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031.

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Riane y Cincos habían acordado reunirse en una de las salas de guerra del Cuartel General del GER. Tras unos días de vuelta en Coruscant, la 501 debía volver al frente. Rex y muchos de los chicos partirían en unas horas hacia Ringo Vinda, donde intentarían capturar al almirante Trench y la información que había en la estación espacial que iban a atacar.

Riane no iría con ellos. La 501 había recibido novatos, y el general Skywalker le había pedido que supervisara su llegada y acondicionamiento mientras él estaba en el frente. Era un gran honor ocuparse de nuevos soldados que llegaban a la compañía y no solo a su escuadrón, pero Riane no podía evitar sentirse nerviosa. Le era imposible no preocuparse, aunque fuera un poco, al saber que su hermano se iba al frente sin ella... y también quien consideraba su ¿novio? ¿pareja?

Suspiró, entrando a la sala y dejando que la puerta se cerrara tras de sí. Se quitó el casco, dejándolo encima de la mesa de transmisiones. Cincos no estaba allí todavía, lo que le daba un rato para ordenar sus pensamientos. Se sentó en el banco que había frente a la mesa, y clavó los ojos en el visor de su propio casco. El rayo que lo cruzaba entero le daba un sentimiento de seguridad.

Alzó la mano para acariciar su hombrera izquierda, donde el número de Echo estaba gravado.

Había pasado tanto tiempo, habían pasado tantas cosas, había perdido a tantos de sus chicos...

Cerró los ojos y se obligó a pensar en cosas más felices. Desde la creación de las Fuerzas Rayo, había conseguido su propia habitación en el Cuartel del GER. Eso hacía que Rex y ella pudieran encontrarse a solas con más flexibilidad, sin que nadie echara en falta a Riane en las literas del cuartel C.

Se sonrojó al pensar en la noche anterior, porque la había pasado en la habitación de Rex.

La situación aún era muy rara, y todo aquello le hacía sentirse como una joven enamorada. Aun así, mentiría si dijera que la emoción de encontrarse a escondidas con el capitán no le gustaba. Él aún se mostraba tímido, pero se iba abriendo poco a poco a ella.

Riane sabía que estaba mal lo que estaban haciendo, que ambos estaban rompiendo el reglamento cuando decidieron comenzar a verse como algo más que amigos. Sin embargo, no había manera en la que pudiera haberle dicho que no a Rex cuando le había pedido comenzar esa relación, hacía unas rotaciones.

La puerta se abrió y Cincos entró por ella. Riane se levantó, carraspeando antes de sonreír.

Vod'ika —saludó Cincos con cariño—. ¿Qué tal?

Se dieron un corto abrazo cuando Cincos se quitó el casco.

—Bien, Cincos —respondió ella—. ¿Y tú? ¿Todo listo para la misión?

Los dos se sentaron en el banco para hablar. Él asintió.

—Sí, he dejado a Rex con el general Skywalker. Están ultimando los detalles.

La miró de reojo con lo que Riane interpretó ser una sonrisa burlona.

—Ya veo —le salió como un gruñido.

—¿Algo que necesites decirme? —Cincos soltó una risa—. Te conozco demasiado bien, Ri.

Ella se mordió el labio. No sabía por qué estaba tan nerviosa. Rex le había dado permiso para contárselo solo a Cincos. Ella ya había confiado en él en muchas ocasiones, y era consciente de sus sentimientos hacia Rex. Aunque él nunca había admitido frente al ARC sentir algo por Riane directamente, los dos sabían que guardaría el secreto y que les apoyaría.

Cogió aire.

—Hablé con él.

Cincos soltó un sonido afirmativo. Riane no era capaz de mirarle a la cara, y no sabía si era por la vergüenza que sentía o porque era idéntica a la de Rex.

—¿Con el capi? ¿Y qué pasó?

—Bueno... —Sentía que se ponía roja—. Él y yo... Ya sabes.

Cincos comenzó a reírse. Lo hacía siempre de manera muy estridente, y enseguida Riane se comenzó a reír también. Él le dio un brusco codazo.

—Se os nota a la legua, teniente —declaró, aún riéndose—. Ya se notaba antes, pero ahora os hacéis ojitos hasta en el puente de mando.

Riane se pasó la mano derecha por la cara, avergonzada otra vez.

—Bueno, ya sabes que tienes que mantenerlo en secreto.

Cincos asintió.

—No te preocupes, pequeña. Ya sabes que por ti, mato. —Le dio la mano—. Me alegro mucho de que seas feliz, pero, o te trata bien, o le acribillo con mi bláster. Me da igual que sea el capitán.

