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028.

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Cincos se paseaba de un lado al otro del puente de la fragata, hablando con los oficiales y diciéndoles a muchos que les invitaría a una copa cuando volvieran a Coruscant. Riane no se sentía con ánimos de reprenderle, porque habían acabado una campaña de varias semanas en Feelos, casi en el límite con el espacio salvaje, y, además habían ganado. El ARC se merecía un descanso.

—Teniente —le informó uno de los pilotos de la fragata—, saltaremos al hiperespacio pronto. Tiene una transmisión entrante del General Skywalker.

Riane asintió, sonriendo bajo el casco, aunque el clon no pudiera verla.

—Gracias, soldado. Pásame esa transmisión a la mesa central.

Se giró hacia la mesa de transmisiones, y Cincos calló cuando se dio cuenta de que iba a hablar con su superior. La imagen de Skywalker apareció sobre la mesa ante ella. Riane se quitó el casco y se cuadró en saludo militar. Anakin había estado callado durante muchos días tras la marcha de Ahsoka. Pero ya habían pasado meses de eso, y había más o menos, recuperado su carácter despreocupado y juvenil. Aunque toda la 501 notaba la ausencia de la Padawan.

Pero Riane ya no tanto. Habían cambiado muchas cosas desde ese día, sobre todo para ella.

—General Skywalker —saludó ella—. Hemos liberado Feelos de la ocupación separatista.

El Jedi asintió.

—He leído tus informes. Buen trabajo —le dijo—. ¿Volvéis a Coruscant?

Con "volvéis", se refería a las Fuerzas Rayo. Su nuevo pelotón había cambiado, había sumado a sus filas a hombres altamente entrenados, como Cincos, y se había convertido en una de las Fuerzas Especiales de la República. Riane ya no luchaba tanto al lado de Skywalker, o Rex. Tomaba operaciones independientes, donde ella era la jefa.

Pero volver a Coruscant quizás significaba volver al frente con su general. Y con el resto de la 501.

Riane pasó saliva antes de responder.

—¿Alguna actualización respecto a la misión del capitán Rex?

Cincos se removió a su lado, incómodo. Sabía que había ignorado la pregunta de Anakin, y que preguntar por Rex era de todo menos profesional. Pero no podía evitarlo. Se habían distanciado desde Naboo, desde Ahsoka. No estaban en malos términos, pero tampoco eran el dúo dinámico que eran antes. El beso lo había complicado todo. Y quizás por eso Anakin había decidido crear las Fuerzas Rayo, hacer a Riane más independiente: porque sospechaba a qué se debían las tensiones entre ellos.

Pero Riane sabía cosas que Cincos desconocía, y era consciente de que sería muy hipócrita de parte de Anakin reprocharle sus sentimientos, aunque estuvieran prohibidos. Por eso, quizás el general nunca se había enfrentado a ella.

El gesto de Skywalker se ensombreció. Carraspeó contra su brazo metálico y el cuerpo de Riane se tensó de inmediato.

—Las fuerzas de Rex avanzan —le informó—. Pero hemos recibido algo preocupante hace unas horas.

Riane no dijo nada. Con un suspiro, Anakin pulsó un botón, y su imagen fue reemplazada por una grabación de una zona activa. Rex se estaba comunicando con un transpondedor externo.

—¡General! —Su voz hizo que a Riane se le acelerara el corazón. Le echaba de menos—. ¡Avanzamos, pero...!

Se oyó un estruendo, la imagen parpadeó y Rex desapareció. La grabación captó un sonido antes de cortarse. Era la voz de otro soldado.

—¡El capitán ha caído! ¡Un médico...!

Anakin volvió a aparecer frente a la chica. Ella se había quedado pálida, sujetando el casco con manos temblorosas. No quería girarse hacia Cincos.

—Hemos mandado apoyo —le dijo Skywalker—. Pero tardará unos días hasta llegar a su posición.

El casco de Riane se cayó al suelo. Varios oficiales se giraron a mirar, pero muchos apartaron la mirada al ver cómo su superior golpeaba las manos sobre la mesa de transmisión con cara de desesperada. Nadie quería meterse en la escena.

—¡Tenemos que ayudarle! —gritó—. ¡Mis hombres y yo estamos sólo a unas horas del sistema Belgia! Llegaremos pronto y...

