043.
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A Riane le dolía muchísimo la cabeza. Solamente era medio consciente de los mandalorianos a su alrededor, de Maul unos metros más allá, atendiendo una transmisión que, quizás, era importante.
La habían dejado esposada, pero contra la pared y apenas seguridad alguna. La verdad era que Riane había parado de gritar y aullar después de desmayarse. Había aceptado el agua y la barra de nutrición que una mandaloriana le había tendido. También dejó que le limpiaran la cara cuando su nariz dejó de sangrar.
Y todo por el bebé que podría llevar dentro. Si es que Maul no le había mentido.
Se sentía sin fuerzas, como si le hubieran dado una paliza magistral. Y se sentía asustada, todo porque no sabía qué haría, o qué podría pasar. Se tocó el vientre sobre la armadura, aunque le costaba porque tenía las manos esposadas muy fuertemente. Se le llenaron los ojos de lágrimas y se sorbió los mocos bruscamente.
A su lado, la mandaloriana de pelo morado ni se movió. Miró hacia arriba cuando el tipo rubio que había sido enviado por Maul para eliminar a Almec se colocó a su lado.
—¿Qué está pasando? —le preguntó a su compañera.
—Maul ha ordenado a los líderes del sindicato que se escondan.
El hombre asintió, mirando a Riane brevemente. Maul cortó la transmisión con un asentimiento hacia los presentes y se giró hacia los mandalorianos con gesto serio.
—Vosotros una vez me liberasteis del encarcelamiento por parte de Sidious y su aprendiz. Entonces creía que Dooku era un viejo idiota, pero ahora... —Su voz se tornó fanática—. Ahora veo que él y yo estábamos igual... un paso por detrás. —Cerró los ojos con un suspiro—. El lado oscuro nunca ha sido tan fuerte...
Entonces los abrió de golpe y fijó su mirada en Riane. Ella le enseñó los dientes.
—Mi lord —intervino la mujer del pelo morado, llamando su atención—. ¿Qué quiere decir?
—Pronto... la galaxia se renovará. —Eso atrajo la atención de todos los mandalorianos, que se giraron hacia él—. Y, en el caos, debemos acaparar todo el poder que podamos. ¡No es propio de vuestro pueblo esconderse aquí, en las cloacas! —exclamó—. ¡Si morís, os prometo que será en el campo de batalla! Y si morís, moriréis como guerreros.
Con un escalofrío, Riane contempló cómo los mandalorianos se deshacían en cánticos y ovaciones hacia Maul.
El Sith volvió a girarse hacia Riane, observándola con una sonrisa feraz.
—¿Lista para reunirte con los tuyos, capitana?
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La habían colocado de rodillas, aún esposada y al lado del trono donde Maul estaba sentado tranquilamente, un pie sobre el asiento. Su casco estaba a su lado, listo para ser recogido en cuanto pudiera. Sentía el corazón en la garganta, y los segundos pasaban muy despacio mientras intentaba tranquilizarse, esperando a que Rex apareciera al otro lado de esa puerta.
Sabía que la habían buscado, que probablemente habían intentado recopilar información respecto a la posible ubicación de Maul, y no podía culparles de no haber podido dar con ella antes. Sabía que Rex lo había intentado. Le conocía bien.
No mucho después, oyó la voz de Bo-Katan al otro lado de la gran puerta.
—Esta ocupación no puede durar mucho más, el pueblo no lo tolerará. Yo no lo toleraré.
—Nos pediste ayuda: mis hombres no quieren hacer de fuerza policial.
Sintió que se le caía el alma al suelo al oír la voz de Rex. Se le llenaron los ojos de lágrimas y a punto estuvo de sollozar de alivio.
—Las fuerzas de la República partirán en cuanto capturemos a Maul. —Esa era la voz de Ahsoka—. Y luego tú tendrás tu oportunidad de gobernar.
Entonces las puertas se abrieron, y Maul declaró:
—Estoy de acuerdo.
Las caras de sus tres amigos se llenaron de sorpresa, y entonces Rex abrió los ojos incluso más.
—¡Riane! —exclamó.
Ella empezó a llorar de nuevo. Maul la miró desde su trono con un suspiro.
Para su sorpresa, Bo-Katan sacó sus pistolas, corriendo y disparando hacia Maul, pero él simplemente desvió sus disparos con la Fuerza antes de alzarla por el cuello.
—Mi lady, ¿es esa forma de tratar a su legítimo gobernante?
