23. Regreso a la realidad.
Antes de que empiecen a leer el capítulo (subido de manera tardía, lo sé, pero es que he estado de exámenes) me gustaría hacer una pequeña reflexión y haceros una pequeña... petición.
Lo cierto es que no sé cómo sentirme respecto a ello; no sé si sentirme halagada o molesta... Cuando creé mis personajes de la saga, lo cierto es que intenté darles originalidad y... autenticidad. Me esforcé por buscarme nombres que no hubieran usado, respetando a los autores e investigando para encontrar algunos que no fueran muy comunes. Me gustaría que, ya que yo respeté todo las identidades de los personajes de otros, buscándome e investigando durante mucho tiempo nombres que darles a los míos propios, que respetaran a los míos y procuraran no usarlos.
He intentado ser original y me gustaría que la gente que usa nombres sacados de mis personajes principales recapacitara un poco y buscara otros. Porque, ciertamente, me he esforzado mucho para encontrar nombres no muy usuales y no me parece justo esto. Me hace sentir mal.
Así que, por favor, si copiais mis nombres, cambiadlos por otros porque me parece injusto haber tardado tiempo en dar con los nombres adecuados que no son los típicos que usa la gente para que luego hagáis un fácil copia y pega.
Gracias
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Me quedé sin oxígeno al verlo allí, dirigiéndose hacia nosotros junto a su esposa, Sabin. La última vez que lo había visto había sido, precisamente, el mismo día de su boda; él me había apartado de la multitud para hablarme sobre la preocupación que sentía por su hermano menor y para pedirme ayuda.
Sin embargo, Chase había irrumpido en la habitación y había malinterpretado la situación, sacándome de su casa de malas formas y adelantando nuestro regreso a Nueva York.
Y algo me decía que, desde aquel día, Chase no había hablado con su hermano. La garganta se me obstruyó cuando comprendí que Carin no había tenido la oportunidad siquiera de hablar por última vez con él.
De nuevo la sensación de culpabilidad me inundó por completo. Todo lo que había tratado de guardar en el fondo de mi mente volvió con fuerza, dejándome sin respiración mientras Carin y Sabin cubrían la poca distancia que nos separaban; Gary se pegó más a mí de manera inconsciente.
Esperaba encontrarme en los ojos castaños de Carin algún tipo de recelo o sentimiento que me demostrara que me culpaba de lo ocurrido. Sin embargo, no había ni rastro de ellos; solamente vi un brillo de auténtico alivio. Alivio por verme allí bien.
Sabin dejó el equipaje que llevaba en la otra mano, se soltó de Carin y se abalanzó sobre mí para estrecharme entre sus brazos.
Me quedé rígida entre ellos antes de que me recuperara y le devolviera el abrazo con cierta torpeza mientras Carin estudiaba atentamente a Gary. ¿Por qué había decidido llamarlo?
-Ay, Mina –sollozó Sabin contra mi mejilla-. Dios míos, ¿por qué no nos llamaste?
El nudo apareció de nuevo en mi garganta.
-No… No lo sé –reconocí.
Mantuve mi vista clavada en Carin, que se había adelantado para saludar a Gary. Se estrecharon la mano con cierta rigidez y empezaron a hablar de cosas banales sin importancia. Sabin me cogió por la muñeca y su interrogatorio dio comienzo: me preguntó cómo me encontraba, si recordaba algo del accidente, y, al final, me hizo un breve resumen de cómo iban las cosas en Blackstone. La noticia de nuestro accidente había corrido como la pólvora y muchos de los habitantes creían ciegamente que había sido culpa de Chase, alegando que era como su padre y hermano: un amante de las velocidades.
Sin embargo, no sabían que Chase había desaparecido. Carin no se había visto con fuerzas para hacerlo público y mi familia había decidido guardar silencio por expresa petición de él. Miré a Sabin a los ojos.
-¿Y la señora Whitman? –pregunté con demasiada fiereza.
