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046.

━━━━━━━━━━━ ✦₊˚.

—¿Cómo vamos a salir de aquí?

—Tengo una idea —le dijo Ahsoka a Rex.

Riane recargó su pistola izquierda.

—¿Qué idea? —dijo la mujer mientras los dos soldados se ponían los cascos.

—Poned eso en modo aturdir: no queremos matar a nadie.

Riane resopló.

—Eso díselo a ellos, 'Soka.

Unos segundos después, los clones habían prácticamente acabado de abrir la puerta. Rex cubrió a Riane con su cuerpo, porque no la quería en primera línea de tiro.

—Ya van a entrar —observó el comandante.

—Esperad —ordenó Ahsoka—. Esperad... ¡ya!

A su grito, usó la Fuerza para mandar la puerta volando, dándole a varios clones y despejando el camino para los disparos de Rex y Riane.

Consiguieron aturdir a bastantes hombres, y Ahsoka les cubría con sus sables y utilizando la Fuerza.

—R7, búscanos una vía de escape.

El droide se puso a trabajar ante la orden de Ahsoka, mientras ella y los dos soldados luchaban en perfecta armonía.

Los droides sellaron una puerta del pasillo y salieron de la sala cuando hubieron acabado con todos los clones, que estaban desmayados, cubriendo el suelo.

—Muy bien, ¿y ahora qué? —preguntó Rex.

R7 pitó un par de veces.

—Han destruido las cápsulas de escape —les dijo Ahsoka—. Una lanzadera es la mejor opción.

Con un suspiro, Rex siguió a Ahsoka. Riane hizo lo mismo tras mirar los cuerpos de sus hombres en el suelo. No los había matado, pero... Cerró los ojos con fuerza. Aquello era una pesadilla, pero era de verdad.

—Los chicos lo están pasando mal —dijo Rex, como leyéndole la mente—. ¿Sabéis que Maul también ha escapado?

—No se ha escapado —dijo Ahsoka como si nada—. Lo he liberado.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Como distracción. ¡Vamos!

Antes de seguirla, Rex y Riane intercambiaron una mirada. La mujer se encogió de hombros.

—Distracción... —murmuró Rex—. Supongo que es una manera de llamarlo.

Mientras corrían por los pasillos, la nave se sacudió y comenzaron a oírse explosiones. Llegaron a la sala de control del hangar principal a duras penas. Dispararon con el modo aturdir a los oficiales que había dentro y sellaron la puerta.

—Las puertas del hangar están cerradas —dijo Riane mientras tecleaba en los controles—. Lo han sellado todo.

Rex sacudió la cabeza.

—Si no quisieran matarnos, estaría orgulloso.

La capitana Unmel apretó los dientes mientras intentaba que la desesperación no la bloquease. Ahsoka se giró hacia los droides.

—R7, desbloquea las puertas de la dársena doce. Cheep, prepara la lanzadera. G-G, averigua qué le pasa a la nave, esas explosiones no suenan nada bien.

Los droides se pusieron a trabajar. G-G hizo un diagnóstico de la nave, que cada vez parecía estar sufriendo más daños, y no tardó en pitar.

Rex meneó la cabeza sin poder creérselo.

—¿Cómo que el hiperpropulsor no funciona? —G-G pitó de nuevo—. ¿Destruido? ¿No queda nada?

El droide pitó de nuevo. Riane se acercó al escáner.

—Nos ha atrapado la gravedad de esa luna —les dijo a los demás.

Ahsoka frunció el ceño. Se giró hacia el otro droide.

—R7, abre las puertas del hangar principal.

Cuando las puertas se abrieron, la luz entró en el hangar y vieron algo horrible. Estaban muy cerca de la luna. Demasiado cerca. La nave colisionaría en ella dentro de... minutos, calculó Riane.

Se llevó una mano a la barriga, sobre la armadura.

—Tenemos que salir de aquí.

R7 abrió una de las puertas laterales, enseñándoles la lanzadera en el hangar.

—Ahí está —señaló Ahsoka.

Pero R7 abrió el resto de puertas y lo que vieron fue desolador. Todos los hombres. Todos los soldados bajo el mando de Riane y Rex, desplegados en los laterales del hangar, armados y listos para detenerlos. Salieron corriendo hacia el centro del hangar, con Jesse al mando.

Jesse, el teniente de Riane. El segundo al mando de Unmel después de que Cincos muriera. Ella sintió que se mareaba.

—Nos estaban esperando —observó Rex con voz fúnebre.

Los hombres formaron frente a ellos, a sus pies. Jesse comenzó a pasearse entre los hombres sin prisa alguna. Esperarían hasta que salieran. O morirían esperando.

Riane negó con la cabeza. Dio un par de pasos atrás.

—¿Qué hacemos? —le preguntó Rex a Ahsoka—. ¿Abrirnos paso entre ellos?

