XIV.
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MALFOY MANOR
Draco había intentado permanecer en su habitación el mayor tiempo posible.
Desde que llegó a casa tras el asesinato de Dumbledore, los mortifagos establecieron la mansión como su cuartel general principal y eso redujo sus ganas de un cincuenta por ciento a un menos diez por ciento acerca de ir a parar junto al Señor Tenebroso. Ciertamente, estaba obligado a hacerlo, siendo un mortifago activo que no completó la misión encargada por completo, las torturas no tardaron en llegar y el tiempo allí encerrado se convirtió en tratar de recuperarse de sus heridas.
Lo que le daba para pensar más de lo que le gustaría.
Inevitablemente, Roselyn volvía a su mente.
— ¿Y si lo logro? — le dijo, una de esas noches que pasaron despiertos en la sala de menesteres, tratando de arreglar el jodido armario. Roselyn cabeceaba sobre su hombro, bostezando y con sus párpados cerrándose por el sueño. Draco tenía su brazo envuelto en la cintura de la chica, que ladea la cabeza y trata de prestarle atención — ¿Y si logro asesinar a Dumbledore?
Roselyn no dice nada. Su cálida respiración golpea la curvatura del cuello de Draco, provocando ligeros estremecimientos que pasan desapercibido entre la nube de sueño que nubla la mente de la niña. Sus ojos verdes viran desenfocados, frunciendo el entrecejo y cubriendo un renovado bostezo.
— Vivirás.
— Como un asesino.
Roselyn se endereza. Draco está mirándola de forma directa, sus ojos grises estudiando las expresiones que dominan su rostro mientras él habla. Es un hábito que se ha obligado a adquirir desde que Bellatrix estuvo entrenándolo para la misión durante el verano. Le ayuda a salir de una situación antes de que se complique, le había dicho ella. Lo mataría si se enterara alguna vez que lo utilizó con su novia, hermana de Potter, y mestiza, solo porque tenía miedo de lo que ella pensaría de él.
Sí, Draco no seguiría respirando si alguno de ellos se enterara.
— Como un sobreviviente — corrigió, sonriendo queda y rodeando el cuello de Draco con sus brazos. Draco deja caer su frente contra la de Roselyn, imitando su respiración calmada para relajar la culpabilidad que viajaba por su cuerpo ante el hecho de que terminó haciendo lo que menos quería, involucrar a Roselyn en su mierda de vida — Haces lo que necesitas hacer para salir vivo, Draco. Eso no es malo.
— ¿No lo es?
Roselyn sonrió. Su sonrisa era demasiado tranquila y limpia, y lo poco merecedor que se sentía de recibirla estaba carcomiéndolo aunque no lo demostrara.
— No — asintió, cerrando los ojos. Sus labios saborearon los de Draco, y el corresponder se volvió un auto reflejo cuando se encontró a si mismo disfrutando del beso, el olor natural a flores y vainilla que tenía Rose embriagándolo lo suficiente para olvidar la razón de que se encontraran fuera de sus salas comunes a esa hora.
— Draco.
Draco se mantiene unos segundos más dentro de sus pensamientos, disfrutando la sensación de tranquilidad que le ofrece el recuerdo distorsionado del aroma de su novia antes de verse obligado a enfrentar la realidad. Cuando abre los ojos, Narcisa Malfoy lo mira debajo del marco de su puerta con expectación.
Para ser una mujer que representaba todo lo que debía ser la esposa de un sangre pura, Narcisa Malfoy se veía destrozada. No había una palabra diferente que la describiera de forma más específica. El brillo natural de su cabello, tan platinado como el de Draco, había desaparecido. Se veía deshidratado y descuidado, nada comparado a lo que fue durante épocas más felices. Su rostro perdió altivez y arrogancia, convirtiéndolo en una capa que se desmoronaba cada noche sin excepción.
Y Draco la odiaba, como nunca creyó poder a su progenitora. Porque si ella no hubiera actuado, de la manera en que lo hizo, ellos no estarían en esa situación. Si ella hubiera huido, con él, cuando podían hacerlo, cuando Lucius Malfoy se dejó atrapar y la misión del Ministerio fracasó, no tendrían que ser lo títeres del Señor Oscuro.
Su padre se pudriría en Azkaban, donde se merecía estar, ella no estaría atormentada y Draco no tendría que ser la perra del comité de magos tenebrosos.
— ¿Sí, madre? — escupió. La rabia que quería guardar dentro suyo contra ella florecía, más de lo natural, cuando interrumpía el único momento tranquilo que tenía en las tardes antes de salir de la cama, cada vez que sus pensamientos se desmoronaban hacia su novia.