Seguramente me odiara con todas sus fuerzas. Jamás podría mirarla fijamente a los ojos después de lo que había sucedido; la mujer siempre me vería como un error, el error que le había costado la vida a su propio hijo.
Entendería su postura, pero me dolía. Desde que la había conocido se había mostrado conmigo con amabilidad y cierto cariño, incluso me pidió disculpas tras haberme dado un potente somnífero.
Sabin se mordisqueó el labio con nerviosismo.
-Está destrozada –me confesó en un susurro-. Ha sido muy duro perder a Chase. Carin tiene miedo de que… de que intente hacer algo; ya ha perdido a su marido y ahora a su hijo pequeño –miró por encima de su hombro a Carin-. No quiere dejarla sola en ningún momento. No se fía de su madre.
Ahora fui yo quien miré a Carin. Me sentía como una delincuente. Me sentía responsable de cómo estaba ahora la señora Whitman, yo había sido la culpable de que volviera a ese estado que conocía tan bien porque, tiempo atrás, mi madre también se había sumido en él.
Le había provocado demasiado daño a los Whitman y no entendía por qué aún seguían tratándome tan bien. Desde que había llegado a la vida de Chase, había conseguido ponerlo en peligro, lo había empujado a que dejara la ciudad y, ahora, había logrado que desapareciera.
Sabin me palmeó el dorso de la mano mientras sorbía por la nariz.
-Lo importante es que tú estés bien –me aseguró-. Imogen está feliz por ti, Mina; si ambos hubierais… hubierais… -hizo una pausa, incapaz de poder continuar-. No hubiera soportado perdeos a ambos –concluyó.
No me lo merecía. No me merecía nada de aquello.
Me hubiera sentado mejor que Sabin y Carin hubieran venido aquí a gritarme lo mucho que me odiaban. Me hubiera sentido muchísimo más cómoda con esa situación porque era algo que yo ya sabía de antemano.
-¿Por qué no nos vamos a casa para que podáis hablar con más tranquilidad? –propuso Gary y me dedicó una mirada preocupada.
Quizá ahora se estuviera arrepintiendo de la llamada que había hecho y de haberlos invitado amablemente a venir hasta Nueva York para comprobar cómo me iban las cosas. Aun así, yo sabía que esta visita tendría lugar tarde o temprano: yo había sido la compañera de Chase y Carin era el Beta de su manada. Entre sus funciones se encontraba la de velar por todos sus miembros y yo técnicamente me había convertido en una más.
Me alegraba de verlos, en cierta parte, pero ver a Carin… ver el gran parecido que guardaba con Chase era como echarle sal a la herida y frotarla contra ella. Me dolía en lo más profundo comprobar las semejanzas que había entre los dos hermanos y ver cómo Carin era… feliz. Sabía que estaba siendo egoísta, pero no entendía por qué Carin podía gozar de esa felicidad cuando había hecho más mal que bien. Chase no se había merecido nada de lo que le había pasado.
En cambio, yo sí.
Con la pérdida de Chase me había dado cuenta que no era la misma Mina. Algo había cambiado dentro de mí y me había convertido en una persona envidiosa, que guardaba rencor a la gente y que disfrutaba haciendo sufrir a otros. Nada de lo que era antes.
Gary guió a Carin y Sabin hacia el Lincoln y ayudó a Sabin con su equipaje para poder meterlo en el maletero. Carin me miró con atención mientras Gary cargaba el resto del equipaje y tuve la sensación de que Carin y yo teníamos asuntos pendientes que tratar. ¿Sería sincero conmigo y me diría que yo era la culpable de que su hermano hubiera desaparecido?
Sabin y Carin se acomodaron en los asientos traseros mientras Gary y yo lo hacíamos en los de delante; no me atreví a mirar hacia atrás porque ver a Carin me recordaba dolorosamente a Chase. Gary, por el contrario, hizo un comentario sobre el peligro que suponía conducir en Nueva York en hora punta y Sabin se echó a reír de buena gana.
