Capítulo 8
Acacia sabía que ponerse a llorar no era la mejor solución, solo conseguiría deshidratarse, pero su sensibilísimo lado la orilló a derramar sus primeras lágrimas por Max.
Si lo que le había dicho Susan era cierto, pues quedaba mucha posibilidad que aún tuviese sentimientos por ella. Si él no hubiera tomado la decisión de dejarla, probablemente aún estarían juntos. Claro que si ella lo hubiese conocido en esas circunstancias ni por curiosidad se habría permitido sentir nada más que amistad por él. Pero ahora era demasiado tarde, su ternura y lindo modo de ser la habían encantado.
De modo que, no hallaba forma de hacerle la guerra a su rival, por supuesto era mucho más bonita que ella, pero no podía negar que Susan tenía un no sé qué que la hacía especial. Por no hablar de la historia que mantenía con Max.
Reproduciendo baladas corta venas se echó a lloriquear sobre su cama.
Más tarde cuando percibió la llegada de sus padres bajó presurosa a su encuentro, solo ellos podían confortarla en ese momento. Se limpió la cara húmeda y corrió por las escaleras. Ellos no la notaron, de otro modo no habrían soltado lo que en ese momento y nunca jamás querría escuchar.
—Pues si es lo que quieres hay que divorciarnos, Lucas —soltó su madre.
Esas palabras le cayeron como un baldazo de agua helada, ni siquiera fría porque nunca habría imaginado que la relación de sus padres estaba tan quebrada.
La vista se le hizo borrosa a tiempo que sus piernas parecían no ser capaces de sostenerla por más tiempo. Quiso llorar y gritar, sin embargo, de su boca solo salió un lamento en forma de sollozo.
Su padre que en ese momento mostraba una expresión desalentadora la miró horrorizado para luego correr desesperado hacia ella.
—¡Hija!
La sostuvo en brazos para evitar que suceda una tragedia. Entonces ya no pudo ser consciente de nada más, lo último que escuchó fue la voz de su madre gritando su nombre.
Más tarde sus ojos se abrieron pesadamente. Estaba en ese lugar que tanto odiaba: el hospital. Eran muchas las veces que había ido a parar allí, lo detestaba con todo su corazón.
Las voces de sus padres se hicieron notar, aunque intentaban hablar lo más bajo posible.
—Eres su madre, ¿cómo no te diste cuenta que no se estaba alimentando adecuadamente? Te lo hice saber la otra vez y no hiciste nada.
—¿Ahora te quieres lavar las manos Lucas? No lo habrías notado de no ser porque ese muchachito te lo dijo.
—Tú pasas más tiempo con ella, Emilia.
Ya no soportaba escucharlos por más tiempo. No quería que pelearan por su culpa, no quería que por ningún motivo ellos se separaran.
—No se divorcien por favor —rogó con voz quebrada y débil.
Ambos centraron su mirada en ella.
—Princesa, ¿cómo te sientes? —Su padre se sentó a su lado.
Su madre lo hizo de lado izquierdo.
—¿Te duele algo cariño?
—Me duele que se quieran divorciar. ¿Por qué?
Intercambiaron miradas entre los dos. Papá acarició su rostro.
—Tranquila mi cielo, eso no pasará.
Su madre cambió de expresión.
—Deja de mentirle, es mejor que lo sepa de una vez por todas. Así lo quieres y así será.
Una vez más ese horrible nudo se alojó en su garganta.
—No, no por favor no lo hagan, pueden ir a terapia, pueden hablar tranquilamente, pero por favor no se separen —pidió llorando, tal vez así los convencería.
—Cállate Emilia, ¿no te das cuenta del daño que le haces a la niña?
—Papi...
—Descansa cielo, mamá y yo no vamos a divorciarnos, ¿sí?
Esta vez su madre no dijo nada, quizás para tranquilizarla.
***
Por fin Maximiliano sentía que se había quitado un tremendo peso de encima. Susan significaba alguien muy importante para él por lo que allanar la situación con ella le otorgó mucha calma.
