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Epílogo. (Versión Chase)

Me mordí el labio con fuerza cuando la aguja tocó mi piel. Alice se habría burlado de mí por parecer tan quejica, así que me mordí con más fuerza aún para evitar soltar ningún tipo de sonido.

Había trabajado duro estos últimos meses, esforzándome al máximo para lograr mi meta. Y al fin lo había conseguido.

El cazador que me había tocado para que me tatuara había resultado ser el hermano de Kyle, Norman. Cuando lo vi aparecer por la puerta me quedé bastante sorprendida, pues había llegado a creer que el cazador elegido sería un hombre ya entrado en años con un pulso horrible. Norman me saludó con afecto y yo le respondí de igual forma, preguntándome si, tras mi ruptura con Kyle, él le habría ido poniendo al día sobre mí.

Al empezar a sacar todos los materiales necesarios para llevar a cabo el ritual me arrepentí de haberles pedido a mis amigos que se quedaran fuera. Pero eso era algo que tenía que hacer yo sola.

Noté que se me saltaban las lágrimas cuando la aguja comenzó a moverse sobre la zona y apreté con fuerza mis manos sobre mi regazo, rezando para que se quedaran allí quietas. Todos aquellos que habían logrado su Marca me habían hecho un exhaustivo relato de todo lo que sucedería en aquel momento.

Se me escapó un respingo cuando Norman frotó la zona dolorida con un paño frío y sopló con suavidad sobre ella.

-Creo que esto ya está -me informó-. Tu padre se sentiría muy orgulloso de ti -añadió en voz baja.

Esbocé una media sonrisa.

-Me hubiera gustado que estuviera aquí -respondí.

Norman sonrió con tristeza. No era ningún secreto que, dentro de la familia Monroe, el hermano de Kyle había sido quien había estado siempre al lado de Philip Monroe; descubrir la verdad sobre su padre le había dejado destrozado. Incluso había terminado de alejarlo del pueblo, ya que apenas se le veía aparecer por Blackstone. Entonces, ¿a qué se debía aquella repentina aparición?

Como respuesta, Norman me dio un par de palmaditas en el hombro y me dijo que ya podía ir a ver al resto del Consejo, además de un par de advertencias sobre cómo debía cuidar del tatuaje hasta que éste cicatrizara.

Procuré ir a un ritmo normal hasta la puerta y, al salir al pasillo, todo el mundo se puso en pie. Me alegró enormemente ver allí a mis viejos amigos de Blackstone y a los nuevos que había hecho en Nueva York; Caroline, Grace, Lena y Alice se abalanzaron sobre mí para ahogarme en un abrazo.

-¡Felicidades! -gritaron al unísono Caroline, Grace y Lena.

-¡Bienvenida al grupo de las chicas malas, cielo! -cacareó Alice junto a mi oído-. Ahora ya tienes licencia para patear culos.

Nos echamos a reír ante el comentario de Alice y nos separamos para que el resto pudieran darme la enhorabuena. Sonreí y agradecí de corazón todas sus felicitaciones, incluso la de Kyle, que parecía un tanto avergonzado por, supuse, saber que el cazador que se había encargado de tatuarme había sido su hermano.

Mis ojos recorrieron el resto del pasillo buscando a alguien en concreto.

-¿Dónde está Chase? -inquirí, procurando que no se me notara el pánico que había comenzado a cosquillearme por todo el cuerpo.

-Ha salido un momento -Grace fue la encargada de responderme.

La miré en silencio, sabedora que ella había sido la única persona que había sabido que Chase se había marchado del pueblo.

Alice tiró de mí para que nos pusiéramos en marcha hacia la sala donde me esperaba el Consejo. Mi última prueba antes de convertirme en una auténtica cazadora. Les pedí que, en aquella ocasión, pasaran conmigo dentro.

Nunca había estado en la sala del Consejo. Estaba dentro del ayuntamiento, en la zona de los sótanos, y tenía aspecto de haber salido de una película de terror: estaba hecha de piedra, con un par de lámparas de araña iluminando la estancia y, al fondo, un enorme estrado semicircular donde estaban sentados todos los miembros del Consejo, observándome en silencio. Reconocí algunos rostros del funeral de mi padre y a Henry, que estaba sentado al lado del hombre que parecía presidir el estrado.

