Capítulo 11
Me quedé a dormir con ellos en esa casa perdida entre el bosque y ninguno me negó un sitio, o se mostró hostil conmigo. Yo me imaginaba que serían mucho más territoriales y que no me darían las confianzas. Al menos no después del recibimiento que me había dado Evan.
Ellos eran como un montón de piezas de distintos rompecabezas y encajaban, pero era la singularidad de cada uno lo que los hacía especiales a todos. No me sentí fuera de lugar con ellos, porque estaban rotos a su manera y cada uno llevaba sobre los hombros el peso que les había dejado el pasado.
Eran una manada extraña y gentil. Me sentí aceptada. Quizás porque la vida se había encargado de mostrarle a cada uno lo que podía ser estar solo en el mundo y lo bien que se siente una mano amiga cuando te la tienden sin pedir nada a cambio.
Pero esa misma muestra de humanidad y benevolencia me hace sentir como un monstruo también. Mi abuela por años me enseñó todo lo malos que podían ser los hombres lobo pero nunca me enseñó cosas buenas.
Yo tampoco recordaba detalles de mi familia, al menos no de tradiciones lupinas ni historias infantiles. Era duro esperar por toda la manada cada vez que había temporadas de cambio y me dejaban con alguien de confianza o con amigos.
¿Cómo pude vivir tanto tiempo traicionando a mi especie?
***
Amy vino acercándose a mí con timidez y luego me sonrió.—Hola soy Amy, ¡no sabes lo feliz que estoy de que estés aquí! ¡Al fin una chica con nosotros!—Yo solo sonreí de vuelta—Te mostraría los alrededores pero Evan dice que salir de noche es peligroso por ahora y que ha encontrado algunas trampas en el bosque.
—No te preocupes, está peligroso. Hay muchos cazadores dando vueltas—Dije yo y la verdad es que ellos no sabían que tenían uno dentro de la casa.
—¿Puedo trenzarte el cabello?—Me preguntó ella con timidez. Yo toqué mi cabello inconscientemente y estaba lleno de frizz y despeinado.
—Vale—Dije yo, más por darle en el gusto que por propio interés. Mi cabello me daba igual pero me senté en el suelo mientras Amy se sentaba en el sofá para comenzar a cepillar mi cabello y a parlotear sin parar. Me recordaba un poco a Kath Schrider de seguro si se conocieran serian buenas amigas.
Sentía sus cálidos y finos dedos tomando mechones de pelo y cepillándolos con delicadeza antes de tomarlos e ir haciendo un complicado entramado. Me hacía sentir extraña. Nunca antes me habían peinado, al menos no que yo recordara.
Al cabo de unos minutos Amy sonrió satisfecha y me prestó un espejo para observar el resultado.
Había hecho una trenza muy bonita despejando mi rostro y dejando a la vista mis ojos azules. Por el espejo pude ver a Evan y cuando le descubrí mirándome no desvió la mirada como cabe de esperar. La mantuvo desafiándome y luego frunció el ceño. ¿Qué tenía contra mí?
—¿Puedes hacerme una?—Preguntó Amy y yo asentí aunque la verdad no tenía ni idea de cómo hacer una trenza como aquella. Dejé de mirar a Evan para darle toda mi atención a Amy y su trenza.
La que no salió nada bien.
***
Evan estaba repasando todos los detalles mientras todos le observábamos. Estaba comunicándoles a todos que eran más cazadores de los esperados pero que si no actuábamos pronto... no tendríamos oportunidad.
Yo lo miraba todavía sin creer que estuviera con ellos y lo que estaba a punto de hacer.
André iría solo. El iría al pueblo y luego al oeste porque una familia de cazadores se había establecido por ahí.
Marcel e Ian van por la zona Norte, Amy y su padre al sur. Evan y yo al Este porque esa era la zona en la que se habían encargado de dejar rastros falsos para perderlos.
Evan me hizo una seña con el dedo para alejarme del resto aunque estoy segura que todos estaban escuchando de todos modos.
—No sé si eres de las que saltan sin pensárselo dos veces o de las que hacen cosas estúpidas es por eso que te llevo conmigo. Cuando pruebes que no nos pondrás en riesgo podrás ir sola como André. De momento de vienes conmigo.
