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XVIII.




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LA DESCENDENCIA
DE LOS FUNDADORES









Rose está teniendo días difíciles tratando de controlar su ansiedad.

Desde que los mortifagos tomaron el Ministerio, la única opción que le queda es estar encerrada en Potter Manor. Su padre ha sido bastante insistente de ello, además, ha estado ocupando la mente de Roselyn con la historia familiar y dándole clases para controlar el poder del sabbat. También se tomó el tiempo de explicarle por qué tenían el tatuaje, y la razón de que estuvieran obligados a dominarlo o él los dominaría a ellos.

— Entonces — dijo Roselyn, tras un buen rato de silencio en el que se ha dedicado a procesar la información. Su padre, a unos metros de ella, está sirviéndose una copa de vino, que a Roselyn le haría gracia si no hubiera denegado el que le ofreció a ella — La magia... quiero decir, la naturaleza es lo que nos da nuestra magia. Y esas mismas fuerzas pueden tomar... ¿Forma?

— A Magia — explicó su padre, bebiendo un poco del vino. Están solos en su oficina, White no había despertado aún y William y Morrigan habían decidido continuar el año escolar, fingir algo de normalidad para que creyeran que no tenían la menor idea de dónde se escondían ellos — Si lo quieres ver de esa forma. Magia no es una persona, es la naturaleza misma. 

— Y la razón de ser del sabbat — continúo diciendo Roselyn, recostando su espalda contra la silla. Comenzaba a sentirse mareada con todo lo que sabía ahora — Es mantener a Magia con vida. La magia con vida.

Había muchas cosas que Roselyn podía entender de su familia después de aquella conversación: descendían de Godric Gryffindor, uno de los magos más conocidos de la historia y uno de los fundadores de Hogwarts. Su padre le contó que la razón de ser de los sabbats era que la comunidad mágica, durante la época de la cacería de brujas, se dedicó a esconderse de los muggles y evitó hacer cosas que llamaran la atención, como el ritual de cada estación, en el que celebraran el regalo que Magia les había dado. 

Eso peligro toda su existencia, por lo que cada uno de los fundadores decidió intervenir. Convirtieron el sabbat original, un ritual, en el poder de los cuatro elementos, repartiéndolo entre ellos y atándolos a todos aquellos magos que los tuvieran entre sus ancestros: Slytherin controlaba el agua, Hufflepuff la tierra fértil, Ravenclaw el viento y Gryffindor el fuego. 

— Pero — Roselyn sacudió la cabeza, sintiendo la repentina realización — Harry dijo que Tom Riddle es un descendiente de Salazar Slytherin. 

— Él no cuenta — su padre hizo una mueca, restándole importancia a su preocupación — Los fundadores también colocaron una condición en el hechizo que ató el sabbat a nosotros: tendríamos que ser dignos del poder para que el tatuaje hiciera aparición. Por eso es tan poco recurrente.

— Y por eso la magia ha dejado de florecer en abundancia — murmuró Roselyn, su mirada empañándose mientras se perdía en sus pensamientos — Los sabbats casi no existen. 

— Ella desaparece, Rose — dijo él, y Rose trató de no estremecerse al oír el tono que empleó. Su padre se veía extremadamente serio, algo que Rose no había presenciado antes — El linaje de Rowena Ravenclaw se perdió con la desaparición de su hija Helena. El de Helga Hufflepuff murió totalmente con un asesinato de los 50. Solo quedamos nosotros... y los Sayre.

— ¿William y Morrigan?

Su padre se removió, incómodo de repente.

— William es el único descendiente relacionado directamente con Godric y Salazar.

— ¿Con los dos? — repitió, tragando saliva al sentir la garganta tan seca.

— Su nombre real es Ragnor Slytherin — y si Roselyn fuera un poquito más incrédula, habría tomado aquella confesión como una broma — Su padre es Godric y su madre es la única hermana de Salazar, Konstantinova Slytherin. Ha estado vivo casi ochocientos años, Rose.

Si le dio un ataque de ansiedad en la madrugada cuando pensaba en ello, intentó que nadie lo notara.

