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XXV.




twenty five;
EL FUEGO MALDITO









Draco no se había separado de Potter desde que llegaron a Hogwarts.

Por supuesto que la razón detrás de eso era Roselyn, porque se colocó bastante insistente en ayudar a su hermano y no quería quitarle la vista de encima ni un segundo. A pesar de que el mismo Harry se quejó, discutió y estuvo reacio a dejar a su hermana menor seguirlo a todos lados, nada pudo hacer para quitarle la idea de la mente a esa gruñona jengibre, y como Draco se negaba a apartarse del lado de su novia, si así al menos podía estar pendiente de que se encontraba a salvo, se unió a la búsqueda de los horrocrux. 

— ¡Harry! — bramó Roselyn, deteniendo a su hermano a mitad de la carrera. Draco estaba junto a ella, esperando que pudiera sacarle un poco de información al tonto frente a ellos para que se dejara a ayudar. El cabello pelirrojo, amarrado en una coleta, se sacudió un poco ante el repentino movimiento que sufrió el castillo. Los mortifagos debían estar atacando las barreras alrededor de la escuela — ¿¡Quieres decirnos qué estás buscando!? ¡Tal vez podamos ayudarte!

Potter torció el gesto impaciente. 

— Voldemort escondió un horrocrux aquí la noche que vino a pedirle trabajo a Dumbledore — explicó él, pasándose la mano por el cabello desesperadamente. Sus orbes brillantes se iluminaron tras las gafas, y como una secuencia inmediata, los de Roselyn se encendieron con los de él — Tengo que encontrar el lugar dónde.

— Si vas a encontrar esos horrocrux, Potter — siseó Draco, su rostro contrayéndose en una mueca de exasperación. La impaciencia de los Gryffindor no poseía límites — Tienes que pensar como él lo hubiera hecho.

— Seguro — ironizó Potter, volteando los ojos y alzando los brazos — ¡Porque pensar como el genocida que intenta matarme desde bebé es tan difícil, Malfoy!

— ¡Harry! — reprendió Roselyn, parpadeando furiosamente. — Deja que Draco te ayude. Probablemente conozca cómo trabaja la mente de Voldemort mejor que tú. Y no me vengas con que has estado en ella — añadió, señalándolo de forma acusadora con su dedo índice. — no es excusa para que quieras hacerlo todo tú solo.

Potter cerró la boca y miró a Malfoy, esperando que dijera algo. 

— El señor Oscuro es arrogante — dijo Draco, ignorando la mirada sarcástica de Potter — Y no confía en nadie más que en si mismo y esa serpiente venenosa que trae con él todo el tiempo. Si la escondió aquí... — Draco se lamió el labio inferior, pensativo y considerando sus palabras — debe haber sabido que era un lugar al que Dumbledore nunca llegaría. Debió haberse confiado de que solo él conocería su existencia.

— Porque piensa que es el único que descubrió todos los secretos del castillo — dijo Potter, la comprensión destellando tras su gafas redondas. Roselyn miró a Draco y Draco a ella. Ellos también lo entendieron al oírlo decir aquellas palabras —, que miles de estudiantes modelos no hallarían porque... porque nunca consideraron las maneras en que trabajarían Rowena, Helga, Godric y Salazar... 

— Revoltosos y problemáticos de naturaleza — añadió Roselyn — Pero él lo hizo y nosotros también. Papá, tú, Draco y yo...

— La sala de Menesteres — completó Potter.

Corrieron por todo el pasillo, esquivando hechizos y algunas personas, sintiendo el terror a flor de piel. La adrenalina que solo podría provocar estar en riesgo de muerte parecía estarlos recorriendo, pasando de largo los grupos de estudiantes y ex estudiantes que hacían guardia cerca de pasadizos o ventanales. Los tres se detuvieron de repente, dando vuelta a una de las curvas, cuando Potter se frenó y profirió un grito que iba entre el alivio y la furia.