Riane volvió a reír, abrazando a Cincos. Aunque las armaduras lo hacían un poco más complicado, él la abrazó con fuerza de vuelta.

Cuando se separaron, él se levantó con un suspiro. Ella le imitó y los dos recogieron sus cascos de la mesa.

—Bueno, debo irme —le dijo—. El deber me llama.

—Buena suerte, Cincos.

Él le dio una sonrisa de autosuficiencia, haciendo un saludo militar algo vago.

—No la necesito, teniente.

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Riane acudió de inmediato a su segunda y última cita del día. Esperó en la oscuridad de un cuarto de mantenimiento con el corazón a cien. La sala estaba cerca de la salida hacia la pista de despegue principal, en el hangar del que salían la mayoría de las fragatas. Aún estaba nerviosa de que entrara alguien más, pero cuando la puerta se abrió, solo distinguió un casco con los jaig en el frente, en azul.

Rex se deslizó dentro, cerrando la puerta con prisa y sacándose el casco al instante. Tenía hambre en los rasgos, y Riane no pudo contener su sonrisa estúpida cuando le vio. Él respondió con una igual, dejando el casco junto al de Riane en la estantería.

—Hola —susurró ella.

Él se giró y la apretó contra la pared del fondo, lanzándose a su boca para comérsela a besos.

—Hola —suspiró él entre caricias.

A Riane le costaba pensar, sobre todo cuando él se ponía así. A veces parecía tímido, sobre todo cuando hablaban de sus sentimientos, pero en momentos como aquel... Rex parecía expresar muy bien que la iba a echar de menos en el frente.

Se devoraron, y a Riane le costaba seguirle el ritmo. Rex le apartó la melena de la cara, dejando que sus labios se deslizaran hacia su cuello. Sintiendo un escalofrío y mucho calor, Riane se obligó a apartarle.

—Rex —advirtió, pero le costaba hablar.

Él asintió un par de veces, como mareado. Carraspeó.

—Lo siento —susurró de vuelta—. No voy a poder hacer esto hasta dentro de unas semanas.

Compartieron unas risitas, como de niños. Les pasaba cada vez que se encontraban así, a escondidas y con prisa, para hablar o abrazarse.

—Intenta no distraerte pensando en mí cuando estés ahí fuera —se burló ella, pasando las manos por su pelo corto y rubio.

Él cerró los ojos ante la caricia.

—Me va a costar —dijo, y añadió otra cosa un momento después—. Me va a costar estar en el frente sin ti.

Ella suspiró, dándole una pequeña sonrisa.

—¿Sí?

Rex se separó un poco, poniendo los ojos en blanco.

—Claro, echaré de menos tus burlas constantes que me levantan dolor de cabeza.

Ella comenzó a reír, y él la besó para callarla. Se abrazaron de nuevo, en la oscuridad del armario.

—Capitán Rex, el general Skywalker requiere su presencia inmediata en el hangar dieciséis —dijo otro clon a través del transmisor de su muñeca.

Los dos se separaron con un suspiro lastimero.

—Recibido, Ax —respondió Rex, acercando su muñeca a su boca—. Dile al general que estaré ahí enseguida.

—Sí, señor.

Los dos enamorados se miraron a los ojos, intentando retener en su memoria esa última imagen. Riane y él se habían despedido muchas veces, pero hacerlo ahora, después de lo que había pasado, de esas caricias... A Rex le dolía mucho más dejarla atrás, aunque no lo hubiera creído posible.

Unas palabras que llevaba tiempo pensando le rozaron la mente, pero no las dijo.

Alcanzó su casco, y, antes de ponérselo, le apartó la melena castaña a Riane de la cara. Se inclinó hacia ella para darle un último y corto beso.

—Volveré, Ane —le prometió.

—Más le vale, capitán.

Con una última sonrisa, él se puso el casco. La miro por última vez, con dificultad por la oscuridad de la habitación. Se dio la vuelta y salió del cuarto de mantenimiento.

Comenzó andar hacia el hangar, como si no dejara su corazón atrás, entre esas estanterías.

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—Teniente Unmel —dijo un clon a sus espaldas—. Tenemos una transmisión entrante del general Skywalker.

Riane intentó no mostrar el nerviosismo que sentía. Asintió hacia el cabo, girándose hacia la mesa de transmisiones de la sala. La imagen del Jedi apareció ante ella. Estaba cruzado de brazos, y tenía una sonrisa en la cara. Riane se mantuvo seria, como siempre que estaba frente a sus hombres y hablando con un superior. Era algo que se le había pegado de Rex.

