044.
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Riane pensó que temblaría durante los cinco minutos que tardó el ordenador en completar la prueba. Sin embargo, Kix fue siempre muy profesional.
La capitana le pidió que reservara una sala médica para ella en cuanto el crucero partió. Tuvo que mentirles a Ahsoka y a Rex y decirles que tenía algunos informes que rellenar. Supuso que eso no era mentira, porque sí tenía que hacerlo, pero también tenía cosas más importantes entre manos.
Cuando Kix y ella estuvieron a solas en la sala, ella le explicó el problema a grandes rasgos: tenía la sospecha de que estaba embarazada. Se ahorró los detalles, como que Maul había sido el causante de la sospecha. Tras el impacto inicial de las noticias, Kix se puso a trabajar.
Le preguntó si estaba tomando medicamentos o usando protección. Riane le explicó que sí, pero que quizás podría haberse olvidado tomar alguna pastilla debido a los cambios horarios del combate. Solía tener un periodo irregular por las mismas causas, así como el viaje espacial.
El clon médico sugirió hacer una prueba de embarazo. Cuando la muestra de Riane fue introducida en el ordenador, él le dijo que tardaría unos cinco minutos. La chica asintió.
—¿Te importaría que espere el resultado sola?
Él asintió, quitándole los guantes y poniéndole una mano amistosa en el hombro. Riane recordó su primer día con la armadura de la 501, cuando había conocido a aquel hombre y a muchos más. Había pasado tanto tiempo...
—Por supuesto, capitana. Si necesita cualquier cosa, ya sabe dónde encontrarme.
Kix se giró hacia la puerta y ella le pidió una última cosa.
—Ah, y Kix... por favor, no digas nada.
Él sonrió.
—No tiene de qué preocuparse.
La compuerta se cerró tras el clon, y Riane se tragó un suspiro puramente nervioso. Sabía que Kix suponía que el bebé podría ser de Rex. Cualquiera lo supondría. Puede que su relación no fuese anunciada abiertamente, pero los hombres que les conocían desde hace tanto... Tenían que suponer ese tipo de cosas.
Se sentó en la camilla, y pensó que lloraría mientras la barra que había en la pantalla del ordenador frente a ella iba creciendo, reflejando el avance del proceso.
Todo había salido bien, habían capturado a Maul y parecía que la guerra acabaría pronto...
Y, sin embargo, Riane no hacía más que lamentarse.
El ordenador pitó. Ella se limpió las lágrimas de las mejillas (porque sí que había acabado llorando), y se armó de valor para mirar arriba.
"RESULTADO DE LA PRUEBA: POSITIVO.
EMBARAZO DE: OCHO SEMANAS."
Sollozó. Se tambaleó hasta estar de pie y borró los registros del ordenador.
Al parecer, Maul no había mentido.
¿Qué iba a hacer con aquel bebé? Con aquel bebé que iba a tener una madre soldado y un padre sin derechos... ¿Había condenado a aquel niño a una vida horrible? ¿Podrían Rex y ella cuidarle, criarle como merecía?
Lloró durante quince minutos. Ese fue el tiempo que se pudo permitir para que aquello no interfiriera con sus labores. Después se lavó la cara y se puso el casco.
Salió al pasillo y se dirigió al puente. Los demás soldados, sus hombres, se cuadraban al verla. Y ella apenas era capaz de asentir en su dirección.
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Riane tuvo que aprovechar el descanso de Rex. Fue su única oportunidad de estar con él a solas, porque era el único momento en el que sus horarios coincidían, a no ser que ambos estuvieran en el puente. Aun así, ese último no era un buen lugar para hablar de aquello.
Necesitaba estar con él en privado, tener algo de tiempo para decirlo despacio y que él también procesara las noticias.
Había pensado en esperar a llegar a Coruscant para decírselo. Quizás debería dejar que Rex disfrutara del éxito que habían tenido en Mandalore durante unas horas más. Quizás debería esperar al descanso que seguramente se aproximaba una vez de vuelta en el cuartel del GER.
Pero tenía la sensación de que aquello no podía esperar. Era una urgencia que la traspasaba entera. Había comenzado a tener aquellas raras sensaciones (casi como premoniciones) desde hacía unas semanas. Supuso que no era ninguna coincidencia que aquello sucediera mientras estaba embarazada, pero no tenía ni idea de lo que ello significaba.
