo Draco lo había hecho.
Pansy cambió, al igual que Theo y Blaise; Draco los alejó porque sabía lo horrorizados que estarían si se enteraban de su estatus como mortifago, lo que lo dejó solo y asustado. Fue por ello que logró abrirse a Roselyn.
— Por lo que... — Draco bajó del auto, recargándose en la puerta esperando a la pelinegra — ¿Theo y Blaise adoptando, uh?
Pansy soltó una carcajada.
— Vas a amar a Sadie, Draco — aseguró Pansy, subiendo los escalones a la fundación. Draco la siguió, hundiendo las manos en los bolsillos de su abrigo — Grant... quiero decir, el sanador Craig, convenció a Rose de hacer una última prueba antes de dejarla firmar. Es el psicomedimago de Rose, así que ella confía en él y convenció a Theo y Blaise de que sería necesario. Sadie siempre ha estado aquí, no ha interactuado mucho con gente externa a la fundación.
— ¿Tratarán de ver cómo reacciona a los desconocidos? — preguntó Draco, entendiendo el punto.
¿Quién carajos era Grant Craig? Pansy parecía muy en confianza con él si se refirió a su nombre de pila y no directamente a su título. Aunque bueno, al parecer, era el sanador de Rose. Ignoró por completo la punzada de su pecho al pensar lo último.
— Es la idea del sanador Craig — Pansy se encogió de hombros — A Sadie la trasladaron de la casa principal. Los primeros años estuvo a cuidado de Lily y Atenea, eran las únicas fuera de James y Will que sabían cómo cuidar recién nacidos sin entrar en crisis como hicimos White, Sirius, Remus y yo. Tenía 4 cuando la incluyeron al grupo de Blaise, hace un año rotaron y se quedó con Theo. Ambos se enamoraron de la niña, y ella los adora. Theo y Blaise estarán destrozados si no funciona y pierden la oportunidad de la custodia de Sadie.
A Draco no le sorprendería. Theo podía odiar a la gente en general, pero por alguna razón los niños eran su debilidad y Blaise haría cualquier cosa para que Theo fuera feliz, incluso pasar encima de sus propios miedos sobre la paternidad dejados por su madre.
— Sadie también está emocionada — la voz de White llamó la atención de los dos al frente. Estaba ahí, con los brazos cruzados encima del pecho y una ligera sonrisa socarrona en su rostro. El pequeño bulto de su vientre quedaba oculto bajo las capas de ropa — Nadie le ha confirmado nada, pero sabe lo que está pasando. Es una niña inteligente.
— Y Scorpius siempre se va de la lengua — Pansy sonrió, la mención a su ahijado parecía hacerla muy feliz — Ese niño es aterrador, juro que es aterrador.
— A veces me pregunto qué tanto sabe y qué no sabe y qué nos dice que sabe y lo que nos oculta — White ladeó la cabeza — Es como si entendiera todo de lo que hablamos cuando está ahí.
— Blaise quería apostar a Will que revelaría su procedencia alienígena a los diez, Will dijo que a lo haría a los quince — dijo Pansy, y Draco la miró ofendido porque los idiotas pensaban que su hijo era un alienígena — No se lo digas a Morrigan. Es una mamá gallina.
White se rió. Draco comprendió de inmediato la burla en sus ojos. La depresión post parto de Morrigan había hecho difícil para todos imaginarse algo más de la frialdad que profesaba la morena a su primogénito. A Draco le alegraba que lo hubiera superado, Scorpius necesitaba a su madre en ausencia de Draco y no tenía ninguna duda de que Morrigan haría daño a cualquiera que se acercara a su hijo con malas intenciones, las cartas que le enviaba a través de Harry se lo dejaron claro.
— ¿A dónde vamos? — preguntó Draco, caminando detrás de White a lo que parecía el salón principal de la mansión.
— Conocerán a los niños hoy — explicó White — Rose dará instrucciones y al final del día tendrán que hablar con Grant para dar informe de la reacción que ellos tienen. Él quiere mantenerlos en observación antes de proceder.