Roselyn Potter se había convertido en la razón absoluta por la que Draco estaba dispuesto a seguir con vida, dejándose humillar por todos los seguidores del Lord si así acaso mantenía existente la posibilidad de verla otra vez. ¿Qué otra podía tener? Toda su vida era un desastre y eso era culpa de aquellos que se suponía debían de buscar su bienestar.
Había sido un completo idiota creyendo en todo lo que le enseñaron de niño.
— Ya debes bajar — informó Narcisa. Estaba nerviosa, sus dedos retorciéndose tras su espalda mientras intentaba mantener recta la postura. Draco da un ligero asentimiento de cabeza, levantándose de la cama y quitándose el pijama de seda. Si Narcisa reacciona a las heridas abiertas de su espalda, por la tortura que sufrió en la mañana, no hace ningún sonido que se lo indique a Draco — Tu padre y yo deseamos hablar contigo antes de que comience la reunión.
Draco soltó un gruñido entre dientes.
— ¿De qué querrían ustedes hablar conmigo, madre? — ironizó, abriendo la regadera y acondicionando el agua a una mejor temperatura.
— Es importante, hijo.
— Después de 17 años quieren hablar de lo importante — se rió Draco, el sarcasmo borboteando de su malhumor. — Un poco tarde ¿No crees, madre?
— Draco — la voz de Narcisa tiembla, pero a Draco no puede importarle menos porque él la mira, y su expresión llena de pánico le recuerda los ataques de Roselyn y lo hace pensar en cómo debe estar pasándolo ella, con él aquí, y su odio por sus padres hierve por completo — No hagas esto más difícil, Draco.
Decide no responderle, cerrando la puerta del baño y echándole el seguro. Hay vapor por todo el baño y el espejo se empaña, sin embargo, lo prefiere de esa manera. Últimamente no soportaba ver su reflejo, caer en cuenta de lo que se convirtió por culpa de los errores de su padre. Se metió a la tina, dejando que sus músculos se relajaran en el agua tibia y sus pensamientos viajaran a la segunda cosa que lo mantenía alerta estando metido allí.
La carta entre sus túnicas que le explicaba del bebé.
— Narcisa dijo que no querías ver a nadie — la voz femenina lo trae de regreso, parpadeando para acostumbrar sus ojos a la luz. La manija con pestillo se sacude — ¿Vas a obligarme a abrir yo sola, Draco?
— Haz lo que quieras.
Sabía lo que haría si le decía eso, por lo que no le resulta una sorpresa cuando la cerradura se rompe y el rechinido de la puerta abriéndose le molesta los oídos. Pansy le sonríe, una de esas sonrisas que Draco comienza detestar porque Pansy Parkinson, de todas las personas que podrían estar presentes en aquella casa, es la única que lo está sacando de su constante miseria.
— ¿Ya acabaron tus reflexiones? — se ríe, sus tacones resonando contra la cerámica. Draco le muestra su dedo de en medio, sonriendo de forma sarcástica cuando ella se arrodilla junto a la tina.
— Estoy bien, Parkinson.
— Eres un mentiroso desvergonzado, Draco Malfoy — la burla en su voz podría llegar a molestarlo si se tratara de alguien diferente a Pansy. Él no puede molestarse con Pansy. Ni siquiera cuando estaba enamorada de él y era una acosadora posesiva. Así que solo la mira, esperando que entienda todos los deseos de muerte que transmiten sus ojos — Theo no quiere estar solo abajo. El resto de los Skeletor fans no lo dejan preocuparse por Blaise en paz.
Su plan de separarse de sus amigos y evitar que ellos se involucraran con los mortifagos le funcionó tanto como su determinación de dejar a Roselyn fuera de la situación. El padre de Theo volvía a ser un mortifago activo y convirtió a su hijo en uno, de la misma forma que los padres de Pansy, que fueron coaccionados para unirse a las fuerzas del Señor Tenebroso. Blaise era el único relativamente a salvo, aunque parecía dispuesto a unírseles para no dejarlos solos.
— ¿Skeletor? — repitió Draco, frunciendo el entrecejo. Pansy se encogió de hombros y Draco luchó por no rodar los ojos — Pasaste demasiado tiempo con Sayre ¿no?
— ¿Cuál de los dos? — preguntó, sonriendo de forma ladina — ¿Mi novio o mi mejor amiga?
Draco fingió vomitar.
— De todos los que podías volverte novia — se quejó, colocándose en pie. Pansy le pasó la toalla, alejándose unos pasos cuando el agua empezó a gotear el suelo — Tenías que elegir a William Sayre.