— ¿DÓNDE DEMONIOS HABÍAN ESTADO?

Morrigan, de pie en medio de Weasley y Granger, alzó el rostro y sonrió. Draco trató de ignorar las últimas evidencias de la quemadura que le había provocado su discusión con Roselyn en el Refugio.

— Encontramos provisiones, amor — respondió, encogiéndose de hombros.

— ¿Provi... qué? — Roselyn tartamudeó.

— Estábamos en la Cámara de los Secretos — dijo Weasley.

— ¿La Cámara...? — repitió Potter, empujando las gafas redondas por su tabique — ¿Qué rayos hacían ahí? 

— ¡Fue Ron, todo idea de Ron! — dijo Granger, sin aliento—. ¿No fue absolutamente brillante? Ahí estábamos, después de irnos, y le dije a Ron que aunque encontrásemos otro, ¿cómo nos íbamos a deshacer de él? ¡Todavía no nos habíamos ocupado de la copa! ¡Y entonces se acordó de él! ¡En el basilisco! 

— ¿Qué demo...? 

— Algo para terminar con los Horrocruxes —dijo Weasley, simplemente. Draco notó que los objetos que sostenían los tres eran, de hecho, grandes colmillos curvados. Le pareció un poco hilarante, a mitad de toda este desastre, saber que después de todo, ese trío de imbéciles realmente habían hecho frente a un basilisco en segundo año. — Morrigan habla pársel escalofriantemente bien. 

Morrigan siseó algo, con una naturalidad digna de una descendiente de Salazar Slytherin. Weasley saltó a su lado ante el sonido, regalándole a la morena una mirada asesina.

Potter sonrió de costado.

— Esa es mi chica.

— ¿Destruyeron el Horrocrux? — preguntó Roselyn, estremeciéndose ante la renovada sacudida del castillo. 

Draco levantó la ceja, esperando alguna explicación, pero Roselyn sacudió la cabeza de forma imperceptible y Draco tuvo que tragarse el resto de sus preguntas.

— Ron le concedió el honor a Hermione — dijo Morrigan.

— Me pareció que debía ser ella — explicó Weasley, quitándole importancia — Era la única de nosotros tres que no había tenido el placer. Así que ¿Qué novedades tienes?

Al decirlo, hubo una explosión por encima de sus cabezas. Los seis miraron hacia arriba mientras caía polvo del techo y se escuchaba un grito lejano. 

— Sé cómo es la diadema, y dónde está —dijo Potter, hablando con rapidez—. La escondió exactamente donde yo tenía mi viejo libro de Pociones, donde todo el mundo lleva siglos escondiendo cosas. Creyó que era el único que lo había encontrado. Vamos.

Mientras las paredes temblaban, los seis volvieron a la entrada tapiada y las escaleras que llevaban a la Sala de Menesteres. Estaba vacía salvo por tres personas, la Weasley menor, Tonks y una anciana que llevaba un apolillado sombrero. Draco ignoró la conversación que Potter mantenía con ellas para sacarlas de ahí, sus ojos recorriendo cada centímetro del rostro pálido de Roselyn. Parecía aún más cansada conforme pasaban los minutos.

— Roselyn — murmuró, llamando su atención.

Ella se acarició las muñecas.

— Me duelen — logró decir, y una pequeña lagrimilla cayó por su mejilla. 

Draco se acercó, retirándole suavemente las mangas del suéter y notando las puntadas, moretones y cicatrices de cortes que se extendían alrededor de sus venas sobresalientes. La sangre se le subió al cerebro y su humor estalló, haciendo explotar algunas cuantas de las literas que permanecían en la sala. Los brazos de Roselyn era el recuerdo de todo lo que pasó estando ella secuestrada, las líneas rojizas que lograban darle un aspecto de carne viva a su piel. 

— Déjame ver — Morrigan empujó a Draco, sosteniendo con delicadeza el brazo derecho de Roselyn. El contacto debió haberle provocado ardor, porque se alejó de inmediato y reanudó las caídas de las lágrimas que estuvo reteniendo un buen rato — ¿Experimentó contigo? 

