038.
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Habían conseguido rescatar a Anakin Skywalker de las criaturas que habitaban el planeta. En realidad, todo había sido algún tipo de malentendido.
Los Separatistas habían invadido Skako Menor, y los habitantes del planeta no querían aquella guerra en su mundo.
Para sorpresa de Riane, Rex había sacado su lado más conciliador. Había explicado (con ayuda del traductor de Tech) que los Separatistas tenían a uno de los suyos en su base del planeta. Les dijo que, tras la operación de extracción, se irían del planeta para siempre. Eso pareció convencer al líder, quien les proporcionó exploradores para que llegaran a la ciudad de Tambor, donde se encontraba el centro que buscaban.
Fue así como su equipo llegó a las afueras de la ciudad, escalando un pico desde el cual se podía atisbar la figura de los edificios entre la neblina anaranjada. Con un grito agudo, los exploradores les dejaron solos en el pico para que realizaran su misión.
Riane colocó un filtro de zoom en su casco, para ver cómo las estructuras se alzaban y alzaban, incluso sobre las nubes. Suspiró.
—Así que va a ser una de esas operaciones...
El general Skywalker le dio una pequeña sonrisa.
—Espero que no le tengas miedo a las alturas, Unmel.
Ella puso los ojos en blanco bajo el casco, ladeando la cadera con desdén y sin responder.
Crosshair y Hunter se giraron hacia Wrecker.
—¡Yo no tengo miedo a nada! —exclamó él—. Es que... cuando estoy muy alto, tengo problemas con la gravedad.
Riane levantó el filtró de su casco. Casi no podía ver nada a aquella distancia.
—No te preocupes, Wrecker —le dijo con tono amistoso—. Te daré la manita si lo necesitas.
—Hablando de problemas —intervino Tech—. Ya no recibo la señal de Echo.
Riane borró el gesto gracioso de su cara. Rex se giró hacia el otro clon.
—No... no lo entiendo. Dijo que provenía de esta ciudad —añadió, señalando a sus espaldas.
Tech se encogió de hombros.
—Sólo estoy especulando: pero es posible que haya problemas de recepción en la frecuencia, causados por... las condiciones atmosféricas.
Hunter se cruzó de brazos, mirando hacia Rex.
—O... quizás enviaron la señal para hacernos caer en una trampa. Y su amigo está muerto de verdad, capitán. No puedo ser el único que lo piense.
Riane conocía bien a Rex. Incluso sin poder verle la cara, notó cómo se tensaba. Cómo sus hombros se estiraban hacia atrás a la defensiva. Ella misma cambió el peso de sus pies, inquieta.
De golpe, Rex señaló al sargento con un dedo, usando un tono de voz agresivo y poco propio de él.
—Mire... cualquier misión puede ser una trampa, ¡esta no es diferente! Le digo que esa señal la está enviando Echo en persona. ¡Está vivo!
Riane le puso una mano a Rex en la hombrera, intentando hacer que se calmara.
—Sargento —dijo ella, con voz más conciliadora—: el capitán tiene razón: cualquier misión conlleva unos riesgos.
Crosshair alternó la mirada entre la teniente y el capitán antes de hablar con desdén.
—Creo que ambos se dejan influir por sus sentimientos personales, porque le dieron por muerto en la Ciudadela.
Eso hizo que Riane inflara el pecho y se cabreara también. No le caía nada bien ese hombre.
—No tuvimos elección, ¿me oye? Deje de cuestionar a Rex.
Crosshair comenzó a darse la vuelta.
—No le culpo: yo también le habría dado por muerto. —La miró sobre el hombro—. Aunque sus hormonas no le dejen ver más allá, teniente, estos hombres no son más que norms.
Y, en un abrir y cerrar de ojos, Rex se lanzó adelante para darle un puñetazo a Crosshair. Le dio otro, consiguiendo tumbarlo al suelo, incluso si le había dado en el casco, pero entonces Wrecker le agarró del cuello, alzándole.
—¡Eh! —gritó—. ¿Por qué no se mete con alguien que no sea de su tamaño?
Reaccionando por fin, Riane sacó una de sus pistolas, posándola contra el cierre del casco de Wrecker y quitándole el seguro.
—Con gusto.
Sabía que un disparo le volaría los sesos. El silencio se extendió entre ellos, lleno de tensión, pero Wrecker dejó a Rex en el suelo y Riane enfundó el arma. Rex infló el pecho, mirando hacia arriba.
—Cuando acabe contigo serás mucho más pequeño.
Riane se giró hacia Crosshair con una mueca de asco debajo del casco.
—¿Buscas pelea tú también? —le preguntó, crujiéndose el cuello.
El hombre dio un solo paso hacia ella, pero entonces Anakin la sujetó del hombro con violencia. Tenía otra mano sujetando a Rex.
—¡Ya basta! Sargento: usted y sus hombres busquen una entrada a la torre. Quiero hablar con mis oficiales a solas.