-Por favor, señorita Seling, acérquese hacia aquí -me pidió amablemente el hombre que estaba al frente-. Ustedes, por favor, ocupen las sillas del fondo.

Les lancé una última mirada antes de echar a andar hacia donde me había indicado aquel hombre. Notaba el peso de sus miradas sobre mis hombros, además del poder que emanaban todos ellos. No fui consciente de la presencia de Carin hasta que no lo vi entre dos hombres, contemplándome con un brillo de innegable orgullo; Henry, por el contrario, me sonreía alentadoramente.

Me puse recta al ocupar mi sitio y miré directamente al hombre que estaba a la cabeza del estrado y que había sido el primero en hablar. Él me sonrió, intentando restarle hierro al asunto.

-Es la primera vez que se encuentra ante nosotros, ¿verdad? -prosiguió el hombre-. No se preocupe, será rápido. Solamente tiene que contestar a unas simples preguntas y podrá disfrutar de su nueva condición como cazadora -su rostro se puso serio-. ¿Sabe cuáles son sus nuevas responsabilidades? ¿Es consciente de que, al convertirse en cazadora, deberá asumir el puesto que dejó su padre?

Miré de reojo a Henry, que había apoyado la barbilla sobre sus manos y me observaba atentamente, como el resto de miembros. De repente, era como si no pudiera hablar; me encontraba intimidada por la poderosa presencia de aquellos hombres y supliqué en mi fuero interno que Henry dijera algo. Lo que fuera.

Cuadré los hombros y contuve un suspiro.

-He decidido cederle el puesto a Henry Grass hasta que mi hermana, Avril Seling, tenga edad suficiente para poder ocuparlo -declaré con rotundidad-. Ambos están de acuerdo con mi decisión.

Hubo una oleada de murmullos, pero yo me centré en el hombre que sería el encargado de llevar a cabo las preguntas antes de convertirme en cazadora. ¿Sería un cazador o un licántropo? Había tenido que hacer un estudio exhaustivo de todos los conocimientos que un cazador debía tener en un tiempo demasiado corto y mis pruebas físicas habían resultado vitales para que pudiera encontrarme allí, a expensas de que el Consejo de Blackstone diera su veredicto.

-Una decisión loable, señorita Seling -me felicitó el hombre y no supe si tomármelo como tal. Ser miembro del Consejo era una posición alta dentro de la sociedad y muchos cazadores o licántropos habrían dado lo que fuera por poder acceder a uno de esos asientos, pero yo había renunciado a ella.

Uno de los hombres que estaban situados al lado de Carin, uno de los miembros licántropos, carraspeó.

-Lucio, espero que no te importe que le haga una sencilla pregunta a la muchacha -intervino, mirando directamente al hombre.

Al ver que no lo contradecía, el licántropo clavó sus ojos en mí, provocándome un escalofrío.

-¿Es cierto que aún mantiene una relación con un miembro de la manada? -preguntó.

Su cuestión me tomó desprevenida. ¿Acaso era algún tipo de impedimento? Uno de los licántropos que había ido a visitarme tras despertarme me había hecho aquella misma pregunta e, incluso, me había pedido que le enseñara la marca que demostraba que lo que había dicho era real; aquel hombre me había asegurado que no habría ningún problema y que, aunque no era muy habitual, no suponía ningún impedimento para que siguiéramos estando juntos. ¿Había cambiado algo?

Parpadeé varias veces, tratando de parecer calmada.

-Sí -respondí.

-No entiendo qué relevancia puede tener esa información ahora -intervino Carin.

El hombre que me había formulado la pregunta se echó a reír entre dientes.

-Recordemos que el chico se fugó y estuvo un tiempo sin aparecer por aquí -se explicó, sin apartar la mirada de mí-. Es normal que, al menos yo, sienta curiosidad por saber si la relación es algo serio o, como todo el mundo sabe, era un capricho de adolescentes.

Sus palabras me molestaron profundamente. Me molestó que creyeran que lo mío con Chase había sido un puro capricho, una relación con fecha de caducidad; abrí la boca para responderle, pero tanto Carin como Henry se adelantaron, muy enfadados con la insinuación que había hecho aquel miembro del Consejo.