Le dio la sensación de que Rex estaba cerca (otra cosa que no le había ocurrido nunca). Unos segundos después, la puerta de la habitación de Riane se abrió.
—Hola, mi amor.
Riane musitó un saludo de vuelta, porque se le había secado la garganta. Rex caminó por la habitación tranquilamente, quitándose el casco y algunas de las piezas de la armadura para estar más cómodo durante unos minutos.
Ella alargó la mano para agarrar el vaso de agua que tenía en la mesita de noche y se lo bebió de un trago. Le tembló la mano y se le escurrió agua por la barbilla hasta el cuello del mono de compresión. Rex ahogó una risa al verla.
—¿Estás bien? —dijo, intentando no sonreír.
A ella le salió una mueca de vuelta.
—Sí.
Rex frunció el ceño. Se sentó a su lado en la cama, rascándose la barba que comenzaba a crecerle mientras ella volvía a dejar el vaso en la mesa. Se levantó en el proceso, intentado alejarse de él porque la consumían los nervios, pero Rex la agarró de los brazos y la sentó sobre su regazo.
La abrazó y hundió la cabeza en su cuello.
No dijo nada, y a Riane se le llenaron los ojos de lágrimas. Tuvo que tragar saliva para poder deshacerse del nudo que tenía en la garganta.
—Rex, necesito decirte algo.
Él emitió un sonido afirmativo, dejando un par de besos en su cuello e inspirando su olor. Al ver que ella no respondía, se apartó para mirarla a la cara.
—¿Qué pasa? —dijo con preocupación.
Riane se mordió el labio con indecisión.
Agarró la mano de Rex y la puso en su vientre. Durante el próximo mes, el embarazo empezaría a ser visible, en ese momento, no se podía apreciar. Él frunció incluso más el ceño.
—¿Te encuentras mal? ¿Te duele algo?
Eso hizo que a Riane se le escapara una risa. Él le dio una sonrisa confusa que la enterneció. Riane frunció los labios, algo más relajada.
Decidió que soltarlo así, sin más, era lo mejor.
—Rex... estoy embarazada.
Él pestañeó un par de veces sin moverse ni un centímetro. A Riane se le hicieron los segundos más largos de su vida. Después, el comandante miró hacia su barriga, donde descansaba su mano.
—¿De verdad?
—Sí —respondió ella—. De ocho semanas.
Rex la volvió a abrazar, esta vez con más fuerza, y se comenzó a reír. Riane sonrió, intentando no llorar de nuevo mientras él le besaba la cara una y otra vez. Después él le besó la boca y se levantó, aún con ella en brazos.
—No lo puedo creer...
Se arrodilló en el suelo, aún con la armadura a medio quitar y sonriendo como un niño. Posó su mejilla contra la barriga de Riane y después la besó. Ella comenzó a llorar, aunque esta vez era de felicidad.
—Estaba muy nerviosa por decírtelo.
Él la miró desde abajo.
—¿Por qué? Me acabas de hacer el hombre más feliz del mundo, Ane.
Ella le dio una sonrisa algo triste.
—Pero... ¿cómo le tendremos? Tú tienes que estar en el frente y...
Él se levantó para abrazarla.
—La guerra terminará pronto —le prometió—. Le pediremos ayuda al general Skywalker, y podrás tener al bebé en Naboo, si es lo que quieres. —Las grandes manos de Rex le recorrieron la espalda despacio—. Voy a estar contigo, ¿vale? No tengas miedo.
Cuando ella dejó de llorar, los dos se sentaron en la cama. Riane decidió no decirle que Maul había sentido la presencia del bebé. Pensó que aquello preocuparía a Rex, y no sabía qué significaba que el Sith lo hubiera percibido y Ahsoka no, por ejemplo.
—Cuando lleguemos a Coruscant nos ocuparemos de todo —prometió Rex, con un brillo renovado en los ojos—. Eso sí, olvídate del combate de ahora en adelante.
Riane puso los ojos en blanco.
—¿Ahora le va a salir la vena protectora, comandante?
Él asintió, besándola.
—Por supuesto. ¿Qué quieres que proteja si no es a ti y a nuestro bebé?
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Rex y Riane volvieron al puente con sonrisas discretas en la boca. Los oficiales se cuadraron al verlos pasar por la pasarela y Ahsoka se giró hacia ellos. Estaba al final del puente, mirando por los grandes ventanales hacia el hiperespacio por el que viajaban de camino a Coruscant.