Agradecía los intentos de Gary para relajar el ambiente, pero quería que nos marcháramos de allí de inmediato.
Nada más arrancar el Lincoln e incorporarse a la cola de vehículos que salían del aeropuerto, contuve un suspiro de alivio. La llegada sorpresa de Carin y Sabin me había dejado… sorprendida. Recordándome mi pasado. Recordándome lo que había perdido.
Todo lo que había logrado avanzar se había visto afectado con la visita sorpresa de Carin.
Sabía que me estaba comportando de una manera no muy correcta, pero estaba en tensión. Como si estuviera acorralada.
-Mina me comentó que sois unos felices recién casados –comenzó Gary y yo lo miré fijamente. Yo no le había hablado en absoluto del hermano de Chase y de su boda-. ¿Puedo preguntar el destino que elegisteis para vuestra luna de miel?
-París –respondió Carin y noté su mirada clavada en mi nuca.
¿Y si me había entrometido demasiado y, por mi culpa, les había fastidiado su luna de miel? Había pasado un mes desde su boda, pero no sabía cuándo habían decidido marcharse de luna de miel. Nuestro accidente, la desaparición de Chase, era muy posible que hubieran decidido posponer sus planes por ello.
Gary cabeceó.
-He ido un par de veces a París y es un sitio encantador –comentó Gary, sonriente-. El sitio adecuado para una pareja de recién casados.
-Siempre quise ir a París –suspiró Sabin y escuché cómo le daba un par de palmaditas a Carin-. Me tiene demasiado consentida…
-Y de ahora en adelante lo estarás mucho más –respondió Carin.
Ladeé un poco la cabeza para observarlos, sorprendida por el comentario de Carin. Me dolía ver cómo podían ser tan… felices. El hecho de que aún siguieran juntos. Me moría de celos de verlos así. Teniendo todo lo que yo nunca podría tener.
Me estaba convirtiendo en una persona horrible.
Gary se echó a reír entre dientes, divertido por las palabras de Carin.
-Ah, el matrimonio… -suspiró teatralmente Gary.
Noté a Sabin incorporándose de su asiento y asomando su cabeza por el hueco, mirando divertida a Gary. Su perfume me golpeó de lleno y me recordó terriblemente a Blackstone.
-¿Y tú, Gary? –se interesó Sabin-. ¿Estás prometido? ¿Casado?
Aquella era una pregunta demasiado personal. Nadie parecía conocer el pasado de Gary, la pérdida de su prometida y el dolor que le había causado ello, a excepción de su familia… y yo.
Miré de reojo a Gary con curiosidad.
El licántropo se echó a reír con ganas, dejándome sorprendida por su reacción.
-Lamentablemente no –respondió y a Sabin se le escapó una risita-. Aún estoy buscando a mi media naranja… o medio limón, ya que tiene muy mal genio –añadió.
Vi que Sabin movía las cejas.
-¿Eso quiere decir que tienes a alguien esperándote? –prosiguió con su interrogatorio ella.
Gary se encogió de hombros.
-Depende de cómo se vea –respondió, evasivo.
Me pegué más al asiento, deseando fundirme con el cuero y desaparecer. Aquella conversación estaba empezando a incomodarme, a pesar de que ninguno de los dos parecía percatarse de ello.
-Ya hemos llegado –anunció Gary.
Cuando el Lincoln estuvo dentro de su plaza, me apeé a toda prisa y le pedí a Gary que me dejara ayudarles a cargar con el equipaje. Por la cantidad de maletas, sospechaba que podrían quedarse tres días a lo sumo; Gary los guió hasta el ascensor y metió la llave que nos llevaba hacia su lujoso ático.
Escuché a mis espaldas la exclamación de sorpresa de Carin y Sabin y Gary les invitó amablemente a que pasaran a su interior.