— Mira quién lo dice — Pansy lo miró, muy ofendida. Draco la ignoró y enrolló la toalla alrededor de su cadera, saliendo de la regadera.
Pansy lo siguió fuera la ducha, pero Draco no le prestó mucha atención a su presencia. Pansy hacía eso desde que sus padres la obligaron a mudarse a Malfoy Manor, tenían la tonta idea de que él y ella se comprometerían y unirían sus linajes familiares, tal vez colocándolos en un lugar más agraciado con el Señor Oscuro.
No es porque los Malfoy gozaran de su favor actualmente, siendo sincero.
— ¿Mis padres también están ahí?
— Todos están ahí, Draco — Pansy se acerca a su armario, sacando uno de sus trajes y revisando que estuviera perfecto para usarse. Draco sigue sin hacer caos de sus movimientos, colocándose la ropa interior y dejando la toalla sobre la cama desorganizada.
Debajo de las almohadas, sobresale la carta. Draco la mantiene ahí como una manera de recordarse de que era real. No todos los días un adolescente de 17 años se entera que será padre, y no lo pudo hacer en un peor momento que ese. Es bastante jodido, pero Draco no puede olvidarlo.
Tomó el traje que Pansy eligió y comenzó a vestirse, preparándose mentalmente para lo que vendría.
Cuando él y Pansy llegan a la sala de reuniones, la mayoría de mortifagos ya están ahí. Sus padres se sientan juntos y hay un espacio vacío a su lado. Draco se encamina hacía ellos, más por obligación que porque realmente quiere. Frente a ellos están los Nott, lo que lo anima un poco.
La llegada del Señor Oscuro trae el silencio inmediato, su túnica arrastrándose en el suelo. Una mujer flota en el aire, alguien a quien Draco reconoce vagamente. Pansy se pone pálida y Nott mira de él a ella, comprendiendo la situación. Aquella mujer daba clases, en Hogwarts.
— Yaxley, Snape — dijo la voz del Señor Oscuro, desde la cabecera — Llegan convenientemente tarde. Severus, aquí — continúo, señalando el asiento a su derecha — Yaxley... junto a Dolohov.
Ambos obedecieron. El silencio siguió reinando hasta que estuvieron acomodados, y el Señor Oscuro, algo impaciente, lo rompió otra vez:
— ¿Y?
— Mi señor — dijo Snape. Era el nuevo lugarteniente de los mortifagos desde el asesinato contra Dumbledore. Draco no sabía si odiarlo o agradecerle. No era un asesino, lo que le era un peso de consciencia menos cada vez que recordaba a su novia, sin embargo, no completar la misión le acarreó demasiados problemas — Se han hallado noticias del paradero de los Potter.
Hubo murmullos por toda la mesa. Draco se quedó sin respiración, ignorando repentinamente la presencia de la maestra de Estudios Muggles flotando sobre la mesa.
— ¿Ah, sí?
— Sí. En Little Whinging, Surrey — siguió Snape — Una comunidad muggle llamada Privet Drive.
Sonidos de asco no tardaron en hacerse notar tras la palabra empleada. Draco miró hacía Nott, que de reojo buscaba el rostro inexpresivo de Pansy. Ambos tenían razones para preocuparse, aunque no eran precisamente cercanos a los Potter, luego de tanto tiempo resultaba obvio que donde estarían ellos estarían los primos Sayre. Si los atrapaban, Morrigan y William también caerían.
La boca sin labios del Señor Oscuro se curvó en algo parecido a una sonrisa.
— ¿Y esta información proviene...?
— De la fuente confiable que hemos discutido — respondió Snape.
— Mi Señor.— Yaxley se había inclinado hacia adelante para mirar mesa abajo hacia el Señor Oscuro y Snape. Todas las caras se giraron hacia él. — Mi Señor, yo he oído algo diferente.— Yaxley esperó, pero el Lord no habló, así que siguió — A Dawlish, el Auror, se le escapó que los Potter estarían en Londres.
Draco estaba rezando para que Dawlish el auror tuviera razón.
Snape estaba sonriendo.
— Mi fuente me dijo que plantarían un falso rastro; este debe ser. Ni dudo deque Dawlish está bajo un Encantamiento Confundus. No sería la primera vez, se sabe que es susceptible.
— Te aseguro, mi Señor, que Dawlish parecía bastante seguro —dijo Yaxley.
— Si estaba confundido, naturalmente que estaría seguro — dijo Snape — Yo te aseguro, Yaxley, que la Oficina de Aurores no tomará parte en la protección de los Potter. La Orden cree que tenemos infiltrados en el Ministerio.
