XXVI.
twenty six;
EL FIN DE UNA HISTORIA
Roselyn siente que todo su cuerpo le pesa.
Sus brazos están molidos y adormecidos, el palpitar de la venas bajo la piel bombeando sangre a su corazón haciéndose más notable para sus sentidos activos. En medio de todo el desastre y queriendo alejarse del llanto de aquellos que perdieron familiares o amigos durante la batalla, antes de que los mortifagos se retiraran al bosque prohibido, ella consiguió un lugar donde detenerse a descansar, recostando la cabeza contra una de las tantas columnas destrozadas.
— ¿Rose? — la voz de Ginny llamó su atención, alzando la cara y encontrando la mirada avellana de su mejor amiga.
— Gin — suspiró Roselyn.
Ginny tiene parte de la túnica destrozada y una gran herida en su brazo, pero no duda al acercarse a ella y darle un fuerte abrazo. Roselyn sonríe de forma inconsciente, la calidez de la esencia de Ginny brindándole un poco de confort ante toda la situación.
— Oí los rumores — susurró Ginny, sin soltarla — Decían que te había atrapado. Pensé que estabas muerta.
— Casi lo estuve — murmuró, limpiando la palma de sus manos, llenas de suciedad, con su jean — ¿Cómo están todos? ¿Tu familia está bien?
Ginny se detiene por unos segundos. Roselyn endereza su columna al instante, sintiendo cómo paraba su corazón de golpe ante lo que parecía una noticia trágica. Si alguno de los Weasley había caído aquella noche...
— Estamos... — Ginny consigue recuperarse, forzando la sonrisa que recorre su cara para hacerla sentir mejor — todos bien. Fred está inconsciente, pero dijeron que se recuperara.
— ¿Y los demás? — Roselyn lamió su labio inferior, dejando que la emoción la embargara un rato ante esa idea. No todo tenía que ser un desastre — ¿Luna? ¿Carrie? ¿Colin? Oí que ellos se quedaron a luchar...
Ginny cierra los ojos, el destello de la tristeza haciéndose evidente en su expresión.
— Colin... — Ginny carraspea. Parece estar obligándose a colocar a raya sus sentimientos — Neville encontró a Colin muerto. Oliver Wood lo trajo al Gran Comedor.
Le es inevitable sentir su corazón agrietarse. Roselyn no fue muy social su tiempo de escuela, o demasiado cercana a Colin, pero lo conocía y le apreciaba. Colin siempre tuvo una obsesión con Harry, casi lo consideraba su héroe, y les demostró su apoyo en incontables ocasiones, como cuando formó parte del E.D con su hermano menor, Dennis. Saber muerto a aquel chico que tan solo unos seis años atrás ella veía casi saltar en la selección, que se encontraba lleno de felicidad por poder fotografiar todo lo que veía de Hogwarts, la hacía notar más intensamente el vacío dentro de ella.
Soltó un quejido, apartando sus manos de Ginny y dejándolas caer contra su cuerpo; los aguijonazos que recorrían sus brazos logrando que las lágrimas volvieran a sus ojos.
— ¿Rose? — Ginny tragó saliva, evidentemente preocupada — ¿Rose? ¿Qué sucede?
— Na... nada — logró decir, respirando hondo y tratando de levantar sus brazos. Solo consiguió que la sensación del aguijonazo se hiciera más profunda.
Se tambaleó hacía atrás, los oídos pitándole y sus párpados cerrándose contra su voluntad. Ginny se apresuró a sostenerla, ayudándola a apoyarse contra la pared mientras se palmeaba el tatuaje en el muslo de su pierna, el cosquilleo del león moviéndose embargándola de fatiga.
— ¡Rose! — gritó Ginny, sacudiéndola de los hombros — ¡Rose, no te duermas! Avisaré a tu papá...
— No... — Roselyn reunió las pocas fuerzas que le quedaban y apretó la mano de Ginny, reteniéndola contra ella — Está bien, estoy bien.
— ¿Y tengo que fingir que te creo, Potter? — Ginny la miró indignada.
— Solo... — parpadeó, luchando para mantenerse despierta. El sueño ya comenzaba a apagar todo su sistema — Solo no le digas a mi papá.
— Rose...
— Ginny, no le digas a mi papá — repitió, consiguiendo que su voz se escuchara firme. Ginny se ve bastante impotente frente a ella, viéndola intensificar sus intentos por permanecer consciente — Estoy bien. Necesito hablar con Draco.
— ¿Malfoy? — repitió Ginny, desconcertada — ¿Por qué carajos quieres hablar con Malfoy ahora? Es un mortifago, Rose.
— No lo es — Roselyn rodó los ojos. A este punto ya hubiera esperado que Bill hubiera dicho algo acerca de Draco, Theo y Pansy, para evitarles problemas.
Era claro que si bien los mortifagos no habían dicho nada acerca de ellos tres, en la comunidad mágica seguían pensando que formaban parte del ejército de Voldemort. No es como si verdaderamente les importara, pero a mitad de la guerra, nadie se detendría a preguntar. Les atacarían sin pensarlo dos veces.
— Sí lo es — Ginny se veía bastante exasperada — Malfoy mató a un auror, Rose.
El cerebro de Roselyn se despertó de golpe ante esas palabras. De repente, los aguijonazos se desvanecieron y la sensibilidad regresó a sus brazos.
— ¿Él qué?
Ginny se vió bastante irritada.
— Rose, sé que es tu novio y que lo amas, pero no puedes negar lo obvio — siguió diciendo. Roselyn se encontraba muy estupefacta para detenerla y explicarle todo ¿Cómo que Draco había asesinado a un auror? — Un grupo de aurores lograron acorralar mortifagos. Entre ellos a Parkinson y Nott. Luego llegó Malfoy y mató al jefe, Rose.
Roselyn se levantó de golpe. Todos sus huesos se habían congelado ante lo que Ginny estaba diciéndole.
— Necesito ver si están bien — decidió, tratando de caminar devuelta al Gran Comedor.
— ¿¡Estás loca!? — Ginny volvió a retenerla. En términos de fuerza, jugar al quidditch le daba a Ginny la ventana. Consiguió mantener a Roselyn contra la pared, a pesar de que trataba de quitársela de encima — ¡Malfoy está con Voldemort!
— ¡Draco no está con él! — chilló Roselyn — ¡Si lo mató debió haber sido para defenderse! ¡O a Pansy o a Theo! ¡Draco no lo mataría solo porque sí!
Ginny parpadeó impresionada.
— ¿Estás justificándolo?
— ¡Te estoy diciendo la verdad, Ginevra! — bramó, comenzando a sentirse furiosa — ¡Draco no habría actuado si no fuera en defensa propia! ¡Él ya no es un mortifago!
Consiguiendo zafarse de Ginny, dejándola estupefacta en aquel pasillo, Roselyn obligó a sus piernas a moverse de vuelta al Gran Comedor. Su cabeza nublada le generaba un poco de dolor, olvidando momentáneamente el piso donde se encontraba y el camino que debía tomar para regresar con los demás. Dando unas cuantas vueltas y recorriendo los mismos pasillos, halló los inicios de las escaleras. Bajó cada escalón con cuidado y se sostuvo de las rodillas al final, sintiendo la falta de aire congelar todas sus extremidades.