-¡Su insinuación es inadmisible! -gritó Henry-. Chase la marcó, vinculándose a ella. Me parece vergonzoso que tú, Carlo, pongas en duda vuestros propios cortejos cuando se ha demostrado que ambos decían la verdad.

-Mi hermano se marchó del pueblo porque se sentía abrumado con las circunstancias -trató de defender Carin a su hermano menor.

-No culpo a Chase por marcharse -intervine yo, provocando que todos los miembros enmudecieran y me miraran fijamente, a excepción de Carlo, cuya mirada me traspasó-. Sé que me sentí dolida pero, cuando él me explicó los motivos por los cuales se marchó, le perdoné. Y volvería a hacerlo las veces que hiciera falta.

Observé a Carlo mientras pronunciaba aquellas palabras. El hombre tuvo que hacer un esfuerzo descomunal para no echarse a reír, permitiéndose únicamente a responderme con una sonrisa cargada de desdén.

Lucio volvió a tomar la palabra, asegurando que el tema central de todo aquello era comprobar si estaba preparada o no para ser cazadora. El resto de miembros guardaron silencio, obedeciendo la muda orden que venía implícita en sus palabras, aunque Carlo parecía tener muchas ganas de continuar discutiendo el tema.

El resto de la prueba prosiguió sin muchos más problemas. Me formularon las mismas preguntas que les habían hecho al resto de cazadores y yo respondí con toda la calma que fui capaz.

Entonces llegó el momento del juramento:

-Yo, Mina Elizabeth Seling, me comprometo a guardar el secreto tal y como han hecho otros antes que mí; juro seguir las líneas que los cazadores han seguido con el paso del tiempo y prometo ser fiel a la causa. Prometo educar a mis hijos tal y como han hecho conmigo -concluí. Esto, técnicamente, no era del todo cierto. Pero no dije nada. El texto del juramento se había repetido una y otra vez desde tiempos inmemoriales y no iba a ser yo la primera en cuestionarlo.

Al llegar a la última pregunta que se me formuló, después de haber llevado a cabo mi juramento, me quedé un poco sorprendida:

-¿Acepta a hacerse cargo de la protección del miembro de la manada Chase James Whitman mientras se encuentren fuera de Blackstone?

Tragué saliva.

-Por supuesto -asentí-. Acepto.

Lucio me sonrió de manera tranquilizadora.

-Entonces, no hay mucho más que decir. Felicidades, señorita Seling, y bienvenida.

Se me escapó todo el aire en un suspiro de alivio cuando pronunció esas últimas palabras. Me giré hacia mis amigos y comprobé que, en algún momento, Chase había regresado; sus ojos negros resplandecían de orgullo y yo le sonreí, agradeciéndole que estuviera allí, conmigo.

Henry y Carin bajaron del estrado para acercárseme para darme la enhorabuena, alentando a mis amigos a que ellos hicieran lo mismo. Mi familia llegó en aquel momento, con los ojos brillantes; Avril y Percy se lanzaron a mis brazos mientras mi madre se acercaba tímidamente, sin saber muy bien cómo actuar. Aquello no era como la graduación, era algo mucho más serio que formaría parte de mi rutina hasta el final.

En una ocasión, Alice lo había llamado trabajo a tiempo completo. Una responsabilidad que me acompañaría el resto de mis días y del que no podría huir. Pero yo ya no huiría. Había aceptado lo que era, lo que mi padre hubiera querido que fuera.

-Felicidades, cariño -me felicitó mi madre, dándome un torpe abrazo.

Salimos fuera del edificio para poder despedirme de Alice, Lena y Caleb, cuyo vuelo hacia sus hogares saldría en un par de horas, y les prometí que nos veríamos pronto. Después, llegó el turno de Grace, Caroline, Rick, Kyle y Logan; Grace se entretuvo unos segundos más, bromeando sobre que tendría que ponerse ellas las pilas si quería alcanzarme, y me susurró que Rick y ella estaban planeando escaparse a Las Vegas para casarse en secreto y cometer una locura por Navidad, lo que consiguió que ambas nos echáramos a reír.

