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VIII.




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LA FIESTA DE SLUGHORN










Roselyn debía volver a Hogwarts por red flu.

La idea fue de su padre, que se colocó algo paranoico con los asesinatos en incremento durante las vacaciones. La profesora McGonagall los recibiría a la chimenea de la oficina de la subdirectora para que no se vieran obligados a tomar el tren. Se despidieron en la sala de estar de Potter Manor.

— Por lo que... — White parecía muy divertida — El chico de la plaza.

Roselyn parpadeó asustada. No pensó que White los podría haber escuchado, o que aún mantuviera presente el encuentro que tuvo con Malfoy. La miró, esperando algún tipo de acusación en su expresión.

— ¿Si? — balbuceó.

White sonrió.

— ¿Es tu novio?

— ¿Mi qué? — se sintió enrojecer y la cara se le calentó, rezando que su padre o Harry no estuvieran prestándoles atención. Eso sería muy extraño de explicar — No. Absolutamente no. No somos... él y yo... quiero decir, no digo que no sea lindo... me refiero — White parecía más interesada y Roselyn deseaba que se la tragara la tierra y la escupiera en Las Bahamas — es solo un idiota.

— Un idiota que te parece lindo — señaló, mordiéndose el labio inferior para no reír.

Roselyn escondió el rostro entre las manos, pidiendo mentalmente que alguien las interrumpiera para desviar esa conversación.

— ¿Tal... vez? — murmuró, sonando más como una pregunta.

Abrió los dedos, viendo a través del espacio entre ellos. White estaba cruzada de brazos y levantaba la ceja, esperando que se relajara un poco. Roselyn temblaba.

— ¿Va a tu curso?

— Eh... — se acarició la mejilla, sorprendida — no.

White pareció interesada.

— Oh, los mayores son mi especialidad.

— No es tan mayor — terció, sonriendo con nerviosismo. Por un momento, se imaginó lo que pasaría si le dijera a White quién era él.

Si ella la escuchó llamarlo Malfoy, Roselyn no estaba segura. Sabía que a White no le agradaban los Malfoy por todas las cosas que creció sabiendo de ellos.

— Sigue siendo mi especialidad — White le guiñó el ojo — Y en mi experiencia te buscan para dos cosas: o darte la mejor noche de tu vida, o enseñarte a disfrutar de la vida.

— ¿La mejor noche de...? — Roselyn jadeó al comprender lo que White intentaba decir. Chilló bajito y se colocó muchísimo más roja que antes, enterrando el rostro en sus manos de nuevo.

Merlín, sálvala de esa conversación.

— Eso si, siempre usa protección.

— ¡White!

— ¿Le has visto el...?

— ¡No, White!

— ¿Y él no te lo ha visto a ti?

— ¡Por supuesto que no, White!

— ¿Por qué Rose parece a punto de explotar? — Morrigan se acercó a ambas, acomodando la campera de Harry que estaba utilizando. Escondió las manos en los bolsillos y las miró, con curiosidad.

White chasqueó la lengua.

— Ustedes y yo vamos a tener un día de chicas cuando se dé la oportunidad — sonrió, dándoles un medio abrazo a ambas. Se veía tan feliz que Roselyn no pudo reprocharle hacerla sentir tan avergonzada — No hagan nada que yo no haría en Hogwarts.

— ¿Qué cosas no harías tú? — se rió Harry, llegando a la chimenea junto a su padre.

— Dormir con un profesor, seguro — dijo Morrigan, mordiendo una barra de chocolate y dejando que Harry envolviera el brazo alrededor de su cadera.

Su padre tosió aparatosamente. White acababa de sonreír de manera traviesa. Harry, Morrigan y Roselyn jadearon impresionados.

— ¿¡Dormiste con un profesor!?

— ¡Bueno! — intervino su padre, interrumpiendo lo que sea que fuera a decirles White. Ella hizo un puchero, quitándolo al instante cuando él la abrazó por detrás — Pasen un buen final de curso, chicos.

Roselyn entró a la red flu primero, mareándose y tropezando con sus propios pies antes de caer de cara sobre la alfombra. Tosió por el polvo y se colocó de rodillas, viendo a la profesora McGonagall inclinándose frente a ella para verificar que estuviera bien.

— Espero que haya disfrutado sus vacaciones, señorita Potter.

— Lo hice, profesora — sonrió, colocándose en pie. Se sacudió la ropa y miró a la mujer de ojos felinos y severos frente a ella.

— Me gustaría que se quedara un rato — dijo la profesora McGonagall — Hay algo de lo que tengo que hablarle.

