034.
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Riane llevaba semanas en Anaxes, y ya le había comenzado a coger manía al planeta. Ubicado en el sector Azure de la región de los Mundos del Núcleo, era un planeta rocoso cubierto de vegetación roja. Estaba situado a lo largo de la Ruta Comercial Perlemiana, y por eso era tan importante para la República. Perder aquel planeta a manos de los Separatistas sería una catástrofe económica. Los Separatistas (bajo el mando del Almirante Trench) estaban atacando el planeta debido a los importantes astilleros militares.
La teniente no sabía qué pensar: cada vez la guerra se expandía más hacia planetas más cercanos al espacio salvaje. La guerra continuaba, sus chicos caían.
Cargó una de sus DL-44. Continuó disparando.
Las Fuerzas Rayo habían salido de Fuerte Anaxes, la base militar de la República, para una misión de rutina. Pero, como siempre, sus fuerzas especiales se veían metidas en líos. Ya no le sorprendía lo más mínimo.
¿Cuántos meses habían pasado desde la muerte de Cincos? No le llevó mucho calcularlo, incluso en medio de la batalla. Se concentraba mejor más, pensando solamente a medias en los droides que tenía delante.
Ciento veintisiete rotaciones. Algo más de cuatro meses desde que su hermano se había ido.
Un mes después, Riane había hablado con Skywalker. Le había pedido una restructuración de las Fuerzas Especiales Rayo: necesitaban nuevos Comandos Avanzados. Jesse había sido ascendido a ARC, y sustituía a Cincos como Sargento de la Unidad Especial. Esta vez, los chicos Rayo estaban también bajo el mando del Capitán Rex de manera directa, pero Riane seguía saliendo a misiones en solitario. Aunque todos habían perdido a un miembro importante de su unidad, junto con muchos más compañeros a lo largo de los meses, también se habían vuelto más unidos.
Todos habían decidido tatuarse un rayo como el que Riane tenía detrás de una oreja en algún lugar del cuerpo. Era ahora como un rito de iniciación para los novatos después de su primera misión.
—¡Teniente! —gritó Skat, uno de sus chicos más veteranos, desde detrás de una barricada—. ¡Los hojalatas se baten en retirada!
Riane asintió. Tras la escaramuza, volvía a base con treinta y cuatro de sus treinta y seis chicos. Toll, un novato, había muerto hacía dos días. Hoy habían perdido a Vild, un clon serio con el pelo verde y gran puntería.
Jesse y Riane se subieron a una cañonera con los heridos y un par de clones médicos que los mantenían estables hasta llegar a la base. La mujer se quitó el casco con un suspiro mientras el piloto, Pidge, elevaba el transporte.
—Teniente. —Riane escondió su gesto cansado mientras Jesse le tendía un transmisor—. Tiene una comunicación entrante del capitán Rex.
No sabía si nadie se había dado cuenta de que Rex la contactaba cada poco, quizás más a menudo de lo que era necesario, cada vez que ella y los chicos salían de la base solos. Aun así, sintió que se le llenaba el pecho de alivio al saber que él también estaba sano y salvo.
Agarró el transmisor y dio un par de pasos hacia el fondo de la cañonera. Jesse se volvió a poner el casco, escondiendo el pequeño rayo que se había tatuado en la garganta. Quizás sospechaba algo. A Riane no le sorprendería. Desde que le había elegido como segundo al mando, Jesse y ella había pasado más tiempo juntos. Comenzaba a conocerla bien.
Activó la transmisión. Rex apareció al otro lado, y su gesto serio le indicó que no estaba solo. Se cuadró ligeramente.
—Capitán —saludó con respeto.
Casi podía imaginarse a la perfección la sonrisa que Rex estaba escondiendo tras el gesto estoico.
—Teniente —respondió él—. ¿Volvéis a base?
—Sí, señor. Sufrimos una escaramuza en el sector M-45, pero los droides se baten en retirada.
Rex movió la cabeza ligeramente a un lado.
—¿Heridos?
—Dos, pero se recuperarán. Hemos perdido a Vild.
Rex arrugó los labios. "Lo siento mucho, Ane", es lo que hubiera dicho en otra situación.
—El comandante Cody y yo necesitamos que acudas a base directamente.
Algo le preocupaba, Riane le conocía muy bien. Sabía que sus palabras escondían un problema.
—Sí, señor.
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Rex y Cody se hicieron paso hasta la mesa de transmisiones, donde el general Skywalker y el general Windu hablaban sobre las fuerzas Separatistas. Habían tomado el centro de transportes, y estaba claro que no tardarían en hacerse con el control del planeta.