— La Orden tiene razón en algo entonces, ¿verdad? — dijo un hombre bajo y grueso sentado a corta distancia de Yaxley, soltó una risita silbante que resonó allí y a lo largo de la mesa.
El Señor Oscuro no rió. Su mirada había vagado hacia arriba hasta el cuerpo de la maestra de Estudios Muggles, que se revolvía lentamente en lo alto, y parecía estar perdido en sus pensamientos.
— Mi señor — siguió Yaxley— Dawlish cree que toda una partida de Aurores se ocupará de la protección...
El Señor Oscuro alzó una larga mano blanca, y Yaxley se calló al instante, observando resentido como el lord volvía a girarse hacia Snape.
— ¿Cómo mantienen oculto al chico?
— El lugar, según la fuente,ha sido equipado con cada protección que la Orden y el Ministerio juntos han podido proporcionar.
Draco se desconectó de la conversación. Comenzaba a ponerse enfermo. Sabía perfectamente lo que los Potter eran capaz de hacer, no solo por Roselyn. Morrigan se lo había confesado y Draco juró guardar el secreto, la protección de su novia le importaba más que cualquier otra cosa y vomitaría si seguía escuchándolos hablar de atrapar su familia.
— ¿Alguien sabe algo sobre Roselyn Potter?
Aquella frase fue suficiente para traer de regreso a Draco de lo más profundo de su mente, donde era feliz con ella. Temió por unos segundos que el Lord haya entrado en sus pensamientos, pero recordó que si algo Bellatrix hizo bien, fue entrenarlo para evitar eso mismo. La Oclumancia era un arte de la magia que dominaba a la perfección gracias a la lunática de su tía, el Señor Oscuro no podría entrar en su cabeza ni aunque sospechara de Draco y se lo propusiera.
— Draco, Pansy, Theodore... — el siseo llamó la atención de los tres adolescentes, que se miraron entre ellos y luego a él, tratando de no temblar — Severus... tengo entendido que la niña también estudio en Hogwarts.
— La segunda hija de James Potter — asintió Snape.
— Debemos encontrarla — susurró, como si hablara para si mismo. El silencio era tan abrumador que todos lo escucharon — Ella tiene algo que quiero. La dejarán con vida, porque cuando mate a Harry Potter, en persona, la tendré.
Ante esas palabras, aparentemente en respuesta a ellas, sonó un repentino aullido, un terrible y desgarrador grito de miseria y dolor. Muchos de los sentados ante la mesa miraron hacia abajo, sobresaltados, por el sonido que había parecido surgir de debajo de sus pies.
— Colagusano — dijo Voldemort, sin cambiar su tono tranquilo y pensativo, y sin apartar los ojos de cuerpo que se removía arriba — ¿No te he dicho que mantuvieras a nuestro prisionero tranquilo?
— Si, m...mi Señor, — jadeó un hombrecillo en mitad de la mesa, que había estado sentado tan abajo en su silla que ésta había parecido, a primera vista, estar desocupada. Ahora se revolvió en su asiento y salió a toda prisa de la habitación, no dejando tras él nada más que un curioso brillo plateado.
Sin poder evitarlo, buscó la mirada de Theo y Pansy de nuevo. Ellos sabían todo, desde el bebé hasta su relación con Roselyn. No habían apartado su atención de Draco desde que el señor Oscuro la mencionó, y podían ver el gran esfuerzo que hacía para no reaccionar. Moriría si daba algún indicio de que estaba involucrado, lo utilizarían para llegar a ella. Para dañarla.
No, Draco no permitiría eso.
— ¿Por qué los Malfoy parecen tan infelices con su suerte? ¿No es mi retorno, mi ascenso al poder, lo que profesaban desear durante tantos años?
— Por supuesto, mi Señor —dijo Lucius. Su mano temblaba cuando se limpió el sudor del labio superior — Lo deseábamos... lo deseamos.
Mentiroso, quiso escupir Draco. Dio un leve vistazo hacía el señor oscuro y volvió a enderezarse.
— Mi Señor, — dijo Bellatrix. Su voz sonaba distorsionada por la emoción — es un honor tenerte aquí, en la casa de nuestra familia. No puede haber mayor placer. — Bellatrix se inclinaba hacia él, como si las meras palabras no pudieran demostrar su anhelo de estar más cerca. A Draco le daba asco.
— No hay más alto placer — repitió, su cabeza se inclinó un poco a un lado mientras evaluaba a Bellatrix — Eso significa mucho, Bellatrix, viniendo de ti.
La cada de ella se llenó de color, sus ojos se inundaron de lágrimas de deleite.
