Capítulo 4
Caminé al trabajo con lentitud observando el cielo grisáceo y las nubes bajas. Pronto comenzaría a llover.
Mi abuela se había ido por unos días y se había llevado el camión de la mudanza. No me había dicho a donde. Mi abuela a veces daba la impresión que me odiaba y eso siempre me hacía plantearme la misma pregunta. ¿Qué planes tendría ella antes de que yo llegara a interrumpir su vida?.
Es algo que jamás sabré. Porque a pesar de que pasamos mucho tiempo juntas...nunca hemos sido de confesiones ni de tazas de té con largas conversaciones.
Apenas entré al restaurant el cascabel en la puerta tintineó y les avisó a todos de mi llegada. Linda me sonrió y me dejó unos donuts glaseados en el mesón. No había clientela a esa hora de la mañana por lo que los comí despacio, disfrutando el azúcar deshacerse en mi boca. Estaban buenísimas.
Alan nos observaba desde atrás, limpiando la cocina mientras Linda fumaba junto a la ventana pero estudiaba mi rostro con atención.
—Las hizo Alan—Dijo de pronto Linda sonriendo.
—¿Es en serio Alan? ¿las has hecho tú?—El hombre asintió y movió nervioso sus dedos—¡Están buenísimas! Deberías poner esto en el menú. ¡Venderían un montón!—Alan bajo la vista avergonzado.
—Lo mismo le he dicho yo—Acusó Linda mientras botaba cenizas de su cigarrillo por la ventana y exhalaba—pero a mí no me cree.
—En serio Alan, están muy buenas. No lo digo por decir—El hombre me miró algo avergonzado y me pareció reconocer algo de su actitud. Me dio las gracias y siguió limpiando la cocina con más ganas y una sonrisa.
Me chupé los dedos y fui a lavarme las manos. Los clientes comenzarían a llegar pronto y había que limpiar el local, rellenar los servilleteros y ayudar a Alan en la cocina a pelar la infinidad de patatas que había.
Estuve en la cocina pelando y lavando patatas tanto tiempo que olvidé que había dejado de hablar hace mucho rato. Linda había salido a atender un par de mesas.
Alan y yo trabajábamos siempre en silencio. Linda era la que hablaba por nosotros, llenando todo con sus risas y con nombres e historias de gente que yo no conocía.
—Abigail—Dijo Alan de pronto— ¿En serio crees que mis donuts estaban buenas?
—De las mejores que he comido—Dije con sinceridad—Deberían venderlas para el desayuno. ¿Te gusta cocinar?
—Más las cosas dulces—Dijo Alan. Era un hombre tímido y su apariencia daba una impresión errónea. Era un hombre asustadizo. Todo lo contrario a lo que su imagen proyectaba. Me había dado cuenta que no se sentía cómodo con la gente por eso prefería en la cocina.
A mí tampoco me agradaba la gente, ni las miradas.—Alan, este negocio...¿es tuyo?
—Era de mi madre. Me lo dejó cuando Murió—No quise seguir preguntando porque su expresión cambio notablemente así que continuamos trabajando en silencio hasta que Linda llegó con una orden.
***
Atendí unas mesas rápidamente porque a esa hora solo se trata de café y unos huevos revueltos.
En una esquina pude ver al Sheriff y a Jake Schrider. —Buenos días, ¿Qué van a ordenar?—Pregunté con el mejor ánimo que pude.
—Un café—Dijo el Sheriff.
—Para mí también Abi—Dijo "Baby face" sonriendo. La verdad...con el uniforme de poli podía lucir un poco mayor. Salí de allí y les llevé el pedido sin muchas palabras.
Más tarde llegó Doyle a sentarse con ellos. Al parecer los polis por aquí no tienen mucho que hacer salvo venir a tomar desayuno.
Hablaban en voz baja.. y me picó la curiosidad. Quería saber de qué hablaban esos tres así que me acerqué disimuladamente a limpiar una mesa cercana.
Ellos susurraban. El sheriff hablaba a Doyle y a Schrider con el rostro críptico. Mis sentidos agudizados escuchaban los susurros con claridad, así como también el trasteo de la cocina y las voces de otros comensales.
—No. En esto voy a ser majadero y se los estoy diciendo para que estén atentos. No quiero que se repita lo que pasó al chico de los Devries. Este año se empieza en la fecha que ha puesto el gobernador y no antes y no después. Si algún cabrón lleva su arma en otra fecha ustedes me lo llevan a la comisaría y no me importa que sean sus tíos, sus abuelos o la señora Mayer.
Seguí limpiando otras mesas pero mi curiosidad solo parecía acrecentarse más. ¿Qué había pasado en Dream's ashes?. Iba a tener que hablar con la abuela al respecto.
Algo raro ocurre en este pueblo.
Y no es coincidencia que estemos aquí.
***
Llego a casa y pongo unos pastelillos que me dio Alan en el refrigerador para que la crema no se eche a perder. La casa solitaria y oscura es todo lo que tengo al volver.
Bajo a entrenar mi puntería y practico los movimientos de forma fluida. Mi abuela siempre me mantiene haciendo eso.
Salgo a dar un paseo por el bosque. Mis sentidos saben que pronto va a comenzar a llover y el aire tibio y pesado golpea la piel de mi rostro trayéndome todos los aromas: humedad, tierra y bosque. El zumbido del bosque y su vida está vibrando en mis oídos.
Al cabo de unos minutos mi caminata se transformó en una carrera. Me alejo del bosque. Me detengo cuando la lluvia comienza a golpear con fuerza y me refugio bajo un gran árbol mientras recupero la respiración.
A la distancia observo una gran casa en ruinas. Una casa en medio de la nada y que el sendero hasta ella está a medio perder entre la maleza y vegetación. Como si el bosque se fuera a tragar aquella casa.
No lo pienso dos veces. Es algo que me atrae hasta el lugar. Como si me hiciera recordar...
Como si...
Algo se movió dentro de la casa y yo salto hasta ocultarme entre unos matorrales. No pude percibir un olor más que a madera mohosa y los aromas del bosque.
Mis latidos desbocados y nerviosos me obligan a permanecer quieta hasta calmarme. No escucho voces. Decido volver a casa, pero sin dejar de pensar en el extraño lugar que acabo de visitar.
Vuelvo a ducharme y mientras estoy secándome el cabello siento que golpean la puerta. Sin poder evitarlo tomo un arma del cajón del baño y me dirijo a la puerta. Es entonces cuando siento un aroma danzar a mi nariz. Escondo el arma y bajo las escaleras parar abrir la puerta. Jake Schrider está parado en el umbral de mi puerta vestido de civil. Una chaqueta de mezclilla y unos jeans ajustados. Su sonrisa de grandes dientes blancos y su expresión infantil me tenían ahí con la duda acerca de invitarle a pasar o de cerrarle la puerta en las narices.
Escaneo el interior de la casa y no hay armas a la vista pero prefiero no invitarle a pasar y tomó una chaqueta al paso antes de salir y cerrar la puerta.
—¿Bien?¿Qué quieres?—Le pregunté de forma brusca. Estábamos de pie en la escalinata.
—¡Hey! Aby, tranquila—Dijo Jake levantando las manos en señal de rendición—Pensé que te gustaría dar una vuelta por el pueblo y si quieres... bueno tal vez ir a ver una película. Hoy muestran una de Tarantino.
Me imaginé lo que estaría haciendo en un par de horas más. Quizás sentada en el sótano sacando filo a mis cuchillos o probablemente esperando una llamada de mi abuela que no iba a llegar. Así que me puse la chaqueta sobre los hombros y seguí a un sonriente Jake Schrider.
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