—Son demasiados —respondió la togruta—. Además, no quiero hacerles daño.

Riane, medio ajena a la conversación, se sujetó contra los controles. R7 le dio un golpe en la pierna, pero lo único que pudo pensar Riane era que iban a morir. Que iban a morir matando a sus hombres. A sus hermanos.

Le cayeron lágrimas calientes por las mejillas. Se le perdieron en el sello del casco. Hace unas horas pensó que podrían escapar. Que podrían dejar al resto de clones atrás; salvarse sin matar a nadie. Pero ahora era abrirse paso o morir todos cuando la nave se estrellase contra la luna.

—Lamento decirle esto —gruñó Rex a sus espaldas—, pero a ellos les da igual. Esta nave va a caer, y esos soldados, mis hermanos, están dispuestos a morir y a llevarnos a Riane, a usted y a mí por delante.

Riane se giró hacia Rex justo cuando Ahsoka le quitaba el casco. Estaba llorando. Puede que Riane ya le hubiera visto llorar en alguna ocasión (era de las pocas personas que lo habían presenciado), pero nunca se volvía más fácil. Rex le giró la cara lejos de Ahsoka, avergonzado, pero ella se giró hacia Riane. Ella se quitó el casco también. Observó el rayo en el frente, y después alzó la cabeza para mirar a la Jedi con los ojos llenos de lágrimas.

—Eres un buen soldado, Rex —dijo Ahsoka—. Y Riane lo es también. También lo son todos esos hombres de ahí abajo. Quizá estén dispuestos a morir, pero no seré yo la persona que vaya a matarlos.

—¿Entonces vamos a rendirnos? ¿Admitir la derrota? ¿Es eso? —le preguntó él.

—No —respondió—. Tengo un plan.

Se volvió a girar hacia Riane. Asintió una vez en su dirección y después se apartó. Un minuto. Es el tiempo que tenían. Ahsoka caminó al otro lado de la sala y dejó a Rex y a Riane frente a frente.

Él agachó la cabeza. Le cayó otra lágrima por la mejilla derecha.

Ella dio un par de pasos hacia él.

—Rex.

Se le hizo un nudo en la garganta y no pudo continuar. Él se mordió el labio antes de hablar.

—Lo siento, Ane —susurró—. No sabía que iba a terminar así.

Ella elevó una mano temblorosa hasta su mejilla. Él se inclinó contra su tacto.

—Aún no ha terminado —le recordó.

Él cerró los ojos brevemente.

—Tantos hombres... muertos.

Ella le abrazó. El brazo libre de Rex, el que no sujetaba su casco, le rodeó la cintura.

—No es su culpa. No... no es tu culpa, Rex. —Sintió que se le intentaba escapar un sollozo—. Ellos sólo entienden que... que son sus órdenes.

Él asintió contra su pelo.

—Sólo quieren cumplir su deber.

Yo nunca quise... Quería cumplir con mi deber.

Riane se permitió soltar dos lágrimas más, por Cincos, por aquellos hombres. Por ella y por Rex.

—Sí —respondió, bajito—. Cumplir las órdenes, hasta el final.

Aunque fueran erróneas. Aunque la República cayera con ellas.

Rex y Riane apuntaron a Ahsoka con sus pistolas mientras bajaban al hangar y se colocaban frente a los soldados. Con los cascos puestos, intentaban modular su voz para llevar a cabo su plan de escape.

—¡Alto el fuego! —llamó Rex.

Los clones les apuntaron de todas maneras, aunque no dispararon. Ahsoka mantuvo sus manos tras la cabeza, en alto. Riane sujetaba sus sables en una mano. En la otra llevaba una pistola preparada.

—He dicho alto el fuego, Jesse —repitió Rex—. Tengo la situación bajo control.

El teniente alternó la mirada entre los tres.

—Tiene una orden, señor —respondió—. Cúmplala usted, ¡o lo haré yo!

Riane inspiró antes de hablar.

—La orden era ejecutar a los Jedi por traición a la República, Jesse —le dijo Riane—. El problema es que Ahsoka Tano ya no es una Jedi.

—Hace tiempo que dejó de serlo —aportó Rex.

Jesse parecía confundido.

—Señor —le dijo a Rex—, usted mismo dijo que teníamos órdenes expresas de Darth Sidious de eliminar a Ahsoka Tano y a cualquier otro clon... —Miró a Riane—. Y a cualquier otro soldado que desobedeciera la Orden Sesenta y Seis.

—Haced que siga hablando, un poquito más —susurró Tano.

—Jesse —dijo Rex de inmediato—. Jesse, escúchame. Nos conocemos desde hace mucho. Si no hacemos esto bien, seremos nosotros los traidores, no ella.

Jesse bajó las armas durante un segundo.

