040.
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—Erredós, ¿cuánto queda?
El droide asomó la cabeza por el lateral del puente, dándole a Riane Unmel un par de pitidos optimistas. Ella había aprendido a interpretar al droide con el tiempo, y no puedo hacer más que suspirar.
—Está bien —le dijo, girándose hacia los hombres de la 501—. Aguantad un poco más, muchachos.
Los clones vestidos de azul se quejaron, pero Jesse asintió hacia la mujer.
—Sí, teniente.
Riane intentó no reír al mirar a Rex. Estaba abrazado a un poste de la parte de abajo del puente, como los demás hombres. Se habían puesto debajo para sorprender a los droides que había encima en cuanto el general Skywalker diera la señal. Así ayudarían al 212 y a la 335, que estaban en problemas, usando las mochilas propulsoras. Había sido una rotación larga para la 501, quien había librado su propia batalla, pero Unmel se dijo que aquello sería pan comido para sus chicos.
Vio en el visor de su casco cómo Rex activaba un canal de voz privado entre ellos.
—Esta cosa pesa como un muerto, Ane —se quejó el capitán.
Ella rio. Le había convencido para que, como hacía el Pelotón Rayo, él y el resto de la Compañía Torrente usaran unos propulsores.
—Pero sí te encanta volar por encima de las hojalatas, Rexy.
—No me llames así —gruñó él.
—Lo siento, cariño —mintió ella.
Riane oyó una conmoción sobre su cabeza y se volvió a girar hacia el lateral del puente. Vio cómo R2-D2 asomaba su cabeza azul y plateada y pitaba una y otra vez.
Riane sonrió bajo el casco y encendió su propulsor.
—¡Compañía Torrente, al ataque! —gritó Rex.
Y así, los clones de azul se soltaron del puente y se elevaron sobre los cielos de Yerbana. Riane desenfundó sus pistolas mientras su propulsor la elevaba sobre los droides. El droide táctico estaba sobre la plataforma central, y ella se dio prisa en darle un disparo en la cabeza que acabó con él al instante.
Mientras disparaba con Rex al lado, oía a los soldados aullar con emoción, disparando y soltando cargas sobre los droides.
Los hojalatas no podían acertar a sus hombres a tanta altura, y menos con la capacidad evasiva que ganaban en el aire.
Rex volvió a hablar por el canal privado.
—Bueno, quizás sí que me gustan estos chismes.
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En el medio de la batalla, los generales se excusaron para volver a El Resuelto y atender una transmisión. Cuando los droides habían sido derrotados, Riane ayudó a Rex, a Cody y al comandante Axton a organizar a los hombres para que movilizaran a los heridos.
Cuando la mayor parte del trabajo había sido acabado, el capitán de la 501 y la teniente del Pelotón Rayo se subieron en una de las cañoneras. Los dos estaban solos dentro, ya que muchos de los soldados ya habían sido movilizados al buque insignia. Riane se quitó el casco en cuanto la cañonera despegó, y Rex la imitó. Intercambiaron sonrisas cansadas antes de que el transmisor del capitán pitara.
El hombre elevó la muñeca para responder.
—Aquí Rex. ¿Sí, general?
La voz de Anakin Skywalker pasó por el transmisor mientras salían de la atmósfera.
—Rex, haz que los hombres de la Compañía Torrente se organicen en el hangar uno para dentro de aproximadamente dos horas estándar.
Riane y él intercambiaron una mirada de confusión.
—Claro, general. ¿Se nos necesita de nuevo en el frente?
Skywalker pareció dudar, porque no respondió de inmediato.
—No, Rex. Es Ahsoka. Ha llegado con la mandaloriana Bo-Katan Kryce, pidiendo que las ayudemos a liberar Mandalore de las manos de Maul. —Hubo un momento de silencio en el que Riane tuvo la sensación de que su cerebro se había apagado completamente, como si no pudiera procesar las noticias. Después, el tono de Skywalker pasó de grave a completamente jovial—. Se me ha ocurrido que podríais pintar los cascos, ¡darle una sorpresa!
Rex se tragó una tos de estupor.
—Claro, general —consiguió decir a duras penas—. Hablaré con los chicos.
—Perfecto, Rex. Os mantendré al tanto. Skywalker fuera.
Rex bajó el brazo y Riane y él no dijeron nada durante un momento. Se miraron con caras serias y confusas. La mujer sintió cómo la cañonera se inclinaba hacia un lado mientras el piloto hacía que entraran en uno de los hangares de El Resuelto, que seguía en órbita sobre Yerbana.