— William dijo que quería robarle el sabbat a Rose — dijo Draco.

Morrigan parpadeó horrorizada. 

— Eso es innatural — consiguió decir, volviendo a tomar el brazo de Roselyn. Aunque ella se quejó, no lo soltó, la yema de sus dedos recorriendo las líneas rojizas. Aquello logró calmar la intensidad en que seguían apareciendo, a pesar del evidente enojo con que Morrigan miraba sus cicatrices — Lo único que conseguirá será matarte.

— Como si eso a él le importara — bufó Draco.

— Ese es el problema — Morrigan respiró erráticamente — Consigue quitarle el sabbat a Roselyn y él mismo está condenándose a morir. Está condenando el mundo mágico entero. No debe saberlo si se atrevió a hacerlo.

— ¿Qué... qué quieres decir? — tartamudeó Roselyn, mientras Draco limpiaba el rastro de lágrimas de sus mejillas.

— El traidor no está a favor de él — dijo Morrigan, y las palabras que William les dijo a ellos cuando les contó de los Horrocrux en el Refugio comenzaron a tener sentido en la mente de Draco — Lo único que quieren es destruirnos a todos. 

— Chicos — llamó Potter. Él, Weasley y Granger los esperaban en lo alto de las escaleras — Vamos, tenemos que cambiar la sala.

Cuando los seis volvieron al pasillo escaleras arriba, quedó claro que en los minutos que habían pasado en la Sala de los Menesteres la situación del castillo se había deteriorado severamente. Las paredes y el techo temblaban más que nunca; el polvo llenaba el aire, y a través de la ventana más cercana, Draco vio ráfagas de luz verde y roja tan cerca de la base del castillo que supuso que los mortífagos debían estar a punto de entrar en él. 

Roselyn tiró de las mangas de su suéter hacía abajo y sonó su nariz, su ceño frunciéndose por pura furia e impotencia. Draco estiró su mano y sostuvo la de ella entre sus dedos, ignorando el calor infernal que emitía y reforzando el agarre entrelazándolas.

Una puerta se materializó entre ellos.

El furor de la batalla murió en el momento que cruzaron el umbral y cerraron la puerta tras ellos. Todo estaba en silencio. Estaban en un lugar del tamaño de una catedral con la apariencia de una ciudad, sus altísimas paredes estaban cubiertas de objetos escondidos por miles de estudiantes hacía mucho tiempo. 

— ¿Y nunca se dio cuenta de que cualquiera podía entrar? — preguntó Weasley, su voz resonó en el silencio. 

— Pensó que era el único — dijo Potter — Qué lástima que yo también tuviera cosas que esconder estando aquí... 

Draco emitió una risa irónica, recordando su desgraciada situación el año anterior. Potter debió haberlo entendido, porque la sonrisa sarcástica volvió a deslizarse al costado de su rostro. Sostenía fuertemente la mano de Morrigan mientras avanzaban, de igual manera que Draco la de Roselyn.

Pasaron delante de un trol disecado y el armario evanescente, al que Draco lanzó una mirada desdeñosa, concentrándose en mantener a Roselyn de pie. Ella se balanceaba un poco con cada movimiento que hacían, parpadeando de cansancio y aferrándose a Draco. Lo que sea que Voldemort estuviera haciéndole, la estaba afectando de sobremanera. Envolvió el brazo derecho alrededor de su cintura y la atrajo a él, reteniéndola contra su pecho.

— Hay que dividirnos — sugirió Potter — Busquen un busto de piedra de anciano con una peluca y una diadema. Está sobre un armario y en algún lugar de aquí...

Draco y Roselyn se desviaron entre el pasillo de objetos a la derecha. 