Los seguí en silencio mientras Gary hacía de guía y les explicaba que podrían quedarse a dormir allí sin necesidad de que se fueran a un hotel; además les pidió que usaran el dormitorio principal.
Me esperaban unas noches duras en aquel sofá tan infernal.
Acompañé a Sabin hacia el dormitorio principal, y el único que había en el apartamento, y la ayudé a deshacer las maletas que habían traído consigo. Mientras lo hacíamos, Sabin me preguntó sobre mis estudios y yo mentí: hacía muchísimo tiempo que no ponía un pie en la universidad y podía dar ya por perdido el curso. Aún no había pensado en cómo iba a decírselo a mi familia, pero eso no debía preocuparme por el momento. Tenía cosas más importantes en las que pensar.
-Supongo que, con todo esto, no volverás en una buena temporada a Blackstone, ¿verdad? –inquirió entonces Sabin, con un timbre de pesadumbre.
Me encogí de hombros.
-No quiero forzar las cosas –respondí.
Oí cómo Sabin sorbía por la nariz y levanté la mirada para pillarla con los ojos húmedos, a punto de echarse a llorar.
-No quiero perder a nadie más –dijo-. Betty no aguantó la pérdida de Lay. Luego Cassey, Alika y Tane se marcharon del pueblo porque habían perdido a sus novios. Sé que es muy duro para todas vosotras, pero yo… yo os quiero como si fuerais mis hermanas. También sé que nos comportamos muy mal contigo en un principio, cuando Carin descubrió lo tuyo con Chase, pero nos has demostrado que eres… eres especial. Incluso podría decirte qué es lo que vio Chase en ti.
La última vez que había visto a Cassey, Alika y Tane había sido en la boda de Sabin y Carin, haciendo el papel de dama de honor. Había escuchado que Sabin había tenido problemas para poder introducirlas dentro de su séquito de damas de honor porque habían perdido a sus compañeros licántropos y se habían marchado del pueblo; al final Sabin había logrado su objetivo.
Recordaba haberlas visto… felices. Aunque sus ojos estaban apagados y sin energía, se mostraban sonrientes y bromistas con Sabin; yo me había unido demasiado tarde al grupo y no había tenido oportunidad de conocerlas bien. La única vez que había podido relacionarme con ellas había sido en la boda.
Pero Sabin sí que las conocía. Demasiado bien. Todas ellas habían formado parte del grupo de animadoras del instituto y habían sido grandes amigas; en cierto modo, me había sentido como una intrusa entre ellas. La pérdida que había sufrido Sabin habían sido mucho más numerosas que las que había podido sentir yo.
Cassey, Alika y Tane eran sus amigas. Compartían mucho más que yo.
Parpadeé para contener mis propias lágrimas.
-Oh, Mina, lo siento tanto –se disculpó apresuradamente, secándose los ojos-. Últimamente estoy demasiado sentimental.
Le sonreí con amabilidad mientras me acercaba a ella y la abrazaba. A pesar de las apariencias externas de Sabin, en el fondo se escondía una persona que había perdido a muchos seres queridos y que se había visto separada de otros tantos. Sin embargo se mostraba firme, intentaba salir adelante.
¿Por qué yo no era capaz de hacerlo?
Sabin me devolvió el abrazo con fuerza y yo volví a sentirme culpable.
-Carin está destrozado –murmuró Sabin, alicaída-. Se culpa de lo sucedido y piensa que Chase… que Chase estaba aún enfadado con él. Que no pensaba con claridad. Ni siquiera tuvo oportunidad de hablar con Chase por última vez… -se le rompió la voz y a mí un poquito más el corazón.
Sabin necesitaba oír que Chase había perdonado a Carin aunque no fuera así. Mentirle significaría convencerla de algo, hacerla un poco más feliz; además, ya había causado demasiado dolor a esa familia para que siguiera provocándole mucho más.
Estaba en deuda con los Whitman.