—¿De verdad Skywalker piensa que el GER autorizará esta misión? —preguntó Riane mientras la nave atracaba—. Si la República interviene en un planeta neutral como Mandalore, se creará otra guerra.
Rex se frotó los ojos, como hacía siempre que estaba cansado.
—No lo sé, Ane. No me puedo creer que Ahsoka esté metida en todo esto.
Los dos bajaron la voz mientras salían de la nave para que nadie más les oyese. Todo el mundo parecía ajeno a las noticias.
—Ha pasado muchísimo tiempo...
Riane se obligó a sonreír, aunque la situación la preocupaba, y Rex le devolvió la sonrisa.
—No puedo creer que haya vuelto.
Se dejaron embargar por la emoción de volver a ver a su amiga, y reunieron a los hombres en el hangar uno, tal y como Skywalker había pedido. Aunque muchos eran nuevos y nunca habían servido bajo el mando de Ahsoka Tano, todos en la 501 habían, al menos, oído hablar de ella.
Todos los hombres que no tenían un diseño particular de casco decidieron alterar sus cubos blancos con pintura naranja y blanca, de tal manera que se asemejara a las marcas togrutas que siempre habían identificado a la antigua Padawan.
Para cuando Skywalker avisó de que él y Ahsoka se dirigían hacia allí, la emoción había contagiado a todos los presentes.
Rex había agarrado un casco con una sonrisa y se había plantado en el centro de las dos filas que los hombres de la Compañía Torrente habían formado (también agarrando en la otra mano un regalo para la joven, sus antiguos sables láser). Riane se había quitado su propio casco y lo había apoyado contra su cadera, una sonrisa nerviosa en los labios. Le latía el corazón muy rápido en el pecho mientras se imaginaba la cara que pondría Ahsoka, pero verla de verdad fue mucho mejor.
La chica ya no era una niña. Estaba mucho más alta, y su cuerpo comenzaba a dejar ver una figura completamente femenina tras el traje gris que vestía. Sus montrals habían crecido sobre su cabeza y le llegaban ya más allá del pecho.
Pero en la cara sorprendida de la joven, Riane seguía distinguiendo a su amiga Ahsoka Tano, como si nunca se hubiera ido.
—¡Compañía! —exclamó Rex—. ¡Firmes!
Rex y Riane se apartaron a lados opuestos de las filas mientras los hombres se cuadraban a la vez en el centro del hangar. Ahora sus hombreras azules, junto con algunas decoraciones en el pecho y las piernas, les clasificaban como miembros de la 501. Todos los cascos les identificaban como los hombres bajo el mando de Ahsoka Tano, aunque ya no fuera su comandante de manera oficial.
Ahsoka se paseó entre los hombres con una sonrisa nerviosa, y Skywalker caminó hasta estar entre Rex y Riane, quienes se relajaron.
—En cuanto supieron que habías vuelto, se pusieron manos a la obra —explicó el general.
Ahsoka se acercó al capitán y a la teniente, y Rex le tendió el casco a la togruta con una sonrisa tímida.
—La pintura es rudimentaria, pero creemos que transmite la idea —le explicó él.
Ahsoka acarició el casco con una sonrisa, y Riane tuvo que tragarse el nudo que tenía en la garganta para poder hablar.
—Nos alegra que haya vuelto, comandante —le dijo a la joven.
Ella intercambió su mirada entre los dos antes de responder.
—Rex, Riane, gracias —les dijo de corazón—. Pero ya no tenéis que llamarme comandante.
Riane se giró para mirar a Rex, y los dos intercambiaron sonrisas divertidas.
—Claro, comandante —dijo él.
Riane se tragó una risa mientras Skywalker daba un paso al frente.
—Ah, tengo otra sorpresa para ti.
Rex le tendió la caja, y Riane y él se apartaron mientras el general se la tendía a Ahsoka.
Justo cuando estaba a punto de abrirla, una alarma inundó el hangar. Riane suspiró.
—¿Otra vez?
Kenobi apareció corriendo por la puerta del hangar, y todos se giraron hacia él.
—Riane, Rex, preparad las tropas —les dijo—. Saltaremos al hiperespacio de inmediato.
Rex no dudó ni un segundo, y Riane asintió poniéndose el casco. ¿A dónde iban? No importaba.
—Sí, señor —respondió el capitán—. ¡Muchachos, conmigo!
Riane miró a Ahsoka una última vez mientras los hombres rompían filas, y salió corriendo tras Rex para organizar armamento, soldados y naves.
Unos minutos después, su transmisor pitó. Era un mensaje de Skywalker, por un canal común para Rex y ella.