Calderón ya estaba al tanto; muchas veces le había aconsejado que hablara con ella, pero el miedo de cometer errores se lo impidieron. Por fin podía incluso, ser su amigo.
Esa mañana anhelaba ver la carita sonriente de Acacia. Luego de salir de una pesada clase lo único que deseaba era hablar con ella y reír a carcajadas. No la encontraba por ningún lado. Acompañado de su fiel amigo marchó en su búsqueda, le había dejado un mensaje el cual no había contestado desde el día anterior. Le pareció extraño porque las charlas con ella eran amenas y corridas.
Hellen y Ágata se paseaban con los brazos entrelazados por el campus, le pareció raro no ver a su amiga con ellas.
—¿Y Acacia? —cuestionó rápidamente.
—Sospechamos que se quedó dormida porque no nos contesta el teléfono —explicó la más pequeña, es decir Ágata.
—¿Tiene tus feas costumbres? —la fastidió su hermano sin prevenir el golpe que ella le propinaría.
Hellen se rio.
—No quiero imaginar cómo son en casa.
Si supiera... Max había sido testigo de muchas riñas. Habría seguido la cháchara de no ser porque necesitaba saber de Acacia. Rápidamente marcó a su celular, pero después de unos segundos lo mandaron al buzón.
Al instante le entró una llamada de Susan. Era la primera vez que lo hacía después de haber cortado. Se sentía demasiado extraño.
Tomó la llamada un tanto dudoso.
—¿Susan?
—Hola Max, me imagino que te sorprende mucho mi llamada, pero quería compartir contigo un dulce que traje de la pastelería de mi tío.
Le gustaban mucho los dulces, pero en ese momento no le apetecía, aun así, no quería sonar descortés con ella.
—Claro, te veo en el cafetín.
—Voy a encontrarme con Susan —le susurró a su amigo. Se esperaba esa expresión inquisitiva—. Nos vemos chicas —agregó.
Encontrar a su ex novia esperándolo con toda tranquilidad le hizo sentir mucha nostalgia por los recuerdos bonitos que tenía con ella.
Susan tenía mucha creatividad y bonitos detalles cuando de chucherías se trataba. Ese pequeño paquetito seguramente tendría algo delicioso.
—Te va a encantar —le dijo tímidamente. Sí, eso había sido lo que le había gustado de ella en un primer instante.
—Gracias Susan.
Tal vez ella se desilusionaría que simplemente lo guardara en su mochila, pero de verdad no le apetecía en ese momento.
Recibió una llamada de su padre.
—¿Pa?
—Hola hijo, lamento llamarte a la "U", pero creo que querrás saber que tu amiga Acacia se encuentra internada en el hospital; Lucas me llamó hace un momento.
El corazón casi se le salió del pecho. ¿Qué le habría pasado a su frágil amiga?
—¿Me dices cuál?
—Claro.
Tenía que ir inmediatamente hacia allá. Casi se olvida de despedirse de Susan por salir presuroso.
—¿A dónde vas? ¿Qué pasó? —le preguntó consternada.
—Acacia está internada, iré a verla.
Sin más salió corriendo. Fue entonces cuando la seguridad que Susan había tenido antes, desapareció por completo. Acacia no era cualquier chica para su Maxi. Ahora... ¿Qué le habría pasado? ¿No era ella la culpable de que estuviera en el hospital, ¿o sí?
***
Aunque ya se encontraba un poco más tranquila creyendo que sus padres no tomarían la decisión de divorciarse, todavía sollozaba de tanto en tanto.
Estaba aburridísima, pero no la dejarían ir hasta que no acabara el suero que corría por sus venas. Si se hubiese alimentado bien no estaría en esas, reflexionó que en adelante se preocuparía menos por su contextura y más por su salud.