Tano asintió hacia ellos y se volvió a girar, sin una palabra, hacia los cristales. Rex y Riane aguardaron en un silencio incómodo junto a ella.
—¿Hay algo que le preocupe? —le acabó preguntando Rex con formalidad.
Ahsoka respondió sin mirar hacia ellos.
—Como Jedi, nos entrenaron para ser guardianes de la paz. No soldados. Pero, lo único que he sido desde que era Padawan, es soldado.
Riane y Rex intercambiaron una mirada.
—Bueno —acabó respondiendo él—. Yo no he conocido otra vida. Por eso los clones tenemos sentimientos encontrados cuando se trata de la guerra. Muchos querrían que nunca hubiera ocurrido... —Ahsoka se giró hacia él—. Pero sin ella, los clones no existiríamos.
La antigua Jedi se giró para mirar a Riane. Ella tenía la vista clavada en el suelo.
—Lo mío fue una elección, pero fue una difícil —le explicó a Ahsoka—. Los soldados como nosotros no comenzamos las guerras: sólo morimos en ellas. Siempre hemos muerto en ellas y siempre lo haremos. No esperamos ninguna ovación, pero tampoco nadie se acuerda después de nuestros nombres. Cuando eliges ser soldado, aceptas esa realidad. Y cuando la guerra te atrapa, no te queda otra que aceptarla.
Ahsoka sonrió levemente para animar un poco el ambiente, aunque Rex tenía la mirada clavada en su novia, como si estuviera pensando en lo que ella había dicho.
—Bueno —dijo la togruta—, quizás entonces algo bueno sí que ha tenido todo esto. La República no podría haber encontrado mejores soldados, ni yo unos amigos mejores.
Los tres se sonrieron entre sí, e intercambiaron saludos militares. Fue un momento que Riane recordaría el resto de su vida.
Como el momento antes de que todo cambiara.
Un oficial clon se acercó desde sus espaldas por la pasarela.
—Comandante Rex, ha llegado el último informe.
Él se giró hacia las chicas.
—¿Queréis verlo? Puede que tenga novedades sobre el general Kenobi.
Ahsoka frunció los labios.
—Ve tú —le respondió—. Seguro que son más buenas noticias.
Rex miró a Riane y ella asintió.
—Sí, yo me quedaré con Ahsoka.
Rex sonrió hacia ellas y él y el clon caminaron por la pasarela hasta atravesar la puerta que llevaba a la antecámara de transmisiones. Cuando la compuerta se cerró, Riane se giró hacia Ahsoka, quien fruncía el ceño en su dirección.
—¿Qué pasa?
Ahsoka negó con la cabeza, volviéndose hacia el ventanal.
—Nada.
Por un segundo, se preguntó si Ahsoka también estaba percibiendo el embarazo. Después desechó el pensamiento y se cruzó de brazos junto a la chica, compartiendo su silencio.
Hasta que sintió que se le erizaba la piel, como si tuviera frío.
Ahsoka agachó la cabeza, tambaleándose como si se hubiera mareado.
—¿'Soka? ¿Estás bien?
Intercambiaron una mirada preocupada, como si las dos hubieran percibido algo horrible, la Padawan con mucha más fuerza que Riane. La togruta se llevó una mano a la cabeza, y Riane la sujetó por los hombros.
—Ahsoka —repitió, cada vez sintiendo más frío.
—¡Anakin! —exclamó ella, abriendo los ojos de golpe.
Intentó dirigirse hacia la compuerta de la sala de comunicaciones, y Riane anduvo tras ella con gesto preocupado.
Las compuertas se abrieron y vieron a Rex de espaldas, mirando hacia la mesa de transmisiones apagada.
—Rex, es Anakin. Presiento que ha ocurrido algo terrible —le dijo Ahsoka.
Rex no contestó, solamente dejó que el casco que sujetaba contra su cadera cayera al suelo con un gran estruendo.
—¿Rex? —preguntó Riane.
Como respuesta, su intercomunicador de muñeca se activó.
—A todas las unidades: ejecuten la Orden Sesenta y Seis —dijo el clon por el canal general.
Riane frunció el ceño. ¿La Orden Sesenta y Seis? ¿Qué era eso? No le sonaba de ningún manual, y...
