Capítulo 9
Max no dejaba de sonreír embobado mientras manejaba. Su amigo de le miraba entrecerrando los ojos tratando de adivinar qué rayos le ocurría. No tenía que ser un genio para suponer que algo bueno le había ocurrido.
—Escupe, ¿por qué estás arrojando corazones por los ojos?
Él esbozó una sonrisa ronca.
—Calderón, Acacia y yo nos besamos.
Gian que había metido un pedazo de sándwich a la boca lo escupió hacia la pista.
—¿Qué? ¿Cómo así? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Ella de verdad te gusta?
—Mucho Calderón, mucho.
Se quedó pensando mientras le miraba detalladamente. Susan le había buscado con la esperanza de volver con Max, de verdad lo quería de vuelta, y él como buen amigo se comprometió a ayudarla. ¿Cómo le diría ahora que su mirada se hallaba hacia otro lado?
—Es en serio, ¿no?
—Sí. ¿Qué debo hacer ahora?
—¿No son novios ya?
—Aun no.
—¿Qué hay de Susan?
La sonrisa que Max había profesado se fue convirtiendo en melancolía.
—No vamos a volver Calderón. Ya no siento lo mismo que antes. En el pasado siempre tuve esa sensación de protegerla, de cuidarla, pero eso ha cambiado, aun deseo su bienestar, pero cuando estoy junto a Acacia... es algo que no puedo explicar. —Volvió a sonreír—. ¿Qué debo hacer?
—Llevarle serenata. Hace mucho que dejó de hacerse eso. Estoy seguro que a ella le gusta esas cosas cursis y románticas según su percepción.
—¿Me apoyarás, amigo?
—¿Por qué no?
Le pareció divertido, aunque pronto tendría que darle la mala noticia a Susan.
Después de las clases fue a buscarla al trabajo. Ella de noche ganaba dinero en un minimarket como cajera. La encontró quitando los snacks vencidos de los estantes. Se paró a su lado para ayudarla. Se veía muy pequeñita junto a su gran altura.
—Gian, qué sorpresa.
Le contestó sonriendo, mientras bajaba por ella un envase de ajinomen.
—¿Qué sucede con estos productos vencidos?
—Los que recién han vencido me los llevo a casa.
—¿Me regalas algunos? —Señaló todos los que había en la canasta.
—¿Y para qué querrías llevarlos si puedes comprar si quieres el minimarket entero?
—¿Qué dices? Yo soy pobre, los del dinero son mis padres.
Era bueno hacerla reír antes de soltarle la noticia bomba.
Le ayudó a limpiar, y a atender a algunos clientes. Luego se sentaron a comer sopa ajinomen y café instantáneo.
Ella le mencionó que luego del trabajo iría directo a casa a realizar las tareas de la universidad. Era simplemente increíble. Él no hacía nada más que rascarse la panza y aun así se daba el lujo de jalar cursos.
—¿Qué tienes para decirme, Gianfilippo? —le preguntó con voz apagada.
Incluso era bastante perspicaz.
—¿Cómo sabes?
—No habrías venido hasta aquí a decirme cosas agradables. Está bien, puedes decírmelo.
Bajó la mirada.
—Hoy acompañaré a Max a llevarle serenata a Acacia. De verdad quiere algo con ella.
Fue consciente del cambio de expresión que figuraba. Lo lamentaba realmente por ella. Aunque se hizo la fuerte para no llorar frente a él, no podía ocultar que le había afectado.
—Él ya no siente nada por mí, ¿no es así?
Era una pregunta que definitivamente no podía responder.
La esperó hasta que terminase de laborar para acompañarla a casa. No tenía carro, así que pidió un taxi para llevarla. Ojalá pudiese hacer más por ella.
***
El día anterior Max le había llevado serenata. Aunque sus padres aun pelearan y discutieran, en ese momento nada podía apagar su felicidad. Era cuestión de tiempo que él le pidiese ser su novia, estaba segura de eso.
Incluso las tediosas clases de "la chicle", pasaron suaves gracias a su buen humor y estado de ánimo. Se mantuvo entusiasta realizando las actividades de la mañana junto a Thalía.
—Solo de dos —recalcó la maestra haciendo referencia al último trabajo.
—¿No puede ser de tres? —preguntó Ágata haciendo ojos de gatito.
—Ardillita —contestó ella bajando el puente de sus gafas—, ¿hablo en chino?
La pobre negó haciendo un puchero.
Tras salir al corto receso, las chicas se desviaron a comprar chucherías.