Alcanzó el espejito de la mesita de noche que le había pedido a la enfermera. Podía estar muy internada, pero eso no significaba que tenía que descuidar su imagen. Soltó un gritito cuando estuvo frente a su reflejo, estaba demasiado pálida. Y en cuanto a su cabello... ¡se veía sin brillo y alborotado! Su natural color cobrizo se veía ensombrecido. Con torpeza trató de peinárselo, pero se vio obligada a detenerse al escuchar la puerta ser tocada.
—Adelante.
Ojalá fuese su madre para pedirle que la arreglara un poco. Pero se corazón dio un brinco al descubrir que se trataba de Max. Se veía tan preocupado... pobrecito.
—Max —susurró entusiasta.
Él le regaló una de esas tantas sonrisas afables que poseía. Era confortable tenerlo ahí mismo.
Con mucha tranquilidad se sentó junto a ella para besar su frente, y con cuidado recostó su cabeza sobre su pecho mientras la abrazaba con ternura.
—¿Qué pasó?
—Se me bajó el azúcar y me diagnosticaron anemia.
Sabía que iba a regañarla por el suspiro quedo que soltó.
—Te dije que comieras bien.
—Ya no me retes, ¿sí? —Hizo un puchero.
Cerró los ojos cuando él acarició su rostro.
—¿Estuviste llorando? ¿Por qué?
Lo había olvidado, sus ojos estaban hinchados.
—Mis papás se quieren divorciar.
Él la abrazó con más fuerza. Una vez más besó su cabeza. La paz que Max le transmitía era mucha.
—Todo estará bien.
***
—Papá, ¿por qué no? —reclamó Gianfilippo haciendo berrinche. La única casa que estaba disponible era la suya para celebrar la recuperación de Acacia. Si su padre no atracaba, la fiesta se echaría a perder.
—¿A dónde vas a meter a los abuelos y a tus tíos?
—Solo utilizaremos la sala.
—¿Y harán una cadena de oración o qué?
—¡Papá! —exclamó.
—Ya dije que no.
Se sentó en el amplio sofá a mirar su celular. Y como no iba a darse por vencido fue al cuarto de su hermana a buscarla. Ella se hallaba sobre su cama mirando tutoriales de maquillaje en su Tablet.
—Te toca a ti Ágata.
—Te dije que ni lo intentaras hermanito.
Cuando ella salió de la habitación se lanzó en el lugar donde había estado. Iba a pasar del video que continuaba reproduciéndose en TikTok, pero le llamó la atención como la chica se transformaba poco a poco. Jamás creyó que un video de esos era tan entretenido.
Su hermana no tardó en aparecer.
—¿Y? —cuestionó.
—Tenemos luz verde.
—¿De verdad? —Se incorporó de golpe.
—¿Cómo logras convencerlo de todo lo que quieres?
—Tengo mis métodos.
Elegía creer eso a que era la preferida de papá.
Se quedó un momento más viendo los videos que Ágata miraba hasta que escucharon la voz de su familia llamándolos a ambos.
—Ya nos vamos niños, no hagan desastre —dijo su madre.
Sus abuelos se despidieron con dos besos, mientras sus tíos les acariciaron la cabeza. Fue su primo pequeño quién golpeó el abdomen de Gianfilippo a modo de despedida.
—Te quedas a cargo Gian, cuida de tu hermana.
—Si papá —contestó sonriente.
Una vez que estuvieron fuera dieron aviso a los chicos, pero él no pudo evitar preguntar.
—¿A dónde los enviaste, Ágata?
—Un mago jamás revela sus trucos.
—Ay, te odio.
Poco a poco sus mejores amigos llegaron uno tras otro, incluso algunos de la universidad. Ágata se sorprendió cuando Susan llegó entre los invitados, sin embargo, Gianfilippo la recibió contento. Quería que ella y su amigo tuviese momentos agradables para disfrutar y quién sabe hasta volverían a estar juntos.
—Gracias por invitarme Gian —le dijo con sinceridad. Se veía tierna con su polito de rayas y jumper blanco—. Ojalá a Max no le disguste verme aquí.
—Para nada, todo lo contrario.