— ¿Rose? — la voz preocupada de White la hizo enderezarse.
White la observaba a unos metros. Tenía la ropa sucia y ensangrentada, parte de su cabello castaño chamuscado y una herida abierta cubriendo gran parte de su clavícula. Parecía algo atormentada, tal vez buscando cuerpos o heridos entre la silenciosa y destruida estructura de Hogwarts. Roselyn se sintió un poco mejor viéndola.
White se acercó a ella y la sostuvo, ayudándola a seguir caminando.
— Tengo que ver a Draco, White — logró decir, con demasiada dificultad. Estaba quedándose sin saliva y sin fuerzas para hablar.
— ¿Estás herida? — White la ignoró, examinándole el rostro — ¿Te hicieron algún maleficio?
— Es Voldemort, White — dijo, carraspeando al sentir que la garganta le ardía. White abrió sus ojos grises de la impresión y la observó en silencio — Está haciendo algo para drenar mi poder. Pero no importa...
— ¿¡No importa!?
— Necesito ver a Draco — masculló, sosteniéndose de los hombros de su madrastra — ¿Qué fue lo que sucedió? Ginny dijo que mató a un auror.
— Atacaron a Pansy — dijo White, soltando un suspiro de resignación. Roselyn recostó la cabeza contra su brazo y agradeció que la ayudara a caminar — Estaba conmigo y James cuando sucedió. Perdió el control de su magia y lo mató por accidente. No quería hacerlo, estaba usando la varita y en el momento que vió a Pansy herida se abrió una grieta en el suelo que llegó a la columna. La pared cayó encima de ese auror.
— ¿Era...? — Roselyn recordó las palabras de Ginny mientras daban vuelta por el pasillo que llevaba a la enfermería hacía el Gran Comedor — ¿El auror...?
— Era el Jefe de Aurores, la Orden lo tenía de infiltrado en el Ministerio — completó White. Roselyn cerró los ojos, imaginándose lo que había sucedido luego — James y Sirius están con Draco. No dejan que nadie se le acerque, Rose, pero no ha hablado a ninguno de nosotros.
Roselyn no recordaba mucho del momento que se había separado de él. Alguien desconocido hirió a Morrigan, porque ella usó su propio cuerpo como escudo para Roselyn, y William se quedó para ayudarla. Draco se la llevó con él a petición de Harry, que también tenía que irse tras Ron y Hermione en busca de los demás horrocrux, aunque no tenía muchas ganas de hacerlo con su novia desangrándose en el suelo. Ella y Draco estaban tratando de hallar a Theo y Blaise, que según Draco estaban ayudando a algunos caídos a buscar un lugar seguro, cuando se quedó atrapada a mitad de un duelo y Draco se desvaneció de su visión. No lo había visto desde entonces.
Su cuerpo sufrió un estremecimiento repentino, apoyando todo el peso de este sobre White. El quejido que soltó entre los labios agrietados la hizo sentir culpable.
— Lo siento — murmuró avergonzada, recobrando el control de sus piernas que parecían de gelatina.
— No importa — White respiró hondo, reforzando el agarre que tenía sobre ella. Estaban a unos pasos de distancia del Gran Comedor — William sabrá qué hacer. Él siempre lo sabe todo.
La mente de Roselyn volvió al momento en que los dejó. La herida de Morrigan emanaba mucha sangre y Roselyn estuvo llorando la mayor parte del tiempo antes de que Draco la sacara de ahí. Se había paralizado de miedo cuando realizó que aquella daga envenenada no era para Morrigan, en realidad era para Roselyn. Lo único que la mantenía un paso alejada de algún ataque de pánico es que, cuando se topó a Ron a las afueras del castillo después de que los mortifagos se retiraran, él le dijo que Morrigan estaba a salvo junto a Harry.
— A veces es extraño que lo sepa todo — opinó Roselyn, mientras White abría la puerta del comedor — Aunque siempre se aprecia.
White soltó una risita. Roselyn no pudo evitar sentirse admirada de lo fuerte que se veía, incluso si a unos metros se encontraba el cuerpo inerte de Tonks, quien siempre fue la mejor amiga de White.
En su madrastra no había ni un solo rastro de lágrimas o de dolor al acercarse a su padre, esquivando los cuerpos de los heridos y los muertos, a quienes les lloraban las multitudes congregadas. James Potter parecía estar igual o peor que Roselyn, su cabello azabache revuelto lleno de escombro y los huesos de su brazo derecho fracturados, el del codo sobresaliendo de su ángulo habitual.
— ¿No dejaste que Madame Pomfrey te revisara eso? — recriminó White, dejando a Roselyn sentarse junto a Draco.
Él estaba oculto por los cuerpos de su papá y su tío Sirius, que miraba cada tanto hacía el lugar donde mantenían a Tonks. Roselyn notó que su padrino estaba arrodillado frente a ella, sosteniendo la mano que tenía el anillo de bodas. Su cabeza cayó contra el hombro de Draco y lo abrazó de costado, ocultando el rostro contra su cuello cuando él le correspondió.
Draco estaba temblando.
— Mi brazo puede esperar — desdeñó su padre.
— ¿Si? — ironizó White — ¿A cuando te lo tengan que amputar?
— Han estado discutiendo por cualquier cosa en una hora — murmuró Draco, sin dejar de temblar. Roselyn entrelazó sus manos y trató de transmitirle un poco de calor, porque estaba muchísimo más frío de lo que era normal en él — Tu padre hace algo y White ya tiene muchos peros que decirle.
Roselyn asintió. Sus ojos esmeraldas volvieron a Tonks. Su padrino seguía allí, aunque acompañado por Bill y Fleur. El pelirrojo sostenía la otra mano de Tonks y Fleur lo abrazaba por la espalda, ocultando entre su magnífico cabello platinado su rostro lleno de lágrimas.
— ¿Crees que tenga miedo de que algo le suceda?
— Lo tiene — aceptó Draco. White se giró, ignorando a su padre mientras Madame Pomfrey le acomodaba los huesos de su brazo, y empezó una discusión silenciosa con Sirius — Tu padre me dijo que vio a Tonks morir. Bellatrix pudo haberla asesinado también si Black y Lupin no llegaban a tiempo.
White le pegó a Sirius un zape en la cabeza y se alejó de ellos. Detuvo su cuerpo a un lado del de Bill y se sentó, dejándose abrazar por él y Fleur mientras acomodaba el cabello turquesa de Tonks lejos de su expresión pacífica.
— Pobre White — suspiró Roselyn, estremeciéndose otra vez — Debe estar ansiosa por tener noticias de Ares.
Draco volvió a temblar. Era evidente que él al menos hubiera querido ver a su hijo antes de que la batalla iniciara, y el pensamiento de que podía morir sin hacerlo parecía estar embargándolo.
Roselyn lo obligó a mirarla a la cara, sus dedos agarrotados alrededor de la mandíbula afilada de Draco. Siente la suavidad de su piel rozar sus huellas dactilares y contiene una grosería irritada cuando vuelve a encontrar aquellos ojos mercurio que la observaban como si fuera lo único puro que él tenía en la vida.