— ¡Mi Señor sabe que no digo mas que la verdad!
— No hay más alto placer... ¡Ni siquiera comparado con el feliz evento que, según he oído, ha tenido lugar esta semana en tu familia!
— No sé lo que quieres decir, mi Señor. — Estoy hablando de tu sobrina, Bellatrix. Y la suya, Lucius y Narcisa. Se acaba de comprometer con el hombre lobo, Remus Lupin. Deben estar orgullosos.
La expresión de risas socarronas no tardó en llegar. Draco se removió.
— Y también... — continúo él, sobre las risas — Su prima. Una prima que acabamos de conocer. Se casó recientemente ¿cierto?
Bellatrix estaba temblando.
— Ellas no son familia nuestra, mi señor. Nosotros... Narcisa y yo... nunca volvimos a ver a nuestra hermana desde que se casó con el sangre sucia. Menos conocimos a esa desgracia que se hace llamar prima nuestra. Ninguna de esas mocosas tiene nada que ver con ninguna de nosotras, ni las bestias con las que se hayan casado.
Las risas seguían. La serpiente mascota se movía hacía su dueño.
— Ya basta — dijo el señor oscuro, acariciando a la furiosa serpiente — Ya basta — y la risa murió al instante. — Muchos de nuestros más antiguos árboles familiares se han vuelto un poco descuidados con el paso del tiempo, — añadió cuando Bellatrix le miró fijamente, sin aliento e implorante — ¿Qué debes podar y qué no para mantenerlo saludable? Cortas aquellas partes que amenazan la salud del resto.
— Si, mi Señor — susurró Bellatrix, y sus ojos se inundaron de nuevo con lágrimas de gratitud — ¡A la primera oportunidad!
— Debes hacerlo — dijo él — y en tu familia, al igual que en el mundo... debemos cortar el cáncer que nos infecta hasta que solo los de la sangre auténtica permanezcan...
Entonces él tendría que morir también. Draco sabía que muchas familias ancestrales eran hipócritas respecto a la pureza de sangre. Sin embargo, lo de él era otro nivel muy diferente.
— ¿Reconoces a nuestra invitada, Severus? — preguntó. Snape alzó los ojos a la cara que estaba bocabajo. Todos los mortifagos estaban mirando hacia la cautiva ahora, ya que se les había dado permiso para mostrar curiosidad. Cuando volvió la cara hacia la luz del fuego, la mujer dijo con voz rota y aterrada.
— ¡Severus! ¡Ayúdame!
— Ah, si — dijo Snape cuando la prisionera volvió a girar lentamente hacia otro lado.
— ¿Y ustedes, Draco, Theo, Pansy? — volvió a preguntar, acariciando el hocico de la serpiente con la mano libre de la varita. Aunque no tendrán que asistir a sus clases. Para aquellos de ustedes que no lo sepan, nos reunimos aquí esta noche por Charity Burbage quien, hasta recientemente, enseñaba en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería.
Se produjeron pequeños ruidos de comprensión alrededor de la mesa. Alecto Carrow cacareó.
— Si... la profesora Burbage enseñaba a los hijos de brujas y magos todo sobre los muggles.... como no son tan diferentes a nosotros...
Uno de los mortifagos escupió en el suelo. Charity Burbage volvió la cara de nuevo hacia Snape.
— Severus... por favor... por favor.
— Silencio — dijo Voldemort, con otro golpe de la varita de su padre. Charity calló — No me alegra la corrupción y contaminación de las mentes de niños magos, la semana pasada la Profesora Burbage escribió una apasionada defensa de los sangresucia en el Profeta. Los magos, dijo, deben aceptar a ladrones de su conocimiento y magia. La mengua de los purasangre es, dice la Profesora Burbage, una circunstancia de lo más deseable.... Haría que todos nosotros nos emparejáramos con muggles... o, sin duda, con hombres lobo...
Nadie rio esta vez. No había duda de la furia y el descontento en la voz del Señor Oscuro. Por tercera vez, Charity Burbage se revolvió para enfrentar a Snape. Corrían lágrimas desde sus ojos hasta su pelo. Snape le devolvió la mirada, impasible, mientras ella giraba otra vez lentamente.
— Avada Kedavra.
El destello de luz verde iluminó cada esquina de la habitación. Charity cayó con un resonante golpe sobre la mesa de abajo, que tembló y se partió. Varios de los mortífagos saltaron hacia atrás en sus sillas. Draco cayó fuera de la suya hasta el suelo.
— La cena, Nagini.
juas, ¿Qué estará planeando Voldy con nuestra Rose?
Apuestas, hagan sus apuestas.
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