Capítulo 2
Me dedique a entrenar por la noche y salí a trotar un rato cerca del bosque. El aire húmedo es agradable y mis oídos agradecen el escuchar otra cosa que no sean los gritos de mi abuela mientras entrenamos. ¡Más rápido!, ¡Ataca! ¡Muévete! ¡Defiéndete Aby! ¡Muerta! ¡Muerta! ¿Estas muerta Aby? ¡En esos tres segundos ya estarías sobre el piso!. ¡Concéntrate Aby!
Estos instantes eran solo míos y podía pensar en todas las cosas que pude haber sido y no hice. Solo por una razón. Una sobrenatural.
Nadie lo esperaba y nadie sabía que hacer conmigo. Fue un asunto como una falla genética entre los lobos porque nunca me había transformado, jamás lo haría tampoco. Por lo tanto cuando venía la temporada del cambio... yo no podía ir con la manada y ellos no podían quedarse.
Es difícil de creer que estas cosas puedan suceder pero... bueno hablo como de adaptación natural y Darwin.
Había adquirido los sentidos agudizados y ahí acababa todo. No tengo poderes de curación, ni colmillos, ni garras. Era una especie de híbrida fallida. Demasiado débil para ser un lobo y demasiado tiempo intentando parecer un lobo como para camuflarme en una resignada existencia con el resto de los humanos. Mi madre nunca perdió la esperanza de que me transformara algún día. Pero crecí, mientras miraba a mis hermanos disfrutar de ese mundo que para mí era un misterio esperando mi momento, el que nunca llegó.
Estoy en la línea de fuego que separa a los humanos de los lobos.
¿Qué soy?
Nadie tiene la respuesta para mí.
Las cosas han cambiado tanto desde entonces que me cuesta reconocerme. Me han preparado para ser una luchadora y yo me he encontrado frente al espejo con una chica rebelde que creía que conocía el mundo.
***
Renegué mi sangre, mi familia y mis tradiciones. Me convertí en cazadora como mi padre, como la abuela y quizás muchos otros antes que yo. Lo único que tenía aferrado a mi cerebro era una cosa. Sobrevivir.
Matar o morir. No hay que pensarlo demasiado. Estoy entrenado para ello, constantemente y es como una presión que no desaparece. Tirar a matar antes que me delate a mí misma. No poseo de muchos segundos. No cuando ellos pueden olfatearme y se dan cuenta de lo que hago. Traición es lo que el color rojo y la furia les grita a los lobos en cuanto sienten mi sangre palpitar.
Todo el mundo me quiere muerta.
Cada segundo cuenta. Es lo primero en lo que pensaba cada día apenas tenía conciencia de estar despierta y lo que pensaba al ir a dormir. <<Matar o morir>>
Lo que la abuela decía tenía sentido para mí. Como lobo, soy un blanco fácil. Sin manada, sin medios para defenderme: soy debilidad.
Débil.
Débil.
Mi cabeza me grita que jamás debo mostrar debilidad. Jamás cierres los ojos.
Jamás dejes de vigilar.
No confíes en nadie.
***
Puedes cambiar todo en tu vida. El lugar donde vives, con quien andas, puedes cambiar lo que comes, lo que haces, tu nombre, tu cuerpo y tu rostro pero jamás podrás cambiar tus pasiones, por más que trates de reprimirlas, esconderlas, o huir de ellas. Siempre estarán ahí aguardando ser liberadas, aguardando la persona indicada sea capaz de despertar aquel lado del que te has querido desprender y ocultar en lo más hondo.
Pero mientras ese día llega... aguardas y todos los días son iguales.
***
Llegué puntual a mi primer día de trabajo. Lo primero fue ponerme ese horrendo uniforme de color rosa pálido con ribetes blancos y dejar de lado mis cómodos jeans gastados. Me veía ridícula con mis Martens negros y ese uniforme tan estrecho.
Lo segundo más difícil fue aguantar el uniforme y fingir simpatía mientras la gente me miraba porque seguía con el letrero de forastera en la frente.
Atendí una mesa con tres policías que solo pidieron café. Les llevé las tazas y serví mientras hablaban algo sobre la temporada de caza. Hasta que el más Joven de los polis me lanzó <<la mirada>> aquella mirada que te lanzan los chicos cuando te devoran con los ojos. Estuve a un segundo de tirarle el café en la entrepierna pero el policía que lucía mayor, el Sheriff le miró con reprobación.
—¡Jesús! ¡Jake!—Reprendió el Sheriff al policía más joven y luego me miró a mí—Lo siento. Normalmente no es así. No sé qué le pasa.
—No se preocupe. Lo ha salvado de que le tire el café en la entrepierna—Quizás lo dije con una media sonrisa para que sonara como una amenaza encubierta, a modo broma pero lo decía en serio. Miré con arrogancia al poli más joven y él desvió la vista avergonzado. El sheriff me sonrió con complicidad. Antes de irse me dejaron una propina abundante.