Y de nuevo el tal Grant. Draco se tragó el ardor que, por tercera vez en el día, azotó su pecho. Sólo era un maldito sanador mental.
El sanador mental de Roselyn.
¿No existía una política de no involucrarse con pacientes? Draco estaba seguro de que lo escuchó en algún lado durante sus constantes viajes, cuando la noticia de que la psicomedimagia llegó por fin al mundo inglés se esparció en los aquelarres (que adoraban burlarse de los ministerios, y más que todo el de Inglaterra, tratándose de lo atrasados que iban en temas relacionados a la salud mental). La Suma Sacerdotisa del aquelarre de Australia intentó abarcar todo el asunto con Draco cuando él preguntó. Esperaba que la relación profesional obligatoria entre paciente y sanador fuera enserio.
Al entrar a la sala principal, se encontró una multitud de personas de su edad y otros más grandes esperándolos. La mirada grisácea de Draco recorrió la estancia, identificando a la mayoría de ellos como antiguos compañeros de Hogwarts y uno que otro adulto. La cabellera flameante de Susan Bones llamó su atención de inmediato, encontrándola parloteando silenciosamente con Hannah en asientos individuales cerca del ventanal.
Hannah sacudió la mano hacia Draco y Pansy. Ella había dejado el Caldero Chorreante a cargo de Longbottom, según les dijo Longbottom antes de partir, por lo que durara su tiempo ayudando la fundación. Cerca de ellas vio a una de las gemelas Patil, Draco no estaba seguro de cuál, acompañada de Corner (los hombros se le colocaron rígidos al recordar la última vez que lo había visto, castigado por los Carrow) y Boot de Ravenclaw, y del otro lado a Finnigan y Thomas, los restantes Gryffindor de su año. Theo y Blaise charlaban silenciosamente lejos del resto del grupo.
De parte de los adultos, solo reconoció a Remus, cargando un niño de intenso cabello azul eléctrico, a Sirius que le hacia muecas graciosas al niño y a James, que sostenía del tobillo a un Ares muy divertido y de cabeza.
— ¿Ahora por qué está de cabeza? — White suspiró de forma ruidosa, generando risas ante la sonrisa inocente de James.
— El pequeño monstruito no dejaba de quejarse — dijo Sirius, revolviéndole el cabello a su sobrino. Ares le sacó la lengua, retorciéndose y colgándose de su padre como, justamente, un mono, enterrando la cara contra el cuello del abrigo de James — De cabeza es la única manera para callarlo.
— ¿¡Podemos comprar un mono!? — chilló el niño peli azul.
Remus parpadeó horrorizado.
— Por supuesto, Teddy — aseguró Sirius, con una sonrisa brillante — Ares ya extraña a sus hermanos.
La manga de la chaqueta de Sirius se incendió, sorprendiéndolos a todos antes de que James chasqueara los dedos y la llama dorada se apagara. El rostro inexpresivo del hombre de las gafas fueron suficiente respuesta a la pregunta explícita en la postura tensa de White, que no despegaba los ojos de Ares. James acarició el cabello del niño, notando que no tenía intenciones de despegarse de él, y le murmuró palabras quedas a Sirius, sacándole una sonrisa antes de que él empezara a quejarse a Remus de que debían tener un mono para Teddy.
Roselyn entró a los minutos. Vestía de forma casual; unos jeans, una simple camisa blanca de manga corta acompañada de unas zapatillas deportivas y el collar con el dije del escudo de armas de los Potter formaban todo su atuendo. Tenía el cabello enrollado en un moño sostenido por su varita, mechones ondulados cayendo a los costados de su rostro.
— Es bueno verlos a todos — Roselyn saludó, acercándose a paso rápido a la chimenea.
Draco se aturdió unos segundos de lo confiada que estaba al tomar el mando de la situación, como si fuera algo que hiciera todos los días.
6 años se recordó fríamente No tiene 16, ya no está asustada de su ansiedad. Han pasado seis largos años, Malfoy, ella ya no es tu Rose.