—Unmel —dijo Skywalker con dureza—. Tus órdenes son volver a Coruscant y partir hacia el Borde Medio para apoyarme a mí y al general Kenobi en Darga. Rex estará bien, sus órdenes son liberar el sistema y volver a casa.

Cincos pareció querer decir algo, pero ella no le dejó.

—Con el debido respeto, señor —dijo en tono bajo, de repente muy calmada, pero apretando los dientes entre frase y frase—: no puedo cumplir mis órdenes. Mandaré al Comando Avanzado Cincos y al resto de las Fuerzas Rayo a Darga. Pero yo voy a ayudar a Rex. Se lo debo.

Anakin suspiró. Se pasó una mano por la frente. Después se giró hacia un lado, como si alguien le estuviera diciendo algo. Asintió y volvió a girarse hacia Riane.

—Te entiendo, Riane —susurró, y después pensó unos segundos—. Tienes dos rotaciones, no te puedo dar más tiempo.

Ella se volvió a cuadrar.

—Es más que suficiente. Gracias, general.

La transmisión se cortó. Cincos recogió el casco de Riane del suelo y se lo pasó. Ella suspiró, poniéndoselo por si acaso se echaba a llorar.

—Yo voy contigo —dijo el ARC de inmediato—. No me puedo creer que le hayas hablado así al general, pero yo voy contigo.

Riane carraspeó, atragantándose con una risa y un sollozo a la vez. Aun así, cuando habló, parecía imperturbable.

—Lo sé —respondió—. Pero esto no es una misión del general. Reune a los hombres.

Fue así como, en unos minutos, los veintinueve soldados de la Fuerzas Rayo que habían sobrevivido a la campaña estaban reunidos en el hangar principal. Riane se colocó frente a ellos, con Cincos al lado como su segundo al mando.

Sabía que no podía obligar a ninguno de sus hombres a ir con ella a Belgia. Porque lo que iba a hacer no era una misión oficial de la República: iba a salvar a su amigo. Al hombre al que amaba.

Eso, o por lo menos iba a comprobar si estaba vivo. No quería pensar en lo que podría haber ocurrido. No quería pensar en las altas probabilidades de que... Rex estuviera muerto.

—Soldados —comenzó—. Habéis hecho un buen trabajo en Feelos. Y sé que estáis deseando volver al cuartel y descansar. —Tomó aire—. Sin embargo, la Compañía Torrente está en apuros. Necesitan apoyo en el sistema Belgia y nosotros somos el equipo más cercano a su posición. —Algunos hombres comenzaron a hablar entre ellos—. Pero esto es una misión voluntaria, no un encargo de la República. Tengo que ser sincera con vosotros: hay razones personales que me impulsan a llevar a cabo esta misión. Debo declarar un interés personal respecto al capitán Rex: ha salido herido, y mi amistad con él compromete la operación. —Los susurros acallaron—. No juzgaré a nadie: ni a los que vengan, ni a los que se queden. Ya habéis cumplido vuestro deber con la República. —Tomó aire—. Yo debo cumplir el mío con un amigo.

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Anakin aprovechó un descanso entre asalto y asalto para hablar con Padmé. Estaba preocupado, le dolía la cabeza. Y solo en su amada encontraba el refugio que buscaba. No importaba la situación, ella siempre lograba calmarle y ofrecerle palabras de consuelo, algo a lo que aferrarse cuando estaba perdido. Por eso, y por muchas otras razones, la amaba. ¿Qué podía haber de malo en aquello?

—Anakin. —Su voz dulce, sus rasgos amables le dieron la bienvenida desde el otro lado de la transmisión—. ¿Qué tal estás? ¿Cómo va la campaña?

Skywalker no quiso entrar en detalles respecto a la misión. A su mujer siempre le preocupaba oír sobre los soldados muertos, sobre las pérdidas de la República.

—Bien —le dijo, aunque la respuesta real hubiera sido mucho más complicada.

—Pero estás preocupado.

¿Lo veía en sus gestos? ¿En su voz? No siendo sensible a la Fuerza, Padmé debía conocerle demasiado bien como para darse cuenta de que le pasaba algo tan rápidamente, sobre todo a través de una transmisión como aquella.

Suspiró antes de responder.

—Estoy preocupado por Riane y por Rex —confesó.

El ceño de la mujer se arrugó.