— Cuando todo esto termine podrás ver a Scorpius — susurró sobre sus labios, acariciando sus mejillas e ignorando toda la suciedad que manchaba el rostro de su novio — Te lo prometo, Draco.
— No hagas promesas que no podrás cumplir, jengibre — le recordó Draco, tomando su mano y alejándola de su rostro. Cerró los ojos y escondió el rostro entre sus palmas, sin soltar la de Roselyn.
Su espalda arqueada se sacudió y Roselyn solo pudo volver a abrazarlo, mordiéndose los labios para contener sus propios quejidos de dolor mientras sentía las gotas de sudor deslizarse por su cara. Los aguijonazos estaban haciéndose cada vez más intensos e imposibles de soportar.
— ¿Alguno ha visto a Harry? — preguntó su padre, de pronto, luego de interceptar a Ron y Hermione para preguntarles sobre su hermano.
Tío Sirius negó.
— ¿No estaba con Morrigan? — dijo, notando de inmediato que su padre empezaba a alterarse — Tenían algo que hacer, James. De seguro siguen allá afuera.
Eso no pareció convencer a su padre. A Roselyn la atestó un mal presentimiento, viéndose las manos. ¿Qué se supone estaba haciendo Voldemort que fuera tan peligroso e importante como para querer seguir succionando su poder? La ausencia de Harry solo reforzó su preocupación.
— No puedo sentirlo — murmuró Draco, alzando el rostro.
— ¿Qué? — su padre se giró de inmediato.
Draco suspiró, mirando a Roselyn de reojo.
— Cada magia tiene una temperatura y la de ustedes está grados más alta de lo común por el sabbat del fuego — dijo Draco, jugando con los dedos de Roselyn. — No pregunten cómo lo sé, solo lo sé. Él ya no está aquí.
— ¿Qué quieres decir con que ya no está aquí? — su padre tartamudeo. Él y tío Sirius compartieron una mirada asustada. Roselyn recordó, al verlos, las palabras de Voldemort antes de obligar a los mortifagos a retirarse. Harry no lo haría... — ¿En dónde puede estar entonces?
Draco no respondió durante unos minutos. Su padre se colocaba cada vez más impaciente hasta que carraspeó, apartando los ojos de él.
— Bosque prohibido. Fue a ver al Señor Oscuro.
— No — tío Sirius declaró, parpadeando molesto — Estás equivocado.
— No sé cómo funciona esto, Black — gruñó Draco — solo les dije lo que siento.
— Harry no pudo... — Roselyn se calló antes de completar la frase.
¿A quién quería engañar? Por supuesto que lo había hecho. Harry dejó que Voldemort entrara a su cabeza y se permitió caminar a una muerte segura.
Fue entonces que entendió porqué de pronto todo su cuerpo entró en combustión. Una marea de lágrimas corrió por sus mejillas, mientras su padre y tío Sirius mantenían una discusión acalorada de ir a buscar a Harry, cuando Morrigan se acercó a ellos; William a su lado ayudando a Pansy a caminar con Theo y Blaise flanqueándolos.
— ¿Y Harry? — preguntó Morrigan.
Draco la miró. Morrigan lo miró a él de vuelta.
No necesitaron palabras para entender lo que se querían decir.
La expresión de Morrigan se contrajo, sus ojos chocolate realizando todo lo que había pasado. Un sollozo escapó de sus labios antes de que su cuerpo perdiera estabilidad, estrellándose contra el de William que la sostiene sin saber lo que sucede.
— ¿Harry no estaba contigo, Morrigan? — Ron y Hermione habían vuelto, sus miradas esperanzadas puestas en la morena.
Draco se congela. La mano de Roselyn deja de sentir su calor al notarlo.
— Ya no puedo sentirlo — murmuró.
— ESTÁS MINTIENDO — gritó Morrigan, acercándose a Draco a paso apresurado y estampándole la palma de la mano contra la mejilla. — YA DEJA DE DECIRLO, BASTARDO MENTIROSO. HARRY SIGUE AQUÍ, ÉL NO PUDO DEJARME.
Ron y William se apresuraron a tratar de sacarla de encima de Draco. Él no se defiende de las bofetadas de la morena, ni siquiera se mueve, permitiendo que sus manos golpearan su cara y su pecho, de forma cada vez más débil.
Ron envuelve a Morrigan en un abrazo, sosteniéndola fuertemente cuando sus sollozos son demasiado audibles. William mira a su padre, queriendo entender lo que estaba ocurriendo.
Su padre sigue estático. La perspectiva de haber perdido a Harry lo paralizó, solo manteniéndose erguido por Sirius, White y Remus, que volvieron junto a ellos al escuchar el escándalo. Roselyn seguía derramando lágrimas sin soltar a Draco del agarre que mantenían, a pesar de que, por las emociones intensas de ambos, ya no les brinda ningún confort.
— ¿Harry está muerto? — sollozó Hermione, rompiendo todo el silencio.
Theo, que estaba a su lado, le colocó torpemente la mano sobre el hombro, queriendo brindarle un poco de consuelo. Hermione debió quebrarse al sentir el tacto gentil de Theo, porque solo aumentó el llanto.
— En qué maldito momento se fue — maldijo Ron, sin soltar a Morrigan. Sus ojos azules se veían demasiado cristalinos para ser normal. — Él dijo que vería los malditos recuerdos de Snape y volvería con nosotros.
— ¿De Snape? — repitió su padre. El tono de voz que empleó hizo a Roselyn sentirse aún más miserable — ¿Qué demonios pinta Snape aquí?
Antes de que alguno tuviera tiempo de responderle, escucharon una voz resonar en el Gran Comedor, retumbando las paredes que seguían de pie en la devastada Hogwarts.
— ¡HARRY POTTER ESTÁ MUERTO! Le maté mientras huía, intentando salvarse mientras ustedes sacrificaban sus vidas por él. Traemos su cuerpo como prueba de que su héroe ha muerto.
Su padre, tío Sirius, Roselyn, Ron, William y Morrigan se mueven al mismo tiempo, hirviendo de ira ante tal mentira pronunciada. Estaban muy dispuestos a marchar fuera del comedor y hacer llover hechizos contra Voldemort solo por ello, por atreverse a intentar ensuciar la memoria de Harry.
Roselyn puede sentir los brazos de Draco reteniéndola, de reojo notando que su padrino, White, Hermione, Pansy, Theo y Blaise hacían el esfuerzo de impedir a los demás seguir la voz arrogante y triunfal.
— La batalla está ganada. Han perdido a la mitad de sus combatientes. Mis mortifagos les superan en número, y El Chico que Vivió está acabado. La guerra debe terminar. Cualquiera que continúe resistiéndose; hombre, mujer, o niño, será masacrado, al igual que cada miembro de su familia. Salgan del castillo ahora, arrodíllense ante mí, y serán absueltos. Sus padres e hijos, sus hermanos y hermanos vivirán y serán perdonados, y se unirán a mí en un nuevo mundo que construiremos juntos.