Asintió, preguntándose qué había pasado para que la profesora McGonagall necesitara hablar con ella. Seguramente por Malfoy, pensó, asistiendo indecisa. Harry y Morrigan no tardaron en llegar, y aunque Harry se quedó confundido porque Roselyn permanecería ahí, Morrigan consiguió convencerlo de ir con ella y Roselyn se quedó a solas con la Jefa de Casa de Gryffindor.

— ¿De qué quería hablarme, profesora? — preguntó educadamente, sentándose en uno de los muebles cerca del escritorio. La profesora McGonagall le ofreció una taza de chocolate caliente que aceptó gustosa.

— Las tutorías del señor Malfoy — comenzó a decir la profesora McGonagall, tomando asiento del otro lado del escritorio. — Dieron buenos frutos. El señor Malfoy recuperó los trabajos faltantes y entregó los que pedí.

— Me aseguré de que lo hiciera — asintió, orgullosa de su logro.

La profesora McGonagall asintió.

— La idea resultó como se esperaba, señorita Potter — continúo diciendo, dando un sorbo a su propia taza de chocolate — Estoy segura de que el señor Malfoy ahora puede llevar el ritmo de la clase. Pienso que las tutorías ya no serán necesarias.

La sonrisa en el rostro de Roselyn se borró al instante. No se esperaba eso para nada. ¿Por qué? Roselyn conocía a Draco y sabía que sin ella como perrito guardián, dejaría de hacer los trabajos y se metería en problemas con la profesora McGonagall otra vez.

Roselyn conocía a Draco.

Ella lo conocía a él.

¿Qué acababa de pensar?

— Oh — murmuró. Jugó nerviosamente con sus dedos.

— Debe concentrarse en sus TIMO'S, Roselyn — explicó la profesora McGonagall. Levantó el pergamino de sus notas y contuvo una sonrisa — Académicamente rinde. Pero el examen TIMO requiere más esfuerzo de su parte. Ayudar al señor Malfoy ya no será su prioridad.

Eso salió contraproducente.

Por lo que Roselyn tuvo que dejar de lado cualquier cosa relacionada con Malfoy y volver a enfocarse en sus estudios. No tardó ni una semana para regresar a su rutina de siempre, despertar, comer, ir a clases y hacer la tarea. Sin parar.

Luego del segundo sábado de que acabaran sus tutorías, Draco Malfoy la interceptó de camino a su clase de Historia de la Magia y la acorraló contra la pared en uno de los pasillos vacíos.

— ¿Qué crees que haces, Potter? — siseó, mirándola con furia.

Roselyn se estremeció.

— ¿Qué... qué haces tú? — tartamudeó.

— Mi tiempo es demasiado valioso para que me hagas perderlo, jengibre — reclamó, apoyando los antebrazos sobre la pared a cada lado del rostro de Roselyn e inclinando la barbilla para quedar a su altura. Roselyn estaba demasiado nerviosa por su cercanía — ¿Qué crees que haces?

— No sé de qué hablas — susurró, tragando saliva.

Malfoy rodó los ojos con irritación.

— Sábados en tu cuna la biblioteca, zanahoria — frunció la esquina de su labio despectivamente — ¿Por qué no has ido?

Oh. Era eso.

Roselyn lo miró, sintiéndose terrible. Él estaba esperándola. A ella. Realmente siguió asistiendo. Y la buscó cuando no fue. Roselyn sintió que le ardían las orejas y el corazón le saltaba en el pecho bajo la túnica.

— ¿La profesora McGonagall no te dijo?

— ¿Qué debía decirme? — se alejó un poco, con desconfianza.

Roselyn suspiró. Le gustaba tan poquito como sentía que a él lo haría, aunque no lo admitiera.

— Canceló las tutorías — se mordió el labio, incapaz de mirarlo — Ella cree que ya no son necesarias.

Malfoy no respondió en primer momento. Roselyn alzó los ojos y lo observó. Malfoy parpadeó, muy disgustado. Se alejó de golpe y soltó fríamente:

— Bien.

Y se fue.

Y Roselyn se preguntó por qué la profesora McGonagall tenía que cancelar las tutorías en ese preciso momento, cuando ella ya había dejado de verlo como ese chico molesto que solo sabía hacerle la vida imposible a las personas.

No podía dejar de pensar en eso durante Herbología, su siguiente clase del día.

— ¿Irás a la fiesta de Slughorn? — preguntó Ginny, alimentando a su planta carnívora.

Roselyn parpadeó, saliendo de sus pensamientos sobre Malfoy.