Noté la presencia silenciosa de Chase a mi lado y ladeé la cabeza para dedicarle una media sonrisa. Me sentía muy ilusionada por el hecho de que todo el mundo hubiera estado conmigo en un momento tan importante como aquél; sin embargo, dos nombres aparecieron en mi mente, recordándome su falta: mi padre y Gary. Respecto a Gary, pensaba que nuestra relación había mejorado al salir del hospital; incluso había creído que realmente aceptaba mi decisión.

Le había dejado muchísimos mensajes pidiéndole que viniera, pero era más que obvio que tenía otros asuntos mucho más importantes como para perder el tiempo conmigo. Y lo entendía. Alice me había explicado que Gary necesitaría tiempo para poner en orden sus pensamientos y sentimientos después de mi rechazo. Y yo pensaba respetarlo, pero lo echaba en falta...

Me esforcé por mantener la sonrisa y alejar aquellos lúgubres pensamientos de mi cabeza: hoy era un día importante para mí y no quería que nada me lo estropeara.

-Tengo una pequeña sorpresa para ti -me susurró Chase al oído.

Sentí un agradable cosquilleo y me giré hasta quedar cara a cara frente a él. Sus manos se quedaron en mi cintura y sus comisuras se curvaron en una sonrisa traviesa; mi madre y Henry, advirtiendo que se acercaba un momento que ellos no querían ver, se despidieron a toda prisa de nosotros y se marcharon junto a Avril y Percy.

El vaho formó una nubecilla cuando suspiré.

-¿Tengo que preocuparme? -pregunté en un tono de broma.

-Depende de cómo te lo tomes -respondió, evasivo.

Nos dirigimos al Mini de la señora Whitman y nos subimos a él. Chase conectó la calefacción de inmediato y me frotó las manos, tratando de que entrara en calor; yo observé el cielo, que estaba de un color gris claro. Perfecto para descargar una buena tormenta de nieve.

Chase siguió la dirección de mi mirada.

-Espero que no nieve -murmuró-. Odio conducir nevando.

Me eché a reír, un tanto nerviosa por su sorpresa.

Chase arrancó el vehículo y nos pusimos en marcha. Las vacaciones de Navidades habían empezado, así que me quedaría en Blackstone disfrutando de Chase y de mi familia; echaba de menos Nueva York y toda su actividad. También echaba de menos el apartamento de Gary...

Sacudí la cabeza, regañándome interiormente por mi inconsciencia. Miré de nuevo por la ventanilla y comprobé que habíamos salido del pueblo, internándonos en la zona del bosque. Desvié la mirada de la ventanilla y la clavé en el perfil de Chase, que sonreía abiertamente.

Distinguí el contorno de la cabaña en la lejanía y volví a mirar a Chase, tragando saliva. Había un coche aparcado fuera y pude ver luces en la planta superior. ¿Quién nos esperaba en la cabaña? Cogí a Chase de la mano y se la estreché con fuerza, intentando armarme de valor mientras nos íbamos acercando hacia la puerta.

Chase introdujo la llave y el chasquido de la cerradura al abrirse me sobresaltó. La televisión estaba encendida, a mucho volumen, y la persona que nos esperaba sobre el sofá se giró, dedicándonos una sonrisa torcida.

Mi corazón dio un vuelco y me quedé paralizada.

-¡A buenas horas aparecéis! -nos gritó Gary.

Chase tuvo que tirar de mí para que pudiéramos avanzar hacia el interior de la cabaña. Mi cara tenía que ser todo un poema, pero era incapaz de creerme que Gary estuviera allí realmente.

-Ya sabes cómo son las felicitaciones en estos casos -respondió Chase y, aunque no le vi la cara, supe que estaba sonriendo.

Observé con desconfianza su espalda. ¿Desde cuándo Gary y Chase parecían haberse vuelto tan cercanos? Un minuto después asomé la cabeza tímidamente por uno de los costados de Chase, clavando mi mirada en Gary.

-¿Qué haces aquí? -pregunté a bocajarro.

Sus ojos verdes se clavaron en mí y las comisuras de sus labios se estiraron hacia arriba.

-Soy tu sorpresa de... ¿graduación? -respondió, divertido-. Ni siquiera sé cómo denominar este gran paso que has dado, Mina... De todas formas, no podía perdérmelo. Somos amigos, ¿no?

Chase se soltó de mi agarre con suavidad y me dedicó una media sonrisa.