-Chase perdonó hace mucho tiempo a Carin –mentí descaradamente-. Era su hermano, Carin lo había protegido en otras ocasiones; se dio cuenta de que Carin no estaba haciendo nada malo… Él quería llamarle, Sabin, para poder disculparse por ello –añadí y me sentí como una miserable.
¿Dónde estaba esa Mina que era honesta, no mentía y cumplía todas las normas que se le imponían? Había desaparecido. Hacía mucho tiempo que había desaparecido y yo no había sido consciente de ello hasta ahora, que las cosas se habían puesto más difíciles para mí.
Las cosas habían empeorado desde que habíamos venido a Nueva York. Todo a lo que estaba acostumbrada en Blackstone no tenía lugar allí; Manhattan era como un mundo distinto que me había absorbido lentamente.
Sabin se separó de mí un poco, con una sonrisa triste.
-Eso hará tan feliz a Carin… -suspiró.
Esperaba que Carin me creyera tal y como había hecho Sabin.
Salimos del dormitorio y encontramos a Gary y Carin en el sofá, viendo un aburrido programa de televisión. Sabin se sentó sobre el regazo de su marido, que la rodeó automáticamente con sus brazos y la besó en la sien con cariño; yo, por mi parte, ocupé el sitio que había al lado de Gary y me crucé de brazos, poniendo una distancia considerable entre nuestros cuerpos.
Sabin propuso ir a buscar la cena a algún restaurante que conociéramos y estuviera cerca; Gary aceptó la idea con entusiasmo y Sabin le preguntó si quería acompañarla a buscar la cena y, de cambio, enseñarle un poco la ciudad. Sospechaba que todo aquello era para que Carin y yo tuviéramos un poco de privacidad para poder hablar con más tranquilidad.
Había asuntos que arreglar entre Carin y yo.
En cuanto Sabin y Gary desaparecieron en el ascensor, a Carin se le escapó un suspiro de derrota y su rostro, que antes se había mostrado sereno y un poco feliz, se volvió una máscara cargada de sufrimiento. Se pasó varias veces las manos por el pelo, una costumbre que también compartía con Chase, y carraspeó.
-Mina… -suspiró-. Cielos, no sé cómo empezar con todo esto… Ni siquiera sé qué decir al respecto. Cuando tu madre vino a casa a decirnos lo de vuestro accidente… que no habían encontrado a Chase… debo reconocer que me sentí impotente. Y más aún después de lo que sucedió entre mi hermano y yo.
-Tú no tienes la culpa de nada –murmuré, armándome de valor para afrontar la dura conversación que me esperaba.
Observé cómo los nudillos de Carin se ponían blancos tras apretar con fuerza sus rodillas. ¿Por qué no me gritaba? ¿Por qué no me echaba en cara que yo siguiera con vida mientras que su hermano no? Yo era la culpable de que Chase no hubiera conseguido salir de ese río.
Yo era la única responsable.
-Era mi hermano. Era su Beta –dijo Carin-. Le había hecho una promesa a mi padre, protegería a mi hermano de cualquier cosa. Sin embargo, no estuve allí… no cumplí con mi palabra y ahora me siento como una mierda. Lo único que me ha ayudado a mantenerme entero delante de mi madre y de Sabin ha sido saber que tú estabas a salvo. Chase jamás me hubiera perdonado si te hubiera pasado algo. Sé que hice lo imposible por manteneros alejados al uno del otro, pero estaba ciego por la rabia; era incapaz de ver que vuestros sentimientos eran tan fuertes… tan reales.
Me tapé la boca con la mano para evitar que se me escapara un sollozo. Aunque me había repetido una y otra vez que debía hacerle frente a lo evidente, aún no estaba preparada para escuchar y compartir mi dolor.
Y el dolor de Carin eran igual de fuerte que el mío. Quizá más.
Yo había perdido a mi novio, a mi compañero. Pero él había perdido a su hermano, a su único hermano. Antes había perdido a su padre y ahora había perdido a su hermano menor. Era capaz de entender que su dolor fuera peor que el mío.