Aunque Ágata creyó que quién si se disgustaría sería Acacia.
Más tarde el Audi rojo de Maximiliano se hizo escuchar. Susan estuvo atenta con la mirada bien puesta en la entrada. No pudo ocultar su felicidad al verlo entrar vestido atractivamente con su camisa y pantalón entallado, pero cuando vislumbró a la chica que venía junto a él, esa ilusión se hizo polvo.
—Olvidé el pequeño detalle de decirte que Acacia también venía —le susurró Gian avergonzado.
—Está bien, descuida.
Y si la expresión de la pequeña y gentil Susan fue esa, la de Acacia no se hizo tardar. Se miraron directamente a los ojos y se dijeron muchas cosas sin mediar palabra. No se odiaban, eso estaba claro, pero se temían.
Por otro lado, Ágata tuvo la clara intención de hablar con su amiga, sin embargo, la llegada de su novio la descuadró de cualquier intención. El chico de piel aceitunada y cabello castaño la cautivó con su cautivadora sonrisa. No había la menor duda que estaba en sus manos.
Como la adolescente efusiva y romántica que era, corrió a lanzarse a sus brazos. Ojalá él la hubiera recibido con el mismo entusiasmo. Por lo contrario, parecía haber sido obligado a asistir, pero esa fachada incómoda cambió cuando vislumbró a la sensual Hellen; la contempló de pies a cabeza. Para él, esa maravillosa mujer bien podía ser coronada como reina de belleza con ese cabello largo ondeado, ese cuerpo de reloj de arena y piernas infinitas. Era preciosa.
—Cariño, te presento a mis amigos —le dijo Ágata con la sonrisa de ardilla que la caracterizaba. No podía negar que tenía su encanto, pero ya estaba aburrido de su personalidad infantil, necesitaba una mujer en todos los sentidos, como la chica vestida de rojo.
Para bien lo guio hasta ella y el grupito de chicos que parlaba de manera amena.
—Dardo, ya conoces a mi hermano y amigo Max, ellas son mis amigas Hellen y Acacia —se detuvo unos instantes para agregar—: y Susan.
La de cabello cobrizo lo saludó de manera amistosa como si hubiese querido conocerlo con anterioridad, en tanto las más pequeña apenas rozó su mejilla, y cuando llegó a la chica alta que había llamado su atención, ella alzó una ceja. Qué le habría contado Ágata para caerle mal...
En lo que quedó de la fiesta, Dardo se la pasó mirando indiscretamente a Hellen, mientras su novia hacía de todo para llamar su atención. Susan intentaba acercarse a Max, pero este había desaparecido con Acacia quién sabe a dónde.
En un espacio del patio se hallaban ellos dos conversando sobre los temas que le preocupaban a ella. El la escuchaba atentamente mientras bebía una lata de cerveza helada.
—Mis padres no han vuelto a pelear, pero sé que lo evitan por mí para no verme triste.
Max le dio un sorbo a su bebida.
—Ellos se aman, pero tienen problemas como cualquier pareja.
—¿Tus padres pelean de ese modo?
No, la verdad no... Discutían de vez en cuando como cualquier pareja, pero no hasta el punto de plantearse una separación. De hecho, la mayoría de veces era por su causa. Pero no quería decirle eso a Acacia para no hacerla sentir mal.
—Claro —murmuró.
Creyendo todo lo que él le decía, esbozó una sonrisa que le llenó de sosiego. Esa noche ella se veía particularmente hermosa, no importaba cuan pálida estuviera debido a la anemia, brillaba con luz propia.
Sus miradas conectaron mágicamente hipnotizadas a su paso. Era increíble el huracán de emociones que se entreveían cuando estaban juntos. El tiempo que hubieron permanecido separados, maravillosamente parecía no haber existido.
En un movimiento lento, pero decidido, Acacia tomó la iniciativa de pegar sus labios a los de Max. Sorprendido, pero a la vez halagado, él le correspondió de la manera más dulce que pueda existir. Y entonces fueron uno solo.
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