Aun así, ver al general aparentemente tranquilo, la relajó un poco.

—General Skywalker —saludó, cuadrándose.

—Teniente —asintió él—. ¿Qué tal el Relámpago?

Ese eral el nombre de la fragata que la República había dejado al cargo de Riane. Aunque debería de haberse quedado en Coruscant, se había visto obligada a acompañar al general Kenobi al Borde Medio, a zona activa. Tras prestar su apoyo, volvían a Coruscant.

—Bien, señor. Los novatos han luchado bien, y la zona ha sido controlada. Tenemos órdenes de volver a base de inmediato.

La expresión de Anakin se volvió más grave mientras asentía.

—Teniente, la contacto para actualizarle sobre nuestra situación: hemos tenido que replegarnos. Tup ha matado a la general Tiplar en el medio de la lucha.

Riane sintió cómo se le caía el corazón a los pies. Vio de reojo cómo varios oficiales de la 501 comenzaban a susurrar entre ellos.

—¿Cómo? —consiguió decir.

Skywalker agachó la cabeza.

—Creemos que puede ser un virus o algún tipo de enfermedad. Quizás un plan Separatista. —Suspiró, bajando la voz—. Rex y Cincos van a acompañar a Tup a Kamino, donde van a estudiar su caso. No sé qué ha podido pasar... pero sé que es tu amigo.

Riane se mordió el labio, asintiendo, con un nudo en el estómago.

¿Tup, matando a una Jedi? Aquello era imposible. Ella misma había luchado a su lado muchas veces, le había conocido nada más llegar a la 501... Ella y el resto de los chicos habían pasado por muchas cosas juntos, incluyendo la pérdida de Echo y Umbara. Era un buen soldado.

Reprimió el impulso de pasarse las manos por el pelo.

Asintió, levantando la cabeza con gesto firme, consciente de que sus hombres la estaban mirando, nerviosos ante las palabras "virus" y "plan Separatista".

—¿Cuáles son sus órdenes, general?

Anakin suspiró. Parecía no acostumbrarse a la Riane férrea y firme que estaba al frente de las Fuerzas Especiales Rayo, pero el Jedi también sabía que, ahora mismo, esa Riane era la que necesitaba el resto de la 501.

—Yo debo volver al frente —le dijo a la teniente—. El capitán Rex volverá en cuanto Tup llegue a Kamino, pero tras la retirada necesito a todos los hombres que tengamos. Traiga al Relámpago y al resto de las Fuerzas Rayo a Ringo Vinda, teniente.

Riane se tragó un suspiro. Volvería a ver a Rex, pero era probable que no pudiera contactar con Cincos hasta después del combate. Si habían llevado a Tup a Kamino para estudiar aquel posible virus, quizás Cincos sería sometido a exámenes también: eran mejores amigos y habían servido bajo el mando de Riane y de Rex en muchas ocasiones, siempre juntos.

No podía ignorar el dolor de estómago que tenía, como si fuera a pasar algo malo.

Aun así, asintió. Porque el deber la llamaba. Ahora necesitaba ser la teniente Unmel. Ya habría tiempo para ser Ri, después.

Le dio un saludo militar al general Skywalker.

—Pondremos rumbo al sistema de inmediato, general.

El Jedi asintió, y la transmisión se cortó. Riane ignoró su casco, que llevaba unido al cierre magnético de su armadura, en la cintura, aunque tenía ganas de ponérselo y gritar.

—¿Señora? —preguntó Jesse a su lado.

Había preocupación en sus rasgos. Aquello era normal, él también era muy amigo de Tup y Cincos. Riane asintió cortamente para tranquilizarlo y avanzó hacia la entrada al puente.

Las puertas se abrieron ante ella, y atravesó la pasarela, dejando la sala de comunicaciones atrás.

—¡Oficial en cubierta! —gritó un cabo.

—Descansen —respondió Riane, girándose hacia un clon vestido de gris—. Sargento, ponga rumbo a Ringo Vinda de inmediato.

El hombre asintió, girándose hacia las mesas de control, donde más hombres estaban sentados. Riane respiró hondo. Las estrellas se alargaron ante ella mientras entraban al hiperespacio.

Apretó la mandíbula. Sentía que le estaba dando la espalda a Cincos, a Tup... pero no podía traicionar su honor más de lo que lo había hecho hasta ahora. Las emociones eran peligrosas en la guerra, lo sabía.

Así que se obligó a mantener la vista al frente antes de volver hacia el fondo de la fragata. Era hora de preparar a sus hombres para un nuevo asalto.

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