Ella gimoteó durante un buen rato, tropezándose con sus propios pies y aferrándose a los bordes del traje de Draco para no caer. Draco trataba de que sus ojos siguieran al menos un indicio del busto, la peluca o la diadema, pero su atención volvía a recaer sobre su novia y lo pálida y enfermiza que comenzaba a ponerse.

— Paremos aquí — pidió, recostándose contra el filo de una mesa. Draco se detuvo frente a ella, acariciando sus mejillas, sintiendo que el calor ya lograba quemar su piel — Estoy bien, ve con los demás. Tienes que ayudarlos, Draco.

— Estás bien — repitió Draco, mirándola irónicamente — Como mentirosa no te ganarías la vida, jengibre. Déjame ver — sostuvo su brazo, analizando sus expresiones y los sonidos que salían de su boca, por si la lastimaba. Levantó la manga del suéter, torciendo los labios al ver que las líneas rojizas se volvían moradas — Debe haber alguna manera de que esto pare.

— Matándolo — Roselyn se quejó, recostando la frente contra el pecho de Draco. — ¿No crees? 

— El sarcasmo tampoco te queda mucho — se burló Draco, dejando sus dedos perderse entre las hebras del abundante cabello rojizo que caía en cascada, amarrado a la coleta, sobre la espalda encorvada de Roselyn. 

Las inmensas ganas que tenía de besarla inundaron su mente, aunque supo controlarlo y esconderlo bien. No era el momento para hacerlo. Definitivamente lo haría cuando esta estúpida guerra acabe.

Escuchó un ruido.

— Quieto, Potter.

Maldijo entre dientes al reconocer la voz suave de Crabbe. Si debía apostar, tenía a Goyle al lado. Se preguntó a cuál de los dos tontos se le ocurrió la idea de seguirlos.

— Zabini — dijo Potter, y Draco perdió el aliento, enderezándose de golpe. Sus ojos grises se perdieron en los verdes de Roselyn, luchando por mantenerse despierta y reconociendo la alegría abundante que lo recorría al oír noticias de su amigo — ¿Eres el nuevo Malfoy, me imagino?

— ¿Qué hiciste con Draco, Potter? — escupió Blaise. 

Draco se alejó de Roselyn, pidiéndole silenciosamente que se quedara allí a esperarlo. Sostuvo la varita entre sus dedos y se alejó por el pasillo, siguiendo el rastro de la voz de su amigo italiano. 

— ¿Qué nos importa Draco? — dijo la voz de Crabbe. Draco se inclinó un poco, encontrándolos de espaldas a él y apuntando a Potter con sus varitas. Él lo vió por unos segundos, asintiendo imperceptiblemente y atrayendo la atención de los tres — Vinimos a entregar a Potter.

— Buen plan — ironizó Potter, decidido a distraerlos mientras Draco se acercaba — ¿Cómo lograron entrar?

— Draco vivió aquí prácticamente todo el año anterior — dijo Blaise, su mano temblaba un poco. Draco esperó que la razón por la que haya creído buena idea aliarse a Crabbe y Goyle sea porque solo estaba buscándolo, y no porque se volvió mortifago el tiempo que él, Pansy y Theo no lo vieron — Me contó cómo entrar.

— Estábamos escondidos en el pasillo de fuera — gruñó Goyle —. ¡Ahora podemos hacer Encantamientos Desilusionadores! Y entonces — en su cara se formó una sonrisa estúpida — ¡apareciste justo delante de nosotros buscando una dia-dum! ¿Qué es una dia-dum?

— ¿Harry? —la voz de Weasley sonó de repente del otro lado de la pared, a la derecha de Potter—. ¿Estás hablando con alguien? 

Con un movimiento rápido, Crabbe apuntó su varita hacia la montaña de quince metros de muebles viejos, baúles rotos, viejos libros, ropa y trastos imposibles de identificar, y gritó: 

— ¡Descendo! 

La pared empezó a tambalearse, y entonces el tercio superior cayó en el pasillo de al lado, en el que estaba Weasley. 