— Prefiero la muerte — escupió Ron, tratando de zafarse del agarre de Hermione. Su rostro estaba rojo y Roselyn ya no sabía si era por el llanto contenido o por la ira.
— Voy a matar a ese bastardo — gruñó su padre, con los ojos encendidos en azul.
Como atraídos por las polillas, salieron del Gran Comedor, dirigidos hacías las puertas abiertas del castillo. Todos los que habían estado llorando la muerte de sus seres queridos se alzaron, siguiendo el sonido de los pasos de los mortifagos y sus cánticos de alegría.
Roselyn sentía su mano arder, unida a la de Draco.
Si ella lo tenía a su lado, podía atravesar el infierno de ida y vuelta y sabía que estaría bien.
— ¡NO! — el grito que profirió la profesora McGonagall fue el más horrible de todos.
Harry permanecía inerte en los brazos de Hagrid, como un pequeño peluche indefenso. El corazón de Roselyn se detuvo presenciando la escena, la verdad desgarradora de la pérdida de su hermano congelándola. Los ojos rojos de Voldemort parecieron encontrarla, a pesar de estar rodeada de toda aquella multitud, deleitándose del sufrimiento que expresaba y su poca falta de lucha para evitar que él siguiera consumiéndola.
— ¡NO! — chilló, intentando correr hacía él y sintiendo que el agarre de Draco alrededor de su cintura se reforzaba.
— ¡HARRY! — gritó su padre, sostenido de ambos brazos por White, tío Sirius y su padrino.
— ¡INFELIZ BASTARDO! ¡HARRY! — la exclamación en conjunto de Ron, Morrigan y Hermione puso en acción al resto de sus amigos que los rodeaban, impidiéndoles ir directamente contra Voldemort.
Los insultos y alaridos no tardaron en seguirlos, las groserías hacía los mortifagos cada vez más intensas. Por un momento, el vigor que tenían luchando para mantener el castillo de pie los inundó, hasta que...
— ¡SILENCIO! — ordenó Voldemort, y se oyó un golpe y un destello de luz brillante los hizo callar a todos — ¡Se acabó! ¡Déjale, Hagrid, a mis pies, donde debe estar!
Su padre luchó contra los agarres de los demás, no consiguiendo más que avanzar unos pasos. El rostro de White, por primera vez, expresaba lo que realmente sentía, su mano tirando del brazo de James sin poder contener los sollozos dentro de ella. Tío Sirius no se veía mejor, siendo el único de los cuatro que aún trataba de mantenerse fuerte. Su padrino tenía el rostro rojo y empapado de lágrimas, quedándose allí para darle la poca estabilidad que le quedaba a su padre.
— ¿Lo ven? — dijo Voldemort, acercándose al lugar donde Harry yacía — ¡Potter está muerto! Lo entienden ahora, ¿verdad, ilusos? ¡No era nada, nunca lo fue! ¡Solo era un niño que confiaba en que los demás se sacrificaran por él!
— ¡Se enfrentó a ti! — gritó Ron, y el hechizo se rompió, y los defensores de Hogwarts gritaron y chillaron de nuevo hasta que una segunda y más poderosa explosión extinguió sus voces una vez más.
— Murió mientras intentaba salir a hurtadillas de los terrenos del castillo — dijo Voldemort.
— ¡BASTARDO MENTIROSO! — chilló Morrigan, liberándose del agarre de William. Todo en ella pareció encendido mientras se acercaba, sin importarle la gente que trataba de detenerla — ¡ESO ES LO ÚNICO QUE SABES HACER! ¡MENTIR! ¡HARRY JAMÁS HABRÍA HECHO LO QUE DICES, PORQUE ERA TODO LO QUE JAMÁS SERÁS TÚ!
Voldemort blandió la varita. Roselyn sintió los aguijonazos otra vez. Se tambaleó, mientras Morrigan se detenía abruptamente. La maldición que Roselyn dejó en ella, en la cicatriz que cubría su mandíbula y no terminaba de esparcirse por el mismo poder de Morrigan que lograba retenerla, volvió a activarse, el dolor perforando todo su cuerpo. Aún así, Morrigan se mantuvo de pie, sosteniéndole sin ningún temor la mirada a Voldemort.
— Magia, por favor — suplicó Draco, entre dientes, notando lo pálida que Roselyn se colocaba. Ella nunca lo escuchó hablar en ese tono, con tanta dependencia y sumisión — Por favor, haz que se detenga.
— Él les hizo creer algo que no era — dijo Voldemort, y en su voz hubo una inflexión ante la mentira. La perseverancia de Morrigan para seguir ahí de pie ante él, incluso con la maldición de Roselyn torturándola, parecía desconcertarlo y enojarlo — Pero no fue así. Murió mientras intentaba salvarse a sí mismo...
Pero Voldemort se interrumpió. Roselyn oyó una riña y un grito, después otro golpe, un destello de luz, y un gruñido de dolor. Alguien se había liberado de la multitud y cargaba hacia Voldemort. Roselyn vio a la figura golpear el suelo desarmado. Voldemort lanzaba la varita de su oponente a un lado y reía.
— Draco — balbuceó, sintiéndose mareada — ¿Quién es? ¿Qué ha pasado?
— Leones imprudentes — gruñó Draco, impresionado, sin escucharla del todo.
— ¿Y quién es este? —dijo con su suave siseo serpentino— ¿Quién se ha ofrecido voluntario para demostrar lo que ocurre a los que continúan luchando cuando la batalla está perdida?
Bellatrix soltó una risa deleitada.
— ¡Es Neville Longbottom, mi Señor! El chico que ha estado dando a los Carrow tantos problemas! El hijo de los Aurores, ¿recuerda?
— Ah, si, recuerdo — dijo Voldemort, bajando la mirada hacia Neville, que estaba luchando por volver a ponerse en pie, desarmado y desprotegido, de pie en la tierra de nadie entre los supervivientes y los mortifagos — Pero eres un pura sangre ¿Verdad, mi valiente muchacho?
Neville, que le enfrentaba con las manos vacías, cerró los puños.
— ¿Y qué si lo soy? — dijo Neville ruidosamente.
— Muestras espíritu y valor, y provienes de un linaje noble. Serás un mortifago de gran valor. Necesitamos gente como tú, Neville Longbottom.
— Me uniré a ti cundo el infierno se congele — dijo Neville — ¡Ejército de Dumbledore!
Hubo vítores en respuesta entre la multitud, a la que los Encantamientos Silenciadores de Voldemort parecían incapaces de contener. Roselyn sonrió débilmente, sosteniéndose de Draco para poder ver lo que estaba sucediendo.
— Muy bien — dijo Voldemort, y Roselyn oyó más peligro en la suavidad de su voz que en la más poderosa de las maldiciones — Si esa es tu decisión, Longbottom, volveremos al plan original. Allá tú.
Supo lo que iba a hacer antes de que lo hiciera.
— ¡NEVILLE! ¡NO! — chilló, soltándose de Draco y corriendo hacía él.
— ¡ROSE! — gritó Draco, intentando perseguirla.