— ¿Qué?

— La fiesta de Slughorn, Rose — repitió Ginny. Se acomodó los guantes de piel de dragón, algo desgastados porque pertenecieron a uno de sus hermanos mayores, y la miró — Slughorn dará una fiesta por el comienzo de las clases. Se supone que las hace por Navidad, pero quiso dejarla para después. ¿Irás?

Roselyn se encogió de hombros, no estando de humor para una fiesta.

— ¿Tú irás con Dean?

Ginny hizo una mueca.

— Dean y yo discutimos — comentó, quitando el brazo justo a tiempo antes de que la planta lo tomara entre sus colmillos. Roselyn notó que estaba más molesta de lo que dejaba ver.

— ¿Es tan malo tener novio?

Ginny sonrío de repente.

— Es más divertido que malo — informó, riéndose en voz baja para que la profesora Sprout, la jefa de casa de Roselyn, no las retara — Sobre todo cuando tienes hermanos mayores que creen que pueden meterse en tu vida amorosa y los dejas en su lugar.

Roselyn tuvo que contener las carcajadas. Olvidó el asunto de Malfoy rápidamente, al lado de Ginny que desvío su mente de aquello que la atormentaba.

Al final, y cuando Carrie la convenció de asistir, Roselyn fue a la fiesta del profesor Slughorn, que se haría en su oficina. No invitó a nadie, lo que resultaba raro para todos, aunque ella estaba bien así. Harry fue con Morrigan, Carrie llevó a Ron, Hermione a Cormac McLaggen (eso le pareció realmente una idea ridícula, pero Roselyn se lo guardo a tiempo para no hacerla sentir mal) y Ginny a Dean, lo que la dejó en medio de un montón de parejitas.

Tenía que respirar, así que se alejó hacía la primera persona que le pareció no la agobiaría.

— Hola, Neville — sonrió al chico, que llevaba una bandeja de plata y se sonrojó al acercarse a ella.

— Hola, Rose — devolvió el saludo tímidamente — ¿Quieres?

— ¿Qué es?

— Testículos de dragón.

Frunció el entrecejo. Neville parecía divertido de repente.

— Hermione los aceptó para que Cormac quisiera dejar de besarla — explicó, viendo sobre su cabeza. Roselyn siguió sus ojos. Hermione estaba moviéndose entre la multitud, claramente huyendo de alguien. — Es una buena idea. Te deja un aliento horrible.

— Bueno, yo no estoy evitando a nadie — se encogió de hombros. Acababa de ver a Harry y a Morrigan con los profesores Slughorn y Snape, este último teniendo su cara de burla, aunque Harry parecía estar provocándolo. Torció los ojos. Su hermano jamás se dejaba de meter en problemas — Así que paso.

Entonces, se congeló. Filch acababa de entrar, arrastrando a Draco de la oreja. Despidiéndose vagamente de Neville, apresuró el paso para ir con el profesor Slughorn, a donde el amargado conserje llevaba a Draco.

— Profesor Slughorn — dijo Filch, respirando con dificultad, con sus quijadas trémulas y la maníaca luz de detección de travesura en sus ojos enormes — descubrí a este niño acechando en un corredor del piso de arriba. Él dice haber sido invitado a su fiesta y haberse demorado en ponerse en camino. ¿Le dio una invitación?

— De hecho — habló, tomando valor. Harry la miró con los ojos abiertos y Morrigan y Slughorn parecían sorprendidos. Snape parpadeó, imperturbablemente y causándole un escalofrío. Filch se veía molesto por la interrupción y Draco solo levantó la ceja — Uhm, yo lo invité. Me dijeron que podía traer a alguien, profesor.

— Por supuesto, por supuesto — dijo el profesor Slughorn, hipando.

— Pensé que no vendrías — agregó, centrándose en Draco. La furia que él traía arrastrado por Filch se desvaneció un poco.

— Solo fue un pequeño retraso, Potter — masculló, como si quisiera sonreírle. Roselyn no contuvo la suya.

— Rose  — balbuceó Harry — ¿Qué estás...?

— Si no les importa — cortó, sintiéndose ansiosa por la mirada acusadora de su hermano — Draco y yo estaremos por allá.

— ¡Disfruta la fiesta, Roselyn! — exclamó el profesor Slughorn, alzando su vaso de Whiskey en un brindis.

Roselyn tomó la muñeca de Draco y se lo llevó lejos de aquel grupo. El corazón le latió fuertemente. Acababa de meterse en un lío tremendo.

Harry la iba a odiar.








weno weno, se complican las cosas ajua

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