—¿Han vuelto a trabajar juntos?

Él negó con la cabeza.

—No. Riane acaba de terminar una larga misión en el Borde Exterior. Y Rex está cerca de su posición, pero una transmisión reciente nos indica que ha salido herido... o algo peor.

—Y estás preocupado por él.

Anakin apretó los labios.

—Estoy preocupado por Unmel. Ha ido a buscarle.

Padmé bajó la cabeza. Ese mínimo gesto confirmó lo que Anakin llevaba sospechando durante meses, quizás incluso algo más de un año: había algo entre su capitán y su teniente. Lo reconocía, no debía de ser el más avispado cuando se trataba de sentimientos, incluso cuando él se guardaba dentro muchos de ellos, pero sí había notado el cambio en Rex desde que Riane había sido nombrada teniente de una fuerza de élite. Recordaba con claridad lo confundido que parecía Rex en algunos momentos: cuando se giraba en medio de la batalla, y Riane no estaba allí. Cuando necesitaba algo en el puente, y Riane no estaba a su lado para ayudarle.

Eran un equipo. Y Anakin no había tardado en arrepentirse de separarlos.

Pero Ahsoka se había ido, necesitaba a la 501 y a sus oficiales más versátiles que nunca, cubriendo todos los frentes abiertos con la más eficiencia posible. Si algo había demostrado Unmel en su tiempo como oficial, había sido versatilidad.

Quizás había sido una mala decisión permitirla irse en busca de Rex. Quizás el capitán había caído y estaba mandando a su teniente a la muerte.

Volvió a mirar a Padmé. La mujer parecía angustiada: sabía algo y buscaba la manera de esconderlo. Anakin le dio una débil sonrisa.

—Aunque no podría juzgarla, aunque quisiera —le explicó—: ¿qué no haría yo por salvarte a ti?

La mujer se deshizo en una sonrisa tan dulce y llena de devoción como la de su pareja.

—Anakin —dijo al fin—, Riane siempre ha estado ahí para seguirte, como Rex, incluso en los planes más desesperados. Siempre están ahí cuando les necesitas, y han sabido trabajar juntos para servirte con honor, no importando las circunstancias.

El Jedi asintió. Aún recordaba los primeros días de Riane en la 501. Los "¡novata!" de Rex, y sus constantes rifirrafes. Había sido él quien había creado aquel equipo: quizás Padmé tenía razón, y debía tener fe en ellos.

Si Riane encontraba a Rex, sabrían salir del paso. Juntos. Lo habían demostrado en varias ocasiones.

—¿Cuántos romances se habrán forjado bajo mi mando sin que yo me haya dado cuenta?

Rió, sabiendo que las posibilidades eran pocas, pero la mujer no le siguió. Seguía preocupada. Anakin intentó no sentirse ofendido respecto a los pensamientos que, intuía, se le pasaban por la cabeza en ese momento.

—Padmé —llamó su atención—: no diré nada. Ya lo sabes.

Ella suspiró.

—Es mi amiga, le juré que no diría nada.

Anakin tenía ganas de abrazarla.

—También es mi amiga —le dijo—: como Rex. Y si están juntos, no seré yo quien los separe.

"No si vuelven", se dijo. "Si vuelven, haré que puedan volver a estar juntos. Llevan meses separados".

Padmé negó con la cabeza. Llevaba el pelo suelto, porque estaba en su apartamento de Coruscant, y se pasó una mano por la melena castaña.

—No creo que estén juntos.

Anakin se mordió el interior de la mejilla, pero no quiso indagar más. Después de todo, era su superior. No le concernían los asuntos personales de sus hombres, sobre todo no ahora que había decidido hacer la vista gorda por ellos.

Hablaron un par de minutos más, sobre ellos, sobre la situación que estaban viviendo. Cuando Anakin tuvo que irse para volver al puente de mando con Obi-Wan, cuando dejó la transmisión y a su esposa atrás, sin saber a ciencia cierta si viviría para volver a verla, se dijo que entendía a Riane.

Porque se había visto reflejado en sus ojos desesperados cuando ella se había dado cuenta de que el capitán estaba en peligro. Porque, como ella, él también amaba, aunque estuviera prohibido, y entendía su dolor, su pena y su pasión.

Porque la comprendía, se dijo que tenía que conseguirle esas dos rotaciones, costara lo que costara.

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