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037.

━━━━━━━━━━━ ✦₊˚.

Rex y Anakin se reunieron fuera de la base de Anaxes con el sargento Hunter. Las naves llegaban una y otra vez, las tropas moviéndose sin descanso de un punto a otro de la base para subirse a los transportes o para volver a los barracones.

Hunter bajó la voz según se acercaban a otros grupos de gente tras salir de la reunión.

—Dicen que el estado mayor no apoya completamente esta misión.

Rex frunció los labios.

—Reconozco que la idea de que Echo siga vivo es muy poco probable.

Skywalker se cruzó de brazos, alternando la vista entre los dos hombres.

—Seguro que el Consejo aprobará la misión —les dijo—. Pero recordad que el objetivo principal es averiguar cómo los Separatistas predicen nuestras estrategias, esté Echo detrás, o no.

Dijo lo último mirando de reojo hacia Rex, quien asintió cortamente. Hunter arrugó la nariz.

—Si quiere mi opinión —dijo despacio—: esto huele a trampa. Pero los chicos y yo nos apuntamos de todos modos, aunque sea sólo para decir: "Se lo dije".

Rex elevó las cejas. No sabía si admiraba la manera que Hunter tenía de hablar tan libremente, o si le ponía de los nervios. Anakin soltó un sonido desde el fondo de la garganta.

—Aseguraos de estar preparados por si el general Kenobi nos da luz verde —les dijo a ambos.

Rex no podía contener su impaciencia. Puede que el general hubiera dicho que la misión se llevaría a cabo para descubrir el modus operandi de los Separatistas y no para seguir la pista de Echo, pero no podía evitar recordar a su viejo a mi amigo.

—Si está tan seguro de que van a aprobar la misión, ¿a qué esperamos? Vámonos ya.

El general se giró hacia él, serio, pero no cambió de expresión. Puede que estuviera pasando mucho tiempo junto a Riane. Cuestionar a un superior, o incluso ser tan impaciente, no era algo típico de él.

Pero esto era diferente. Se trataba de uno de sus hermanos.

Era Echo.

—Primero tenemos que hacer esa cosa —dijo Skywalker muy despacio.

Rex elevó las cejas. Pestañeó varias veces, acercándose al general.

—Eh... ¿qué cosa?

Skywalker frunció el ceño.

—Ya sabe.

Rex quiso suspirar, pero no lo hizo.

—No tenemos tiempo para eso, señor.

Antes de que Skywalker pudiera responder, un par de cañoneras aterrizaron frente a ellos. La primera tenía un rayo azul pintado cerca de la cabina del piloto. La otra lucía una obra clon que había llevado muchas horas. La silueta femenina de Riane Unmel, con el casco contra una cadera, vestida en armadura azul y con un rayo negro cruzándole parte de la cara, como si fuera un tatuaje. Sonreía mientras sostenía en la otra mano una pistola DL-44, el pelo castaño revuelto tras ella. A la altura de su cintura se leía, en aurebesh: EL PELOTÓN MÁS EXPLOSIVO.

Rex quería poner los ojos en blanco, pero a Riane le había hecho gracia la ocurrencia de sus chicos. Fue de las primeras en salir de la cañonera, con Jesse al lado. Asintió en dirección de los tres hombres cuando los vio, y Skywalker asintió de vuelta. Ella siguió su camino, escuchando algo que le decía el ARC, y el general se giró hacia Rex con una mirada grave.

—Sí que nos da —le dijo.

Rex suspiró. Quería que se pusiera en su lugar, así que lo hizo. Asintió mientras Hunter alternaba la mirada entre ellos sin comprender.

—Bueno, les dejo para que resuelvan esto —dijo el sargento con una sonrisa de disculpa—. Les estaré esperando en la nave junto al resto del equipo.

Anakin le dio una palmada a Rex en la espalda. Había pasado de utilizar su voz seria y de general a una más animada y jovial.

—Vamos, Rex, ya llego tarde.

Sin otra cosa que hacer, Rex le siguió hasta las puertas de uno de los cuarteles. Intentó buscar a Riane con la mirada por los alrededores, pero no la encontró.

Le pasó su casco a Skywalker para que pudiera utilizar el transmisor cifrado en él para hablar con su esposa, la senadora Amidala. Se dio la vuelta y se quedó en la puerta, haciendo guardia de manera incómoda mientras ellos conversaban dentro.

Quería suspirar. Se sentía estúpido, allí de pie sin poder hacer nada. Kix se pasó por delante y Rex le dio un saludo torpe, suspirando para sus adentros.

Su transmisor de muñeca pitó y miró hacia abajo. Era un mensaje corto de Ane.

"Ahí en 5'."