Ah, genial, se viene una bronca.
Mientras la Remesa Mala bajaba del pico, Riane se quitó el casco, escupiendo al suelo con mala cara. Rex se quitó el casco también, y sentía su mirada en ella.
Parte de Riane se avergonzaba de actuar así, y sabía que Rex se sentía igual. Pero había sido sobre Echo...
Era incapaz de mirar a Skywalker a la cara, pero le sorprendió oír que el general usaba un tono calmado mientras se dirigía a ellos.
—Rex, Riane, odio decirlo, pero tenéis que estar preparados para la posibilidad de que Echo esté muerto, y que esto sea un truco Separatista.
El general se giró hacia Riane, pero ella seguía mirando seria hacia el horizonte, y no respondió.
—Señor —dijo Rex—, he visto caer a muchos de mis hermanos durante esta guerra. E intento no aferrarme a ninguno de ellos, pero eso cambió cuando oímos esa transmisión Separatista. No era un algoritmo: era la voz de Echo. La conozco. —Hubo una pausa—. Y sé que Ane también.
Ella seguía sin decir nada.
—Ojalá tengas razón —respondió Skywalker—. Pero si por alguna razón te equivocas...
—Tendré que superarlo —declaró el capitán.
Ambos hombres se giraron para mirar a la mujer. Se había llevado la mano derecha a la hombrera izquierda, donde el número de Echo seguía grabado.
—No quise creer a Rex cuando me dijo que había una posibilidad de que Echo estuviera vivo. Pero cuando escuché la grabación, yo también le reconocí —acabó diciendo—. Si nos equivocamos, lo asumiré. Perder a otro de los chicos no será nada nuevo, por desgracia.
Skywalker asintió cortamente.
—Está bien, en ese caso debemos unirnos a los demás —suspiró—. Y, Unmel, controla tus ataques de novia protectora frente a los demás.
Ella enrojeció.
—Sí, lo siento, general.
El Jedi comenzó a descender la colina, y ella sacudió la cabeza, más avergonzada que antes. Rex se acercó brevemente a ella, aprovechando que Anakin les daba un momento de intimidad, y le posó la mano en la mejilla sonrojada.
—No le hagas caso —le susurró al oído antes de darle un beso—. A mí me excita que me defiendas.
Soltando una risa, ella le empujó con toda su fuerza. Dejando el momento de tensión atrás, ambos aprovecharon para reír.
—Eres tonto, Rex.
—Sí, seguro.
—Cállate ya, de verdad.
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Riane odiaba aquellos droides. Tenían alas y le recordaban a unos mosquitos. Aun así, se hicieron paso dentro del cibercentro, y Tech se dio cuenta de que la señal de Echo seguía allí, pero que sólo era rastreable durante las emisiones de datos.
Skywalker decidió que se separarían hasta dar con la habitación donde tenían a Echo.
Riane siguió a Rex. Puede que el resto de hombres hubieran dejado ir lo que había pasado antes, pero ella prefería la compañía del capitán a la de Crosshair.
Rex abrió una puerta y, pistolas alzadas, Riane le siguió dentro. Apenas podía distinguir nada a su alrededor, todo eran cajas apiladas que formaban estrechos pasillos en la oscuridad.
El capitán levantó la pistola derecha y la movió de un lado al otro. Reconociendo la señal, Riane tomó otro de los desvíos entre las cajas. Aun así, no encontraron nada.
Salieron de la sala y escucharon a Tech decir que la señal había vuelto.
—Viene de ahí delante.
Hunter, Wrecker, Tech, Rex y Riane corrieron hasta la nueva puerta. Desde afuera, parecía un turboascensor, pero Tech les confirmó que era de dónde venía la señal.
Rex se acercó a la puerta, buscando cómo abrirla. Le dio unos golpes, pero Riane tampoco podía ver ningún interruptor.
Le puso una mano en el hombro al capitán para que se apartara.
—Tech, abra la puerta —ordenó.
Él asintió.
—Enseguida, teniente.
Antes de que se pudiera poner a trabajar, un sonido agudo salió de la pared de al lado. En una de las pantallas se reflejó el rostro de Wat Tambor, el skakoano capataz de la Tecno Unión.
—Los clones sois tan predecibles... —Rex se puso delante de la pantalla—. Su algoritmo ha predicho prácticamente cada movimiento que han hecho para infiltrarse en Purkoll.
—No hay ningún algoritmo —exclamó Rex—. Sabemos que retiene aquí a un prisionero de guerra.
—¿Un prisionero? No sé a qué se refiere, capitán.
Rex señaló la pantalla con un dedo, su voz adquirió un tono intimidante.
—Pienso salir de aquí con mi amigo.
Tambor negó con la cabeza.
—Su amigo está muerto: su mente es nuestra.
Rex negó con la cabeza.
—¡Miente!
Al oír un movimiento metálico tras ella, Riane se dio la vuelta, las DL-44 en alto. Un destacamento entero de droides les rodeaba.