Si me ponía en su lugar, o me imaginaba la pérdida de alguno de mis hermanos menores, sentía como si alguien hubiera metido la mano dentro de mi pecho y hubiera aplastado mi corazón hasta que no hubo quedado nada.
Carin había logrado abrirse a mí.
Ahora tendría que hacerlo yo.
-Chase no se lo merecía –gemí-. Desde que llegamos a Nueva York las cosas entre nosotros no iban bien… pero estábamos haciendo un esfuerzo para continuar. Y luego estaban los secretos… demasiados entre nosotros. Yo… yo desconfié de él. Fui yo quien lo empujó a que nos marcháramos a ese estúpido viaje y que acabáramos en el río.
Escondí la cabeza entre las rodillas e intenté encogerme sobre mí misma. El dolor de hablar con alguien sobre cómo me había sentido y que compartía el mismo sentimiento de culpabilidad era… gratificante.
Nadie podía entender cuánto estaba sufriendo excepto Carin. Él y yo le habíamos causado un daño a Chase que no podríamos reparar porque él ya no estaba; ambos tendríamos que convivir con ese sentimiento de culpa para siempre.
La mano de Carin me acarició la espalda, tratando de consolarme. Al mirarlo, vi que sus ojos castaños, idénticos a los de su madre, estaban húmedos.
Era la primera vez que lo veía así y me partió el alma.
-Tienes que dejar de culparte, Mina –me amonestó con suavidad-. Tú simplemente me hiciste un favor… intentaste saber lo que le pasaba a Chase. Yo fui quien te dio la idea.
Sollocé con más fuerza aún.
-He visto como te mira ese licántropo –me confesó entonces Carin en voz baja-. Soy el hermano de Chase, sí, pero también soy hombre y no soy ciego. Tienes que darte una oportunidad en la vida y salir adelante; piensa en ti misma y olvídate del resto. Olvídate de mí.
»Tienes derecho a rehacer tu vida con quien quieras –prosiguió, dándome un fuerte apretón en el hombro-. No pienses lo que diría yo porque ya te lo puedo asegurar: te apoyaría, sea cual sea tu decisión. Te quiero como a una hermana, Mina, y no soportaría verte sufriendo.
-Pero Gary y yo… -balbuceé sin conseguir terminar.
Quería decirle que yo no amaba a Gary, que jamás lograría amar a alguien que no fuera Chase. Él siempre ocuparía ese hueco y nadie nunca podría llegar a llenarlo. Lo único que me unía a Gary era el sentimiento de pérdida y las ganas de salir adelante, de avanzar.
-Date tiempo –me aconsejó Carin-. Ve haciéndolo poco a poco y no cierres ninguna puerta, Mina. No lo hagas porque Chase jamás te lo perdonaría.
Me mordí el labio hasta hacerme sangre y asentí.
Compuse mi mejor sonrisa cuando Sabin y Gary regresaron con un cargamento de comida china y me ofrecí a ayudar a Gary a preparar la mesa; dejamos a Sabin y Carin en el sofá mientras nosotros preparábamos la isla de la cocina para poder cenar todos juntos. Miré de reojo a Gary mientras buscaba en uno de los armarios y me pregunté si sería cierto lo que me había dicho Carin respecto al licántropo; él siempre se había mostrado como una persona a la que le gustaba disfrutar de la noche y a las mujeres. No lo veía asentando la cabeza con nadie.
Cuando todo estuvo preparado, nos sentamos a la mesa y empezamos a abrir las cajitas de cartón que contenían nuestra cena; Gary había empezado a hablar sobre lo estresante que era vivir en una ciudad como Manhattan, pero lo gratificante que resultaba salir a las discotecas más exclusivas de la ciudad y encontrarse a chicas tan guapas en ellas. Procuré no sonrojarme ante el doble sentido de sus palabras y le pregunté a Sabin si quería un poco más de arroz.