Rex asintió para sí mismo, suspirando levemente de nuevo mientras se pasaba una mano por el cuello. Levantó la muñeca de nuevo para mandar un corto texto. No tenía espacio para mucho, máximo dos o tres palabras, pero intentó pensar en algo. El general hubiera sabido qué decir. Puso "vale, preciosa", pero le dio algo de vergüenza y lo borró. Intentó "OK, Ane", pero le pareció seco y borde...

Estaba claro que no le habían diseñado para el cortejo.

Suspirando de nuevo, levantó la mirada. Bajó los brazos inmediatamente, poniendo las manos en la cadera y maldiciendo por lo bajó al ver al general Kenobi acercarse hacia donde estaba, frente a las puertas del cuartel.

Obi-Wan levantó la mano hacia él con una sonrisa. Y Rex volvió a bajar la cabeza, poniendo los ojos en blanco. Sintió ganas de golpearse la cabeza repetidamente contra las puertas de metal.

—Vaya, estupendo...

Masculló algunas maldiciones más hacia Skywalker mientras golpeaba disimuladamente la puerta, para ver si le oía y salía. Miró lejos de Kenobi cuando se plantó frente a él, como si hacerlo fuera a hacer que el general desapareciera.

—Rex, ¿dónde está Anakin? Necesito hablar con él sobre la misión.

Eso hizo que el clon se girara y se cuadrara. Intentó poner una cara que indicara que no estaba mintiendo. Pero tuvo la sensación de que la sonrisa le salió forzada, casi como una mueca de asco.

—Bueno, el general, está...

Por el Creador, Rex.

Obi-Wan le miró como si se hubiera vuelto un bicho verde de pronto.

—Está dentro de tu barracón, ¿verdad?

¿Para qué lo pregunta si ya lo sabe?, pensó.

—¡Sí, señor!

Kenobi levantó una ceja.

—¿Qué está pasando aquí?

Estaba empezando a sudar debajo de la armadura.

—Na-nada, señor, sólo espero al general, eh... general.

El Jedi frente a él frunció los labios.

—Tendrá que ser más convincente, capitán.

Esta debía de ser la razón por la cual los kaminoanos elegían a clones diseñados especialmente para las misiones y escuadrones de espionaje. Rex no sabía mentir.

—No intento convencerle de nada, señor.

—¿Y entonces qué está haciendo Anakin ahí?

Rex pestañeó varias veces, intentando pensar en una respuesta.

—Está supervisando mi equipo, señor.

—Ah, ¿sí? ¿Sin usted?

Rex frunció el ceño. Aquello no estaba funcionando.

—Eh, bueno...

Justo en ese momento, las puertas del cuartel se abrieron, y Anakin atravesó la entrada, lanzándole el casco a Rex, quien lo agarró al vuelo.

Ya era hora.

—Aquí lo tienes, compañero —le dijo a Rex con una sonrisa—. No lo rompas más.

—Anakin —saludó Obi-Wan, pero el Jedi ya se estaba alejando—. En cuanto a esa misión, el Consejo cree...

Rex se dio prisa en continuar detrás del general.

—¿Que es buena idea? —exclamó Skywalker—. ¡Coincido! Vámonos, Rex.

—No, espera... eso no es...

—¡No hay tiempo!

Hubo una pausa. Entonces Obi-Wan replicó con voz seria.

—Espero que al menos saludaras a Padmé de mi parte.

Rex elevó las cejas, mirando hacia el general, quien se había girado en silencio para mirar al otro Jedi, pero sin decir nada. Aguantó la respiración hasta que el Jedi avanzó hacia la nave de la Remesa Mala. Agachando la cabeza, le siguió.

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Tal y como Tech había prometido, el aterrizaje en Skako Menor había sido movidito. Riane se había sujetado a las abrazaderas de su asiento, al lado de Rex. Este había llegado junto al general Skywalker, y ambos parecían algo tensos. Pero ella no preguntó por qué.

—Riane —dijo el general—. ¿Qué sabemos de este lugar?

Ella se levantó de su asiento cuando la nave hubo aterrizado.

—Esta parte de Skako la habita una raza local, los poletec. Solo sabemos que son muy primitivos.

Tech se giró hacia ellos.

—La teniente está siendo amable: "primitivos" se queda corto. Según mi información, adoran a reptiles voladores.

Justo entonces, una bestia alada, con cara asquerosa y grandes garras y alas chocó contra el frente de la nave. Los miraba a todos con ambarinos ojos amarillos.

Algunos de los soldados soltaron una exclamación de sorpresa. El bicho salió volando de nuevo.

—¿Te recuerda a algo? —preguntó Riane, girándose hacia Rex.

Él, sin poder evitarlo, le dio una sonrisa de compenetración.

—A Haru.