Riane seguía con la vista clavada en Rex, y él en ella. Maul soltó a Bo-Katan, y Ahsoka y Rex corrieron a ayudarla. Mientras Ahsoka ponía en pie a la mandaloriana, Rex miraba a Riane con la mandíbula apretada.
Ella intentaba observarle a través de las lágrimas que le desbordaban los ojos y le cursaban las mejillas.
—Y ahora —dijo Maul—, como muestra de buena fe, os devuelvo a vuestra compañera de armas.
Alargó una mano hacia ella y las esposas se soltaron, cayendo al suelo. Riane alagó las manos hacia el casco, y le temblaban.
Miró a Maul de reojo, casi con miedo de que fuera una trampa.
—Riane —llamó Rex con voz temblorosa.
Maul asintió y ella se puso de pie lentamente.
—Venga, eso es, vuelve con tus amigos.
Dio unos pasos adelante, y Rex se adelantó para sujetarla de inmediato. En cuanto estuvo en sus brazos, se dejó agarrar, aun llorando desconsoladamente.
—¿Estás bien? Por el Creador, Ane...
Sintió la mano de Ahsoka en su cabeza, y lloró más fuertemente.
—Lo siento, 'Soka... Se lo dije todo. Entró en mi cabeza, no pude pararlo...
—Tranquila, Ri, no pasa nada. Rex, llévatela de aquí.
El comandante asintió, no dudando un segundo. Cogió el casco de Riane, colocándolo en el cierre de su cintura, y la alzó a ella en brazos.
Unmel no miró atrás: no quería volver a ver Maul. Escondió la cara en el cuello de Rex, sintiendo que al fin estaba a salvo. No podía contarle lo del bebé ahora.
—¿Estás bien, mi amor? Estaba tan preocupado...
Sintió su mano acariciarle la cara y limpiarle las lágrimas de las mejillas. Riane asintió débilmente.
—No me hizo daño, pero se metió en mi cabeza... Lo vio todo, Rex, no pude pararlo. No era como Ventress, era...
Él negó con la cabeza. Salieron fuera y besó su frente.
—No pasa nada, Ane. No pasa nada. Ya te tengo.
Ella asintió, llorando aún. El aire frío de la superficie le golpeó la cara, y ella lo agradeció. Agradeció también el calor del cuerpo de Rex alrededor del suyo, aunque llevara la armadura puesta y se sintiera incómoda contra ella, seguía sintiéndose segura en sus brazos.
Rex la posó finalmente en el suelo, le volvió a pasar las manos por la cara y suspiró.
Un clon médico se acercó de inmediato, arrodillándose junto a Rex y comprobando las constantes de Riane.
—¿Ha tenido alguna herida?
Ella negó con la cabeza.
—Sólo un sangrado de nariz.
El clon asintió.
—¿Le duele algo?
—Sólo la cabeza.
El soldado abrió un botiquín y sacó una jeringuilla con calmante. Levantó una mano y Riane movió el cuello para darle espacio. Suspiró cuando sintió cómo la jeringuilla se hundía en su piel y expulsaba el medicamento dentro de su cuerpo.
—Esto debería de ser suficiente.
—Gracias, soldado —respondió el comandante.
Riane asintió en agradecimiento también, y cuando el soldado se había ido, Rex se agachó y la besó cortamente.
—Nos podrían ver, Rex —se quejó Riane contra su boca.
—No me importa —respondió él—. Sólo me importa que ya estás conmigo.
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Riane había insistido en volver a unirse a la batalla, incluso si a Rex no le hacía gracia ninguna. Sabía que no le dejaría luchar si le decía lo del bebé, pero, de todas maneras, tampoco era el momento o el lugar de mencionarlo.
—No se preocupe, comandante, seguiré a la capitana de cerca —sugirió Jesse.
Rex acabó aceptando bajo esa premisa. Riane preparó sus pistolas, habiendo perdido el disgusto y el dolor de cabeza (al menos momentáneamente). Se puso al frente de varios hombres de la Compañía 332 y dirigió un asalto frontal contra los mandalorianos de armadura roja.
Las calles de la capital mandaloriana, Sundari, se llenaban de explosiones y disparos. Al menos los civiles no estaban en las calles: había sido desplazados a refugios.
Aun así, Riane luchaba con pena en su interior. Era como si escuchara y sintiera más muerte de la normal a su alrededor, y se dijo que probablemente aquello se debía que estaban luchando contra personas reales, y no contra droides Separatistas.