— ¡Ron! — bramó Potter, cuando en algún lugar que no estaba a la vista Granger gritó, y Draco oyó innumerables objetos caer al suelo al otro lado de la desestabilizada pared. Rezó silenciosamente para que Roselyn estuviera bien, o al menos hubiera podido salir de ahí. Controló su impulso de volver y siguió caminando. Potter apuntó su varita a la muralla y gritó: —¡Finite! — y se estabilizó.

— ¡No! — gritó Blaise, agarrando el brazo de Crabbe viéndolo hacer al amago de repetir el hechizo — ¡Draco podría estar en cualquier lugar!

— ¡Qué diablos nos importa Draco ahora! — respondió Crabbe. — ¡Él y su padre están acabados!

Draco agitó su varita. Las de Goyle y Blaise salieron volando hacía su mano, mientras que Crabbe logró quedarse con la suya. Sus tres amigos (o su amigo y los dos gorilas que tuvo de guardaespaldas) giraron a verlo, dejando a Potter ayudar a sus amigos del otro lado a quitar la pared de objetos.

— Este es un mal momento para compararme con mi padre, Vinc — ironizó, guardando las dos varitas en el bolsillo interno de su traje.

— ¡Draco! — Blaise chilló, su tono de voz evidenciando lo feliz que estaba de encontrarlo. La sonrisa brillante de su cara consiguió bajarle la guardia, permitiendo a su amigo moreno acercarse a él apresuradamente y dejar a Crabbe y Goyle atrás — Llegué a pensar que estabas muerto, con lo que decían que sucedió en Malfoy Manor.

Draco se resistió al impulso de preguntar. 

— ¿Tú también, traidor? — escupió Crabbe. 

— No es un placer verlos, descerebrados — dijo Draco, levantando la ceja sarcástico. — Lastimosamente para ustedes, hubo un cambio de planes. Ya no estamos con el señor tenebroso, por si no les llegó la información. 

— Era cierto... — dijo Goyle, aturdido — El rumor de que desertaron era cierto. 

— ¿El de la hermana de Potter también es cierto? — añadió Crabbe, con desprecio. — ¿Te estás cogiendo a esa puta y apestosa mestiza?

Draco sintió que le hervía la sangre otra vez. Algunos objetos se vinieron abajo, aunque no prestó atención de esto, su varita alzándose y lanzando hacía Crabbe un hechizo aturdidor, que esquivó por los pelos gracias a Goyle, porque consiguió empujarlo justo a tiempo de la trayectoria de su hechizo.

— No hables de Rose como si tuvieras derecho — siseó, luchando para controlar su furia. 

Sacó la varita de Blaise y se la entregó, una sonrisa ladina creciéndole en la cara cuando su amigo se colocó a su lado, sosteniendo la varita contra Crabbe y Goyle. 

— Zabini... — advirtió Goyle.

— Yo solo vine a buscar a Draco, Pansy y Theo — Blaise encogió de hombros — Gracias por el apoyo, simios subdesarrollados.  

Draco consiguió no reírse.

— ¡Es la sangre sucia! — gritó Crabbe de pronto, mirando detrás de Draco — ¡Y la mestiza! ¡AVADA KEDAVRA!

Blaise apartó a Draco del camino, la maldición asesina pasando en el mismo lugar dónde había estado antes de caer al suelo, golpeándose la cabeza contra el filoso borde de uno de los objetos. Escuchó a Potter gritar un hechizo aturdidor, mientras su mente nublada procesaba rápido lo que acababa de pasar. Las voces se volvieron confusas conforme sonaban. 

— ¡Expelliarmus!

— ¿Ese imbécil no conoce otro hechizo? — logró entender a Blaise a su lado.

Draco parpadeó tres veces seguida, vislumbrando los destellos de amarillo. Los sonidos crepitantes y humeantes a su alrededor lograron regresar a Draco a la nitidez, colocándose de pie de un salto, esquivando por lo pelos la serpiente en llamas que se comía toda la sala. 