—Jesse, escucha lo que dice el comandante —le pidió Riane.

Pero él negó con la cabeza.

—Comandante Rex, capitana Unmel, están ustedes infringiendo la Orden Sesenta y Seis —declaró—. Yo les acuso de traición contra el Gran Ejército de la República. Serán degradados del rango de comandante y capitana respectivamente, y castigados con la ejecución junto a la traidora Ahsoka Tano.

Riane nunca pensó que oiría algo así. Miró entre las filas. Skat, Bit y Memo estaban entre los hombres, sujetando sus blásters hacia ella. Hacia la mujer que les había liderado durante años.

—¿Listos? —preguntó Ahsoka.

Rex asintió.

—Sí, tampoco me iba mucho lo de ser comandante.

—¡Compañía! —llamó el teniente Jesse—. ¡Listos, apunten!

Una alarma sonó en el hangar, fruto de los droides.

—¡Ahora! —gritó Ahsoka.

La primera plataforma del hangar cayó al nivel inferior, inmediatamente seguida de la segunda. Eso dejó a muchos menos hombres contra los que luchar. Ahsoka empujó a varios hombres, incluido a Jesse, al nivel inferior, y Riane le lanzó sus sables antes de ponerse a disparar junto a Rex.

Tenían que huir. Rápidamente.

Ahsoka cortaba blásters y empujaba con la Fuerza mientras Rex y Riane usaban el modo aturdidor de sus pistolas. Entonces los droides llamaron su atención, y vieron que Maul corría hacia la lanzadera.

—¡La nave!

¡Pero era su medio de escape! Si se iba con ella... Corrieron hacia él, pero Maul empujó a Ahsoka con la Fuerza y a punto estuvo de caer al nivel de abajo con los clones. Mientras Rex la ayudaba, Riane corría hacia el Sith disparando, pero no llegó a tiempo.

Maul se subió a la nave y despegó.

Riane lo observó con impotencia hasta que Ahsoka llegó e intentó agarrar la nave con la Fuerza. Pero los motores eran más fuertes que ella, y Rex y Riane la intentaron agarrar para que no saliera disparada hacia afuera.

—¡Ya vienen! —les dijo Riane.

Parte de los hombres habían conseguido subir, y los soldados disparaban con una mano mientras sujetaban a Ahsoka.

Tuvieron que soltarla. Eran demasiados. Dispararon, pero uno le dio a Rex en la hombrera. Riane sollozó con terror.

—¡No podemos contenerlos! Son demasiados —dijo el capitán.

Ahsoka soltó la lanzadera y les cubrió con sus sables.

Acabaron bajando al nivel inferior, donde se realizaban las reparaciones. De manera bastante violenta, Ahsoka les precipitó hacia abajo en un agujero, pero al menos usó la Fuerza para amortiguar la caída de Riane, porque no se le olvidaba que estaba embarazada.

Pero la mayoría de los hombres seguían abajo, y les apuntaron, listos para matarlos. Jesse entre ellos.

Rex suspiró y alzó de nuevo sus pistolas. Riane le imitó.

Los droides les ayudaron desde arriba, subiendo los elevadores para quitarles un par de grupos de clones del medio.

Gracias a eso, pudieron avanzar hasta las naves. Algunas no estaban listas para volar. Hasta que Riane vio la vieja lanzadera del Pelotón Rayo. Tenía un rayo azul pintado en el lateral izquierdo, con "LOS CHICOS DE UNMEL" en blanco, por encima.

Riane sabía que estaba en mantenimiento porque los cañones no funcionaban. Pero podía volar.

—¡Ahí! —señaló para que los demás la vieran.

Algunos clones más dieron la vuelta por la parte de atrás y volvieron a disparar.

—¡La cabina del piloto está abierta! —gritó Rex—. ¡Súbame a ella!

Ahsoka obedeció. Lo alzó por la Fuerza y le mandó volando bruscamente hacia la cabina abierta, mientras Riane la cubría.

Se les acababa el tiempo. Jesse llegaba con más hombres, la nave debía de estar muy cerca de la luna.

Iban a morir, iban a morir, iban a morir...

—¡Ahsoka!

Rex había conseguido hacer volar la nave y abrir la compuerta trasera. Riane miró. Entonces sintió cómo Ahsoka la empujaba por la Fuerza, volaba varios metros sobre la gran caída a sus pies y se agarraba a duras penas a la trampilla.

Tras un grito de terror, se recompuso y escaló. Siguió disparando desde la trampilla de la lanzadera, pero eran demasiados hombres para la Jedi. Se quedaba sin sitio para retroceder. Entonces la nave se inclinó. Habían entrado en la atmósfera.

Los altavoces de la nave se encendieron para que Riane pudiera oír lo que Rex decía desde la cabina del piloto.