No fueron conscientes del alboroto que se formaba a su alrededor hasta que Hellen se fijó que todos se acercaban a chismorrear. Se sumaron a la rueda de curiosos; a un par de metros se acercaba Max junto a su fiel compañero trayendo rosas y un cartel que decía: ¿ME ASEPTAS?
Thalía los miró despectivamente.
—¿Cómo llegaron a la universidad?
Acacia fue la única que no se fijó en el error ortográfico, sino en la expresión inquieta de su Max. Se quedó quieta esperando a que él se acercara para pedirle que fuera su novia.
Al estar frente a ella, se arrodilló sin dejar de sonreír. El restó gritó emocionado.
—Acacia...
—¿Sí? Dime —habló emocionada.
—Acacia, yo quiero saber si tú me aceptas como tu pareja...
—Sí.
—...de exposición.
—¿Qué?
—¡¿Qué?! —repitieron los presentes.
—¿Hiciste todo este show para preguntarme si puedo ser tu pareja de trabajo? —preguntó Acacia indignada.
—Sí —contestó orgulloso.
Cegada por la decepción, ella tomó el ramo de rosas y le golpeó en la cabeza. Sus amigas al pasar por su lado le empujaron. Gianfilippo le ayudó a ponerse de pie.
—¿Qué pasó? ¿Te echaste para atrás?
—Me dio algo así como pánico escénico.
—Pues ahora te costará quitarle el enojo.
Más adelante las chicas se iban renegando.
—Estoy segura que fui idea del poste de mi hermano —señaló Ágata—; no tengo pruebas, pero tampoco dudas.
Hellen negó con desaprobación.
—Sinceramente no me lo esperaba.
De pronto recibió un mensaje.
Hola preciosa, soy Dardo.
Hizo memoria para concretar que se trataba del novio de Ágata. ¿Qué se creía ese imbécil? Definitivamente era un total bueno para nada.
¿Cómo diablos conseguiste mi número?
No fue difícil conseguirlo.
Hellen le echó un vistazo a su amiga, del momento consideraba que la estúpida era ella por seguir con semejante imbécil.
—Creo que se puso nervioso —opinó Thalía volviendo al tema.
—No hablemos más de Max, ¿sí? —pidió Acacia.
Las siguientes clases fueron como un trago amargo para Acacia, todo su mal humor se concentraba para una sola persona. ¿Cómo pudo hacerle eso? Jugar con sus sentimientos.
A la salida se colgó su bolso y salió a pasos acelerados para estar sola. En ese momento no se soportaba ni así misma.
A una cuadra de haber caminado, el Audi rojo de Max la interceptó.
—Desaparece —le dijo ella retomando la caminata.
—Acacia, sube por favor, tenemos que hablar —le pidió zalamero.
—No quiero hablar contigo.
—Por favor, ¿sí?
Sin responder nada ella avanzó más rápido.
Max se bajó del vehículo para correr tras ella.
—¡No me sigas!
Sin obedecer le tomó del brazo.
—Acacia...
Era increíble que de esos ojos preciosos saliera fuego acumulado.
—Suéltame Max, te lo advierto.
—Perdóname linda, no era eso lo que quería decirte. Me puse muy nervioso con toda esa gente mirando, fue un error no hacerlo en privado, como ahora.
—¿Entonces?
Rápidamente él fue donde su auto para sacar un cuaderno y romper una hoja ante la atenta mirada de ella. Con esa misma hizo una rosa de origami, para luego arrodillarse ella en mano.
—¿Me aceptas como tu novio?
Toda esa rabia de la tarde se transformó en ilusión.
—Como novio sí, como pareja de tarea no.
—De acuerdo —dijo sonriendo.
***
A pedido de su hermana, Héctor formaba cola en un cajero del banco del cual era cliente. Mientras esperaba evidentemente aburrido, revisó su teléfono celular. Un mensaje provocó que se pusiera nervioso.
Sr. Maximiliano Sosa Prieto.
Se le informa que su solicitud para ser parte del servicio militar ha sido aceptada. Por favor acérquese a nuestras instalaciones para más información.
Su corazón bombeó sangre con más rapidez. Por fin su plan empezaba a tomar forma, estaba tan cerca que tenía mucho miedo.
—¿Falta poco? —Era la voz de su hermana.
Rápidamente guardó su celular. Ella de manera entusiasta se sujetó de su brazo.
—Faltan como seis personas.
—Gracias por el favor, hermanito.
Se sonrieron hasta que su concentración fue a dar en la persona que acababa de retirar dinero, Derek Sosa. Él reparó en su presencia al mismo tiempo. Se quedaron viéndose frente a frente. Por su parte, Héctor se esperaba lo peor.
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