— Crabbe debió usar Fuego Maldijo — balbuceó Blaise.

Sus intenciones asesinas contra Crabbe y Goyle eran más normales de lo que Draco alguna vez supuso serían.

— ¡Malfoy! — gritó la voz de Potter. Draco lo miró, viéndolo sostenerse de la escoba, Morrigan, Weasley y Granger en las propias detrás de él. El pánico lo inundó al no vislumbrar la cabellera pelirroja de su novia — ¡Zabini! ¡Vengan, hay que salir de aquí!

— ¿¡Y ROSE!? — gritó Draco.

— ¡SI TE APURAS, LA ENCONTRAREMOS MÁS RÁPIDO, IMBÉCIL! 

Draco se subió detrás de él en la escoba, viendo a Blaise imitarlo con Morrigan. 

Surcaron encima de una quimera llameante. Draco movió su mano por inercia, dándose cuenta casi al instante de la manera en que la quimera se desviaba. Potter también lo notó, porque paró de repente y lo miró encima del hombro.

— ¿Desde cuándo puedes hacer eso?

— ¡No lo sé! — se quejó Draco, tosiendo ante la falta de aire estando a aquella altura sobre el fuego — Se supone que esto lo haces tú, cara rajada.

— El fuego maldito es territorio de Rose — dudó él.

— ¡SI MORIMOS POR ELLOS TE MATARÉ, HARRY! — gritó la voz de Weasley, mientras él y Granger descendían a toda velocidad, sosteniendo a Goyle inconsciente en sus escobas.

Potter aceleró, girando y dando vueltas a través del fuego para encontrar a Roselyn. 

Ella estaba cerca de la entrada, de pie ante las quimeras, sus brazos estirados mientras trataba de contener las llamas lejos. El esfuerzo que hacía era evidente, no solo por su expresión, si no porque el cabello se le iluminó por completo y toda ella parecía estar hecha de fuego, consecuencia a la fatiga que le estaba provocando usar el sabbat para mantenerse protegida.

— ¡HARRY...! — advirtió Morrigan. 

— ¡YA LO SÉ! — devolvió Potter, bajando en picada. 

Draco solo el tiempo suficiente para sostenerse del mango cuando Potter se deslizó fuera de la escoba, cayendo de pie junto a su hermana y tomándola de la mano. Aquello pareció darle fuerzas a ambos, porque Roselyn logró enderezarse y el cabello de Potter se tiñó de rojo sangre, que a la luz del fuego maldito se veía como fuego.

— ¿QUÉ DEMONIOS ESTÁ HACIENDO? — chilló Blaise. 

Morrigan se detuvo antes de estrellarse contra una pared. La puerta de la sala había desaparecido. 

Draco bajó en picada. Su corazón se detuvo mientras rodaba por el suelo, soltando la escoba y a punto de dar un salto hacía ellos, antes de sentirse atrapado entre brazos ajenos. 

— ¡Déjalos a ellos! — le reprendió Morrigan, con ayuda de Blaise y Weasley evitando que corriera hacía su muerte — ¡Tú no sabes controlarlo, Draco! 

— ¿No puedes.... hacer... una barrera... Morrigan? — preguntó Granger, entre toses y dejándose caer de rodillas al suelo por la falta del aire. 

Draco ya comenzaba a sentir que le quemaban los pulmones con todo el oxígeno consumido por el fuego. El agarre de Blaise y Weasley se hacía flojo, pero a él ya no le quedaban fuerzas para moverse.

— No hay... no hay... — Morrigan se tambaleó también.

Roselyn gritó de repente, una de las quimeras se le escapó mientras ella caía de rodillas.

Todo pasó demasiado rápido para su propio procesamiento. 

La idea de la muerte cerca pareció activar el poco aliento que a Draco le quedaba y reunió todas su últimas fuerzas para levantar el brazo. Sin saberlo, sin presentirlo, con el único pensamiento de que debía hacer algo, de que quedarse allí a morir no era una opción. Recordó a su hijo, a quien aún no había visto más que en fotos. Recordó que Rose necesitaba su ayuda. Todo eso resultó suficiente para desactivar el bloqueo que él mismo impuso a sus poderes, aterrorizado de lo que implicaba tenerlos.

