FINAL
thirty eight;
SANGRE JOVEN
Draco tuvo una mala madrugada intentando controlar su emoción.
— Vas a parecer un muerto viviente cuando se encuentren — reprendió Magia, observándolo pasearse frente al espejo del baño de su habitación en el Caldero Chorreante.
— Sí — una sonrisa burlona crecía en el rostro de Hécate mientras hablaba, y Draco no tuvo que prestarle atención para saber lo que iba a decir: — Asustarás al pobre Scorpius con tu cara de estreñimiento.
— Hécate — Magia frunció los labios, su intento no visible de controlar la risa por el bien de los nervios de Draco, que observó a la hechicera con intenciones asesinas.
Hécate desdeñó la actitud del rubio, encogiéndose de hombros en un extraño gesto humano hacia Magia.
— Alguien tenía que decírselo — indicó, quitándole importancia a la situación — Scorpius no se llevará una buena impresión de ti si continúas insultando cada cinco segundos.
Habían pasado los dos meses de la condena de Draco respecto a su hijo, era el cinco de junio de 2005 y la boda de Pansy y William se celebraría aquel día. Draco estuvo presente para la despedida de su soltería que le organizaron James y Sirius a William, y aunque pasó unas buenas horas viéndolos actuar como niños, el nerviosísimo lo golpeó apenas colocó un pie en el Caldero Chorreante para dormir.
Él vería a su hijo por fin.
— No le hagas caso — dijo Magia, con una sonrisa delicada en su rostro. Se acercó a Draco y le acarició el brazo, sus ojos celestinos brillando de emoción — Feliz cumpleaños, Draconis.
Un suspiro tembloroso se le escapó de los labios.
— ¿Por qué parece que fuera a morirse? — la exasperada voz de Salazar Slytherin cortó el ambiente emocionado alrededor de Draco. El fundador hablante de pársel se apareció junto a Magia, rodeándola de la cintura con sus brazos, y le frunció el ceño al rubio, una sonrisita divertida creciendo en su cara — Te ves fatal, niño.
— Déjalo tranquilo, Salz — reprendió Magia, sin hacer caso de la mueca exasperada que emitió Hécate viendo a Salazar — Draco podrá conocer a Scorpius hoy.
— Oh, por eso Isolt estaba tan ansiosa ayer — Salazar asintió al comprender, y recostó el mentón encima del hombro de Magia. La barba de tres días debió causarle cosquillas a la piel de marfil de Magia, pero no pareció molestarse, permitiendo a su cuerpo recostarse contra el de él. Salazar parpadeó, un poco ufano ahora. Magia nunca había sido particularmente demostrativa, menos aún si no estaban solos — Y Scorpius inundó la casa.
— ¿Lo hizo? — Hécate se oyó bastante emocionada, a pesar de la mirada exasperada que recibió de Magia — Ese niño me llena de orgullo.
Y con esa nota feliz, Hécate se desvaneció de la habitación.
Draco rodó los ojos, ignorando la risita que soltó Salazar, y se acomodó mejor la corbata negra que estaba usando. Había sido idea de Sirius que ellos (James, Remus, él, Draco, Theo, Blaise y Harry) fueran a juego, y William aceptó cuando Pansy se enteró accidentalmente y se encontró encantada por ella. Gracias a eso, las vestimentas de los siete eran una combinación del esmoquin muggle y una túnica de gala abierta.
— Odio las corbatas — dijo Salazar.
— Te verías bien usándolas — opinó Magia, analizando el aspecto de Draco y volviendo a su amante, como si se lo imaginara en aquel traje. El brillo aterrado por parte del fundador debió darle un incentivo, porque chasqueó los dedos y la ropa habitual de Salazar (pantalones y botas de cuero, un collar de plata colgándole del cuello y una simple camisa roja que delataba la época durante la cual estuvo vivo) fue reemplazada por un esmoquin y corbatín. — Así estarás presentable para la boda de tu sobrino.
— ¡A Godric no lo obligas a usar esto!