— ¿Cómo nos acomodaremos? — preguntó Finnigan, flotando un vaso de whisky a la pelirroja.
Ella lo tomó, dándole un sorbo y estudiando el lío de pergaminos que llevaba en su mano.
— Cada uno de ustedes tomará un grupo de cuatro niños — indicó Roselyn, dejando el vaso en la repisa de la chimenea llena de fotos — Toda la mansión se dividirá por secciones, pueden ocuparlas en sus interacciones con los niños. Si creen necesario llevarlos a otra parte, tendrán que informarme de eso para que se puedan hacer los cambios requeridos según las necesidades de cada niño. Habrá un receso a las 10 y media, uno a las 12 en punto, otro a las 4 y media y el último a las 6 y media. La hora de dormir de los niños es a las ocho. Verán a Grant en mi oficina antes de irse. ¿Alguna pregunta?
Draco no habría podido hablar incluso si lo hubiera querido. La forma en que manejaba la situación lo dejó sin aliento. Aunque mantenía su sonrisa amable y sus pecas se movían ante sus cambios de expresión, había cierto tono estricto y mandón al dar las instrucciones. No existía lugar a replicas a las palabras de Roselyn y la manera en que solo bajaron la cabeza y aceptaron consiguió que el pecho se le revolviera de orgullo.
Ella era increíble.
Y Draco se sentía como un completo imbécil.
— Draco — la voz de Roselyn lo sacó de sus pensamientos. Todos en la sala estaban mirándolo — ¿Estás escuchando? — probablemente vio el desconcierto que cruzaba los ojos grisáceos, por lo que solo suspiró y se repitió — Estarás en la sección B. El ala oeste, cerca del parque de juegos.
Él asintió, comenzando a sentirse incómodo por las miradas de sus antiguos compañeros.
— ¿Sabes cuál es tu grupo? — preguntó White, al ver que Roselyn se quedaba callada.
Draco aceptó los pergaminos que le pasaba Pansy. Cuatro expedientes de niños. Los revisó de uno en uno y se quedó quieto al reconocer uno de los nombres de los niños.
— ¡JA! — Pansy soltó una carcajada, aunque Draco seguía estupefacto viendo el pergamino — Draco tiene a Sadie.
— ¡Hey, yo quería a Sadie! — protestó Dean, empujando a Seamus que se burlaba de él.
— Todos queríamos a Sadie, Thomas — murmuró Patil, sacudiendo la cabeza — Es una niña encantadora.
Theo la miró con los ojos entrecerrados.
— Sí, y mi futura hija, así que retrocedan — les advirtió.
Para sorpresa de Draco, sus antiguos compañeros de Hogwarts solo se rieron. Deberían ya de conocerse, pensó un poco amargado, ayudando a la fundación. Blaise, que nunca fue a Azkaban, parecía bastante acoplado al grupo, bastante cómodo alrededor de todos. Theo permanecía con la espalda rígida, pero ese era Theo naturalmente, así que Draco asumió que era su forma de interactuar a un lado de tantas personas que años atrás sirvieron como la fuente de burlas adolescentes.
— Ya todos somos conscientes del proceso con Sadie, Nott — Roselyn rodó los ojos, sonriendo divertida al ver a Theo encogerse de hombros — Bien, papá estará en la sección A...
Draco no escuchó nada más allá de eso.
Pansy se inclinó hacia él al verlo tan ido.
— ¿Sucede algo?
— Si hago algo mal con esos niños, con Sadie — susurró Draco — Theo me matará.
Pansy asintió enérgicamente.
— Oh, eso es seguro — dijo, y ante la mirada de Draco, se rió — Considéralo tu prueba para tratar a Scorpius, pero imagínalo una prueba minada, porque todos aquí queremos a Sadie. Prácticamente la criamos, Draco. Ella... las fundaciones creadas, son nuestro presente. Ya no hay mortifagos, o un señor oscuro. La guerra terminó. No somos niños y elegimos estar aquí.
Draco tendría que aprender a vivir con eso.
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