Harry, Ron y Hermione habían desaparecido del radar, aunque declararon haberlos visto el mismo día que partió el tren a Hogwarts tratando de escapar del Ministerio. Roselyn intentó fuertemente de no dejarse llevar de la preocupación que sentía por ellos; su relación con Harry no podía ser la mejor los últimos meses, sin embargo, seguía siendo su hermano mayor, seguía asustada por lo que podría pasarle si los encontraban.

Lo que también la molestaba durante sus horas de sueño era Draco.

Sabía que Draco volvió a Hogwarts, él no tenía razones para no hacerlo. Estaba ahí y ella estaba en Potter Manor, y estaba sola, preocupándose por su novio y lo que ocurriría si alguien llegaba a saber lo de ellos. Ahora que era consciente que Tom Riddle la perseguía, seguramente porque sabía del tatuaje y lo que implicaba, su relación con Draco lo afectaba muchísimo más a él. 

Roselyn estaba escondida.

Draco no.

— Sé que estás despierta — canturreó la voz de White. Roselyn se removió entre las sábanas y bajó el volumen del televisor, sus ojos encontrando la puerta en medio de la oscuridad — Tengo helado ¿sabes? Puedo compartir.

— No has querido compartir desde que empezaron los antojos — dijo Roselyn, tratando de sonreír al escuchar el leve bufido indignado de White.

— No puedo comer un pote de helado sola.

— Sí puedes.

— Ya, pero es mejor comer acompañada.

Roselyn dejó a White entrar a su habitación.

Su relación había cambiado totalmente de lo que fue en un inicio. Roselyn sentía que últimamente, era White la única persona en la que ella podía confiar totalmente. Su hermano la había tratado horrible solo por su decisión de novio, y su padre les ocultó todo el verdadero linaje que venía en sus genes durante años. Su madrastra, ciertamente, resultó siendo aquella a la que recostaba su cabeza y se dejaba llorar de frustración.

— La mayoría de tristezas amorosas no se acercan a la tuya — le dijo White, tendiéndole la cuchara y dejando el pote de helado abierto entre ambas. Su vientre ligeramente abultado llamó la atención de Roselyn, viéndola subirse a la cama y tirar las sábanas fuera. Se rió sin poder evitarlo, dándole una probada al postre. En las madrugadas solitarias, comer y engordar parecían los únicos objetivos que tenía Roselyn de vida — Pero el helado es la ayuda universal.

— ¿Qué dice papá de que ya arrasaste con la alacena?

— Nada — White se encogió de hombros, hundiendo su cuchara en el helado y llevándolo a su boca — Solo me mira y le pide a la elfina que compre más. Es un hombre inteligente.

Roselyn consiguió no reírse. White siempre fue extraña de tratar de manera normal, embarazada era una cosa diferente que le causaba mucha gracia a la pelirroja. Estaba hormonal, y lloraba por todo, como si sus sensaciones hubieran pasado de 6 a 20 en una escala del 1 al 5. Por supuesto, aquello se debía al pequeño parásito que le abultaba el vientre.

— Nunca pensé que tendría un hermano menor — reflexionó, tomando el control remoto y cambiando de canal. La televisión pasó de reproducir a Brad Pitt y Tom Cruise a reproducir el vídeo musical de Sweet Dreams. White movió su cabeza al ritmo de la canción, provocando una sonrisa inmediata de Roselyn — Supongo que me resigné a pensar que seríamos Harry y yo... y la idea de William, creo.

— Ay, corazón — White ladeó la cabeza, la compresión brillando en sus ojos — James te dijo de William.

— Me dijo muchas cosas — murmuró, apuñalando el helado con resentimiento — Entiendo por qué no quería decirnos, y por qué no quería que se manifestara en nosotros, pero...

— Pero, que lo tengas en mente no te va a dejar tener una vida normal — completó White, empujando su cuchara para ocupar el espacio. Roselyn no luchó, viéndola confundida mientras ella comía — ¿Has hecho algo más que pensar en eso desde que te lo dijo?