Sabin y Carin se miraron fijamente y se sonrieron como si compartieran algún tipo de secreto.
Se cogieron de la mano y nos sonrieron a Gary y a mí.
-Agradecemos mucho que nos hayas invitado, Gary –empezó Sabin, con los ojos brillantes-. Teníamos pensado venir a verte Mina porque hay algo que nos gustaría decirte.
Fruncí el ceño y Sabin se humedeció los labios.
-Estoy embarazada –soltó de golpe.
Mis ojos se abrieron como platos debido a la sorpresa de escuchar que Sabin estaba esperando un bebé. A mi lado Gary les dio la enhorabuena y yo me obligué a sonreír; rodeé la mesa de mármol de la cocina y abracé con fuerza a Sabin.
Por un momento deseé estar en su lugar.
Sabin y Carin se quedaron una noche más. Tenían pensado ir a visitar a unos parientes de Sabin y habían hecho una parada en Manhattan para verme tras la llamada de Gary. Había sido una visita fugaz y, al final, me había divertido con ambos; recordaba la conversación que habíamos mantenido Carin y yo y me emocionaba la idea de que pudiera quererme como a una hermana. A pesar de los problemas que habíamos tenido en el pasado.
Acompañamos de vuelta al aeropuerto a la pareja y esperamos pacientemente hasta que embarcaron. Tenía que hablar con Gary seriamente sobre algo a lo que llevaba dándole vueltas todo el día y no podía seguir retrasando más el momento; de camino al apartamento de Gary me machaqué la cabeza buscando una forma correcta de empezar la conversación que teníamos pendiente.
Esperaba que Gary se mostrara cooperante.
-Quiero volver a mi apartamento –dije mientras subíamos en el ascensor.
Gary me dirigió una mirada confusa, como si no hubiera terminado de entenderme.
-Estoy lista para hacerlo, Gary –proseguí, dispuesta a seguir con el tema hasta que él se rindiera-. Han pasado semanas y no me ha pasado nada. Además, he aprendido algunas cosas en el Devil’s Cry y ya no estoy tan indefensa como puedas creer.
Las puertas del ascensor se abrieron, pero ninguno de los dos nos movimos.
-Pensé que el apartamento te gustaba –dijo, sonando un tanto infantil-. Pensé que te sentías cómoda aquí…
-Y lo estoy –me apresuré a aclararle-, pero creo que no puedo seguir aquí. Necesito volver allí y empezar mi nueva vida; necesito volver a tener una rutina como la que tenía…
-Pero… tu seguridad… -intentó alegar Gary.
Solté un suspiro exasperado.
-Creo que soy lo suficientemente mayor para protegerme a mí misma –repliqué-. No puedo depender de todo el mundo. No puedo depender de ti –especifiqué.
Gary golpeó con furia las paredes del ascensor.
-¡Tu seguridad es mi mayor prioridad en estos momentos! –me gritó.
-¡Me importa una mierda todo eso, Gary! No puedes mantenerme siempre encerrada en este sitio. Tengo una vida, Gary, y quiero retomarla de nuevo –le recriminé-. Y si no me dejas salir de aquí… te odiaré toda mi vida. Te odiaré por no haberme dado la oportunidad de salir adelante con mi vida.
Gary me dirigió una mirada fulminante, pero supe que había ganado.
Terminé de recoger mis cosas en un par de minutos. Gary me había prometido que me llevaría aquella misma tarde de regreso a mi apartamento; salí al salón con todas mis maletas y Gary me miró con los ojos entrecerrados. Estaba dolido conmigo, pero no me importaba.
Me ayudó de mala gana a meter todas mis bolsas en el maletero y ni siquiera se esperó a que cerrara la puerta para arrancar; salimos como una exhalación del garaje y no me atreví siquiera a abrir la boca durante todo el trayecto.
Era un momento demasiado tenso para ambos pero, en el fondo, supe que aquella era la decisión correcta. Debía empezar a mis enfrentarme a mis miedos y salir adelante, ser dependiente; la generosidad de Gary era demasiado para mí…
Al igual que la nueva situación que había entre nosotros.