—Perdone la interrupción, general —dijo Cody, tan cordial y serio como siempre—. Pero Rex tiene una buena teoría de por qué seguimos... perdiendo.
Windu elevó ligeramente las cejas. Rex pasó saliva, dando un paso al frente, hacia la mesa. Skywalker le miraba desde el otro lado con curiosidad, cruzado de brazos.
—El ejército droide usa la analítica para prever nuestra estrategia. La primera vez que usamos una táctica, es muy efectiva, la siguiente, menos. De hecho, cuanto más utilizamos una táctica, menos efectiva resulta. Aprenden nuestras tendencias y utilizan esos datos en nuestra contra —les explicó—. Para contrarrestarlos, buscamos continuamente formas de variar nuestro ataque.
Windu se pasó una mano por la barbilla. El gesto le recordó a Kenobi, pero este Jedi no tenía barba.
—Pero las pérdidas que estamos sufriendo en Anaxes no son nada habituales.
—Exacto —respondió una voz femenina a espaldas de Rex.
Los clones se dieron la vuelta de inmediato. Riane se había dado prisa en venir. Rex ignoró el alivio de verla sana y salva, aunque cubierta de polvo. Se quitó el casco cruzado por un rayo azul, posándolo contra la cadera de su armadura, más oscura que la de los clones, casi mandaloriana, aunque diseñada por los Kaminoanos cuando había sido ascendida a teniente. Tenía un rasguño en la barbilla, pero los ojos más brillantes que nunca. Siempre lucía la misma mirada tras una batalla.
Cody se apartó, y Riane se posicionó al lado de Rex.
—General Windu, general Skywalker —saludó mientras se cuadraba.
Los maestros Jedi asintieron. Windu le hizo un gesto a la mujer para que continuara. Rex sabía que, al principio, el Jedi no había apoyado la idea de que Riane se uniera al GER. No había sido hasta una misión en el Borde Medio, donde el pelotón Rayo había ayudado a su legión, que Windu la había aceptado completamente.
Lo que era innegable, de todas maneras, era que aquella mujer era una gran estratega.
—Los contraataques son muy específicos —pulsó una tecla en la mesa, haciendo que se desplegara el algoritmo de Rex—. Es la estrategia de Rex la que conocen, su manual.
Rex la miró de reojo. Ya habían hablado de esto. Suponía un problema muy grave.
—Riane está siendo humilde —añadió él—: muchas de estas estrategias son suyas.
—Lo que me preocupa es que Rex y Riane son de los mejores —dijo Cody—. Si los droides pueden derrotarles a ellos, todos somos vulnerables.
Skywalker frunció el ceño, pero Rex podía ver algo de diversión en sus ojos.
—¿Qué proponéis? —dijo Windu.
—Que Rex, la teniente Unmel y yo nos infiltremos con una escuadra tras las líneas enemigas —declaró el comandante—. Hay un cibercentro Separatista que transmite toda la información de combate a su nave de mando. Si vamos a encontrar algo, será allí.
Skywalker no parecía convencido. Alternó una mirada, ahora completamente seria, entre la teniente y el capitán.
Windu, al contrario, no parecía preocupado.
—Si usted cree que eso nos ayudará a cambiar las tornas, adelante.
—Gracias, general —dijo Rex.
El capitán miró de reojo hacia Riane. Ella le devolvió una discreta mirada insegura.
—¿Riane, Rex? —preguntó Skywalker, conociéndolos bien, y probablemente sintiendo que se comunicaban tan solo con la mirada—. ¿Hay alguna cosa más?
Riane estiró los hombros, negando con la cabeza. Rex intentó ocultar su gesto de sorpresa.
—No, general.
Con eso, los tres soldados se dieron la vuelta, saliendo de la base.
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Aprovechando que el cuartel en el que dormían estaba vacío, Rex y Riane se sentaron juntos, en la cama de él. Ella dormía justo encima, en la litera. Riane cerró los ojos un momento, sus pies apoyados en el regazo de su novio.
Cuando los abrió, vio que estaba mirando una foto en su datapad.
Una foto que Riane había sacado. De Cody y él, con Echo y Cincos estrenando sus armaduras de Comando Avanzado.
Observó su gesto. Triste, agotado. Parecía más mayor, y Riane sabía que no sólo era por el envejecimiento acelerado de los clones.