Magia volvió a chasquear los dedos. Cinco segundos después, Godric Gryffindor se apareció frente a ella, luciendo un esmoquin igual al de Salazar. Draco no lo había visto desde aquel extraño día donde se enteró que era descendiente de Morgana y Merlín, pero su parecido al de los Potter seguía intacto. Nada en él era diferente, a excepción del corte de cabello (un poco más largo de lo que Draco recordaba), su expresión horrorizada y el hecho de que sostenía la mano de una mujer innaturalmente hermosa de cabello chocolatado, piel caramelo y ojos astutos que se veía (de manera muy inquietante) igual a Morrigan.
— ¿QUÉ HE HECHO YO PARA MERECER ESTO?
— Es la boda de tu hijo — dijo Magia, como si fuera obvio. — No tienes excusa para no estar presentable, Godric.
— Ragnor ni siquiera nos verá allí. — se quejó Godric.
— ¿Y? — Magia alzó la ceja, una sutil forma de hacerle notar que discutir sólo la haría enojar.
Godric no dijo nada más, y se dedicó a refunfuñar bajo su aliento para diversión del doppelgänger de Morrigan. Ella y Magia compartieron una sonrisa cómplice que indignó a Salazar y Godric, pero sabiamente, ninguno de los dos abrió la boca en protesta.
Draco sacudió la cabeza y resopló, el renovado intento de calmar sus nervios fracasado.
— Estás peor que Scorpius — decidió Godric, pareciendo divertido.
— Gracias — ironizó Draco, apretando los dientes.
— De nada — Godric sonrió.
— Oh, por Magia — la doppelgänger de Morrigan estiró el brazo y le dio un golpe al hombro de Godric, que emitió un sonido ahogado y se acarició discretamente la zona, escondiéndose tras Salazar cuando ella lo miró de nuevo — Deja al pobre chico en paz.
— Konstantinova tiene razón — dijo Magia, y Konstantinova le sonrió triunfante a Salazar y Godric, ganándose bufidos ofendidos por parte de ambos fundadores — Recuerda que te reunirás con Morrigan y Harry para verlo en London Eye Mágico, Draco. Dale helado a Scorpius, le gusta el de chocolate.
— Con chispas de colores — completó Draco, asintiendo distraídamente — Rose me contó. Gracias, Magia.
Magia se acercó a él una vez más y le colocó la mano encima del hombro. Al instante, los nervios de Draco se desvanecieron y el nudo de su estómago se soltó, permitiéndole respirar normalmente de nuevo. Ella acarició su mejilla, el gesto maternal habitual de parte de Magia consiguió que los miedos que carcomieron sus noches durante la última semana se ahogaran y la emoción volviera.
— Él te adora — susurró, y los fundadores de Hogwarts se desaparecieron, dándoles la privacidad que Magia había pedido con ese gesto tan simple. Draco ya no encontraba sorprendente lo bien que conocían a su tatatarabuela. — Y está igual de feliz que tú por verte hoy. Quiero que te enfoques en eso ¿si?
— Trataré — prometió, lamiendo sus labios. Sentía la garganta reseca cuando ella se alejó y, con una última sonrisa alentadora, lo dejó solo.
Draco tomó su varita, el regalo de bodas y bajó las escaleras. El Caldero Chorreante estaba cerrado ese día, ya que el matrimonio Longbottom también había sido invitado a la ceremonia en Potter Manor. Colocó las llaves de su habitación sobre el lugar habitual del mostrador, y se apareció, London Eye Mágico como destino desfilando en su mente.
La brisa fresca que corría, a pesar de los indicios del verano, golpeó el rostro de Draco al aterrizar cerca del río Támesis. La noria se movía y las distintas atracciones turísticas mágicas en funcionamiento hicieron a Draco sonreír un poco, pensando la razón de que su hijo haya pedido explícitamente aquel lugar como escenario de su encuentro.
— ¿Nervioso?
Draco miró a su lado. Roselyn le sonrío, consciente de la leve rigidez en los hombros de Draco a causa de la sorpresa. Ella se veía tan preciosa como siempre, usando un vestido muggle rojo de tirantes que se ceñían a sus hombros, con un escote pronunciado, y una v invertida abierta en la pierna, dejando a la vista el tatuaje del león. Tenía el cabello amarrado, algunos mechones ondulados cayéndolo sobre el rostro, y los labios pintados de carmesí. Los tacones negro de punta la hicieron estar a la altura de Draco, observándolo divertida a los ojos.