Roselyn apartó a las últimas personas, llegando junto a Morrigan que permanecía congelada y alzó su mano, pero era demasiado tarde. Sobre la cabeza de Neville estaba el sombrero seleccionador, ardiendo en llamas.
Comenzó a enojarse.
¿Cómo se atrevía a mancillar el nombre de Godric Gryffindor de aquella manera?
Su cuerpo volvió a sentir la combustión, una llamarada de fuego maldito dirigida a Voldemort que pudo esquivar de milagro. La acción de Roselyn los desconcertó a todos, aunque eso solo le dio tiempo extra a su padre de avanzar y lanzar su propia maldición, el azul demoníaco alcanzando a unos cuantos mortifagos que no lograron romper filas a tiempo.
Estaban tan desconcertados de lo rápido que sucedieron las cosas que ni siquiera lo previeron cuando tuvieron de frente a los últimos cuatro descendientes de los fundadores de Hogwarts.
Roselyn, William, Morrigan y James atacaron al mismo tiempo.
Un rugido de los límites distantes de la escuela que sonaba como si un enjambre de cientos de personas estuvieran derramándose sobre los muros exteriores y vertiéndose hacia el castillo, bramando gritos de guerra, les hizo coro. Grawp, el gigante hermano de Hagrid, había aparecido rodeando una esquina del castillo con su andar torpe y gritando "¡HAGGER!" Su llamada fue respondida por los rugidos de los gigantes de Voldemort. Corrieron hacia Grawp como elefantes a la carga haciendo que la tierra se estremeciera.
Después llegaron los cascos, los tañidos de arcos, las flechas de repente caían entre los mortifagos que aún quedaban, intentando liberarse del poder de los sabbats combinado.
— ¡Papá! — llamó Roselyn, los orbes esmeraldas encontrando un poco de cordura entre la desdicha que estaba rodeándola.
Su padre desvío los ojos del Protego Diabolica, encontrando lo que Roselyn estaba señalando. Harry ya no estaba allí. Ella no podía sentir las auras mágicas como Draco, de eso estaba segura, pero Roselyn conocía a su hermano. Estaba vivo.
En un movimiento veloz y fluido, Neville se liberó de la maldición lanzada sobre el Sombrero. El llameante sombrero cayó y Neville extrajo de sus profundidades algo plateado, con una brillante empuñadura de rubíes.
La cuchillada de la hoja de plata no pudo oírse sobre el rugido de la multitud que se aproximaba o los sonidos de los gigantes o de la carga de los centauros o los gritos de mortifagos siendo calcinados y ahogados de veneno, y aún así, pareció atraer cada mirada. Con una sola estocada, Neville partió en dos la gran cabeza de la serpiente, que giró alto en el aire, brillando a la luz que fluía desde el vestíbulo de entrada, la boca de Voldemort se abrió en un grito de furia que nadie pudo oír, y el cuerpo de la serpiente cayó pesadamente al suelo a sus pies.
— ¡Al final si hiciste algo bien en tu vida, padre! — William sonrió a la nada, cerrando el puño y haciendo hervir desde adentro al mortifago que tenía de frente — Ah no espera ¡ESA FUE MI IDEA!
— ¡REPLIÉGUENSE EN AL CASTILLO! — ordenó su padre, a voz de grito.
Reinaba el caos. Los centauros a la carga estaban dispersando a los últimos mortifagos, todos sentían los pies retumbantes de los gigantes, y cada vez más y más cerca el estruendo de los refuerzos que había venido de quién sabía dónde. Roselyn vio grandes criaturas aladas sobrevolando las cabeza de los gigantes de Voldemort, los thestrals y Buckbeak el hipogrifo arañaban sus ojos mientras Grawp les golpeaba y mordía y ahora los magos, defensores de Hogwarts y mortífagos por igual estaban siendo forzados a volver a entrar en el castillo.
Roselyn volvió a sentir a Draco junto a ella.
— ¿¡Qué estabas pensando!? — le reprendió, tirando de su mano y esquivando las maldiciones de los mortifagos.
— Ya hice mucho daño dejando que él me consumiera, Draco — se quejó, alzando su mano y dejando que las llamaradas del fuego maldito volaran hacía los mortifagos, formando las quimeras protectoras alrededor de los estudiantes y aliados de Hogwarts — No volverá a ocurrir.
Draco la observó incrédulo.
— Estás loca.
— Soy una Gryffindor ¿no? — ella sonrió.
Había incluso más gente saltando los escalones delanteros. Roselyn vio a Charlie Weasley alcanzando al profesor Slughorn, que todavía vestía su pijama esmeralda. Charlie parecía haber vuelto a la cabeza de lo que parecían ser las familias y amigos de cada estudiante de Hogwarts que había seguido luchando junto a los tenderos y vecinos de Hogsmeade. Los centauros Bane, Ronan y Magorian irrumpieron en el vestíbulo con un gran crepitar de cascos, y la puerta que conducía a las cocinas y la sala común de Hufflepuff fue golpeada hasta sacarla de sus goznes. Los elfos domésticos de Hogwarts inundaron el vestíbulo de entrada, gritando y ondeando cuchillos de carnicero de trinchar, y a la cabeza de los mismos, con un guardapelo rebotando en su pecho, estaba Kreacher, su voz de rana era audible incluso sobre este alboroto:
— ¡Luchen! ¡Luchen! ¡Luchen por el amo Harry, defensor de los elfos domésticos! ¡Luchen contra el Señor Tenebroso, en nombre del valiente amo Regulus! ¡Luchen!
— ¿El valiente qué? — escuchó el gritillo de White.
— ¿Dijo amo Harry? — tío Sirius creo un escudo alrededor de él y su hermana mientras miraba a Kreacher desconcertado.
— ¿¡ENSERIO ESTÁS CON ESO AHORA, CANUTO!? — le recriminó su padrino, espalda a espalda con su padre mientras mantenían a raya unos cuantos mortifagos.
Draco siguió tirando de ella, moviéndose a través de la multitud.
Los elfos estaban asaltando y apuñalando los tobillos y pantorrillas de los mortifagos con su diminutas caras iluminadas de malicia, y mirara donde mirara, Roselyn veía mortifagos doblegados por el puro peso del número, superados por hechizos, sacándose flechas de heridas, apuñalados en las piernas por los elfos, su agua interna hirviendo bajo las ordenes de William o simplemente intentando escapar, pero tragados por la orda que se aproximada.
Roselyn vio a Yaxley derribado en el suelo por George, Fred y Lee Jordan, vio a Dolohov caer con un grito a manos de Flitwick, vio a Walden Macnair lanzado al otro lado de la habitación por Hagrid, golpear la pared opuesta, y deslizarse inconsciente hasta el suelo. Vio a Ron y Neville derrotando a Fenrir Greyback, a Aberforth aturdiendo a Rookwood, a Arthur y Percy rodeando a Thicknesse, a sus propias quimeras y el veneno de Morrigan derribando a los hermanos Lestrange y a Lucius y Narcisa Malfoy corriendo entre la multitud, sin intentar luchar, llamando a gritos a su hijo.
Draco se detuvo.
— Puedes ir con ellos — jadeó Roselyn, luchando por mantener el fuego maldito activo.