—Vale—Dije yo y me di la vuelta para esperarle afuera. No dejaría que me sacara de mis casillas. Le mostraría lo equivocado que podía estar sobre mí.
***
Evan y yo nos subimos a su Land Rover. Nos dirigimos al pueblo, donde todo es visible. Me explicó que era mejor dejar el Jeep en el pueblo por si las cosas salían mal. No nos daría el tiempo de correr hasta aquí.
Ya estaba por atardecer y eso es lo que quiere Evan, que estemos ocultos en la noche porque nuestros sentidos son mejores y nos pone en ventaja sobre los cazadores. Aunque algunos se amparan mucho en la tecnología militar.
Evan y yo caminamos tensos por las calles y a veces el saluda a algunas personas que lo reconocen.
Puedo observar su amplia espalda mientras camina y sus hombros en tensión. Al igual que yo.
Evan se detiene de pronto y yo por poco choco con su espalda. Puedo sentir el olor a cuero de su chaqueta y su aroma inundando mi nariz.
—¡Evan!—Dice una voz femenina antes de que una chica se le eche encima y le pase los brazos por el cuello.
—Hola Kath—Dice él.
—¿Abi?—Me pregunta Kath cuando me ve. Sin podérselo creer y luego aparece Jake para mirarme con la misma cara. Ambos hermanos Schrider con el rostro descompuesto después de habernos visto juntos.
—Si—Digo yo y los saludo a ambos.
—Tenemos que irnos—dice Evan mirándome—Los iré a ver en un par de días— agrega en un tono más amistoso.
Ellos todavía no se alejan lo suficiente y escucho la pregunta de Kath a su hermano: — ¿crees que ya se han acostado? –Evan finge que no lo escucha pero frunce el ceño como si la idea pareciera ridícula y desagradable.
—¡Silencio Kath! ¡Te pueden oír!—Dijo Jake mientras volvía la cabeza para observarme y yo le devolvía una mirada furiosa. El avergonzado Jake Schrider bajó la mirada y se llevó a su hermana lejos de mí.
***
Nos comenzamos a alejar del pueblo y nos adentramos en el bosque. El punto que nos tocaba vigilar debía estar cerca pero para no levantar sospechas teníamos que rodear unos puntos que Evan me había mostrado en el mapa antes de salir.
Eran puntos tentativos, más que nada para estar seguros que ellos no estaban reunidos en la zona Este por los rastros que ahora íbamos a volver a marcar ya que aquí sería donde intentaríamos tenerlos a todos.
Nos detuvimos abruptamente, escuchamos voces, aún lejos de nosotros pero podía distinguir dos. Y un tercer sonido, el de algo pesado arrastrándose por las hojas y la tierra húmeda.
Evan me hizo una seña y lo seguí de forma sigilosa. Observé su amplia espalda delante de mí y aunque me mantuve a un par de metros pude percibir con facilidad el aroma masculino que desprendía su piel. Era una mezcla de algún perfume de hombre y su piel, del bosque y sudor.
Puede que la mezcla suene extraña o quizás el hecho de que yo no me relacione mucho con chicos pero su olor era raramente agradable.
Devries gruñó bajito y apenas movió los labios para decir—Deja de olfatearme—bajé la vista avergonzada e intenté respirar de forma más pausada.
Nos aproximamos a los cazadores y vimos que arrastraban a alguien. Su cabeza estaba cubierta y su cuerpo no era más que un bulto inerte. Dejando rastros en el barro.
Los dos cazadores lo amarraron a un tronco inmovilizándolo y le quitaron el saco del rostro.
—El perro está muerto—Dijo uno de los cazadores.
—No está muerto, estas cosas no mueren tan rápido—Dijo el otro mientras le pegaba un puntapié en las costillas. El hombre que tenía toda la cara ensangrentada e hinchada tosió y escupió. Apenas y podía abrir los ojos. Evan se quedó congelado muchos segundos pero no iba a decirme nada.
—¿Quién es?—Pregunté solo moviendo los labios, sabía que él podría escucharme.
—Gabriel, mi hermano—Dijo Evan y volvió la mirada a los dos cazadores que le tenían prisionero.
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