Oyó los seguros de unos blásters soltándose. Se giró para ver con estupefacción cómo los soldados del puente apuntaban hacia Ahsoka.
La togruta miró a su alrededor con confusión, pero Riane sacó sus blásters al momento apuntando a los dos soldados.
—¿Qué es esto? —demandó—. ¡Baje el arma! ¡Es una orden!
—¡No! —exclamó Rex—. Yo lo haré.
Riane pensó que se refería a controlar a aquellos soldados, pero cuando se giró hacia él, vio algo que le rompió el corazón. Rex desenfundando sus armas y apuntando hacia Ahsoka.
—¡Rex! ¿Qué está pasando? —le preguntó Ahsoka.
—¡Atrás! ¡No se acerque! —Gritaba como si Ahsoka fuera su enemiga, pero le escurrían lágrimas por las mejillas. Los blásters se sacudían en sus manos mientras apuntaba a Ahsoka—. Búsquelo —musitó, como si le costara hablar—. Búsquelo. ¡Cincos! ¡Búsquelo! ¡Cincos!
Entonces disparó. Riane no pudo reaccionar. Ahsoka alargó la mano mientras se apartaba de los disparos para empujar a Unmel lejos, contra la pared más alejada a todos ellos, y ella se dio un golpe en la cabeza que la aturdió. Apenas pudo distinguir cómo Ahsoka se subía a la mesa de transmisiones, mientras Rex y los otros hombres disparaban en su dirección y ella se deshacía de los disparos con sus sables azules.
Ahsoka había golpeado a Rex en la cabeza, y cerró las compuertas un momento a través de la Fuerza.
—¡Rex!
Pero antes de que pudiera decir nada más, Jesse y los hombres del antiguo Pelotón Rayo entraron por la otra compuerta, disparando hacia ella. Rex se sumó a ellos y Riane buscó sus armas en el suelo, tardando demasiado.
—¡Ha caído!
—¡No disparéis, la tenemos!
Cuando el humo se disipó, Riane no vio a Ahsoka. Había abierto un agujero en el techo de la sala de comunicaciones con sus sables y había huido por él.
Riane se puso de pie con dificultad. Tenía ganas de vomitar y de llorar, y además le temblaban las rodillas. No era capaz de deshacerse de esa sensación de frío.
—¿Señor, se encuentra bien? —oyó que un soldado le preguntaba a Rex.
—Sí, solo cansado, eso es todo. —Se puso el casco—. Quiero que vayan al área de detención: ejecuten a Maul.
—Sí, señor.
Los clones se fueron a cumplir sus órdenes, dejando sólo a Riane y a Rex con un par de soldados más en la sala.
—Rex —demandó Riane—. Explícame qué está pasando. Ahora.
Él la miró brevemente, pero hablaba para todos cuando informó.
—Muy bien, sabemos que Ahsoka Tano está a bordo —dijo con una voz que, aunque era totalmente la de un clon, no sonaba como la suya—. Está marcada para su eliminación por la Orden Sesenta y Seis. Bajo esta directiva, todos los líderes Jedi deben de ser ejecutados por traición contra la República. Cualquier soldado que incumpla esta orden también será ejecutado por traición. ¿Entendido?
—¡Sí, señor! —respondieron todos menos Riane.
—Solo hay unos pocos sitios donde esconderse en esta nave. Nos desplegaremos en varios equipos de búsqueda y registraremos cada sección. ¡Vamos, pongámonos en marcha!
Los soldados salieron, liderados por Jesse, y Rex se giró hacia Riane.
Ella comenzaba a entenderlo todo. Cincos, el chip, Tup... Todo. Aquello había sido un plan para derrocar a los Jedi. Los clones se volverían contra ellos y les eliminarían a traición.
La República caería. La galaxia se renovaría. Tal y como había dicho Maul.
Rex se giró hacia ella, como si no la reconociera. Como si no la amara, como si no llevara a su hijo dentro.
—¿Lo has entendido, soldado?
A Riane le dolió el corazón. Pero también entendió que, para ayudar a Ahsoka, tenía que seguir viva.
—Sí, señor —respondió, poniéndose el casco para que él no viera que comenzaba a llorar.
—Pues ponte a buscar a la Jedi.
Y Riane salió de la sala y cumplió parte de sus órdenes.
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