Vio a Rex de reojo, unas calles más allá, separados por una estructura transparente. Estaba liderando a sus hombres, con un caminante detrás.
Riane se agachó al ver por el rabillo del ojo a un mandaloriano acercándose. Esquivó sus disparos, dio un salto y disparó hacia él, aunque el hombre estaba utilizando una mochila propulsora. Riane activó la suya.
—¡Capitana! —gritó Jesse.
—¡Lidera a los hombres! —ordenó.
Riane reconocía la armadura del hombre que la disparaba, ahora ambos enzarzados en disparos y acrobacias aéreas. Era Gar Saxon, el comandante de Maul y el hombre rubio que la había sujetado durante su cautiverio antes de ser enviado a eliminar al primer ministro Almec.
—¡Escoria republicana! —aulló el hombre.
Riane apretó los dientes bajo el casco.
—¡Gev jorhaa'ir bal akaanir! —respondió Riane en mando'a.
"Deja de hablar y lucha".
El hombre aulló de nuevo, esta vez un grito sin sílabas y puramente rabioso, quizás por oírla hablar en su idioma, pero cuando intentó lanzarse en el aire hacia Riane, Bo-Katan se interpuso entre ambos para enfrentarse directamente a Saxon.
—¡Ba'slanar! —gritó Kryze en dirección a Unmel.
Riane dejó que su propulsor la alejase de la lucha entre ambos, tal y como Bo-Katan le había pedido. Entendía que aquella era su lucha, por su pueblo.
Y la lucha de Riane estaba allí abajo, con sus chicos, así que aterrizó junto a Jesse y le cubrió las espaldas mientras disparaban. Él cojeaba levemente, pero sus heridas habían sanado mayoritariamente.
Luchó hasta que oyó un grito en su dirección.
—¡Unmel!
Y miró al cielo y vio a los refuerzos llegar. Los mandalorianos dispararon misiles hacia los enemigos y Sterling y Jesse gritaron con euforia, las voces de sus hermanos fundiéndose con las suyas. Riane le hizo un gesto a sus hombres para que avanzaran. Vio cómo Rex, en la pasarela paralela a la suya, hacía lo mismo.
Dio otro paso para acercarse a la victoria.
Cuando la batalla terminó, mientras Riane y Rex se ocupaban de detener a los mandalorianos vestidos de rojo que habían sobrevivido, ella vio algo en el suelo.
Uno de los sables de Ahsoka. Miró hacia arriba, y vio luces es una de las estructuras metálicas del tejado. Una nave enemiga debía de prepararse para ayudar a Maul a escapar.
—¡Rex!
Señaló en dirección a lo que veía y él les hizo una señal a varios soldados.
—¡A las cañoneras!
Riane les siguió, la espada de Ahsoka en la mano, y se subieron a un transporte para acercarse a su enfrentamiento.
Cuando llegaron a su altura y las puertas se abrieron, pudieron ver que Maul estaba suspendido en el aire, agarrado por la Fuerza por Ahsoka.
—¡Estáis acabados! —gritó Maul—. ¡Vamos a morir todos!
—¡Cables! —ordenó Riane.
Los clones rodearon el cuerpo de Maul con cables de seguridad, y Ahsoka le soltó, dejando que las tropas se ocuparan.
—¡No sabéis lo que estáis haciendo!
Por un momento, Riane dudó. Dudó, porque el hombre hablaba con tanta certeza como cuando le había dicho que estaba embarazada. Pero entonces se giró hacia Jesse y ordenó:
—Subidlo.
Rex le disparó con un rayo aturdidor y los hombres obedecieron sus órdenes.
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Ahsoka y Riane bajaron de la cañonera para hablar con Bo-Katan. A sus espaldas, Maul seguía inconsciente, atado y sujetado por algunos soldados.
Kryze asintió al verle.
—Entonces es verdad que le has capturado —le dijo a Ahsoka—. Estoy impresionada.
—Es lo que el Consejo quería.
Ahsoka comenzó a caminar y Bo-Katan asintió en dirección a Riane para animarla a unirse a ellas. Las tres mujeres caminaron entre los soldados.
—Aun así, tú has triunfado donde muchos han fracasado.
—Eso es cierto —coincidió Riane.
—Aprendí de los mejores —sonrió Ahsoka—, vosotras dos incluidas.
Eso pareció sorprender a Bo-Katan.
—Ojalá yo fuera buena en algo aparte de en la guerra.
