Era una tarde de enero. Faltaba poco para que se cumpliesen los 10 años desde la misteriosa desaparición del detective Daryl Shallow y todavía no estaba lista para la ceremonia en su honor.

- ¿Te pasa algo cariño? -Me preguntó mi marido.

-Eh... No, nada. Solo es qué no puedo llegar tarde, ¿qué ejemplo daría?

-Tranquila, no pasará nada. Eres la hija del inspector jefe Abraham Crimes. -Dijo recalcando las palabras con un deje sarcástico.

-No hace gracia. -Contesté- Lo digo en serio, si llego tarde...

-Pues entonces vamos ya al coche.

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Cuando llegamos, comenzó a llover. Todo tenía un aspecto muy fúnebre. Casi me da algo al ver que mi padre estaba allí con cara de impaciencia. Miré a mi alrededor para saber si faltaba alguien más. No, yo era la única. Como si no hubiese pasado nada, me senté en la última fila. Desde allí no se veía nada de la ceremonia, solo paraguas negros. La verdad es que tampoco escuché nada de la ceremonia, ya que estaba pensando qué le habría pasado al inspector Daryl.

Estaba especulando mi... décima teoría de lo que le pudo pasar cuando de repente oigo la banda sonora de Saw, la película.

-Tengo que contestar. -Le dije a mi marido mientras sacaba el móvil.

Cuando estaba a una distancia considerable contesté.

-Michonne Crimes al habla.

-Necesitamos que vengas al número 13 de Safay Street.

Casi al instante me puse en marcha. Avisé a Dante, mi marido, y me fui. Por el camino, la fuerte lluvia amainó y poco a poco se fue convirtiendo en una densa niebla.

-"Esa dirección me suena mucho.-Pensé- Creo que es donde vivía el inspector Daryl."

Lentamente, la niebla fue a peor. Por un instante me pareció ver a un hombre en la carretera, pero cuando pasé a su lado no había nadie.

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Me faltaba poco para llegar cuando un coche de policía pasó por mi lado en apenas un abrir y cerrar de ojos. Al llegar, mi padre me recibió. Su cara era aparentemente normal, pero yo le conocía lo suficiente como para saber que estaba asustado, muy asustado.

-¿Estás bien? -Pregunté- ¿Qué ha pasado?

-Ya lo verás . -Me contestó- Pero ten cuidado.

Cómo no, su típico "ya lo verás". No soporto que diga eso. Al menos lo ha suavizado con el ten cuidado. Nada más entrar tuve ganas de vomitar por el penetrante olor a podrido. Aún después de ese maldito olor me atreví a adentrarme aún más. Para mi sorpresa, dentro estaban todos los muebles limpios y bien colocados, los cuadros alineados, la alfombra impecable... Pero lo que más me llamó la atención era el cuerpo semiputrefacto del centro de la habitación.