Roselyn quería responderle que sí, que tenía muchas cosas que pensar. No era cierto. Todo lo que tenía en mente era lo que podía causar el que ella tuviera el tatuaje, lo que podía causar si las clases de su padre no funcionaban y no podía manejarlo. Si ella le hacía daño a alguien.

— Estamos malditos, White — susurró, sacudiendo la cabeza — Que lo ocultara no lo va a cambiar.

— Los protegía — corrigió White, una sonrisa minúscula tirando de sus labios — Era lo que importaba. Eso hacen los padres ¿no?

Ella tenía razón.

Así que lo primero que hizo al despertar al día siguiente, fue acercarse a su padre y abrazarlo, pidiéndole perdón por toda la actitud que había tomado en la situación, cuando era claro que él solo trataba de protegerlos. Él parecía sorprendido, y no entendía el por qué de sus disculpas, pero Roselyn se sintió mejor al decir aquellas palabras. 

Si Magia la consideraba digna de portar el tatuaje, de llevar el peso que caracterizaba mantenerla viva, Roselyn no la decepcionaría.

— Así que... — White estaba muy divertida. Roselyn podía notarlo incluso tirada en el suelo, tratando de normalizar su respiración entrecortada por la fuerza de los ataques de su padre que la mantenían inmovilizada, sin poder defenderse o contrarrestar aunque sea un poco el hechizo que él usaba — Estás tratando de matar a tu hija.

Su padre se limpió una gota de sudor de la frente, mirando a White con extrañeza.

— ¿Por qué haría eso?

— No lo sé — la rubia se encogió de hombros. La sátira y la burla de su expresión se hicieron más claras mientras devoraba su segundo tazón de helado de chocolate del día — Solo digo lo que veo. ¿¡Sigues respirando, Rose!?

Ella jadeó, enderezándose. De reojo, notó que su varita había rodado lejos de ella. Su padre también lo hizo, moviendo la propia ligeramente y encendiendo la chimenea a unos metros de ambos. Cuando la madera ardió, apartó la varita de él y alzó las manos, listo para atacar de nuevo.

— Cinco minutos — pidió Roselyn, sosteniéndose de las rodillas para recuperar el aliento — Cinco minutos.

— No — dijo su padre, estirando el brazo. La ventilación de la habitación parecía haberse cortado — Si logras derribarme, te dejo un pote de helado de White.

— ¿¡Por qué!? — protestó White. Su padre volvió a mirar a la rubia, como si tratara de no reírse — Ah, sí. Motivación. ¡Te lo cambio por la limonada, Rose!

— Hecho — balbuceó ella, enderezándose y llevando la mano a su pecho para verificar que los latidos acelerados de su corazón no serían suficientes para causarle un infarto.

Habían estado entrenado todos los días desde que le confesó lo que él sabía del tatuaje. Según su padre, William empleó la misma táctica para entrenarlo cuando cumplió 16, lo que consiguió, porque a los 17 logró controlar Protego Diabolica a la perfección. 

Su padre también le dijo que los sabbats tenían la característica de desempeñarse más intensamente en un ámbito específico de sus elementos. Él tenía aquel extraño hechizo oscuro, creado por Grindelwald tan solo años antes de su nacimiento. William manejaba de maravilla el agua que los seres humanos contenían, logrando hacerlos hervir desde adentro solo con un pensamiento. Por otro lado, William le dijo a su padre que Morrigan comenzaba a especializarse en los venenos, aunque fuera mínima la cantidad que contenía de su elemento. 

Harry no pudo descubrirlo, gracias a todo lo que pasó el año anterior y que no le dijo a su padre desde el principio que el tatuaje había aparecido. Roselyn tampoco lo sabía, aunque su padre le aseguró que no tardaría en hacerlo. Era fácil descubrirlo cuando se estaba bajo presión.

— De verdad creo que vas a matarla — opinó White, viendo a Roselyn gatear por el suelo para evitar las flamas azules que desprendían las manos de su padre. 

— Tienes que contenerlo, Rose — su padre alzó la voz, enviando hacía ella una bola de fuego que esquivó por los pelos.

