II.
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TUTORÍAS
Querido padrino,
Si te lo preguntas, sí, he estado evitando escribirte. Mamá no fue a verme cuando dejamos King Cross e hice sentir mal a White. Sé que me dijiste que le diera una oportunidad, que es una buena persona, pero mamá también lo era ¿no? O al menos eso me decías. No fue capaz de ir a despedirse ese día y me desquité con ella.
Harry se enojó conmigo, pero ya lo pudimos arreglar. El profesor Slughorn nos invitó a su club ¿debería entrar? papá y tío Sirius comentaron que ellos jamás aceptaron ir, aunque sé que mamá sí lo hizo. Harry me lo dijo. Creo que por eso no quiere entrar.
La ansiedad está molestándome otra vez; no he tenido ataques, puedo manejarlo así. Y no, aun no quiero que le digas a papá. No me gusta preocuparlo, a veces pienso que entre Harry y yo le causaremos un infarto algún día.
Espero que este año no sea tan problemático como el anterior.
Te quiere,
Roselyn.
Roselyn enrolló el pedazo de pergamino, sintiendo el pico de su lechuza, Mercurio, morder su oreja cariñosamente. Roselyn acarició la cabeza de Mercurio y ató la carta a su pata. El ululeo de Mercurio emitió una despedida a su dueña para echar el vuelo, perdiéndose en el paisaje escocés de Hogwarts.
Había llegado a Hogwarts hacia casi un mes, y hasta el momento lo más interesante que le pasó a Roselyn era que Harry le pidiera ayuda en las pruebas de quidditch de Gryffindor. No jugaba para el equipo de Hufflepuff, pero era buena en el deporte. Y luego que su hermano fuera llamado El Elegido durante todo el verano, las pruebas atrajeron demasiado la atención y ahí se encontraba ella, ayudando a la competencia aunque los de su casa no estuvieran demasiado contentos con eso.
— ¡Demuestra de lo que estás hecho, Ron! — una alegre morena cayó de manera estrepitosa sobre un par de Ravenclaw que estaban riéndose en las gradas, y Carrie James, una buena amiga de Roselyn y actual novia de Ron, el mejor amigo de Harry, agitó la mano en dirección de su novio, que sonrió tímidamente al verla.
— Hola, Carrie — saludó Roselyn, divertida de ver a la entusiasmada Carrie.
Carrie saludó de vuelta, aun sentada sobre sus propios compañeros de casa. A Roselyn le alegró verla. Carrie fue la principal razón por la que Ron hacía las pruebas de nuevo, según le contó Harry, aquel verano ella se encargó de convencerlo y Roselyn se sentía feliz de que al menos alguien comenzaba a sentir la confianza necesaria para aprovechar la oportunidad.
A veces Roselyn quería tener su propia Carrie, y otras veces agradecía no tenerla. Lo más seguro es que le daría un ataque de ansiedad en medio del juego y haría el ridículo frente a toda la escuela.
— Harry ya les gritó a los niños de primero que se presentan — Morrigan se sentó junto a Roselyn, peinándose con los dedos el cabello castaño — Y yo casi hechizo a las niñas de tercero por hacerle ojitos. Sinceramente ¿Qué sucede con las nuevas generaciones? Cuando tenía 13 aún pensaba que los niños comían mocos.
— Ahora tienes 16 y te comes a mi hermano — Roselyn se encogió de hombro — eso es canibalismo, Morrigan.
Morrigan sonrió traviesamente.
— Es diferente ¿Has visto a tu hermano?
La mueca de asco en la cara de Roselyn no tardo en hacerse presente, provocándole una carcajada a Morrigan que llamó la atención de varios de los estudiantes que estaban en el campo de quidditch por las pruebas. Entre ellos, Harry. La insignia de capitán estaba sobre su túnica y el viento mantenía el cabello azabache más despeinado de lo normal. Hizo una seña con la mano a su novia, pero Morrigan solo le sonrió y levantó los pulgares como muestra de apoyo.
— ¿Las cosas no son raras entre ustedes? — Roselyn se mordió la lengua cuando las palabras salieran de su boca, pero Morrigan la había escuchado y ahora la miraba, esperando que continuara — Quiero decir, luego que... ya sabes, Voldemort.
Morrigan miró al frente; su expresión pacífica no logró calmar a Roselyn.