— Un poco — admitió, ofreciendo su brazo. Ella lo tomó, y ambos caminaron cerca de la noria. Brujas y brujos con niños venían y corrían, los dueños de los distintos establecimientos ofreciendo dulces y vendiendo productos. — ¿Podrías decirme lo que Scorpius encuentra divertido de este lugar?
— La gente — respondió con simpleza, encogiéndose de hombros ante su expresión extrañada — Cada vez que ven a Harry por aquí, se alteran completamente. Una vez, cinco brujas se desmayaron incluso. Scorpius heredó la manía de Morrigan de divertirse por los alcances de la fama de Harry.
— Suena como Morrigan — Draco asintió, recordando a la madre de su hijo mientras eran adolescentes. La incomodidad de Potter era obvia incluso para esa época y Morrigan lo encontraba todo tan hilarante, probablemente porque, a diferencia de los demás, no se crío en Inglaterra oyendo historias con el nombre de Harry alrededor de ellas.
— Él se parece mucho a ella — dijo Roselyn, y ambos se detuvieron frente a la entrada de London Eye. Había una fila grande de turistas mágicos que observaron en silencio unos segundos, disfrutando la tranquilidad junto al otro — Lo amarás.
— Ya lo hago — corrigió, apretando su agarre en el brazo de su novia.
Roselyn le besó la mejilla, una sonrisa dulce estirando sus labios que Draco encontraba tan apetecibles allí. Habían retomado su relación oficialmente un mes atrás, y aunque ser amenazado por James y White (algo sobre no herirla a menos que quisiera morir) no era su manera favorita de iniciar un noviazgo, tenerla a su lado calmaba un poco toda la intensidad que sintió, a vísperas de finalizar la condena.
— ¡No puede ser! — una vocecita infantil llamó su atención, y creyendo que todo su cuerpo entraba en combustión al ubicar aquella voz con el sueño que tuvo meses atrás de Magia y su hijo, se giró.
Morrigan, Harry y Scorpius estaban allí, sin notarlos, a unos metros de ellos. Harry usaba el mismo juego de trajes que él y Morrigan llevaba un extraño vestido rosado oscuro, pegado a su torso y con escote en forma de corazón, maquillaje suave y el cabello chocolate en ondas; no se veía como si hubiera tenido a su segundo hijo sólo un mes atrás, al que Harry sostenía envuelto en mantas oscuras.
Scorpius, quien parecía ocasionar bastante seguido que el corazón de Draco diera saltos mortales, se estiraba en la punta de sus pies tratando de ver a su hermanito.
— ¿Ya se durmió? — refunfuñó Scorpius, cruzándose de brazos.
— Es un bebé, Scor — Morrigan acarició el cabello del niño, frunciendo los labios para contener la risa ante su puchero — También te dormías muy seguido.
— Y cuando permanecías despierto no había quien te durmiera de nuevo — susurró Harry, ganándose de inmediato un golpe al hombro por parte de Morrigan.
La sensación de deja vu aturdió a Draco unos segundos, podía jurar que había presenciado esa escena en su habitación aquella mañana. El parecido de Godric con su descendencia y el hecho de que Morrigan tuviera a su propia doppelgänger siendo la novia de este ahora se hacia notable, cuando ambos tenían una edad cercana a la de los fundadores de antaño.
— ¡Pero es aburrido! — Scorpius se quejó de nuevo, alzando los brazos.
— Aburrido es genial — opinó Harry, sin hacer caso de su esposa — Aburrido es encantador, tratándose de bebés. Aburrido es...
Se quedó callado. Harry los había visto.
La confusión cruzó sus ojos esmeraldas por unos segundos, y alzó una ceja, la pregunta tácita de porqué no se acercaban escrita en su mirada. Roselyn le dio otro apretón al brazo de Draco, tirando un poco para hacerlo caminar, mientras Morrigan se enderezaba y sostenía a Scorpius. El niño, habiendo entendido la razón del silencio de su padrastro, se quedó congelado, esperando alguna indicación de que debía girar.
