Capítulo 8
Hola! Sé que he estado mucho tiempo fuera de actualizaciones pero la he tenido liada. Tengo tantas ganas de avanzar y tengo otros proyectos en curso. Necesito una Beta-reader con urgencia. Todo sería más hermoso y más rápido :/ pero bueno. Aquí el Capitulo 8. Gracias por leer.
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La noche solo fue un número extraño de pesadillas que involucraban al pequeño Evan y a mí atrapados en el bosque entre una ráfaga de disparos en la oscuridad.
¿Quién te puede salvar de las pesadillas?
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Cuando he despertado lo hice por un ronquido de Jake. Ambos estábamos desparramados sobre la alfombra y a medio cubrir con una manta. Me levanté tratando de no despertarle pero no fui lo suficientemente rápida ya que una Kat en pijama y con un tazón en la mano me vio. Levantó las cejas, divertidísima mientras alternaba la vista de Jake a mí.
Yo solo chasquee la lengua y le pregunté dónde estaba el baño porque quería ducharme.
Al salir escuché voces desde la cocina. Kat hablaba por teléfono.
—Evan vendrá este fin de semana—Dijo Kat con una sonrisa radiante de felicidad mientras Jake rodaba los ojos. Era gracioso lo protector que podía resultar Jake con su hermana.
Aún continuaba lloviendo y yo ya quería ir a casa así que Jake se ofreció a llevarme pero dijo que primero tenía que dejar unos papeles a una tal señora Mayers. Así que me instalé de copiloto en su bebé borgoña y nos deslizamos por la húmeda y solitaria carretera.
Dejó el encargo y cuando ya veníamos de regreso al pueblo... su auto hizo un sonido extraño.
Luego de eso el motor no volvió a encender y nos quedamos varados en la carretera, desierta y con una lluvia incansable. Jake miró su móvil sin señal y yo no traía uno. De hecho yo no tenía uno.
Así que se ofreció a caminar hasta la casa de la señora Mayers y pedirle teléfono.
Jake me dejó sola dentro del auto. No es que yo quisiera. Prácticamente me obligó a quedarme dentro para que no me resfriara. No quise discutir con él. Así que me senté a curiosear entre los cds que tenía en la guantera. Hasta que siento un par de nudillos chocar contra el cristal, miré y recién me di cuenta que no se trataba de Jake.
Unos ojos verdes y unas gruesas cejas fruncidas me observaban del otro lado del cristal.
—¿Qué haces en el auto de Jake?—preguntó una voz ronca y que no dejaba ver nada de simpatía en el timbre de su voz.
—¿Quién eres tú?—Pregunté yo y lo vi tomar una bocanada de aire. Como si me estuviera olfateando.
—No. ¿Quién mierda eres tú?—demanda él, con su profunda y áspera voz.
Jake debió habernos visto desde la distancia casi echando chispas por los ojos asi que corrió a nuestro encuentro.
—¡Evan!—Dijo un alegre y empapado Jake. Ambos se dieron la mano de forma apretada y aunque se conocían Evan no cambió mucho su expresión de mala leche—Nos hemos quedado tirados y fui a pedir teléfono a la señora Mayer pero ya ves. Las líneas están caídas.
Ambos caminaron hasta la parte delantera del auto y abrieron el capó. Yo me bajé y los seguí por pura curiosidad. La lluvia seguía cayendo sin tregua sobre nosotros en un camino asfaltado totalmente desierto y se estaba comenzando a hacer más tarde.
Evan me mandó una mirada verde llena de desconfianza y yo alcé una ceja como contestación.
Ellos hablaban mientras y revisaban el auto mientras yo me dedicaba a estudiar a Evan. Era altísimo y se notaba de lejos, aun con toda esa ropa encima que era un tío macizo. Me refiero a que no tenías que tener dos dedos de frente para darte cuenta que tenía una amplia espalda y probablemente unos brazos fuertes.
Era tan borde que todo en él me daba repelús. Yo había tratado antes con sujetos como él. Aquellos que no podían sacar la cabeza de su propio culo. ¡y que culo tenía este!
Era la especie de tío que tiene una personalidad de mierda pero por fuera es como la cáscara vacía y hueca de un bombón de chocolate extranjero.
Mientras Jake me mandaba miradas cada cierto tiempo, casi como suplicando disculpas con la mirada por tener que estar los tres atrapados bajo la lluvia. Evan prefería ahora atacarme con una indiferencia brutal como si no me hubiera visto jamás.
Al cabo de un rato ambos hombres se dieron por vencidos y dejamos el auto de Jake orillado a un lado del camino. Subimos al todoterreno de Evan, un viejo Land Rover defender.
En cuanto cerré la puerta, tuve los ojos verdes sorprendidos encima de mi rostro por el espejo retrovisor.
Es como si recién ahí Evan se hubiera dado cuenta de algo. Sentí que debía bajarme del Jeep cuanto antes. Antes de que él tuviera la posibilidad de cruzar palabras conmigo. Antes de que él me preguntara directamente lo que era.
Me sentí tan estúpida entonces, porque había bajado las defensas pensando que este pueblucho de mierda estaría a salvo.
Más equivocada no podía estar. Esa expresión, esa mueca de asombro estampada en el rostro de Evan Devries solo la tienen aquellos que están a punto de morir.
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