— Intentó alejarse, ya lo conoces — se encogió de hombros, frunciendo el ceño repentinamente — No lo deje. Creo que Ron y Hermione me tienen en un altar por eso. Es bastante difícil seguirle el paso cuando una cosa se le mete en la cabeza.
Roselyn reconoció el tono que empleó. Era fácil hacerlo, tratándose de su hermano. Ya se le había metido algo a la cabeza.
— ¿Qué pasó ahora?
Morrigan colocó los ojos en blanco. Se inclinó hacia ella, colocando la boca cerca de su oído para que sólo Roselyn le escuchara.
— Harry tiene la extraña sensación de que Draco Malfoy es un mortifago — los ojos de Roselyn se abrieron de par en par, escuchando el suspiro de Morrigan mientras ella se enderezaba — Mira, y no digo que sea tan descabellado. No conozco hace mucho a Malfoy y sé que es un patán purista. Pero... mortifago suena demasiado. Incluso para él.
— ¿Cómo se le ocurrió la idea? —Roselyn sintió un mal sabor en la boca al decirlo —¿No será solo porque lo odia?
— Ni se te ocurra mencionar eso frente a Harry, Rose — Morrigan parpadeo escandalizada — Hermione ya lo hizo y no salió bien. Harry escuchó una conversación de Malfoy en el tren, y se lo encontraron en el Callejón Diagon durante verano. Desde entonces insiste que tiene la marca.
— Pero... ¿Por qué querría Voldemort a Malfoy?
— No lo sé — Morrigan negó con la cabeza, agitando su cabello y acariciando el brazalete con forma de serpiente enrollado alrededor de su muñeca —No creo que Harry este seguro tampoco...
— ¡Oye, Isolt, pensé que me ibas a ayudar, no a platicar con mi hermana! — gritó Harry, levantando la saeta de fuego en su mano.
— ¡Yo no ayudo a la competencia, amor! —le gritó Morrigan de vuelta, bastante consciente de que estaban rodeadas de fanáticas de Harry que le lanzaron miradas asesinas.
Roselyn sonrió al mismo tiempo que Harry.
— ¡Oye, pedazo de arrogante orangután! — el chillido de Carrie sobresaltó a Roselyn, inclinándose para ver a la morena de pie en las manos, agitando su brazo amenazadoramente a uno de los aspirantes a guardianes — ¡No la atrapaste, ya sal de ahí!
Morrigan bufó, enojada.
— Estúpido McLaggen — murmuró, levantándose del asiento y bajando las gradas de dos en dos.
Roselyn negó sonriendo. La mayoría de personas con las que convivía era gracias a las amistades de su hermano (que tampoco eran demasiadas), Roselyn siempre fue mala haciendo amigos y conviviendo con desconocidos, pero no necesariamente eso era algo malo. A Roselyn le bastaba y sobraba con ellos.
— ¿Roselyn Potter?
Un niño primer año de Slytherin se le acercó, sonriendo tímidamente a Roselyn.
— ¿Si?
— La profesora McGonagall la necesita en su oficina.
Roselyn frunció el ceño, pero tomó su mochila y bajó al campo, acercándose a Harry que observaba las pruebas de cazadores. Le comentó que estaría con McGonagall y que le vería después para darle su opinión de las pruebas que observó.
— ¿Por qué te busca McGonagall?
Roselyn se encogió de hombros, dándole un beso en la mejilla y apresurando el paso para dirigirse al castillo. Mentalmente estaba repasando la lista de cosas que había hecho en Hogwarts desde el inicio de curso y que podrían darle un problema con la subdirectora.
No se le ocurrió nada, lo que la puso aun más nerviosa.
Subió las escaleras e intentó acomodarse el cabello, aunque lo sabía un caso perdido. Su cabello era igual de problemático que el del resto de su familia. Se decidió a hacerse una coleta alta y tratar de que los mechones cortos no se alborotaran tanto.
Cuando llegó a la oficina de McGonagall, le latía el corazón fuertemente. Jamás había estado en problemas y no quería iniciar ahora. Entró, asomando la cabeza.
— ¿Me buscaba, profesora McGonagall?
La mujer de túnica esmeralda y ojos severos alzó la cabeza, ofreciéndole una vaga mirada sobre el marco de las gafas a Roselyn.
— Pase, señorita Potter.