Ella le dio una tímida sonrisa como respuesta. El general carraspeó para atraer de nuevo su atención, y Riane sintió que se sonrojaba levemente. Sin embargo, aquella bestia le recordaba mucho a las que la habían atacado en una de sus primeras misiones bajo el mando de Rex. Puede que hubiera estado a punto de morir, pero aún así recordaba aquellos momentos con cariño.

—¿Qué demonios era eso? —preguntó Wrecker.

—¡Uno de esos reptiles! —respondió Tech con exasperación.

La nave se sacudió bajo la fuerza de la criatura, que se debía de haber posado en el casco. Hunter puso cara de mala leche.

—¡Lo quiero fuera de mi nave!

Riane se puso el casco, pero Rex parecía estar intentando retener al sargento.

—¡Espere, espere! ¡No salga sin más!

Los miembros de la Remesa Mala no le hicieron caso, y Riane y él no tuvieron más remedio que seguirles fuera, a la tormenta de arena.

Fue una vez en el exterior que Riane se dio cuenta de que la criatura estaba siendo dirigida. El jinete era una criatura humanoide de piel color mostaza y cabeza alargada, con picos en la punta de esta.

—¡Eh! —aulló Wrecker—. ¡Fuera de ahí!

Skywalker alzó una mano conciliadora, aunque había encendido el sable láser.

—Cálmese, debemos hablar con ellos.

—¿Por qué? —preguntó Hunter.

—Tiene razón —intervino Rex.

Riane agudizó la vista, intentando ver entre la tormenta de arena, antes de exclamar:

—¡Cuidado, Rex!

Empujó al capitán al suelo con su cuerpo, rodando después y disparando hacia otra criatura idéntica. Otra más la seguía, con otro de esos hombres a sus espaldas: les habían rodeado.

La primera bestia se lanzó desde la nave, agarrando a Anakin por las ropas de Jedi con sus garras. El Jedi gritó, y Riane vio, mientras intentaba disparar, cómo su espada láser caía a pies de Rex, quien comenzó a disparar también tras sacudirse la sorpresa de encima. Sin embargo, la bestia se movía a demasiada velocidad como para alcanzarla. Seguía volando hacia el horizonte, entre la neblina espesa, lejos de ellos con el general en sus garras.

—Tengo una lectura térmica —anunció Tech, con una lente sobre el visor de su casco—, cero-coma-veinticinco este, elevación ciento setenta y cinco.

Riane aguantó la respiración mientras veía cómo Crosshair cambiaba el cabezal de su arma.

—Tranquilos, yo me encargo...

Posó el arma en el hombro de Tech para ganar estabilidad y disparó. Aunque Riane hubiera entrenado cincuenta años más, aunque fuera una muy buena tiradora, reconocía que nunca habría sido capaz de disparar así. El arpón salió del arma y se agarró a la bestia sin esfuerzo.

Rex y Riane intercambiaron miradas de confusión mientras Hunter agarraba el otro final de la cuerda.

—¿Qué están haciendo? —preguntó el capitán.

El sargento unió el arpón a su cinturón.

—Me voy de paseo.

Con eso, salió disparado tras la criatura, al viento como si él también volara, sujeto sólo por la cuerda que Crosshair había disparado.

El resto del equipo se quedó allí cuando se perdió entre la tormenta de arena y las nubes amarillas. Un tenso momento de silencio se extendió entre los soldados. Crosshair comenzó a caminar de vuelta a la nave como si nada.

Riane suspiró. Rex se pasó el sable láser de Skywalker entre las manos.

—Me gusta vuestro ingenio —le dijo Riane a Tech con voz cansada.

Wrecker flexionó los brazos.

—¡Sí!

Tech asintió cortamente, alternando la mirada entre ella y el capitán.

—¿Suele salir el general Skywalker volando?

Lo dijo con voz tan seria y preocupada que Riane se tragó una risa. Rex suspiró como si tuviera noventa años.

—Más de lo que me gustaría—dijo entre dientes.

El transmisor de Tech pitó y la voz de Hunter salió por el altavoz.

—Tech, estoy con el general. No pierdas mi señal.

Todos se dieron prisa en volver dentro de la nave. Tech la elevó del suelo en cuanto pudo para dirigirse a las coordenadas que el sargento enviaba.

Rex se quitó el casco brevemente, y Riane le imitó. Se pasó la mano por la coleta, porque se le escapaban algunos mechones de ella.

—Supongo que es hora de salvarle el culo a Anakin de nuevo —le dijo a Rex en un susurro.

Eso le sacó al capitán una pequeña sonrisa antes de volver a ponerse el casco.

—Qué remedio. Siempre está metiéndose en apuros.

La nave descendió unos minutos después. Puede que algunas cosas siempre fueran iguales, pero mientras Riane bajaba de la nave para enfrentarse a aquellas criaturas en su campamento y para salvar al general, no pudo evitar sentir que su vida estaba a punto de cambiar una vez más.

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