Lo primero que Draco procesó al tener de frente el rostro de su amado hijo, fue que estaba viéndose a si mismo de niño.
— Me alegra no haber sido la única que creyó buena idea venir preparada — dijo Roselyn, rompiendo el silencio de forma sutil.
Morrigan se rió, contenta con la intervención.
— Merlín, sí. Pansy nos mataría si aparecemos tarde en la ceremonia.
— Ya nos intentó hechizar ayer cuando llevamos a William — comentó Harry, arrullando al bebé que se despertó ante el sonido de sus voces.
Draco notó, en un intento de controlar su emoción quitando la atención de Scorpius, que se parecía a Morrigan. Su piel era caramelada y tenía las mejillas regordetas, como todo bebé; las pequeñas orejas puntiagudas cubiertas por una mata de cabello azabache marca Potter. Ahora que estaba un poco despierto, el par de esmeraldas que obtuvo de Harry llamaban bastante la atención, bostezando y retorciéndose en los brazos de su padre.
— ¡Eh! — Scorpius volvió a colocarse de puntillas y se inclinó hacia su hermano menor. El bebé balbuceó, y Scorpius sostuvo su manita con adoración, viéndolo cerrar los ojos y dormirse otra vez — James Sirius es muy raro, mamá.
— Lo heredó de Harry — dijo Draco, sin poder contenerse.
Harry le regaló una mirada asesina, mientras Morrigan tosía para ocultar una risa y Scorpius sonreía apreciativamente, el aspecto cegador de su rostro (obra de Magia, pensó Draco mirándolo) aturdiéndolo un poco. Draco no tenía palabras para describir el sentimiento que carcomía su pecho, teniendo al niño cerca a él, porque lo único que sabía era que quería abrazarlo y prometerle hasta el cansancio que no lo dejaría nunca más.
Roselyn sólo sacudió la cabeza.
— Iré por helados — anunció, soltándose del brazo de Draco. Con una mirada a Harry y Morrigan, retrocedió unos pasos a la tienda de helados — ¿Vienen?
Ambos padres asintieron, agradecidos de tener una razón para huir de la incomodidad. Morrigan se agachó, lo poco que le permitía el apretado vestido, y quitó la pelusa inexistente del hombro de Scorpius, que se rió un poco ante su toque y la miró con ojos brillantes.
— ¿Cuál quieres tú, amor? — preguntó.
Scorpius parpadeó entusiasmado. Draco recordó las palabras de Magia.
— Chocolate con chispas...
— De colores — terminó Draco.
La sorpresa que corrió en el rostro de su hijo lo deleitó unos segundos, antes de que el pensamiento depresivo del día cruzara su mente; pasó tantos años lejos de él que Scorpius encontraba extraño que Draco conociera su sabor de helado favorito.
Una cosa tan trivial como el helado y su hijo se sentía feliz de que él estuviera al tanto de ello.
— ¡Si! ¡Ese es mi favorito!
Morrigan pareció aliviada y Harry sonrió divertido, como si hubiera pasado las últimas semanas convenciéndola de que Draco no haría nada que hiciera sentir mal a su hijo el día que se encontraran. Lo hubiera ofendido el descubrimiento si no entendiera de dónde venía el pensamiento; Scorpius ya había pasado por mucho y Draco apenas lo conocía, le resultaría fácil ofenderlo si no tenía cuidado.
Draco no pudo controlar el impulso que tenía de envolver al niño en sus brazos; cuando se vio solos, se colocó de rodillas y cerró el espacio que los separaba con fuerza. El suspiro de sorpresa por parte del niño casi consiguió que llorara, besándole la sien y manteniéndolo pegado a su pecho. Scorpius se movió torpemente, sus manos enrollando las esquinas de la túnica que cubría el esmoquin.
— Estás tan grande — susurró, mordiéndose el labio al punto que pensó que sangraría.
— Mamá dice que crecí cinco centímetros — dijo Scorpius, con naturalidad. — Hola, papá.