— No — decidió, sin darle nada más que un vistazo a sus padres — Me quedo contigo, Gryffindor imprudente.
¿Podía estar ella más enamorada de él?
Voldemort estaba ahora luchando contra la profesora McGonagall, el profesor Slughorn y Kingsley, todos a la vez, y había un odio frío en su cara mientras ondeaban y amagaban alrededor, incapaces de acabar con él. Bellatrix todavía estaba luchando también, a cincuenta yardas de Voldemort, y como su amo, luchaba con tres a la vez: Hermione, Ginny y Luna, todas al máximo de sus posibilidades, pero Bellatrix las igualaba, y la atención de Roselyn se desvió cuando una Maldición Asesina golpeó tan cerca de Ginny que falló y no la mató por un centímetro.
— ¡GINNY! — gritó, intentando correr hacía ellas y siendo retenida por Draco.
— Deja que siga su curso — le pidió, los labios fríos contra su oído — No intervengas, Rose.
No entendió lo que quiso decir hasta que lo vió.
— ¡A MI HIJA NO, PERRA!
La señora Weasley se quitó la capa mientras corría, liberando sus manos. Bellatrix se dio la vuelta, rugiendo de risa antes de visión del nuevo desafío.
— ¡FUERA DE MI CAMINO! — gritó la señora Weasley a las tres chicas, y con un simple ademán de su varita empezó el duelo.
Roselyn observaba con terror y júbilo como la varita de Molly Weasley acuchillaba y se retorcía, y la sonrisa de Bellatrix decaía y se convertía en un gruñido. Rayos de luz volaban desde ambas varitas, el suelo alrededor de los pies de las brujas se levantó y agrietó. Ambas mujeres estaban luchando a muerte.
— ¡No! — gritó la señora Weasley cuando unos pocos estudiantes se adelantaron, intentando acudir en su ayuda — ¡Atrás! ¡Atrás! ¡Es mía!
Cientos de personas estaban ahora alineadas contra las paredes, observando las dos luchas, Voldemort y sus tres oponentes. Bellatrix y Molly.
Roselyn aún no entendía cómo Draco sabía la manera en que esto acabaría, a juzgar por la sonrisa sardónica que empezaba a crecer en su rostro, pero ella confiaba en él.
— ¿Qué ocurrirá con tus hijos cuando mueras? — se burló Bellatrix, tan loca como su amo, haciendo cabrioles mientras las maldiciones de Molly danzaban a su alrededor — ¿Cuando mami se haya reunido con sus hermanitos gemelos? ¿Ya se los habrán comido los gusanos?
— ¡Tú... nunca... volverás... a... tocar... a... mi... familia! — gritó la señora Weasley.
Bellatrix rió de forma alborozada y de repente Roselyn supo lo que iba a ocurrir antes de que ocurriera. La maldición de Molly pasó bajo el brazo extendido de Bellatrix y la golpeó de lleno en el pecho, directamente sobre el corazón. La sonrisa satisfecha de Bellatrix se congeló, sus ojos parecieron salirse de sus órbitas. Durante el más ínfimo espacio de tiempo supo lo que había ocurrido, y después perdió el equilibrio.
La multitud de observadores rugió enardecida, y Voldemort gritó.
Roselyn vio a la profesora McGonagall, Kingsley y el profesor Slughorn salir despedidos hacia atrás, agitándose y contorsionándose en el aire, cuando la furia de Voldemort ante la caída de su última y mejor lugarteniente explotó con la fuerza de una bomba.
Voldemort alzó la varita y la apuntó hacia Molly Weasley.
— ¡PROTEGO DIABOLICA!
Su padre había intervenido.
Roselyn sintió que le palpitó el corazón a gran velocidad, comprendiendo el odio que destellaba su rostro. Las palabras de Draco se repitieron en su cabeza. Deja que siga su curso. ¿Acaso debía dejar morir a su padre?
El duelo que comenzó era verdaderamente impresionante, incluso cuando Voldemort volvió a activar la unión que tenía con Roselyn. Ella se tambaleó, pero supo lo que iba a suceder, algo que Voldemort jamás quiso entender. De todo el clan Potter, ella era probablemente la menos especializada para elegir robar el poder. Voldemort fue tras Roselyn porque la consideró la presa más fácil, siendo la menor, pero nunca entendió que con ello vendría una debilidad.
Ella jamás le ganó a su padre en un duelo con el sabbat.
Las palabras que él murmuraba entre dientes, las llamaradas azuladas convirtiéndose en dagas que sobrepasaban las quimeras e iban directamente hacía Voldemort, parecían solo estar dándole fuerzas.
— Por mi hijo, por mi hija, por el sacrificio de Lily.
Roselyn sonrió débilmente, refugiada en los brazos de Draco que la sostiene contra su pecho.
— Que siga el curso de las cosas, eh — jadeó, retorciéndose de dolor.
Draco rechina los dientes.
— Eso es lo único que sé que hay que hacer — dijo, tratando de brindarle algo de calor al sentirla tan fría.
Una punzada le atraviesa el corazón, deslizándose como gelatina lejos del agarre de su novio. Sus últimos alientos la obligan a luchar por recuperar el aire, pero Voldemort se lo está complicando demasiado. La quimera se hace más intensa, tanto que parece ahogar la maldición azulina, y Roselyn siente que pierde el conocimiento.
Ahí es cuando lo escucha.
— ¡EH, PEDAZO DE SOCIÓPATA MANIÁTICO! — la voz de Harry resuena entre los alaridos de la multitud, despojándose de la capa de invisibilidad y acercándose a Voldemort, su mano alzada mientras retiene la quimera de seguir avanzando — ¡EL PODER DEL HEREJE ES MÍO, DEJA EN PAZ A MI HERMANA!
El chillido de sorpresa, los vítores, los gritos por todos lados: "¡Harry! ¡ESTÁ VIVO!" fueron ahogados de inmediato. La multitud tenía miedo, y el silencio cayó abrupta y completamente cuando Voldemort y Harry se miraron el uno al otro, y empezaron, al mismo tiempo, a girar en círculos.
— No quiero que nadie ayude o intente intervenir — dijo Harry, en voz alta — Papá, gracias por darme la ventaja. Ahora sí podrás demostrar de qué tanto estás hecho, Lord Voldemort. Sin terceros. A mi familia no la metas y a mi hermanita ni la miras, esto siempre ha sido entre tú y yo.
— Potter no quiere decir eso — siseó Voldemort, sus ojos rojos estaban abiertos de par en par — Así no es como funciona ¿verdad? ¿A quién vas a utilizar como escudo hoy, Potter?
— A nadie — dijo Harry simplemente — No hay más Horrocruxes. Como dije, solo somos tú y yo. Ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva, y uno de nosotros está a punto de desaparecer para siempre.
— ¿Uno de nosotros? — se burló Voldemort, y todo su cuerpo estaba tenso y sus ojos rojos fijos, una serpiente a punto de atacar — ¿Crees que serás tú, eh, el chico que ha sobrevivido por accidente, y porque Dumbledore tiraba de sus cuerdas?