***
He estado deambulando por el pueblo sin rumbo fijo mientras mi abuela se pone en contacto con algunos conocidos que tenía en este pueblo. Negocios supongo, la abuela nunca deja nada al azar pero dando vueltas por este pueblucho he notado algo extraño. Tienen una extraña fijación con los lobos. Donde miro hay dibujos con siluetas de lobos, o los letreros de las tiendas hacen alusión a la luna, aullidos o pieles.
No parece extraño...por lo grande que es la extensión de bosque junto al pueblo pero aún no se han oído aullidos por la noche.
***
Huir y desaparecer es como no existir. No te encariñas, nadie te extraña y si te encuentran sabes justo lo que tienes que hacer.
Matar o morir.
***
Lo mejor que pude hacer para matar el tiempo libre fue comenzar a desembalar las cajas de mi habitación. Quizás esta vez logre vivir aquí más tiempo que en cualquier otro lugar pero si me preguntan. Siempre escogeré la playa primero.
No tengo muchos objetos que desempacar. Pongo mi tabla de surf colgada en la pared. Ahora es casi un trofeo y es ridículo que la exhiba así después de tantos días de gloria y olas que me dejó montar pero tampoco es como si alguien fuera a estar en mi habitación.
Un poco de ropa, artículos de aseo y unas cuantas armas que dejo escondidas en mi habitación por si las cosas se salen de control.
A veces me gustaría saber si Megan y Paul siguen vivos.
Otras veces me digo que si ellos no saben de mi ni yo de ellos es lo mejor para todos.
***
El segundo día de trabajo fue menos interesante.—Alan—El hombre regordete que está en la cocina descubrió que como mucho más de lo que aparento.—Linda— Una mujer entrada en años cree que soy borde porque si no los chicos llegarían como moscas. Al menos eso le oí mientras hablaba con la otra camarera. Por Alan me enteré que existen montañas rocosas cerca de Dream's ashes.
¡Perfecto! Podré hacer escalada. Algo bueno tiene que tener este pueblucho de mierda aparte de árboles.
En el restaurant donde trabajo está junto a la entrada a la autopista. Lo que es muy entretenido porque veo el flujo de vehículos durante el día. El poco que hay hacia este lugar.
Al regresar a casa, mucho más cómoda sin ese trajecito rosa pastel caminé por fuera de la estación de policía y dentro solo hay caos. La puerta está abierta y puedo sentir como charlan fuerte entre ellos. Gritándose de un lado a otro mientras el teléfono suena sin parar.—El sheriff no está—Repite uno por la línea del teléfono—Enviaremos a otra persona, no se preocupe—el hombre cuelga y suspira—Jodido día para que Patrick se vaya de excursión al bosque.
El poli más joven me hace señas y yo le levanto el mentón a modo de saludo. Un poco rudo por lo que menguan todas sus ganas de seguirme coqueteando. No pude aguantar la sonrisa. —Terminaste con todo el ánimo positivo de Jake para el día—Dice una voz atrás de mí—Estoy seguro que solo por eso, el policía al que enviarán será a mí—Sebastián Doyle—Dijo el Poli sonriendo con una impecable dentadura.
—Abigail—Respondí yo antes de marcharme de ahí.
***
La conmoción de los días anteriores fue por unos excursionistas perdidos, al menos eso me han dicho Linda y Alan mientras he estado en el trabajo. Excursionistas perdidos en la fecha límite para el inicio de la temporada de caza.
En Dream's ashes al parecer es la actividad favorita.
Se comienzan a notar los aires de caza. Están arreglando las camionetas, revisan sus rifles, los neumáticos e incluso he visto un par de cuchillos.
Mi abuela no habla sobre eso. Empiezo a sospechar que este no es precisamente un lugar común. La chica morena que conocí en el supermercado ha venido a verme mientras trabajaba. Su nombre es... Kaitleen..Katie....¡Kath! Me sonríe y agita su mano saludándome mientras yo recuerdo su nombre en el instante preciso.
Le correspondo con la mano pero mi rostro no se inmuta. La chica solo quiere ser amistosa, me siento un poco mal por tratarla así.
—Hey, Kath ¿cierto?—le digo con un poco de vergüenza. Usualmente no soy tan borde. Al menos no con las chicas. Ellas no buscan meterse en mis pantalones.
—Si, Kath Schrider. Sé que eres nueva y me pregunto si quieres ir a caminar por ahí o a beber algo más tarde—Me lo pienso, muchas cosas pueden salir mal de esto pero necesito que alguien empiece a contarme cosas de este pueblo y una chica que parece ofrecerse a hablar por si sola es perfecta. Aunque sospechosa.
—Vale—Te esperaré en cuanto salga del trabajo. Mi instinto me dice que esta chica sabe algo gordo. Cuando abre la puerta para salir una ráfaga de viento se cola dentro del local volando servilletas y papeles.
Junto con él entra un tenue aroma que emana de ella: a perfume, a lluvia, y a lobo.
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