Ahsoka miró de reojo hacia Riane. Ella suspiró. Estuvo a punto de ponerse la mano en el vientre, pero se detuvo a tiempo.
Las tres se asomaron a la barandilla. Vieron un jardín calcinado por las bombas.
—Yo he hecho de la guerra mi trabajo, y mis gentes son de un pueblo pacífico —suspiró Riane—. Tu pueblo necesita otro tipo de líder.
Bo-Katan giró la cabeza hacia los civiles siendo movilizados por los clones. Algunos lloraban por las pérdidas sufridas en el asedio.
—Mi hermana lo intentó —respondió ella—. Yo nunca entendí su idealismo.
Antes de que pudieran responder, la voz de Rex atrajo la atención de todas.
—Comandante, el Consejo la espera.
Ahsoka se acercó a él, y Bo-Katan se despidió de Riane con una sonrisa y un asentimiento de cabeza. Ella se lo devolvió.
—¿Y el maestro Skywalker? —preguntó Ahsoka—. ¿Has podido contactar con él?
—Estaba en la reunión cuando he venido a por usted.
—Vete —intervino Bo-Katan, unos metros más allá—. Yo me encargo de esto.
Ahsoka asintió, y Rex y Riane la acompañaron hasta la sala de transmisiones. Cuando llegaron dentro, Riane vio que solo Yoda, Windu, Secura y Mundi estaban en la transmisión. El general Skywalker no estaba presente ya.
Ahsoka se posicionó frente a los Jedi, y Rex y Riane esperaron tras ella.
—Tengo entendido que tu misión ha sido un éxito —dijo Windu.
—Sí —respondió Ahsoka—, Maul está bajo custodia. Acompañaré al comandante Rex y a la capitana Unmel cuando lo lleven a Coruscant.
—Un gran servicio a la República has prestado —observó Yoda.
—Era mi deber como ciudadana.
—No como Jedi.
—No —respondió ella—. Aún no. —El silencio tomó la sala cortamente, Riane pasó saliva—. La verdad, esperaba poder hablar con el general Skywalker.
—Lo he enviado a informar al Canciller de que el general Grievous ha sido localizado en Utapau —dijo Windu.
—¿Y el maestro Kenobi?
—Enfrentándose al enemigo está.
—Entonces la guerra acabará pronto —adivinó Tano.
—Eso depende del Canciller —suspiró Mace Windu.
Riane se pasó una mano por la barriga. Sentía nauseas de nuevo. Rex la miró de reojo, pero no preguntó nada.
—¿Qué quiere decir?
—Lo siento, ciudadana. Es un asunto que debe tratar el Consejo —zanjó él.
Rex y Riane alzaron las cejas, pero Ahsoka pareció aceptar el reproche sin dificultades.
—Sí, lo entiendo.
Los demás maestros salieron de la transmisión, solo dejando al pequeño maestro Yoda frente a Ahsoka.
—Ahsoka, ¿algo más que decir tienes? ¿Un mensaje para Skywalker, quizá?
Ella se lo pensó.
—No, maestro, gracias —dijo finalmente—. Se lo diré personalmente cuando le vea.
—Que la Fuerza te acompañe, Padawan.
La transmisión se cortó.
Ahsoka se quedó allí, quieta, y Rex dio un paso hacia ella.
—No les has contado lo que Maul dijo sobre el general Skywalker.
Que era la clave para... destruir la República. Que se convertiría en el nuevo aprendiz de Sidious.
Tano los miró a ambos, muy seriamente.
—No, no lo he hecho.
Y, sin más explicaciones, salió de la sala.
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Los mandalorianos y los clones de la 332 formaron frente a frente para presenciar cómo Maul era cargado en una lanzadera de seguridad.
Le habían introducido en una caja de prisión mandaloriana para usuarios de la Fuerza. Ni siquiera él sería capaz de escapar de allí.
La regente de Mandalore, Bo-Katan, se giró hacia Riane y Rex.
—Gracias por vuestra ayuda —les dijo—. Ha sido un honor luchar junto a vosotros.
Ambos asintieron.
—El honor ha sido nuestro, Lady Kryze —respondió Riane.
Los dos soldados se subieron a la lanzadera, dejando que Bo-Katan y Ahsoka se despidieran. Riane observó cómo se llevaban la jaula de Maul hacia el fondo de la nave con un nudo en el estómago.
—Se ha acabado ya —le susurró Rex, quizás pensando que le temía.
Aunque presentía que aquello no había hecho más que comenzar, Riane asintió.
—Lo sé —mintió.
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