23 Mingyu
Me escondí detrás de Wonwoo cuando humanos pasaron a mi lado. No les veía bien las caras porque los lentes obscuros que Wonwoo me hacía usar cuando salíamos no me dejaban ver nada.
—Está bien —me susurró Wonwoo.
Salí de detrás de su espalda entonces. Me gustaba pasear con Wonwoo por el pueblo y conocerlo, se sentía como el sol después de un día nublado.
—¿Me los puedo quitar ya? —le pregunté cuando atardeció.
—No —dijo riendo.
Me gustaba cuando se reía, me hacía querer reír a mi también.
Me sorprendí cuando terminó por guiarnos hasta la orilla del río donde solíamos encontrarnos.
—Ya puedes quitártelos —me dijo, y yo me saqué los lentes de inmediato, añorando ya la sensación de poder ver sin obstáculos.
—¿Qué hacemos aquí?
Wonwoo se alzó de hombros y después se dejó caer como peso muerto sobre el pasto.
—Vemos el anochecer —respondió.
Miré a la luna entonces, saliendo poco a poco de su escondite en el horizonte. Me llamaba tan fuerte que me pregunté si Wonwoo también podría escucharla. Seungcheol y mis hermanos, del otro lado del bosque, aullaron ante su llamado.
Yo no pude hacerlo.
Me senté junto a Wonwoo y solamente me quedé mirando a la luna por otro rato, extrañando el calor de mi manada en las noches de frío. Cuando ella llegó a su esplendor, la cabeza de Wonwoo cayó sobre mi hombro; su flequillo danzaba a la par de la suave brisa, y su frente quedaba despejada de a ratos.
Me acerqué un poco más a él, lo suficiente como para poder estirar mi cuello y dejarle un beso en la frente, de esos como los que me solía dar mamá cuando era pequeño para demostrarme cuánto me quería.
Yo lo quería a él, a Wonwoo.
Inevitablemente alzó su cabeza ante el tacto y yo, por inercia, me alejé un poco, pero él siguió mi movimiento, quedando frente a frente.
Justo cuando pensé que mis mejillas iban a quemarse por la cercanía, se terminó por alejar.
—Deberíamos regresar —dijo.
Yo asentí, con el rostro rojo mientras sentía la vergüenza en mi estómago.
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