Aunque había estado preparándose de poder escuchar, tras siete años, esa palabra salir de la boca de su hijo y dejar de imaginarlas, nada lo ayudó a controlar el retorcijón de deleite que obtuvo su corazón. El niño lo decía de una forma tan cristalina, tan pura, que la lágrima que se deslizó en su mejilla gracias a ello no lo hizo sentir avergonzado de perder los papeles.
— Hola, Scor — saludó de vuelta, separándose un poco. Scorpius arrugó la nariz, notando lo rojizos que se le colocaron los ojos, pero guardó silencio y no hizo preguntas. Draco lo agradeció, no se sentía de ánimos para explicarle la razón de su llanto — ¿El collar te funciona?
Scorpius bajó la mirada. El amuleto protector que Draco hechizó para él sobresalía de su esmoquin.
— Ya no lo necesito — admitió el niño, jugando con la cadena de plata — Pero le dije a mamá que quería seguir usándolo. Es el primer regalo que me diste.
— No es un regalo, Scorpius — Draco se tragó todos los insultos que quería decirse a si mismo, y sólo atinó a acariciar la mejilla de su hijo y apartar un poco el cabello de su cara, dándose cuenta que Scorpius no era todo él: también tenía las orejas puntiagudas de Morrigan. — El collar funcionaría como canalizador, no sólo para salvarte, también para que me sintieras contigo a pesar de que no podía estar físicamente. Yo... te debo una disculpa, cometí errores de los que nunca podré arrepentirme lo suficiente, construí mi propio camino lejos de ti y no sabes lo mucho que odio haber tenido que alejarme tanto tiempo.
— Odiar es una palabra muy fuerte — murmuró, y arrugó su nariz de botoncito con disgusto.
— Es la única que representa lo que siento — señaló, respirando hondo — Lo lamento mucho, Scorpius, no pretendo que me perdones o que ignores todos los años que no estuve aquí para ti. Lo único que quiero es una oportunidad, para ser tu padre. ¿Podrías dármela?
Scorpius no dijo nada por cinco minutos. Draco casi podía ver los engranajes moviéndose a toda velocidad en la cabeza de su hijo, analizando la pregunta con minuciosidad.
— Ya tengo un padre — decidió Scorpius, al final de su silencio. Draco creyó que todo su mundo se agrietaba antes de que Scorpius considerara buena idea seguir hablando: — Pero no hay nada de malo en tener dos ¿Cierto?
Esta vez, Scorpius correspondió el abrazo de su padre.
Desde el puesto de helados, Roselyn emitió un suspiro tembloroso mientras veía a los dos Malfoy. Había estado presente en cada una de las crisis de Draco acerca de Scorpius y aunque siempre supo que el niño no dejaría escapar la oportunidad de tenerlo ahí con él, le alegraba verlo tan receptivo al amor que Draco le tenía.
— Convénceme de que no será un mal padre — susurró Morrigan, acariciándose los brazos desnudos ansiosamente. La mirada chocolate de su cuñada no había abandonado al padre de su hijo ni un segundo.
— Draco volvió por él, Morrigan — dijo Roselyn, dándole una lamida a su helado de chicle — Hará todo lo que esté a su alcance para que Scorpius no esté feliz.
Morrigan la miró.
— Puedes elegir no creerlo, Rose — comenzó, aceptando el helado que Harry le ofrecía. Al ver que tenía la atención de la pelirroja en ella, Morrigan sonrió — pero Scorpius no es la única razón por la que Draco ha vuelto después de tanto.
Roselyn sólo volvió a ellos. Scorpius acababa de decir algo que había hecho sonreír a Draco, y la sensación que le daba presenciar la felicidad de su novio le llenó el corazón.
Scorpius sacudió la mano y corrió hacia sus padres y Roselyn, gritando por su helado favorito. Morrigan lo reprendió porque se podía caer y Harry trató de no reírse mucho, sosteniendo a James Sirius aún dormido entre sus brazos. Cuando Draco llegó, cerró los brazos alrededor de la cintura de la pelirroja y besó la mejilla de Roselyn, observando a su inquieto hijo revolotear cerca de su hermanito.
— ¿En qué piensas? — susurró Roselyn, aspirando el aroma a menta de la colonia de Draco.
— No eras una mala tutora después de todo, jengibre.
Ella sonrió.
FIN
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