—Rex, te está distrayendo —le dijo entre dientes—. Tech, póngase con esa puerta, ¡ya!
El clon asintió.
—De inmediato, teniente.
—¡Ejecútenlos! —exclamó Tambor.
Riane comenzó a disparar, mientras Rex, Wrecker y Hunter se unían a ella para cubrir a Tech. Tras varios minutos de presión, Skywalker y Crosshair aparecieron por el pasillo, uniéndose a la lucha.
La Remesa Mala se unió al Jedi, corriendo hacia los droides. Rex posó una rodilla en el suelo.
—Riane.
Ella asintió, tomando posición a su izquierda y disparando con mano precisa.
Cuando los droides fueron eliminados, ella se giró hacia Tech.
—Informe.
—Casi está.
Los disparos comenzaron a llegar por ambos lados del pasillo: llegaban más droides. Skywalker les hizo un gesto al capitán y a la teniente.
—Rex, Unmel: entrad. Os cubriremos.
Ella asintió.
Hunter se giró brevemente hacia ellos antes de seguir disparando.
—Espero que encuentren lo que buscan.
Riane suspiró. Sentía el corazón en las orejas. La esperanza le oprimía el pecho, pero se obligó a pasar saliva y centrarse.
Junto a Tech, los dos atravesaron la doble compuerta. Pistolas en alto, estudiaron la habitación mientras las puertas se sellaban tras ellos, dejando la lucha al otro lado.
Estaba vacía, salvo por una gran consola en el centro. Rex le dio un golpe con el codo y señaló arriba. Había un tubo que soltaba humo, como si hubiera algo congelado dentro. Riane aguantó la respiración.
—Esto no me gusta nada —suspiró Tech.
Riane giró la cabeza hacia él, y el clon se acercó a la consola para abrir la otra compuerta.
Rex y Riane se acercaron más a ella.
—Capto claramente una forma de vida ahí dentro —explicó Tech mientras trabajaba en los controles—. Parece ser una cámara de estasis. Creo que puedo abrirla.
El casco de Rex se giró hacia Riane. Ella le rozó la mano suavemente y los dos se giraron hacia la cámara. Tech bajó una palanca y las puertas se abrieron.
Riane ahogó un grito.
Entre el humo frío que se desprendía, allí estaba Echo. Pero no era él realmente. Parecía más máquina que hombre, lleno de cables y conectado a la pared. Sus ojos se movían, pero parecía ido, y salían sonidos mecánicos de él.
Rex reaccionó antes que Riane, acercándose a Echo para soltar algunos de sus cables y bajarle de la pared.
—Tech, tenemos que sacarlo de aquí. Averigua cómo desconectarlo de... este embrollo.
—Sí, capitán.
Rex posó a Echo en el suelo. Riane se quitó el casco: se le habían llenado los ojos de lágrimas. Rex se quitó el suyo también. Tenía una expresión de horror en los rasgos.
Riane se arrodilló frente a Echo y junto a Rex, y alargó una mano para tocar la mejilla congelada de su amigo. Tenía cables en el pecho, y le faltaba un brazo y las piernas: ahora llevaba unas robóticas.
—Pero, ¿qué te han hecho? —murmuró Rex.
Riane soltó un sollozo.
—Echo...
Entonces, el hombre tosió, medio incorporándose, aunque no conseguía centrar los ojos aún.
Rex y Riane le sujetaron.
—Tenemos que llegar a la lanzadera para escapar de la Ciudadela —murmuró, antes de poner cara de sorpresa—. ¡No! Yo iré primero.
Riane sentía que se ahogaría en sus lágrimas.
—Echo —llamó Rex—. Echo, somos nosotros: Rex y Riane. Estamos aquí.
—No, no...
—Echo —intentó Riane.
Los ojos del hombre por fin se centraron en sus rostros.
—¿Rex? ¿Riane? —les dio una pequeña sonrisa—. Habéis vuelto a por mí.
Echo le agarró un brazo a Riane con la mano que le quedaba. Parecía tan débil, más hombre que máquina.
—Sí —intentó decir Riane entre las lágrimas—. Hemos vuelto, vod.
—¿Qué ha pasado? —les preguntó—. ¿Dónde estoy? —Rex miró brevemente a Riane, sin saber qué responder—. Ri, ¿por qué lloras?
Eso le sacó una pequeña sonrisa a la mujer, pero era incapaz de contestar.
—Ya pasó, Echo —suspiró Rex, sujetándole el hombro—. Ahora estás a salvo.
Frunció los labios, pasando una mano por el cuello de Riane. Ella se apoyó contra Rex, sintiendo que se desmayaría. El capitán la abrazó mientras ella sujetaba la mano de Echo, quien la miraba sin entender. Se pasó la otra por la cara llena de lágrimas.
—Vamos a volver a casa, Echo.
Él pestañeó un par de veces y asintió.
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