—¡Tengo que despegar o nos estrellaremos con el buque estelar!

Ahsoka patinó hacia un lado antes de correr hacia la nave.

—¡Vamos! —le gritó Riane, agarrándose y tendiendo su otra mano hacia afuera para que ella saltara.

Y saltó, pero justo cuando la lanzadera caía en picado hacia abajo, con los motores aún apagados. Ahsoka cayó de golpe al aire, y Riane se tuvo que agarrar fuertemente para no salir volando por la trampilla abierta. Perdió una de sus DL-44.

Rex cerró la trampilla y Riane pudo medio respirar, dentro de la nave, aunque daban vueltas de campana y apenas logró sujetarse. Los motores por fin se encendieron y la nave volvió a estabilizarse.

—¿Estás bien? —dijo Rex por el altavoz.

—¡Sí!

—¡Agarra a Ahsoka!

La trampilla se volvió a abrir y Riane se asomó.

Rex pilotó, buscando a Ahsoka entre los escombros hasta que la encontró. Luego viró la lanzadera y Riane se aproximó todo lo que pudo al filo de la nave, alargando la mano derecha.

Ahsoka se impulsó en caída libre hasta ella y Riane pudo agarrarla por la muñeca.

Tiró de ella hacia dentro y cerró con el puño la compuerta.

Respiraron con dificultad, casi ahogándose.

—La tengo, Rex.

Él no respondió.

—¿Estás bien? —le preguntó Riane a Ahsoka.

Ella asintió imperceptiblemente. Se abrazaron, ambas temblando. Riane vio por una de las ventanas cómo Rex les alejaba del crucero, que se dirigía a la superficie del planeta en caída libre.

Hacia la destrucción.

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Enterraron los cuerpos.

Los rebuscaron entre los escombros de la nave y enterraron frente a ella a todos los hombres que pudieron encontrar. Ahsoka lo hizo en silencio, con el rostro ensombrecido. Rex se tragó las lágrimas hasta más tarde, aunque parecía que había envejecido una década en horas.

Riane lloró con ganas. Gritó y maldijo mientras tiraba de los cuerpos de sus hombres hacia afuera. Mientras recogía sus cascos y los colocaba sobre sus blásters, enterrados en la tierra a modo de tumba. Lloró después durante días.

Cuando todos los hombres habían sido enterrados, Rex volvió a la lanzadera solo. Decidió darles intimidad a Ahsoka y a Riane, que estaban frente a los cuerpos.

La joven togruta lanzó sus sables sobre la tierra, a los pies de los hombres. Así pensarían que Ahsoka Tano estaba muerta. Riane dio un paso hacia atrás y observó las tumbas con las mejillas resecas de las lágrimas. Se tocó el vientre.

—Maul supo que estaba embarazada —le dijo a Ahsoka—. Lo sintió mientras me tuvo cautiva.

Tano no se giró para mirarla.

—La Fuerza nos deja sentir la vida y la muerte.

Riane guardó silencio. ¿Había Ahsoka percibido la muerte de su maestro? ¿De Kenobi? ¿De Ernark? ¿De Eross? La mirada atormentada de la joven le decía que quizás sí. Que ella cargaría incluso con más cosas que Riane.

—He tenido sensaciones desde que me he quedado embarazada —le confesó—. Ahsoka... si este bebé es sensible a la Fuerza...

—Tenéis que esconderos —zanjó su amiga—. La galaxia ha cambiado, Riane. Los Jedi serán perseguidos y aniquilados. Todo va a cambiar. Ha cambiado ya.

Riane asintió. Quiso abrazarla, pero se dijo que era mejor no hacerlo. La dejó sola frente a los cuerpos y caminó hasta la lanzadera.

Rex estaba preparándola para despegar, y se vieron en la trampilla. Ella le pasó su casco.

—Guárdalo, ¿quieres? No quiero verlo ahora.

Tampoco quería ver el exterior de la nave, con las pinturas hechas por sus hombres, pero eso llevaría más tiempo pintarlo.

Él suspiró y obedeció. Riane se quedó mirando hacia los restos del destructor estelar hasta que él volvió a su lado. Le cogió la mano.

—Tenemos que seguir, Ane —susurró.

Ella asintió. Lo habían perdido todo, pero les quedaba su hijo o hija. No podían rendirse. Sería duro, pero tenían que hacerlo.

—Tenemos que escondernos —coincidió ella.

El capitán asintió. Ella le miró de reojo, apretó su mano con más fuerza. Al menos él seguía bien, seguía vivo y a su lado. Había perdido a su familia, a todos sus hermanos, pero al menos Rex, su hogar, seguía en pie.

Sobrevivirían juntos. Como lo habían hecho desde el principio.

Y su final no había sido uno feliz, pero quizás eso era porque, en realidad, no era un final: quizás era un nuevo comienzo.

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