Él giró la cara ligeramente para mirarla. No dijeron nada. Ella adivinó que estaban pensando lo mismo, pero ninguno de los dos lo dijo en alto. Parte de Riane no quería plantearse aquella posibilidad...
Él apretó ligeramente su pierna con la mano, aunque Riane apenas sintió el gesto, debido a la armadura.
Te quiero.
—Rex, Riane —llamó Cody desde la entrada—. Vamos, es hora de irnos.
Avanzó hasta ellos, pero Riane no se movió. Cody sabía de su relación (se suponía que, aparte de Skywalker, era el único que lo sabía). Le dio una ligera sonrisa a Riane, pero la perdió al ver su gesto preocupado.
Rex se volvió a girar hacia la foto.
—Cincos, Echo... —suspiró, y oír los nombres le dio un pinchazo de dolor a Riane—. Y antes de eso, Hevy. Son tantos soldados caídos.
Cody subió las cejas, dándole un gesto de entendimiento afable. A Riane aún le sorprendía ver lo mucho que se entendían, lo unidos que estaban. Ella también le había cogido cariño al comandante, pero Riane sabía que la relación que ella había tenido con Cincos, Rex la tenía con Cody.
—Sí —dijo él—: la gente corriente no lo entiende. A veces, en la guerra, es duro ser el que sobrevive.
Riane observó en silencio cómo Rex se giraba sobre su espalda para mirar a Cody.
—Eso es lo que me preocupa.
Riane se levantó, alarmada.
—Rex, no puede ser —dijo de inmediato.
Cody sacudió la cabeza, sorprendido.
—¿Qué quieres decir?
Riane se pasó las manos por el pelo, exasperada. Sentía la mirada de Rex sobre ella. Lo había visto en sus ojos, frente a la mesa de transmisiones, pero no quería ni pensarlo.
No podía ser. Era imposible.
—No se lo he dicho a los generales —suspiró Rex—. Podrían tomarme por loco: es más, tú podrías tomarme por loco. —Pausó, Riane y él intercambiaron una mirada—. Ane —llamó.
—No, Rex. —Sacudió la cabeza—. Te lo vi en los ojos en la base —le dijo—. Pero es imposible...
Cody alzó una mano.
—Me estoy perdiendo —les dijo—. Yo no me entiendo con los ojos como vosotros. ¿Qué pasa?
A pesar de la situación, Riane enrojeció. A Rex no pareció afectarle el comentario. Su novia veía la determinación en sus ojos.
—Creo que Echo está vivo —declaró Rex.
Cody se giró para mirar a Riane, incrédulo. Ella se había llevado la mano al hombro, donde el número de Echo estaba tallado, de manera inconsciente. Oír eso en voz alta le hizo ver aquella nave estallando ante sus ojos en la Ciudadela. Negó con la cabeza hacia el comandante. No sabía qué pensar, pero sabía que Rex no hablaba en vano.
—Eso no es posible —dijo Cody—: murió en la Ciudadela.
—La forma en la que los droides nos contrarrestan, las estrategias que uso, muchos son antiguos planes de combate que Echo y yo diseñamos juntos, antes de que Riane se convirtiera en teniente.
—Mira, Rex, te entiendo, pero eso no es posible —suspiró Cody.
Él agachó la cabeza tras mirar brevemente a Riane. Asintió.
—Ojalá tengas razón. —Añadió algo más—: Pero la cuestión es que veo el sello de Echo en todas esas estrategias Separatistas. —Volvió a mirar a Riane—. Y sé que tú también, Ane.
Ella asintió.
—Sí, es verdad. —Se pasó una mano por el cuello—. He estado intentando no fijarme en ello, pero es imposible —le dijo a Cody—. Cuando Rex y yo comenzamos a trazar planes juntos para su algoritmo, me pasé meses estudiando las estrategias de Echo.
El comandante frunció el ceño.
—Rex —le dijo a su hermano—. Reconoce que lo que dices es una posibilidad remota, y, probablemente, una falsa esperanza. —Le miró con pena—. Necesito que te centres en esto, en la misión.
Rex asintió, apagando el datapad y asintiendo con la cabeza.
—No, lo sé, lo sé. No te preocupes.
A Riane le dolía verle tan contrariado.
Cody asintió una sola vez, avanzando hacia la salida, mientras Rex suspiraba.
—Oye, ¿qué escuadra vamos a llevar? —le preguntó a su hermano.
Había recuperado el tono de capitán en la voz. Cody se giró hacia ellos con una pequeña sonrisa.
—La Fuerza Clon 99.
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