-Necesitáis espacio para poder hablar -se excusó-. Estaré fuera, dando un agradable paseo.

Lo seguí con la mirada hasta que cerró la puerta tras él, dejándonos a Gary y a mí a solas. La cabaña me trajo parte de recuerdos que había mantenido encerrados durante tanto tiempo y la presencia de Gary me puso nerviosa.

Y furiosa.

-Si fuéramos amigos tú habrías respondido a alguna de mis llamadas o mensajes -le espeté y él hizo un gran esfuerzo para no echarse a reír ante mi evidente enfado-. ¡No tiene ninguna gracia! -grité.

Su rostro se puso mortalmente serio al escucharme.

-He hecho un gran esfuerzo para venir hasta aquí, Mina. Cuando Chase me llamó, insistiendo en que tenía que estar aquí... al principio me negué. ¿Para qué seguir ahondando en la herida más? Pero aquí estoy. No espero que entiendas por qué no te he respondido, pero creo que deberías tener en cuenta lo que significa para mí estar aquí.

Sonaba dolido y supe que, en el fondo, él no quería estar aquí. Ni por asomo. Gary lo único que quería era alejarse lo más posible de mí y tratar de olvidar; recordaba perfectamente que me había dicho que yo le rompería el corazón y, en aquellos momentos, estaba convirtiendo lo poco que le quedaba en polvo.

Comprendí entonces que su esfuerzo había llegado a su fin. Que no podía pedirle que siguiera aquí.

Agradecía que estuviera aquí, pero no podía exigirle que siguiera en un sitio en el que, era más que evidente, no se encontraba cómodo.

Noté las lágrimas agolpándose en mis ojos.

-Gracias por haber venido -le agradecí de todo corazón-. Pero no quiero que te sientas incómodo por mi culpa.

En un parpadeo, Gary estaba frente a mí, sujetándome por los brazos y mirándome con demasiada intensidad. Sus ojos verdes me abrasaban y yo no sabía cómo calmarlo, cómo explicarle que yo había elegido a Chase, sí, pero que también quería tenerlo a mi lado.

Me encogí cuando volví a enfrentarme a la abrasadora mirada de Gary.

-He venido para intentar convencerte de que te estás equivocando -me dijo y yo palidecí de golpe-. No me importa que niegues mil veces que no te intereso lo más mínimo, pero yo sé que sí. Sé que, al menos, hay algo dentro de ti que...

Intenté separarme de él sin éxito y le di un empujón en el pecho, tratando de alejarlo de mí.

-¡Yo elegí a Chase, Gary! -chillé, tratando de que le entrara en la cabeza-. He elegido a Chase y lo haría una y otra vez. Le quiero. Hemos sufrido mucho, sí, pero seguimos estando juntos a pesar de ello porque ambos queremos tener un futuro para ambos. Yo lo quiero -repetí, con las mejillas húmedas.

Gary se apartó de mí como si mi simple contacto le hubiera quemado. Comenzó a pasearse por delante de mí, abriendo y cerrando los puños mientras sus ojos verdes se volvían lentamente en color carmesí.

-Estás tomando la decisión equivocada -reiteró, quejumbroso, y después soltó un gruñido-. ¡Ni siquiera sé por qué coño he venido aquí, con la estúpida idea de pedirte que te vinieras conmigo! Tendría que haberme dado cuenta que te ibas a negar...

-Es mi decisión, Gary -musité-. Quiero a Chase y quiero estar con él. Y quiero que tú seas mi amigo...

-Jamás podríamos ser amigos -me contradijo Gary, entre dientes-. Al menos, no por el momento -soltó un hondo suspiro-. Creo que lo mejor es que desaparezca por un tiempo. Me iré de viaje a algún sitio exótico y pasaré allí una buena temporada, tratando de poner en orden mis cosas.

Quise suplicarle que se quedara, que no dejáramos las cosas así, pero supe que habría sido en vano: le había terminado de destrozar y las cosas entre nosotros se habían enfriado demasiado. Incluso era posible que hubieran llegado a romperse.

Me dolió profundamente la pérdida de su amistad, de saber que no podríamos seguir manteniendo el contacto, pero lo respeté. Quería, ante todo, que Gary fuera feliz y, de pedirle egoístamente que no se fuera, estaría faltando a mi deseo.