— ¿Fue un accidente, cuando mi madre dio una parte de si misma para salvarme? — preguntó Harry. Se movían lentamente de lado, ambos, en un círculo perfecto, manteniendo la misma distancia el uno del otro — ¿Accidente, cuando decidí luchar en ese cementerio? ¿Accidente, que no me defendiera esta noche, y aún así sobreviviera, y volviera para luchar?
— ¡Accidentes! — gritó Voldemort, pero aún así no atacaba, y la multitud de observadores estaba congelada, como petrificados, y de los cientos de personas del vestíbulo, nadie parecía respirar excepto ellos dos — Accidente y casualidades y el hecho de que te escondes y gimoteas tras las faldas de grandes hombres y mujeres, ¡y me permites matarles en tu lugar!
— No matarás a nadie más esta noche — dijo Harry mientras giraban, y se miraban directamente a los ojos, verde contra rojo — No podrás volver a matar nunca a ninguno de ellos. ¿No lo coges? Estaba preparado para morir para evitar que hicieras daño a esta gente...
— ¡Pero no lo hiciste!
— Tenía intención de hacerlo, y eso es lo que cuenta. Como hizo mi madre. A Magia le importa más la intención, que el sacrificio. — Draco, al escuchar el nombre de la mencionada, comenzó a moverse, acercándose de forma imperceptible a ellos. Roselyn se quedó respirando con dificultad, sin perderse la escena ni un segundo y tratando de seguirlo — Protegerles de ti. ¿No has notado como ninguno de los hechizos que les has lanzado les han tocado? No puedes torturarles. No puedes tocarles. No has aprendido de tus errores, Riddle, ¿verdad?
— Te atreves...
— Si, me atrevo — dijo Harry — Sé cosas que tú no sabes, Tom Riddle. Sé un montón de cosas que tú no. ¿Quieres oír algunas, antes de cometer otro gran error?
Voldemort no habló, pero rondaba en círculos, y Roselyn sabía que Harry le tenía temporalmente hipnotizado, contenido por la idea de que hubiera la más mínima posibilidad de que Harry pudiera saber un secreto definitivo...
— ¿El amor de nuevo? — dijo Voldemort, su cara de serpiente se burlaba — La solución favorita de Dumbledore, que él afirmaba conquistaba a la muerte, aunque el amor no evitó que cayera de la torre y se rompiera como un muñeco de cera vieja. Amor, que no evitó que aplastara a tu madre sangre sucia como a una cucaracha, Potter... — Roselyn frunció el ceño, y estuvo segura de que su padre no se movió para volver a atacar solo porque sabía que no era lo que Harry quería — y nadie parece amarte a ti lo suficiente como para adelantarse estaba vez e interceptar mi maldición. Ni siquiera tu propio padre ¿Qué evitará entonces que mueras esta vez cuando ataque?
— Solo una cosa — dijo Harry, y siguieron rodeándose el uno al otro, absortos el uno en el otro, separados solo por el último secreto.
— Si no es el amor lo que te salvará esta vez — dijo Voldemort — Debes creer que tienes una magia que yo no tengo, o alguna otra cosa ¿Un arma más poderosa que la mía?
— Las dos cosas — dijo Harry.
Voldemort empezó a reír, y el sonido fue más aterrador que sus gritos, enloquecido y sin humor, y resonó a través del silencioso salón.
— ¿Crees que conoces magia que yo no? — dijo — ¿Que yo, que Lord Voldemort, que ha realizado magia con la que ni siquiera el propio Dumbledore habría soñado jamás?
— Oh, soñó con ella —dijo Harry— pero aunque fuera algo chiflado, sabía más que tú. Sabía lo suficiente para no hacer lo que tú.
— ¡Quieres decir que era débil! — gritó Voldemort — Demasiado débil como para atreverse, demasiado débil como para coger lo que podría haber sido suyo ¡Lo que será mío!
— Nah — Harry se encogió de hombros — hay cientos de personas que son mucho mejores magos, brujas, hombres y mujeres que tú, y no tuvieron que convertirse en un adefesio híbrido para conseguirlo.
— ¡Yo ordené la muerte de Albus Dumbledore!
— Crees haberlo hecho —dijo Harry — pero estás equivocado.
Por primera vez, la multitud de observadores se movió cuando cientos de personas alrededor de las paredes respiraron como una.
— ¡Dumbledore está muerto! — Voldemort arrojó las palabras a Harry como si estas le causaran un dolor insoportable — Su cuerpo se pudre en una tumba de mármol en los terrenos de este castillo. Yo le vi, Potter ¡Y no volverá!
— Si, Dumbledore está muerto —dijo Harry tranquilamente — pero no fuiste tú quien lo mató. Eligió su propia forma de morir, la eligió meses antes de morir, lo arregló todo con el hombre al que creías tu sirviente.
— ¿Que sueño infantil es este? — dijo Voldemort, pero todavía no atacaba, y sus ojos rojos no se separaban de los de Harry.
— Severus Snape no era uno de tus hombres — dijo Harry — Lo era de Dumbledore. De Dumbledore desde el momento en que empezarse a perseguir a mi madre. Y nunca lo comprendiste, porque es la única cosa que no puedes entender. ¿Nunca viste que a Snape lanzar un patronus, Riddle?
Voldemort no respondió. Continuaron girando uno alrededor del otro como lobos dispuestos a hacer trizas al otro.
— El patronus de Snape era una cierva — dijo Harry — como el de mi madre, porque la amó durante casi toda su vida, desde que eran niños.
— ¿Era por eso? — escuchó el murmullo de White.
— A Cornamenta siempre le pareció gracioso — devolvió Sirius, en el mismo tono.
— Era perturbador — corrigió su padre, torciendo los ojos. Ni siquiera parecía sorprendido, lo que significaba que ya debía saber, por lo menos, de los sentimientos de Snape.
Roselyn hizo una mueca, deteniéndose junto a Draco cerca de Harry y Voldemort. ¿Snape amaba a su madre? Iba a vomitar.
La conversación había seguido mientras ella controlaba sus nauseas.
— ¡Pero entonces, Potter, Dumbledore fue tan amable de darme la varita! — la voz de Voldemort se sacudía con malicioso placer — ¡Robé la varita de la tumba de su último amo! ¡La cogí contra los deseos del último amo! ¡El poder es mío!
— ¿Enserio eres descendiente de Salazar, Riddle? — Harry parecía incrédulo.
En medio del silencio, hubo una risita. Roselyn estaba segura de que, o provenía de alguno de los Sayre, o del mismo fantasma de Salazar Slytherin. Eran los únicos que sabrían conseguir esa risa, en el momento indicado.
— ¡La posesión de la varita no es suficiente! — siguió diciendo Harry — Sujetarla, utilizarla, no la hace realmente tuya. ¿No oíste a Ollivander? La varita elige al mago... La Varita de Saúco reconoció a un nuevo amo antes de que Dumbledore muriera, alguien que nunca puso su mano en ella. El nuevo amo le quitó la varita a Dumbledore contra su voluntad, sin comprender nunca lo que había hecho exactamente, o que la varita más peligrosa del mundo le había otorgado su lealtad... Hasta ahora.
El pecho de Voldemort se alzaba y caía rápidamente.