—Aquí Skywalker —les dijo—. Coruscant está siendo atacado —les informó—. Por eso, he decidido dividir la 501. Una mitad irá conmigo, con el general Kenobi y la general Ernark a rescatar al Canciller. La otra mitad acompañará a Ahsoka a Mandalore. Bajo el mando del comandante Rex y de Unmel.
Riane se giró sobre sí misma, divisando a Rex en el hangar. Llevaba el casco puesto, pero en el pecho de la chica había florecido orgullo y felicidad. Sabía que se dirigían a la batalla, pero no pudo evitar pensar en lo mucho que se alegraba por el ascenso de Rex.
—Ahsoka os acompañará como asesora. Tenéis órdenes de partir de inmediato —añadió el general.
La voz de Rex saltó por los altavoces integrados del casco de Riane.
—Sí, general.
Antes de que ella se pudiera dirigir a hablar con Rex, su transmisor de muñeca pitó. Activó el canal.
—¿Teniente Unmel?
Riane reconocía la voz de la Jedi Dhejah Ernark. Ya había servido con ella en el pasado, así como junto al comandante Axton de la Legión 335. Se dio prisa en contestar.
—A su servicio, general.
—Reúnase conmigo de camino al hangar tres —ordenó la Jedi—. Necesito su mejor plan de contingencia aéreo.
—Enseguida, general.
Riane comenzó a caminar hacia la salida, agarrando su datapad de su cinturón y desplegándolo, buscando entre su base de datos. Activó el transmisor de su casco.
—Rex, tengo que ir a hablar con la general Ernark. Volveré enseguida.
Le dio la sensación de que él sonreía.
—Está bien.
Riane atravesó el buque insignia casi corriendo, divisando a la Jedi, con su pelo castaño revuelto esperando a la entrada del hangar. Se cuadró ante ella en saludo militar y le tendió el datapad tras quitarse el casco.
—Este es el plan "barrido", señora —le explicó mientras entraban al hangar—. El general Skywalker lo utiliza ante un gran número de naves con el escuadrón oro. Cuenta con tres distracciones y cuatro variaciones de ofensiva.
Dhejah revisó la estrategia por encima, y Riane se mordió el labio con nerviosismo mientras esperaba su aprobación.
—Gracias, teniente —le dijo—. ¿Parten con nosotros?
Riane negó con la cabeza.
—No, señora, el general Kenobi ha autorizado que parte de la 501 viaje a Mandalore bajo el mando del capitán... Quiero decir, del comandante Rex.
Dhejah elevó una ceja, pero no dijo nada respecto al nuevo rango del clon. Riane había intentado que no se le notara mucho el orgullo en la voz, pero luego se dijo que le daba igual. La mujer le sonrió y Riane le devolvió el gesto cordialmente.
—Ya veo. Bueno, ha sido un honor luchar junto a usted una vez más en esta campaña.
Riane asintió mientras se ponía el casco.
—El placer ha sido mío, general. Buena suerte.
Se quedó en el sitio un momento mientras la mujer se giraba y se dirigía a una de las cañoneras. Después se dio la vuelta y salió del hangar. Lista, como siempre, para un nuevo asalto.
Quizás fuera a ser uno divertido.
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Cuando el Buque Insignia saltó al hiperespacio, Riane no pudo evitar sentirse nerviosa. Le picaba la piel bajo la armadura, como si estuviera a punto de ocurrir algo. Se preguntó si aquello es lo que les pasaba a los Jedi cuando sentían algo en la Fuerza.
Sabía que Ahsoka y Rex estaban en el puente, pero ella acababa de terminar de coordinar a los soldados de la 501 y a los hombres de Bo-Katan. La mandaloriana era una mujer directa y con una presencia firme. A Riane le gustaba, le parecía una buena líder y una buena guerrera.
—Les avisaré en cuanto debamos preparar todo para el asedio —le dijo a la mujer—. Si necesita cualquier cosa, yo y el comandante estaremos en el puente.
La mandaloriana asintió.
—Gracias, teniente.
Riane sonrió levemente y se dio la vuelta para salir del hangar. Saludó a Jesse y a Skat en el pasillo, y le pareció que los dos le daban sonrisas extrañas. Arrugó la nariz, sintiendo el picor bajo su piel de nuevo. No sabía si aquello era algo malo o algo bueno.
Se pasó la mano por el pelo castaño con nerviosismo, y entonces su transmisor pitó.
—Aquí Unmel —respondió.
Rex no se identificó, pero ella le reconoció de inmediato. Hacía mucho tiempo que había aprendido a distinguir su voz de la de sus hermanos.
—¿Tienes un momento? —le preguntó.
—Claro.
—Está bien, te veo donde siempre.