Lo observé en silencio mientras él iba y venía por toda la cabaña recogiendo sus pertenencias, incapaz de mantenerse un segundo más sobre ese techo. Me dolió que no me mirara ni una sola vez mientras terminaba su equipaje.

Y aún más cuando se dirigió hacia la salida.

Ladeó la cabeza para observarme con los ojos entrecerrados.

-Sé feliz -fue lo único que dijo.

Me desplomé sobre el suelo de la cabaña al escuchar el sonido del motor del coche de Gary al arrancar y me abandoné al llanto cuando las ruedas chirriaron contra el húmedo suelo del bosque.

Chase me encontró así y se arrodilló a mi lado, abrazándome con fuerza contra su pecho. Me aferré a su camiseta mientras su mano me acariciaba el cabello, tratando de consolarme; era incapaz de hablar y de expresar todo lo que me corroía por dentro, quemándome como lava ardiendo.

Me sentía como una auténtica criminal.

-Se... se ha ido... -barboté, sorbiendo sonoramente por la nariz-. Le he destrozado, Chase...

-Chist... Volverá -intentó consolarme-. Solamente necesita... tiempo. Sé que está dolido contigo y conmigo por todo esto, pero volverá.

Sorbí por la nariz de nuevo y asentí.

Me dolía la marcha de Gary, pero la presencia de Chase era como un bálsamo para mi corazón desgarrado. Había hecho mi elección y había esperado que Gary lo comprendiera, que la respetara porque a mí me hacía feliz. Porque, con ello, me demostraba que significaba algo para él.

Chase se encargó de poner un poco de orden en la cabaña antes de ponerme una manta sobre los hombros y frotármelos con suavidad, tratando de hacerme entrar en calor. Afuera ya había empezado a nevar y la noche había cubierto el cielo. Supe que tendríamos que pasar allí la noche, pero no me importó.

Pegué mi cuerpo aún más al de Chase y cerré los ojos, deseando dormirme y darme cuenta que toda la discusión con Gary había sido una pesadilla.

-Hay sushi para cenar -me susurró Chase-. ¿Te apetece?

Asentí sin mucho entusiasmo y Chase se encargó de prepararlo todo.

Nos observamos en silencio mientras sosteníamos nuestros respectivos platos. Chase parecía estar pensando en algo y yo no quería siquiera hacerlo porque, de lo contrario, volvería a ponerme triste al pensar en Gary y en su evidente negativa a que fuéramos amigos y a que aceptara a irme con él.

-Gracias por mantenerte a mi lado, Mina -murmuró entonces Chase, como si me hubiera leído el pensamiento-. Sé que no he sido el novio más maravilloso del mundo, pero significa mucho para mí que aún no te hayas rendido conmigo.

Sus palabras fueron el empujón que necesitaba para poder mandar a un rincón de mi mente todo lo que había sucedido con Gary. Había elegido a Chase, había elegido la opción segura y estaba conforme con mi decisión.

Era posible que me sintiera atraída por Gary debido a todo el tiempo que habíamos pasado juntos, pero lo que sentía por Chase era real. Aceptaba todo el dolor que podría haberme causado y lo había perdonado por ello porque él me había elegido a mí en un principio y había luchado casi tanto como yo para mantener nuestra relación a flote.

No era ningún secreto que las parejas tenían problemas y que las discusiones jamás desaparecerían del todo, pero Chase era la persona a la que veía cuando hacía mis planes de futuro. Él era la cara con la que me despertaba cada mañana y con la que quería compartir cada segundo de mi vida.

Siempre había sido él, aunque yo aún no lo supiera.

No pude contener una sonrisa.

-Nunca me daría por vencida por algo que realmente vale la pena, Chase -declaré.

Chase me devolvió la sonrisa y se inclinó para besarme.

Cuando lo hizo, fue como si todos los nervios de mi cuerpo se incendiaran ante su simple contacto y supe que había acertado con mi elección.

Que, por muchos problemas que nos sobrevinieran, siempre estaríamos el uno al lado del otro y que todo lo que habíamos pasado nos habían endurecido aún más, convirtiéndonos en personas mucho más fuertes y seguras de que queríamos seguir juntos.

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