Cuando reconocí la zona en la que había estado viviendo hasta que Gary irrumpió en mi apartamento y me obligó a que me fuera con él, sentí que se me deshacía un poco el nudo que se me había formado en la garganta.
Al detenerse el Lincoln en un espacio vacío, cogí aire y me enfrenté a Gary, que estaba mirando al frente con los labios fruncidos. ¿Tan resentido estaba conmigo tras pedirle que me llevara de vuelta a casa?
-No hace falta que me acompañas hasta arriba –comenté, con la esperanza de que dijera algo.
Lo que fuera.
Gary se encogió de hombros.
-Necesitas mi ayuda para subir todo el equipaje –observó con indiferencia-. No me importa.
Ahora fui yo la que se encogió de hombros, aceptando su ayuda. Nos apeamos del coche y dejé que Gary cargara con las maletas más pesadas; mientras subíamos por los escalones de piedra lo miré de reojo. Se le notaban los músculos tensos, al igual que la mandíbula.
Abrí la puerta con las llaves que Gary me había dado al poco de salir del apartamento y dejé que él pasara primero; rezaba por no encontrarme con Grace o con el resto de los que habían sido mis amigos en Blackstone por lo que pudieran pensar de ver a alguien como Gary cargando con equipaje.
Nos subimos en el ascensor y un nuevo silencio se instaló entre nosotros. Casi podía palparse la tensión por parte de Gary, que observaba el panel de botones con gesto indiferente.
-Quiero que sepas que no estoy conforme con tu decisión –dijo, sin mirarme siquiera-. No estás segura. Y no lo estarás hasta que encontremos al hijo de puta que se cruzó en tu camino.
Me mordisqueé el labio.
-¿Y cómo voy a estar segura si no lo estás buscando, Gary? –pregunté.
El licántropo soltó un bufido de enfado.
-¿Crees que no he hecho nada? –inquirió, estupefacto-. ¿No te has dado cuenta que, durante todo el tiempo que has salido del hospital, no te ha molestado, por ejemplo, la policía? –se me descolgó la boca de la sorpresa. No había pensado en ese pequeño detalle y había dado por supuesto que mi familia se habría hecho cargo de eso. Gary sonrió con ironía-. Yo me he hecho cargo de ello. Y he puesto a mi gente a trabajar en ello, Mina. Tengo a casi todos mis hombres buscando pistas e intentando dar con el culpable.
Abrí la boca para responderle, pero no me dio oportunidad. El ascensor se detuvo en la planta con un pitido y Gary salió de él sin decir nada; lo seguí en silencio, arrastrando tras de mí mi maleta. Cuando alcancé la puerta de mi antiguo apartamento, el que había compartido con Chase antes de que el accidente nos separara, cogí aire y lo solté lentamente, armándome de valor para hacerlo.
Traté de que las manos no me temblaran cuando introduje la llave en la cerradura, pero no lo conseguí.
Me quedé perpleja en cuanto puse un pie dentro del piso. La última vez que lo vi, estaba hecho un completo desastre: ahora estaba completamente limpio. Como si allí no hubiera sucedido nada.
-¿Qué… qué…? –tartamudeé.
Gary dejó las maletas contra la pared y se cruzó de brazos, observando con atención lo limpio que estaba todo el apartamento.
-No podía permitir que el apartamento estuviese hecho una mierda –contestó-. También te he llenado la despensa de comida. No puedes seguir con tus dietas de comida a domicilio.
Me giré para agradecerle de nuevo todo lo que había hecho por mí, pero Gary me había dado la espalda y se encaminaba directo a la salida. Lo observé en silencio, esperando que ladeara la cabeza para dirigirme una última mirada o algo…
Pero no hizo nada.
Se fue en silencio, dejándome a solas de nuevo con una extraña sensación… de querer pedirle perdón.
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