Las últimas gotas de agua y aire que quedaban en el aire se condensaron. Una barrera doble de protección mágica, como un domo, se formó alrededor de ellos, brindándoles de nuevo el oxígeno que ya les hacía falta. 

Por ella notó que Roselyn seguía de rodillas, aunque Potter parecía estar controlando el resto del fuego bastante bien solo, sosteniendo la mano de su hermana y dando alaridos de guerra que parecían doblegar las quimeras más que su propio poder.

— ¡Granger! — Blaise estaba palmeando la mejilla de Granger, a quien sostenía entre sus brazos, que permanecía inconsciente junto a Weasley.

Morrigan alzó la cabeza, la adrenalina propia del sabbat recorriéndola. Sus ojos marrones brillaron en una combinación de azul y verde cuando estiró las manos, manejando la barrera de Draco y reforzándola, de tal forma que cuando la de aire se desvaneció ante su retroceso de duda, la de agua logró mandar lejos a la quimera. 

Roselyn debió haberlo estado esperando, porque dió de lleno en ella.

Todo había vuelto a la normalidad cuando logró entenderlo. Había unos cuantos objetos quemados y una de las paredes estaba casi consumida en su totalidad, pero la sala de resto seguía intacta. Potter se dió la vuelta, quitándose el hollín de los hombros y suspirando aire limpio cuando la puerta de la sala se abrió de repente, trayendo consigo los gritos de la batalla. Los mechones rojizos de su cabello se desvanecieron levemente al mirarlos.

— ¿Están todos bien? — preguntó, con la voz ronca. — Zabini ¿Ron y Hermione...?

Blaise asintió de forma distraída, moviendo su varita encima de ambos. Weasley y Granger volvieron en si, tosiendo fuertemente y colocándose de pie con un tambaleo. Goyle siguió inconsciente, y Draco no pudo evitar pensar en Crabbe. Debió haberse quemado antes de que pudieran sacarlos. Alejó el pensamiento de su mente y trató de concentrarse. Crabbe creó el fuego, él se lo buscó.

Las arcadas y las toses de Granger lo regresaron a la realidad.

Morrigan levantó la ceja, sin apartar los ojos de su novio.

— ¿Eres Godric o Harry?

— Soy yo, Isolt — respondió, chasqueando la lengua. Sus ojos esmeraldas lo miraron de uno a uno y luego se quitó los últimos residuos de una flama del cabello — Creo que ya entiendo qué territorio manejo mejor. 

— El del hereje — se quejó la voz de Roselyn, que seguía tendida en el suelo. — ¿Alguien sabe por qué tanto frío de repente?

No tardaron en notarlo.

Roselyn estaba desnuda.

— ¡EH! — gritó Potter, apartando los ojos de inmediato.

— Oh — murmuró Zabini, avergonzado e imitándolo.

Weasley enrojeció de pies a cabeza y se dio la vuelta, mientras Granger y Morrigan se quedaban mirando anonadas a Roselyn, que no parecía captar lo que estaba sucediendo. Toda su ropa se había desvanecido, su piel rojiza por el esfuerzo volviendo a su pálido habitual, solo dejando un rastro de pecas por todos sus hombros.

Draco alcanzó a vislumbrar el tatuaje del león en el muslo de su pierna izquierda antes de cerrar los ojos por el chillido abochornado que pegó Roselyn. 

— ¡PONTE ROPA! — demandó Potter, con voz ahogada.

— ¡NO LO HICE APROPÓSITO! — se quejó ella, hipando sofocada. — ¡Ya deja de reírte, Draco!

Eso solo lo hizo reírse más fuerte. 







penúltimo capítulo kiwis ¿Cómo creen que terminará?

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