Roselyn tartamudeó, estirando su mano y dejando que la punta de los dedos le cosquilleara, tirando de una llamarada del fuego que crepitaba en la chimenea fuera de la protección de esta. Asombrada de haberlo logrado, trató de formar un escudo alrededor de ella para evitar Protego Diabolica, solo consiguiendo que el fuego fuera tragado y pasara a ser azul en un simple destello como el parpadeo de su padre.

— ¡Eso no es justo! 

— La vida no es justa — admitió su padre, renovando la fuerza con que la atacaba. Roselyn estaba quedándose sin espacio entre ella y la pared para retroceder.

— ¿William te hacía entrenar así? — replicó White, en tono escéptico. 

— William hacía cosas peores — dijo él, deteniéndose unos segundos para recordar. Roselyn no comprendió porque sonrió de pronto, provocando una risita histérica de White que se agrandó mientras su padre renovaba los ataques sobre Roselyn.

Y cuando se vio acorralada, sintió el tirón en la parte baja de su estómago romper algo dentro de ella.

Su piel ardió totalmente, la leve iluminación amarilla rodearla de pies a cabeza cuando el imponente ave fénix de fuego extendió las alas en el aire, opacando la línea recta que se extendía por la sala. 

— Fuego maldito — murmuró su padre, dejando caer su mano y contemplando impresionando la figura que se agrandaba, tomándose las pinturas de las paredes y los cuadros. Roselyn tropezó, asustada de lo que estaba ocasionando. — Rose, relájate.

Ella alzó sus dedos, tratando de contener el ave fénix de fuego. Solo consiguió agrandarlo, lo que provocó un grito asustado que no ayudó a controlar al animal. Su respiración se alteró, y se sintió a punto de tener un ataque de pánico.

Ahora no, pensó, tirando de los bordes de su ropa mientras veía horrorizada lo que había provocado.

— Tranquila... — susurró una voz, tan maternal que creyó era su madre, y ella volvía a tener 6 años, sintiéndose querida y protegida por Lily Evans. No sabía de dónde provenía, o si solo ella lo estaba escuchando, o lo imaginaba, pero sintió que la respiración se le regulaba y ya no se sentía tan perdida — Puedes controlarlo, solo piensa en lo que debes hacer.

El poder te pertenece le había dicho su padre es tuyo y de nadie másOblígalo a obedecerte, porque fue creado para ello. Es tuyo, Roselyn, no debes olvidar eso.

Cerró los ojos, y se dejó llevar de la sensación. El poder era de ella, de ninguna otra persona. Ella era digna de poseerlo, de tener el tatuaje. Levantó la mano y permitió el cosquilleo apoderarse de sus sentidos.

El ave fénix le hacía una inclinación cuando se permitió ser consciente de lo que sucedía, incrédula de observarlo desaparecer en otro destello y atravesarla. No conocía muchos ave fénix, pero se sintió tan libre e indomable como una, el fuego maldito recorriendo sus venas.

— ¡Eso fue increíble! — chilló White.

Su padre la veía con una pequeña sonrisa.

— Controlas el fuego maldito, Rose.

Ella asintió, el jubilo de haberlo conseguido llenándola. Sus orbes esmeraldas buscaron a la dueña de la voz femenina. Al principio pensó que se trataba de su madre, pero luego se dio cuenta que por mucho que quisiera a Lily, nunca sentiría esa paz si se tratara de ella. Su madre le preocupaba, porque estaba pasando un mal momento y porque Roselyn era consciente de todo lo malo que trajo para ella el ataque de Tom Riddle, por eso mismo Lily Evans nunca le trajo paz. 

Era diferente, era más... mágico.

— Magia — balbuceó.

— ¿Roselyn? — llamó su padre, preocupado de su repentina ida.

Roselyn retrocedió. Algo se le cruzó por la cabeza al pensarlo.

— Papá — se giró, mirándolo con seriedad — ¿Cómo se enteraron que Magia y nosotros existíamos?

James Potter definitivamente no estaba listo para esa conversación.

Porque él tampoco tenía la menor idea.





maratón 2/3 porque si no me desligo de las tares me voy a pegar un tiro 


























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