"Donde siempre" era la habitación de Rex. "Allí", el armario de armamento del hangar principal. Había muchos sitios en los cuales se encontraban a escondidas. Riane no había tenido oportunidad de hablar con Rex a solas desde que le habían ascendido y les habían dado aquella misión, así que aligeró el paso hasta la puerta y, tras comprobar que no había nadie por ahí, metió la contraseña de Rex en el panel de la puerta.
Él aún no estaba dentro, pero Riane se quitó el casco, dejándolo en el escritorio, y se sentó en la cama. Estaba perfectamente hecha, sin una sola arruga. Rex siempre la hacía de manera impoluta.
La puerta se volvió a abrir y el comandante la traspasó. Se quitó el casco, y a Riane le dio un saltito el corazón al ver que sonreía bajo él.
—Comandante —saludó con una risa.
—Ahsoka está a cargo del puente —le explicó—. Aún quedan un par de horas para que lleguemos.
—Estaba a punto de ir a hablar con ella, apenas he podido hacerlo desde que llegó.
Rex posó el casco encima de la mesa. Después se giró para comprobar que la puerta estaba cerrada, y Riane levantó una ceja.
—¿Qué haces? —le preguntó.
—Esperaba una celebración por mi ascenso.
Riane puso los ojos en blanco, pero sonreía.
—No tenemos tiempo, Rex.
—Siempre tengo tiempo para quererte.
Se sentó a su lado en la cama y la atrajo hacia sí para besarla.
A Riane aún le sorprendía cómo aquel hombre lograba encenderla con tanta facilidad. Rex no había sido su primera relación (aunque sí el primer hombre en enamorarla tanto), pero creía que nadie la había besado nunca como él.
Aquel beso le recordaba al primero que habían compartido. Lleno de pasión y de hambre.
Al principio de su relación, a Rex le había costado expresar lo que sentía por ella con palabras. Sin embargo, era un soldado, siempre directo y con un objetivo claro en mente, y sus caricias lo demostraban todo. Siempre la tocaba con propósito, nunca en vano, e iba directo al grano.
La tumbó contra el colchón, y aunque ninguno de los dos se había quitado la armadura, Riane le sintió moverse hasta estar lo más cerca posible de ella. Le empujó ligeramente hacia atrás, y él se separó, aunque a regañadientes. Intentó inclinarse para besarle el cuello, pero ella se giró. Le costaba respirar.
—Rex...
Él suspiró, sentándose. Riane se incorporó.
—Tienes razón, no tenemos tiempo.
Ella le sonrió y él se inclinó para besarle la frente con cariño.
—Es que hace mucho tiempo que no tenemos un rato para nosotros —se excusó.
—¿La semana pasada en mi habitación? —le recordó—. ¿Después de las maniobras?
Rex se sonrojó, como si no acabara de intentar repetirlo.
—Es verdad.
Se quedaron un momento en silencio, tomados de la mano y sentados en la cama. Disfrutaron de la presencia del otro, porque los dos estaban a punto de volver al puente.
—Necesito un nuevo capitán —dijo él de pronto—. Técnicamente, Ahsoka no puede dirigir una compañía.
El modo teniente volvió a la mente de Riane. Pensó en la Compañía 332 y en sus hombres. Esa era la designación que le habían dado a los hombres que se dirigían a Mandalore.
—¿Qué hay de Vaughn? Es un buen soldado y tiene aptitudes...
Él la interrumpió.
—He pensado en ti.
Riane se quedó sin habla durante un segundo.
—¿Rex? —preguntó entonces—. ¿Hablas en serio?
Él se encogió de hombros, sonriendo. Se acababa de teñir y cortar el pelo y estaba muy guapo, pensó ella.
—Claro —le dijo—. A Ahsoka le pareció una buena idea también. Y Jesse y Skat estuvieron de acuerdo.
Riane suspiró.
—¿No crees que te motivan aspectos personales?
Rex perdió la sonrisa y negó con la cabeza.
—No, Ane. Sé distinguir tu talento como soldado, independientemente de que esté enamorado de ti. Ahí abajo necesito a alguien que se preocupe por los chicos, alguien en quien Ahsoka y yo podamos confiar plena y ciegamente. ¿Y quién mejor que tú?
Riane apartó la mirada. Se tocó la hombrera derecha, repasó el "5555" con la yema de los dedos.
—Está bien —accedió.
Rex sonrió de nuevo y ambos se levantaron. Él le dio un corto beso en los labios antes de que recogieran sus cascos y salieran del camarote.
—Un placer luchar a su lado una vez más, capitana Unmel.
Ella sonrió.
—Lo mismo digo, comandante Rex.
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