Roselyn entró a la oficina a pasos inseguros, jugando con la correa de su morral. Hizo tronar sus dedos mientras se sentaba, gesto nervioso que le acarreó otra mirada analítica de la profesora de Transformaciones.
— Señorita Potter — dijo McGonagall, entrelazando las manos sobre el escritorio — Tengo entendido que este es su año de TIMO's — ella asintió, sin saber qué más decir — Y siempre ha sido una estudiante estrella.
Roselyn intentó no sonrojarse.
— No estoy sobre el promedio — murmuró, nerviosa.
— La única materia que parece darle problemas es Pociones — McGonagall elevó el pergamino con el registro de sus notas, lo que hizo sentir a Roselyn avergonzada — Aunque el profesor Slughorn ha comentado que le está yendo bastante bien en este mes, señorita Potter.
— Mi papá me prestó los viejos libros del abuelo — comentó, jugando con sus dedos — Dice que el profesor Snape no me enseñará nada si sigue dando clases como las da.
A Roselyn le dio la sensación de que la profesora McGonagall estaba tratando de no sonreír.
— Entonces encontrará la manera de arreglárselas en Defensa Contra las Artes Oscuras — se encogió un poco ante la horrífica idea — Pero no está aquí para hablar de sus clases con el profesor Snape.
— ¿No?
La profesora McGonagall negó con la cabeza.
— Es una de las mejores estudiantes que he tenido en Transformaciones, señorita Potter, un talento que creo ha heredado de su padre — Roselyn sintió cierto gratificante cosquilleo en el pecho al escuchar tales palabras — De igual manera, sus métodos de estudio, según tengo entendido, no son demasiado... tradicionales.
Ella sonrió levemente.
— Me gusta experimentar.
— Por eso mismo está casi a un nivel EXTASIS — la profesora McGonagall parecía algo orgullosa, lo que volvió a causar el cosquilleo en el pecho de Roselyn — Ciertamente, señorita Potter, lo que le quiero pedir será complicado si aceptara, teniendo en cuenta que es su año de TIMO's.
— Uhm... — Roselyn se removió en el asiento — ¿Qué quiere pedirme, profesora McGonagall?
La puerta sonó.
— Pase — dijo la profesora McGonagall.
El rechinido de la puerta hizo a Roselyn girar, y Draco Malfoy entró en su campo de visión. Malfoy, que vestía un traje negro, lucía hastíado y no se guarda su impaciencia al ver a la profesora de Transformaciones.
— ¿Qué hago aquí? — inquirió, frunciendo el ceño.
Malfoy se veía horrible. Roselyn no tenía otra manera de describirlo. Bajo la cuenca de sus ojos había unas ojeras horribles, de un color morado que resaltaba entre la pálidez del resto de su cara. El cabello rubio no lo tenía engominado como Roselyn acostumbraba a verlo, en realidad, salía disparado a todas partes.
— Señorita Potter — la profesora McGonagall ignoró completamente el tono con el que Malfoy le ha hablado y giró a ver a Roselyn, que alzó una ceja esperando una explicación de la mujer —Quisiera que le diera tutorías al señor Malfoy.
Así que ese era el tan complicado trabajo.
Roselyn no se sobresaltó cuando escuchó la protesta inmediata de Malfoy.
— No necesito tutorías — indicó de inmediato, acercándose al escritorio como un dragón hembra a punto de escupir fuego a quienes se acercan a sus crías.
La analogía causo gracia a Roselyn, que rió silenciosamente hasta que sintió los ojos amenazadores de Malfoy sobre ella.
— Y menos de una niña de quinto — casi lucía ofendido por aquello.
— Señor Malfoy, he mandado a los alumnos de sexto 5 trabajos durante el mes y ninguno de los cinco ha sido capaz de entregar — dijo la profesora McGonagall, no acobardándose cuando Malfoy le frunció el ceño — Esta alumna de quinto, parece tener más responsabilidad de la que está mostrando este año. Y no es una sugerencia, señor Malfoy, es una orden. Debe recibir las tutorías de la señorita Potter, si quiere graduarse acaso.
La mirada asesina que le lanzó Malfoy antes de salir, echo una furia, de la oficina, hizo sentir a Roselyn aun más ansiosa que antes.
¿Cómo demonios le dejaba McGonagall tratar con alguien tan desagradable como Draco Malfoy? ¿Por qué?
Y el año tranquilo que Roselyn esperaba tener se ve cada vez más lejano.
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