— El auténtico amo de la Varita de Saúco es Draco Malfoy.
Draco la soltó de golpe, rompiendo el círculo que formaban Harry y Voldemort al unirse a su hermano, su mano alzada y una expresión concentrada mientras murmuraba un hechizo en perfecto latín. Voldemort se vió desconcertado, el estallido de magia proveniente de Draco barriendo la estabilidad de todos. El fuerte viento hizo explotar los cristales y las puertas cerrarse de golpe, mientras la varita salía despedida de la mano de Voldemort, como si fuera en cámara lenta, y caía en las de Draco.
— Y así — Draco sonrió con socarronería — Es como lo hace una verdadera serpiente.
Harry ni siquiera pareció pensarlo.
Soltó su propia varita y dejó que el poder del sabbat, el poder de Godric, lo consumiera. Un león hecho de fuego infernal rugió, saliendo despedido de Harry y corriendo hacía Voldemort, abriendo sus grandes fauces mientras succionaban lo último de alma que le quedaba al señor Oscuro. Roselyn se sintió un poco desestabilizada y lo comprendió al ver a Draco cerrar los ojos, a su padre sostenerse de White, a William aferrarse a la muñeca de Pansy, a Morrigan mantenerse en pie por Ron y Hermione y los cuatro destellos, amarillo, rojo, verde y azul, los fantasmas de los cuatro fundadores, haciéndose presentes con sonrisas burlonas, todos ellos dejándose llevar de la magia de su hermano.
El poder del hereje.
El león rugió una última vez. Tom Riddle golpeó el suelo con mundana banalidad, su cuerpo débil y encogido, las manos blancas vacías, la cara de serpiente hueca e ignorante.
Voldemort estaba muerto.
Hubo un momento de silencio. Nadie parecía capaz de procesar lo que acababa de suceder. Entonces, los alaridos de celebración se reanudaron.
La ferocidad del nuevo sol atravesaba las ventanas cuando Roselyn corrió hacía Draco, lanzándose a sus brazos y plantándole un beso necesitado contra sus labios. Miles de personas se abalanzaron hacía Harry, la primera de ellas repitiendo la acción de Roselyn. Morrigan ahogó a Harry en un beso de felicidad antes de que quedaran sepultados bajo la multitud.
Tres serpientes se abalanzaron sobre ellos.
— ¿¡Qué mierda fue eso, Draco Malfoy!? — gritó Blaise, pegándole con el puño en el pecho.
Roselyn se rió, el brazo de Draco aferrándose a su cintura mientras esquivaba al moreno.
— ¿Desde cuándo sabes latín tan bien? — Theo lo miró alzando la ceja, los brazos cruzados encima de su pecho.
— Pensé que estarían más agradecidos de que no muriéramos — ironizó Draco.
— Eres un imbécil. — dijo Pansy, y Roselyn decidió que era un buen momento para dejarlos solos a los cuatro, corriendo hacía su familia y refugiándose en los brazos abiertos de su padre y White.
Harry no tardó en unírseles.
— La próxima vez — su padre reprendió a Harry, dándole un zape a la cabeza — Sería bueno que expliques lo que está pasando, Harry. Me iba a dar un infarto cuando Hagrid te trajo en brazos.
— No quiero que haya una próxima vez — Harry parpadeó, sacudiendo la cabeza — Tuve suficientes problemas para toda una vida.
— Aún quiero saber qué carajos fue ese león de allá — dijo White, aferrándose a su padre.
Harry se carcajeó.
— James — llamó tío Sirius, de repente, con una expresión llena de severidad.
Su padre se separó de ellos, acercándose con tío Sirius a los aurores.
White los abrazó a ambos y se quedó mirando a las esquinas del Gran Comedor, donde podían ver a Charlie Weasley unirse al resto de su gran familia. Roselyn recargó su cabeza contra el pecho de White y Harry apoyó la nuca en el antebrazo de su madrastra, que permanecía alrededor de sus hombros.
Tras un rato de silencio, la castaña teñida habló:
— ¿Qué se sintió saber que Snape estaba enamorado de su madre?
Harry hizo una mueca.
— No quiero volver a mencionarlo, por favor — pidió, estremeciéndose.
— Yo quiero saber por qué papá no parecía sorprendido cuando lo escuchó — dijo Roselyn, arrugando el entrecejo.
Hubo un pequeño murmullo entre la multitud que llamó su atención. Morrigan se apresuró a acercarse a ellos, jadeando con cansancio y apoyando la mano contra su cadera, recuperando el aire.
— Tienen que venir conmigo — ordenó, entrelazando su mano a la de Harry y tirando a Roselyn de su brazo, White detrás de ellos completamente extrañada.
Afuera del gran comedor, cerca del vestíbulo, estaban su padre y tío Sirius, Blaise que retenía a William con su cara de asesinato y un grupo de aurores enorme que rodeaban a Theo, Pansy y Draco.
Roselyn tuvo un mal presentimiento al verlos.
— ¿Qué están haciendo?
— Los estamos arrestando — dijo el auror más alto, el que tenía la túnica bien enfundada y la varita en mano.
— ¿¡QUÉ!? — gritaron los tres Potter.
— Draco Lucius Malfoy — siguió diciendo, ignorándolos y dándole señas a sus aurores. Roselyn miró a Draco, que rodó los ojos y se dejó hacer, las esposas alrededor de sus muñecas anulando su magia a pesar de que Roselyn intenta correr hacía ellos y detenerlos, sostenida por el agarre de White — Pansy Violet Parkinson, Theodore Bruttus Nott, están arrestados por los cargos de mortifagos, alta traición al ministerio de magia y asesinatos en primer y segundo grado.
— ¡TRÁTALA BIEN IDIOTA INCOMPETENTE! — vociferó William, cuando Pansy profirió un grito ahogado ante la brusquedad del auror.
— Pueden hacerlo delicadamente — siseó Theo, enojado viendo a Pansy encogerse de temor. — No vamos a opo...
Theo calló, el aire saliendo de su cuerpo, cuando el auror golpeó su estómago.
— ¡OIGAN! — el chillido de Hermione, que provenía desde la entrada del Gran Comedor, al ver lo que estaban haciendo con Theo formó el alboroto. Ron venía detrás ella, pareciendo atónito — ¿¡QUÉ ESTÁN HACIENDO!?
James, Sirius, William, White, Blaise, Morrigan, Harry, Ron y Hermione saltaron de inmediato ante la evidente brusquedad que estaban ejerciendo sin necesidad, gritando a todos los aurores mientras ellos seguían esposando a los tres Slytherin.
Roselyn contemplaba a Draco estupefacta.
Draco le devolvió la mirada.
— Deja que el curso siga normalmente — pidió, entre murmuros. Parecía tan resignado pero decidido que casi consigue que Roselyn le haga caso.
El auror golpeó a Draco sin miramiento alguno, aprovechando que sostenía las esposas, al verlo hablar directamente a Roselyn. Eso la molestó.
— ¡OYE, PEDAZO DE IMBÉCIL ORANGUTÁN! ¡DÉJALO EN PAZ!
FIN DEL SEGUNDO ACTO
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